Medio-pensionista (12)

Vicisitudes de un medio-pensionista en 16 trozos.

MEDIO-PENSIONISTA

(12-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

© Todos los derechos reservados.

Pasó casi media hora y la cosa no cambiaba, así que se fueron durmiendo las chicas. Un cuarto de hora después aflojó el viento y la lluvia. Cinco minutos después dejó de llover, aunque el viento no había desaparecido.

. - chicas, ha dejado de llover. Será mejor aprovechar e irnos de aquí.

Las dos mujeres se despertaron. Aparté sus manos de mi erecto pene y me salí de entre ellas, pasando delante sin salir del auto, por en medio de los dos asientos.

En calzoncillos, pero con el pito fuera, puse el auto en marcha y salí de allí despacio, camino abajo. Luego busqué una carretera decente que no estuviera muy inundada. Cuando me di cuenta de que aún tenía el pene a la vista, sonreí y me lo guardé bajo los calzoncillos.

Tardamos casi media hora en un recorrido que hubiera tardado menos de un tercio. Con el edificio a la vista, le di al mando a distancia para entrar en el garaje y me acordé de que aún no había luz y no podía funcionar, por más que apretara el mando.

. - chicas, no hay luz y no funciona la puerta del garaje. Tendremos que entrar por la puerta principal y subir por las escaleras. Coged cada una, una manta y taparos bien. Yo llevaré la ropa mojada de todos.

. - pero irás en paños menores.

. - a esta hora y con esta oscuridad, no habrá nadie mirando, te lo puedo asegurar. Es en el tercer piso, llegaremos rápidamente. ¿Dónde puse la linterna? –dije buscándola en la guantera. No estaba. Así que la busqué en la caja que había entre los dos asientos delanteros y allí estaba. Era una linterna de emergencia. No usaba pilas, sino una manivela para dar luz durante un minuto más o menos. Se le volvía a dar a la manivela y un minuto más teníamos. Al comprarla me acordé de las películas antiguas de guerra, donde el ayudante de la emisora le daba manivela para tener corriente. Era lo mismo-.

Aparqué bien el auto. Luego salimos rápidamente hacia el portal. Metí la llave y entramos. Luego todo fue subir escaleras hasta llegar a mi vivienda. Yo iba alumbrándolas.

Pepi nos estaba esperando con un par de velas a medio gastar.

. - por fin has llegado, querido –dijo besándome en los labios sin soltar las velas-.

. - Pepi, ella es Sofía y su hija Candy. Se van a quedar unos días con nosotros.

. - bienvenidos a esta casa. Pasad, pasad.

. - Pepi, llévalas al baño y que se den una buena ducha. Déjales algo de ropa para dormir hasta que compremos algo mañana. Luego que coman y se acuesten. Mañana ya hablamos.

. - como quieras, cariño. Venid conmigo. Déjame la linterna, Salvador. Tu vete al baño de nuestro dormitorio, no vayas a coger una pulmonía.

. - sí, será lo mejor. Chicas, estáis en buenas manos.

. - gracias de nuevo –dijo Sofía dándome un casto beso en una mejilla-.

. - gracias, Salvador –dijo Candy, besándome también en una mejilla-.

. - que me vais a hacer ruborizar, chicas. Venga, ducharos ya o seréis vosotras quien coja una pulmonía. Luego nos vemos en la mesa.

Pepi le dio la linterna a Sofía y cogió dos velas. Las llevó al baño y las colocó en diferentes sitios. No era gran cosa, pero algo alumbraba.

. - meteros en la bañera o en la ducha. Voy a buscar unas batas. Las toallas están bajo el lavabo.

. - gracias a usted también por dejarnos quedar unos días aquí.

. - todo el mérito es de Salvador. Ésta es su casa, yo también estoy de invitada.

. - creí que eran…pareja.

. - dormimos juntos, si es a eso a lo que se refiere. Es una persona excepcional, si lo sabré yo. Enseguida os traigo las batas.

Una vez salió Pepi, madre e hija se intercambiaron miradas.

. - ¿con quién hemos topado, mamá?, ¿con Papá Noel o con quién?, debe ser rico.

. - dejemos eso por ahora. Duchémonos, no nos resfriemos, hija.

