Medio-pensionista (16)

Vicisitudes de un medio-pensionista en 16 trozos.

MEDIO-PENSIONISTA

(16-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Pasamos el tiempo de aquí para allá hasta que la hora de volver llegó. Las chicas estaban contentas y yo también.

Ya en la mesa, las niñas no paraban de parlotear de los libros que habían visto.

. - estás hecho todo un padrastro, cariño –dijo Sofía cogiéndome una mano-.

. - es imposible no serlo con unas chicas tan maravillosas como ellas. Espero que te den la custodia de Íngrid, estaríamos completos.

. - eso ya es más difícil, pero cosas peores se han visto en este mundo –dijo Pepi-.

El juicio de Pepita se celebró. Esta vez tuve que cerrar el kiosko para asistir, pues Eloísa no podía perderse un importante examen.

El juicio fue bien rápido. Oídas las partes, el juez dictaminó sobre el terreno, pues era bien fácil. Pepita tenía que dejar que se le hicieran las pruebas al niño o la metían en chirona por desobediencia. Punto final.

De allí fuimos a un hospital y le hicieron la extracción al bebé. Todo ello pagado por la parte contratante que eran los supuestos abuelos, que para eso fueron los que pidieron la prueba. Una vez realizada, los llevé a casa y me fui al tajo del kiosko.

La respuesta del A. D. N. llegó varios días después al mismo tiempo a la parte contratante y la parte contratada. Es decir, a los supuestos abuelos y a Pepita. Había dado positivo, el niño era el hijo de Rafael Herrera, heredero de las Bodegas Herrera.

Con esa confirmación, los abuelos emplearon otra manera de acercarse a Pepita. Nos invitaron a su casa a una reunión sobre el futuro del bebé y de la madre también.

. - no pienso ir-.

. - por favor, recapacita, Pepi. Piensa un poco en tu hijo y no el odio que le tienes a esa familia. Los abuelos no tienen la culpa, ni tampoco David de lo que hiciera su padre alejándose de ti. Hazlo por el chico, se merece un futuro y sus abuelos se lo pueden dar.

. - no quiero dejarte, ni a Sofía, ni a las chicas.

. - querida, ahora lo que importa aquí es David. Nosotros vamos y venimos, pero David es tu hijo y se merece lo mejor que el dinero se le pueda dar. Además, solo estarás a dos horas de aquí, nos visitaremos siempre que podamos.

. - creo que tienes razón. Salvador, tú que eres muy leído, ¿tengo derecho a una pensión por parte de Rafael y ahora por sus padres?

. - bueno, eso es peliagudo. Se supone que quien tenía que darte la pensión, era Rafael y una vez fallecido, se habrá extinguido tal pensión. ¿O no?, no me hagas caso, consúltalo con un abogado o con los de la Seguridad Social. No estoy al tanto, lo siento.

. - pero, y si le pido una pensión a los padres, ¿me la darán?

. - eso depende de ellos. No lo sé, tampoco.

. - Les obligaré a darme esa pensión. Viviré con ellos, vale, pero la pensión tendrá que pagarla cada mes.

. - estás en tu derecho de pedirla, querida. Solo falta que te la den.

. - no lo entiendes, mi amor. Es para ti.

. - pero ¿qué dices? De eso nada. A mí nadie me mantiene. Faltaría más. A lo sumo me ayuda, pero una vez que no vives aquí, no aceptaré tu dinero.

. - entonces pondré la cuenta a nombre de las chicas, de Candy, Íngrid y de tu amiga Eloísa, para que se paguen los estudios.

. - bueno, no puedo negarte que es una idea de lo más bonita por tu parte. Te lo agradecerán, estoy seguro.

. - pues ya está. Lo que no sabes es que te la estoy dando a ti indirectamente.

. - eso creo yo también, pero no objetaré nada al respecto, siempre que esté a nombre de ellas.

. - lo estará. Si no acceden a esa pensión, les pondré pegas y solo podrán ver al niño cuando el juez lo diga y no todos los días.

