Medio-pensionista (13)

Vicisitudes de un medio-pensionista en 16 trozos.

MEDIO-PENSIONISTA

(13-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Una hora después estábamos en una de las muchas boutiques del centro al que fuimos. Adquirimos ropa para Sofía y su hija. Luego compramos en el hipermercado algunas cosas de higiene personal para las féminas.

Fue una velada amigable y tranquila, pero donde la tarjeta se quedó sin fondos. Habría que esperar a que se repusiera de nuevo. Así que regresamos a casa.

La cena fue frugal, pues en el ambiente se notaba que luego era el momento y lugar que le había dicho a Candy para desvirgarla, así como para hacerlo también con el culo de su madre, si ella transigía.

. - Pepita, ¿me permites que duerma esta noche con las chicas a solas? Me gustaría que estuvieras, pero cuatro personas son demasiadas para la cama,

. - te entiendo perfectamente, mi amor. Dormiré con David en la cama que ahora ocupan ellas.

. - gracias, mañana ya puedes volver al dormitorio de siempre.

. - lo sé. Solo espero que te pases por mi cama un momento antes. Necesito alimentarte, ya lo sabes.

. - descuida, no faltaré a la cita. Chicas, ¿pasamos a mi dormitorio, por favor?

No esperé respuesta. Era como el flautista de Hamelín. Me siguieron como si fueran al matadero, al matadero del placer.

Cuando Pepita se llevó al bebé a la otra habitación, cogí la canastilla y dejando allí a las chicas, fui junto a Pepita un momento.

Ya le daría de mamar a su hijo, después, se dijo Pepita. Ahora estaba desnuda y con las piernas abiertas para que un servidor se sirviera un buen vaso de sus fluidos y allí me tiré de cabeza.

Sus gemidos llegaron a la otra habitación. Así estuve un buen rato comiéndole el coño a mi ex preñada Pepita. Y allí mismo me desnudé, prestándole unos segundos mi pene, el cual me mamó y me lo puso por las nubes. Luego y con una sonrisa en mi cara, me fui de su lado, aquella polla no era para ella, al menos, esta noche.

Las dos chicas estaban desnudas en la cama con la manta hasta el cuello. Me acerqué y sonriendo, aparté la manta, dejando ambos cuerpos a la vista.

. - pero qué maravillas. ¿Por quién empiezo?

Me subí a la cama y me puse entre las dos, comenzando a besarlas y meterles mano a una y otra alternativamente, como si quisiera comérmelas al mismo tiempo. Pero debía empezar por una y la madre fue la ganadora.

. - será mejor empezar por ti, querida –dije mirándole a la cara, la cual me comí a besos. Ella no era manca y me comía a mí también-.

Recorrí su cuerpo con mi lengua, haciéndola gemir y retorcerse, mientras Candy temblaba de terror al saber que sería la siguiente.

Cuando me puse el preservativo, la penetración de Sofía fue de personas mayores y de personas mayores, fue la penetración de su ano, el cual no fue necesario pedírselo prestado, pues ella misma se puso a cuatro patas, para después abrirse de nalgas con sus manos.

Ni usé la vaselina, suponiendo que estaba habituada, como así parecía ser, pues se la metí con cuidado y parecía que no lo necesitaba, así que se la enterré hasta los huevos. Gritó, sí que gritó y de qué manera. Aun así, no dijo una palabra de retirada y claro, ante una confirmación tácita de que prosiguiera, disfruté de su culo como si fuera el culo más estrecho y sabroso del mundo mundial.

Como no quería correrme en la madre, sino en la hija, me salí y con una comida de coño y culo, la dejé que se repusiera, pues si había fuerzas, volvería a por su culo de nuevo.

Me saqué el condón y lo tiré a una papelera cercana. Con mi polla mirando al techo y la vista de Candy fija en ella, me acerqué a la mocosa de mis amores. Se la puse delante, notándose que estaba aterrada de poder tragarse por sus partes aquel sable que era inmenso.

. - empieza por disfrutarlo con la boca. Ahora sí que está disponible, cariño.

Candy acabó arrancando y cogiendo mi polla con las dos manos, se tragó la punta primero, para después tragarse buena parte de mi polla.

