Medio-pensionista (2)

Vicisitudes de un medio-pensionista en 16 trozos.

MEDIO-PENSIONISTA

(2-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Tenía auto, pero hoy quería ir en taxi hasta el centro comercial, que era algo muy anónimo para todo el mundo.

Cuando subimos al taxi, me apretó la mano en señal de complacencia por su parte por lo que le estaba sucediendo a su vida, cuando algo así no creía ya que le pudiera pasar, ni en sus mejores sueños. Le palmeé la mano diciendo como que se tranquilizara y no diera motivos para que el taxista pensara que la vieja se había agenciado a un chaval como yo, para que la hiciera disfrutar a cambio de unos euros.

No tenía ganas de que me llamaran gigoló, ni nada por el estilo, solo era un sobrino que gustaba de follarse a su tía y por lo que parecía, a la tía también le gustaba ser follada y de paso, chuparme la polla hasta dejarme seco.

Ya en el centro comercial, uno de los negocios me hizo gracia por su nombre en la fachada.

. - vaya un nombre para un letrero. ¿Te has fijado tía lo que pone en ese negocio?

. - ¿en cuál?, ¿ese de ahí? –dijo achicando los ojos para poder verlo-.

. - sí, ese de los discos.

. - lo siento, Salvadorcito, mis viejos ojos ya no ven tan bien de lejos.

. - ¿dónde tienes tus gafas?, ¿las has traído?

. - no tengo gafas.

. - ¿cómo que no tienes gafas?

. - tu primo decía que eran demasiado caras y era verdad, costaban más de 300 euros hace un año.

. - como si cuestan el doble. Será cabrón este primo mío. Hay que joderse. ¿La televisión la ves bien?

. - más o menos.

. - ¿más o menos?

. – menos, que más.

. - será cabrón, repito. Vamos a pulirnos los primeros euros de tu sobrino del carajo. Busquemos una óptica. Tu vista es más importante que cualquier otra cosa. Emplearé la tarjeta para la ropa.

. - hijo, no te gastes tanto en mí. Soy una vieja y no necesito nada.

. - no digas eso. Eres mi tía y eso es suficiente para comprarte lo que necesites y ahora necesitas unas gafas adecuadas a tus dioptrías. Creo que hay una en la planta de arriba, subamos por las escaleras mecánicas.

La gente a aquella hora era escasa y llegamos enseguida. Sí, allí había una óptica, al lado de una farmacia. Dejé que entrara ella primero como un caballero que soy.

. - buenos días, ¿en qué puedo servirles? –dijo una morena más bien delgada, pero que su frontal no era sino tetas puntiagudas. Sin duda, se había ampliado el tetamen, demasiado volumen para el cuerpo que tenía. Así y todo, no me importaría clavársela allí mismo y ante la tía Susa, pero no, yo no soy así, soy peor-.

. - buenos días. Mi tía necesita unas gafas. Por favor, hágale una revisión para saber las dioptrías. Queremos una de esas bifocales sin reflejos.

. - no hay problema. Si me acompaña, por favor –le dijo a tía Susa-.

. - anda, tía. Ve con ella –dije a la tía que no se movía. Al final avanzó junto con la morenaza que me dio el culo al entrar en un cuarto oscuro-.

Me entretuve mirando las diferentes gafas expuestas. En eso entró una muñeca. La había visto, pero no sabía dónde, ni cuando, pero la había visto en algún lugar, sin duda.

. - buenos días –dijo seria-.

. - hola, buenos días.

. - ¿trabaja aquí?, ¿me puede atender?

. - no, lo siento. Soy un cliente. La dependienta está ocupada con mi tía en esa habitación. Aunque si es información lo que quiere…

. - ¿sabe de gafas y demás?

. - no, la verdad es que no, pero aprendo rápido.

. - entonces no, gracias. Necesito lentillas, eso es lo que necesito.

. - sí, es lo mejor.

. - ¿cómo dice?

. - ocultar esos bonitos ojos con unas gafas, no estaría bien. Aunque a mí las lentillas, como que no.

. - No veo que lleve gafas.

. - las uso, pero solo para conducir y ver la tele.

. - ya, entiendo. ¿Es de por aquí?

. - sí y no.

. - ¿cómo es eso?, se es o no se es.

. - si ser de la ciudad es ser de aquí, lo soy. Pero no de esta zona, precisamente. Por cierto, me llamo Salvador.

. - Ángela.

. - ¿estudias o trabajas?

. - ¿me va a hacer un examen?