. - mira que eres una lianta. Me gusta. ¿Cuándo dices que te vas a reunir?

. - que nos vamos a reunir. Sin ti, no voy. ¿Cómo voy yo a estar sola ante ellos? Seguro que llevarán un enjambre de abogados. ¿Debemos llevar nosotros alguno también?

. - pues ahora que lo dices, no estaría de más, si ellos lo van a llevar también, que, si no, no deberías llevarlo o parecería algo feo por tu parte. Habrá que informarse antes, llamándoles.

. - ¿te encargas?

. - me encargo.

Busqué en la guía el teléfono de la bodega. Cuando después de tres llamadas más conseguí hablar con la casa, hice que llamaran al abuelo. Le dije que Pepita asistiría y le pregunté cómo sería la reunión, si con abogados o sin ellos. Según me dijo, preferían una reunión privada, sin abogados de por medio. Le dije que no llevaríamos abogados tampoco, pero que, si aparecía alguno, nos íbamos. Me prometió que no habría ninguno.

Era domingo y la casa principal de la bodega estaba delante de nosotros. Desde la entrada hasta la casa, tardamos 20 minutos, así de grande era la finca.

En la entrada de la casa nos esperaban los abuelos del chico. Una vez fuera del auto, saludé a ambos, Pepita también, pero sin alardes interpretativos, un buenos días y listo.

Nos invitaron a entrar a la casa y nos llevaron a un cuarto que era más grande que toda nuestra vivienda. Era el despacho del patriarca, el abuelo del chico.

. - sentaros, por favor –dijo la mujer de la casa. Esta vez era la que llevaba la voz cantante, pues no quería dejar en manos de su marido, hombre un tanto impulsivo, las negociaciones de algo tan importante como el futuro de la bodega- ¿quieren algo para beber antes de que llamen para comer?

Tanto Pepita, como yo, no éramos bebedores y declinamos la invitación, aunque podíamos haber pedido un vaso de zumo, pero no teníamos ganas de nada, sino de empezar y acabar con lo que habíamos ido a dilucidar.

. - ¿puedo cogerlo un momento? –Pidió la abuela a Pepita-.

. - sí, ¿por qué no? –Se lo entregó y respiró hondo-.

La abuela soltó una lágrima al besar al niño que dormía plácidamente.

. - Es la viva imagen de nuestro Rafael –su marido se acercó a verlo y afirmó-.

. - así es, una copia de Rafael-.

La abuela se sentó y lo meció cariñosamente. Luego habló.

. - lo hemos hablado mi marido y yo y queremos que te vengas a vivir con nosotros, Josefa –dijo ella-.

. - aquí tendrás todo lo que puedas necesitar y el niño también –añadió el suegro-.

. - tengo algunas condiciones –dijo sacando un papel que había leído cuarenta veces, pero que necesitaba echarle un vistazo de nuevo. Sonreí al ver que lo volvía a guardar-.

. - ¿qué condiciones son esas? –Dijo la suegra-.

. - primero, quiero una pensión vitalicia de 2.000 euros mensuales.

. - hecho –dijo la abuela como si nada-.

La rápida aceptación por parte de la mujer, la desarmó, pero luego se recompuso.

. - la pensión se pondrá a nombre de tres personas, no será para mí. Ya le daré los nombres.

. - hecho –repitió la mujer-.

. - quiero moverme libremente por donde yo quiera, no voy a estar encerrada en esta casa, ni en la misma finca. Si un día quiero salir, salgo y no tendré que pedir permiso a nadie.

. - hija, esto no es una cárcel. Claro que podrás ir a donde quieras, pero debes ir con escolta a donde quieras ir, hay mucha gente malvada por ahí-.

. - ¿guardaespaldas, dice?

. - sí, un par de guardaespaldas cada vez que salgas. Ni siquiera te preguntaré a dónde vas, solo espero que vuelvas con nosotros y nos dejes educar al niño como un heredero que es de las bodegas.

