Medio-pensionista

Vicisitudes de un medio-pensionista en 16 trozos.

MEDIO-PENSIONISTA

(1-16)

ESCRITA POR: SALVADOR MORALES

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. - Primo, tienes que hacerte cargo de la tía Susa.

. - ¿y eso por qué? -le dije-.

. - estamos hartos de ella.

. - serás cabrón. La habéis exprimido al máximo y ahora que solo le queda la pensión de mierda que cobra, ya no os interesa. Pues te jodes, no haberla acogido cuando tenía la casa y el dinero en el banco.

. - pues la echo a la calle.

. - sí, y te denuncio por tiacída.

. - ¿y eso que es?

. - la misma palabra lo dice. Cargarte a la tía, abandonarla y un largo etcétera.

. - bueno, no me vengas con cuentos. Tú eres tan sobrino de ella como lo soy yo, así que te corresponde quedarte con ella también.

. - de eso nada. ¿Qué voy yo a ganar con ello? Ya sabéis que cobro una pensión de mierda por mi invalidez para trabajar. Y aún tengo que operarme de otra vértebra y no sé ni cómo saldré del quirófano. Vosotros ya la habéis dejado seca, el mochuelo es vuestro.

. - te llevaré a los tribunales por no cuidarla tú también.

. - allí nos veremos, pero vas a perder, pues el juez sabrá que ella tenía propiedades, dinero en efectivo y la misma pensión y os lo habéis quedado todo y encima ahora queréis quitárosla de encima, sois unos mamones. Haberla dejado en su casa, pero no, la avaricia fue demasiada y ahora que ya no tiene nada, hala, a encajársela al primo Salvador.

. - ¿y si te pagamos una especie de pensión por quedártela?

. - ¿de cuánto estamos hablando?

. - ¿trescientos euros al mes?

. - vete a la mierda, por menos de 700 no me la quedo. Ya sabes que está un poco jodida y tiene que medicarse.

. - es demasiado, no. ¿Cuatrocientos?

. - sigue siendo poco. Sube un poco más, a 600.

. - es mucho. 500 y es mi última oferta.

. - ¿ante notario y cada mes?

. - ante notario y cada mes.

. - de acuerdo. Cuando esté todo firmado y bien atado, me la dejas en casa, avisa antes. Y recuerda, que esa cantidad es para ayudar a su manutención y cuidados. Sigue siendo tu tía. El día que no pagues, te la llevo a tu casa y si no la aceptas, te denuncio por incumplir alimentos y demás zarandajas.

. - tranquilo, por no tenerla en casa, hubiera llegado a 600 euros –dijo sonriendo el muy cabrón-.

. - ya lo sabré para la próxima vez, mamonazo.

. - no habrá una próxima vez. Hemos hecho un trato.

. - es verdad. Te salvas porque yo cumplo los tratos que hago, que si no…

Una semana después recibí una llamada del cabronazo de mi primo. Habían firmado ante notario, la tía ya había recogido en varias cajas sus cosas y me la enviaba a casa. Le dije que la estaría esperando.

Llegó por la tarde, a eso de las cinco. El telefonillo empezó a sonar insistentemente, como para mandar al diablo al que tenía pulsado el botón de los cojones.

. - ¿sí?

. - somos nosotros.

. - te abro. Meted las cajas y a ella en el ascensor y pulsar el tercero, yo la espero arriba.

Salí y la esperé en el rellano. Tardó un buen rato. Cuando llegó el ascensor, había más cajas con sus cosas de las que había pensado. Seis cajas nada más y nada menos. En fin, si toda su vida estaba en esas seis cajas, hasta pocas eran.

. - hola tía –le dije besándola. Olía a tía y a vieja y a no lavarse todos los días, eso lo tendría que arreglar y rápido-.

. - hola Salvadorcito –así me llamaba siempre desde que tengo memoria-.

