Medio-pensionista (15)

Vicisitudes de un medio-pensionista en 16 trozos.

MEDIO-PENSIONISTA

(15-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Cuando llevábamos una hora de recorrido en silencio absoluto, me mandó parar.

. - hazlo en un lugar tranquilo. Necesito que me des por culo. Necesito dolor para no gritar como aquella puta loca contra esa familia de cabrones.

En silencio busqué un sitio donde aparcar. Luego ella colocó al niño delante y los dos subimos atrás. Sin decir palabra, se tendió a cuatro patas en el asiento, se bajó las bragas y la embestí con mi polla.

Lo reconozco, le di con todas mis fuerzas y se notó, pues gritó más de lo que habitualmente lo hacía, pues en casa cuidaba de no infringirle demasiado dolor debido a su estado vaginal postparto, pero ahora, me había olvidado de ello y gritaba como una desposeída. ¿No era lo que quería?, pues lo estaba teniendo y así yo estaba disfrutando como un bendito. La pena fue que el bebé se puso a berrear, pero hasta que no acabé corriéndome y tomándome mi lechita de su culo y limpiado éste, no atendió a David, al que dio la teta para que se tranquilizara. Ya junto a ella, me tomé la otra teta, pues necesitaba refuerzo alimenticio como el pequeñajo mamoncete de David.

El regreso a casa fue en total silencio, no interrumpido ni por la radio que no puse para no joder la atmosfera de mala leche que se notaba en el ambiente.

Estaba visto que las malas noticias venían a pares. Al llegar a casa, me esperaba la kioskera de mis amores, Elisa.  Estaba siendo consolada por Sofía. Pepita saludó y se marchó a su habitación con el niño.

Me acerqué a ella y ella a mí. Se me abrazó y lloró aún más de lo que lo hacía.

. - ¿qué te pasa, Elisa?, ¿Qué ha ocurrido?

. - papá, papá se ha ido.

. - vaya, lo siento, cariño. No sabes cuánto lo siento. Era un buen hombre.

. - Salvador, no sé qué hacer.

. - te dije que yo me encargaría, ¿dónde está tu padre ahora?

. - en el tanatorio municipal de Miller Bajo.

. - ¿sabes si tenía algún seguro para cuándo ocurriera…? ya sabes…

. - sí, lo tenía junto con mamá. Quería que lo incineraran y tiráramos las cenizas en la montaña junto a las de mamá.

. - eso es lo que haremos. De momento te quedas con nosotros, ¿verdad, cariño? –Le dije a Sofía-.

. - claro, mi amor. Hay una habitación libre que puedes ocupar sin problema.

. - pues no hay más que hablar. Ahora mismo voy a hablar con los de la funeraria y arreglar las cosas. Descansa, Elisa. Te avisaré cuando tengamos que ir a la iglesia.

. - gracias, Salvador. No sabía qué hacer.

. - anda, descansa. Solo tienes que darme la documentación que tengas de tu padre y saldré ahora mismo.

Elisa metió mano a su bolso y sacó una carpeta con papeles. Le eché un vistazo y dándole un beso en la frente, salí hacia la funeraria encargada de su padre.

. - Descansa. Salvador se encargará de todo.

. - sí, lo sé. Lo conozco de toda la vida y siempre cumple lo que promete.

. - veo que lo conoces bien. Salvador es lo mejor que nos ha pasado a mi hija y a mí. Vente, te enseñaré tu habitación.

En la funeraria presenté los papeles y me informaron de los pasos a recorrer hasta la incineración. Velatorio, iglesia, velatorio de nuevo e incineración después.

El padre de Elisa era muy conocido en el barrio, no en balde llevaba toda la vida con aquel kiosko y había mucha gente presentándoles sus respetos. A los que preguntaron, les dije que la hija estaba indispuesta, cosa normal en estos casos, y lo entendieron.

Por la tarde fue la misa funeral, a la que asistieron la hija, Elisa, Pepita, Sofía y yo mismo, además de medio barrio.

Una vez dado el pésame, el cuerpo regresó al tanatorio, donde fue quemado hasta convertirse en cenizas que se le dieron a Elisa en una bonita urna dorada.

Mientras Pepita y Sofía regresaban a casa, llevé a Elisa a la montaña donde debía esparcir las cenizas de su padre. Era un lugar con unas vistas preciosas, por eso les gustaba tanto a los padres de la chica. Hasta a mí me gustaba para vivir allí una temporada. Una pena que fuera un parque natural protegido donde no se podía construir. O una suerte, según se mire, para que durara más tiempo.

