Mediterráneo
Me lo contó mi primera novia.Hay un poco de todo, lo pondré en general aunque tal vez no sea el mejor sitio.Y al final una pregunta.
Mediterráneo
...sigue jugando en tu playa y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya, y amontonado en tu arena tengo amor, juegos y penas. Yo, que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno.... ("Mediterráneo", Juan Manuel Serrat.)
Sus padres acababan de divorciarse. Su madre tenía un amante y les había abandonado. Para ella y su familia fue el crack total. El caos.
Como todos los años, su padre había reservado plaza en aquella residencia de veraneo para la primera quincena de junio, y claro, aunque no fuera con su mujer, ya estaba pagada, y no la iban a perder. Así que la tocó ir a ella. Fueron las primeras vacaciones que pasó sola con su padre. Sus hermanos pequeños se fueron con su madre.
La famosa residencia, era un complejo hotelero a las afueras de Benidorm, al lado del Mediterráneo, de esos que te dan todo incluido. Allí sólo encontró dos chicas más o menos de su edad, Marta, y Sonia. Casi todos eran gente demasiado mayor para ella, jubilados, o parejas jóvenes con niños pequeños. El resto, críos y crías de cómo mucho trece o catorce años, llenos de acné, que solamente piensas en andar en bicicleta y en jugar a los video juegos.
Por la noche, sin coche, el aburrimiento era total. Por el día peor. Apenas estaba con su padre. Comen juntos, pero en cuanto puede se va a jugar al tenis o a tratar de ligar con las dos o tres divorciadas de su edad que literalmente se le tiran al cuello. Solo queda tomar el sol en la piscina y por la noche aquella especie de garito al que el animador del hotel llamaba "la discoteca". Una pista de baile de los años setenta. Cutre a más no poder.
Cerca de la discoteca había una playa privada, tras unas cañas. Es donde van las parejas. Cuando las hay claro. Ellas tres se escapaban allí por la noche a beber cerveza o a fumar algún porro que milagrosamente conseguía Marta. Sonia, la más pequeña pero la más atrevida, en más de una ocasión se bañaba desnuda. Aquello la ponía un poco violenta, y miraba para otro lado, pero Marta no perdía detalle.
Aquella noche, por fin, fue distinta. Tres extranjeros entraron en la discoteca. Altos, rubios, uno de ellos enorme. Miran hacia los lados con cara de despistados. También tienen cara de aburridos. Son mayores para ellas. Sonia tiene 16 años, casi diecisiete. Ellos tendrán más de 25. Seguro que la agencia de viajes les ha engañado. Les ha vendido aquella aburrida residencia a precio de saldo como si fuera una maravilla y claro los guiris vieron Benidorm, fiesta, Mediterráneo... y allí acabaron. No hay más donde escoger. Al menos no son críos. Está claro que ellos están allí porque no les queda otro remedio. Seguramente les parezcan unas crías.
Rápidamente entablan conversación, por decirlo de algún modo. Apenas se entienden. Pero pagan las copas. Es divertido chapurrear el inglés, o el francés. Entre ellos hablan una jerga incomprensible. Pudiera ser alemán, holandés... cualquier idioma nórdico... Les da igual, Marta decide llamarles los "alemanes". Ya tienen mote.
No tardan en salir a la pista. No tardan en emparejarse. La música es penosa. Pasodobles, rumbas... Entre risas comienzan los primeros bailes. Es divertido. Ellos se dejan llevar, no tienen ni idea... Agobiados por el calor salen a la terraza.
Allí vinieron los primeros besos, inocentes al principio, más atrevidos con cada copa hasta convertirse en apasionados morreos. Al despedirse, juntan sus cuerpos. El alemán la atrae hacia sí con fuerza. Se deja arrastrar apretando sus pechos contra el torso de él, notando su paquete duro y palpitante en su abdomen. Un escalofrío la recorre entera.
Coinciden en la piscina por la mañana. Sus amigas tienen un preciosos bikinis. Ella como siempre con su traje de baño completo. Recuerdo que era muy tímida, insegura, casi hasta vergonzosa.
Ellas tomando el sol y cuchicheando. Ellos ni se fijan. Van directos a la barra, cerveza tras cerveza. Las otras dos no paran de hablar. No hay otra cosa mejor que hacer. La mínima alteración es una novedad en la aburrida residencia. Están muy buenos, dice Sonia riéndose con picardía. Y siguen charlando. De vez en cuando algún comentario picante, alguna referencia a los bultos del bañador. Tanto Sonia como Marta hablan sin tapujos, ya lo han probado con sus novios. Ella apenas puede decir nada. Hasta la da corte confesar que es virgen. Había salido del rígido internado donde el sexo sólo era aquel prohibido tema de conversación. Y nada mas cumplir los 17 se lió conmigo. Antes algún beso, algún noviete le había tocado las tetas, pero poco. Ella no lo había permitido. Su limitada y pobre experiencia era yo. Y alguna película o revista vista a escondidas. Eso era todo lo que sabía a cerca del sexo.