Mientras se tragaba mi rabo, yo la pajeaba para calentarla aún más. Sus gemidos y corridas las sentía en la punta de mis dedos. Un rato después, ya le estaba comiendo su vagina, mientras se retorcía como antes en la mesa de la cocina.

Su madre miraba, no podía hacer otra cosa. Bueno, sí. Recuperarse de su dolor culero, que por no decir nada, había recibido polla por primera vez en su puta vida. Ni su marido había intentado entrarle por detrás, pero conmigo lo permitió, pues era lo que se esperaba de ella, al igual que con Pepita y ahora con su hijita del alma, aunque al ver el tremendo aparato reproductor y hacedor de placer que se había tragado, no creía que su hija tuviera culo suficiente para tragárselo también.

Me puse otro condón y cogiendo la vaselina en mis manos, unté el condón y su vagina.

. - no tengas miedo, lo haré despacio. Dime cuando quieres que pare y lo haré. ¿De acuerdo, cariño?

. - sí, de… de acuerdo –dijo entrecortadamente-.

Jugué un rato a agrandarle la vagina y comprobar medidas, no quería hacerle más daño del necesario a aquella preciosidad de 18 años que tanto quería ser desvirgada por su salvador y ahora amante follador.

La metí un poco, lo justo para que ella gritara y paré. Se tranquilizó y proseguí. Volvió a gritar, pero esta vez era de dolor, pues la otra vez era de terror psicológico.

Hasta uno reconocía los diferentes gritos de las penetradas tanto de vagina, como de orto, que también eran gritos diferentes en sí mismo. Aunque, la verdad, no entendía por qué de tanto dolor vaginal, si lo normal es que doliera un poco, solo un poco las primeras veces. Si por allí salen los cabezones de los bebés, joder. Debía ser de útero super estrecho, presupuse. Pues cuando pariera, lo tendría bien jodido.

. - ¿paro?

. - no, sigue…, sigue…, aguantaré.

Apreté y le metí media polla. Aquello fue el acabose de los gritos. Su himen había saltado en mil pedazos, ya era oficialmente, una mujer. Ahora comenzaba otra cosa, que no era sino el disfrute del desvirgador, que no la de la desvirgada, para eso tendría que volver a penetrarla más veces.

Cuando se tragó toda mi polla, creí que no lo podría hacer, así que paré por un tiempo bien largo encima de ella, mientras me comía sus labios y sus pechitos de porcelana.

Poco a poco fui entrando y saliendo de su vagina, consiguiendo que mi polla disfrutara más y más. Tanto, que tuve que sacársela o me corría de gusto.

Y tuve que sacarme el condón rápidamente, porque la corrida ya venía de camino.

Acabé corriéndome entre sus dos pechitos, para después darle de comer polla descargada, pero no seca de goterones. Goterones que se tomó sin queja alguna.

Mi leche me la serví con mi lengua, dejándole los pechos sin gota de semen, pero muy mamados, eso sí, mamados al máximo, pues me volvían loco aquel par de montañitas que me cabían en mi boca sin mucho esfuerzo y donde mi lengua sabía disfrutar de aquellos pezones también minúsculos.

Una comida de coño para disfrutarla y limpiarla y no volví a tocarla más. Su madre la abrazó y ambas lloraron, como si hubiera sido algo que no era, pues ambas consintieron a ser pasto de mi polla.

Cogí la manta y nos tapamos todos, luego apagué la luz y las dejé descansar. Pero solo a Candy, pues en cuanto mi polla se vio con fuerzas de volver al tajo, el culo de Sofía volvía a ser el agujero donde se volvía a meter, para esta vez disfrutar sin preguntarle una mierda.

Cada vez que me la enculaba, se daba la vuelta y me la mamaba para limpiármela. Yo hacía lo mismo con su culo y también con su felpudo, que se corría como Dios manda.

Al final hasta mi polla y yo mismo, nos olvidamos de los putos condones. Y es que pasé una noche de lo más enculadora. Del culo de la madre, que no de la hija. Pues si le dolía tanto al penetrarla por la vagina, si le daba analmente, ya sería cosa de llamar a los vecinos del edificio para que se taponaran los oídos.

