Medio-pensionista (14)

Vicisitudes de un medio-pensionista en 16 trozos.

MEDIO-PENSIONISTA

(14-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

. - ¿qué haces tú aquí, jodida cabrona?

. - vengo a vivir contigo –dijo abriéndome el albornoz allí mismo, en la puerta- vaya, qué pequeña la tienes –dijo y entró en casa-.

Me quedé de piedra.

. - oye, tú. Lárgate con viento fresco.

. - de aquí no me muevo.

. - será posible. Hay que joderse, ¿me das una patada en los huevos y ahora vienes a mi casa a quedarte?

. - ni más, ni menos.

Me obligué a tranquilizarme o cogía a la ratera y la lanzaba por la ventana. Tranquilo, Salvador.

. - niña, me estoy conteniendo, así que vamos a hacer una cosa. Te das un baño, comes y te llevo a las autoridades.

. - lo del baño y la comida, me gusta. Lo otro no. ¿Dónde está ese baño?, huelo a demonios.

. - ¿será posible tamaña desfachatez?, anda, sígueme.

La llevé al baño. Las chicas aún seguían disfrutando del baño. Según entró, la chica se frenó.

. - ¿no estamos solos?

. - ¿qué te creías?, ¿Que soy un ermitaño?, vivo con cuatro personas. Pepita, Candy, ¿podéis asomar la cabeza un momento, por favor?

Sin vergüenza alguna, abrieron la puerta de la mampara. Sus desnudos cuerpos me gustaron volver a verlos. Ellas se quedaron mirando a la mocosa. La Candy se tapó su entrepierna, Pepita, no.

. - ¿quién es esta jovencita, Salvador?

. - una pequeña ladrona que se me ha pegado como un chicle en el zapato. Luego hablamos de ella. Lo que quiero ahora es que le deis una buena lavada. Huele fatal. Después le damos un plato de comida y más tarde, le damos la patada. ¿Lo podéis hacer, chicas?

. - sin problema, querido. Desnúdate y entra, jovencita. Aquí hay espacio para cuatro personas, si no más. ¿No vuelves a entrar, Salvador?

. - será mejor que no, me visto y os espero en la salita. Será mejor que use algo de ropa de Candy de momento. ¿Te importa, cariño?

. - lo que tú digas, Salvador. Anda, entra, que nos resfriamos.

. - y no dudéis en restregarla bien, huele a mierda de semanas.

. - vale, vale, ya entro -dijo mirándome. Se sacó la ropa como si fuera una estrella del porno. No le di tiempo a sacársela toda, me largué de allí antes-.

Una vez en pelotas, se metió con las chicas.

. - joder, como hueles. ¿Cuánto hace que no te lavas? –Dijo Candy-.

. - Candy, ¿ya no te acuerdas a lo que olías cuando llegaste a esta casa?

. - ah… ¿tú tampoco eres de esta casa?, ¿esto que es, un albergue?

. - más o menos.

. - pues voy a quedarme en esta casa, pero el dueño aún no lo sabe.

. - ah –dijo Pepita, que no sabía qué pensar de aquella chica tan despendolada-.

El cuerpo de Íngrid era similar al de Candy en tamaño, pero la mente la tenía más despejada por lo que había tenido que vivir. Sin duda, sería un problema si no se la corregía a tiempo.

Al rato salieron del baño y se me presentaron las tres en bata.

. - aquí la tienes. ¿Quién es este diablillo de chica, Salvador? –Preguntó Pepita-.

. - eso quisiera yo saber. Es una ladronzuela que cogí intentando robarme. Cuando la iba a llevar a la policía, me dio una patada en mis partes y escapó.

. - ¿es verdad eso, chica?

. - más o menos, sí. Eso te pasa por querer llevarme a la policía.

. - dale de comer y que se vaya, por favor.

. - de aquí no me muevo. Vas a tener que adoptarme. Si lo sabré yo.

. - pero ¿qué dices, niña? ¿No te dije que no podía ser? Pepita, esta niña está loca.

