Mediterraneo 3
De noche todos los gatos son pardos
- Joder, me lo hubiera tirado aquí mismo, delante de todo el mundo. ¡Qué tío más bueno!
- ¡Gloria!- Sara se hace la escandalizada y yo le saco la lengua - ¿no eres tu la que dice que nunca le harías algo así a Alan?
- Pero es que el verano me lo pone tan difícil ¿tu le has visto? Era un dios- Pongo carita de pena
- La verdad es que estaba "pa mojar pan y no parar", como dice mi tía-
Me parto, Sarita tiene una salidas que me encantan, muchas veces creo que somos tan amigas no solo por la confianza, el cariño y todo eso que distingue a la amistad, sino por lo que nos reímos juntas. Hemos tenido tardes de irnos cada una a nuestra casa con dolores abdominales de tanto reír.
Nos pasamos tonteando y bailando hasta que empieza a caer el sol. Ver la puesta de sol en esas circunstancias es algo completamente mágico. La música es una banda sonora que acompaña en todo momento a los cambios en cielo y mar. El cielo se pinta de lila y naranja de un modo espectacular, incluso el más insensible puede apreciar la belleza del momento. La esfera roja se acerca poco a poco al horizonte. El mar brilla con vetas de plata en movimiento no se puede describir una puesta de sol en una isla mediterránea, hay que vivirlo en persona. Miro a mi alrededor, incluso la caras cambian con esa luz nueva, ahora estamos en penumbra y todas las miradas parecen brillantes y felinas, y las sonrisas son como fauces deseando morderte, de noche, todos los gatos son pardos ¿no?
Sara saca el móvil del bolso y lo mira.
- Son casi las nueve y veinte.
Asiento.
- Nos vamos a mover en breves, le he dicho a mi madre que me iba a pasar antes de salir de noche, y aún tenemos que cenar.
- Voy un momento al baño.- otra particularidad nuestra, Sara y yo no vamos casi nunca juntas al baño a no ser que estemos en un lugar con mala pinta.
Me deja sola y aunque me siento momentáneamente desprotegida también me siento libre. Me he cansado de bailar, así que decido acercarme hasta la barra a pedir un botellín de agua. Casi puedo sentir los ojos del hombre que tengo en frentes puestos con todas sus ansias en mi espalda dorada enteramente desnuda.
Ni siquiera me da tiempo a acercarme a la barra lo suficiente como para pedir. Alguien me ha cogido del la muñeca tan por sorpresa que me sobresalto. Me volteo sin soltarme y me encuentro cara a cara con unos ojos tan claros que parecen brillar en la oscuridad en contraste con una tez aceitunada. Le clavo en esos ojos una mirada de odio, y me suelto de su mano. Él se ríe.
- Tranquila, que no te voy hacer nada.- tiene pinta de ser un crio, pero es muy atractivo.
No le contesto, miro hacia abajo.
- Va, preciosa, no te mosquees, tomate un chupito conmigo que ya los he pedido.
- No bebo alcohol.- es mentira, bebo poco, pero bebo.
- Aunque sea a medias, hazlo por mi, anda, no te cuesta nada. además está muy suave, te va a gustar.
Es irresistible, esa sonrisa traviesa, esos ojos, esa ingenuidad de los veintipocos. Me rindo.
- Bueno si me lo pides así.
Veo el triunfo en sus ojos, pero no me importa. Quien ríe último ríe mejor.
Me agarra de la cintura mientras recibe el chupito entre los dedos. Me mira un segundo y se lleva a los labios ese traguito que es la mitad, luego me lo entrega y yo hago lo mismo. Pongo cara de asco al devolvérselo, no me gustan nada los chupitos, son fuertes y empalagosos, a mi me gustan las bebidas ácidas.
- Oye, estaba rico.
Se lo niego con la cabeza. Ambos nos miramos sonrientes. Casi sin darme cuenta de lo que hago, me llevo el dedo índice a los labios y lo poso sobre ellos muy suavemente, mientras, no dejo de mirar su cara bonita. A él no le hacen falta más señales. Me coge de la barbilla con la mano libre y sus labios se pegan a los míos. El beso es sorprendente, apasionado y agresivo mueve la lengua como un maestro. Me muerde los labios con la fuerza justa para que no haya distinción entre dolor y placer, es rápido pero certero y además, sus manos en mi cuerpo hacen cosas inesperadas que me ponen a cien. Me levanta casi del suelo apretándome el culo, mete las manos por la espalda abierta rozándome el pecho desnudo, y no para de besar como un demonio. Quien me iba a decir que la sorprendida iba a ser yo, este chico sabe muy bien lo que hace y tengo ganas de susurrarle al oído que me llevo a un sitio más tranquilo. Me despego un segundo de sus labios ardientes para respirar y vuelvo a la realidad. Sara debe estar buscándome no, no han pasado más de diez minutos. Pero tengo que volver, para que me encuentre donde estábamos y no se ponga a buscarme.
- Me tengo que ir.
- ¿Ya? No te puedes quedar un ratito más.
- No, en serio, me están esperando. Dame tu teléfono si quieres y te llamo mañana. ¿Cómo te llamas?
- Ángel- "desde luego, cara de ángel tienes, pero eres todo un demonio caliente".
Me apunto su móvil y me despido de él con un beso rápido en los labios, pero antes de que me de la vuelta, me agarra fuerte y volvemos a esa lucha de lenguas que me hace hervir la sangre. Vuelvo a separarme, le guiño un ojo, y me voy. Me llevo de regalo una palmadita en el culo. Como se las gasta, y eso que parece un nene.
Mientras camino de vuelta mi sitio, todavía tengo el sabor dulce de su saliva mezclada con alcohol en mi boca. Me relamo los labios secos y despintados. Tengo sed, pero no voy a volver a por el botellín, porque si lo hago, ya no habrá marcha atrás. El polvo con ese chico promete ser todo un show, pero yo no dejo tirada a mi mejor amiga por un polvo, por muy bueno que sea. Sigo caminando y con cada paso soy consciente de mi entrepierna húmeda que pide terminar lo empezado. Sara está en el mismo lugar de antes.
- ¿Dónde estabas?
- He ido a pedir un botellín, pero había demasiada gente.
- ¿Nos vamos?
Continuará