Medio-pensionista (4)

Vicisitudes de un medio-pensionista en 16 trozos.

MEDIO-PENSIONISTA

(4-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Aunque tenía llave de repuesto, toqué el timbre como si fuera todo un caballero que iba a la casa de su amada. Salió Úrsula que iba con un vaporoso negligé. Nos besamos en los labios y se hizo a un lado. Entré, olía a colonia de la cara.

Úrsula me cogió de la mano y me llevó a la habitación principal.

. - tengo una sorpresa para ti.

. - ¿sí?, ¿cuál es esa sorpresa? –ya sabía por dónde iban los tiros. Solo esperaba acertar-.

La luz apagada fue encendida por Úrsula y con una sonrisa, señaló la cama.

. - tachán… –dijo ella muy teatral-.

Allí estaba ella bajo la manta tapándose hasta el cuello, Ángela, su amiga del alma.

. - vaya sorpresa –dije en voz alta- ¿qué haces tú aquí?

. - perdona, tuve que contárselo y se apuntó. ¿Te molesta que seamos dos? –Dijo Úrsula-.

. - al contrario, me alegro de que se apuntara –dije acercándome a la cama. Úrsula corrió a meterse bajo la manta y desde allí abajo, se sacó cuanto tenía encima, bien poco, por cierto. Lo tiró todo fuera de la cama-.

Cogí la manta por un lado y la levanté bien alto. Allí estaban dos beldades desnudas como Dios las había traído al mundo. Silbé maravillado. Dos por una, ni en sueños. Ángela intentaba taparse, pero era imposible, su voluptuoso cuerpo era demasiado perfecto, aún más perfecto que el de Úrsula, que también estaba para mojar con pan y no acabar nunca.

. - sois y estáis guapísimas. No os merezco.

. - calla tonto. Anda, desnúdate y súbete a la cama, que esta noche la vamos a pasar de puta madre. Eso sí, hazlo con cuidado, Ángela y yo aún no hemos catado varón.

. - ¿sois ambas vírgenes? –pregunté mientras me desnudaba. No me lo creía-.

. - nos queríamos reservar y llegó el momento, así que eres un hombre afortunado por partida doble –solo hablaba Úrsula-.

. - di algo Ángela –dije mientras me sacaba los pantalones-.

. - mas no puedo decir. Estoy en tu cama y desnuda a punto de ser desvirgada, ¿qué más puedo decir?

. – ciertamente, así es –dije cuando acabé de sacarme la última prenda que llevaba encima. Mi pene, en todo lo alto y bien grande según quienes lo habían probado, fue la admiración y el terror de aquellas dos vírgenes-.

. - Dios, que grueso y grande es –dijo Úrsula-.

Ángela pensaba igual y se encogió aún más para intentar ocultar sus pechos y su vagina de mi vista, a los que no le quitaba ojo de encima.

. - no os preocupéis, lo haré con cariño y con cuidado. Además, he traído vaselina, en previsión de que la necesitara y creo que la necesitaré con ambas, ¿o no deseáis usarla?

. - si…, si…, úsala –dijo rápidamente Ángela y Úrsula la coreó-.

Sonriendo, volví a coger el pantalón y saqué el tubo que me había traído. Me subí a la cama y me puse entre las dos. Dejé la vaselina a un lado de la cama y admiré ambos cuerpos.

. - Dios, ¿por dónde empiezo?, sois preciosas ambas.

Con una mano para Úrsula y otra para Ángela, empecé a acariciarlas desde el ombligo e iba hacia arriba. Despacio, disfrutando del momento, porque podía no volverse a presentar que tuviera a dos hembras cañón a mi disposición.

Ambas mujeres gemían al sentir mi mano en sus estómagos y subiendo.

En cuando a Ángela, iba apartando sus manos hasta llegar a sus puntiagudos pechos. Úrsula me dejaba hacer mientras gemía de placer. Sus pechos, redondeados, eran del tamaño justo para cogerlos con mi mano abierta. Sus pezones, totalmente diferentes a los de Ángela, eran planos, con una protuberancia que sobé con un par de dedos.

En cuanto a Ángela, su puntiagudez pezonil, era un regusto sobárselo ligeramente. Ambas se retorcían de placer y los primeros orgasmos llegaron sin avisar.