Conmigo tampoco era para tanto. Con gran trabajo y armado de una enorme dosis de paciencia conseguí que poco a poco fuera desnudándose, que fuera perdiendo su vergüenza en mostrar su cuerpo desnudo.
Marta y Sonia llaman su atención, les saludan, les provocan con sus miradas. Menando presumida las caderas Sonia se tira a la piscina. Los alemanes comentan entre sí y van detrás. Se acercan a ellas en el agua. Salpicones, aguadillas, provocadores juegos. Marta deja que uno de sus pechos salga del bikini... Se ríe traviesa al ver como su conquista clava ansioso los ojos en sus tetas. En la piscina vuelven los audaces besos. Bajo el agua los toqueteos de Marta son descarados. Sus tetas están más fuera que dentro. Ella también recibe deliciosas caricias en sus pechos que hacen que sus pezones se encabriten inmediatamente. Se turba cuando siente todo su pecho aprisionado por la mano de su amigo. Algo colorada le permite que meta la mano por dentro del bañador y acaricie directamente su piel. Un pellizco en su excitado pezón la hace estremecer.
Bajo el agua no puede evitar mirar el evidente bulto que esconde el bañador. Está deseando que se vuelva a restregar contra su cuerpo... Como si la leyera el pensamiento la abraza. Metiendo las manos bajo el bañador aprisiona sus nalgas y la sube a horcajadas. Sus piernas le rodean. Su coño se restriega contra su duro abdomen. La besa. Al bajarse los bañadores se rozan. Siente el tamaño, pero no la dureza de la noche anterior.
Esa tarde no pudo dormir la siesta. Presa de una desconocida excitación se despertó varias veces.
No sólo fueron las caricias. Aquellas conversaciones en los vestuarios... Estaba alterada... tan ensimismada en lo que decían que cuando quiso darse cuenta estaba completamente desnuda delante de ellas. Fue el primer día que se duchó desnuda con las chicas. No pudo evitar mirar sus cuerpos.
Mientras se enjabonaba, Marta contaba cómo le había tocado el paquete. Un duro pene..., delicioso... Unas impúdicas caricias en sus pechos, incluso en su sexo. Sonia reía divertida. El suyo también la había hecho lo mismo... "Así" -dijo acariciándose ella sola los senos.
También Sonia se había atrevido a investigar qué había debajo del bañador... Riendo dijo que lo que encontró parecía más grande que la de su novio... "¿Y a ti qué? ¿Ya te ha metido mano? ¿Sólo los pechos?" Tímida asintió con la cabeza.
Pues a mí me ha dado un repaso por aquí debajo... -dijo Marta abriendo los labios de su sexo. Las risas de las chicas, la picardía, el atrevimiento en sus juegos... y los pezones que no paraban de crecer..., tanto que hasta ellas se dieron cuenta. No estaban así por el agua, no.
El descaro de Marta -¿te pica aquí abajo eh?...-. Y sin esperar respuesta su mano palpó su sexo. No pudo retener el gemido, no pudo evitar que su cuerpo se convulsionara-. Niña... tienes el chichi que te explota...- Las risas de nuevo...- Me parece que éste lo que necesita es un buen rabo...
Y sin saber cómo sintió la frialdad de los azulejos en su espalda... En ese momento comprendió el significado de aquellas miradas de Marta... y por qué Sonia y ella algunas noches subían juntas de la habitación. Las manos de Sonia jugaban deliciosamente con sus pechos... Los dedos de Marta recorrían su entrepierna como si llevaran haciendo lo toda su vida. Sabía perfectamente que eso estaba prohibido. Le decían que era vicio... que era el sexo insano, pero no la importó. No opuso ninguna resistencia. Le encantó sentir aquellos besos... aunque se los dieran dos mujeres... Sorprendida comenzó a sentir algo parecido a lo que sentía conmigo cuando mis dedos jugaban en su coñito. Pero esta vez fue más intenso, tanto que tuvo que abrazarse a Marta... Sonia le hacía sentir sus senos en la espalda... la acariciaba el culito... sus dedos se perdieron entre sus nalgas y rozaron sus dos agujeros hasta encontrarse con los de Marta... No pudo resistir más. Tuvo que cerrar los ojos y ahogar avergonzada sus gemidos...
Cuando volvió a abrirlos Marta y Sonia estaban abrazadas..., besándose... acariciándose los pechos..., jugando cada una con el sexo de su amiga. Y ella sintió que tenía que devolverles el placer... Las besa... les acariciaba la espalda..., las nalgas... mientras miraba curiosa todos y cada uno de sus movimientos, de sus caricias.
Fue un simple juego entre amigas. Se tocaron. Se enjabonaron unas a otras. Se besaron. Se dieron placer y nada más.
