Mediterraneo 5

Su muslo derecho entre mis piernas, su mano en la parte baja de mis caderas...

Definitivamente, soy un show, lo noto en la sonrisa de "ya te vale" que me está lanzando Sara por encima del hombro de unos de los chicos (Mario, creo que se llama) con el que está hablando. Pero me da totalmente igual, es más, no me corto en hacerle un gesto algo obsceno mientras la llamo con las manos para que se deje de conversación y venga a divertirse conmigo, que a eso hemos venido. Sus amigos me observan disimuladamente con un brillo lujurioso, y las chicas…la verdad es que ellas me miran con una mezcla celos y admiración que me irrita un poco, porque para mi las que se comportan de forma extraña son ellas, esto sitios se han hecho para beber, alternar, pero sobretodo, para bailar. Y su concepto de baile no se parece mucho al mío, porque ellas simplemente se balancean mientras miran hacia abajo con un amago de sonrisa. "¡Serán mojigatas...!"

El temazo se termina, y yo he acabado agotada. Me acerco a mi amiga y le digo que voy a pedir algo a la barra. Uno de los chicos me oye y dice:

  • Yo también voy a pedir una copa, te acompaño.

Asiento y nos vamos. La enorme barra está atestada de gente, y agradezco internamente que el chico haya venido conmigo, él se hace hueco mucho más fácilmente que yo.

  • ¿Qué vas a pedir?- lo pregunta con una sonrisa.
  • Una tónica, no me apetece copa ahora.
  • ¿Seguro? Te invito yo
  • No hace falta
  • No seas tonta, acabo de cobrar el finiquito y las propinas, hoy era mi ultimo día de trabajo, estoy súper feliz, y encima tengo la cartera llena.- Se ríe, y yo con él.
  • Bueno… de todos modos, si me invitas, sigo queriendo una tónica.
  • Como tú digas guapa- responde encogiéndose de hombros.

Me apoyo de espaldas en el pequeño espacio que él ha conseguido hacer en la barra, y me hago la ausente, perdiendo la mirada entre la multitud que ha aumentado desde nuestra llegada. Preveo una situación incómoda, y no se si me apetece sobrellevarla. No se me ocurre nada mejor que hacer lo que estoy haciendo. Estamos muy cerca el uno del otro, casi apretados ¿por qué no nos atiende ya el camarero?

  • Me ha dicho Sara que tienes novio ¿dónde está?

¡Toma ya! Sin rodeos.

  • Trabajando…- "como siempre" le contesto casi apenada. La realidad es que Alan y yo en verano apenas nos vemos, porque de día trabaja hasta bastante tarde en un gimnasio, y los fines de semana lleva la barra de un bar de copas que siempre está abarrotado. Sin embargo, que no haya salido hoy conmigo no es nada especial, porque no solemos salir mucho juntos, él tiene sus amigos y yo los míos.
  • ¿Y ya sabe él como bailas cuando sales de fiesta?- lo dice de una forma casi ingenua, aunque se que es un tono intencional, y me molesta.
  • Bailar no es nada malo.- le contesto de mal humor. Me está tocando un poco las narices este chico.
  • Tienes razón.

En ese momento el camarero de ese lado de la barra nos dirige una mirada interrogante y sonriente. No necesita palabras. Gabriel (así se llama el chico, acabo de acordarme), le pide una tónica y un vodka con lima. "Por lo menos tiene buen gusto para las bebidas" pienso. Le doy las gracias cuando me tiende el vaso de tubo y ambos volvemos al grupo.

Ahora veo a todo el mundo un poco más animado. Seguramente es el alcohol, que empieza a hacer efecto. Las chicas se mueven ya con algo de soltura. Sarita hace gala de su contoneo típico mientras sigue dándole a la lengua con Leticia otra vez. Dejo el bolso sobre un saliente que hay en la pared, pero antes saco un cigarro. Gabriel se acerca a ofrecerme fuego y le sonrió. Disfruto de mi tónica y del humo. No fumo en exceso, pero disfruto cada uno de los cigarrillos que consumo casi con lascivia. Dejo que el humo se me escape a través de los labios entreabiertos y húmedos de la bebida. No muy lejos hay un chico alto y delgado, con una figura muy bonita y un rostro interesante. Va vestido de forma bastante elegante. La camisa roja ilumina su bronceado. Me mira. Le sonrió con descaro y me lanza un beso desde su sitio. Me doy la vuelta, poso el vaso en el saliente y me acerco bailando a Sara. Hacemos un rato el tonto juntas, incluso su amiga Leticia se une a ese juego de gatas y bailamos las tres, entre humo, miradas y risas. Poco a poco nos vamos separando, pero cada una sigue bailando por individual. Comienza a sonar un tema con ritmo caribeño, no es el terrible reggaetón, sino una variante del house con bastante jugo para bailar que llama latin-house. Les veo animarse a todos, incluso a los chicos. Esto lo baila cualquiera.