Me di una ducha calentita en mi dormitorio. Una vez seco, me puse la bata. David estaba durmiendo. Pasé a la cocina, olía a cilantro. Abrí el caldero y confirmé que era un caldo de cilantro de los de toda la vida. Me senté a esperar a las damas, no quería empezar sin ellas. La educación era lo primero.

Casi me quedo dormido en la mesa. Fue Pepi quién me despejó con un beso en el cogote.

. - te estás durmiendo, Salvador. ¿Por qué no has comido y te has acostado?

. - no quería empezar sin los demás. Soy un caballero.

. - serás tonto. ¿Qué pasó para venir de esa manera tan mojado y cansado?

. - mejor que te lo cuenten ellas mañana. Mira, aquí llegan.

. - ya estamos aquí –dijo Sofía- ¿podemos sentarnos?

. - claro, mujer. Sentaros, que os pongo un plato de caldo, os calentará el estómago –dijo Pepita sirviéndolas primero-.

Cuando Pepita y yo íbamos por la mitad, ellas ya habían acabado.

. - sí que tenéis hambre. Os pondré otro plato a cada una, se nota que tenéis hambre atrasada -dijo Pepita-.

. - no, por favor.

. - nada de no por favor. Si no nos lo comemos esta noche, mañana lo echaré al cubo de la basura –dicho y hecho llenó de nuevo los dos platos de las invitadas-.

Acabé el plato y me levanté para ir al fregadero.

. - ¿a dónde crees que vas, cariño?

. - a lavar el plato.

. - tú te vas a la cama, estás muy cansada. Ellas también se irán a la cama según acaben. Yo lavaré los platos.

. - me gustaría echar una mano –dijo Sofía-.

. - mañana ya hablamos, pero esta noche mando yo. Termináis y os metéis en la cama, que parece que os hace mucha falta.

. - gracias, no lo sabe usted bien.

. - bueno, entonces os dejo, chicas. Es verdad, estoy molido. Hasta mañana entonces.

. - hasta mañana entonces y gracias, de nuevo -dijo Sofía, la madre-.

. - sí, gracias, Salvador. Has sido muy bueno con nosotros dos –añadió Candy-.

. - vosotras hubierais hecho lo mismo conmigo. Bueno, me voy que me caigo de sueño. Un beso a todas.

Salí de la cocina y directamente me tiré en mi cama. Quedé grogui. En verdad estaba molido y no sabía por qué. Bueno, sí. El médico que me operó de la columna me había dicho al colocarme la vértebra nueva en el cuello que no hiciera ningún esfuerzo o podía quedarme en sillas de ruedas. Supongo que hoy me he pasado haciendo esfuerzos, pero no podía hacer otra cosa, era mi sino.

Las chicas estaban terminando de cenar. Una vez hecho, cogieron los platos y los pusieron en el fregadero.

. - ¿por qué dijo que usted también era una invitada en esta casa?

. - porque lo soy. Me acogió como a vosotras. Es un encanto de hombre y nunca podré pagarle como se merece. Cuida de mí y de mi bebé como si fuera su padre.

. – ¿y tienen…? -preguntó Candy-.

. - ¿te refieres a si tenemos relaciones y nos acostamos juntos?

. - no quería ser tan indiscreta. Es cosa vuestra.

. - las tenemos, no porque me lo pidiera el, se lo pedí yo. A su lado me siento segura.

. - ¿es una persona rica?

. - no, para nada. Cobra una pensión de invalidez del 55%, una miseria. La junta con la que me dan a mí, que es otra miseria y vamos viviendo. Tiene otra vivienda en esta misma planta y la alquila para añadir algo de dinero. No, no es rico, pero es millonario en cariño que les da a los demás.

. - creo que te entiendo –dijo Sofía- no sabía que hubiera personas como Salvador en este mundo hasta que nos salvó de debajo del puente.

. - este es mi Salvador, todo un salvador. Hasta su nombre le delata. Bueno, será mejor que os metáis en la cama, mañana ya seguiremos hablando largo y tendido. En cuanto friegue, yo también me acostaré. Que descanséis. No dejéis las velas encendidas, no se vaya a producir un incendio.

. - no te preocupes, las apagaremos en cuanto nos metamos en la cama. Gracias a ti también.

. - buenas noches.

