Mediterraneo 2

Sigue la fiesta y aparece alguien muy interesante...

Empiezan a hablar. "Aquí ya está el pan amasado" pienso, y sigo bailando mientras les "vigilo" de vez en cuando por el rabillo del ojo. Él tiene un lenguaje corporal totalmente predispuesto al sexo: un pie adelantado hacia ella, una sonrisa a medias, la mirada fija en los ojos de Sara…además, me doy cuenta de que aprovecha cualquier excusa de la conversación que están manteniendo para mantener contacto físico, una caricia en el brazo, un pellizco en la mejilla y ese tipo de carantoñas tontas que hacen los chicos cuando pretenden ligar. Pronto me canso de estar pendiente de ellos, estoy casi plenamente convencida de que Sara no va a ir más allá de ese tonteo inocente. Pobre chico.

Miro a través de la alambrada que hace de valla entre lo que se supone que es la fiesta y el resto de la playa. La gente que está inmediatamente detrás de esa improvisada verja parece disfrutar de la fiesta como si estuvieran dentro. Veo carne moviéndose por todas partes, las turistas italianas llevan bikinis casi inexistentes para lucir sus pieles exageradamente tostadas al sol. No se mueven demasiado bien, pero se mueven. Los chicos les ríen las gracias, batiendo palmas, abrazándolas, tocándolas. No veo la mucha diferencia entre el ambiente de fuera y el de dentro, solo una cosa los distingue, dentro hay algo más que gente guapa pasándolo bien, no se, algo que se podría llamar "glamour", porque en fiestas cerradas como ésta no entra cualquiera. Miro más allá y veo niños de piel brillante jugando en la orilla, por un momento me olvido de que estoy donde estoy y se me cambia el semblante con una expresión de ternura. Adoro a los niños. Pero mis ensoñaciones solo duran un instante, alguien se apoya en la alambrada tapándome la visión.

Pestañeo, volteo el cuello de un lado al otro y de pronto se me aparece un Adonis, o lo que hoy en día debería llamarse así. Es el chico más atractivo que he visto en vivo durante mis 21 años de vida. Creía que nadie podía superar la belleza salvaje de Alan (mi novio), pero veo que me he equivocado. Acabo de ver a un dios, sin embargo, no me corto lo mas mínimo, yo sigo con mi baile animado y mi sonrisa traviesa a todas partes. El chico esta parado a pocos metros de mí, el trasiego de la gente hace que aparezca o desaparezca de modo intermitente. Le dedico una mirada felina, le veo sonreír y aunque no puedo jurar que esas sonrisa es para mi, - porque esconde los ojos tras unas horribles y enormes gafas negras – estoy casi segura de que si. Me muevo más lentamente, intento provocarle. He perdido el poco juicio que me quedaba, mejor dicho, ese bombón me lo ha robado. Le miro sin comedimientos, éste también va descamisado y tiene un precioso busto trabajado a conciencia, los abdominales hacen honor a esa metáfora de la "tableta de chocolate", de perfil liso pero muy bien marcados. Lleva el pantalón muy bajo, tanto que se le insinúa vello asurado del pubis, además, se le notan tanto los pliegues inguinales que me entran inmediatamente tentaciones de acercarme y pasar un dedo con suavidad desde esa línea hacia abajo… seguro que mas abajo tiene algo que puede ponerse tan duro e impresionante como sus músculos.

Pero no solo es su cuerpo desnudo lo que me ha causado tanta impresión, cuerpos casi perfectos hay a patadas. Este chico parece especial, tiene un tatuaje que le divide el abdomen por la mitad, desde el final del pectoral hasta la línea de ese mágico pliegue, es un precioso diseño tahitiano que armoniza perfectamente con las líneas de su anatomía increíble. También hay muchos más chicos tatuados, pero la combinación de hombre físicamente y perfecto con un tatuaje de buen gusto lo hacen especial a mis ojos. Soy muy exigente para los tatuajes, yo no tengo ninguno y la gran mayoría me parecen u horteras, o cursis o exagerados.

No he parado de recorrer su cuerpo con mis pupilas oscuras, y él me ha dedicado unas cuantas sonrisas (está claro que son mías).

Sara sigue conversando con ese chuleta valenciano (el acento es inconfundible). Definitivamente no tiene buen gusto para los chicos, con decir que le pone mi hermano…no es feo, pero tampoco es nada del otro mundo. Me doy cuenta de que mi dios ha avanzado bastante, no esta ni a un metro y medio de mí. Y se ha quitado las gafas. Definitivamente, la belleza de este ser para mi no puede expresarse en palabras. Tiene unos ojos cálidos y negros como la noche, almendrados y dulces, de pestañas sedosas. Llevas las cejas (igualmente negras) tan bien depiladas que me parece hasta extraño - "Joder, que metrosexual"- y su boca es grande y de labios brillantes y carnosos como la fruta, ideales para besar, morder, chupar. Estoy soñando despierta mientras él se acerca mirándome con expresión casi divertida. A veces pienso que algunos chicos se acercan a mí porque les hago literalmente gracia, con mi cuerpo de muñequita y mi cara de viciosa. Una vez mi primo mayor me dijo, que yo, como Marylin, tenía escrito el sexo en la cara. Y debe ser verdad.