Luego todo volvió a la normalidad. Marta quedó con ella. Sonia más tarde. Se iba a rasurar el sexo -A muchos tíos les vuelve locos... -fue su explicación. Y su ingenua pregunta que no llegó a terminar...
¿Pero vas a...?
¿Cómo pueda? Me le paso por la piedra, menudo aparatito tiene...
Se levantó inquita, alterada. Echó la culpa al calor, aunque sabía perfectamente que esa no era la causa. En la ducha miró su abundante mata de pelo. A lo mejor el de Sonia ya no tenía nada. Se imaginó como quedaría su cuerpo si ella hiciera lo mismo. Y recordó las duchas. Estuvo a punto de acariciarse ella sola. Su sexo reclamaba esas caricias. Aquello que para ella estaba prohibido, que era vergonzoso. Nos habíamos acariciado en los asientos de atrás del coche. Para ella aquellas nuevas sensaciones que le proporcionaba su cuerpo fue todo un descubrimiento. Se sorprendía hasta al ver como el pezón se recogía sobre su aureola y se encabritaba... y duro, le proporcionaba turbadoras sensaciones, distintas a las que ella conocía.
Era la segunda vez en su vida que no podía dormir por esa extraña sensación. El primero fue aquel día que por fin conseguí introducir mi mano entre sus piernas. La primera vez que la masturbé. Loca de excitación me dejó que le fuera despojando de toda su ropa. En la cochera de su padre la desnudé por primera vez. Fue su inicio en el sexo.
Los ruidos de la puerta la devolvieron a la realidad. Era Marta. Abrió la puerta envuelta en la toalla.
- Pero tía aun estás así? ¡Vamos! -dijo arrancando la toalla y contemplando lujuriosamente su cuerpo. Tuvo que vestirse delante de ella, sin que la quitara ojo ni un instante.
-¿Qué tal estoy? -Un toqueteo en los pechos, y un intenso morreo-.
- ¡Tía! Estás para follarte viva...
Entraron en la discoteca. Ella les buscaba con la mirada. Se había arreglado para ellos. Sus amigas no parecían tan alteradas. Pero no aparecieron. Esa noche las tres se fueron solas a la playa, y las tres se bañaron desnudas. Ocultas tras las cañas, Marta y ella acariciaron el suave sexo que Sonia les había preparado. Fue sexo entre mujeres. Pero sexo al fin y al cabo. Sexo era lo que su cuerpo pedía a gritos y fue sexo lo que recibió.
Por la mañana, a primera hora, se fue con Marta en el autobús. Quedaron con Sonia en la playa a mediodía. Fueron de tienda en tienda mirando bikinis y trajes de baño. Se hubiera comprado cualquiera, pero Marta quería enseñarle que ir de compras también podía ser divertido de otra forma.
Escogió varios modelos en los grandes almacenes. Algunos de tallas más pequeñas. Y Marta se metió con ella en los probadores. Varias veces experimentó la nueva sensación tan turbadora de desnudarse para otra persona. Marta la manejaba a su antojo, y a ella le encantaba obedecer. Le gustaban sus perversos juegos, sus caricias. Jugó a ser su muñequita, a dejarse vestir y desnudar.
En los siguientes grandes almacenes repitieron el juego. Pero ahora estaba más excitada. Sus pezones lo demostraban.
La erótica de los probadores decía Marta... -A los tíos les pone a mil.... No veas que polvos me han echado a mí- le contaba mientras escogía los modelos para ella.
-Ven vamos a calentarle -dijo, mirando hacia el dependiente. Roja de vergüenza se dejó arrastrar.
Volvió a denudarse para Marta, pero esta vez con la cortina un poco abierta. Marta disfrutaba con su juguete de carne y hueso.
Un reducidísimo bikini. Por delante lo justo, por detrás nada. Acarició sus senos. Lamió sus pezones excitándolos aun más y colocó sus pechos. Apenas se tapaban. La aureola ya asomaba. Para su sorpresa fue a buscar al dependiente.
Apenas escuchó como se dirigían al probador, el dependiente parecía enfadado con Marta. No podía probarse los bañadores.... pero su cara cambió en cuanto descorrió la cortina y la vio. Estupefacto escuchaba como Marta le preguntaba cual de los modelos escogidos le gustaba más, "su opinión como hombre"..., como entendido en la ropa... Babeante esperaba tras la cortina. Un enorme bulto imposible de disimular. Las risas apenas se podían contener. Una pequeña mancha de humedad en el pantalón. Marta como sino se diese cuenta se rozaba con el tremendo paquete mientras le pedía consejo.
- Mira... ¿y si...?
