Mejor un postre casero

Las dos se levantaron para mostrarme su cuerpos con poses sensuales. Venían de fiesta y se habían arreglado para la ocasión. Faldas cortas, bueno, por encima de las rodillas, aunque cuando estaban relajadas en el sofá me permitían apreciar su muslos a placer.

El graznido metálico de la cerradura sonó después de varios intentos. Había notado como alguien intentaba meter la llave pero fallaba una y otra vez. Tenía que ser mi mujer. Llevaba fuera de casa desde el mediodía, en una comida con las amigas del curso de yoga. Me había dicho que no llegaría más tarde de las ocho, pero ya eran las diez y media. Incluso los niños estaban en la cama. La verdad tampoco me sorprendía, estas cosas pasan con la comidas navideñas, se sabe cuando empiezan pero no cuando acaban.

Cuando por fin gruñeron las bisagras decidí quedarme tumbado en el sofá. Después de acostar a los niños preferí no ducharme hasta que ella no volviera. Me serví una copa de vino, puse música, muy bajito, y me dejé caer en el cómodo y por una vez solitario sofá para leer un rato relajadamente. Un placer que no tengo muchas oportunidades de disfrutar, bueno varios. Cuando la puerta se abría me imaginé a Clara, algo achispada, que se acercaba a mi, me bajaba la cremallera y me regalaba una mamada de campeonato. Era el placer que me faltaba. Pero me esperaba una sorpresa que anulaba mi ya de por sí improbable fantasía.

Al abrirse la puerta escuché risas contenidas, no una, al menos dos. Risas entreveradas de cuchicheos. La sonrisa amplia y algo bobalicona de mi mujer asomada al dintel del salón me confirmaba que había tomado alguna copita más de lo normal. Para ella lo normal era muy poco. No solía tomar alcohol. Se giró un poco y tiró de la cintura de su acompañante, Mar. Las dos entraron en el salón y me levanté a saludarlas abandonando definitivamente mi placentero sopor. Había durado poco.

Recibí dos besos de Mar en la cara y un, excesivamente húmedo, beso en los labios de Clara. Sentí que venía caliente, pero tendríamos que esperar a que nuestra visita se marchara para satisfacernos mutuamente.

Sólo había visto a Mar en otra ocasión. Tuve que ir a recoger a Clara a sus clases porque tenía el coche estropeado y cuando salía del centro de Yoga me presentó a su compañera. Se habían hecho amigas en el último año, después de que Clara decidiera hacer algo para solucionar sus problemillas de espalda. Le había ido bien y además de cuando en cuando organizaban algún sarao, como hoy.

Mar venía algo más que achispada, a juzgar por el brillo de sus ojos y por la sonrisa gemela de la de mi mujer que había quedado grabada en su boca. Era bajita, con las piernas algo regordetas y un culo de tamaño familiar, sin embargo, parecía tener las carnes duras. Su anchura se debía más a un tipo determinado de constitución que al sobrepeso. La cintura estrecha y la delgadez del resto del conjunto reafirmaban mi idea. Los labios carnosos enmarcaban una boca muy sugerente, grande y nacida para la risa. Eso era lo que más me llamaba la atención de ella.

Habían comido a gusto y se habían tomado alguna copita después. Mar no se atrevía a coger el coche para volver a su casa y Clara la invitó a terminar la noche cenando con nosotros y haciendo tiempo para reducir los efectos del alcohol. Así es que allí las tenía a las dos, dispuestas a que les preparase una cenita ligera y a echar un ratito de charla para terminar el día. La verdad es que no estaba mal el plan. Me puse manos a la obra. Corté un poco de queso de cabra y preparé una ensalada ligera mientras las dos amigas ocupaban mi lugar en el sofá y seguían con su divertida charla.

Cuando volví al salón estaban las dos cómodamente reclinadas en el sofá y ambas se habían servido una copa del vino que había estado tomando yo hasta que llegaron.

-Pensaba que vuestra idea era bajar un poco el puntillo, no seguir dándole al alcohol-, les solté complaciente ante las ganas de marcha que traían las dos.

-Bueno, una copita de vino no nos va a hacer daño a estas alturas. Además, hasta que se vaya Mar a su casa queda un ratito y si no, le hacemos un hueco y que se quedé a dormir aquí y mañana ya se levantará despejada”-.