Le di las cenizas a Elisa y triste como estaba, las esparció por la zona.

Ambos nos quedamos mirando como el viento se llevaba las cenizas.

. - tu padre estará contento de regresar con tu madre.

. - sí y gracias a ti. Te lo agradezco.

. - será mejor que regresemos, está haciendo algo de frío aquí arriba.

De camino a casa los pensamientos de Elisa estaban repartidos entre su presente y su futuro.

. - Salvador, ¿iba en serio lo de ayudarme con el kiosko y conseguir que sacara la carrera?

. - ya me conoces, solo tengo una palabra.

. - es lo que me gusta de ti, siempre cumples lo que prometes.

. - es lo único que me queda. No soy rico, porque si lo fuera…

. - si fueras rico, seguirías siendo el mismo Salvador de siempre. Tú no cambiarás nunca. He tenido suerte de conocerte y yo cumpliré mi palabra también. Me casaré contigo cuando obtenga el título de abogada.

. - no, cariño. Esa parte no la vamos a ejercer. Tú no tienes que casarte conmigo. Consigue ese título y cuando lo obtengas y tengas ingresos, cásate con alguien que te merezca, pues yo no puedo hacerte feliz, pues no puedo guardarte fidelidad. Ya has visto lo que tengo en casa.

. - no me importa. Comprendo que debas desahogarte al no acceder a tener relaciones contigo.

. - aun así, no puedo casarme contigo. Debes saber toda la historia, para que actúes en consecuencia. Si a partir de este día me aborreces, lo entendería. A veces hasta yo mismo me aborrezco, pero no voy a cambiar, por lo que no quiero que me esperes.

. - ¿qué es eso tan grave?

. - tengo relaciones con Sofía y Pepita al mismo tiempo.

. - ah, con las dos. Bueno, una, dos, tres, lo mismo da. Esperaré.

. - Elisa, cariño. Que no puede ser. Además, tengo relación con las chicas también.

. - ¿con Candy e Íngrid también?

. - con ellas también. Es consentido, desde luego, pero comprenderé que no lo entiendas. A mí me cuesta entenderlo también, pero y te lo digo para que no haya malentendidos, no pienso dejar de tener relaciones con ninguna de ellas.

. - no me lo esperaba, la verdad, no me lo esperaba. Bueno, me da igual. Me dijiste que cambiarías cuando nos casáramos y me serías fiel. Confiaré en ti y yo cumpliré también.

. - Elisa…, Elisa… ¿Cómo hago para que rompas tu promesa? Ah, sí…, añadiré que me gustan los hombres también. Con eso ya tendrás que romper tu promesa.

. - ¿también con hombres?, ¿Tienes relaciones con hombres?, te refieres a usar su…

. - así es. Me gustan tanto los hombres, como las mujeres y demás, como te he dicho. Hasta me gustan los abuelos. Ya ves, soy un depravado con el que no puedes casarte.

. - tú me estás mintiendo. Dices todo eso para que rompa mi compromiso.

. - te lo he dicho precisamente para eso, para que rompas tu compromiso, pero no es mentira lo que te he dicho. Todo ello es rigurosamente cierto.

. - has sido sincero conmigo y yo lo seré contigo. No es que me guste que hagas lo que has dicho que haces, porque no me gusta. Pero siempre has cumplido con tu palabra y cuando llegue el momento, nos casaremos y dejarás de amar de esa manera a otras personas que no sea yo. Así que no hay más que hablar. Llévame a casa, hoy empieza el primer día del resto de nuestras vidas.

En silencio conduje el resto del trayecto hasta su casa. Mañana abriría el kiosko y como había prometido, lo llevaría yo mientras ella estudiaría para hacerse abogada.

. - ¿Vienes sin Elisa? –Preguntó Pepita-.

. - la dejé en su casa. Elisa se dedicará a estudiar para abogada. Hasta que lo consiga, llevaré su kiosko y cuando tenga el título, nos casaremos ella y yo. Es lo que le he prometido y lo cumpliré.

. - ¿y nosotras? –dijo Sofía en representación de las demás mujeres-.

. - entre vosotras y yo no cambiará nada. Al menos hasta que llegue el momento del matrimonio, seguiremos como hasta ahora.

