Mediterránea cap 1
Diario de un joven extranjero marchante de arte viaja por negocios a Cadaqués donde conocerá a una tímida española.
23 de Mayo:
Estoy llegando a la estación de Gerona. Son las cinco de la tarde y es una agradable tarde primaveral.Llevo toda la semana comiendo mal, durmiendo peor, echando de menos mi hogar e incluso mis costumbres. Pero todavía me quedan un par de semanas viajando por el país, menos mal que en la agencia me dijeron que venía a recogerme una señorita apellidada Bertrand,así por lo menos podré hablar con alguien de camino a la reunión.
Durante los dos años que llevo de marchante de arte no he dejado de ver ciudades fascinantes y de conocer personas extraordinarias. Estoy muy contento de estar aquí.
23 Mayo, medianoche:
Tras el pesado viaje en tren me refresqué e intenté adivinar el aspecto de mi Ángel de la Guarda en Cataluña. Y fue entonces cuando mi Ángel me encontró a mí.
Se trataba de una preciosa mujer con los cabellos del color del vino tinto, la tez clara y el gesto serio.Llevaba su ondulada melena suelta sobre los hombros vestidos por una chaqueta negra. Cuando la tuve más cerca todavía me percaté de los detalles que componían su rostro, tenía los ojos muy vivos y de color caramelo, la nariz era fina y larga y su labio superior era ligeramente más grueso que el inferior.
Estaba nerviosa pues no dejaba de jugar con lo que parecía un pequeño camafeo que colgaba de su estilizado cuello:
-Señor Huntley soy Zelda Bertrand , vengo de la agencia para llevarle a Cadaqués.
Tan pronto como fui consciente de que tendríamos que hacer un pequeño desplazamiento ya estábamos allí. Tengo que decir que Cadaqués es un precioso pueblo pesquero lleno de calidez y sencillez. Yo observaba las casitas bajas pintadas de blanco mientras Zelda me comentaba particularidades acerca del pueblo:
-En Cadaqués estaba fijada la residencia de verano de unos familiares de Dalí y también pasaron largas temporadas aquí en busca de inspiración Pablo Picasso y Maurice Boitel, por citarle algunos. No se preocupe en dos minutos estaremos en la casa del Señor Jeunet donde tendrá lugar la pequeña reunión para que pueden conocerse un poco antes de negociar.
-Tengo entendido que esta noche será la cena con los artistas, ¿verdad?- le pregunté en un tono cordial exhibiendo la mejor de mis sonrisas.
-Así es, saldrá con el Señor Jeunet hacia el restaurante. Yo les esperaré allí, recuerde que mi misión aquí es servirle y proporcionarle lo que necesite y desee.
24 de Mayo
La casa de Jeunet es una maravilla del siglo XIX con bonitas lámparas victorianas que contrastan con sencillos muebles de colores claros. Tiene dos plantas, en la baja está el enorme recibidor, la también enorme cocina, una pequeña biblioteca y un comedor.
A la planta de arriba se accede por una majestuosa escalera modernista de caracol que sin duda alguna, junto con el suelo hidráulico, es de lo más bello de la casa. Arriba se encuentran las mediterráneas habitaciones y un baño bastante grande.Mi habitación, para no romper el equilibrio, es blanca y posee un pequeño balcón desde donde admiro la belleza de la Costa Brava y desde donde veo los pequeños pesqueros navegando. ¡Hay tanta paz aquí!
Jeunet es un hombre muy culto y cercano, desde el primer momento conectamos además de querer hacer ambos otros proyectos mano a mano en un futuro. Y luego llegó la cena en un restaurante muy cerca del mar. Cenar con artistas generalmente es bastante aburrido cuando ya has cenado con decenas de ellos, por mucho que tengan unos curiosos puntos de vista sobre el actual mundo artístico al final todos se acaban pareciendo.
Pero mereció la pena sólo por ella...Zelda lucía en todo su esplendor con un vestido de seda negro que reflejaba la dorada luz del restaurante:
-Si me permites Zelda, he de decirte que estás absolutamente adorable con ese vestido.- le espeté.
-Gracias Señor Huntley- conestó una ruborizada Zelda.
-Robert por favor. Ya que en estos días vas a cuidarme vamos a dejarnos de formalidades, ¿verdad que sí?- me atreví a decirle.
La noche pasaba entre lo abstracto, lo moderno y lo barroco y el vino circulaba por las copas de los invitados sin tregua alguna. Situada frente a mí bebía la tímida y dulce Zelda, mirando de izquierda a derecha y de derecha a izquierda víctima de un absoluto aburrimiento.
Más tarde y terminada ya la cena, me aproximé a Zelda para proponerle acompañarla a casa puesto que iba un poco tocada por el vino. Tomamos un taxi y Zelda bajó su ventanilla, se había levantado un poco de aire y era verdaderamente agradable. La pobre boqueaba como un pez presa del aturdimiento del alcohol y con el traqueteo del taxi su vestido se había subido más de lo que lo protocolario permitía.
