Melinda, infiel por decreto (3)

Melinda, sigue tumbando muñecos maduros, je, esta vez ni se salvó el suegro.

Melinda, infiel por decreto. (3)

Ese sábado, antes de ir a buscar a los clientes que venían a la ciudad a comprar las antigüedades, estábamos desayunando mi esposo y yo, él estaba sumido en la lectura del diario, mientras leía las noticias me preguntó:

-¿Qué harás en el día de hoy Melinda?.

-Ya te dije, debo ir a buscar a unos clientes al hotel para llevarlos a la tienda de antigüedades, y luego llevarlos a almorzar.

-Entonces me iré con Adolfo a jugar golf.

-Si, ve tranquilo, no tengo horario de vuelta.

Mi esposo me acompañó hasta la puerta de la camioneta, cuando un taxi se detuvo frente a nuestra casa.

Eran mi suegra y su esposo.

Mi suegra es una mujer muy agradable, muy bien conservada, de 71 años, viuda, y vuelta a casar desde hace mucho tiempo con un hombre 10 años menor que ella.

Un hombre muy guapo y atildado, siempre me miraba de manera libidinosa, sus ojos recorrían mi cuerpo descaradamente.

Cuando su mirada llegaba a mis senos, se pasaba la lengua por los labios, relamiéndose.

Nunca se animó a decirme nada, pero siempre que pudo rozarme o tocarme alguna parte del cuerpo, lo hacía, yo me hacía la distraída, como que no me daba cuenta de sus intenciones, pero me gustaba calentarlo y tenerlo desesperado por poseerme.

Fuimos al encuentro de ellos.

-¡Madre, pero qué sorpresa tan grande!

-Como tenemos fin de semana largo (el lunes era feriado), decidimos venir a pasarlo aquí con ustedes.

Nos abrazamos y besamos entre los cuatro, por supuesto, mi suegro me tomó de la cintura y me dio un beso, casi en la comisura de mis labios, yo le apoyé los senos en su pecho, su mano bajó como al descuido y me tocó el trasero, me dió placer sentir esa caricia, la perra que llevaba dentro mío, estaba empezando a despertar.

-Lástima que Melinda tiene que salir a trabajar. Dijo mi marido.

-Sí es una venta muy importante, debo llevarlos también a almorzar, lo siento, pero trataré de venir lo antes posible.

-Ve tranquila Melinda, ¿pero para la hora de la cena estarás?, queríamos salir por la noche.

-Por supuesto, estaré de regreso mucho antes. Ahora pasen a la casa, y por favor, estén cómodos.

Mientras decía esto iba subiendo a la camioneta, cuando iba partiendo miré a mi suegrito y le brindé mi mejor sonrisa, el vejete me miraba embelezado.

Legué al hotel y subí directamente a la habitación de mis clientes, que me esperaban con una limonada, pues hacía mucho calor.

-Hola, tú debes ser Melinda, dijo el anciano.

-Así es, un placer conocerlos.

-Melinda, tomo tu limonada, queremos ir a buscar con urgencia las antigüedades, y debemos salir urgente en el avión de las 11 hs, ya tenemos boleto.

-Tenía pensado llevarlos a almorzar y mostrarles la ciudad.

-Te lo agradecemos mucho querida, pero nuestros negocios nos urgen volver inmediatamente.

-Bueno, por lo menos los alcanzaré al aeropuerto.

-Eso ya está arreglado, la misma empresa de aviación nos envía un auto que nos pasará a buscar por aquí.

-Bueno entonces vamos hacia la tienda.

Nos dirigimos rápidamente a la tienda, les mostré lo que ellos venían a buscar. Sin ningún problema aceptaron el precio, pagaron y los llevé al hotel.

En menos de una hora quedé libre. Lo llamé a mi esposo y le dije:

-Ya terminé, fue todo muy rápido, ¿dónde están?

-Estoy con mamá en el shopping, ya sabes, le encanta hacer compras.

-¿Qué tienen pensado hacer?

-Arturo se quedó en casa, en un rato estaremos por allí, y tenemos pensado ir al club a almorzar y de paso quedarnos en la piscina.

-Excelente idea.