Bloqueé el ascensor con una de las cajas y fui sacando el resto que pasé al interior de la vivienda. Luego cogí la que faltaba. Una vez dentro, respiré hondo, pues mi espalda no estaba para cargar cajas de ningún tipo.

. - ya estás en casa. ¿Qué te parece tu nueva casa, tía Susa?

. - es muy bonita, Salvadorcito –siempre terminaba con lo de Salvadorcito de los cojones. Iba a ser difícil quitárselo de encima. Tendría que aguantarme de momento-.

. - tía, sentémonos aquí mismo –le señalé el sofá de tres cuerpos-.

. - sí, Salvadorcito.

Le cogí las manos y se las retuve entre las mías.

. - tía, antes de hacer nada, tenemos que hablar de las normas.

. - sí, Salvadorcito.

. - bien. Yo solo tengo una norma, de las que salen otras muchas una vez aprendida la principal. Y la principal es que yo cuidaré de ti y tú cuidarás de mí. Repita, tía. ¿Cuál es la norma principal en esta casa?

. - que tu cuidarás de mí y yo cuidaré de ti.

. - perfecto. Así es. Cuando tenga que ir al médico, yo la acompaño y cuando sea al revés, puede venir conmigo si quiere, no está obligada.

. - gracias, Salvadorcito.

. - y ya que estamos hablando claro, nos tutearemos. Otra cosa más, vas a cambiar de ropa. Ir siempre de negro es muy feo. Iremos a una tienda y compraremos ropa que te pondrás a diario.

. - gracias, Salvadorcito.

. - otra más y ésta es muy importante. Lo que hablemos y hagamos en esta casa, se queda en esta casa. ¿Sabes lo que eso significa, tía?

. - ¿que no hable de lo que pasa en la casa?

. - así es. A nadie le importa lo que hagamos o dejemos de hacer. Nada de chismes a las amigas. Si preguntan, diles que tú cuidas de mí y yo de ti y nada más. Si preguntan, tú tienes tu habitación y yo la mía.

. - gracias, Salvadorcito

. - pero no será así. Pues cada noche dormiremos en la misma cama los dos.

. - eso no está bien, Salvadorcito.

. - tía, recuerda la primera norma. Tú cuidas de mí y yo de ti. Así ambos estaremos más calentitos, que aquí algunas noches hace frío, pese al aire acondicionado de la casa, pero para ahorrar, no podemos tenerla toda la noche encendida.

. - vale, Salvadorcito. De acuerdo, Salvadorcito.

. - otra cosa. En esta casa nos bañaremos cada día una vez al menos y algunas, hasta dos si hace falta y no tendremos vergüenza de hacerlo juntos.

. - Salvadorcito, eso no está bien, Salvadorcito.

. - nunca olvides la primera norma. ¿Cuál era, tía?

. - tú cuidas de mí y yo cuido de ti.

. - pues eso. Yo te ducho y tú me duchas a mí. Ah, se me olvidaba, nunca…, nunca…, nunca…, dejarás de tomarte tus pastillas. No queremos que enfermes.

. - nunca dejo de tomármelas, Salvadorcito.

. - por si acaso, vigilaré para que así sea. Ya sabes que, si no las tomas, te pasan cosas.

. - lo sé, Salvadorcito. Me vuelvo loca.

. - no es locura, tía. Es otra cosa, pero puede valer. Tú no dejes de tomártelas. Te compraré una de esas cajitas donde se meten las pastillas de toda la semana. Yo me encargo de ir a la farmacia y recogerlas, luego relleno los días y así no tendrás más que coger las pastillas que correspondan a cada momento del día, pues vienen con tres huecos para cada día de la semana, mañana, tarde y noche.

Dejé que tragara un poco las normas y proseguí.

. - otra cosa. A veces tendré invitados, amigos, amigas, etc. Cuando esté con alguno de ellos en nuestra habitación, te pones a ver la televisión, a leer o te das un paseo, pues estaré disfrutando con ellos o ellas.

. - ¿ellos o ellas, Salvadorcito? ¿Qué significa?