Cuando Pepi terminó en la cocina, apagó todas las velas que tenía repartidas por la casa y se fue a la cama. Allí estaba yo durmiendo como un lirón.

Aunque habíamos quedado para darnos o más bien, darme placer enculatorio, no quiso despertarme, pues se me notaba que no estaría en forma para disfrutar de una noche de amor loco, así que con cuidado se metió en la cama y también se durmió, pese a los truenos que sonaban en la lejanía. Ya no le molestaban tanto, pues tenía a su lado alguien que cuidaba de ella y de su hijo David.

Cuando Pepita abrió los ojos por la mañana, me cogió mamando de uno de sus pechos. Al otro lado, yo mismo, le había puesto a David a mamarla también, pues fue el bebé el que me despertó a mí.

. - vaya, así que mis dos amores se están alimentando a base de bien.

. - David, que nos ha cogido in fraganti tu mamá…

. - David sabe que ninguno de los dos tenéis que pedirme permiso para alimentaros de mamá.

En la puerta de nuestro dormitorio apareció una figura.

. - buenos días, tenéis papel de…, oh…, lo siento. Os dejo solos –era Candy, que venía a por papel higiénico-.

. - pasa, querida. No seas tímida –dije dejando de mamar a Pepita-.

. - lo siento, debí llamar antes.

. - no te preocupes -dijo Pepita- lo que pasa es que a mis dos chicos les gusta mucho mamarme y claro, no puedo decirles que no a ninguno de los dos. Si lo que buscas es más papel higiénico, mira debajo del lavabo. Allí hay de sobra.

. - gracias y perdonad.

. - no te preocupes, en esta casa no tenemos secretos que guardar –dije y continué mamando como si nada. Candy se fue toda roja-.

Cuando llegó al baño estaba su madre en la taza del baño orinando.

. - ¿vienes sin papel?

. - debajo del lavabo dice que hay más –dijo agachándose y sacando un rollo- ¿sabes mamá que estaba Salvador mamando de un pecho de Pepita?

. - ¿mamando de mamar, dices?

. - sí, el bebé en un pecho y Salvador en el otro.

. - bueno, si le gusta…, a tu padre también le gustaba mamarme del pecho cuando tu naciste. A los hombres les gusta mucho mamar de las mujeres que han tenido hijos.

. - y no le molestó que lo viera hacerlo.

. - hija, ésta en su casa y no hace mal a nadie. ¿Ella estaba obligada?, ¿se notaba que le molestaba?

. - para nada, hasta le gustaba.

. - sí, también nos gusta a las mujeres cuando nos maman nuestros hombres. Ya lo sentirás cuando te ocurra a ti.

. - ¿y cuando no tengamos más leche, que harán después?

. – hija, ya eres mayorcita para saber qué darles si no tienes leche.

. - vale, mamá. Vale.

La luz había vuelto. Cuando terminé de alimentarme lácteamente, me metí entre las piernas de Pepi para darle un repaso.

. - puede volver la chica.

. - me parece, que, de momento, no volverá. Le ha impresionado que mamara de tu pecho.

. - sí, creo que tienes toda la razón. En cuanto a ti, tengo una reclamación que hacerte.

. - a mí, ¿por qué?

. - quedamos anoche para…, ya sabes…, la puerta trasera. No es que esté muy entusiasmada, pero si ha de ser…, será.

. - ah…, es eso. ¿Qué milagro que seas tú quien me lo recuerde, cuando tenías miedo de que te penetrara analmente?

. - cómo te he dicho, si vamos a ser pareja, tarde o temprano…

. - si no lo deseas, no lo haré, cariño.

. - quiero verte feliz con mi cuerpo y sí, quiero que lo hagas.

. - ¿ahora?

. - si cierras la puerta, ahora.

. - ¿estás segura?

. - lo estoy.

. - entonces coloca al bebé en su canastilla, que ya ha mamado bastante. ¿Dónde habré puesto la vaselina?

. - aquí está –dijo cogiéndola del cajón de la mesa de noche-.

Me bajé de la cama y pasé la llave. Luego volví a subir y la esperé mientras ella colocaba al bebé en su canastilla. Su desnudez me la puso más dura aún.

