Médico sin fronteras (ii)
Mi leche es la prueba de que son buenas amantes.
Hay un relato anterior MEDICO SIN FRONTERAS (I)
El día siguiente discurre con normalidad atendiendo a los nativos de la zona y recogiendo información sobre la multitud de remedios ancestrales que solo ellos conocen y nos pueden ayudar a combatir muchas enfermedades.
Al oscurecer nos reunimos alrededor de una pequeña hoguera que da la luz suficiente para vernos las caras mientras comemos un largo repertorio de frutas, alimentos secos y alguna tortita hecha de semillas.
Antes de que Margaret y yo nos retiremos a nuestra choza, se acercan dos mujeres semidesnudas, de cuerpos fibrosos y bien proporcionados. Me ofrecen con insistencia un bebedizo que acepto tomar después de que Marga me hace una señal para que acepte el ofrecimiento.
A continuación, nos vamos a la choza y por primera vez recuerdo la advertencia que Marga me hizo ayer noche después de nuestra espectacular sesión de sexo.
Nada más atravesar la cortina que hace de puerta, siendo un mareo intenso, tengo que dejarme caer sobre la esterilla que hace de cama, antes de caer redondo
Unas manos salen de la oscuridad y me conducen a un sitio preferente de la estancia. Me siento apresado por los efectos de un fuerte alucinógeno que me mantiene con todos los sentidos a máxima receptividad pero que me paraliza los músculos e impide que pueda moverme.
Las manos pertenecen a las dos mujeres que hace unos instantes me ofrecieron el brebaje; ellas me desnudan completamente, me perfuman el cuerpo con esencia de flores y luego me untan el pubis con una crema espesa y viscosa.
Marga contempla la escena con entretenida y expectante.
Una de las mujeres toma mi pene completamente flácido y lo estira, lo unta bien por fuera y por dentro. A continuación reparte el ungüento desde el pene hasta el mismo ano, pasando por los testículos y en especial sobre el músculo que hay justo debajo de estos.
La otra mujer me da masajes por el resto del cuerpo. He perdido el control de todos mis músculos y tengo la sensación de estar suspendido en el aire. Sin embargo percibo los olores de la jungla de forma nítida y las sensaciones que provocan los masajes sobre la piel las siento multiplicadas.
Después de unos instantes de espera, el ungüento empieza a hacer su efecto. Al principio percibo un cosquilleo en mis genitales, luego la temperatura empieza a subir. Parece que el corazón bombea la sangre concentrándose el calor y la presión.
Después de que una de las mujeres me de unos cuantos meneos mi verga empieza a crecer y crecer de forma incontenible. El cosquilleo se torna en ligeros picores y en mi interior suplico que siga con los meneos sobre mi pellejo para que esta sensación de quemazón sea aliviada.
Supongo que ellas deben conocer perfectamente los efectos de sus pócimas, pues a continuación acercan sus bocas húmedas al capullo, lo humedecen con abundante saliva y luego lo engullen una y otra vez.
La sensación es indescriptible, pero... ni puedo moverme ni tampoco decir palabra alguna.
A continuación me toman los testículos y juegan con ellos amasándolos, estirando del escroto, aplastándolos suavemente o metiéndolos alternativamente en sus bocas para chuparlos, lamerlos y sorberlos.
Tengo la sensación que los que pretenden es estimularlos al máximo para que luego estallen en un torrente de leche que llene sus ardientes bocas.
A medida que la humedad sobre el capullo desciende, vuelve el picorcillo intenso que me hace desear con vehemencia que vuelvan a chuparlo y humedecerlo.
Ellas dos saben cómo alternar sus caricias para que mis sensaciones se acumulen para luego manifestarse todas juntas.
Me besan y me lamen por el pubis, luego bajan hasta el cipote, lo besan en su base, luego pasan la lengua por el tronco, para luego engullir el capullo en sus bocas.
Mientras juegan con la lengua sobre la punta del capullo, suben y bajan el pellejo o juegan con los huevos haciéndolos mover de un sitio a otro sin dejar que queden tranquilos pegados a la base de mi verga.
Una de ellas me acerca su mano hacia la nariz para que la huela. Desprende un intenso olor a coño que contribuye a incrementar mi excitación.
En la estancia se enciende un candil de aceite que me permite ver a Marga sentada frente a mí, desnuda y con las piernas bien abiertas. Junto a ella está la segunda mujer que porta en una de sus manos una pequeña figura humana de madera que exhibe un desproporcionado falo casi del tamaño de uno real.