Al final, no pudimos volver a despertarnos y nos quedamos dormidos hasta que amaneció y lo hice de una manera bien sabrosa, con la polla de un servidor ya rejuvenecida en la boca de una hambrienta Candy.

Cuando su madre despertó, sonrió, pues era obvio que su hija no tenía tan mal aspecto como esperaba que lo tuviera una vez se había tragado el sable vaginalmente de un servidor.

Lo que sí hizo la madre, fue comerme a besos y acompañar a su hija para comerse también mi polla, así como mis huevos. Era una sensación maravillosa tener a una madre y a una hija dándome placer al mismo tiempo. Ni en sueños lo habría imaginado.

Como no quería desatender a Pepita, que no se lo merecía, no quise que me descargaran madre e hija, sino la ex preñada, así que las invité a darse una ducha, mientras yo me iba al dormitorio donde estaba la madre de David.

Como no, estaba amamantando al crío y allí me puse yo a mamar del otro pecho.

. - no te has olvidado de mí, cariño.

. - no podría, mi amor –dije y continué disfrutándola-.

Al final David se fue a su camita y el culo de Pepita a mi polla. Le di con ganas y con ganas me corrí en su boca

chupapollas.

Cuando acabé con las hembras, me duché largamente, pues estaba para el arrastre. Una vez limpio y seco, me vestí y les dije que iba a dar un largo paseo, lo necesitaba.

Aún no les he hablado de la kioskera. No tendrá más de 20 años, y está tremenda. De hecho, hace el trabajo que su padre hacía, pues al estar enfermo, la ha sustituido ella.

Risueña y amable con los clientes. Lo primero que llamaba la atención de ella eran aquellos ojazos que se gastaba, después sus pechos.

. - hola Cenicienta.

. - te he dicho un millón de veces que no me llames Cenicienta. No me gusta, joder.

. - veo que sigues al pie del cañón un día más.

. - y qué remedio.

. - ¿qué hay hoy de nuevo en el kiosko que no sea la tormenta pasada?, por cierto, ¿cómo anda tu padre?

. - gracias, por preguntar. Mal, muy mal. Una vecina y yo lo llevamos anoche a urgencias. No podía respirar. Si le pasara algo a papá, no sé qué será de mí. Esto apenas da para subsistir.

. - mujer, no seas tan negativa. Tu padre saldrá adelante. ¿Tienes más familia a quien acudir en caso de…?

. - están muy lejos. Papá no se habla con ellos. Discutieron por la herencia de los abuelos y hasta hoy.

. - malditas herencias, cuando hay pasta por medio, no hay familia que valga. Si te ves en apuros, no tengo dinero, pero un techo y comida te puedo ofrecer.

. - te lo agradezco. Siempre has sido bueno conmigo y eso lo valoro mucho.

. - mujer, si te he visto crecer en este kiosko. ¿Recuerdas cuando no levantabas un palmo y tu padre me pidió te llevara a los remos que habían puesto en el parque? Te diste un batacazo y tu padre me echó una bronca que aún hoy me resuenan los oídos.

. - así es papá. Pero en el fondo es el mejor padre del mundo.

. - lo sé. Es un buen hombre y me apena que le pase lo del asma ese cabrón. Ya eres toda una mujer y saldrás adelante. ¿Cómo van los estudios?

. - no sé, no sé. Con lo de papá y el kiosko, apenas tengo tiempo de estudiar.

. - ¿hay que tener alguna licencia para estar detrás del mostrador que ocupas ahora?

. - no, solo el de apertura y pagar los impuestos correspondientes.

. - pues te voy a dar una solución. Tú estudias, mientras yo te ayudo con el kiosko. Me han prejubilado, ya sabes, por la columna vertebral y como aquí no hay que levantar mucho peso, podría echar medio día o días enteros, según. Sin cobrar, ya me pagan una pensión.

. - te lo agradezco, pero los dos sabemos que cobras una pensión de mierda y no puedo hacerte eso. A menos que te quieras casar conmigo.