-Espéranos en casa y desde allí partimos los cuatro.

-Ok, querido, los esperaré en casa.

Mientras hacía el recorrido hacia mi hogar, pensaba en las veces que Arturo, me rozaba al descuido, sé que yo lo calentaba y mucho, su mirada lujuriosa sobre mis senos, o mis piernas, no me dejaban la menor duda de la calentura que tenía conmigo, recordé que bailamos en fiestas un par de veces y siempre sentí la dureza de su miembro, reconozco que soy una putilla redomada, me he apoyado en su dureza, como si aquí no pasara nada, tenía un bulto importante, que mi suegra debía desfrutar, de solo pensarlo, ya mi tanguita se mojaba, nunca tuvimos la oportunidad de estar solos, creo que por eso aún no cogimos como animales, quizás alguna vez se diera la ocasión.

Cuando entré en la casa, Arturo estaba sentado placidamente en el sillón de la sala, mirando las noticias.

-Hola Arturo, ya estoy de vuelta, mucho antes de lo que esperaba.

-¡Qué placer Melinda!, poder contemplarte solito, sin nadie alrededor.

-Gracias Arturo, siempre tan caballero conmigo. ¿Quieres que tomemos juntos un café, mientras esperamos a nuestros respectivos cónyuges?

-Claro Melinda, lo que quieras.

Mientras me dirigía a la cocina fui quitándome las sandalias, y meneando mi rico trasero, pues sabía que sus ojos estaban fijos en él. Y yo lo hacía adrede, lo provocaba, lo calentaba

Mientras ponía a calentar el café Arturo se acercó silenciosamente por atrás.

Sin rozarme, ni tocarme, sentí su respiración en mi nuca y me susurró al oído.

-Sabes Melinda, soy un hombre en todos los aspectos que se te ocurran, aprovecho a decirte esto ya que estamos solos, y nadie nos escucha, ciertamente una chica como tú, con sus maravillosos 30 años, me calienta, siempre me calentaste y tú lo sabes, me haces pensar en hacerte cositas ricas, esas que apuesto te deben gustar mucho, con mis manos…, acariciaría muy suave, esa piel.

En ese momento, comenzó con sus dedos a rozar mis brazos desnudos, ese contacto en mi piel, me dio placer, sentí que mis pezones empezaban a ponerse duros y a excitarme.

-Sé que eres una putita, que te gusta la polla, se nota en tu mirada, en tu caminar, como provocas, quizás sin proponértelo, no se que haces al lado de un pelma como tu esposo. Estoy seguro que no te satisface en lo más mínimo en la cama, una hembra ardiente como tú, necesita verga y mucha.

Continuaba acariciándome mientras me hablaba, apoyó su bulto formidable en mi trasero, yo me acomodé para sentirlo.

-Sabes Melinda, te daría mucho placer, soy un amante de esos, que le interesa que la mujer disfrute al máximo, juego mucho con mi boca, me hace sentir muy macho ver como hago disfrutar a una mujer, puedo lamerte ese conchita, que seguramente ya está húmeda el tiempo que quieras y que me lo pidas, dime la verdad Melinda, ¿me equivoco es cierto que tu rajita ya está húmeda pidiendo ser atendida?.

-No te equivocas Arturo, en realidad estoy empapada.

-¿Ves que no me equivoco?, sé que eres una zorra y apuesto y se que no me equivoco que tu marido lleva unos cuernos muy bien puestos y merecidos.

Mientras me decía esto, llevaba ambas manos a mi entrepierna, con uno de sus gruesos dedos corrió mi diminuta tanga húmeda, recorrió toda mi vagina, introdujo su dedo profundamente, yo seguía de espaldas, con mi trasero apoyado en el tremendo bulto de Arturo.

-Es raro que me equivoque cuando veo a una mujer, enseguida me doy cuenta que es una putita, chupa pollas y tú se que lo eres, debes ser la más exquisita mujer en una cama, la mujer soñada.

Su dedo gordo jugaba con mi clítoris, lo presionaba suavemente, el dedo anular lo metía dentro de mi vagina y lo sacaba, su dedo en esos momentos reemplazaba al pene que ya estaba deseando.

