Megan Jones me hace cornudo feliz
La conocí en el club de alterne. Se hacía llamar Megan Jones y era de nacionalidad cubano-americana. Era alta, morena, con un cuerpazo de ensueño y unos muslazos rotundos que la hacían aún más bella, más rotunda, más Diosa. Me enamoré de ella nada más verla, aunque sabía que iba a sufrir.
Siempre me han atraído las mujeres robustas, altas, con unos poderosos muslos y unos fuertes brazos. Me imaginaba que con ellos me abofeteaba y me corría. Era una jaca en todo el amplio sentido de la palabra. Un monumento.
Y como es natural, todos iban en el club detrás de ella, todos querían follarla y guardaban cola para hacerlo. Y era la chica más cara y los llevaba a todos locos. A mi también. Le había propuesto que folláramos pero se negaba. Conmigo se negaba y no quería. Hablé con su jefa y me dijo que ella se podía permitir el lujo de ir por libre y rechazar clientes, porque siempre había alguno dispuesto. Que ella podía hacer lo que quisiera y sólo follaba con los tíos que le gustaban.
Supuse que yo no le gustaba y no volví a preguntarle más.
¿No quieres saber por qué no follo contigo? -me preguntó un día que estábamos casi solos.
Sí, claro, pero supongo que es porque no te gusto.
No, es porque en ti he visto algo especial, lo veo en tus ojos. Tú me amas, mientras que los demás sólo quieren mi cuerpo, follar conmigo.
Y me alegré por aquella distinción que hacía conmigo, pero ella me aclaró que precisamente porque la amaba no podía follar conmigo, que lo sentía, pero que no podía.
Cásate contigo, entonces -le dije casi sin darme cuenta.
Ojalá. Eres un chico tierno y romántico. Contigo tendría el cariño que con los demás no tengo, pero es que no puedo. Me gusta ser puta, follar, volver locos a los tíos. Disfruto como una perra follando con ellos, gano un dineral y no pienso dejarlo.
No me importa -le dije.
¿No te importa ser cornudo?
No, no me importa. Te amo tanto que podré soportarlo.
Y nos casamos. La noche de bodas no pude follar con ella. Estaba tan nervioso, su cuerpo era tan espectacular que no se me puso dura. No estoy mal dotado, pero no pude. Sospechaba que debido a su corpulencia y su tamaño (un poco más alta que yo), tendría también un gran coño y allí resbalaría. Supuse que necesitaría pollas enormes para poder sentir algo. Y así fue. Ella se dio cuenta y me dijo que con mi polla no podía sentir placer. Llamó a un compañero de trabajo que era negro y lo puso a mi lado.
- No hay color -me aclaró-. Lo suyo es polla y lo tuyo un pito.
Y lo cogió y se puso a follar con él delante de mi. No me extrañó. Sabía que era puta y que lo iba a seguir siendo, pese a estar casada conmigo. Ella ganaba incluso muchísimo más dinero del que yo podía ganar. Lo que sí me extrañó es que a mi se me puso muy dura al verla follar con aquella polla.
Al ver como le ofrecía el coño a su amante delante de mi y haciéndome cornudo desde el primer día. Y no sólo aquel día. Ella siguió follando con los clientes que le gustaban mientras yo cuidaba el chalet que se había comprado en las afueras. Dejé el trabajo y me fui a vivir con ella.
Me encargué de las labores domésticas, de cuidarla, mimarla y prepararle todo lo que necesitaba para follar con otros. Le lavaba a mano las braguitas, le cuidaba la ropa, y la bañaba y vestía para ir a trabajar.
Hasta que un día me dijo que se independizaba, que había conocido a clientes que querían retirarla sólo para ellos. Eran sólo tres que tenían mucho dinero, estaban casados y eran discretos. Uno le pagaría además la hipoteca del chalé, otro la contrataría de secretaria, con un buen sueldazo, aunque ella no tendría que ir a trabajar. Y el otro le pagó la hipoteca de un piso en la ciudad.
Además ella les cobraba 1000 euros por noche con la única condición de que estuviera siempre disponible para ellos. Y que yo estuviera presente mientras la follaban porque les daba morbo ponerme los cuernos. Eso los excitaba. Y ella aceptó. Ni lo consultó conmigo. Sabía que la amaba tanto que no diría nada y lo aceptaría con placer. Incluso puso una foto de nuestra boda en la mesilla en la que follaba con ellos para que la vieran y se excitaran más. También se solían correr sobre su anillo de casada.
Yo no he follado aún con ella. Sólo me deja lamerle el coño antes de follar con ellos, para excitarla y que se los folle mejor. O después de haber follado para limpiarla y excvitarla de nuevo para ellos. Y sólo lo puedo hacer cuando ellos están delante. El culo sí se lo puedo lamer siempre que quiera, pero el coño sólo en esos momentos con sus amantes. Son sus caprichos y los aceptó porque soy feliz y la amo. Ella me consuela con que es una Diosa para mi y que una Diosa no folla con esclavos.
- Si te dejo follar conmigo me haría humana, sería una más para ti y dejarías de amarme como me amas -me aclaró un día que insistí.
Y no he follado con ella, pero la sigo amando pese a que me hace muy cornudo.
- Si no te hiciera cornudo no me amarías, cariño. Lo sabes. Es tu forma de amar.
Y era cierto. O eso creo. Porque la amo, desde luego. Más que a mi vida.
Y mi placer es ver que ella lo tiene. Sólo eso. Verla a ella feliz y gozando como una loca. Ese es mi destino. Y mi felicidad: vivir del placer de ella.