. - de eso nada, no soy de esos, ya lo sabes.

. - mira que eres tonto. ¿Dónde has visto antes un bombón como yo?

. - sí, la verdad es que hay pocas con tu cuerpo y esos ojazos que te gastas, pero a mí no me llevas al huerto, ni loco. Además, aun eres la niña que remaba en los columpios del parque.

. - de niña, nada. Este cuerpo no es de niña, tú mismo lo has dicho antes.

. - tienes razón, Cenicienta. Eres ya toda una mujer.

. - tu sigue con lo de Cenicienta y te arreo un guantazo. Bueno, ¿qué vas a llevar hoy?, ¿el periódico de nuevo o algo para que te caliente las noches? Me ha llegado una revista porno sueca que es de lo más explícita.

. - yo no necesito esas revistas guarras para calentarme las noches, a no ser que me quieras calentar tú, claro.

. - yo solo me acostaré cuando me case. Llegaré virgen al matrimonio.

. - pero que estrecha y anticuada eres, Cení. Dale gusto al cuerpo, que, con los años, la cosa decae, ya me entiendes.

. - vete a la mierda, mira que eres un calenturiento. Si te casaras conmigo, lo tendrías todo solucionado. Siempre me has gustado. ¿Recuerdas aquella ve que… que te la vi en los baños del parque? Aun hoy me acuerdo.

. - oye, Cení, siempre has sido una chica muy espabilada. Lo querías aprender todo y rápido, así te colaste en el baño de caballeros aquel día. Casi me da algo. A mi lado, estaba otro tío meando. ¿También se la viste al otro?

. - claro que se la vi -dijo riendo- pero la tenía más pequeña que la tuya-.

. - bueno, déjate de cachondeo y no seas pesada con lo de casarte conmigo, con lo bueno que es disfrutar como un enano con lo que nos ha dado Dios para echarlo a perder casándose uno. Que no tengo pasta, ¿es que aún no te has enterado?

. - no solo de pasta vive la mujer. Tendría más tiempo para cuidar de papá, tú llevarías el kiosko con mi ayuda y entre los dos sueldos, saldríamos adelante. Además, continuaría estudiando.

. - ¿aún sigues con eso de ser abogada?

. - pues claro y hasta que no lo consiga, no dejaré de estudiar. Bueno, ahora mismo lo he dejado un poco por lo de papá, pero en cuanto se ponga bien, ya tu verás si saco el título.

. - si lo haces, me caso contigo.

. - ¿me lo prometes?

. - te lo prometo.

. - ¿no te echarás atrás?

. - ya sabes que soy un hombre de palabra.

. - pero tardaré años en ser abogada.

. - seré paciente, pero con una condición.

. - a ver esa condición.

. - hasta el mismo día en que nos casemos, podré seguir disfrutando de la vida con mis amigos y amigas.

. - quieres decir…

. - ni más ni menos. Ya que tú no me quieres dar lo que necesita un hombre, tengo que buscarlo por otro lado. Es lo justo. Ni siquiera nos hemos besado una sola vez.

. - ¿no cuentan los besos que te daba de niña?

. - de eso nada. Eran besos en las mejillas al tío Salvador.

. - ¿y si empiezo a darte besos y demás cosas que necesita un hombre, dejarías a las demás?

. - no te quiero mentir, no las dejaría.

. - ¿entonces cómo sé que las dejarás una vez nos casemos?

. - porque te he dado mi palabra. Mientras me seas fiel, yo lo seré contigo. Si me eres infiel, borrón y cuenta nueva. Eso sí, un mes antes de casarnos, tú y yo practicaremos sexo hasta hartarnos para confirmar que somos compatibles, no vaya a ser que no congeniemos en la cama y hayamos perdido el tiempo.

. - me parece justo –Ella se echó a reír- Salvador, tú sabes que lo que estamos hablando es por hablar, ¿verdad?, ni nos vamos a casar, ni vamos a tener relaciones.

. - sí, Cenicienta, pero sería bonito, ¿no te parece?

. - sí, sobre todo lo de ponerme los cuernos hasta el mismo día de la boda. No me apetece tener cornamenta. Bueno, ¿qué vas a llevar?