. - ¿sabe lo nuestro?

. - sí, tuve que decírselo. Después de que nos casemos, cesaré de serle infiel, hasta entonces, me ha dado vía libre.

. - ¿cuánto se tarda en ser abogada? –preguntó la última en llegar, Íngrid-.

. - no te preocupes por eso, han de pasar varios años para dejar de disfrutar entre nosotros.

. - ¿quién tiene hambre? –dijo Pepita desabotonándose-.

El equipo grito “yo”. Ella, sonriente, se sentó en el sofá más amplio y acabó de sacarse la ropa de la parte de arriba, sostén incluido. Las dos chicas más jóvenes se tendieron a ambos lados con la cabeza bajo sus ubres. Fueron las primeras en degustar el rico manjar que salía de aquellos pezones.

. - nos han ganado por la mano estas cabronas –le dije a Sofía-.

. - ¿y qué podemos hacer nosotros entonces? –dijo sonriendo y sacándose las bragas. Se fue a un sofá y me esperó bien abierta de piernas-.

. - me has leído el pensamiento –dije sonriendo de oreja a oreja-.

Me arrodillé ante ella y le desabroché la maxifalda que llevaba, para luego sacársela por los pies. Era maravilloso lo que tenía delante de mis ojos.

Mientras le sacaba la parte superior, ella me desabrochó el cinto y me hizo sacar los pantalones. Me sobó la polla a través de los calzoncillos, para luego sacármelos también. Mi polla, cual muelle, saltó y se quedó mirando hacia el cielo.

Acercóse hacia su boca el miembro que tanto deseaba y se lo tragó todo, no dejando sino los huevos fuera, que sobaba con sus dedos, mientras un dedo descarriado se perdía en mi culo. Sí, la había enseñado bien.

El disfrute era mayúsculo. Cuando me dejó el miembro que volara solo, me agaché y separando sus muslos, me deleité tomándome sus sabrosos jugos con mi lengua.

No tardé en follarme su vagina, mientras se movía al ritmo de mis embestidas y una vez satisfecha por delante, su culo me presentó después.

Un lengüeteo a su ano y mi polla se perdió culo adentro. Sí, había aprendido de maravilla lo que me gustaba un buen culo como el suyo.

Mientras tanto, Pepita, que era mamada sin misericordia, sus manos no estaban ajenas a disfrutar. Las tenía metidas en cada vagina de las chicas, aumentando el disfrute de ellas y de ella misma.

De vez en cuando se llevaba los dedos a su boca para saborear las corridas, que le sabían a gloria puta.

La corrida propia de mi polla estaba próxima, así que me salí del ojete culero de Sofía y agachándome, le di un repaso con mi lengua a su ano y a su húmeda vagina, para después girarme hacia el trío de ases.

A la primera que di de mamar fue a Pepita, que dejó los anos de las chicas para cogerme bien el pito. Era insaciable, mamando.

Al poco invité a las chicas a disfrutar también de mi miembro más importante.

Las dos chicas mamaron al mismo tiempo, mientras Pepita hacia lo que podía entre las dos, pues tres bocas para una polla, daba solo para un tercio del tiempo que iba a tardar en correrme.

Sofía se apuntó a la fiesta de mamarme. Ahora eran cuatro hembras que se disputaban un hueco para meter la lengua y/o la boca.

Cuando no pude más, regué las cuatro caras con mi lechada más abundante. Las sonrisas del deber cumplido se dibujaron en sus caras y también en la mía.

Una tras otra, se dieron el gusto de ir tragándose mi polla en busca de algún goterón de semen, para después y entre ellas, lamerse la leche para provecho propio.

. - gracias, chicas. Sois formidables. chicas, esta noche será la de vuestra consagración final, os encularé a las dos.

. - por fin, Salvador –dijo Candy-.

. - no dirás lo mismo cuando haya acabado. ¿Tú que dices, Íngrid?

. - que quiero probarlo todo.

. - lo probarás, vaya si lo probarás. Y ahora que estamos todos, Sofía, desde mañana mismo, te informas sobre los pasos para ingresar en la universidad para tu hija, no puede estar todo el día holgazaneando.

. - tienes razón. Los padres trabajan y los hijos estudian. Mañana me pongo a ello.

. - ¿y yo, que?, también quiero ir a la escuela con Candy.

. - Íngrid, lo tuyo es diferente. Sabes que estás pendiente de que vengan a recogerte.