Colocaba las prendas sobre el cuerpo de su amiga. Y ella se probaba los sujetadores que la entregaban. Giraba su cuerpo y se los cambiaba. Fugaces visiones de sus pechos, de sus pezones... Y la mancha del pantalón ya no dejaba dudas. Marta se quedó mirando la bragueta. El pobre hombre rojo como un tomate no sabía qué hacer.
Malévola, sabiéndose dueña de la situación, jugando con él como si fuera un pelele le dijo "Haberlo dicho... Te hubiéramos ayudado". Una terrible mirada de lástima acabó de desarmarle. Tócaselas anda... no te quedes con las ganas. Marta le ofrecía las tetas de su amiga... alargó la mano tembloroso y balbuceó una disculpa.
Recogió el bañador y fue a la caja para envolvérselo. En silencio las chicas se reían divertidas.
-. Vámonos. Espera, no te pongas el sujetador.
Pagaron el bikini. Nada más llegar a la calle estallaron las carcajadas. Habían conseguido que se corriera.
¡Bruja! -Marta introdujo la mano entre sus piernas- ¡Jolín, como te has puesto! -asintió con la cabeza y la besó. Su primera sesión de exhibicionista había resultado magnífica.
En la playa estrenó la braguita del bikini. El sujetador ni siquiera salió de la bolsa. Sonia no paraba de reírse mientras le contaban lo que habían hecho.
El viaje de regreso lo hicieron en autobús las tres sin bragas. Las tres sin sujetador.
Esa noche en la discoteca les vio aparecer. Rojos como cangrejos. Quemados ya por sus primeros días de sol y playa. Deseó que se acercaran. Nervios, excitación, humedad entre las piernas, esas cosquillas que la sacudían cuando yo la acariciaba.
Ya no hubo ni los prolegómenos, ni los rodeos del día anterior. Sabía que era suya. Fue suficiente mirarla. Se sonrojó. Bajó la vista. Dos inoportunas puntas en su blusa la delataban.
Besó lascivamente sus labios. Magreó ansioso sus pechos por encima de la ropa hasta descolocar la blusa. El simple roce de la tela excitaba aun más sus pezones. Sentía restregar su pene erecto. Y deseaba tocarlo.
Discoteca, calor, terraza, mar... Casi sin darse cuenta, se vio agarrada a su cintura, caminando hacia la playa pero al llegar a las cañas, los besos, la pasión, esas manos que recorrían todo su cuerpo, que ya descaradas se metían bajo su ropa. Las tres buscaban el estar en sitio más a cubierto de las miradas de los vejetes que babeaban en la piscina. Y aquel era el lugar perfecto.
Entre el escote de su blusa fue besando sus pechos al tiempo que le iba desabrochando lentamente la blusa, botón a botón. Aun protegidos por el sujetador sus pechos fueron un juguete en las expertas manos del alemán.
Se dejó recostar. La mano pasó entre los muslos. Fugaz pero suficiente. Una electrizante sensación sacudió su cuerpo cuando se internó, casi furtiva entre los labios. La siguiente vez sus piernas se abrieron como por un resorte facilitando sus maniobras. Ella soltó los corchetes de su mini falda. El bajó la cremallera. Uno de los pechos asomaba por encima del descolocado sujetador.
Los dedos jugaban rodeando las braguitas, dibujando el contorno de su sexo, paseándose a placer por encima de la tela, buceando de vez en cuando bajo la tensa tela, dejándose enroscar en la tupida mata de pelo.
No pensó en nada más. Abandonada al placer cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir Marta ya estaba completamente desnuda. Cerca de ella jadeaba sin ningún pudor. No pudo apartar la mirada. La mano de su chico se perdía entre sus muslos. La boca pasaba de un pecho a otro. Le fascinaron los extraños movimientos del brazo que hacían que el cuerpo de Marta tan pronto se arqueara, tan pronto se rindiera a las íntimas caricias.
Sonia estaba subida sobre su chico. Aun conservaba las braguitas del bikini. Restregaban los dos sexos. No protestó cuando tiró primero de un lacito y luego del otro. Ella dentro de nada también estaría desnuda, como sus nuevas amigas.
Ya estaban las tas tres desnudas, las tres ocultas entre las cañas.
Su boca bajó hasta sus pechos. Lamió sus pezones, los mordió los succionó. Ni se dio cuenta que los tirantes se deslizaban por los hombros. Apenas sintió tirar del sostén. La lengua hizo mil diabluras con ellos, los dientes los devoraron a veces con suavidad, a veces con energía. Y ella temblaba... hinchaba su pecho hasta reventar... dejaba escapar placenteramente el aire de sus pulmones para volver a llenarlo cuando aquellos dientes, cuando aquella lengua le provocaban esa sensación... Cada pecho se escondía en una mano, mientras los labios descendían hacia el ombligo...
Fueron suficientes dos dedos para apartar la tela y descubrir su rincón más secreto. Y la boca siguió jugando hasta internarse entre su sexo. Su cuerpo reaccionó de forma sorprendente al sentir aquella lengua dura y viscosa al tiempo, húmeda pero firme en su sexo.