. - el periódico y esa revista de chismosos.

. - aquí tienes, hoy viene el periódico con el accidente fatal del heredero de las Bodegas Herrera. Se estampó esquiando y la palmó.

. - ay, qué pena me da. Pobre niño rico –dije con sorna-.

Sí, allí estaba en primera plana la imagen de un guaperas rico. El muerto era el heredero de una rica familia de viticultores del norte del país.

. - bueno, ya me voy. Que se mejore tu padre, mañana seguimos hablando de lo buena que te has puesto y nuestros planes de matrimonio.

. - que te den, mamonazo. Yo también te quiero, ¿lo sabes, ¿verdad?

. - lo sé, Cenicienta. Cuídate.

. - tú también.

Elisa, que así se llamaba la Cenicienta, se quedó pensativa una vez me hube ido. La verdad es que la tenía cruda con lo de su padre. No se hacía muchas ilusiones en cuanto a la recuperación del viejo. Estaba en las últimas, le había dicho el médico. En cualquier momento le podía dar más fuerte de lo normal y quedarse donde estaba y ella no podría hacer nada.

De camino a casa vi un espectáculo en plena calle de unos magos. Eran dos conjuntados. Los muy cabrones se quedaron colgando en el aire, sin saber cómo lo habían hecho. Que tíos, como engañan a cualquiera.

De entre la muchedumbre que miraba a los magos, había una chica algo sucia que no miraba el espectáculo, precisamente.

La estuve vigilando y cuando se me acercó y me metió la mano en el bolsillo de atrás, la cogí por el cuello. No se podía escapar, pero tampoco la apreté demasiado, no le hiciera daño.

. - suélteme…, suélteme digo o llamo a la policía.

. - sí, llamémosla –dije viendo que aún no había podido sacar la mano de mi bolsillo-.

La gente a mi lado se escandalizó que una chica como aquella, se dedicara a robar.

. - hay que llamar a la policía y encerrar a esta ladronzuela –decían aquí y allá-.

. - ella no tiene la culpa –dije- ¿dónde están tus padres?

Ella no respondía, solo intentaba zafarse. Al final sacó la mano de mi bolsillo, pero yo no la solté.

Viendo que la muchedumbre se estaba poniendo tonta con lo de enchironarla, la aparté de ellos, como si fuera a entregarla a la policía. Una calle más allá, me detuve y me senté en un banco público, sin soltarla o saldría corriendo.

. - ¿cómo te llamas?

. - ¿me va a llevar a la policía?

. - no, no te voy a llevar. ¿Si te suelto, te escaparás?

. - no, no me escaparé.

La solté e intentó largarse. La volví a atrapar.

. - pero que mentirosa eres. Tendré que llevarte a la policía.

. - no, no por favor. No me escaparé. Me llamo Íngrid.

. - Íngrid, ¿y tus padres?

. - no lo sé.

. - ¿no sabes dónde están ahora o no tienes padres que cuiden de ti?

. - no tengo padres, me escapé de una familia que me trajo aquí y robo para comer. Solo para comer.

. - ¿de dónde eres?

. - rumana, de Rumanía.

. - ¿cuándo te escapaste de esa familia?

. - hace una semana.

. - ¿y has estado por ahí toda una semana y con la tormenta encima?

. - Estaba escondida con otros chicos de la calle, pero hubo una redada de la policía y pude escaparme.

. - ¿y no prefieres vivir en uno de esos albergues? Allí tendrías una cama y comida todos los días.

. - ya estuve, me escapé el primer día. Allí pegan a la gente.

. - vaya, pero no será así en todos los albergues, Íngrid.

. - no quiero volver.

. - ¿y tu familia?, la que te trajo de Rumania. ¿Quieres volver con ellos?

. - no, con ellos no. Me tenían secuestrada y no me dejaban salir, sino era para pedir con sus hijos.

. - y entonces, ¿qué piensas hacer? ¿Seguir robando como ahora? Otro día te puede coger otra persona y no ser tan amable, que te devuelva con tu familia rumana o te lleve a la policía.

. - ¿tienes hijos?

. - no, que yo sepa, no –sonreí-.

