Medias negras y tacos de aguja. La tía Rosita 4

Hay prendas que sacan la putita que una lleva dentro

Medias negras y tacos de aguja. La tía Rosita 4

RAFAEL.

La lengua de Rosa recorrió despacio la polla endurecida de su marido , tumbado en la cama, y luego jugó a lamer con la punta los bordes del cipote.

  • ¿ Estoy guapa y sexy?- preguntó con voz mimosa la mujer, abandonando por un momento su juguete.

  • Sí, cariño , me gustas mucho y...con lo que te has puesto aún más.

  • ¿De verdad que te ha gustado ...y excitado un poquito que me haya puesto las medias y las sandalias de taco de aguja.?

  • Nena, me encanta, pareces una putita perversa.

La mano de Rafael acarició las nalgas de su mujer, llegó donde acababan las medias negras de red, ajustadas a los muslos, mientras ella seguía lamiendo su verga y llenándola de saliva.

Había sido una divertida sorpresa la propuesta de Rosa, cuando se acostaron las niñas y sus padres y quedaron solos en el comedor de la casa.

  • Quiero enseñarte lo que he comprado para vos. Ahora voy a nuestro cuarto y vos ven dentro de tres minutos. Te espero.

Rafael aprovechó la espera para fumar un cigarrillo en el jardín. Pensó que el calor del verano, el mar, la soledad por los días que él estaba en Buenos Aires habían cambiado a Rosa. Le habían vuelto una mujer mas apasionada, sin tabúes, entregada a darle placer, sin prejuicios, con una pasión y lujuria que mejoraba hasta la de los primeros meses de pareja, porque ahora conocía lo que le gustaba y se lo ofrecía como una perra cachonda. Dejó la colilla en el cenicero junto a la puerta del salón y fue al dormitorio.

Allí estaba su mujer, desnuda, con unas medias negras de red y unas sandalias de taco de aguja altísimo, la melena suelta cubriendo parte de los hombros, los labios pintados de rojo. Parecía una modelo de foto porno, con los ojos brillante, la lengua jugando sobre los labios entreabiertos, los pezones duros en los turgentes senos, las manos en el cuello para que se levantaran aun más las tetas.

  • Quiero desnudar a mi hombre y que me tome bien cogida...mi maridito que me tiene loca de ganas.

Fue hacia él y comenzó a soltar los botones de la camisa. Le iba quitando la ropa mientras Rafael sobaba ansioso el cuerpo de Rosa, que mimosa gemía como gata en celo.

  • Tumbate y deja que te chupe esa pija que quiero en mi culito.

Había sido clara y él se dejaba hacer, tumbado tocándola mientras ella le hacía una mamada.

  • ¡Para! que me vas a sacar la leche.

Rosa dejó de chuparle la polla y se levantó rápida. Parada ante él, se movió girando el cuerpo para que el cabello volase y se le movieran las tetas en un exhibir su belleza de mujer en plenitud. Después , despacio, dando tiempo a que Rafael se pusiera de pie, se subió a la cama y se colocó a cuatro patas.

  • Estoy preparada para mi marido, mi dueño, mi amor...mi todo.

El hombre mojó los dedos con saliva y embadurnó el orificio estrecho, repitió la operación, le excitaba y gustaba dar por culo a Rosa, algo que ese verano ella parecía disfrutar. Tenía la verga dura y empapada de la mamada de su mujer. La apoyó en el esfinter y fue metiéndola despacio. Volvió hacia atrás, sin llegar a sacarla, repitió la metida, esta vez más adentro y empezó a bombear.

PEDRO.

Con el vaquero ceñido, la camisa azul cielo que le marcaba los pechos rotundos, la campera abierta, las nikes y la gorra cubriendo el cabello, Rosa parecía más joven de lo que era. Apenas entró en la casa se abalanzó sobre Pedro y lo besó pegándose a él y restregando su cuerpo, luego se separó, se puso los lentes de sol y se paró ante su cuñado moviéndose como una gatita juguetona.

  • Así no me ha podido conocer nadie.