Ha seguido avanzando, y yo como si no me importase. Ahora estamos frente a frente. Su sonrisa se hace más amplia, y esta vez nos sonreímos al unísono. Creo que voy a caer en sus brazos aunque no me lo pida. "Contrólate" me lo repito mentalmente.

  • Quanti anni hai?

Una carcajada estalla dentro de mi cerebro. Como no podía ser de otra manera este bello hombre es italiano, detesto a los italianos, pero reconozco que muchos esta riquísimos. En realidad que lo sea es una ventaja, tener aversión a su nacionalidad (la mayoría de los que vienen a la isla son unos gilipollas) me hará más fácil resistirme a sus encantos. Es gracioso además que lo primero que me pregunte sea mi edad ¿cree que soy menor?

Le contesto con toda la naturalidad que puedo en su idioma, en una isla es casi indispensable defenderte en al menos tres lenguas.

  • Ventuno e te?
  • Anche io ho ventuno (yo también tengo veintiuno)
  • Mentira… - se me escapa en mi idioma, sinceramente, no parece que tenga mi edad. Su cara es tan masculina y su cuerpo tan maduro que no lo puedo creer.
  • Comme?
  • Non ti credo.

Se rie como solo con esa boca que tengo ganas de comerme ahí mismo puede hacerlo.

  • Ma è certo

Sacudo la cabeza y me humedezco los labios, él me mira, expectante. Alguien me pone la mano en el hombro, es Sara que por fin se ha despegado del cachitas (ya le he bautizado). Les presento y de paso me entero de su nombre y él del mío. Se llama Andrea, un clásico de ese país que siempre me ha encantado. Sara le mira y me susurra al oído.

  • Este tío lleva las cejas mejor depiladas que yo.

No puedo evitar reír, él nos mira con curiosidad, interrogante. Me pregunta que qué me ha dicho mi amiga. No quiero ofenderle ni espantarle así que recurro a lo más fácil, una mentira piadosa que estoy encantada de poder declarar.

  • Niente, che sei molto bello (nada, que eres muy guapo).

Su sonrisa vuelve a acentuarse y me mira directamente a los ojos con los suyos, enormes, hermosos. Lo que me dice no es nada especial, pero a mi me acelera el corazón como toda una declaración de amor.

  • Anche te sei bellissima.

Sonrió como una estúpida. Sara nos mira. Noto algo vibrar bajo mi brazo, es el móvil dentro del bolso. Lo cojo, es mi madre. Esta pasando por un momento muy delicado de su vida, se esta divorciando de mi padre y tiene crisis de ansiedad bastante frecuentes. Me dice que pase por casa antes de salir por la noche. No tenía intenciones pero no me va a quedar otro remedio, si ella va estar más tranquila

Andrea espera paciente, observándome mientras yo le observo a él contestando con monosílabos a mi madre intentando entenderla en medio de aquel tumulto. Se ha formado un circulo a nuestro alrededor que nos obliga a estar bastante cerca, tanto que percibo su perfume dulce y denso. Por fin cuelgo el móvil. Justo un segundo después, cuando estaba a punto de retomar una conversación con ese dios, se le acerca el amigo y le dice algo al oído. Él le contesta que espere un poco, pero el amigo sacude la cabeza.

Se acerca más a mí, tengo que hacer un esfuerzo enorme para no asirme a su cuello y comerle la boca. Me susurra al oído.

  • Bella, devo andare.

Asiento, mientras nos damos dos besos que a ambos nos saben a demasiado poco. Él se aleja, perdiéndose en el mar de gente. Yo me giro hacia mi amiga y me encojo de hombros.

Unos segundos después, mi hombre de la tarde aparece, se acerca, y me pregunta en un gracioso español:

  • ¿Tienes novio?

Aunque me jode, no quiero mentir a nadie. Le digo que si. El hace un gesto de lastima con los hombros y con la cara y se aleja, pero antes de perderse de mi vista de nuevo, gira la cabeza y me grita:

  • "Io" soy tu novio.

Sarita y yo nos miramos y empezamos a reír a carcajadas. ¿Cómo se puede ser tan arrogante?

"Lo peor de todo es que me pone a mil"

Continuará