. - que a veces haré el amor con una mujer y otras con un hombre. Hoy día es normal, así que no te escandalices y recuerda, lo que pase en casa…

. - …se queda en casa.

. - así es. Si no te acuerdas de todas estas normas, poco a poco las irás aprendiendo y te acordarás de todas. Son sencillas y no son muchas. Pero siempre la principal es la primera de todas. Cuidaremos cada uno del otro.

. - vale, Salvadorcito.

. - bueno, entonces vayamos a darnos una ducha, que hueles muy mal. De momento te he comprado una especie de zagalejo que te pondrás por casa, mañana iremos a una tienda para vestirte moderna. ¿De acuerdo, tía?

. - sí, Salvadorcito.

. - perfecto. Vayamos pues al baño –dije levantándome y cogiéndola de la mano-.

Juntos llegamos al baño. Era un baño espacioso. Había bañera y plato de ducha con mampara. Para las ocasiones rápidas, lo mejor era el plato de ducha, sin duda, el cual no es que fuera muy grande, pero para dos personas, era más que suficiente.

. - para quitarte ese olor de años, estarás en remojo un ratito en la bañera. Anda, desnúdate, que yo también me desnudaré.

. - eso no esa bien, Salvadorcito.

. - recuerda las normas, tía. No puedes ir oliendo mal por la casa. Eso no me gusta. Si no puedes acostumbrarte a las normas de mi casa, tendré que llevarte de nuevo con tu otro sobrino.

. - no, Salvadorcito. Allí no me quieren.

. - entonces has de acostumbrarte. Verás cómo te gusta tu nueva vida.

. - vale, Salvadorcito.

Comenzó a sacarse aquella ropa negra que la cubría toda ella. En verdad, olía a demonios una vez en sostén y bragas. En aquel momento pensé en las mujeres del Sahara con aquellas chilabas a lo que olerían, en fin.

Desnudo me quedé y le ayudé a quitarse el sujetador, luego las bragas. La ayudé a entrar en la bañera, pues lo requería el momento. Era algo alta para ella, pero al principio debía hacerlo allí, pues debía despegarle con espátula la mierda de años.

Una vez dentro, abrí el agua y la llené hasta la mitad. La senté en el fondo.

. - vamos a dejar que el agua penetre bien en su piel, después usaremos el champú.

. - sí, Salvadorcito –se quedó mirándome la polla endurecida por las ganas de que me la mamara- ¿siempre está así tu pollita, Salvadorcito?

. - no, tía. Algunas veces solamente. Bueno, ya está bien de estar en remojo. Levántate, tía, por favor.

Ella lo hizo y estaba bastante ágil para sus 70 años. Luego cogí el champú y echándomelo en la mano, comencé a pasárselo por todo el cuerpo.

Cuando les tocó a los pechos, pude comprobar que no los tenía tan caídos como había pensado por su edad. También es verdad que desde que se quitó la ropa, hasta que he comenzado a pasarle la mano por su cuerpo, sus pechos se habían levantado unos centímetros, sin duda, por el deseo oculto de una mujer que nunca se casó, ni tuvo muchos pretendientes, si tuvo alguno.

Sus pechos estaban duros, sobre todo los pezones que lavé bien con ambas manos. Ella intentaba no respirar muy rápido, para no delatarse, pero uno es un perro viejo en esto del sexo y sabía que pronto se iba a correr de gusto, sobre todo ahora, que ya tenía mis manos entre sus piernas.

. - tía, no te importe sentirte bien cuando te duche, porque es normal –dije cuando le metía mano a su vagina y profundizaba con mis dedos. Luego busqué su clítoris y lo encontré bien grandecito, por cierto. De su boca escapó un gemido de placer incontrolable-.

. - ¿te gusta, tía?

. - sí, Salvadorcito. Pero no está bien, Salvadorcito.

. - tía, tienes que olvidarte de los prejuicios de antes. Vamos a estar dos días en este mundo y no los vamos a pasar sufriendo. Si se puede, disfrutándolos día a día.