Me doy cuenta de que Gabriel se me acerca poco a poco, cada vez esta más cerca. La verdad es que tiene un buen ritmo. Le miro a los ojos y empiezo a aproximarme a él, acompañada por la voz femenina y sensual de acento venezolano que canta. La situación es más que excitante, yo la definiría como caliente. Ya está. Estamos literalmente encajados el uno en el otro. Su mejilla derecha pegada con mi mejilla izquierda, su muslo derecho entre mis piernas. Su mano asida a la parte baja de mi cadera, peligrosamente cerca de mi culo… y la canción acaba de empezar. Noto como minúsculas gotitas de sudor aparecen en su cuello, aspiro su aroma masculino que se me confunde con su perfume dulce y con el humo del ambiente. Seguimos bailando, cadera con cadera. Quien dijo que el baile es la expresión vertical de un deseo horizontal tenía mucha razón. Me siento tan excitada como si estuviéramos haciendo el amor, pero expectante a la vez, porque en realidad no estamos haciendo nada, sólo bailar.

No nos decimos nada, es totalmente innecesario, ambos sabemos lo que está pasando y ninguno de los dos tiene intención de fastidiarlo. En uno de los pasos me obliga a separarme unos centímetros de su cuerpo y me encuentro con su rostro. Sinceramente, hasta este preciso momento tampoco le había prestado demasiada atención a su físico. No puedo decir que sea una cara preciosa, pero tengo que reconocer en conjunto sus rasgos me ponen. Nariz mas bien estrecha y algo curvada, ovalo anguloso, ojos rasgados y marrones, cejas rectas…pero lo que mas me atrae es su sonrisa maliciosa, tiene la boca grande, los labios finos y los dientes algo puntiagudos. Parece estar a punto de morderme ¿podré resistirme?

Me vuelve a pegar a su cuerpo de un pequeño estirón. Un susurro en mi oído me coge completamente desprevenida. Todo mi cuerpo se sensibiliza con esa caricia de aire. Ha sido una sensación tan intensa que ni siquiera he procesado las palabras.

  • ¿Cómo?- se ríe, estoy segura de que lo ha notado, ha notado mi estremecimiento.
  • Digo que bailas muy bien.- nuevamente sus labios se acercan tanto a mi oído que se me pone la carne de gallina.
  • Tu tampoco te defiendes nada mal- le digo intentando retirarme disimuladamente para que mi cuerpo no vuelva a traicionarme.

Me doy cuenta de que su expresión se ha vuelto divertida, se esta divirtiendo con mi excitación, y me da rabia, pero no puedo evitar que mi cuerpo reaccione a los estímulos, incluso se me han endurecido los pezones, y él tiene que haberlo notado porque no llevo sujetador.

Me atrae hacia si lo máximo posible, y con un nuevo susurro en mi oído me dice:

  • ¿Sabes una cosa? Los hombres somos muy fáciles de manipular, pero las mujeres, cuando uno encuentra el punto adecuado, también.
  • Por favor, para. Me estoy poniendo muy nerviosa.
  • ¿Nerviosa?

Sonrío, puedo notar como la sofocación me sube hasta las mejillas ¡me estoy poniendo roja! Dejamos de bailar.

  • Vale, me estoy poniendo cardiaca, mira, tengo hasta los pelos de punta.- Le enseño el vello rubio de mis brazos.
  • ¿sólo los pelos?- con esta frase me mira las tetas descaradamente, pero ya no me da ni un poco de vergüenza.
  • Lo otro es evidente ¿no?
  • Bueno, no te digo yo como tengo otra cosa

Continuará