. - adóptame, pareces una buena persona.

. - eso no se puede hacer así. Hay que hacer muchos trámites antes y no tengo dinero. Se necesita mucho dinero.

. - yo no se lo diré a nadie. Solo llévame contigo. Yo cuidaré de ti y tú cuidarás de mí. Por favor…

Aquella frase me sonaba conocida, ¿dónde la habría oído yo…?

. - Íngrid, el problema es que, si me cogen contigo en mi casa, me puedo meter en problemas si me denuncia tu familia. Así no se hacen las cosas. No pareces mala chica, pero no puede ser.

. - entonces déjame ir, ya me buscaré la vida. Aunque sea de puta.

. - no, eso no.

. - si no me llevas contigo, me pondré en una esquina, o eso, o sigo robando.

. - ¿sabes que eres una lianta?, ¿qué edad tienes?

. – 18 para 19, creo.

. - me pones en un compromiso, Íngrid. Joder, como me complicas la vida. Será mejor llevarte a la policía, no puede ser, lo siento. No puedes estar conmigo, ni estar en las calles. Sería un suicidio las dos cosas. Vamos, lo siento, Íngrid.

Me levanté y la cogí de nuevo por el cuello, ahora más suave. Lo que no pude prever fue la patada que me dio en los huevos la condenada chica. Joder, como duele una buena patada en los huevos.

Quedé de rodillas por el dolor, mientras la cabrona se escapaba como si el demonio se la llevara. Joder, con la jodida, qué buena puntería tenía.

La vi perderse de vista. Cuando me recuperé un poco, me senté para coger el resuello necesario para regresar a casa, ya no podía hacer nada más por ella. La madre que la parió, qué dolor de huevos.

Llegué a casa por fin y me fui al baño. Me di una ducha y me revisé los huevos. Estaban aún rojos, pero no parecían cascados.

Las chicas no estaban en toda la casa, ni siquiera David. Mejor, no me gustaría que se enteraran que una cabrona me había dejado k.o. con una patada en los mismísimos cataplines.

Me fui al salón y me tendí en el sofá mientras veía televisión y le echaba un vistazo al periódico.

Media hora después llegaron dos de las chicas, Pepita y Candy. Candy corrió hacia mí y nos besamos.

. - ¿sabes que mamá está trabajando en un supermercado?

. - ¿ah sí? Me alegro por ella. ¿Cómo ha encontrado ese trabajo, con la que está cayendo? y no me refiero al mal tiempo.

. - ha sido Pepita, conocía al dueño de cuando eran jóvenes y le pidió un favor. Vendrá cuando acabe la jornada.

. - gracias, Pepita. Te has ganado un beso –dije levantándome y dándoselo en los labios- te mereces el cielo.

. - no ha sido nada. Ya me lo había ofrecido a mí, pero en mi estado, aun no puedo. Qué mejor que Sofía para ocupar el puesto. Mejor que ella, nadie.

. - te agradezco que seas amiga de mis amigas, Pepi. Eso dice mucho de ti –volví a besar sus labios y luego al David en la frente- qué pareja sois.

. - tu habrías hecho lo mismo, lo sabemos todos –ahora fue ella quien buscó mis labios y se los di sin rechistar- voy a cambiar a David, se ha hecho caquita-.

. - David, esas cosas solo en casa. Sé un hombre –le dije muy serio-.

. - pero Salvador, ¿no ves que es muy chiquito aún? –dijo Candy muy seria-.

. - querida, ya lo sabe. Es una broma de nuestro querido Salvador –dijo Pepita-.

. - ah…, entonces nada. ¿Sabes que quiero que me hagas, Salvador?

. - ni lo imagino. ¿Llevarte a un colegio de monjas?, ¿puede ser eso?

. - de eso nada. Ya estoy harta de monjitas.

. - pues lo he estado pensando y debes asistir a clases. Cuando tu madre venga, hablaré con ella. Podrías seguir estudiando y hacerte una carrera.

. - yo lo que quiero es que me beses ahí abajo. Me gusta mucho y si además me haces lo otro… -dijo sonriendo-.