. - no te muevas, querida –dije al verla agachada colocando al bebé en su camita. Su trasero era de lo más hermoso, lo que me hizo bajar de la cama y agachándome, le abrí las nalgas y me puse a comerme el ojete de mis deseos.

. - oh…, veo que estás bien caliente esta mañana.

. - no lo sabes tú bien –dije despegando mi cara de su culo, solo para coger impulso y seguir lengüeteándoselo-.

Al rato, la hice levantarse y le di la vuelta. Me comía su boca mientras la atraía hacia la cama. Una vez encima de ella, le abrí de piernas y disfruté de sus jugos.

Sus gemidos traspasaron la puerta de la habitación, llegando a oídos de Sofía y Candy.

. - mamá, ¿los oyes?, están haciendo el amor.

. - hija, déjalos que disfruten. Será mejor que vayamos a ver la televisión un poco.

Mientras ellas se iban a salón, yo ya le había dado la vuelta. Mi pene, embadurnado de vaselina, se deslizó agujero adentro.

Pese a la vaselina, el culo de Pepita no estaba acostumbrado a recibir, sino a expulsar y gritó al sentir que mi pene la enculaba. Sus gritos aumentaban exponencialmente y de nuevo, llegaron a oídos de las chicas.

. - mamá, la está matando. ¿Oyes sus gritos?

. - hija, pareces tonta a tu edad. Solo hacen el amor.

. - pero mamá, ¿no oyes como grita ella?

. - será posible. ¿Tendré que explicártelo todo? Salvador y Pepita no están copulando como se hace habitualmente.

. - ah, ¿no?, ¿y qué están haciendo entonces?

. - no sé cómo decírtelo. Eso de estar en un colegio de monjas, no te sentó bien. ¿Qué te enseñaron allí?, Bueno, va. Salvador está usando la puerta trasera de Pepita.

. - ¿la puerta trasera?, ¿qué puerta es ésa?

. - pues la puerta trasera es…

. - ¿cual, mamá?, ¿Cuál es la puerta trasera?

. - el ano de Pepita. La está penetrando por su ano.

. - Dios, ¿por el culo?, ¿le está haciendo el amor por el culo?

. - sí, por el culo. Es otra manera de hacer el amor.

. - ¿y disfrutan así los hombres?

. - ya lo creo.

. - ¿y las mujeres?, ¿disfrutamos también?

. - al principio cuesta, pero con el tiempo, también disfrutamos.

. - ¿cómo que al principio cuesta?

. - pues eso, que las primeras veces es muy doloroso, como ahora con Pepita. Esos gritos de dolor son porque son las primeras veces. Más adelante, ya no gritará tanto y disfrutará cuando lo haga Salvador. Y no me preguntes más, por favor.

. - es que creía que la estaba matando.

. - pues ya ves que no.

. - ¿papá y tú también lo hacíais?

. - hija, eso es privado de cada persona. Cuando te lo pidan a ti, si te lo piden, has de ser tú quien diga sí o no. Y cállate ya, por favor –dijo Sofía cambiando de canal-.

Mientras tanto, en mi dormitorio mi polla entraba y salía del ojete de Pepita a velocidad de crucero. Disfrutaba como un enano. Al menos yo. Ella aguantaba el envite.

Cuando me salí y me corrí encima de su espalda, Pepita respiró hondo.

La lechada desparramada fue reabsorbida por mi lengua para tragármela toda. No dejé ni un puto espermatozoide. Lo siguiente fue invitar a la comilona de polla a la parienta, la cual se estaba haciendo adicta, pese a que iba con regalo.

Mamaba como una condenada, como si quisiera congraciarse conmigo, cuando era yo quien le tenía que estar agradecido. Tenía su vulva para lengüeteársela, su culo para encularlo y tus pechos para mamarlos, ¿qué más podía pedir?, poco más, que me diera por culo, pero eso ya me lo buscaba yo fuera.

Una vez duchados ambos, salimos en bata hacia la cocina. Al ver en la salita a las invitadas, fuimos primero allí.

. - buenos días, espero que no os hayamos despertado –dijo Pepita colorada-.

. - no, que va.

. - ¿preparamos los desayunos Sofía?

. - sí, preparémoslos –dijo Sofía, levantándose de su asiento. Candy se quedó mirándome-.