-La verdad es que no es mala idea- apuntó Mar y mirándome con ojos picarones matizó -si a ti no te molesta, claro-.

-No, que va, encantado. Tenemos una cama de sobra-.

Las dos amigas se miraron y sonrieron. En ese momento tuve la sensación de que ya tenían decidido que Mar se quedara en casa antes de simular que lo consultaban conmigo. Estuvimos cenando animadamente, sobre todo ellas, que no pararon de contar lo bien que lo habían pasado toda la tarde. Acabaron tomando copas en un bar donde aseguraban que habían sido cortejadas por varios grupos de

jovencitos

.

-No te creerías el éxito que tiene tu mujer entre los niños de veintitantos- explicó Mar -uno detrás de otro y ella, nada de nada, impasible y castigadora-.

-Me lo puedo imaginar y estoy seguro de que tu tampoco andarías falta de aduladores-.

-¿Eso crees?- contestó Mar y creí ver un asomo de sonrojo en sus mejillas, aunque seguramente más debido a la segunda copa de vino que se acababa de servir  que al rubor que le hubieran provocado mis palabras. Las dos se levantaron para mostrarme su cuerpos con poses sensuales. Venían de fiesta y se habían arreglado para la ocasión. Faldas cortas, bueno, por encima de las rodillas, aunque cuando estaban relajadas en el sofá me permitían apreciar su muslos a placer. Mar llevaba una camisa de ésas semitransparentes, que al principio ocultaba con una chaquetilla, pero que ahora dejaba expuesta, tenuemente, buena parte de su anatomía. Clara se había quitado el chaleco de lana y sólo llevaba puesta una camiseta de tirantes que resaltaba sus pechos. -¿A cuál de las dos intentarías ligarte?- me lanzó Mar tras la exhibición.

¡Joder con la preguntita! Me ponía en un compromiso de cuidado. Si decía que a mi mujer, cumplía con mis deberes maritales, pero le hacía un feo a nuestra invitada, a la que además acababa de piropear. Pero si decía que lo intentaría con Mar, Clara podía rebotarse conmigo.

-Las dos estáis arrebatadoras esta noche y no sabría elegir, además, siempre he querido hacer un trío, así es que lo intentaría con las dos- intenté escaparme de la dichosa preguntita..

Ambas se rieron y siguieron apurando la escueta cena evitando seguir con el jueguecito. Apuramos la botella de vino y decidieron que era la hora de darse una ducha. -Yo entraré después de vosotras, así mientras preparo una copita para rematar la velada-. Las dos se marcharon.

…......

-Carlos, Carlos- Clara me llamaba desde uno de los baños. -Por favor, coge una toalla y llévasela a Mar, que en el otro baño no hay. Ah, y no te aproveches, eh-.

Mi mujer, desnuda en la ducha, enjabonándose esas tetas que me hacen perder la noción del tiempo, me estaba pidiendo que le llevara una toalla a su amiga, que también estaría desnuda en el baño. Estaba claro que no iba a poder resistir la tentación de echar una miradita al cuerpo macizo de mujer que se duchaba en mi casa.

Cogí la toalla y, suavemente, para no despertar a los niños que dormían desde hacía tiempo, golpeé con los nudillos la puerta al tiempo que giraba el picaporte y entreabría ligeramente. -Mar, te traigo una toalla, me ha dicho Clara que no tenías-.

-Gracias. Por favor, déjamela donde pueda alcanzarla que no quiero coger frío-. Bueno, pues si tengo permiso adelante. Desplace la hoja de la puerta y me colé en el baño. Mar estaba quitándose el jabón del cuerpo, tenía el teléfono de la ducha apuntando hacia su coño y se refregaba con la mano izquierda para desalojar cualquier resto de espuma. -Un segundo- La mampara transparente me dejaba ver el espectáculo de su cuerpo desnudo en plenitud. Las tetas, como ya imaginaba, no eran demasiado grandes, pero se sostenían con sorprendente vigor pese a sus treinta y muchos años de lucha contra la gravedad. Los pezones de color café recogidos por el frío a pesar del agua caliente, pequeños, rugosos. El coño depilado totalmente hasta donde podía ver y era mucho.