Cogí la mano más cercana de cada una y se las puse sobre mi pene para que jugaran también cuanto quisieran. La más lanzada, claro, era Úrsula, pero pronto Ángela se hizo al trapo y entre gemidos y gemidos, me sobaban la polla y los huevos, mientras yo seguía en medio de las dos de rodillas.

Con mis dedos recorriéndoles todo el cuerpo, ahora sí, pasaba desde sus ardientes labios, su boca, cara y bajando, para llegar hasta donde había empezado, sus ombligos. Desde allí, hacia abajo.

Vibraban que era un gusto para mis sentidos. Solo cuando llegué hasta sus pubis, la cosa se desmadró. Sus movimientos pélvicos eran como si tuvieran el mal de San Vito , moviéndose violentamente cada vez que profundizaba en sus vaginas.

Allí busqué y encontré cada uno de sus clítoris juguetones. Sus gemidos seguro que los oiría la tía Susa si estaba atenta a la pared del dormitorio, y que estaría, seguramente.

Me llevé los dedos a la boca y los disfruté con sus jugos, ambos de diferente sabor, para luego posicionarme sobre una de las dos, ¿pero con cuál? La decisión me la dio la más decidida, Úrsula. Se alzó y comenzó a comerme la boca y yo, claro, tuve que dedicarme en exclusiva a ella, colocándome entre sus piernas, me la comí viva a lengüetazos. Su cara, sus labios, sus pechos hermosos y bajé.

Ella se tendió y se abrió bien de piernas y yo a lo mío. Comencé por el ombligo y bajé hasta sus muslos. Allí saltó como si la hubiera mordido una y otra vez una serpiente pitón.

Besé su entrepierna y seguí hacia arriba hasta mi destino, su vulva. Allí, sus jugos salían volando hacia mi boca. Sus gemidos me embrutecían. Ella se agarraba fuertemente de la sábana, como si estuviera matándola. Sí, matándola de placer.

Con mi lengua trabajándole su clítoris y demás partes erógenas, succionaba sus jugos, unos jugos bien jugosos para mi fino paladar.

. - aaaahhhh…, aaaahhhh…, no puedo más…, no puedo más…, penétrame…, penétrame ya, por favor…

Con una sonrisa del deber cumplido, la dejé un segundo para coger de mis pantalones un condón, que me puse rápidamente. Luego cogí la vaselina. Unté mi pene engomado y su vagina y volví a poner el tubo sobre la cama. Ángela no perdía detalle, mientras sus dedos jugaban con su clítoris particular para no enfriar su calentura.

Con Úrsula dispuesta y yo más, me posicioné entre sus piernas y después de comerme sus pechos y luego sus labios, fui entrando en su interior, poco a poco, sin brusquedades. Ella se movía como una culebra, gimiendo, gritando a ratos, pero nunca para impedirme conseguir el objetivo de la noche, su desvirgamiento oficial.

Cuando llegué hasta el fondo, respiré hondo y detuve el trabajo que hacia mi pene. Ambos respirábamos entrecortadamente, ella más que yo, claro.

Sus labios y los míos se volvieron a encontrar para no separarse durante un buen rato.

Con mi pene bien caliente, le di una segunda tanda de penetraciones y una segunda tanda de corridas lácteas por su parte salieron a la luz. Extenuados, detuve la penetración. Oficialmente, había dejado de ser virgen.

Cuando me salí, mi pene aun quería más guerra, pero había que tranquilizarse, aun tendría más trabajo esta noche, mucho más.

Como quien no quiere la cosa, la hice girarse 180 grados para tener su trasero a mi merced.

. - ¿qué vas a hacer, Salvador?

. - ¿tú que crees?, continuar disfrutando.

. - ¿me vas a penetrar por el ano?

. - no, si no quieres. Pero era es mi intención.

. - pero me va a doler horrores.

. - así es, querida. La decisión es tuya.

. - ¿lo harás con cuidado?

. - claro, mujer.

. - bueno, confío en ti.

Cogí más vaselina y me unté el condón de nuevo y cogí una buena cantidad y unté también su ano, introduciendo un par de dedos a todo lo que daban. Ella se dolió, más por miedo que por dolor.