. - me parece justo. Pero los estudios lo consensuaremos entre los tres, nada de dirigir la vida de David. Además, necesitaré dinero para moverme.

. - lo tendrás, descuida.

. - lo quiero todo por escrito, que luego si te he visto, no me acuerdo.

. - se hará como quieres. ¿Se quedará el sr. Salvador Morales con nosotros? –dijo mirándola a ella y luego a mí-.

. - no, Salvador no vivirá con nosotros. Tiene su propia vida.

. - ¿qué sois?, ¿amigos?, ¿amantes?, ¿qué sois? -preguntó la mujer-.

. - perdone, pero eso a usted no le importa. Salvador tendrá libertad para visitarme cuando quiera, además de los que vengan con él. Eso también lo quiero por escrito.

. - ¿alguna cosa más? -dijo la mujer-.

. - por ahora no, pero me reservo incluir alguna cláusula. ¿Se dice así?, bueno, pues eso, alguna clausula según se me ocurra. Comprenda que no sé lo que me depara el futuro y quiero tener una puerta abierta para cambiar si algo me perjudica a mí o a mi hijo. Eso también deberá estar por escrito. Aparte de lo que le he dicho, no tengo nada más que añadir al respecto.

. - perfecto. Entonces hemos acabado, como si dijéramos, el papeleo. Bienvenida a la familia, Josefa –dijo la mujer-.

. - gracias, pero prefiero Pepi o Pepita. Espero haber acertado, viniendo.

. - lo has hecho. Es lo mejor para el bebé. Solo nos queda pedirte perdón en nombre de nuestro hijo por lo que te hizo. Te juro que no sabíamos nada de ti y de tu embarazo.

. - gracias. Aceptadas las disculpas.

. - bueno, entonces es hora de comer –dijo tocando una campanilla. Apareció una sirvienta, invitándolos a la mesa, pues ya estaba todo listo para el almuerzo.

La velada transcurrió más tranquila de lo que había imaginado. No eran unos ogros como pensaba Pepi, solo eran unos padres tristes por la muerte de su hijo y felices por saber que tenían un nieto al que malcriar y hacer heredero del imperio bodeguero.

Habíamos hablado Pepi y yo que regresaríamos a casa y si todo marchaba bien, al día siguiente regresar a la casa ya para siempre, al menos ellos dos, pero ¿para qué regresar, si ya estaban allí y se había llegado a un acuerdo?

Pasé la tarde con ellos. En un momento y en la habitación de lo más lujosa que le tenían reservada, le di polla por el culo hasta correrme en su boca. Fue una especie de despedida, si no definitiva, si hasta un tiempo no tan corto como quisiera yo.

Los tres me despidieron en la puerta de la casa. Saludé a los abuelos y di un beso en la boca a Pepi, sin importarme del que dirán los viejos.

. - ve con cuidado -dijo Pepi-.

. - no te preocupes. Te enviaré tus cosas lo antes posible.

. - te lo agradezco. Dale un beso a cada una.

. - se los daré.

. - que no pase mucho tiempo sin visitarme tú y las chicas.

. - también lo haré. Cuídate y si la cosa no funciona… –dije mirando a los viejos- …tienes una habitación en casa para ti-.

. - gracias, lo sé –nos abrazamos y me despegué, para subirme al auto y salir de allí-.

. - ¿es alguien muy importante para ti? –Dijo la abuela-.

. - después de David, es el más importante.

El tiempo pasó y llegó un día que tocaron en la puerta. Abrí y allí estaban Pepita y David de la mano, una sonrisa de oreja a oreja, no pude evitarla.

Nos abrazamos y besamos. Luego cogí al pequeñajo y lo levanté en alto.

. - entrad, entrad –dije mirando fuera- ¿dónde están los escoltas?

. - abajo, en la puerta. Querían subir a revisarte la casa los muy majaderos.

. - ¿son como en las películas?