. - Salvador, has creado un monstruo. Ahora tendrás que claudicar y hacer lo que te pide.

. - lo dicho, la mandaremos a la universidad.

. - vale, pero antes lo otro –seguía sonriendo la muy jodida-.

. - os dejo, este David huele fatal. Salvador, no hagas con ella, lo que no harías conmigo.

. - que graciosa. Anda, lárgate con ese cagón de David, que Candy y yo tenemos que jugar un poco.

Candy ya se estaba sacando la ropa de encima. La cogí en brazos y la llevé a su dormitorio. Allí la tiré sobre la cama, para luego desnudarme.

La recuperación de mis huevos había sido resuelta, aunque no la rojez, que persistía. Así y todo, mi polla ya estaba toda endurecida por el deseo de disfrutar con Candy.

Candy se abrió de piernas esperando ser comida viva y claro, yo era el comedor especializado en cuerpos delicados como el suyo. Sus pechitos eran algo que me atraían poderosamente y hacia ellos llevé mi boca primero.

Fue un trabajo de lengua bien completito. Sus gemidos le dijeron a Pepita que la benjamina de la casa lo estaba pasando bien y sonrió, suspirando por no ser ella la que era servida.

Con una mamada previa a la penetración, Candy se tragó mi sable, para luego echarle vaselina ella misma.

. - ¿así está bien?

. - muy bien. Ponte también en tu vagina una buena cantidad y lo más adentro posible.

Así lo hizo. Una vez completado el engrase, la penetré lentamente, sin condón. Sus gritos confirmaron a Pepita que había llegado el momento de la penetración vaginal, que no la anal, pues sabía que yo no lo haría sin su madre presente para que cuidada de su hija enculada. Aun así, sus gritos de dolor, que no de placer, le dio pena, pero era lo que había si quería disfrutar en algún momento posterior.

La penetración cogió velocidad de crucero. Cada vez que se la metía era más fácil para ella, que no para mí, pues me gustaba que rosara contra las paredes vaginales para mayor placer propio, pero comprendía que no debía ser tan cabrón y ceder con Candy algo de mi placer a cambio de su seguridad.

Con mi polla dentro de ella, volví a saborear sus labios y sus pechitos. Era una buena amante aquella hembra delgaducha, que intentaba por todos los medios que disfrutara con su cuerpo. Sin duda, con el tiempo, sería mejor amante que su madre y que Pepita. Era lo que tenía la juventud.

Cuando me salí, restregué mi pene sobre sus pechitos, uniéndolos ambos contra el miembro para hacerme una cubana. Costó, pues eran pequeñajos.

. - quiero que me penetres por el ano.

. - no, de momento, no. Ya llegará, pero de momento no, querida. Trágatela y hazme correr como tú sabes.

Y se la tragó. La mamaba como sabía y podía y eso era un aliciente extra a una mamada normal.

Me corrí en su boca, algo que esperaba. Sonriendo, tragó y siguió mamando hasta terminar con ella. Luego me puse entre sus piernas y mi lengua le hizo un trabajo lingual que debía pasar a los anales de la historia de las comidas de coños. Se retorcía como me gustaba. Sus corridas extras me gustaba tragarme. No dejamos la cama hasta que no nos cansamos de comerme ella mi boca y yo, además, el resto de su cuerpo.

Pepita nos cogió en el baño dándonos jabón. Se desnudó y se metió con nosotros. Un morreo decente y nos ofreció a ambos sus pechos lecheros. Yo me tiré de cabeza a mamarla, Candy se lo pensó un segundo. Dio una pequeña mamada, le gustó y no se salió hasta que fue apartada a base de besos por mi parte, pues había que dejar alimento para David. Entre la que yo dejé y la que dejó Candy, tendría suficiente hasta que Pepita volviera a fabricar más.

La puerta sonó varias veces insistentemente. Cagándome en todo lo que se meneaba, pues nos estaba importunando aquella visita, dejé allí a las chicas y me puse una bata por encima.

Cuando abrí la puerta con cara de mala leche, casi me da algo. Allí estaba la cabrona que me había dado una patada en los huevos no hacía mucho.

(Parte 13 de 16)

FIN