. - no digo que no, pero solo es por charlar hasta que salgan las damas. Por cierto, ¿eres famosa?, creo que te he visto en algún sitio, pero no sé dónde.

La cara de la chica cambió. No le había gustado mi salida. Una pena, no estaba nada mal la morena. Lo tenía todo en su sitio en su justa medida.

La campana la salvó de responderme. La tía y la dependienta tetuda aparecían por fin.

. - disculpa –le dije a la tal Ángela y me fui con las dos mujeres. Estuvimos eligiendo el tipo de gafas. Luego las dejé pagadas y acabamos allí.

Al mirar a la tal Ángela, ella tenía los ojos fijos en mí. Una sonrisa por mi parte y cambió la cara de ella, apartándola a un lado.

. - bueno, tengo que irme. Suerte con las lentillas.

. - gracias.

. - hasta más ver –dije saliendo del brazo con mi tía. Ángela dirigió sus bonitos ojos a mi trasero hasta que me perdió de vista.

. - ¿Conocías a esa chica, Salvadorcito?

. - no, ya quisiera yo –Dije sonriendo, apretándole el brazo- ¿estás celosa, tía?

. - no, por favor.

. - no debes estarlo. Claro que me gustaría llevármela a la cama, pero cuando regreso a casa, quiero que estés tú para calentármela bien.

. - gracias, sobrinito. Te la calentaré cada noche.

. - Gracias, tía. Así me gusta. Ya vendremos a por las gafas cuando las tengan montadas. Ahora a por la ropa.

Volvimos a bajar por la escalera mecánica y llegamos a una tienda que no se le veía el fondo de lo grande que era. Entramos y nos fuimos directamente a la ropa de señoras. Allí estuvimos un buen rato hasta llenar un par de bolsas con ropa moderna de la medida de la tía Susa. Yo elegía el tipo y ella se entendía con la dependienta en medidas y demás. Al final, la tarjeta echaba humo, pero no me importó.

Habíamos echado la mañana en el centro comercial. Así que era hora de comer algo y es que no tenía ganas de comer en casa.

. - tía, comamos aquí mismo. Al fondo hay un pequeño restaurante.

. - pero nos saldrá caro...

. - tía, un día es un día. No vamos todos los días a comer fuera, pues no nos llegaría el presupuesto, pero un día, si, mujer. Luego nos metemos en un cine y hacemos el día.

. - como tú quieras sobrinito Salvadorcito.

. - tía, tía. ¿No podrías llamarme querido, sobrino o similar? Eso de Salvadorcito, como que no me gusta mucho.

. - perdona, sobrino. Siempre te he llamado así.

. - y te lo agradezco, pero ya no soy un niño, tía querida. Ya soy bastante mayorcito.

. - no, desde luego que no eres ya un niño, sobrino –dijo sonriendo y mirando hacia mi paquete-.

. - ¿entonces?

. - bueno, lo intentaré, querido sobrino.

. - gracias, no esperaba menos de mi tía preferida.

. - me tienes loca, ¿lo sabes?

. - de amor, supongo.

. - claro, mi amor. De puro amor por tus huesos y que Dios me perdone, pero me corro nada más pensar en lo que hacemos en casa.

. - y más que lo que vamos a hacer. Anda, sentémonos al fondo, en un sitio tranquilo.

Cuando llegamos al pequeño restaurante, nos sentamos en una esquina, fuera del tránsito. Ella pidió una sopa y yo unos escalopes empanados con papas fritas. Sentados frente a frente, sonreí. Estaba maravillado de aquella mujer. La de placer que me estaba dando y siendo así que no lo había planeado. Al menos por su parte, que yo lo pensé nada más saber que iba a estar en mi casa.

Me descalcé de mi zapato derecho y alargué la pierna hasta meterla entre las de la tía Susa. Casi se atraganta con la sopa. Dio un respingo. Cuando supo que era mi pierna, respiró hondo y se abrió mejor de piernas. Llevaba las blancas bragas, aun así, eran de una elasticidad asombrosa, con lo que no me costó nada bajárselas lo justo para meterle mi pie en su vagina y dejarla allí jugando con su clítoris y resto de aparato sexual.

. - me vas a matar –dijo bajito-.

Sonreí y seguí comiendo. No saqué el pie de donde lo tenía, es más, apreté un poco más hasta hacerle soltar un gemido apagado de su boca.

Ella intentaba disimular, pero se le daba fatal. Sus ojos cerrados decían que estaba disfrutando.