-Me la acercas, por favor, no quiero llenar de agua el suelo- Salió de la ducha y tomó la toalla. Con un giro de los brazos se la colocó sobre la espalda y se arropó cruzando los brazos sobre el pecho. -Gracias- Reconozco que me había quedado sin palabras, no esperaba este regalo para la vista. La posición de la toalla sobre su cuerpo mojado formaba un triángulo que dejaba a la vista su coño. No podía retirar la vista. -Gracias a ti, bonito espectáculo-.

-Que tonto, un cuerpo de mujer como otro cualquiera. Oye, te importa completar el favor y traerme unas bragas de tu mujer. Me ha prestado algo para dormir, pero se olvidó de dejarme unas bragas y no quiero volver a ponerme las mías-.

-Sí, claro. No tardo nada- Salí del cuarto de baño y vi a mi mujer asomada desde el otro, también cubierta por la toalla y sonriendo. -Me ha pedido unas bragas tuyas, cogo unas y se las doy-.

-Vale, pero deja que se las ponga ella, que ya veo que has disfrutado de lo lindo- me dijo señalando mi paquete que se había hinchado e impedía disimular lo que acababa de pasar.

Volví con las bragas para dárselas a Mar y cuando abrí la puerta, ahora sin llamar, ya se había colocado una camiseta y estaba inclinada secándose los pies y mostrándome un enorme trasero, redondo, jugoso. Por mi mente pasó la idea de darle un cachetazo, pero rehuse el exceso de confianza y simplemente le ofrecí las bragas. -Gracias, pero creo que al final no las usaré-.

…......

Mientras caía el agua caliente sobre mi cabeza me debatía entre la posiblidad de masturbarme en ese momento o guardar fuerzas. Me estaban calentando y estaba seguro de que las dos se habían puesto de acuerdo. Recordé la frase de Mar:

No te creerías el éxito que tiene tu mujer entre los niños de veintitantos

y una teoría se apoderó de mi cabeza. Habían estado tomando copas y se habían divertido calentando a un grupo de jovencitos pero no habían querido seguir adelante y habían decidido venir a casa a seguir con el juego conmigo como conejillo de indias. Me iba a explotar los huevos del calentón que me habían dado. Decidí que había llegado el momento de arriesgar y tomar el mando.

Salí de la ducha sólo con la toalla puesta y me fui para el salón. Estaban en el sofá, Clara tenía los pies sobre las rodillas de Mar y ésta se los estaba masajeando. Las dos me miraron con cierta sorpresa pero sonrieron. Buen síntoma. Me acerqué hasta la posición de Clara y dejé caer la toalla al suelo. Mi polla quedó más o menos a la altura de su cara y aunque no estaba totalmente empalmado estaba casi listo para la acción. Con el rabillo del ojo ví como Mar se pasaba la lengua por los labios. -¿qué haces?- preguntó Clara.

-¿Qué vais a hacer tú y tu amiga? es la hora de tomar el postre y va a ser casero-

Se miraron y Clara me agarró la polla con fuerza ¿era el deseo o quería dejarme claro que la situación la iba a controlar ella? Se la metió hasta el fondo y comenzó una frenética mamada que me hizo entrecerrar los ojos un segundo. Miré a Mar y le pedí que le ayudará. No lo dudó se acercó un poco y me agarró los huevos y el culo. Clara le dejó hueco y empezó a pasarme la lengua por el capullo llevándose los restos de mis jugos mezclados con la saliva de mi mujer.

-Te dije no nos iba a costar calentarlo- le dijo Clara al oído mientras Mar, con mi capullo dentro de su boca jugaba con la lengua a una velocidad frenética. Los labios carnosos de la amiga de mi mujer se deslizaban por mi polla con una energía sorprendente. Con la otra mano se acariciaba el coño a través del patalón. Sabía que no llevaba bragas y eso me ponía muy caliente. El movimiento incansable de Mar hizo su efecto y empecé a correrme en su boca. El primer chorro debió llegarle al estómago, pero inmediatamente la sacó y los siguientes llenaron su cara de leche caliente. Sabía que no iba a aguantar mucho pero me la había chupado con una rabia que no dejaba lugar a dudas de que venían con un calentón del quince.

Clara tomó el relevó y limpió los restos de semen de polla mientras Mar con los dedos se retiraba de la cara los rastros de mi corrida y se chupaba los dedos para hacerlos desaparecer.

-Desnudaos y vámonos a la cama. Esto no ha hecho más que empezar. He preparado unos postres variados para vosotras... y para mi-.