Continué con mi mano allí, sobándola bien. Luego le di la vuelta y continué con su trasero. Al meterle mano a su ano, se encogió, pero no dijo nada. Solo cuando uno de mis dedos se perdió culo adentro, iba a decir algo, pero un repentino orgasmo, hizo que se callara, así que continué jugando con su ojete, sacándole otro orgasmo más.

. - bueno, esto ya está –dije echándole agua por todo su cuerpo para sacarle la espuma. Ella respiró hondo esta vez. Luego cogí la toalla y la sequé por encima –ahora le toca cuidar de mí, tía-.

Ella, con un poco de temblique por su parte, cogió el champú y se echó en su mano. Fue extendiéndomelo por el pecho y resto del cuerpo, evitando el trasero y la polla con sus huevos. Cuando estaba todo espumado, esperé, pero no se atrevía, así que le cogí la mano con el jabón y la llevé hacia mi polla.

. - ahí también, tía.

Con delicadeza, fue metiéndome mano. Poco a poco fue cogiendo carrerilla, hasta cogerme la polla con una mano y con la otra, lavarme los huevos. Aquello marchaba.

Me di la vuelta y se fue directamente a mi ojete como yo antes con el suyo. Me metió varias veces un dedo con jabón y acabó de lavarme las nalgas y metiéndome mano desde atrás a los huevos, que también me sobó.

. - ¿ya está, Salvadorcito?

. - casi, tía. Échame el agua y sécame.

Así lo hizo, pero mi polla seguía por las nubes.

. - tía, ¿recuerdas que disfrutaste cuando te metí los dedos en tu vagina?

. - sí, Salvadorcito y no sé si esta eso bien, soy muy mayor para ti, además de tu tía.

. - no te preocupes por eso, tía. No es nada malo. Ahora tienes que hacer tú lo mismo conmigo.

. - ¿cómo, Salvadorcito?

. - así, tía. Abre la boca –se resistía- ábrela, tía.

Cuando la abrió, la hice agachar y le metí la polla en su boca. Casi le da algo la vieja, pero no salió corriendo, solo se salió de mi polla. Me miró a los ojos y yo a los de ella.

. - adelante, tía. Yo cuido de ti y tú, cuidas de mí.

. - sí, Salvadorcito.

Volvió a abrir la boca y tragarse mi polla. Comenzó a darme placer bucal. Tía Susa no había mamado una polla en su vida, pero la mamaba de puta madre. Así estuvo un rato eterno que me hacía vibrar cada dos por tres, por cuatro y por cinco, hasta que me corrí en su boca, atragantándose momentáneamente la pobre mujer.

. - no pares, tía. Traga y sigue haciéndome disfrutar.

Y siguió hasta dejarme seco. Luego salió por su propio pie mi polla de su boca al quedarse hecha un guiñapo.

. - lo has hecho muy bien, tía.

. - ¿esto lo vamos a hacer todos los días, Salvadorcito?

. - casi todos los días, tía. Ahora salgamos del baño.

La ayudé a salir con cuidado.

. - aquí te tengo unas zapatillas nuevas para que las uses en casa. También el traje que te dije.

. - me faltan las bragas y el sujetador, Salvadorcito.

. - en casa no te hacen falta para nada. Así estarás más fresquita.

Le ayudé a ponerse el traje, uno muy liviano, que le marcaba los pezones que era una ricura.

. - se me marcan los pechos, Salvadorcito.

. - y así debe ser tía. Salgamos y vamos a ver un poco de televisión. Mañana colocaremos tus cosas en la otra habitación –dije colocándome en la cintura una toalla-.

Ya en el salón de la televisión, la senté en el sofá y yo junto a ella. Luego estiramos las piernas y las pusimos sobre un taburete cubierto de cuero. Cogí el mando y lo pulsé.

Le eché el brazo por encima y le puse su cabeza en mi pecho.