  • Rosita estás preciosa, pareces una estrella de cine de incógnito. Y has llegado puntual. Tenemos tiempo para coger tranquilos.

  • Tenía muchas ganas de poder estar con vos así, solos, en ...tu consulta. Uhhhm...me pone muy calentita saber que …

Pedro la interrumpió, sabía como tratarla, lo que deseaba su cuñada, como muchas mujeres casadas: vivir una aventura, sentirse un poco puta, una heroína de película erótica. Y él se lo iba a dar.

  • Quiero ver como te desnudas... princesa.

Rosa sonrió y pidió con voz ronca por el deseo:

  • Decime como y te obedezco.

  • Las deportivas....La campera. ...El jean...

Rosa hacía lo que ordenaba Pedro, le gustaba sentirse un juguete sexual de aquel hombre frío y vicioso. Así lo veía ella y eso la ponía más y más cachonda. Se movía como si viviera una película porno donde ella era la protagonista, lenta y haciendo que sus curvas lujuriosas se destacaran. Se paró , respiró hondo para que su cuñado pudiera ver lo rotundo de sus tetas.

  • La camisa.

Se la desabotonó despacio ,cuando la tiró al suelo, delante de él con el corpiño blanco de nido de abeja y aros, la bombachita calada del mismo color, los calcetines de algodón azul cielo, las gafas de sol y la gorra se sintió una belleza de anuncio.

  • No dejes la ropa en el suelo, cuélgala. Y así veo como se mueve la yegua que sos.

Rosa decidió que era otra oportunidad de lucir su cuerpo voluptuoso, y el moverse para colocar la ropa fue un show erótico donde aprovechó cada postura para calentar a su cuñado.

Pedro pensó que ya la tenía dentro del juego de la entrega, había hecho que quedara cerca de la camilla de reconocimiento.

  • El corpiño.

La mujer se soltó el sujetador y lo dejó junto al resto de la ropa, se irguió orgullosa de su cuerpo, los senos turgentes con los pezones erectos y en los que la mezcla de colores de piel destacando el rosa de las areolas convertían aquellos melones en un deleite para la vista. Pedro sonrió al recordar en cómo los había descrito: “ se caen hacia arriba”, “ apuntan al techo” y comprobar que a pesar de las dos hijas seguían siendo una maravilla, unas tetas de diseño.

  • Túmbate en la camilla.

Sabía que convenía no demorar el primer polvo. Había tiempo para seguir disfrutando y lograr convertirla en una adicta.

Rosa obedeció, se acostó dejando las piernas colgando. Tenía el sexo empapado, ardía de deseo. Su mirada fija en como su cuñado se bajaba el pantalón y el boxer quedando con la minga enorme, gorda , tiesa y se acercaba con aquella arma poderosa hacía ella. Deseaba que la poseyera, que la hiciera suya.

Pedro agarró las piernas de la mujer, las levantó abriéndola y colocando los tobillos sobre sus hombros, se acercó más, hasta que el ciruelo de su polla entró en contacto con la mujer, con los dedos de la mano derecha fue a la concha de Rosa, los metió y comprobó que estaba empapada, al sacarlo tomó su verga y puso en la puerta del coño. Fue empujando haciendo que entrara el cabezón, luego el tronco de la enorme pija.

Rosa suspiraba en un continua AAAAAAAHHHHH hasta que Pedro paró de meterla y entonces soltó un: “Que lindo”

Pedro la empezó a follar tranquilo, con un ritmo para que su cuñada fuera tomando conciencia de que la estaba cogiendo y que era él el que controlaba la follada. Sabía que era algo que esa mujer buscaba, sentir que el macho la tomaba, valorando su belleza pero también permitiendo que valorara su entrega.

Rosa era un puro AAHHH, UUUUHHH, AAAAYYY de placer. Su cuñado le hacía vibrar como una bandurria en que su polla era la púa que jugaba con las cuerdas. Aceleró las embestidas hasta que los susurros se fueron convirtiendo en pequeños gritos entrecortados. Se dio cuenta que ella estaba a punto de correrse e hizo que las estocadas de su enorme verga derribaran el portón del embalse dejando que el placer de la mujer saltara a borbotones.