Mis fluidos inundaron toda mi rajita, ya estaba caliente, quería que me cogiera ahí mismo.

Me dio vuelta y me puso frente a él, desabrochó mi blusa, desabotonó mi corpiño, mis senos saltaron, acercó su cabeza entre ellos, y sin decir palabra empezó a succionarlos, mientras seguía masturbándome, no demoré mucho en tener una corrida, gracias a sus lamidas y a su dedo en mi clítoris.

Mientras me corría, me decía:

-Goza puta, goza, Eres una putita, siempre lo supe. Y no te escaparás, esta vez no te me escapas, te haré lo que quiera y te cogeré cuando y dónde se me ocurra.

Después de mi corrida, me tomó del mentón, y acercó su boca a la mía, con desesperación nos abrazamos y nos dimos un largo beso, mientras nuestras lenguas se chupaban y entrelazaban, me sentó sobre el fregadero.

Fue ahí cuando sentimos la llave en la puerta, mi marido y mi suegra llegaban, rápidamente me bajé del fregadero, acomodé mi ropa, y abrochando mi blusa me fui corriendo al baño, mis labios vaginales se resbalaban de lo mojada que estaba.

Cuando salí del baño, ya más compuesta, pero en llamas, lista para salir con mi esposo y mis suegros.

Fuimos a almorzar al club, luego a la piscina, Arturo, cuando podía manosearme, lo hacía, y yo cada vez estaba más caliente, con más deseos de que me cogiera de una vez, pero era imposible, siempre había alguien entre nosotros.

Al atardecer regresamos a la casa a descansar un rato, bañarnos y salir a cenar y luego a una disco, como quería mi suegra.

Las horas del día fueron insoportables debido a mi calentura y a no poder quitármela, Arturo fue muy astuto, me calentó y como conocía al tipo de mujeres como yo, me hacía sufrir, cada tanto se acercaba para decirme lo caliente que lo tenía, y las cosas que me haría, explicándome detalladamente, como me lamería la conchita, las tetas, como me penetraría, también me decía como se comería mi trasero, lo decía en un susurro, me explicaba que iba a dedicarse sólo a darme placer, que yo le iba a rogar que me cogiera, cosa que él haría con el mayor de los placeres, pero antes de cogerme me haría vibrar con sus caricias llenas de lujuria, esto me lo dijo en varias oportunidades a lo largo del día, cuando madre e hijo hablaban entre ellos, nadie imaginaba las cosas que Arturo me decía y cómo me hacía calentar y a desearlo cada vez más.

Luego de cenar en un bonito restaurant, fuimos a la disco, mi suegra ya había bebido bastante en la cena, quería tomarse unos tragos, pero no bailar lo aclaró desde el primer momento, pues prefería sentarse a beber unas copas y ver como la gente se divertía.

-Arturo, tú baila con Melinda.

-Como quieras, amor, hay que ver si Melinda quiere bailar conmigo.

-No seas desconsiderado, ¿verdad que bailarás con Arturo, Melinda?

-Si, con mucho gusto lo haré.

Ya acomodados en la dancing, con nuestros tragos servidos, comenzaron a pasar música lenta. Madre e hijo, seguían bebiendo.

-Ahora si quiero bailar dijo Arturo, esto se bailarlo, nada de rock, ni salsa para este viejo.

-Jajaja, se rieron madre e hijo, los dos ya borrachos.

Arturo me tomó del codo y me condujo al medio de la pista, que estaba en penumbras y con algunas parejas acarameladas alrededor.

Me tomó en sus fuertes brazos, yo puse los míos alrededor de su nuca, bailamos muy apretadamente, me hablaba muy quedo al aído.

-¡Qué corrida la de hoy Melinda!, imagino lo que debes ser en una cama, terriblemente puta, como me gustan a mi.

Abri mis piernas y acomodé su bulto entre mis piernas, lo sentía y me mecía despacio sobre él.

Su lengua recorría mis orejas, me las chupaba, después bajaba por mis hombros, volvía a subir.

-Te cogería aquí mismo, pero no…, es peligroso, ya llegará el momento.