. - cuando tengas ganas de comer, dilo.

. - ¿quieres que haga algo de comer para esta noche?

. - no te preocupes. Tengo lentejas de este mediodía. Me gustan por las noches. Solo tengo que apartar las papas que están duras y me lo zampo todo. ¿Te gustan las lentejas de mediodía?

. - sí, me gustan, Salvadorcito, pero suelo tomar leche por las noches también.

. - perfecto, la tomarás también, hay de sobra. A mí también me gusta. Iremos poco a poco haciendo comidas que nos gusten a los dos –dije besándole la frente a mi tía y pegando mi cara contra su pelo aun húmedo-.

Estuvimos viendo televisión hasta que se quedó dormida. La dejé que durmiera y yo seguí viendo una película del oeste en el canal 13.

Cuando ya eran las ocho de la noche, la desperté.

. - tía, despierta, son las ocho.

. - ah, me quedé dormida, Salvadorcito. ¿Ya son las ocho?

. - sí, ya están poniendo el telediario.

. - ¿te pongo ya la cena?

. - deja que vea un poco el telediario. Luego comemos, a no ser que tengas hambre.

. - no, me gusta ver también el telediario. Lo veo cada día, Salvadorcito.

. - yo también. Unas veces al mediodía y otras por la noche.

Cuando el telediario acabó, apagué el televisor y pasamos a la cocina. Era nueva, como la misma casa en su totalidad, no en vano era un pago por dejar construir en mi solar el edificio. Me entregaron dos viviendas, esta y la que estaba en esta misma planta. Ocho viviendas tenía el edificio, dos eran mías. Había dos por cada planta, las dos primeras, eran el Bajo A y Bajo B, luego estaba el 1º, 2º y 3º, con dos viviendas por plantas. Una de mis dos viviendas la quería para alquilarla y sacar unos euros, pero como el mercado estaba tan mal y no quería meter gentuza, no la tenía ocupada. Solo lo estaba cuando me daba confianza el inquilino que venía a preguntar.

Comimos las lentejas y no la dejé lavar los platos. Ya empezaría mañana, hoy tenía barra libre para no hacer nada, excepto darme placer y dárselo yo a ella.

. - haz tus necesidades y ve acostándote. Dormiremos sin ropa encima.

. - ¿desnudos?

. - sí. El aire acondicionado estará encendido toda la noche. Es la única habitación donde lo permito. Ya sabes, para ahorrar.

Ella se fue y yo me quedé fregando. Cuando terminé, eché una meada y me fui a mi habitación. Estaba la luz apagada y así la dejé. Cuando me saqué de encima la toalla, me metí en la cama a oscuras. Sentí que no se había sacado la ropa de encima.

. - no te has quitado la ropa –dije-.

. - ¿puedo dejármela?, no estoy acostumbrada a dormir desnuda, Salvadorcito.

. - no, no puedes. Tienes que acostumbrarte a esta nueva vida. Te ayudaré a quitártela.

Cuando la ropa estuvo en el suelo, aparté la manta.

. - ahora no te pongas nerviosa, tía. Voy a darte placer para que puedas dormir muy bien.

En la oscuridad de la noche comencé por meterme entre sus piernas y apartándolas, me puse a comerme su chumino peludo, algo que tendría que solucionar con un cortacésped adecuado.

. - Oooohhhh…, aaaahhhh…, aaaaaahhhhhh…, qué me estás haciendo, Salvadorcito –afirmaba, más que preguntaba-.

Nada dije, continué disfrutando y haciéndola disfrutar de orgasmos tras orgasmos, para luego avanzar hacia arriba, lengüetazo a lengüetazo hasta llegar a sus veteranos pechos que se habían endurecido de nuevo.

Sus pezones mamé a conciencia y ella se corría de gusto y gemía como nunca lo había hecho en su puta vida.