. - sí, en sus cabales no parece estar. Dice algo de ponerse en una esquina para ejercer si no la dejas quedar.

. - eso me dijo a mí también, pero no me lo creo.

. - Salvador, ¿y si se pone? –Dijo Candy-.

. - es una trola, y si así fuera, yo no tengo la culpa de lo que haga. ¿No es así, Pepita?

. - bueno, a decir verdad…

. - ¿tú también, Pepita? Creí que me echarías una mano.

. - déjala un par de días y si sigues pensando igual, seré yo quien llame a la policía.

. - ¿y si antes de ello vienen a buscarla y nos meten en chirona por secuestradores?

. - sabes que no va a pasar eso.

. - si no me dejas, les digo a la policía que me secuestraste para violarme.

. - ¿ves lo que tengo que aguantar, Pepi? Esta mocosa es una lianta.

. - sería su palabra contra la nuestra. Además, si es una ladronzuela, no tendrá ninguna credibilidad.

. - dale de comer y que se largue.

. - como quieras, cariño. Vente, niña. Vas a comer, luego tendrás que irte.

. - y una mierda me voy yo de aquí. Prefiero estar aquí, que en la casa de mis secuestradores.

. - ¿es verdad lo que dice la niña, Salvador?

. - no lo sé. Eso dice ella, pero es tan mentirosa, que ya no sé cuándo dice la verdad o cuando no.

Llevaron a la tal Íngrid a la cocina y le pusieron un plato de comida recalentada. Se la comió toda y sin rechistar.

. - ¿dónde voy a dormir?

. - que no te enteras, niña –dijo Candy- tienes que irte o llamará a la policía-.

. - no tiene bemoles.

. - vaya lenguaje –dijo Pepita-. Salvador, amor –gritó desde la cocina- la niña ya ha comido-.

. - ¿llamas tú o llamo yo?

. - mejor tú, por favor.

. - serás cobardica, Pepi. Sabes que no podemos tenerla en casa.

. - lo sé, pero…

. - ni peros, ni gaitas, Pepita. Nos jugamos la cárcel. Llamaré yo entonces.

. - no, dile que no llame, por favor. Me portaré bien.

. - lo siento, niña –dijo Pepita- no puede ser. Salvador tiene razón, pueden detenernos por no avisar a las autoridades si tu familia te está buscando.

Llamé al 112 y quedaron en venir a recogerla. Cuando salieron las tres al salón, les informé.

. - vienen de camino. Lo siento. Era lo que había que hacer.

. - te odio, vas a hacer una desgraciada de mí.

. - eso no te vale conmigo. Ni tú me conoces, ni yo a ti.

El silencio se impuso durante 20 minutos que tardaron en llegar los policías locales, pues el operativo del 112 derivó el asunto a la policía local.

Tocaron en la puerta. Todo el mundo ya se había vestido, incluida Íngrid con su sucia ropa, pues no tenía otra.

Abrí, había una pareja de locales. Hombre y mujer. Ella de mediana edad y el hombre, de unos 20 años.

. - buenos días, ¿llamaron por una chica?

. - sí, pasen, por favor.

Entraron y les hablé de la ladrona. Les di detalles de lo acontecido con ella, así todo estaría claro para mi conciencia y no habría malentendidos.

. - entiendo. Entonces no es su hija.

. - no, señora –la agente era la que llevaba la voz cantante, el agente macho solo apuntaba en una libreta lo que allí se hablaba-.

. - señora policía, quiero que lo detenga, me secuestró para violarme –decía la cabrona de Íngrid-.

. - ahí la tiene. Ladrona, mentirosa y no sé qué más. Llévesela, por favor.

. - déjeme llamar a la central para ver si hay alguien que la haya reclamado.

Se fue al rellano, junto al ascensor y llamó por el móvil. Estuvo hablando un rato y después colgó, para volver a hablar con nosotros con la respuesta que le habían dado.

Entró en la casa y se dirigió a mí.

. - no nos la podemos llevar, caballero.