Su lengua seguía alborotando mis hormonas, una de sus manos se encargó de ir a mis senos, acariciaba mis pezones por sobre el vestido. Los mordisqueaba, yo comencé a acariciarle el pene por sobre el pantalón.

-Me comería tu pene, muero por besarlo hasta dejarte seco, Arturo, lo deseo. Me tragaría toda tu lechita.

-Mmmmmm, putita, ya llegará el momento.

-No doy más, me has calentado todo el día, tengo muchas ganas.

-¿Y piensas que yo no?, lo he estado pensando, tu suegra esta noche caerá desmayada de alcohol en la cama, como lo hace siempre que salimos, y tu esposo otro tanto, una vez que estén los dos dormidos, tendremos nuestra fiesta particular.

-Mi marido caerá en la cama y no se despertará hasta mañana al mediodía, no sabe beber.

-Ahora volvamos a la mesa y pidamos más champagne.

Pedimos otra vuelta de champagne, apenas probé unas gotas, quería estar lúcida esa noche, y disfrutar al lado de Arturo.

Al volver a casa, acomodamos a mi marido y mi suegra en la parte de atrás del auto, pues no se tenían en pie de la borrachera de ambos.

Arturo conducía y yo me senté a su lado. Subí mi falda, dejando al descubierto mis piernas.

Con una mano Arturo conducía con la otra me acariciaba la conchita, yo le saqué el pene por fuera del pantalón, y se lo empecé a acariciar.

Quedé admirada del tamaño y grosor, tenía una polla espectacular, bien grande, dura y gruesa, de esas pollas para disfrutar por todas partes del cuerpo.

Giré mi cabeza para atrás para ver como iban madre e hijo, estaban casi inconscientes de tanto alcohol ingerido.

Me animé, me agaché y comencé a pasarle la lengua por la cabeza roja y húmeda, la bordeaba con mi lengua, se la chupaba con fruición, era un deleite tener semejante instrumento dentro de mi boca.

-Ahhhh!!, qué rico Melinda, Ahhhh. Putita, -me lo decía por lo bajo.

Comencé a introducirla hasta mi garganta y sacarla, y vuelta a poner, sentía como esa terrible polla latía en mi boca y crecía cada vez más.

Aparcamos el auto en la puerta de nuestra casa, el portero del edificio se acercó para ayudarnos.

Rápidamente Arturo acomodó su polla como pudo dentro del pantalón y bajamos del auto, con la ayuda del portero, entre los tres subimos a los borrachos, el portero nos acompañó hasta la puerta del departamento.

Cada uno llevó a su pareja a sus respectivas camas, esperando que ambos se durmieran profundamente, no llevó muchos minutos, apagué la luz del cuarto, me desnudé completamente, sólo dejé mis altos tacones, eso enloquecía a don Cosme y a don Antonio, Arturo, no iba a ser la excepción.

Me dirigí a la sala, Arturo me estaba esperando, solo con los pantalones puestos, me paré delante de él, levanté una de mis piernas y la apoyé en el brazo del sillón, y sin decir palabra le puse mi conchita en su boca. Mientras acariciaba sus cabellos, le dije:

-Demuéstrame con hechos todo lo que ibas a hacerme, según tus palabras.

-Eres una reverenda puta, lo sabía.

Me tomó de las nalgas, apoyando mejor mi conchita super húmeda en su boca, la cual abrió y empezó a besar, primero mis labios externos, luego mis labios internos, yo suspiraba y me tocaba los pezones, los tenía parados y duros.

Recorrió mi vagina de punta a punta, de costado a costado, luego se dedicó a estimular mi clítoris, lo sorbía, lo apretaba con sus labios, luego comenzó con un movimiento zigzagueante, eso ya no lo pude resistir y tuve mi primera corrida.

Me corrí en su cara empapando hasta sus ojos.

-¿Te gustó perra?.

-¡Siiii!, ¿hay más?

-Ya te dije nena, lo que quieras y las veces que quieras, la lengua no falla en ningún momento. Siempre está activa y dispuesta a dar placer.