Yo fui a echar un vistazo por la ventana. Había dejado de llover, aunque el viento aún no había parado del todo, pero no era tan fuerte, ni punto de comparación, con la tarde-noche de ayer.

Candy se me puso a mi lado para mirar también por la ventana. Le puse el brazo en el hombro y ella se me acercó más a mí.

. - ya no llueve nada, Candy. Vaya día el de ayer, ¿eh? –Dije atrayéndola hacia mi cintura-.

Candy, como quien no quiere la cosa, se abrió un poco la bata. Sus pequeños pechos se vieron lo suficientes para saber el tamaño que tenían en su totalidad. Le miré a los ojos y luego a la abertura. Sonreí y le guiñé un ojo.

. - van a coger frio.

. - ¿quienes?

. - tus dos pechitos.

. - ah…, ellos. ¿Te gustan?

. - son muy bonitos.

. - ¿cómo te gustan los pechos de las mujeres, Salvador?

. - bueno, en realidad me gustan todos. Grandes como los de tu madre, con leche como los de Pepita o pequeños como los tuyos.

. - gracias. Te hemos oído cuando le hacías el amor a Pepita.

. - lo siento, la próxima vez le diré que no grite tanto.

. - no es culpa tuya. Dice mamá que estabais practicando sexo por la puerta trasera y claro, las primeras veces duele un montón y que, por eso, Pepita gritaba.

. - más o menos es así. Pero eso es cosa que... Tu cabecita no debe de preocuparse de eso por ahora.

. - ¿cuándo debo preocuparme? Tengo ya 18 años.

. - aun así, no debes preocuparte.

. - ¿y eso por qué? Ya he tenido un pene enorme entre mis manos.

. - te refieres a…

. - en el auto, ¿ya no te acuerdas?

. - sí, sí que me acuerdo.

. - me gustó. Pero no se lo digas a mamá.

. - me alegro de que te gustara. Me halaga oírlo. Cuando quieras volver a tenerlo, me lo dices y es tuyo.

. - ¿de veras?

. - sí, pero solo con una condición, cuando tu madre te dé permiso para hacerlo, no antes. No quiero enemistarme con tu madre.

. - oh, entonces no la volveré a tener nunca más en mis manos.

. - no te preocupes, Candy, llegará el día tendrás más de las que puedas coger con tus manos. Ahora vayamos a desayunar.

A una velocidad de vértigo para mis sentidos, Candy me abrió el albornoz y al estar en pelotas, le fue fácil cogerme el rabo descargado y sin miramientos, se metió en su boquita mi esmirriada polla.

. - no hagas eso, querida. A tu madre no le gustará que lo hagas.

Ella siguió mamándome, como lo haría un cervatillo con las tetas de su madre, a golpes. Al final la separé con ambas manos.

. - Candy, querida. El sexo debe ser consentido por las dos partes, si no, es otra cosa. ¿Me entiendes, cariño?

. - ¿no te ha gustado?

. - mucho, pero no es el momento, ni el lugar –me tapé y la cogí por el hombro izquierdo y marchamos hacia la cocina- guárdate los pechos, a tu madre no le gustará que los enseñes-.

Antes de llegar a la cocina, se tapó bien. Luego nos sentamos en la mesa. Ella estaba silenciosa, pero al mismo tiempo, temblaba.

. - hija, aquí tienes tu leche como te gusta.

Candy me miró y aún se puso más roja. Cogió la cuchara y la quitó de la escudilla. Se bebió el cuenco entero. Luego se levantó y dijo que iba al baño.

. - llevamos varios días sin comer decentemente y ahora que lo hace, tiene que acostumbrar el cuerpo –dijo su madre-.

Sin embargo, Candy no fue al baño a hacer sus necesidades. Sí, se sentó en la taza a horcajadas y abriéndose la bata, miró al techo y cerró los ojos, mientras un dedo de su mano derecha se restregaba por y alrededores de su clítoris.

Fue algo automático, pues nunca se había hecho una paja, ni en solitario, ni en grupo. Simplemente al mamarme la polla, le vino a la cabeza la idea de hacerlo y Dios, le gustaba, según pudo comprobar.

Su madre, preocupada porque estuviera arrojando, la encontró en aquella postura y haciendo lo que hacía, masturbándose.