Cuando estaba todo en su punto, me limpié los dos dedos en su felpudo vaginal. Luego le levanté bien el ano y lo puse a la altura de mi polla. Ella cogió aire y esperó.

Poco tiempo fue la espera, pues mi pene ya se estaba preparando para entrar en la cueva de Alí Babá y los cuarenta cagones.

Apreté y entró una milésima de pene. Ella se dolió un poco. Luego otra presión y le entró un par de centímetros y paré de nuevo. Cogió aire y todo para adentro, lentamente, pero sin pausa. Gritó con los dientes apretados.

Cuando llegué al fondo, paré y la dejé que cogiera resuello. Mis manos en sus pechos se movieron para sobárselos mientras se tranquilizaba. Unos besos en su cuello ayudaron. Luego ya y sin preguntar, disfruté de aquel culo por primera vez. Las entradas y salidas en su culo y ayudadas por la vaselina, fueron una delicia para mi polla y mi subconsciente, que estaban disfrutando como Dios.

Sus gritos y gemidos disminuían, pero no se acababan nunca. Cuando di por terminado el enculado, me salí y me saqué el condón, para tirarlo en una papelera próxima que tenía allí adhoc para la ocasión, luego me dediqué en cuerpo y alma a comerme su ojete, para después pasar a su vagina, haciéndola girar. Ella gemía y gemía de puro placer con mi lengua bífida. Sus corridas llenaron el aire de su olor característico. Una vez estuvo súper-corrida, la dejé que descansara.

Aquello no hacía sino hacer que mi pene se girara hacia la otra contrincante a la que desvirgar, Ángela Channing.

Ángela tragó saliva y poco más, pues sus labios y los míos se encontraron rápidamente mientras me iba hacia ella.

Le sobaba ambos pechos mientras me la comía a besos, para luego ponerla recostada y dedicarme a recorrerme su cuerpo con mi lengua hasta llegar a sus muslos. Como antes Úrsula, Ángela, no paraba de retorcerse de placer, un placer que no esperaba de una simple lengua calentorra.

Con mi cabeza metida entre sus piernas y trabajándole su vulva, Ángela gritaba de placer y algo de miedo por lo que vendría después. Aun así, se corría como su amiga y continuaba retorciéndose también de puro placer.

Luego, un nuevo condón y más vaselina en las partes a friccionar llegó de inmediato y de inmediato, la penetré.

Sus gritos de dolor/placer aumentaron, pero no por eso dejé de disfrutar de su sabroso coño de hembra caliente. Las embestidas aumentaron exponencialmente en profundidad y violencia, sin llegar a la brutalidad, eso no lo quería para ella ni para ninguna mujer u hombre que estuviera entre mis piernas.

Los sudores le corrían tanto a ella como a mí mismo. Así y todo, acabé saliéndome de su vagina para darle la vuelta. Pero esta vez no hubo manera, no y no. No quería ser enculada.

. - no voy a obligarte, querida. Esto lo hacemos para darnos placer mutuo y no voy a forzarte, ni mucho menos.

Aun así, su vagina me llamaba la atención poderosamente y allí metí la cabeza de nuevo para comerme todo lo comible y beberme, todo lo bebible. Ella gemía como si el diablo la estuviera marcando con un hierro al rojo vivo. No, no era el diablo, era mi lengua que la hacía sentir cosas que no había sentido en su puta vida.

Ni qué decir que la vaselina que usaba para estos menesteres era comestible y así fue como dejé de comerme a Ángela, para, colocándolas la una junto a la otra, ofrecerles el fruto de mis huevos.

Me saqué el condón y lo tiré donde el otro, en la papelera. Luego y como siempre, Úrsula fue la primera, dejando atrás a una Ángela aun reponiéndose del servicio que le había dado.

La Úrsula mamaba que era un placer. Pronto Ángela entró en escena y yendo a por mis huevos, se los metía en la boca y con su lengua, hacía maravillas, con alguna que otra vez un mordisco más fuerte que otro, todo, dicho sea de paso. Al final se intercambiaron atributos y Ángela se entretuvo con mi polla, mamando como lo que era, una novata mamadora de pollas.

Cuando la lechada venía en camino, le saqué la polla de su boca y les puse las caras la una junto a la otra y allí solté el chingo lechero en la cara de ambas. Las risas de los tres era todo un poema sónico.