Continué más hacia arriba hasta llegar a sus labios, que mordisqueé y besé profundamente y profusamente, pero sin violencia, para no asustarla más de lo que ya lo estaba. Al mismo tiempo, mi polla se metía dentro de ella llegando mis huevos a hacer tope con su felpudo.

. - aaaaaahhhhhh…, Salvadorcito. No puedo más, aaaaaaaahhhhhhhh…, oooooohhhhhh…, aaaaaaahhhhhhh....

. - disfruta tía. Disfruta de tu sobrino Salvadorcito.

Y vaya si disfrutó, seguí follándomela a destajo y cada vez más veloz mis penetraciones, hasta que aminoré hasta parar del todo. Luego me salí y volví a meter mis labios allí para succionar su jugo, que, pese a su edad, todavía lubricaba y se corría como una quinceañera.

Me moví de manera que mi polla estuvo a un palmo de su boca. Hice que la abriera y la puse a mamármela. Eso sí que le gustaba y mucho a mi tía Susa, la solterona. Palabra fea esta última, pero que era la que tocaba.

. - muy bien, tía. Sigue… sigue... Ya me viene…, ya me viene…

Y me vino. Descargué en su boca toda mi mala leche, no dejando que se perdiera ni una gota fuera de aquella vieja boca. Ella disfrutó esta vez, pues se notaba al continuar mamándome para sacarme hasta lo que no estaba escrito en los papeles.

Cuando ya no pudo sacar más de mi polla, besé sus labios hasta hartarme. Ya luego no dije nada más, solo cogí la manta y nos arropamos. Cara con cara, cuerpo con cuerpo, cogí sueño y me quedé dormido. Ella, que había dormido un par de horas frente al televisor, no pudo conciliar el sueño hasta bastante entrada la noche.

Una cara de beatífica sonrisa se habría visto si la estancia no hubiera estado a oscuras. Esta vez sí estaba en una casa donde la querían y no allí, en la otra, donde la hacían trabajar, incluso limpiándoles la mierda a los tres perros de la familia. Aquí no había perros y era nueva, así que iba a pasar una vejez de lo más salerosa. Por fin ya le tocaba, se dijo cuando cerró los ojos y por última vez aquella noche besó mi cara tan suavemente, que ni me enteré.

Desperté a eso de las diez de la mañana, una hora como otra cualquiera para un tío que no tenía que ir a trabajar por prejubilación anticipada por enfermedad. La tía Susa no andaba por allí, aunque la oía trastear. Me levanté y me puse la toalla en la cintura.

Llegué hasta su habitación, aunque solo teóricamente, pues dormiría en la mía, conmigo. Llevaba puesto el traje que le regalé, pero los pezones no se le notaban esta vez.

. - buenos días, tía.

. - buenos días, Salvadorcito. ¿Has dormido bien?

. - como un lirón. ¿Qué haces?

. - colocando mis cosas, Salvadorcito.

. - te ayudo. Así tiramos las cosas que no vas a usar en esta tu nueva vida.

. - lo voy a usar todo, Salvadorcito.

. - de eso nada. Ya te hablé de comprar ropa nueva.  Además, ¿no quedamos en que no usaría sujetador en casa? Las bragas si las quieres usar, úsalas, pero el sujetador, no. Anda, quítatelo, por favor.

. - Salvadorcito, por favor...

. - nada de Salvadorcito. Fuera sujetador.

. - bueno, ayúdame entonces.

Ella se levantó la ropa. Sus blancas bragas no se las toqué. El sujetador pronto salió volando. Luego y antes de darme la vuelta, ella se bajó las bragas.

. - ¿te las quitas?

. - ya puestos… Se nota más que no llevo sujetador, que bragas, así que en casa no las llevaré como es tu deseo.

. - las bragas puedes quedártelas si lo deseas.

. - no, me quedo sin ellas. ¿Estás contento, Salvadorcito?

. - mucho, tía. Tiéndete en la cama, que voy a darte los buenos días como te mereces.