A modo de consolador lo mete en la vagina ya dilatada y abierta de mi compañera y empieza a follarla con la figurita con una maestría propia de la mejor depositaria de la tradición.
Al poco tiempo, se acerca a mí y me hace oler primero y luego chupar el falo del muñeco que esta mojadito de los flujos de Marga. Mi olfato está muy estimulado y la impresión es enorme.
Mientras la otra "hechicera" mantiene mi excitación justo al borde del clímax, jugando una y otra vez con mi pene y los testículos, hasta que ambas coinciden en que tanto Marga y yo ya estamos en el punto óptimo.
Unos cuantos meneos rápidos arriba y abajo, y siento como la descarga de semen está preparada para salir disparada.
Marga se pone a horcajadas sobre mí, su vulva está a escasos centímetros de la punta de mi verga. Otros cuantos meneos más.... y me corrooo... allá vaaaaaa!!!
Marga se deja sentar sobre mi picha y esta se clava en sus entrañas hasta que nuestros cuerpos se juntan.
Mi corrida es monumental y saco fuerzas no sé de dónde, para poder gritar con fuerza pregonando a toda la aldea mi placer infinito. Margaret cabalga durante unos instantes con trote alegre hasta que también llega su orgasmo.
Cuando han pasado unos minutos y empiezo a volver de mi viaje por el paraíso, siento que las caricias de las sabias manos de las mujeres vuelven a repetir la ceremonia.
Con dificultad consiguen devolver el tono a mi sufrida polla, y vuelven a amasar mis huevos.
Para mi sorpresa, minutos más tarde consiguen que me vuelva a correr. Ellas recogen con los labios las escasas gotas de leche que obtienen como premio a su persistencia.
Conseguido esto se levantan silenciosas y se van dejándonos a los dos en la penumbra.
- La tradición realmente lo que indica es que una vez conseguida la fecundación de la esposa, la segunda corrida es para la “ nenulo” que la ha conseguido, y así se favorece la diversidad en el poblado", me explica mi compañera todavía desde el sopor.
- "Como eres blanco se han contentado con llevar tu semen en la boca, para mostrarlo a sus esposos y así ganar en prestigio como buenas amantes", me explica.
Ya ha pasado una semana desde que llegue a este perdido poblado en la selva centroamericana. Margaret me ha recibido muy bien y lo hemos compartido todo durante estos días. Durante la jornada, mucho trabajo y esperanzas, conocimientos y experiencias; por las noches... hacemos el amor hasta quedar rendidos, dándonos todos los caprichos posibles, sin tabúes ni compromisos.
No cabe duda que practicar el sexo es nuestra mayor y mejor distracción, experimentando todas las posturas y todas las caricias que se nos ocurren.
Hoy nos visita la supervisora de zona de la ONG que nos organiza la colaboración.
Para colmo de las casualidades, resulta ser la mujer con la que tropecé en la sala VIP del aeropuerto. Se llama Teresa y resulta ser muy amiga de Margaret. En pocas palabras entre ellas se poner al corriente de las novedades acontecidas en la misión. Luego, a solas, tienen tiempo de examinar y comentar mi actuación como cooperante .
Para ambas obtengo una buena puntuación y cuando se reúnen conmigo, ambas me muestran su apoyo y amistad con sendos besos llenos de cariño.
Sin planearlo, formo parte de un triángulo muy especial, como se demuestra al llegar la noche.
Como tributo de nuestra civilización occidental, Teresa nos ha traído de regalo unas botellas de vino de las que damos buena cuenta entre los tres envueltos por los ruidos nocturnos de la selva.
Con un buen puntito causado por el vino nos vamos a acostar... aparentemente los tres juntos a la misma choza. Ellas divertidas y picaronas cuchichean entre ellas, se ríen y aventuran una noche muy especial. Yo algo inquieto e inseguro ante el posible ataque combinado de ambas.
Tal y como temía, después de unos preámbulos tácticos, Teresa y Margaret me desnudan, para hacerse mutuamente lo mismo. Me acosan por ambos lados, dispuestas a dejar constancia que esta tribu es perfectamente matriarcal.
Teresa me da besos en la cara y frota sus delicados senos con mi pecho. Mientras, Margaret mucho más viciosa, se encarga de tomarme la verga para tratar de dominar su torpe despertar y llevarla allá donde le plazca.
Como dos bien adiestradas amantes se lanzan sobre mí y logran en corto espacio de tiempo llevarme muchas veces desde el abismo hasta el cielo, hasta que por fin me dejan explotar en un inmenso orgasmo.