. - ¿cómo que no se la puede llevar?, ¿para qué les he llamado, si no?

. - nadie la reclama y en los albergues del ayuntamiento no cabe nadie más. Están saturados con esto de las inundaciones. No sabemos cuándo podemos volver a recogerla. De momento, debe quedarse con usted.

. - pero ¿qué dice, señora? Llévesela usted a su casa o la de él –dije señalando al agente escritor-.

. - lo siento, tenemos prohibido llevarnos trabajo a casa.

. - será posible. Bueno, entonces quiero un papel de ustedes como que está aquí por voluntad de los agentes de la policía local. No quiero problemas con las autoridades.

. - no hay problema. Aquí, el compañero le entregará una nota exonerándole de toda responsabilidad penal con respecto a la chica. Créame, estará mejor con usted que en cualquier albergue municipal. Aquello ya no es lo que era, si lo sabré yo que envié a un chico y se suicidó por no poder aguantarlo.

. - ¿se suicidó, dice? –Preguntó Pepita-.

. - siento decirlo, pero sí. La crisis ha deteriorado mucho los albergues municipales por la falta de dinero y ahora con estas inundaciones, la cosa ha empeorado. Por muy mal que esté aquí, en los albergues es aún peor –miró a la chica- te vas a quedar con estos señores por un tiempo. Si hay plaza en algún albergue, volveremos a buscarte-.

. - pero yo no quiero irme de aquí.

. - ¿no acabas de decir hace un rato que te secuestró para violarte?

. - era mentira. Fue porque llamó a la policía. Seré una chica buena, no daré problemas.

. - no se debe mentir, lo sabes, ¿verdad?

. - lo sé, pero quería que me fuera de su casa.

. - hija, está en su derecho. Estás en su casa a la fuerza. Bueno, cabo Sánchez, dele el comprobante de conformidad. Nos tenemos que ir, tenemos más trabajo que atender. Somos los mismos agentes, con más trabajo estos días. Pórtate bien, o volveremos antes de lo que esperas.

. - seré una buena hija.

. - tampoco es eso. Tarde o temprano tendrás que abandonar la casa e ir a un albergue. Es la ley para mendigos como eres tú, según parece. No puedes deambular por las calles.

El cabo me dio el papel y le eché un vistazo. Solo ponía que estaba de momento a mi cuidado hasta que hubiera un albergue libre y la pudieran meter. Bueno, menos daba una piedra, al menos no me enchironarían por tenerla en casa.

Los agentes se marcharon, había heredado una boca más que alimentar.

. - ven aquí, Íngrid –dije sentándome en un sofá. Ingrid se acercó despacio-.

. - ¿me vas a pegar?

. - no, ¿por qué dices eso?

. - era lo que solían hacer si decía una mala palabra o no hacía lo que decían en la otra casa.

. - no, aquí no se pega a nadie. Hasta que se solucione tu caso, vas a respetar unas normas.

. - ¿normas?, ¿qué normas?

. - óyeme bien. Tú y Candy, dormiréis juntas en una habitación, la madre de Candy y Pepita, dormirán conmigo en mi habitación.

. - ¿sois amantes?

. - lo que seamos, eso a ti no te importa. ¿No le dijiste a la agente que ibas a ser una buena hija?, pues eso, has lo que te diga y todo marchará como la seda.

. - Salvador, ¿qué pasa conmigo? –Preguntó Candy-.

. - lo dejamos de momento. Ingrid no estará mucho tiempo con nosotros.

. - pero…

. - Candy, por favor, no lo pongas más difícil tú también.

. - lo siento, Salvador. Como quieras.

. - gracias, cariño.

Pepita se me acercó y me besó en la frente.

. - has hecho lo mejor, mi amor.

. - Pepita, esto se nos está yendo de las manos. Espero que no se nos añada más personas, si no, haremos agua por todos lados.

. - ten confianza, todo se solucionará –Pepi me habló al oído-.

. - ah, se me olvidaba, Íngrid. Una última norma.