. - pero yo me quiero quedar contigo. Ir al colegio con Candy y hacer el amor.

. - lo siento cariño, pero eso no depende de mí, ya lo sabes.

. - pues me escaparé y regresaré aquí.

. - y de nuevo te llevarían –insistí-.

. - y de nuevo me escaparía. Tienes que adoptarme, así no me llevarán.

. - ¿de verdad quieres que te adopte? No tengo pareja estable, cobro una mierda de pensión y apenas puedo trabajar. ¿De verdad crees que me darían tu custodia, Íngrid, cariño?

. - y tú, Pepita, me podrías adoptar o si no, tu, Sofía. Yo quiero quedarme en esta casa con todos vosotros. Es la mejor casa en la que he estado nunca.

. - si solo has estado en una casa, dicho por ti.

. - sí, pero me pegaban y aquí no me pegan, me aman y quiero seguir siendo amada.

Miré a Pepita y a Sofía. La verdad es que la chica se merecía seguir con nosotros. Ella quería y nosotros queríamos también.

. - ¿Alguna quiere adoptarla?

. - estamos en tu mismo caso, sin recursos –dijo Sofía-.

. - pero al menos puedes trabajar, querida.

. - vas a llevar el kiosko de Elisa, eso has dicho.

. - sí, pero no cobraré por hacerlo. El dinero es para sus estudios, se lo prometí.

. - yo no tendría inconveniente. Las chicas se llevan de maravilla. Lo estudiaremos, si se puede, la adoptaré yo -dijo Sofía-.

. - gracias, Sofía. Te llamaré mamá –dijo abrazándose a Sofía, para después comérsela a besos, sobre todo sus mamas que dejó que disfrutara-.

. - me gustará tener una hermana –dijo Candy-.

. - el problema es que no es tan fácil y se necesita dinero, mucho dinero –dijo Sofía-.

Esa noche las chicas fueron untadas con vaselina en cantidades industriales. Mi polla les entró como pudo en sus estrechos anos. Hubo de ponerles un trozo de palo o similar en sus bocas para que no gritaran y alarmaran a los vecinos. Pasada la noche, los culos de ambas fueron desvirgados tras grandes esfuerzos por mi parte y por la de ellas, más aún.

Una semana después, Candy ya tenía un lugar donde estudiar el preuniversitario. No sería hasta el próximo curso, pues éste ya estaba terminando. En cuanto a Íngrid, las cosas de palacio van despacio y aun no sabíamos la respuesta ante la administración.

Lo que si marchaba era el enculado diario de las chicas y de Sofía y Pepita. Cada vez que entraba en una de las chicas, sus culos se ensanchaban más y menos dolor sentían al tenerme dentro, pero no fue hasta pasadas dos semanas de enculados diarios, que no empezaron a sentir lo que de verdad se siente cuando uno disfruta poniendo su culo para que un servidor la penetre.

El disfrute aumentaba conforme los días pasaban. Ya no temían exponerme el ano para disfrutar, con y de ellas. Allí donde las cogía, las enculaba con el beneplácito de todo el equipo. Éramos una pequeña familia, rara, pero familia, al fin y al cabo.

Cierto día festivo pasamos la mañana y buena parte de la tarde en el centro comercial. Allí comimos en un local pequeño y barato. Cuando llegamos a casa, nos esperaba una pareja bien vestida que pasaban de la cincuentena de largo.

. - buenas tardes –dijo el hombre cuando supo que íbamos a la puerta que hacía un rato habían tocado y nadie respondido.

. - buenas tardes –dijimos los mayores, Candy llevaba a David en brazos. Al niño fue al que se quedaron mirando las dos personas que nos esperaban-.

La cara de Pepita era todo un poema, pues había reconocido a la pareja por haberlos visto en las revistas del corazón.

. - ¿qué hacen ustedes aquí? –dijo abruptamente ella-.

Abrí la puerta y mirando a Pepita, le pregunté.

. - ¿conoces a estas personas?

. - no, pero sé quiénes son. ¿Recuerdas que fuimos a un funeral y nos echaron a patadas? Ellos fueron lo que nos echaron a patadas.

. - permíteme disculparnos, no sabíamos…

. - no quiero saber nada, es mejor que se vayan –dijo entrando con David, para luego perderse en la casa y fuera de la vista de todos-.