. - hija, ¿qué estás haciendo?

. - ay…, Dios, mamá. Lo siento.

. - bueno, hija, tampoco es tan malo. A veces sentimos deseos.

. - mamá, he hecho algo muy malo.

. - hija, me estás asustando.

. - violé a Salvador.

. - ¿cómo dices, hija? Repite eso.

. - que violé a Salvador. Sin que pudiera evitarlo, le abrí el albornoz y me metí su pene en mi boca.

. - pero hija, ¿por qué has hecho eso?

. - mamá, no sé qué me pasa, pero siento deseos de que Salvador me haga lo que le hace a Pepita.

. - pero hija… ¿Qué te ha dicho Salvador?

. - me echó una bronca, pero le hice prometer que no te diría nada.

. - hablaremos con Salvador y lo haremos ahora mismo. Es mejor aclarar estas cosas, antes de que vaya a mayores.

. - pero mamá…

. - ni mamá, ni nada. Levántate de ahí y acompáñame.

Salieron y me buscaron por la casa, pero yo ya había salido a buscar el periódico. Así que hablaron con Pepita.

. - tenemos que hablar, Pepita. Ha ocurrido una cosa importante.

. - sentémonos, entonces –dijo ella. Estaban las tres en la cocina-.

Sofía le contó a Pepita que las habían oído tener sexo anal en su dormitorio. Que Candy se metió entre mis piernas y me mamó, que no dijera nada, que deseaba ser penetrada. La madre le contó pormenorizadamente, lo que había hecho Candy conmigo.

. - entiendo que estés preocupada, Sofía. También entiendo la atracción que tiene Candy por Salvador. Es un hombre atractivo y bueno. Mira, os diré la verdad. Porque no soy celosa. Si Salvador os ha traído es porque confía en vosotras y no seré yo quien se interponga entre él y vosotras. Lo podemos compartir, pues Salvador tiene amor para dar y recibir. Entiendo que a Candy le atraiga, hasta lo veo normal. Así que, si le das permiso a Candy para tener relaciones sexuales con Salvador, no me importará, siempre que sea consentido por ambas partes.

. - pero Pepita, ¿cómo has podido pensar que yo, o mi hija tengamos relaciones con Salvador? Primero, no nos ha pedido nada.

. - ni os lo pedirá, eso tiene que salir de vosotras, él es demasiado caballero para pediros nada a cambio de su ayuda.

. - y segundo, mi hija, aunque es mayor de edad, no ha visto mundo, estuvo internada en un colegio de monjas.

. - eres su madre y a ti te corresponde su educación, ya sea la sexual o la curricular. Yo ahí no puedo ayudarte.

. - mamá, por favor. A mí me gusta Salvador y yo sé que a Salvador le gustas también. Le pregunté qué pechos le gustaban mientras le enseñaba los míos y me dijo que los de Pepita, los tuyos y los míos. Luego fue cuando le abrí el albornoz para…

. - hija, no debiste hacerlo.

. - ¿qué no debió hacer la pequeña Candy? –Dije entrando en la cocina con el periódico-.

. - Salvador, estamos hablando de lo que sucedió antes con Candy y tú en el salón.

. - lo de…

. - sí, digámoslo como es, cuando se tragó tu pene.

. - lo siento, me hizo prometer que no diría nada. ¿Cómo se lo has dicho a tu madre?

. - la cogí en la taza del baño haciéndose una…, una…

. - entiendo –dije- y le contaste el resto. Bueno, te pido perdón, Sofía. Me cogió desprevenido-.

. - lo sé, Salvador. Me lo dijo. La cosa es que está enamorada de ti y quiere tener relaciones sexuales contigo.

. - pero Candy, cariño...

. - es igual, me gustas, me gustas mucho.

. - pero ¿qué voy a hacer contigo?

. - ¿nos vas a echar de la casa? –Dijo Candy-.

. - no, cariño. En realidad, tú no tienes la culpa. Si la tiene alguien, ese soy yo.

. - ¿y por qué dices eso, mi amor? –Preguntó Pepi-.

. - nos oyó haciéndolo y claro, su cabecita se volvió loca.

. - no es culpa de nadie en realidad -dijo la madre- Son cosas que pasan. No solo mi hija te está tomando cariño, yo también. Nos conocemos desde hace muy poco, pero suficiente para tenerte en mi corazón.