. - más o menos. No hablan mucho, la verdad. Bueno, ¿dónde están las chicas?

. - imagínatelas, ahora mismo iba yo a hacerles compañía.

. - ¿puedo yo también?

. - mujer, estás en tu casa.

. - gracias, mi amor. Estaba deseando llegar.

Soltó al niño, el cual iba detrás de ella. La cara ropa de Pepita fue cayendo al suelo, lo mismo que la barata mía. Cuando llegamos ante la puerta del dormitorio, con ambos desnudos ya, asomó la nariz y pudo ver una estampa que deseaba volver a recordar.

. - ¿se puede?

Varias gargantas profundas gritaron a la vez su nombre y dejaron de hacer lo que hacían, que no era otra que disfrutar del mejor sexo entre mujeres.

Se bajaron de la cama y abrazaron y besaron, para luego llevarla casi en volandas hacia la cama y comérnosla, yo incluido, a besos y lametones por todo su cuerpo.

Cuando Candy se adueñó del pezón y comenzó a mamar y no saco nada, se lamentó.

. - oh, ¿ya no tienes leche, Pepi?

. - lo siento, cariño. David ya no me mama y la naturaleza ha hecho el resto. Pero puedes tomarte mis fluidos, esos sí que siguen siendo abundantes. Solo de pensar en los cuatro, me corro de gusto.

Dicho y hecho, Candy se metió entre las piernas de la rica Pepi y se tomó un buen trago de jugos vaginales, mientras yo ya tenía mi polla en su culo y le daba polla culera hasta hartarme.

Entre los cuatro nos comimos bien comidos a Pepi y ella a nosotros, que no era manca.

Con todo esto, nos habíamos olvidado del pequeño David. Cuando Íngrid lo localizó, estaba ante la televisión del salón viendo dibujos animados. Ni se acercó a él, regresando con los demás a la cama. Tocaba disfrutar con su madre, pues se iría pronto, seguro.

Pasamos todo el día en la cama dándonos placer mutuo. Luego de una ducha somera, Pepita se vistió.

. - Os traje algunos regalos.

. - ¿dónde están…?, ¿dónde están…? –Dijo Íngrid desesperada-.

. - al lado de la puerta los dejé-.

Las dos chicas salieron corriendo en pos de los regalos.

. - ¿cómo es tu vida de rica bodeguera, Pepi? –Dijo Sofía caminando a su lado hacia el salón-.

. - pues la verdad, rodeada de lujos. Esa es la verdad. Intento no gastar demasiado. He tenido que aprender a beber vino, si no, sería el hazmerreír de la competencia. Suelo salir con mi suegra a recepciones, que antes ni me acercaba a ellas. ¿Sabes que he hablado con algunos jugadores del Real Madrid? El viejo es un fan del equipo y tiene un palco. Solo espero no echarme a perder demasiado. Otra cosa, ¿os llega el dinero que les hice poner a nombre de las chicas?

. - sí, gracias, querida. Cuando lo necesiten, iré sacándolo. De momento solo hemos sacado para Eloísa. La universidad es cara y ese dinero le viene de maravilla.

. - me alegro. Bueno, tengo que irme, mi suegra me espera en un hotel para ir a una fiesta benéfica que da la bodega.

. - me alegro de que te hayas adaptado a tu nueva vida, cariño. Ven otro día –dijo Sofía-.

. - lo haré.

Las chicas estaban alborotadas, los regalos era ropa que se ponían sin pudor sacándose allí la que llevaban.

. - ¿qué tal estoy, mamá? –Dijo Íngrid, que, por lo visto, se habían olvidado de ella en asuntos familiares. Aún seguía en un limbo administrativo-.

. - estás preciosa. Pepi, no debiste…

. - mujer, deja que las niñas disfruten con mis regalos. Para vosotros os he comprado un reloj a cada uno. Cuidadlos bien, son muy caros.

. - no puedo aceptarlo, Pepi –dije-.