Mientras le metía la polla en la boca a Úrsula, la cara enlechada de Ángela fue lamida por mi lengua hasta dejarla sin gota de semen de huevos varones. Un morreo adecuado y levanté a Úrsula para comerme su cara también.

Ángela, que sabía que debía agenciarse la polla como su amiga, se la tragó cuando ya mermaba cantidad. Así fue como la cara de ambas fueron limpiadas de toda leche y mi pene también por sus hambrientas bocas comedoras de pollas.

Cuando todo terminó, nos quedamos los tres mirándonos sonriendo como tres gilipollas, pero gilipollas contentos de habernos dado gusto.

Conmigo en medio, nos tendimos en la cama. Nuestras cabezas en las almohadas miraban al techo.

. - al final no ha sido tan doloroso como había creído –dijo Úrsula cogiéndome la polla menguada-.

. - pues no lo parecía –dijo Ángela riendo nerviosamente- gritabas tanto como yo-.

. - ya será menos. ¿Por qué no has dejado que te penetrara por el ano?, al final acabarás ofreciéndoselo. Es lo que más les gusta a los hombres. ¿No es verdad, Salvador?

. - así es. Donde se nos ponga un culo, que se quite el resto. Pero no te preocupes, Ángela. Has estado muy bien también. Sois maravillosas las dos. ¿Cómo es que viniste, Ángela?, no te esperaba, para nada.

. - cuando me lo contó Úrsula, casi le pego. Ella sabía que era yo la que deseaba en primer lugar ser desvirgada, aunque siempre he sido más tímida y ella más lanzada. Al final decidí venir con ella, porque sola, seguro que no hubiera venido, al menos en la primera cita –dijo sonriendo, mientras apartaba la mano de mi polla a su amiga y me la cogía ella. Poca cosa, la verdad, porque estaba muy esmirriada después de haber trabajado cantidad-.

Mi mano no estaba descansando, ni mucho menos. Estaba en el pubis de cada una jugando con su ensortijado vello, con algún que otro dedo que se escapaba vulva adentro.

. - ¿y ahora qué, Salvador? –Dijo Úrsula, poniéndose de rodillas frente a mí-.

. - ¿a qué te refieres? –Dije profundizando más en su vagina-.

. - ¿vas a seguir dándonos placer o buscarás a otras a quien desvirgar?

. - eso depende tanto de vosotras como de mí. ¿Queréis que nos sigamos viendo?

. - pues claro, ¿qué si no hacemos aquí ésta y yo? –Dijo Úrsula-.

. - pues veo un problema.

. - ¿a qué te refieres, Salvador? –Dijo la hembra de puntiagudas tetas, Ángela-.

. - la verdad es que no esperaba que vinieras con Úrsula y la verdad, para un día, no tengo problema, pero ya tuve una mala experiencia con un par de gemelas.

. - ¿no nos quieres volver a ver?, ¿es eso lo que nos estás diciendo, Salvador? –Dijo con un mohín Úrsula, con Ángela poniendo mucha atención- ¿qué te pasó con esas gemelas?

. - pues que conocí a una preciosidad, de eso hace ya tiempo. Nos enrollamos, como quien dice y lo hacíamos en su casa, cuando sus padres estaban fuera. La cosa es que al final salí hecho polvo. Demasiado trajín, pues era día sí y día también y no una vez, sino dos y tres y como comprenderás, no soy Tarzán. Pues eso, que casi me quedo en el chasis. Al final, averigüé que no me estaba acostando con una, sino con dos. Eran gemelas y se turnaban para estar conmigo. Desde aquel día, me lo tomo con más filosofía. Lo de hoy ha sido la primera vez que lo vuelvo a hacer con dos mujeres a la vez, pero ni puedo, ni quiero volver a hacerlo. Lo siento.

. - entonces, ¿a quién vas a elegir?, ¿a ella o a mí? –Dijo Úrsula-.

. - quédate con ella, no me importa –dijo Ángela, tristona-.

. - no es eso, Ángela. Me alegro haberlo hecho con las dos, pero debo dosificarme. No quiero elegir, pues me gustáis las dos por igual. Por lo que he pensado algo para darle más morbo a la cosa y aflojarme la presión sobre mi…, digamos, miembro y no sé si os gustará lo que he pensado.