. - el afecto es mutuo.

. - le dijiste a mi hija que tendrías relaciones con ella si antes le daba yo permiso. Debo deciros la verdad. Yo también estoy prendado de ti, Salvador. Ya desde el auto sentí algo muy bonito y quisiera volver a sentirlo, si es tu deseo. Además, está mi hija, que siente algo similar por ti. No puedo evitar darle permiso para, si quieres, estar con ella y si yo también pudiera…

. - Salvador, ya sabes que no soy celosa -dijo Pepita- Ya lo hablé antes con ellas. Por mí no te reprimas, puedo compartirte con Sofía y Candy.

. - ¿estás segura, cariño? No quisiera estropear esto tan bonito que tenemos entre nosotros. Además, sabes que le he cogido cariño al pequeñajo de David.

. - lo sé. Ahora tendrás que repartirte entre cuatro personas, no solo conmigo y David.

. - bueno, si todo el mundo está de acuerdo, acepto, pero no esperéis de mi mucho. Solo soy una persona normal.

. - oh…, ha dicho que sí –dijo corriendo Candy a abrazarse a mí.

La cogí y la levanté en vilo. Le di un beso en los labios cuando estaba en lo más alto. Luego la bajé y la senté en la mesa. La tendí sobre su espalda y ahora sí, le aparté la bata y allí estaba la pelusilla de su vagina. Le abrí las piernas y metí mi lengua hasta el fondo.

Madre y ex preñada sonreían ante el ímpetu de la ocasión.

. - Oooohhhh…, aaaahhhh…, Oooohhhh… -gemía la chica mientras le lengüeteaba su vagina. Luego la bajé de la mesa y como si lo hubiera ensayado, me desató el cinto y me bajó los pantalones. Esta vez sí tenía permiso y se tragó mi pene cuanto podía-.

Mientras Candy mamaba, tendí las manos hacia Sofía. Me las cogió y la atraje. Sus labios y los míos se encontraron por primera vez. Fue un encuentro esperado e inesperado hacía un rato.

A ella también le abrí la bata y admirándola, le mamé ambos pechos que me supieron a gloria. Pepita se sentó en una silla para admirar el trabajo que estaba haciendo. Debía dejar paso y esperar su turno, si llegaba.

Como antes con Candy, puse a su madre en el borde de la mesa. Su chumino fue un placer comerme, mientras ella gemía tanto o más que su hija.

. - descansa, Candy. La necesito un momento.

. - la quiero dentro de mí.

. - eso será esta noche, cariño. Ahora tu madre me la está pidiendo a gritos.

De mala gana dejó de mamarme y se apartó. Entonces y con mi polla en ristre, se la enterré hasta los huevos a su madre. Gemía de placer cada vez que se la clavaba y lo hacía a velocidades interplanetarias.

Candy descubrió mis huevos y a por ellos se lanzó poniéndose detrás de mí. Su lengua lengüeteaba mis fabricantes de leche masculina cada vez que mis movimientos se los acercaban a su boca.

Una vez le di candela a Sofía, me salí y me coloqué con la polla hacia Candy.

. - querida, vas a recibir tu primera leche de un servidor. Mámamela cuanto puedas y luego trágate toda la que te entre en tu boquita.

. - sí, amor mío –dijo y se tragó mi tranca. Así me follé su dulce boca hasta que reventé y exploté lácteamente. Tosió la Candy, pero se recompuso para tragarse mi lechada. Luego se la saqué y se la ofrecí a mi ex preñada preferida, llevándosela allí donde estaba-.

Pepi no desperdició nada y mamó de mi tranca tanto que no me dejó una gota de esperma.

Una vez acabada la sesión preparatoria para la que vendría esta noche, invité a las tres a meterse en el plato de ducha XXL que había instalado.

Allí, todos desnudos, las lenguas de las chicas me recorrieron todo el cuerpo. La mía no se quedó atrás, metiéndose en las vaginas de las tres mujeres, sobre todo en la de Candy, a la que podía levantar como una pluma mientras metía debajo mi cabeza con mi lengua por delante. La dejé patidifusa de tantas corridas que le hice sacar.

(Parte 12 de 16)

FIN