. - ¿más normas? Cuántas normas…

. - sí, una más. Lo que oigas y veas en esta casa, se queda en esta casa. No debes hablar nada con nadie de lo que pase aquí. ¿Lo has entendido?

. - ¿dices que no se entere nadie que te acuestas con dos mujeres a la vez? Bueno, cosas peores he visto en el cine.

. - Pepita, esto no va a funcionar.

. - amor mío. ¿No será mejor ir con la verdad por delante? Es una chica espabilada y se dará cuenta enseguida.

. - te refieres a… -dije mirando a Candy-.

. - sí, díselo. Ya puestos…. Por su bien, estará con la boca cerrada.

. - joder, Pepita. ¿Tú crees que es acertado informarla?

. - lo sabrá, te lo digo yo.

. - está bien, creo que tienes razón. Candy –la llamé-.

. - sí, Salvador-.

. - olvida lo que te he dicho antes. Continuamos como estábamos.

. - ¿de verdad?

. - ¿a qué se refiere, sr. Salvador? –Dijo Íngrid-.

. - a que además de con Pepita y la madre de Candy, también me acuesto con la misma Candy y si sabes lo que te conviene, no abrirás esa boquita o te pongo en la puerta del primer albergue que encuentre y después que se busquen la vida contigo.

. - no, yo como si viese llover. ¿De verdad te lo haces con ella? –Insistió- no me lo creo-.

Con un dedo llamé a Candy. Ella vino hacia mí. Le desabotoné la camisola que llevaba. Sus pechitos relucieron. Mis labios se apoderaron de ellos sin pudor por ninguna de las dos partes. Luego la tendí sobre el sofá y bajándole la faldita que llevaba, aparté sus braguitas y allí disfruté de su clítoris diminuto. Ella se contorsionaba del placer que le estaba dando. Luego me senté y la senté a ella. La abotoné y miré a Íngrid.

. - ¿tienes algo más que decir?

. - no, ya está todo dicho. ¿Te ha gustado, Candy?

. - pues claro, tonta.

. - yo también quiero.

. - Pepita, esta chica se apunta a todo.

. - sí, ya lo veo. ¿Qué piensas hacer al respecto?

. - no tocarle un pelo, eso es lo que pienso hacer.

. - no hay derecho. Yo también quiero saber que se siente.

. - pues te quedas con las ganas. ¿Vas a darme problemas?

. - no, para nada.

. - pues eso, no te acercarás a mí para tener sexo. ¿Lo tienes claro, Íngrid?

. - sí, pero no entiendo por qué no puedo ser como Candy. Si hasta tenemos la misma edad-.

. - ¿se lo explicas tú, Pepita? Esta chica me puede, Dios, ¿qué habré hecho yo?

Pepita le soltó una parrafada. Aun así, la chica no quería pasar por el aro, pero acabó asintiendo, como a los locos, intuí yo.

. - Dale la ropa a Pepita para que la meta en la lavadora. Está hecha una pena.

. - ¿y para que me la hiciste volver a poner? Ahora tendré que lavarme de nuevo. ¿No es eso lo que tengo que hacer?

. - más o menos, así es. Y lo de ponértela, fue porque pensábamos que te ibas de esta casa, pero visto que no es así, te pondrás algo de Candy, de momento.

. - okey, me vale la respuesta.

Con la misma, se sacó la ropa de encima, quedándose en pelotas allí mismo. Le dio la ropa a Pepita con una sonrisa.

. - ¿a qué estoy tan buena como Candy?

. - esta niña es una exhibicionista, Pepi.

. - sí, ya lo veo. Anda, vente conmigo, exhibicionista.

La llevó al baño de nuevo. Se duchó durante un par de minutos tan solo. Luego Pepi esperó a que se secase y la llevó a la habitación de Candy. Cogió algo de ropa y se la hizo poner.

Cuando volvió a aparecer en el salón, tenía a Candy en mis rodillas, mientras nos besábamos sin prisas. No hice otra cosa, que continuar besándola. Luego nos sentamos bien y nos pusimos a ver la televisión, con Candy a mi derecha.