Era la primera vez que se lo hacían. La lengua se movía ansiosa entre sus labios, recorriendo todos sus rincones, lamiendo todos sus pliegues, los dientes mordían cariñosamente su clítoris, no podía evitar jadear, no podía controlar las caderas... la pelvis se movía hacia delante ofreciendo su sexo a esa boca que la devoraba. No le importó que sus dientes mordieran el elástico hasta romperlo. Sólo eran unas bragas. Separó la abundante mata de pelo descubriendo su rajita. Abrió sus labios. Literalmente enterró la cabeza entre sus muslos. No le importó que él supiera que estaba loca de excitación. Tampoco que colocara las manos bajo las nalgas levantando su cuerpo, era como si su coño fuera una copa y el bebiese ansioso sus jugos. Instintivamente dejó que sus manos acariciaran sus abandonados pechos...
Hasta que de repente la faltó el aire. Sus ojos se abrieron de par en par. Y gritó. Gritó como nunca había gritado. Su cuerpo no la obedecía. Se convulsionaba sin control. Fuertes temblores, su cuerpo se sacudía espasmos como latigazos...
Su orgasmo fue brutal...
Volvió a besarla sin dejar de acariciar, de estrujar sus pechos. Ella misma buscó liberar a su erecto pene. Por primera vez en su vida lo miró con auténtica lujuria. Sus formas. Sus hinchadas venas. Esos bultos peludos que colgaban y se movían entre sus dedos... Eran un imán que la atraían irresistiblemente. Tenía que tocarlo, que acariciarlo, hacerlo suyo... Y le acarició, jugó con él entre sus dedos, lo rodeó con la mano y comenzó a masturbarlo lenta y con suavidad, como hacía conmigo. Acariciando con infinito cuidado sus huevos... jugando con la yema de los dedos... con la suavidad de sus senos...
Se dejó recostar de nuevo y él se colocó encima jugando con su miembro, rozando su polla en su peludo chocho. Cuando me contó eso temí lo peor. Sabía de requetesobra que le encantaba sentir el calor de mi polla rozando sus labios. Fue su último descubrimiento el día antes de marcharse de vacaciones. Lo giró, con él quiso jugar a lo mismo, a meterse lentamente el capullo en la entrada de su sexo, en jugar sin traspasar los límites para no perder su virginidad.
Conocía esa postura... Sus pechos meneándose, sus deliciosas caricias en mi rabo tieso, su curiosidad, sus juegos descubriendo mis formas y las nuevas sensaciones que su coño disfrutaba al sentir una polla. Supongo que él estaría en el séptimo cielo...
Sonia y Marta ya estaban follando y gimiendo como locas. Es lo que buscaban, lo sabían perfectamente. Y ella las miraba disimuladamente. Le excitaba verlo y al tiempo quería aprender...
Le sorprendió la postura de Sonia. Con la blusa a modo de toalla, con los brazos cruzados como en una especie de almohada, la cabeza entre los brazos, y los riñones en alto. La boca entre abierta, los ojos cerrados como si estuviera dormida... El más gordo empujando ferozmente, taladrándola con su polla, y ella gimiendo sin parar.
Marta completamente espatarrada temblaba de placer.
Por un lado no quería que esa fuera su primera vez... pero por otro no podía contener su desbocado deseo... "Anímate, boba..." -se decía una y otra vez jugando con el capullo alrededor de su agujero... Pero tenía miedo... aunque cada vez se excitara más y más..., aunque sintiera como su agujero se dilataba y se humedecía, la cabeza de ese ariete le entraba cada vez con menor dificultad... El placer era más y más intenso, más incontrolable, se apoderaba de ella, la dominaba... Su clítoris respondía al mínimo roce, a la mínima caricia... Ya no eran jadeos... ya eran bochornosos sofocos... el placer no le dejaba casi ni respirar...
Y por primera vez se sintió mujer. Dejó de ser una niña mojigata asustada por el sexo. Esa sensación de poder, de dominar al hombre que yacía bajo ella... Ella era su dueña. Le hacía estremecerse cuando quería, bastaba apretar sus muslos para que él gimiera. Era suficiente acariciar su pecho para que él se convulsionara entero...
A Ella le costaba resistirse... y dejaba que aquello le entrara cada vez más, hasta sentir que chocaba con aquella fina barrera... Y para colmo él seguía jugando con sus pechos... Dudaba, pero quería sentir como aquella barra se clavaba en su interior, como la traspasaba... El placer había ganado la primera batalla, ahora sólo la detenía el miedo... El deseo de sexo le invitaba a seguir... la vergüenza había desaparecido... su instinto de mujer la pedía a gritos que se ensartara en ese rabo tieso como un palo... Quería ser como sus amigas, follar como ellas, disfrutar como ellas... Su sexo deseaba entregarse a ese desconocido, a ese pene rígido, duro como una piedra.