. - pues yo si el mío. Nunca he tenido uno tan bonito. Gracias, cariño –dijo Sofía y le dio un beso en los labios-.

. - Salvador, no seas tonto. ¿Cuántos regalos te he hecho?

. - bueno, vale. Pero no más regalos. Ya sabes que no me gustan y si son tan caros como éste, menos. Lo aceptaré, así si tengo problemas de liquidez, lo podré vender.

. - ¿y el dinero de la cuenta de las chicas? –Dijo Pepi-.

. - ese es para ellas. No tocaré un euro.

. - pero como eres, mi amor –se me abrazó y lloró de alegría-.

. - ¿y ahora por qué lloras, mujer?, pregunté-.

. - déjalo, Pepi. Este hombre no nos entiende –y se abrazó de nuevo a Pepi. Luego todo el mundo besó al pequeñajo, para finalmente, Pepita abrir la puerta y marchar hacia el ascensor-.

Pasado el primer año, las visitas de Pepita y David fueron menguando paulatinamente hasta que dejaron de producirse. Ni hacia su casa por nuestra parte, ni hacia la mía por ella y su hijo. Son cosas que pasan, no atribuyéndoselas a nadie en concreto.

Al final y de tanto insistir en asuntos sociales, le dieron la custodia de Íngrid a Sofía. Más que otra cosa, porque estaban desbordados, pues las desgracias se habían cebado con la ciudad y había más chicos que nunca que atender.

Ese día hicimos fiesta y fuimos de acampada, donde lo menos que hicimos, fue disfrutar de la naturaleza, sino disfrutar de la naturaleza del cuerpo de todos nosotros. Las chicas crecían y sus cabezas también, además de su pericia para darnos placer a su madre y a mí.

Ingrid se puso a trabajar en una boutique en un centro comercial y Candy, estaba en la universidad. Poco a poco se fueron soltando con los chicos. Sofía y yo comprendíamos que la naturaleza las llevaba a estar más tiempo con sus amigos, que con nosotros. Aun así, dormíamos cada noche en la misma cama y hacíamos el amor también cada noche.

Cuando Elisa iba ya por el tercer año de universidad, le hice una visita sorpresiva, tan sorpresiva, que me la encontré follándose al profesor de turno. Fue algo embarazoso para todo el mundo.

No hubiera pasado nada si yo no hubiera preguntado donde estaba el cuarto de Elisa a su compañera de piso, una rubia desbordante, que le tenía ganas.

. - ella y yo vivimos juntas. Tú eres Salvador, ¿verdad?

. - ¿te ha hablado de mí?

. - eres un tema recurrente.

. - ¿y cómo es eso?

. - no debería decírtelo, pero mereces saberlo. ¿No te dijo que se casaría contigo?

. - ¿también te dijo eso?

. - nos lo contamos todo. Pues lo siento.

. - ¿qué es lo que sientes?, explícate.

. - ya no lo va a hacer. Encontró un mejor partido que tú.

. - ¿conoces al nuevo?

. - ¿que si lo conozco?, me lo he follado varias veces y las que vendrán. También media universidad, la verdad. De hecho, es el profesor más joven de leyes que ha dado esta universidad. Sus padres tienen un bufete de los más importantes de la ciudad. Así, que no tienes nada que hacer.

. - te agradezco tus informaciones. ¿Me dices cuál es su cuarto?

. - voy a hacer algo más. Te dejo las llaves y entras. Así los coges in fraganti dándose el lote. La especialidad del profe es la puerta trasera, con eso, ya te digo todo. He salido porque me pidió que me largara para echar un polvo, pero me debe una putada similar que me hizo y se la voy a cobrar contigo. Toma la llave. Ahí tienes el número, es por ese pasillo y suerte o, mejor dicho, lo siento.

Sonriendo, la muy puta se largó tras una esquina. Con la llave en mi mano, no sabía si ir o no. Bueno, ¿y por qué no? Estas cosas cuanto antes se aclaraban, mejor.