. - di lo que has pensado –inquirió Úrsula-.

. - pues…, pues…

. - anda, dilo de una vez, hombre –Úrsula no soltaba mi polla y ya estaba cogiendo consistencia-.

. - ¿cuánto de amigas sois vosotras dos?

. - mucho. Ángela y yo nos conocemos de toda la vida.

. - ¿alguna vez habéis hecho algo lésbico entre vosotras?

. - no, que va. Eso no va con nosotras –dijo Ángela muy enojada-.

. - pues había pensado que si lo hacéis entre vosotras, yo tendría un poco de respiro, aparte del morbo que añadiría a nuestra relación a tres bandas y así no tendría que elegir, pues es un aliciente que dos mujeres…

. - de eso nada, ni hablar. No soy lesbiana –dijo Ángela-.

. - ni yo tampoco. Busca otra solución, esa no nos gusta a ninguna de las dos –dijo Úrsula-.

. - comprendo. Entonces no hay más que hablar. Lo echamos a suerte y que se quede la que gane. Eso o lo otro, vosotras elegid esta vez.

Ángela se salió de la cama y se fue poniendo la ropa.

. - te acompaño, Ángela. Nuestra amistad es muy importante para mí y no quiero perderla peleándonos por ti, Salvador.

. - hacéis bien. No me gusta, pero hacéis muy bien. Una amistad de toda la vida no se puede romper por nada, ni por nadie, como yo. También me vestiré, si no os importa.

El trío nos fuimos vistiendo. Al final, se fueron y me dejaron solo. La verdad es que hasta estoy alegre por lo sucedido. Hay más mujeres y más hombres en este mundo con los que compartir una cama. Y a otra cosa, mariposa.

Trasteé un poco en la habitación, cambiando sábanas y demás del dormitorio. Una vez todo en orden, me llevé la ropa sucia a mi casa, donde una Susa llorosa me esperaba sentada frente al televisor.

. - querida, ¿qué te ha pasado?, ¿Has tenido algún accidente?

. - no, no es nada.

. - ¿y lloras por nada?, ¿Es por haberme ido a la cama con mi amiga?

. - no, lo de tu amiga lo comprendo. Eres joven y tienes otras necesidades que esta vieja.

. - esta vieja, como tú dices, me da más que algunas jovencitas. Eres un pozo de sabiduría y quiero seguir como hasta ahora, así que no te preocupes por mis devaneos fuera de esta casa, tú sigues siendo mi amante de día y de noche –dije agachándome frente a ella para levantarle la falda. No tenía bragas, como era mi deseo. Así que solo tuve que meter la cabeza y comenzar a darle placer lingual allí donde más le gustaba a la tía Susa y a toda hembra que se precie-.

. - ay…, ay... Gracias, querido Salvadorcito, gracias, no sabes cuánto lo necesitaba.

Saqué la cabeza de entre sus piernas y la miré a los ojos.

. - no vuelvas a dudar de lo que tenemos los dos, no lo hagas nunca, querida tiita.

. - no, ya no dudaré nunca más. Por favor, continúa, sabes lo que me gusta lo que me haces ahí abajo –dijo apretándome la cabeza contra su felpudo. Yo continué disfrutando de sus jugos, donde su clítoris, súper-desarrollado, era un placer tenerlo en la punta de mi lengua-.

Los gemidos de Susa me pusieron a cien. Y entre que ya había salido de la vivienda de al lado casi a punto de caramelo, más lo de ahora, que tenía la polla en todo su apogeo viril. Así que me salí de su felpudo y bajándome los pantalones, me quedé con el pito hacia el techo.

La tía Susa no se lo pensó e inclinándose, me la cogió entre sus dos manos y se me puso a comerse su caramelo favorito desde hacía bien poco.

Qué portento de mujer. Una analfabeta sexual hacía un par de días y ahora no podía estar sin su chupete. Cada vez me la mamaba más y mejor y eso tenía premio.

La aparté delicadamente de mi tranca y girándole de lado el trasero, comprendió perfectamente que ahora era mi turno para disfrutar de su viejo culo.

Con una sonrisa de puta que tiraba para atrás, se levantó el traje y colocándose en el sillón a cuatro patas, esperó mi ataque por su grupa.