Ella sonrió ruborizándose como una jovencita y sacándose la ropa de encima, pues no era tonta la tía Susa, se apoyó en la cama de espaldas, quedando tendida. Yo me dejé caer la toalla y sin comerme su chumino para nada, besé sus pechos y luego su boca, para de inmediato, penetrarla hasta mis huevos.

Volvió a disfrutar de su sobrinito Salvadorcito. Pero además había un añadido, un rato después de follarme la vagina, le dé la vuelta con delicadeza.

. - ¿qué vas a hacer, Salvadorcito?

. - algo que debí hacer anoche –le abrí de piernas y metiéndole un par de dedos en su vagina, le pasé la lengua para lubricarla. Luego la penetré con suavidad, pero sin detenerme a avituallarme por el camino.

. - ay…, ay…, ay…, Salvadorcito, me duele, ay…, ay…, ay...

. - aguanta, tiita, que pronto acabo –y seguí follándomela esta vez hasta que casi me corro en su culo. La saqué y la puse a mamármela. Cuando me corrí en su boca, respiró hondo.

. - no sabía que también se usaba el pompi para hacer el amor, Salvadorcito.

. - desde luego que sí, tía. Por ahí lo haremos la mar de las veces y cuanto antes te acostumbres a tenerme dentro, antes los dolores desaparecerán. Vamos a la ducha, que allí te aliviará un poco el agua fría.

Una ducha mutua rápida, para luego ponerla con el culo en pompa. Cuando ella se vio de esa guisa, dándome el culo y agachada, se aterró de nuevo.

. - Salvadorcito, ¿vas a penetrarme otra vez?

. - no, tía. Voy a echarte agua fría para refrescarte un poco tu ano penetrado.

. - ah, sí…, lo necesito Salvadorcito, no lo había usado nunca para estas cosas del amor.

El agujero que le había hecho aún persistía. Así que por allí le eché cantidad de agua fría para que el dolor aminorara y cuando digo fría, era fría.

Habitualmente me ducho con agua más bien caliente, pues soy muy friolero.

. - ¿te refresca?

. - sí, mucho, Salvadorcito.

Mientras le echaba agua fría, mi lengua se metía en su agujero, añadiendo un extra de alivio anal. Un rato después, salimos. Una toalla alrededor de su cuerpo y otra del mío y pasamos a la cocina. La tía Susa ya me tenía el desayuno cuando se levantó esta mañana.

. - sobrino, no sabía lo que te gustaba y he hecho café.

. - café está bien, tía. Siéntate, ¿quieres tú también café?

. - sí, ya te lo hecho yo.

. - no, tía, ya lo hago yo. Tu siéntate y enséñame los pechos, me gustan tus pechos que no se caen nunca.

. - están un poco caídos, Salvadorcito.

. - tía, eso y nada, es lo mismo. Anda, deja que disfrute viéndotelos.

. - ay…, sobrino, cómo eres.

Sonriendo, se bajó la parte de arriba de la toalla, dejando los pechos a la vista en su mitad superior.

. - ¿así está bien?

. - no, tía –dije acercándome a ella, le bajé hasta dejarlos ambos sin toalla, para luego darle un chupetón a cada pezón- así está mejor, tía querida-.

. - me estás pervirtiendo, Salvadorcito. Voy a ir al infierno.

. - si tú vas al infierno, yo iré contigo y no estarás sola ahí abajo.

. - qué diferente eres de tu otro primo.

. - a ese, ni me lo mentes. Se deshizo de ti cuando ya no podía sacarte nada más. Al menos le saqué una pasta para ayudar a cuidarte. Entre tu pensión y ese dinero, más mi pensión, tenemos suficiente para no pasar apuros. ¿Estás contenta de haberte venido conmigo, tía?

. - hijo, si me llega a decir alguien que mi sobrino y yo íbamos a hacer el amor al primer día de mi llegada a su casa, hubiera dicho que estaría loco, pero ahora que estoy aquí y sé que deseas mi bien, incluso dándome placer y haciendo que yo te lo diera a ti, sí, estoy muy a gusto, aunque tendré que acostumbrarme a que me penetres analmente.