Cuando dejé de sobarle sus partes y retiré el pie, estaba corrida, muy corrida.

Con disimulo me saqué el pene y con señas, le dije que estaba listo para ser pajeado por una de sus piernas. Hizo como que no entendía, pero al final, sonrió y sentándose más cerca de la mesa, se descalzó y como pudo, empezó a jugar con mi polla. Cogí aire y casi me atraganto yo ahora. Qué mujer para pajear. Ya fuera con la boca o como ahora, con su pie. Sin duda, era una autodidacta.

. - hola, estás aquí –oí que me decían detrás mío. Me sonaba conocida la voz, pero no recordaba de quien. Sea como sea, casi me da un infarto, pues tenía la polla fuera de mis pantalones bajo la mesa a merced de que se diera cuenta la recién llegada, que no era otra que la chica de la óptica, la tal Ángela.

Como pude, me senté bien. Lo mismo que la tía, que se volvió a calzar la mar de avergonzada, creyendo que la habían cogido, pero no.

. - hola. De nuevo nos vemos. ¿Vienes a comer algo?

. - sí, vengo con una amiga.

. - si queréis podéis comer con nosotros.

. - no gracias, te lo agradezco.

. - como quieras. Buen provecho.

. - gracias, igualmente.

La chica se fue a otra mesa. Era la más alejada de nosotros. Ella y una pelirroja se sentaron juntas y cuchicheaban mirando de vez en cuando hacia nuestra mesa.

. - casi nos cogen, sobrino.

. - sí, casi me da un infarto. Será mejor que me la guarde. No está el horno para bollos.

. - en casa acabaremos lo que hemos empezado.

. - nada de en casa. En el cine vamos a hacer lo que hacen las parejas.

. - ¿en el cine?

. - no te preocupes. A esta hora no va nadie. Coma tranquila, tía.

. - no sé si podre, querido. No sé si podré…

Una vez acabamos y pagada la comida, nos levantamos con las bolsas que habíamos comprado. Pasamos por delante de las chicas y las saludé y continué hacia los multicines.

Allí elegimos una película acorde con los gustos de la abuela, aunque la verdad, no echaban ninguna de Manolo Escobar y familia, así que entramos en un rollo melodramático donde no moría ni Dios.

Ciertamente, éramos los únicos a aquella hora tan temprana de la tarde. Nos sentamos en la última fila. Allí, solos los dos como dos tortolitos, puse las bolsas en una silla a mi lado y fue apagarse las luces, que me zampé a la tía Susa.

Ella, que no decía nunca que no, pronto tuvo los pechos fuera de su ropa. Mis labios no se cansaban de disfrutarlos, mientras ella intentaba no gemir demasiado alto, pero no podía evitarlo. Suerte que estábamos solos y el sonido de la película era lo bastante alto como para taparla a ella y sus gemidos.

Cuando la puse a mamármela a destajo, llegó un momento en que la hice sentarse sobre mi polla mientras nos comíamos la boca el uno al otro.

Sí señor. Aquello era la reostia puta. Ambos disfrutábamos del otro como Dios, no atreviéndome a darle por culo, pues ya sería demasiado, pues aún no había dejado de gritar cada vez que se la empepinaba por su ano en casa. Aun así, lo pasamos de puta madre.

Las dos corridas en su boca fueron de órdago y muy señor mío. Sí, señor. Esta tía mía era de lo más servicial y caliente.

Cuando salimos del cine, cada uno se fue al baño correspondiente y nos limpiamos lo justo. Una vez nos volvimos a encontrar en la puerta de los baños, las caras de ambos decían más que mil libros de amor. Rebozábamos de lujuria por los cuatro costados. Aun así, me impuse y le impuse ser prudente y regresamos a casa lo antes posible.

Fue traspasar la puerta de casa, que se me tiró a los brazos llorando.

. - mujer, ¿por qué lloras ahora?

. - lloro de felicidad. Soy muy feliz.

. - ¿y lloras por eso?

. - perdona, no lo puedo evitar. ¿Nos damos un baño, mi amor?

. - por supuesto, querida –solté las bolsas en el suelo y le cogí de la mano y nos metimos en la ducha-.

Cerré la puerta de la mampara y dio comienzo un nuevo juego sexual donde, esta vez sí, acabé dándole por el culo, su bendito culo.

Sus gemidos, ahora no frenados por la vergüenza, me la hicieron poner más dura de lo que la tenía y fue una follada tremenda.