No tardé ni dos segundos. Ya estaba detrás de ella dándole un par de cachetes en sus blancas nalgas viejunas. Con unos lametones en su agujero, me la agarré con mi mano izquierda, mientras me agarraba de su trasero con la derecha y para dentro, que son dos días.

Los embates que le daba a mi querida y amante tía ya no eran de broma. Ahora, verdaderamente, se la metía como más me satisfacía a mí. Ella, por su parte, aunque aún no se había hecho al paño su estrecho culo, por satisfacer mis retorcidos gustos, puso cara de que le iba la marcha, pese al dolor culero que seguro sentía. Así son las cosas y así han de ser.

Su cuerpo se movía al ritmo de mis embates. Así hasta que me harté de encularla. Era como si pagara con ella el no haberme podido follar culeramente a Ángela.

La descarga estaba próxima y esta vez la quería toda para mí, así que me corrí en la nalga derecha de mi enculada. Una vez solté la descarga sémica, me incliné y me tomé toda mi leche desparramada. Unos lametones en su ojete y lo siguiente fue darle el rabo para que se sirviera y me limpiara de la leche que aún quedaba en el pito.

Ella, muy solícita, se agenció el pene y no me lo soltó hasta que no quedó hecho un guiñapo de encogido y seco de toda leche.

Un morreo entre los dos no fue suficiente para aplacar la calentura que teníamos los dos, así que volví a meterme entre sus piernas y allí si no estuve más de quince minutos lamiendo su coño para sus corridas particulares, es que no estuve nada.

Al final quedo satisfecha y de allí marchamos al baño donde ambos nos tendimos en el fondo de la bañera y casi nos echamos un sueño, solo nos despejó el agua que se había enfriado un poco. Una nueva regada de agua general y salimos derechos al dormitorio. Ninguno de los dos teníamos ganas de comer nada, ya lo habíamos hecho con la polla de un servidor y el coño de ella.

Al día siguiente y una hora después de habernos levantado los dos, sonó el teléfono insistentemente. Lo cogió mi tía. Al oírla hablar, supe que algo no marchaba bien y me acerqué a ella para saber qué ocurría. Sin duda era para mí la llamada, pues ella llevaba poco tiempo en mi casa.

Cuando colgó, tenía sus ojos enlagrimados y temblaba perceptiblemente.

. - ¿qué ocurre, querida?

. - era sobre Fermín, tu tío Fermín.

. - ¿tengo un tío y se llama Fermín?, ¿Por qué no sé de ese tío que dices que tengo?

. - en casa no se le podía nombrar. Tu abuelo y él llegaron a las manos y tuvo que marcharse de casa. De eso hace muchos años.

. - ¿y qué le ocurre a ese tío mío para ponerte tan triste?, ¿Le ha pasado algo?

. - llamó una vecina, preguntaba por ti, pero al decirle que era familia tuya, habló conmigo. Mi hermano Fermín ha sido desahuciado y ahora mismo vive en casa de un amigo, pero la mujer de éste, la que ha llamado, desea que se vaya de su casa, lleva más de 4 meses viviendo con ellos. Llamó para ver si te lo podías llevar de su casa. Si no, lo envía a un asilo o algo peor.

. - ¿qué edad tiene tu hermano, tía?

. - ocho años menos que yo.

. - ¿qué quieres que hagamos?

. - hijo, yo no puedo mandar en tu casa.

. - tía, desde que llegaste a mi casa y a mi vida, sí mandas en esta casa. Di lo que deseas que hagamos y lo haré si puedo.

. - tenemos habitaciones de sobra…

. - ¿quieres que lo traiga a esta casa y viva con nosotros?, ¿No es así?

. - ¿si lo hiciste conmigo…?

. - bueno, donde comen dos, comen tres. Pero tendrá que cumplir unas normas.

. - ¿en qué habías pensado?

. - ya lo sabes. Ya te dije que también me acostaba con hombres. Tendrá que cumplir, tanto dando, como recibiendo.

. - ¿y si no le gusta y no quiere ceder?

. - sería su decisión. Tú también debes cumplir para con él. Ya me entiendes.

. - ¿quieres decir que debo tener relaciones con mi hermano?, es mi hermano, Salvador, querido.