. - lo harás, tía. Te acostumbrarás a mi manera de ser. Cuando tengas deseos de disfrutar de mí y de mi herramienta, no seas tímida y lánzate a por ella. Me gusta que me sorprendan, pero hagamos un pacto. Cuando no estemos solos en casa, comportémonos como tía y sobrino. Fuera de la casa, nadie debe conocer nuestro secreto.

. - pues claro, Salvadorcito. No se me ocurriría decir nada de esto que me está pasando, ni siquiera al cura cuando me confiese.

. - muy bien, tía. ¿Sabes que me gustan tus hermosos pechos?

. - sí, ya me lo has dicho varias veces –dijo sonriendo-.

. - y no me cansaré de decírtelo –dije y dejé el desayuno para acercarme a ella. Le terminé de sacar su toalla y luego la mía. Sus pechos fueron chupados hasta hacerla correrse, para después hacerla girar en la silla y abriéndole de piernas, comenzar a comerle el viejo chumino a la tía Susa-.

. - ay…, Salvadorcito, cada vez me está gustando más y más que me chupes ahí abajo.

Sonriendo, me levanté y sin pedírselo, me cogió la polla y se la metió en la boca para disfrutarla de nuevo.

. - me gusta tu cosita, Salvadorcito. Yo tampoco me canso de mamártela.

. - pues disfrútala cuanto quieras, tía. Hazme explotar en tu boca cuantas veces quieras.

. - gracias, Salvadorcito. Verás como seré la mejor tía que hayas tenido nunca.

. - eso ya lo puedes dar por cierto, aaaahhhh…, que bien me la mamas tía Susa, aaaaaahhhhhh…, que me corro otra vez…-.

. - hazlo, hijito, aquí está la tía Susa para tomarse tu lechita calentita.

Y se la entregué, toda ella. Su boca me succionaba como un tornado hasta que no salió nada más.

Lo siguiente fue comerme su boca en busca de algo de mi codiciada leche, pero la tía se la había tomado toda. Aun así, disfruté como un enano que me la mamara y me dejara seco.

Una vez limpia mi polla en el baño y ella, para agradarme, se dio una ducha rejuvenecedora. No pude resistirme y meterme junto a ella en la ducha para volver a disfrutarla toda ella. No hubo penetración, pero sus jugos fueron una delicia tomármelos directamente de donde salían. Cuando salimos del baño, ambos estábamos extenuados, pues dar y recibir placer, también deja a uno como los zorros.

. - Prepárate tía con tu mejor vestido. Nos vamos de compras.

. - sí, querido sobrino, lo que tú mandes, Salvadorcito.

Cuando se vistió con su traje más bonito, una verdadera horterada, todo hay que decirlo, salimos cogidos del brazo a la calle.

. - ¿no se darán cuenta que hemos hecho el amor en casa?

. - para nada. Pensarán que el sobrino es un buen chico y que va con su tía mayor, de paseo. Hasta me felicitarán cuando lo piensen. Tú no hagas que sospechen nada besándome en público, ni metiéndome mano, que todo el mundo solo pensará que he sido un buen chico recogiéndote en mi casa.

. - vale, creo que es así, pero estoy algo nerviosa, aún estoy pensando en la leche que me tomé de tu herramienta.

. - pues no lo pienses más, pues vas a recibir mucha más y ve preparando ese culito, pues me tienes que doy saltos sobre él.

. - pero que salido me has salido, sobrinito –dijo apretándome el brazo en señal de propiedad, cosa que me gustaba, pues ella también era ya de mi propiedad, así como todos sus agujeros habidos y por haber.

. - vamos a ir a una tienda bien lejos de casa, no quiero vendedoras chismosas.

. - como tú mandes, querido –me gustaba aquello de que estuviera siempre de acuerdo con lo que decía. Así no habría problemas entre los dos-.

(Parte 1 de 16)

FIN