Esta vez, me sentó sobre la mesa del living, me chupó licenciosamente la vagina, cuando me corría, paraba y se divertía con mis pezones, a la vez que me penetraba, así estaba unos minutos, luego atacaba con su lengua mi vagina nuevamente, y la sobaba hasta hacerme correr, ese juego lo hizo hasta hacerme correr varias veces, él no había eyaculado, antes de hacerlo quería sentir mis orgasmos en la sala en penumbras.

-Innumerables veces soñé con comerme tu culito, puta, me lo haz refregado varias veces provocándome, hoy me hago un festín con este trasero.

-Por favor, coge a esta puta, soy tu puta, busca a tus amigos, quiero que me cojan muchos a la vez.

-Perra putona, te gustan varios?

-Sí, me encanta la polla, las quiero todas para mi solita.

-Queda pactado, te prometo que cuando ustedes vengan a visitarnos te cogeremos, dos amigos mío y yo.

Esa situación de solo pensarlo, me excitó más, me tomó en sus brazos y me llevó al sillón, me puso en posición de perra, abrió mis nalgas, y comenzó a lamerme el ano, su lengua entraba en mi agujerito, y salía, se iba a mi vagina, lamía mi clítoris, eso me volvía loca, regresaba a mi ano, se sentó en el sillón, me pidió que lo montara, enterré su pija bien adentro mío, la tenía tan larga y gruesa, que sentía que me tocaba la pared vaginal, entraba y salía, esa polla era un deleite para cualquier mujer, más a una guarra como yo.

Mientras yo lo montaba, me chupaba las tetas, clavaba sus dedos dentro de mi ano, para dilatarlo al máximo y poder penetrarme sin molestias.

Cuando estaba suficientemente dilatado para poder penetrarme, me volvió a poner en cuatro patitas, como la perra que soy.

Introdujo apenas su verga en mi ano, haciéndome incorporar un poco la espalda, pues era demasiado grande, fue poco a poco introduciendo esa polla descomunal, hasta que sus huevos golpearon mis nalgas, ya la tenía totalmente adentro, Arturo sabía de su tamaño, se quedaba quieto, para que me fuera acostumbrando a su aparato, mientras tanto me estimulaba con una mano los pezones, un rato cada uno, y con la otra incitaba a mi clítoris, me volvía loca toda esa manoseada que me hacía, estaba tan ardiente que le pedí que me culeara.

-Dame ese pene, quiero sentir como entra y sale de mi culo.

No se hizo esperar demasiado, comenzó con un movimiento de entrada y salida, luego lo hacía circularmente, me mordía mis manos, para que mis gemidos lujuriosos no despertaran a madre e hijo, aunque a ellos no los hubiera despertado ni una bomba atómica, dormían plácidamente la mona, mientras nosotros dos nos gozábamos como animales salvajes.

-Quiero darme un gusto, puta endemoniada.

-¿Qué?

-Tirarte toda mi leche en tu cara de ramera.

Poco a poco fue desenterrando su pene de mi ano, me puso de frente, me tomó de los cabellos fuertemente.

-Toma puta, chúpala.

Se la chupé como a pocos de los que me cogieron, que fueron muchos, pero esta verga era para ser chupada y reverenciada, estaba muy bien dotado Arturo, y eso me volvía más puta de lo que era.

Me llevé su verga a la boca y lo hice disfrutar de una mamada magistral, cuando estaba por eyacular, la sacó y derramó su semen caliente en mi cara, desparramándolo por mis cabellos.

Mientras se corría me decía.

-Toma puta mi leche en tu cara, como se lo merece una zorra como tú.

Su semen se desparramó por todo mi rostro y embadurnó mis cabellos.

Caímos rendidos en el sillón del living, donde estuvimos un buen rato besándonos y acariciándonos.

Después cada uno fue a ver que hacía su pareja, al ver que seguían dormidos, nos fuimos a bañar juntos, bajo el chorro del agua tibia, me volvió a chupar la conchita, me hizo correr, y luego aseados y perfumados cada uno se fue a dormir a sus respectivos cuartos.

A la mañana siguiente por supuesto fuimos los primeros en levantarnos, desayunamos juntos, y

Pero esa es otra historia que les contaré, siempre y cuando ustedes deseen seguirla.

Como siempre espero sus comentarios y correos. Gracias.

Melinda.