Dejé pasar a Sofía y las chicas. Yo me quedé con la visita.

. - son los abuelos del niño, ¿verdad?

. - somos los padres de Rafael, pero aún no sabemos si el hijo de la señora es nuestro nieto, por lo que hemos venido para cerciorarnos.

. - ya lo ha visto. No quiere saber nada de la familia de Rafael.

. - pero si es nuestro nieto tenemos derecho a verlo. Por favor, convénzala de que solo queremos el bien del bebé, nuestro único heredero, si se confirma que es hijo de nuestro Rafael.

Solo hablaba el hombre, la mujer estaba muda y triste, se le notaba cantidad.

. - hablaré con ella, pero no les prometo nada. Está muy enfadada, pero sobre todo con su hijo, que no quiso saber nada de ella.

. - nuestro hijo hizo cosas muy feas y si se confirma ésta, es de las peores, pero nosotros no tenemos la culpa de lo que hiciera. Además, queremos el bien del niño.

. - pasen y siéntanseme, por favor.

. - gracias –dijo por primera vez la mujer- Se sentaron juntos. Yo fui al lado de Pepita-.

Estaban todas allí, Íngrid estaba comiéndole el chumino a Pepita, mientras ella estaba dándole de mamar a Candy y a David. Sofía se estaba haciendo una paja delante de las demás.

. - chicas, quisiera hablar a solas con Pepita.

. - salid un momento, por favor. –Dijo la propia Pepita-.

Una vez solos, le dije lo que pretendían los abuelos del chico.

. - que se vayan al infierno. No tendrán acceso a David. Ya viste como nos echaron de su casa.

. - serénate y piensa con la cabeza, cariño. Si son los abuelos, tienen derecho legal a verlo. Es la ley.

. - no dejaré que se acerquen a mi niño.

. - los jueces no opinan igual que tú y la ley lo dice bien claro, tienen derecho de visitar a sus nietos. Si no aceptas por las buenas, pedirán una orden al juez para que le hagan las pruebas del A. D. N. y no podrás negarte.

. - que lo intenten.

. - ¿no vas a ceder?

. - no y dile que se vayan, por favor.

. - como quieras. Es tu decisión.

Salí de la habitación e informé a los supuestos abuelos que Pepita no deseaba tener ninguna relación con ellos.

. - no puede hacer eso, la ley estará de nuestra parte, tenemos nuestros derechos también.

. - lo sé y se lo dije, pero no quiere transigir, lo siento.

. - nos vamos, querida. Habrá que hacerlo de otra manera.

Acompañé a la pareja hasta la puerta hasta que desaparecieron en el ascensor, luego regresé con Pepita.

Las niñas ya estaban descargándola, pues cada vez fabricaba más leche, por la sencilla razón de que cada vez la mamábamos más y claro, el cuerpo humano es sabio. Si el bebé o nosotros, mamamos más, el cuerpo de Pepita hace fabricar más leche, aunque no sea el bebé el que se la tome toda, el cuerpo no lo sabe.

. - hay un policía en la puerta, mamá –dijo Íngrid, que se había acostumbrado a llamarla así-.

. - voy, hija –respondía invariablemente ella también-.

Una vez ante el policía local, éste le entregó una carta certificada con acuse de recibo. Le hizo firmar y poner el número del D. N. I.

Una vez se marchó, vio que era para Pepita. Como había ido conmigo al médico para las vacunas del bebé, la dejó sobre la mesita de la entrada y volvió a la cocina para continuar con la preparación de la comida.

Las chicas continuaron con lo que estaban haciendo, un 69 entre las dos en el sofá. Eran insaciables, cosa que a Sofía le parecía la mar de bien, ¿y por qué no?, si no le hacían mal a nadie.

Cuando salimos de la consulta del pediatra, el bebé se había tranquilizado, pues hasta entonces, no paraba de berrear y es que a nadie le gusta que le pinchen con agujas.

. - ¿nos tomamos un refrigerio?

. - ¿no tienes que volver al kiosko?

. - Elisa me sustituye esta mañana. Mira, allí hay un bar.

De camino al bar, notaba movimientos extraños alrededor nuestro. Hasta Pepita se dio cuenta.

. - ¿es que no nos pueden dejar tranquilos esos cabrones de los Herrera?

. - me temo que no son ellos quienes los mandan. Son periodistas ávidos de carnaza para sus revistas.