No salimos del baño hasta que estuvimos extenuados ambos. De allí, nos metimos en la cama y no nos despertamos hasta que la noche no nos cayó encima. Y claro, comimos frugalmente, para volver al tajo sexual en la cama, de la que no salimos hasta la mañana siguiente, cansados enormemente, pero bien contentos.

Al despertar, estaba con su cabeza en mi pecho. Ninguno de los dos quería levantar el vuelo.

Mientras con un brazo jugaba con uno de sus pechos, el otro acariciaba sus pelos y los besaba de vez en cuando. Ella, como no, jugaba con mi pene, que estaba volviendo a la vida de nuevo.

No tuve que pedírselo, pues sabía lo que me gustaba su culo. Ella se giró y levantó en pompa su trasero viejo y arrugado. Me posicioné y sin decir palabra se la enterré hasta los huevos. Grititos de dolor y placer se intercambiaban y yo dale que te dale cada vez más rápido hasta que me vacié por completo dentro de ella.

Una vez explotada la polla, me la mamó para tomarse su primera leche del día, mientras yo succionaba la que le había metido ano adentro con mi lengua y un par de dedos.

Una vez acabado el trabajo mañanero, nos metimos en la ducha y nos quedamos como nuevos.

Dejé a tía Susa con sus cosas en casa y me largué a ver un partido de futbol entre dos equipos rivales de la ciudad. Era fan del más pobre, lógicamente. Aun así, no esperaba nada bueno del rival.

Las gradas estaban a medio llenar como venía siendo las últimas veces por las cagadas del equipo y es que la gente no está para aguantar fallos tras fallos del equipo de sus amores.

Cuando empezó el partido, empezó a llover y yo sin un maldito paraguas que ponerme encima del casco.

. - te vas a mojar –oí que me decía la hembra que había conocido en la óptica el día anterior. Si, era ella y estaba con su amiga de nuevo-.

. - Ángela, ¿verdad?, ¿no me digas que te gusta el futbol?

Ella se sentó junto a mí y me protegió con el paraguas del agua que nos caía encima, cosa que agradecí con una sonrisa. Su amiga se me puso a mi otro lado. Me gustaba aquello.

. - la verdad es que no mucho.

. - pues para no gustarte el futbol, has elegido un buen día –le dije mirándole las rodillas que su exigua faldita no tapaba-.

. - hola, me llamo Úrsula –dijo su amiga a mi otro lado-.

. - hola Úrsula, Salvador para servirte. ¿A ti tampoco te gusta el futbol?

. - a mí sí. Me gusta ver esos traseros tan marcados y no digamos los paquetes.

. - vaya, una cachonda.

. - a qué sí, ¿verdad?, ¿A qué te dedicas, Salvador?

. - si te lo dijera tendría que matarte.

. - vamos, ni que fueras espía. Anda, dímelo, Ángela quiere saberlo.

. - ¿y por qué no lo pregunta ella? –dije girándome hacia la susodicha Ángela, que miraba al campo sin mirar-.

. - Úrsula, ésta me la pagas.

. - anda, pero si no paras de hablar desde ayer de lo mismo.

. - ¿es verdad eso, Ángela? Pregunta lo que quieras, que ya te diré lo que me dé la gana.

. - si me vas a mentir, mejor no pregunto.

. - prueba a ver, mujer. Pero primero dime ¿por qué has venido a este partido si no te gusta el futbol?

. - su hermano es el número 7 del equipo local. Ramón se llama.

. - ¿el 7 dices?, no lo veo.

. - claro, porque está en el banquillo.

. - ah, lo siento, Ángela. Ya saldrá más tarde.

. - sí, ya saldrá –dijo ella-.

. - bueno, ¿entonces en que trabajas? –dijo Úrsula, sonriendo-.

. - ¿lo quieres saber tú o ella?

. - ya puestas, las dos.

. - pues ahí va. Soy medio-pensionista. Fui ferretero un chorro de años. Y vosotras, ¿qué sois?, ¿en qué trabajáis?

. - somos hijas de papá –dijo riendo Úrsula-.

. - bonita profesión. ¿Dónde hay que apuntarse para estudiar esa misma profesión?

. - con que tus padres estén forrados, lo tienes solucionado.

. - ¿tú piensas lo mismo, Ángela?

. - yo no tengo la culpa de ser hija de quien soy. ¿Por qué te han dado media pensión?, ¿Qué te pasa?