Él hablaba entre jadeos. Con la respiración entrecortada la decía cosas. No le entendía, no sabía que le pedía... pero seguía jugando con su cuerpo.
Trató de empujar, quería penetrar en ese jugoso coño... pero ella se retiró. No quiso seguir. Intentó explicarle que era virgen... Pero él no la hacía caso. Jadeaba..., resoplaba... Su pene parecía a punto de explotar... Su mirada era la de un loco.
Rodaron por la hierba hasta las cañas. Consiguió ponerse encima de ella inmovilizándola con el peso de su cuerpo.
Acercó el pene a su entrada. Rozaba su sexo. Sujetaba su terrible arma con la mano apuntando peligrosamente a su agujero. Temió lo peor. "Así no", le gritó. Le dio igual. Sujeto sus muñecas con una sola mano, con la otra enfurecido, trataba de separar sus piernas y penetrarla aunque fuese a la fuerza. Cerró con todas sus fuerzas los muslos. A pesar de las dos sonoras bofetadas no cedió y no pudo separarlos.
Tratando de protegerse, se giró. Volvió a ponerse encima de ella. La aplastaba. Apretaba las nalgas. Su rodilla presionó sobre los muslos. Era demasiado peso y ya no pudo resistirse. A la fuerza consiguió que separara las piernas.
Su peso la aplastaba, la ahogaba. Sus fuerzas se agotaban. Cada vez se resistía con menos energía. Dos golpes en los glúteos. Los músculos quedaron inmóviles. Los pulgares se clavaron dolorosamente entre las nalgas. Las agarró con fuerza. Un intenso dolor la impedía volver a tensar los músculos y él siguió hasta conseguir separar del todo sus dos cachetes. Las rodillas la impedían volver a cerrar las piernas. Adivinó lo que la esperaba.
Sintió el calor de ese ariete en su pequeño y estrecho agujero, en el orificio prohibido. Había oído hablar de esa deleznable práctica y sabía que podía ser doloroso. Suplicaba, le rogaba que no siguiera... pero era cuestión de tiempo.
Todo fue inútil. La terrible cabeza empujó con decisión. Un grito. Sintió un agudo dolor, como si acabara de recibir una descarga eléctrica, todo su cuerpo se tensó. Otro grito y el rabo penetró aun más. Se retiraba un poco, y volvía empujar más fuerte. Otro poco más adentro. Toda su cabeza se había ya introducido. Su esfínter reconocía perfectamente su forma. Una vez, dos, tres, cuatro... Y se movía dentro de ella adelante, atrás. Avanzaba muy poco, pero avanzaba dentro de ella. De su garganta ya no salían gritos, sólo una especie de ruidos guturales. El intenso dolor no la dejaba chillar. Pero su mente aun se rebelaba. Muévete, muévete, y pronunció aquella frase que nunca había dicho... te va a dar por el culo... No te va a dar, no: te está dando por el culo... no se lo permitas...
Sacando fuerzas de no sabe dónde, esperó a que se retirara y de un brusco empujón consiguió sacar su pene. Rodó por el suelo intentado huir.
Estaba llorando de dolor. Se sentía ultrajada..., humillada... Ya no le veía como su tierno amante, sino como un enfurecido borracho ávido de sexo. Aquel adorable juguete se había convertido en algo terrible, descomunal... Y le apuntaba amenazador mientras su dueño farfullaba incomprensibles palabras...
Sonia asustada le gritaba... Ha dicho que te va a reventar... Chúpasela, chúpasela... Este animal es capaz de violarte.
Se dejó guiar por su instinto. Antes de que reaccionara se arrodilla frente a él y le agarra el pene. No duda en dirigirlo a su boca. Ella se resigna.
Es la primera vez. Una sensación de asco la invade. Entra nervioso hasta el final de la garganta. Sin piedad. La asfixia y ella hace lo que la dice Sonia. Le acaricia los huevos tratando de que se corra cuanto antes. Él le sujeta la cabeza. No la deja moverse. No entiende lo que dice, sólo le escucha reírse, seguramente burlándose de ella, insultándola.
La duele el esfínter, su ano la quema. Sabe perfectamente que esa sensación de caliente humedad es sangre.
Él mueve las caderas. Parece que la está penetrando por abajo, pero es en la boca. Esos envites la provocan varias arcadas. Apoya los brazos en sus caderas. Trata de separarse, de mantener la distancia, de evitar que sus empujones penetren tan profundo. Pero él es más fuerte y con cada empujón la polla la llega hasta el fondo de su garganta. La retiene allí, la asfixia de nuevo. Sólo la retira para que ella tome aire desesperada y otra vez la misma operación.