. - no pueden sacar la imagen de mi hijo, ¿verdad?

. - esa es la teoría, pero en la práctica…

Nos sentamos en una mesa fuera de la vista de los transeúntes, aun así, hasta nosotros llegó una jovenzuela con un micrófono y una cámara detrás.

. - ¿es usted la señora Josefa?, ¿es éste el heredero de las bodegas Herrera?, ¿está usted…?

. - ¿pueden dejarnos en paz, por favor? –les dije mirándole a los ojos, pero la chica ni me miró, seguía acribillándola a preguntas. Así que llamé al camarero-.

. - ¿qué ocurre aquí?

. - puede echar a esta gente a la calle, por favor. Y tráiganos un par de cafés de paso.

Casi a empujones, salieron del bar, aquellos mal nacidos. Luego de que nos trajo los cafés, seguían los tipos en la calle con la cámara enfocada hacia nosotros.

. - querida, vas a tener que acostumbrarte. Estés o no en esa familia, estos buitres no te van a dejar en paz.

. - eso me temo. Ya se cansarán.

Pero no se cansaron. Hasta que no enfilamos con el auto hasta casa, no nos dejaron en paz ¿o tampoco? Entonces se me ocurrió dar un par de vueltas extra para despistarlos. No sé si lo conseguí, pero tardamos media hora más de lo habitual.

. - hola, mi amor –dijo Pepita besando a Sofía en los labios-.

. - hola, querida. ¿Has cogido una carta que vino a tu nombre? Tuve que firmar.

. - no, voy a cogerla ahora.

Yo no había perdido el tiempo. Ambas niñas ya tenían el ano en alto y yo con mi polla saltaba de culo en culo. Pepita abrió la carta y se cagó en todo lo que se meneaba. Desde mi lugar de enculado, la oía rezongar.

. - ¿qué ocurre, cariño? –le dije sin dejar aquellos culos gloriosos de follar-.

. - Tengo que asistir a un juicio. Es sobre el A. D. N. de David.

. - ya te lo dije, no se iban a estar quietos –continué disfrutando con las chicas, para luego ponerlas a mamarme el rabo. Repartí la lechada entre las dos, para después dejarme seco con sus mamadas limpiadoras.

A sus culos, con el agujero de mi polla bien marcado, pasé mi lengua, al igual que sus vaginas, para después darnos una ducha rápida entre los tres.

. - Íngrid, ¿recuerdas donde intentaste robarme?

. - ¿te refieres al parque aquel de los magos?

. - ese mismo. Pues hoy está la feria de libros nuevos y usados. Por qué no vamos a echar un vistazo. Quiero ver si hay alguno de los exploradores del siglo XIX.

. - vale, ¿pero puedo comprar el que yo quiera?

. - claro, pero sin pasarte del presupuesto que lleve en el bolsillo. ¿Te apuntas, Candy?

. - sí, yo también quiero comprar algún libro.

. - por supuesto. Salgamos de aquí y vistámonos.

. - Sofía, Pepi, nos vamos las chicas y yo a la feria de los libros nuevos y usados.

. - no tardéis –dijo Sofía- la comida estará en una hora-.

. - estaremos antes de la una, descuida. ¿Queréis algún libro, vosotras?

. - no, prefiero comprarlo yo. Ya iré otro día –dijo Sofía-.

. - yo no tengo ganas de ninguno. Aun me dura la calentura de la citación.

. - como queráis. No hagáis nada de lo que yo no os haría.

. - anda, largaros. Pepita y yo nos vamos a meter en la bañera y disfrutar un poco también.

Ante la sonrisa de Pepita, les di un beso a cada una. Luego nos fuimos.

Las casetas de las librerías y editoriales abarcaban casi todo el parque. Había una muchedumbre bien grande.

Nada más pisar la plaza, uno de los asistentes a la actuación de los magos estaba allí y reconoció a Íngrid y la cogió por un brazo.

. - te cogí, ladronzuela. Mire, aquí está de nuevo esta bandida –me dijo el tío que la tenía apresada-.

. - suéltela, ya no es una ladrona, ahora es mi hija.

. - ¿como? –Se quedó pasmado el tío-.

. - eso, déjeme, si no papá le da una zurra.

El hombre soltó a la chica, que se puso detrás de mí agarrándose de mi cintura. Le sacó la lengua al tipo aquel.

. - Íngrid, guarda esa lengua.

. - vale, papá. Lo siento, papá.