Llegué ante la puerta y cogiendo aire, abrí, intentando no hacer ruido. Una vez abierta, metí la cabeza y no vi a nadie, pero olía a pizza recalentada. Entré y cerré tras de mí. Al poco oigo gemidos de hembra enculada, pues no era yo poco experto en el tema.

Me encaminé hacia la habitación del que salía el sonido tan característico. Antes de entrar, ya olía a semen y a coño. Tragué saliva y empujé la puerta. Sí, allí había un tío dando por culo a una hembra, cuya cara no adivinaba a ver aún.

Cuando la cara de Elisa asomó por un lado del cuerpo del enculador y me vio, casi se le caen las bragas. Bueno, no, porque no tenía, pero el techo, seguro que sí.

. - ¿Salvador, que haces tú aquí?

El enculador, con las manos en las nalgas de Elisa, giró la cabeza y bufó.

. - joder, Elisa, haberme avisado que te iban los tríos.

. - salte de mí, joder. ¿No ves que es una visita?

. - la leche. Ya ni se puede echar un polvo tranquilo.

Se salió con su polla toda inhiesta mirando al cielo. Luego se sentó y se calzó como si aquello lo hiciera todos los días, follarse a una alumna y ser interrumpido por un capullo, o séase, yo.

Elisa, con la forma de la polla del profe en su culo, se dio la vuelta y sentándose, se puso una camiseta.

. - ¿puedes esperarme fuera, Salvador? Por favor –añadió-.

No dije nada, salí de allí. Una vez fuera, cogí una revista y le eché un vistazo. Nada, pura chismorrería. Al poco, salió el profe metiéndose la camisa en los pantalones. Se fue sin despedirse, luego Elisa llegó ante mí.

. - hola –dijo-.

. - hola –dije-.

. - vaya situación, ¿no te parece?

. - me las he tenido peores.

. - pensarás de mí que soy una puta.

. - no veo por qué. ¿Porque te acuestas con el profe de turno? No, eso a mí ni me va, ni me viene.

. - incumplí nuestro trato.

. - son cosas que pasan. Recuerda que te dije que te buscaras a alguien que te mereciera, aunque creo, por lo que me dijo tu amiga la rubia de grandes tetas, que este profe se ha beneficiado a media universidad, a ella incluida, así que ten cuidado, no te haya pegado algo.

. - mierda, ¿te dijo eso mi amiga?

. - ¿cómo crees que conseguí la llave?

. - esa cabrona… Y no me dijo nada. A ver si me ha pegado la sífilis o algo peor.

. - ¿no tomas precauciones?

. - las mismas que tú, ninguna.

. - pero yo practico siempre con los mismos y ese que salió, no sé yo…

. - me ha prometido…

. - no me lo digas, un puesto en el bufete de su padre y un anillo en tu dedo.

. - sí, ¿Cómo lo sabes?

. - tu amiga.

. - bueno, así es.

. - no me digas que la Eloísa que conocía se ha vendido por un puesto de trabajo y un anillo. Esa no eres tú.

. - Salvador, la gente cambia. Lo siento si te he hecho daño.

. - no, a mí no me lo has hecho. Te lo has hecho a ti, Cenicienta.

. - ¿me vas a cortar el grifo?

. - no, ni mucho menos. Tendrás fondos hasta que termines tu carrera de abogacía. Yo me mantendré al pie del kiosko de igual manera. Una cosa no quita lo otro, pero eso sí, como te dije ya hace tiempo, no voy a casarme contigo. Eso continúa igual.

. - me lo merezco, por puta.

. - que no, que no eres una puta. Eres una mujer que se acuesta con una persona. Solo eso. Lo mismo que si te acuestas con otra. Es tu vida y solo tuya. No tienes que darme explicaciones, al igual que yo no las doy a nadie. Bueno, tengo que irme, el kiosko no espera.

. - eres un cabrón, ¿sabes?, ¿Por qué eres tan cumplidor de tu palabra?