. - tengo un par de vértebras de la columna vertebral que van por su lado. Vamos, que me han dado por medio inútil, no puedo llevar peso o me quedo en silla de ruedas, aparte de eso, se puede decir que estoy de puta madre. Ya lo sabéis. Ni mi tía lo sabe, así que ya estaréis contentas las dos.

. - ¿era tu tía la que iba contigo ayer? –preguntó Ángela Channing de Falcon [Y1] Crest-.

. - sí, vive conmigo. ¿Estáis buscando piso? Tengo uno al lado del mío, libre y alquilable.

. - ¿dónde está?

. - a diez minutos de aquí. En la zona norte.

. - ¿tú que dices, Úrsula?

. - ya di mi palabra para el otro. Otro día será.

. - ¿de verdad estáis buscando piso o estáis cachondeándoos de un pobretón?

. - es verdad. Vamos a vivir juntas fuera de la casa paterna.

. - ¿pero trabajáis o no trabajáis?

. - no, no trabajamos. ¿Tienes una empresa para ofrecernos un puesto? Me gustaría de secretaria buenorra, de esas que enseñan el canalillo –dijo Úrsula-.

. - ¿voy a tener que montar una empresa solo para ver ese canalillo, Úrsula?

. - a lo mejor no. -Dijo mirando a los lados y aflojándose la cremallera de su delantera. Con una sonrisa que derretía el hielo, se inclinó lo suficiente para enseñarme el canalillo-.

. - la madre que te parió, Úrsula. Tu madre te dio una buena delantera. Tápate anda, que me vas a poner enfermo.

. - estoy más buena que Ángela, ¿a qué sí?

. - bueno, para eso tendría que verle el canalillo a la otra parte contratante –dije mirando a la interfecta-.

. - a mí no me mires. Yo no enseño el canalillo al primero que me lo pide.

. - es una pena. Bueno, Úrsula, por abandono, quedas proclamada como la buenorra con el mejor canalillo del momento.

. - me gusta este tío, Ángela. Es un cachondo como yo.

. - todo tuyo.

De repente, la gente gritó gol del equipo contrario. La desolación se apoderó de los locales.

. - la madre que los parió. De nuevo vamos a perder. Dile al entrenador que saque a tu hermano y meta algún gol, mujer.

. - yo no mando en el entrenador. Solo soy el hermano de un jugador.

. - es una pena. Oye, ¿no tenéis frío con esas falditas tan cortas que os gastáis tan monas?

. - yo me estoy helando mis partes. Ángela, ¿por qué no nos vamos?

. - os invito a un chocolate caliente con churros. Aquí, al lado, los sirven. Este partido ya ha empezado mal y acabará peor.

. - no podemos hacerle eso a Ramón. Le dijimos que veníamos a vitorearle.

. - ni que fuera un toro. Si es un buen hermano, entenderá que, con este tiempo, lo mejor es estar bajo techo y no mojándose uno el trasero –dije-.

. - Ángela, llama a tu hermano y dile que nos guarecemos. Que lo esperamos en ese sitio donde nos tomaremos el chocolate. Me estoy congelando y no trajimos abrigo.

. - vale, pero no está bien. Se lo prometimos...

. - échale la culpa al tiempo, siempre funciona –dijo ella riendo-.

Mientras Ángela llamaba a su hermano, Úrsula y yo nos levantamos. Me guarecí bajo su paraguas y salimos hacia el exterior. Allí esperamos a Ángela.

. - oye, Salvador –dijo Úrsula mirando al suelo-.

. - dime, guapa.

. - quiero echar un polvo contigo –dijo sin levantar la cara del suelo-.

Le alcé la cara lo justo para verle los ojos.

. - ¿y eso?, ¿estás segura?, ¿Apenas me conoces?

. - ha sido amor a primera vista. Me gustaste nada más echarte el ojo encima en el restaurante del centro comercial. No he parado de pensar en ti y no quiero que desaparezcas sin decirte lo que pienso de ti. Soy muy lanzada.

. - la verdad es que no es muy normal que, a la primera de conocer a una chica, me pida relaciones, pero ello no me disgusta. A mí también me gustaría Úrsula. Sobre todo, después de verte el canalillo –dije sonriendo-.

. - para eso te lo enseñé, para que no pensaras en otra cosa –rio ella. En eso llegó Ángela y nos vio riendo-.

. - ¿de qué os reís?

. - si te lo dijera…

. - sí, tendrías que matarme. Déjalo, no me importa. ¿Nos vamos a tomarnos ese chocolate?

. - sí, vamos.

(Parte 2 de 16)

FIN

[Y1]