Le acaricié la cabeza.

. - no se preocupe, no volverá a las andadas o esta vez no la llevaré a la policía, le partiré la cara.

. - así se hace. Suerte con ella.

. - gracias.

Fuimos hacia el primer expositor. Ingrid tiró de mi camisa.

. - ¿es verdad que me vas a partir la cara?

. - no seas tonta. Era para que ese majadero nos dejara en paz. Ni en sueños te tocaría un pelo, solo te... –acerqué mi boca a su oído- …solo te follaría-.

Ella sonrió y me dio una patada de broma.

. - no le pegues a Salvador, majadera.

. - déjala, Candy, es de broma. Dile lo que te dije al oído, Íngrid.

La chica informó a la otra y ambas sonrieron.

. - y a mí también, ¿no?

. - por supuesto. No sabéis lo que disfruto haciéndolo. Bueno, dejaros de tonterías. Miremos los libros, que para eso hemos venido.

Visualicé un stand que solo vendía libros raros antiguos. Dejé a las chicas en uno de lectura de su edad y me fui hacia allí.

Me entusiasmaban los libros de papel amarillento. Tenía unos cuantos ya en casa, pero nunca me cansaba de comprarlos cuando estaban a buen precio. El que más me gustaba, no era uno, sino una enciclopedia, antes llamado diccionario. Eran de 1895 a 1899, seis tomos bien gordos y que pesaban muy poco, por ser con papel tipo cebolla, como me gusta decir.

En el stand había muchos, pero mis ojos se fueron a un tocho de tamaño mediano, de cuatro dedos de grosor. Según la primera hoja era de 1884 y trataba sobre fórmulas químicas. Te ponía, por ejemplo, la fórmula para hacer un veneno para ratas o como se hacía tal o cual tipo de cerveza. Me gustan este tipo de libros, lo que no me gustaba tanto era el precio, nada menos que 115 euros, demasiado para mí.

. - ¿Le interesa el libro? –Oí que decía el que atendía el puesto-.

. - interesarme, me interesa, pero no el precio. Demasiado caro.

. - es una primera edición y son más caros.

. - mi presupuesto no llega hasta tanto.

. - estos días estamos promocionando el pago aplazado. Lo puede pagar en diez cómodos plazos.

. - vaya, es la primera vez que hacen algo así. ¿Usted solo o todo el recinto de stands?

. - todo el recinto y solo hoy y mañana.

. - pues le digo que me interesa. Saque el formulario.

El hombre sacó una carpeta y se sentó para rellenar mis datos. Le di la tarjeta y la pasó por la maquinita de los cojones. Si había cien euros en la cuenta, era mucho.

Una vez arreglado el papeleo, me dio el libro en una bolsa y regresé con las chicas. Una seguía en el mismo stand, la otra no la veía por ningún sitio.

. - ¿dónde está Íngrid, Candy?

. - fue al baño. Mira, quiero éste y éste otro.

Los miré y vi el precio. Saqué la pasta y se la di en la mano. Ella se la entregó al dependiente, bolsa y para dentro.

. - ¿dónde están los baños?, no recuerdo que hubiera baños en este parque.

. - ni idea.

. - quédate en este stand y no te muevas. Si viene Íngrid, que no se mueva tampoco, voy a buscarla.

Me preocupaba que volviera a las andadas, ahora era responsabilidad mía.

Cuando la vi venir tranquilamente desde el fondo, respiré hondo. Esperé que llegara a mi altura.

. - ¿me buscabas?

. - no, ¿encontraste algún libro que te gustara? –Me hice el loco-.

. - ¿no te lo dijo, Candy?, le dije que te pidiera el dinero, ella eligió uno y yo otro.

. - ah, no lo sabía. Pues ya están pagos. Volvamos con Candy.

Candy nos vio juntos y se vino hacia nosotros.

. - ¿ya la has encontrado? –dijo delatándome-.

. - no decías que…

. - Candy, serás chismosa –dije-.

. - lo siento, creí que…

. - déjalo. Vale, Íngrid, me tenías preocupado, eso es todo.

. - oh, nunca nadie se preocupó por mí. Gracias, papá –dijo cogiéndome la mano cariñosamente-.

. - ya sabes que no soy eso, pero gracias, cariño –le apreté yo la mano- continuemos echando un vistazo al resto de los stands-.

(Parte 15 de 16)

FIN