Mediterraneo 10

- Gloria…no te imaginas el espectáculo que estamos dando a todo el personal de ese hostal.

El infinito nos espera.

Nos besamos impulsivamente, con una pasión renovada, cada uno de los dos sabe lo que viene a continuación y lo anhelamos ambos exageradamente. Me doy cuenta de algo, creo que es la primera vez en mi vida que alguien me besa como este chico, sus besos son como las palabras que no dice, que me desea, que me desea con todas sus fuerzas.

Me subo a horcajadas sobre él, notando una vez más su virilidad enhiesta y poderosa, esta vez directamente bajo mi sexo desnudo. Le acaricio el torso, pálido y con muy poco vello, clavándole descaradamente la mirada en el regazo mientras mis manos descienden lentamente hacia la goma de su bóxer celeste. Me retiro un poco como puedo de encima de su polla, cuya apunta casi asoma por fuera del calzoncillo, y sin dejar de besarle meto la mano ahí dentro para tocarle. Hasta ahora solamente me había tocado él a mí, y me sorprendo pensándolo. En cuanto empiezo a masturbarle le noto arder, toda su piel que está en contacto con alguna parte de mi piel es como un pequeño fuego encendido entre ambos cuerpos. Cada ciertos instantes se aparta de mi boca para suspirar en tono grave con los ojos cerrados. Una de sus manos vuelve a juguetear con mi sexo encharcado. A ratos soy yo la que se separa de sus labios para mirarle directamente a los ojos y sonreírle mientras le pajeo. No podría explicar por qué, pero tengo la sensación de que es el tipo de hombre al que le excita al máximo el contacto visual.

Tocarle, sentir ese pedazo de carne firme y caliente llenándome la mano y que al mismo tiempo él no deje de darme placer es más de lo que puedo soportar. Quiero encajarme sobre su pene ya, creo que hemos esperado bastante los dos y ha llegado el momento. Por eso, con la mano que me queda libre dejo de acariciarle el abdomen y tiro de la goma de su bóxer hacia abajo. Gabriel entiende a la perfección, así que se lo termina de quitar él mismo y me levanta de encima de si para colocarme a su lado diciendo:

  • Espera un segundo.

Muy bien, me encanta no tener que decir nada. Le veo desenvolver el preservativo y ponérselo rápidamente. Después, me coloca sobre su cuerpo nuevamente con mucha facilidad. A veces creo que mi tamaño es excesivamente manejable, ¿no será eso lo que les vuelve locos de mí? Intento alejar estas divagaciones de mi imaginación y concentrarme en la persona que tengo bajo y frente a mí. Nos sonreímos a la vez, y esa sonrisa es como una señal de inicio: terminó el calentamiento, empieza el partido.

Con una mano, me apoyo en uno de sus hombros, con la otra le agarro el pene para introducirlo en mi entrada con dulzura. Gabriel está besándome los pechos. Ya está. Tengo su glande completamente dentro de mi y desciendo lentamente sobre su miembro, estoy excitada en grado sumo, pero aun así este primer contacto me cuesta un poco y tengo que hacerlo despacio…siempre me pasa lo mismo, porque soy bastante estrecha por dentro, pero solo por ver la cara de placer casi inaguantable que está sintiendo Gabriel a medida que su falo se abre paso a través de mis paredes internas, merece la pena que a mi me cueste algo más de lo normal. Muy poco a poco, pero sin parar, entra dentro de mi. Yo cierro los ojos y me muerdo los labios sin poder reprimir ese gemido ahogado que se me escapa del pecho, me encanta esta sensación, sentirme llena por dentro, las mujeres que lean esto saben muy bien de lo que estoy hablando. Gabriel ha tocado literalmente fondo, mi fondo, y nos quedamos así un momento, completamente unidos, quietos, y ambos con una enorme sonrisa en los labios.

  • A ver cómo lo haces.- me lo dice en un tono desafiante y mi respuesta no se hace esperar.

Me empiezo a mover, él me apresa la boca para darme un beso mientras yo inicio un ritmo lento pero contundente. Arriba… abajo… arriba… abajo

  • Muy bien, nena, muy bien.- después de estas palabras, vuelve a besarme.

Nunca me habían llamado así, y en realidad creo que es vulgar y hasta algo obsceno, casi un cliché del porno, pero no me importa, lo que es peor, creo que todos los actos imprevisibles de Gabriel me aumentan las ganas de sexo con él. Me encanta este chico.