He caído rendido. Estoy envuelto por un sopor que me impide moverme y contestar a mis queridas compañeras. Supongo que la cara de satisfacción es insultante.
Como es habitual en circunstancias parecidas, durante un buen rato me olvidare de ellas.
Sin pudor, Margaret mira a Teresa y siente como su cuerpo le pide más caricias, más amor.
Esta segura que ella se las puede dar y que posiblemente las espera, pero es la primera vez de Teresa y se ahoga en un mar de dudas. Nunca antes estuvo tan cerca de acariciar el cuerpo de otra mujer, y de dejar que ella la tome. Esta posibilidad estaba vetada por su subconsciente y ahora asoma con fuerza.
Tímidamente, y con gran pasión difícilmente contenida, se acercan la una a la otra casi temblando por la emoción. Este es un paso más difícil que el de intercambiar las parejas.
Teresa recuerda que la experiencia más parecida fue hace muchos años cuando todavía niña empezó a descubrir los secretos de su cuerpo junto a sus amigas.
Sus cuerpos se desean, sus miradas se cruzan, lentamente sus manos se encuentran y se enlazan con fuerza. Sobran las palabras.
Por primera vez, saben con certeza que lo que sus cuerpos esperan anhelantes lo van a conseguir, porque Margaret sabe lo que necesita y como dárselo, al igual que Teresa sabrá encontrar la llave que libera el torrente de su pasión.
Teresa está convencida que haciendo las caricias que siempre soñó para ella, conseguirá el mayor placer para Margaret; y espera que ella haga lo mismo.
Al primer roce de sus cuerpos, siente como una chispa salta entre ellas, unas punzaditas en su vagina y como palpita anhelante, esperando más caricias que la calmen.
Se tumban una junto a la otra, dejando que sus cuerpos entren en contacto.
Las manos de Tere van directamente a acariciar los bonitos pechos de Marga y ella se entretiene dibujando la curva de sus caderas. Como dos niñas traviesas se acarician muy suavemente.
Teresa pasa el dorso de sus dedos muy lentamente sobre sus pechos siguiendo su perfil, luego delimitando la aureola oscura del pezón.Toma la punta del pezón entre sus dedos y los aprieta dulcemente. Lo siente duros y erectos.
Su instinto animal la hace inclinar sobre él para lamerlo y chuparlo con deleite.
Lo aprisiona con los labios y tira de de el. Luego con la punta de la lengua lo golpea repetidamente, mientras su mano recoge el pecho, lo aprieta y lo deforma para que el pezón quede como una guinda en lo alto del pastel.
Tienes unos pechos tan lindos que se siente inclinada a chuparlos y jugar con ellos hasta arrancarte esos gemidos de placer que tanto nos han excitado antes.
Ronroneando como una gatita mimosa, Marga se deja acariciar al tiempo que se estremece y se contonea junto a Teresa.
Su cuerpo se convierte en prolongación del suyo propio, lo acaricia con la yema de los dedos y con el borde de las uñas, por sus brazos, por su espalda y por el costado, haciéndole impacientar cuando la caricia se interrumpe momentáneamente.
Luego continúa en otro punto hasta percibir que vuelve a estar entregada.
Creéis que disponéis de todo el tiempo y tomáis este elixir sorbo a sorbo, pues yo aparentemente estoy dormido, pero para mi satisfacción sigo con atención cada detalle.
Se intercambian las manos en su respectivos coñitos mientras sus lenguas se entrelazan de forma voluptuosa y extraordinariamente sensual.
Pausadamente juegan con los labios y la perlita de la compañera, hundiendo los dedos cada vez más profundamente, hasta que empiezan los primeros suspiros y gemidos.
Margaret toma la iniciativa y se lanza a comer los pechos pequeños de Teresa, luego a lamer su vientre, mordisquear en las cadera y por fin a tomar en su boca el chocho jugoso de Teresa. Cuando está bien espatarrada se coloca para hacer un 69, que ambas aprovechan para lamerse hasta no poder más.
Intercalan lengua y dedos, no pareciendo tener nunca bastante y aparentemente compitiendo por hacer correr a la otra de la forma más fantástica posible.
Yo contemplo el espectáculo boquiabierto y con la polla otra vez dura como un palo, pero no intervengo dejándolas que disfruten de sus caricias mutuamente
Poco después gimen enloquecidas por el placer y se funden en un gran beso.
Deverano