. - ya te lo dije, es lo único que tengo y no me cuesta nada.

. - chicas, reunión familiar –les dije a las tres mujeres una vez en casa-.

Corriendo, se sentaron junto a nosotros, Sofía y yo.

. - ¿qué ocurre, Salvador?

. - ocurre esto. Sofía, quieres casarte conmigo, por favor.

. - ¿eh?

. - que si…

. - sí, te he oído. ¿Por qué ahora?

. - pues por eso, porque quiero casarme contigo y de paso, ser el padre de las chicas.

. - ¿vosotras qué decís, hijas? –dijo Sofía a las chicas, ya unas señoritas de pro-.

. - dile que no, mamá –dijo Íngrid-.

. - será posible –dije-.

. - es una broma, tonto. Claro que sí, dile que sí, mamá. Díselo antes de que se arrepienta –añadió Íngrid-.

. - ¿y tú, Candy? –Le preguntó su madre natural-.

. - pero mamá, vaya pregunta más tonta. ¿Qué ha sido Salvador para nosotros si no, un padre al que amamos y respetamos?

. - pues ya ves. Hay mayoría.

. - no me ha quedado claro. Las chicas dicen que sí, pero tú, ¿qué has dicho? Ellas tienen mayoría porque son dos y tu una. ¿Es que no quieres, Sofía?

. - ¿cómo puedes pensar eso, mi amor? Desde el día aquel que nos salvaste a Candy y a mí, deseaba ser alguien más que una amante para ti. Claro que quiero ser tu esposa, siempre lo he querido, mi amor –dijo y nos besamos y abrazamos. Ella lloró y las chicas también. Todos nos abrazamos-.

La boda se produjo ipso facto. Al domingo siguiente pasamos por el ayuntamiento y nos casó un concejal. Oficialmente éramos marido y mujer y las chicas, mis hijas también. Eso de hijastras, no iba conmigo. Eran mis hijas, mis amantes hijas.

No informamos a nadie de nuestro enlace. A nadie le importaba, sino a nosotros. Ni a Pepita, ni a Eloísa.

Las chicas seguían creciendo emocionalmente. Se echaban novios, se los follaban y cambiaban de novio para coger a otro al que se follaban también. En casa el sexo no decaía ni con Sofía, ni con las chicas, ahora mujeres hechas y derechas.

Con Candy en la universidad, lo de Íngrid era la vida al aire libre y se apuntó en una ONG. Acabó marchando a Perú y su vecina, Chile.

En cuando a Eloísa, sacó su deseado título de abogada y como colofón a nuestras relaciones económicas, una vez cobró el primer sueldo, me cedió gratis el kiosko, no en vano le había dado a ganar mucho dinero, además del que le había cedido Pepita, que dejó de recibir también cuando se licenció, como se había estipulado.

El remanente de la cuenta era ahora solo para Candy e Íngrid hasta que se independizaran definitivamente. Luego obligaría a Pepita a cortar la entrada de dinero en la cuenta. Habrían hecho su trabajo y no necesitaban más, sino el esfuerzo de su trabajo.

Con Sofía trabajando, yo con mi media-pensión, más lo que daban el kiosko y la vivienda que alquilábamos esporádicamente, tendríamos Sofía y yo para vivir sin pasar demasiada escasez de recursos.

Lo único que no iba a faltar en casa sería el sexo. Sexo hasta que se me cayera la picha a cachos a los 99 años o más con mis tres chicas. Ya no follaba fuera, ¿para qué, si lo tenía todo en casa...?

FIN

Yo:                               Salvadorcito (Salvador)

Tía:                              Susa

Amiga:                          Ángela

Amiga Ángela:               Úrsula

Hermano Ángela:           Ramón

Hermano tía Susa:         tío Fermín

Chapero:                      Alberto Saravia

Embarazada:                Josefa, Pepita o Pepi.

Desahuciada:               Sofía

Hija de Sofía:               Candy

Kioskera:                     Elisa

Ladronzuela:                Íngrid