Mis caderas suben y bajan, primero a mi ritmo, pero me apresa la cintura con sus manos recias para manejarme a su antojo. Absorbiendo su saliva con ese beso que todavía no acaba intento mirar lo que estamos haciendo. Veo su torso plano rozando mis pechos suaves y redondos, de pezones pequeños y ahora erectos como nunca. A ratos su abdomen y el mío se separan unos centímetros, cada vez que me eleva, y descubro su polla que vuelve a perderse dentro de mi coño, del que solo puedo divisar el liso perfil de la carne que cubre el hueso del pubis. Me encanta mirar, o admirar, como mi cuerpo joven de músculos firmes y piel de niña se entrega al sexo. Dicen que nosotras nos excitamos menos que ellos con los estímulos visuales, eso no lo se, pero me doy cuenta de que a mi en particular, la visión de mi propio cuerpo en acción, dando y recibiendo placer, me pone más a tono que cualquier otra cosa. Además, a ratos me aprovecho, buscando sin darme cuenta poses en las que mi amante pueda admirarme, pues se que lo hace, aunque no diga nada. Por ello, a veces me separo un poco de él, me yergo sutilmente o me inclino hacia atrás… Gabriel simplemente disfruta, todo lo entregado que un hombre puede estar al desenfreno sexual y me acaricia, me muerde, me besa, sonríe. Yo no dejo de jadear, y cuando nos abrazamos con fuerza, como buscando una unión que supere lo físico, dejo que mis gemidos se escapen directamente sobre sus oídos. "Le estoy regalando mi placer" pienso, y adoro cada subida y bajada sobre su pene que parece incansable.


Ahora estamos rozando la pérdida de consciencia, ese momento en el que parece que sólo existen en todo el universo tu cuerpo y el suyo sintiendo un goce que ojalá fuese infinito. Se que está conmigo, en sintonía, porque me abraza con fuerza para que no me despegue de su cuerpo, mientras yo también me agarro a él, arañando su espalda, mordiendo sus hombros, gimiendo y gritando sin parar…no me puedo controlar, ni quiero. Ambos tenemos los ojos cerrados.

El calor lo envuelve todo, hace calor fuera y nosotros estamos ardiendo, tanto que las pieles resbalan rozándose y el asirse al otro se hace más difícil. En una de las penetraciones descontroladas su miembro se escapa de dentro de mí y abrimos los ojos. Intento buscar su mirada, pero tiene la vista clavada en algo detrás de mí y su expresión se ha transformado en un cuadro que indica mucha sorpresa. Sus ojos vuelven a mirarme, yo estoy expectante y en su cara aparece un gesto divertido.

  • Gloria…no te imaginas el espectáculo que estamos dando a todo el personal de ese hostal.

Mi mente, completamente ocupada en todos los estímulos pertenecientes a nuestra unión sexual tarda en procesar la frase que me acaba de decir ¿hostal?, ¿personas? Además, él ha vuelto a introducir su miembro dentro de mi y me atrae hacia su cuerpo, arrancándome nuevos gemidos a medida que se mete dentro de mis entrañas. Aun así, empiezo a comprender entre la nebulosa cerebral de mi deleite. Es de día, no se qué hora pero imagino que alrededor de las 7 de la mañana, la vida diurna despierta cruelmente y estamos aparcados frente a un hostal, y seguramente en estos momentos se está haciendo el cambio del turno nocturno al de la mañana. Me imagino el cuadro, dos jóvenes echando un polvo desaforadamente a plena luz dentro de un coche, completamente desnudos. A él, al estar debajo no se le ve nada, pero yo estoy totalmente expuesta a las miradas. Me entran ganas de reírme de puro nerviosismo mientras Gabriel no deja de hacerme navegar sobre su cuerpo, mirándome interrogante. La luna delantera del Honda Civic debe ser ahora mismo para esa gente como una gran pantalla de cine porno.

  • Vamos a dejarlo, o al menos vamos a otro lado.

No para de moverme de atrás hacia adelante.

  • ¿Seguro?- inclina la cabeza para estirarme con suavidad de un pezón entre sus dientes.
  • Mmmmhhh… si.

Aunque cada vez que bombea dentro de mi me retuerzo por dentro de placer, se que no voy a poder estar realmente relajada ahora que soy consciente de que me están observando. Me desmonto y me encuentro de frente a unos metros con tres cabezas asomadas a una ventana, no están cerca, pero intuyo las pupilas dilatadas y los semblantes extasiados. Sonrío sin mirarles directamente. A mi lado, Gabriel busca nuestra ropa por los rincones de su coche.

Continuará