Ingrid se sentó a mi izquierda, enseñando algo de pecho y muslos para ver si picaba. Pero no lo hice. Puse el brazo por la cintura de Candy y jugaba con su pecho derecho, mientras ella tenía su mano dentro de mi bragueta, jugando con mi pene.

Ingrid, inquieta, no daba una por perdida y también metió su mano en la bragueta. Al darme cuenta, le miré la mano y luego a la cara.

. - ¿qué haces?

. - ¿yo?, nada. Estoy viendo la televisión –dijo mirando la pantalla. Las risas de Pepita llegaron a mí. Me giré y allí seguía ella carcajeándose de la situación-.

. - ¿te hace gracia?

. - será mejor que la dejes jugar un poco. Lo vas a hacer de todas maneras…

. - las mujeres sois unas liantas, todas vosotras lo sois –me giré hacia Íngrid- ojito con hacerme correr. Solo tenerla en la mano, no es para ninguna de vosotras-.

. - haz como yo, Íngrid –dijo Candy- acaríciala suavemente, pero sin que se corra o tendrás que limpiar el desaguisado de los pantalones –acabó diciendo ella sonriendo-.

Me repantigué en el sofá y puse atención a la televisión. En eso, Pepita cogió el periódico y casi se desmaya. Se agarró de una mesita, pero acabó en el suelo de todas maneras.

El golpe de los objetos me sacó de mi ensimismamiento, mirando hacia donde había oído el sonido. Al verla allí tendida, medio muerta, me levanté de inmediato, consiguiendo que la polla saliera de la bragueta por tenerla ambas chicas en sus manos.

Con la polla fuera aún, me incliné ante Pepita y la llevé a una silla. Estaba descolorida y sin fuerzas.

. - cariño, ¿qué te pasa? Despierta, mi amor.

Poco a poco fue despejándose y abrió los ojos.

. - ¿se va a morir, Pepita? –Preguntó Candy-.

. - no, no se va a morir.

Cuando consiguió despejarse, comenzó a llorar desconsoladamente.

. - querida, no llores. ¿Qué te ha pasado? –al ver el periódico en el suelo, pregunté lo siguiente- ¿hay en el periódico algo que te ha impresionado?

. - Rafael. Es Rafael, el padre de David. Ha muerto en Suiza.

Recordé lo del muerto esquiando y mirando a la foto que había en la primera página, vi que ponía Rafael Herrera, heredero de las Bodegas Herrera.

. - lo siento, cariño. Lo siento mucho. Desahógate, mi amor –la puse a mamarme la polla para que se desahogara a gusto. Ella no lo dudó. Me mamó, estrujándome la polla. Al rato ya la tenía sentada encima de mi rabo con la susodicha dentro de su vagina, una vez desplazada sus braguitas. Sin cuarentena, ni leches-.

Con sus ojos cerrados no sé si de placer o pensando en el fallecido, se tragaba rítmicamente mi tranca.

Como la cosa podía acabar corriéndome en su vagina, algo que no quería, me la quité de encima y la puse agarrándose del sofá, le levanté la falda y apartando las braguitas, se la endiñé por el culo, el mejor sitio para quitar las penas.

Sus gemidos, ante la vista de las dos chicas, fue algo que no la avergonzó, pese a tenerlas delante de ella. En aquel momento necesitaba distracción y aquel enculado era la mejor distracción del mundo.

Cuando me corrí en su culo, me vacié por completo con grandes gemidos por parte de los dos. Luego se la saqué y me puse a comerle el culo en busca de mi leche de huevos.

Candy no perdió el tiempo. Se metió entre mis piernas y cogiendo mi polla colgante, se la metió en la boca. Ingrid, que no quería perderse nada, la acompañó y así compartieron la primera polla de un servidor. Entre ambas me la dejaron como nueva.