Marta le dice algo. Se detiene unos instantes. La mira despectivo, casi como enfadado. Algo contesta y reanuda sus movimientos aun más fuerte que antes. Marta la mira con ojos de pena. Sonia gateando y con la cara llena de leche se acerca a él. Le ofrece sus pechos, sus labios, incluso su sexo depilado. Pero él la rechaza, ya tiene su agujero... la quiere a ella...
No puede volver la cara. No sabe qué pasa, Marta chilla y su pareja también. Oye los sollozos de Sonia...
Un grito... Está sodomizando a Marta... Agarra la tierra entre sus puños... Apenas se ve su cuerpo cubierto por el del alemán. Su culo sube y baja con fuerza. Sólo se la ve la cara... gestos de dolor en su rostro, de sufrimiento cada vez que empuja... La tierra pegada a su lágrimas.
De vez en cuando Marta grita... Sonia también tiene miedo...
El pene tiembla en su boca. Es como si tuviera pequeñas convulsiones. En ese momento recuerda que al mío le pasa lo mismo antes de comenzar a arrojar ese líquido viscoso y tan asqueroso. La sujeta con más fuerza. Sabe lo que pasará. La sensación de asco casi le hace vomitar. Y aun no ha empezado la tortura. Por fin escupe el primer chorro. Cálido, espeso, denso. Repugnante. Quiere evitar tragarlo. Se atraganta. Con el pene dentro de su boca tose. No se detiene. Otro, otro... un sabor fuerte y desconocido. Agrio, áspero, infinitamente desagradable. Sujeta su cara, no pude apartarse hasta que el pene se desinfla... Se lo tragó casi todo.
Una arcada... un vómito.... unas risas.
El pecoso, el de Sonia. Está muy excitado su pene ya está dando botecitos. Tal vez sea el más largo y grueso de los tres. En perfecto inglés se lo pregunta: "¿por adelante o por atrás?". Llorando prefiere por atrás. Sabe que se correrá en su interior y no puede permitírselo...
Un empujón doloroso, tampoco consigue penetrarla a la primera... Su ano también sangra un poco. Hace fuerza, se retira un poco... se tensa, trata de evitarlo... uno, dos, tres... Por increíble que parezca, el pene ha desaparecido completamente dentro de su recto. La ha ensartado completamente. Por un instante se ve a si misma traspasada por ese pene... Ha estado a punto... Sonia está gimoteando.... Recuesta la cabeza sobre un brazo. La otra mano se esconde entre los muslos... Ella sola juega en su sexo... Sus tetas bailan al compás de los empujones... sus nalgas tiemblan cada vez que la ensarta... Sonia gime... No puede apartar la mirada... la atrae... Miles de pequeñas agujas se clavan en su sexo... No lo entiende, pero la humedad se apodera de nuevo de su entrepierna.
Los jadeos se acentúan... las embestidas se aceleran. Bruscamente se separa de ella. Ve ese líquido caliente salpicar la espalda entre carcajadas de sus amigos. Sonia se deja caer al suelo. Junta los muslos... No ve la mano... todo su cuerpo tiembla... Y ella gime tensando su cuerpo... No lo entiende pero su amiga se está corriendo.
Marta está llorando tapándose la cara.
Aterradas, las tres juntas se abrazan desnudas entre las cañas. Ellos beben cerveza... Ve sus miradas lujuriosas. Ve como sus penes recobran su grosor... Nadie se lo pide, nadie se lo dice, pero sabe perfectamente qué es lo que tiene que hacer. Deja que los tres penes la rodeen. Deja que la toquen, que la soben los pechos... Los masturba, se las lame incansable... Su boca pasa de una a otra... su lengua lame sus, otra vez, cargados cojones... Ya no le dan asco los penes, ya no la importa chuparles, que hurguen en su boca Es capaz de hacer lo que sea, lo que sea con tal de no volver a ese suplico... Los tres se ríen... los tres acaban en su boca... Uno tras otro... Y ella lo traga, lo bebe.... Su sabor sigue siendo desagradable, pero ya no vomita.
En la cochera de su padre, mis manos recorrieron ansiosas su cuerpo. Su ropa se desparramó por el suelo. Completamente desnuda, su mirada buscó ansiosa mi pene. Arrodillada entre mis piernas su lengua lamió glotona mi rabo, mis huevos, mis nalgas... Su boca le albergó con ansia... y no se detuvo hasta extraer la última gota de mis jugos...
Sobre el capó del coche mis dedos jugaron con su húmedo coño... Acerqué mi rostro... Ella me preparó su sexo abriendo sus labios con las manos, ofreciéndome su manjar... Y jadeaba... y rodaba sobre la cubierta de metal... Ella misma separó sus nalgas, sus manos abrieron el camino, y mi pene descubrió su entrada trasera... Sólo una petición... "Despacio". No fue necesario, mi polla entró suavemente hasta adentro. Vi desparecer una mano bajo sus piernas... Y la oí gemir como nunca antes la había oído gemir... Su cuerpo se convulsionó cuando alcanzó su segundo orgasmo...