. - y yo tu sobrino, querida tía. Si lo invitamos a esta casa y nos ve que tenemos relaciones entre los dos, no es de piedra y también querrá tenerlas contigo, aunque no te lo diga. Ya sabes cómo somos los hombres, cosa que vemos, cosa que queremos. Además, tú saldrías beneficiada también.

. - ¿y cómo podría salir beneficiada yo?

. - de dos maneras. Primero, tienes a tu lado a tu hermano. Eso es ya importante. Y dos, tendrías a dos hombres pendientes de ti todo el día, con lo que eso conlleva de placer para ti. Además, estaba pensando, que, si te gusta tener mi pene dentro de ti, ¿cuánto más te gustaría no tener dos penes? Piénsatelo, tía.

. - ¿dos penes dices?, ¿pero eso no duele en demasía?

. - claro, mujer. Como todo. Al principio te dolía una barbaridad mi pene dentro de tu ano, pero poco a poco ha ido disminuyendo. ¿O no es así, querida tía?

. - sí, así es, mi amor.

. - entonces es tu decisión. Si se cumplen las dos condiciones que he dicho, nos podemos traer a tu hermano con nosotros en cuanto quieras.

. - ¿y si no acepta su parte, aunque sí la mía?

. - entonces solo tendría relaciones contigo y no conmigo y eso yo no lo aceptaría de ninguna manera, pues me gusta tanto dar, como recibir. Ya me conoces.

. - intentaré convencerlo para que se avenga a tus dos condiciones. ¿Cuándo podemos salir?

. - ¿dónde está viviendo ahora?

. - está en una ciudad cerca de ésta, a unos treinta kilómetros de aquí.

. - entonces salgamos ahora mismo. Ya comeremos por ahí.

. - gracias, mi amor. Solo espero que acepte las condiciones.

. - y yo también.

Decidimos hacer el trayecto en tren. No eran muchos los kilómetros, pero así llegaríamos más descansados.

Durante el trayecto, me dio tiempo de meterle mano discretamente a la tía Susa entre sus piernas. Saqué los dedos mojados de lo caliente que estaba. Esta era mi tía, siempre caliente, siempre aceptadora de una mano que buscaba con insistencia su clítoris juguetón.

Esta vez iba bien guapa. Con bragas y sostén. La ocasión lo merecía.

Nos costó dar con la casa, un lugar abandonado en un barrio también abandonado de la mano de Dios. Allí por la noche habría que ir con guarda-espaldas armados hasta los dientes.

Al tocar el timbre, no sonó, por lo que supuse que estaba afónico, en el mejor de los casos y estropeado en el peor, así que volví a tocar con los nudillos. Casi me quedo sin ellos, pues no abrió ni Dios.

Cuando ya estaba hasta los huevos de esperar a que me abrieran, saltó la liebre. La tía Susa salió disparada hacia un hombre que venía en dirección a la casa. Cuando se encontraron, se abrazaron y besaron. Parecía que era el hermano, si no, un amante del que no tenía conocimiento en siglos.

. - ven, Salvador. Este es mi hermano Fermín, tu tío.

Me acerqué a la pareja y alargué la mano. El hombre me dio el saludo y casi me parte la mano, pues cacho mano se gastaba el tío. Si tenía así de fuerte y gorda la polla, lo iba a pasar de puta madre.

. - Fermín, este es tu sobrino Salvador. Ahora vivo con él en su casa y venimos a proponerte que te vengas con nosotros a vivir también en su casa.

. - oh, gracias, hermanita. Gracias, sobrino.

. - Fermín, tendrás que cumplir unas condiciones para que puedas venirte con nosotros.

. - oh, no importa. Yo cumplo lo que haya que cumplir. La verdad es que ya estoy harta de la mujer de mi amigo. No me deja en paz para que me vaya, pero sin dinero apenas, ¿a dónde voy? Si pago un alquiler, ¿de qué cómo?

. - será mejor que vayamos a un lugar discreto para hablar. Las condiciones son algo…, bueno, ya lo sabrás. ¿Dónde podemos sentarnos y hablar tranquilamente, hermanito del alma?

. - hay un parque bien cerca de aquí, tras esas casas. Allí estaremos solos y podemos hablar cuanto queráis.

(Parte 4 de 16)

FIN