Una vez la polla y el culo sin leche, me llevé a Pepita al baño. Allí la refresqué bien con agua tibia, así como su culo y vagina. Cuando Candy e Íngrid intentaron entrar también en el plato ducha, un no rotundo con la mirada, hizo que salieran del baño.

Cuidé amorosamente de Pepita, luego la sequé y la llevé, desnudos como estábamos, al dormitorio. Allí la metí en la cama y la arropé bien.

. - descansa, querida. Ya haré yo la comida de las chicas.

. - gracias, mi amor. Eres un encanto.

. - no, solo un hombre sencillo. Siento lo del padre de David.

. - lo sé. No fue un buen padre, pero era su padre. Tendré que ir a su entierro, ¿me acompañarás, por favor?

. - claro, mi amor. No lo pongas en duda. Ahora descansa. Si el bebé llora por hambre, te lo pondré en un pecho y si es por caca, pues eso, lo cambio y listo.

. - ¿has cambiado alguna vez un bebé?

. - no, pero todo es empezar. No hables más y descansa, cariño –dije besándole los labios. Volví a arroparla y salí de allí-.

Las chicas me esperaban fuera del dormitorio.

. - ¿se pondrá bien, Salvador?

. - sí, Pepita es fuerte.

. - Salvador, ahora que estas desnudo… -decía Íngrid-.

. - tú nunca te cansas, ¿verdad?

Su sonrisa lo decía todo.

. - Anda, vente a la cama de Candy-.

Los tres en la misma cama. Ellas dos tendidas y desnudas. Yo solo con un par de armas, mi lengua y mis dedos. Las hice retorcerse a ambas, empleándome a fondo con Íngrid por ser la nueva. También se contorsionó al sentirme dentro de ella. Al menos mis dedos, que mi polla no podía con su alma.

Los fluidos de las dos chicas me supieron a gloria. Así fue como nos cogió la madre de Candy en la cama, pues los tres nos quedamos dormidos.

Ella, Sofía, al entrar en su habitación y ver a una desconocida chica con Salvador y con Candy, se intrigó. No dijo ni mu. Se fue directamente a la habitación donde estaba Pepita, la cual estaba dando de mamar a su retoño.

. - hola, Sofía. ¿Cómo te ha ido el día?

. - bien, gracias a ti. ¿Quién es la chica que está con Salvador y Candy en mi cama?

. - será mejor que te sientes, te lo contaré, además del batacazo que me he dado.

. - ¿batacazo, dices? –Se preocupó Sofía-.

Sofía se sentó en el filo de la cama y puso atención a lo que le contaba Pepita. Al final Sofía sabía tanto de Íngrid como cualquiera de los de la casa.

. - pues parece que han hecho las paces. Están los tres desnudos en mi cama.

. - ahora es la cama de Candy y de ella. Tú dormirás con Salvador y conmigo en ésta.

. - la familia aumenta por momento. Siento lo del padre del bebé.

. - no se merece ni que vaya a su entierro, pero debo ir.

. - lo sé y estoy de acuerdo contigo. ¿Puedo probarla?, quisiera saber lo que le encuentran los hombres al mamar a una mujer lactante.

. - ¿tu marido no…?

. - también, pero no se lo digas a Candy. ¿Me dejas?

. - claro, mujer. Súbete a la cama y acompaña a este mamón de David.

Sofía se situó con la cabeza en el regazo y Pepita le llevó el pezón a su boca. No se movió hasta acabar con el cántaro de Pepita.

. - me ha gustado y mucho.

. - pues si no te llega a gustar…

. - perdona, fue empezar y no querer dejarlo.

. - no te preocupes. Fabrico rápidamente. David ya no quiere más. Tómate el resto que ha dejado del otro pecho.

No dijo que no. Apartaron al bebé y se agenció el otro pecho y no dejó de mamar hasta secarlo.

. - a mí también me ha gustado que me mamaras. De hecho, me has dejado toda mojada. Ya sabes dónde.

. - no sé si pedirte que me dejes darte unos lengüetazos.

. - ¿y por qué no? Adelante, hazme correr un poco más.