El día de su cumpleaños me esperó en la cochera. Envuelta en una manta. Un saludo, la música del coche y abrió los brazos teatralmente. No supe qué hacer ni cómo reaccionar... Estaba completamente desnuda. Su sexo totalmente depilado me mostraba sus carnosos labios. Un sensual baile a mi alrededor mientras me desnudaba. Una pequeña tarta, dos copas y una botella de cava nos esperaban escondidos. Ella propuso el brindis: Por una noche de locura. Con una sensual mirada acercó la copa a sus pechos... El Cava resbalaba entre sus senos... y lamí su cuerpo... Incluso cuando las burbujas juguetearon internándose entre los labios de su sexo. Y no me dio vergüenza beber directamente de su coño. Ni a ella tumbarse en el capó con la cabeza hacia abajo, con las piernas sobre el parabrisas y untarse los pechos con nata... decorar sus pezones con guindas.
Mientras mi boca los chupaba... los lamía, los mordía, lentamente fue separando las piernas. Ahora me ofrecía una blanca pelambrera... pero de nata... Y al trepar para alcanzar aquel pastel, su lengua alcanzó mi pene...
Sólo habían pasado dos semanas.
Dentro del coche volvimos a jugar... Con los asientos reclinados me hizo tumbar...Sin dejar de acariciarme lamió todo mi cuerpo, desde los pies hasta mi boca... sin descuidar ningún rincón, sin dejar de paladear ni un solo centímetro de mi piel... Quería descubrir el sabor de todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Extasiado por el infinito placer dejé que se subiera encima de mí. Con dulzura sujetó mi pene erecto y le acercó a su depilado sexo. Jugó allí con él... Permitió que mi sexo se internase en el suyo... Una vez, otra...
Sus manos se apoyaban en mi pecho... ya no necesitaba ayudarse ni guiar a mi pene... La cabeza estaba enterrada en su agujero...
Cerró los ojos y llenó sus pulmones de aire. Su pecho se hinchó. Desde abajo sus tetas me parecieron impresionantes, gigantescas. Un gemido. Una leve mueca de dolor. Su caliente y húmedo sexo ya no impidió mi avance. Sus caderas chocaban con las mías. Mi pene entraba profunda e intensamente en su interior. Sus ojos cerrados... su cabeza ladeada... Jadeaba... "Lléname... Quiero ser tuya para siempre...".
Fue fácil rodar... Y las embestidas fueron aun más profundas... Y sus jadeos se convirtieron en gritos... Sus piernas rodeaban mi cuerpo. Se abrazaba a mí gimiendo sin parar... dirigiendo mi mano hacia su seno, ofreciendo el otro a mi boca... Por primera y última vez la escuché pronunciar una frase soez: "Déjame bien follada...".
Su boca se abrió apretando los ojos con fuerza... Las uñas se clavaron en mis nalgas arañándolas dolorosamente... Convulsiones, estertores, temblores... Ensordecedores gritos... Y apretó con todas mis fuerzas mi cuerpo contra el suyo. Su orgasmo fue brutal. Mi semen inundó lo más profundo de sus entrañas...
Allí en los asientos de atrás del coche me entregó su virginidad.
Días más tarde, recibí una carta. Su padre se había trasladado, y ella había matriculado en la Universidad de Valencia. La carta no tenía ninguna despedida, pero supe que no volvería a verla nunca. También supe que nunca volvería a hacer el amor de esa forma tan tierna y tan brutal al tiempo. Tan dulce e intensa a la vez. Porque nunca volvería a querer a nadie como a ella.
Aquel cambio de carácter me sorprendió. Pero ella era así. Abierta, ingenua, espontánea, de las que no quieren tener secretos para no tener que mentir.
Según ella todo pasó sin buscarlo. Herbert le gustaba, le atraía. Por primera vez supe su nombre. Esa noche había bebido demasiado y deseaba disfrutar como conmigo. Sólo quería jugar con él como conmigo, hacer lo mismo. Experimentar, ¿por qué no? Sin embargo, por primera y última vez dudé de ella. No la creí. Tampoco cuando me contó que Herbert no la penetró, que sólo le metió... "como medio rabo", que no logró taladrarla el ojete del todo. Por lo que me contó, estoy seguro que si no llega a ser tan impaciente y la deja jugar un poco más, le habría perforado también su coño... Creo que con él hubo más, que aunque me hizo aquél inolvidable regalo, me mintió. Yo creo que aquella noche, escondida tras las cañas, tanto ella como Herbert disfrutaron sin límites de sus cuerpos, y que él se le metió entero, que empujó una y otra vez hasta conseguir que sus huevos chocaran en su entrada, que la desvirgó el culito para siempre.... Me quedará la duda. ¿Tu que crees?