Tenía unas piernas preciosas y su perfume flotaba por el taxi como una nube dulce. La pelirroja melena era peinada por el viento mientras entrecerraba esos ojos que eran casi líquidos. Un tirante rebelde se escurría hombro abajo a la vez que su pecho se agitaba violentamente. Era la mujer más sexy que había visto en la vida. Y por eso mismo quise hacerla mía. Allí en ese mismo instante y en ese mismo lugar deseaba con todas mis fuerzas arrastrarla hacia mis brazos y acunarla. Disfrutar de su aterciopelada piel y de sus labios de fresa, pero lamentablemente estábamos llegando a su casa y el momento mágico se perdió en cuanto Zelda se recompuso en su asiento y ruborizada dijo:
-Ha sido muy agradable el trayecto. Creí que iba a quedarme dormida. Buenas noches Robert, mañana a las nueve iré a recogerle.
25 de Mayo
Hoy me he levantado medio aturdido tras un extraño sueño. Zelda estaba paseando por la playa con una túnica blanca transparente como único atuendo y sus cabellos eran peinados por la suave brisa primaveral. De repente se para a contemplar el mar y como si algo le impulsara a hacerlo, se gira para mirarme. Su semblante es serio pero relajado, sus labios rojos dibujan algo parecido a un gesto de aprobación y vuelve a girarse. Yo, hipnotizado por la belleza de la escena, camino hacia la arena con la esperanza de poder unirme a ella en tal bello ritual.
Con los ojos cerrados ella me acoge de una forma mística y casi irreal. Puedo sentir su calor sin tocarla. Se gira hacia mí y me habla, me dice cosas en un tono tan bajo que en el mundo real no sería capaz de entender y sin embargo las entiendo. Quiere que caminemos de la mano hacia el mar y lo hacemos.
El agua está fría y el mar está en calma. Su túnica se va empapando poco a poco del salado líquido y gracias a este hecho puedo ver el esplendor de su cuerpo mediterráneo. Sus líneas suaves, su pecho discreto, sus pezones rosados, su pequeño ombligo, su pubis rojizo. Su cuerpo es un recipiente sagrado que deseo tener a toda costa.
Me sonríe y me mira, es consciente de mi excitación y entonces su boca roja se aproxima a la mía. Me besa con seguridad y lentamente mientras mis manos se ciñen a su cintura y la acercan todavía más a mí. Su lengua está explorando mi boca con maestría como nunca me había besado una mujer...Estoy terriblemente excitado y a pesar de estar en el agua me siento arder. De repente sus manos se deslizan por mis caderas y van bajando hasta llegar a mi erecto miembro. Con una facilidad tremenda comienza a practicarme una curiosa masturbación acuática mientras me besa el cuello poco a poco hasta llegar a mi oreja la cual empieza a lamer lentamente.
Preso de la excitación quiero acariciarla de todas las formas posibles pero hay algo en ella que me dice que no puedo acariciarla como a las demás que tengo que ser mucho más sutil. Así que mis manos bajan por sus caderas y suben poco a poco la túnica hasta poder tocar por debajo de ella. Su suave culo duro y redondo es acariciado por mis grandes manos. Ahora parece que ella también se va excitando pues puedo escuchar como se entrecorta su respiración, lo que no impide que siga acariciando mi dura polla.
Una de mis manos se cuela entre sus piernas y me permite acariciar sus labios. Está humeda, excitada, caliente. Me desea tanto como yo la deseo a ella. Mis dedos acarician su clítoris mientras que con la otra mano consigo introducir algún dedo en su vagina. Gime a la vez que su mano acelera la masturbación. Somos dos personas ávidas de amor y deseo.
Nos deseamos el uno al otro, deseamos el calor de piel contra piel, la electricidad del propio deseo. Queremos devorarnos, olvidarnos de nuestra vida y problemas. Nos necesitamos como nunca nadie se ha necesitado con todo el calor y la lujuria del mundo. Pero sobretodo necesitamos corrernos.
Y el momento llega mientras tengo su respiración pegada a la oreja y mi boca besa su cuello. Puedo sentir su orgasmo en el flaquear de sus piernas y en el sordo grito que sale de su garganta...
Hoy tengo que trabajar con ella y me siento muy raro. Lo cierto es que ha sido un sueño muy vívido que me encantaría que se cumpliera pero ¿acaso no es una locura intentar llevar a la realidad un sueño erótico con una persona a la que casi no conoces y con la que tienes que trabajar? Hablo demasiado ¿y si ella no se siente atraida por mí?, y si se sintiera ¿querría sucumbir a la tentación de acostarse con un cliente de su jefe?
Son las ocho y he de prepararme puesto que Zelda estará aquí en una hora. Será mejor que me olvide de todo pensamiento insano, tome una ducha y vuelva a ser el profesional que siempre he sido. Sí, será lo mejor...
(Continuará)