Sofía se puso entre las piernas de Pepita y sorbió su coño con sus fluidos corporales. En esa posición las cogí a las dos. Le dije a Pepita con señas que no dijera nada. Me subí a la cama y levantándole la falda a Sofía, se la enterré por un lado de sus bragas.

. - aaaaahhhhh…, por Dios, Salvador. Avisa, por favor, aaaaahhhhh…

. - tu sigue comiéndole el coño a Pepita, que yo seguiré con tu culito cañón –dije y le di polla culera. Sofía volvió a sacar la lengua para tomarse los jugos de Pepita-.

Las dos chicas aparecieron desnudas ante la cama y viendo el panorama allí presentado, sonrieron y se subieron a la misma.

Cada una de ellas se agenció un pecho vacío de Pepita. Luego y ante una señal de ésta, Candy le colocó su coñito encima de su boca, así Pepita solo tuvo que sacar su lengua para dar y darse placer bucal.

Ingrid ayudó a Sofía a desnudarse, sin dejar de comer coño y recibir polla. Una vez desnuda como el resto, metió la cabeza bajo el coño de la Sofía y se puso a tomarse los fluidos que de aquella vagina salían a raudales mientras yo seguía enculándomela.

La cosa degeneró tanto, que mi polla fortalecida por un sueño reparador fue entrando en cada vagina que en aquella cama había, la de Pepita también, pese a no deberse usar, pero si lo pide ella, ¿qué voy a hacer yo?

Al final Íngrid recibió el bautismo de fuego de mi polla en su vagina con vaselina que Candy untó en cada parte a friccionar. Sin duda, aquella follada a cuatro bandas fue memorable, sobre todo para mi polla.

Las chicas estaban ya totalmente integradas en esta familia tan putativa. Solo faltaba encularlas, pero eso sería más adelante, pero no muy adelante…

La conducción hasta la casa de los bodegueros Herrera nos llevó dos largas horas. Una vez ante la puerta de la empresa familiar, un gentío de gente de diferente pelaje, incluido muchos periodistas del corazón y de información nacionales, hacían guardia para ver quien entraba y quien salía.

Uno de los guardias de la puerta apuntaba matrículas sin ton, ni son. Entraran o no a la finca.

Cuando llegamos ante la puerta, Pepita, con David en sus brazos y yo, salía una mujer embarazada echando pestes de la familia Herrera. La cosa era que se le notaba que era un falso embarazo, no en vano se le veía parte del postizo preñamiento.

. - los denunciaré. Veremos si no reconocen el hijo de Rafael, vaya si los denunciaré –decía la mujer toda enfadada y más loca que una cabra-.

Una vez nos tocó a nosotros, el agente de seguridad con una amabilidad que me resultó de lo más falsa, nos interpeló.

. - buenos días, ¿que deseaban los señores?

. - queremos asistir al entierro del señor Rafael Herrera. Ella se llama Josefa y viene conmigo y el hijo del difunto Rafael.

. - entiendo. Disculpe, llamo a la casa un momento.

Se retiró un par de metros y habló por la emisora informándole que una pareja venía al entierro con un hijo del señorito Rafael.

. - ¿otra más? Dígales a esos farsantes que mi hijo no tuvo nunca un hijo. Écheles fuera.

El guardián y los compañeros, al saber que los interpelados habían oído la respuesta por la emisora, se volvió hacia nosotros.

. - lo siento, no puedo dejarlos pasar. Ya oyeron la respuesta del sr. Herrera.

. - sí, ya la hemos oído –dijo enfadada Pepita- dígale que no le molestaremos más. Vámonos, Salvador. Aquí no se nos pierde nada-.

Como hasta los periodistas habían oído la conversación, los flases de las cámaras inundaron la entrada. Como pudimos, salimos por patas de aquella jauría humana.

. - joder, con los periodistas. ¿Estás bien, cariño?

. - la verdad es que no, pero tendré que aguantarme. Vámonos a casa.

. - sí, será lo mejor.

(Parte 14 de 16)

FIN