  • ¡ Qué lindo...qué lindo.. aaayyy...qué bueno !- soltó Rosa a medida que llegaba al final del orgasmo.

Pedro dejó un momento la polla dura dentro y luego mientras le acariciaba los pezones erectos la fue retirando. Rosa sintió el vaciar de su vagina al salir la enorme tranca.

  • Quiero tu leche- dijo la mujer con la vista fija en la verga del hombre.

  • Antes quiero hacerte un regalo a vos que me va a gustar a mí.

Fue hacia la mesa del consultorio, abrió una cajón y sacó una caja.

  • Póntelo, seguro que son de tus medidas. - ordenó Pedro dando la caja a su cuñada, que se había parado, todavía desmadejada por el reciente orgasmo.

Rosa lo abrió obediente. Dentro unas sandalias negras con un taco de aguja alto, muy alto y unas medias negras de red. Se quedó mirando el regalo, sopesando lo que su amante le ofrecía. Cuando lo entendió , le sonrió feliz, quería verla como una putita de anuncio. Y comenzó a ponerse las medias , sin dejar de observar a Pedro que se acariciaba la polla, pajeándose despacio con el show. Le ajustaban los muslos, no necesitaba liguero, se calzó las sandalias. Creció. Respiró hondo, no había espejo, se fijó en como la miraba su cuñado y se dio cuenta que era una tentación para los hombres.

  • Ahora anda un poco por la sala.

Rosa obedeció, comenzó a pasear por la habitación, se movía incitante, le gustaba sentirse tan deseada y deseable.

  • ¡ Yegua!

  • ¿ Te gusto?

  • Eres un pedazo de hembra ...hermosa...una jaca para montarla-

  • ¡Quiero tu leche!

  • ¡Sácala! - gruño Pedro, tumbándose en el suelo con la pija en alto como el mástil de un velero.

  • ¿ Querés que te monte yo?

  • Sí, Rosita y que me saques toda la leche con tu concha de yegua.

No se hizo esperar, colocó un pie a cada costado del hombre , se arrodilló, la punta de la polla le rozaba el coño empapado y se dejó caer muy despacio, disfrutando de como le llenaba la vagina el tarugo viril de su cuñado. Se comenzó a mover despacito, sintiendo el deslizar de la tranca en ella. Pedro llevó las manos a los pechos de la mujer y empezó a sobarlos, jugando con las palmas rozando los pezones endurecidos. Rosa, sin darse cuenta, volvió a gemir. El placer la inundaba, le desbordaba por cada poro de la piel.

Pedro la empujó un poco, haciendo que se inclinase hacia atrás y dejase el vértice del triángulo de venus libre, allí llevó el indice y el pulgar como una cuchara que atacara el clítoris erguido y excitado. Lo comenzó a acariciar , los aaaaaaahhhhh, los uuuhhhh, los aaayyyys de Rosa fueron subiendo de volumen y tenían cada vez un ritmo más rápido.

  • La leche ...por favor...que me voy y quiero sentirte...

Pedro dejó de acariciar con los dedos el clítoris de Rosa, tiró de ella hasta que las tetas de la mujer comenzaron a rozar su pecho y entonces aceleró las embestidas con su pija hasta que en el grito desmayado de su cuñada se dio cuenta que había llegado al orgasmo y comenzaba la lenta bajada de la cima del placer y largó la carga de su semen mientras la sujetaba por las caderas para que sintiera el cipote en lo más profundo de su ser.

Quedaron abrazados, se besaron, les brillaban los ojos de una alegría que descubría su complicidad en el placer, su saltarse las reglas.

  • Yegua, va siendo hora de que vayas a buscar a tus hijas, que están con nuestros suegros.

  • Dejame unos segundos que me recupere , sos una bestia. Y me pongo en marcha.

ROSA.

Su marido dormía con un ligero ronquido que llenaba a Rosa de felicidad , la felicidad de sentirse esposa que quería y amaba y hembra que gozaba de un macho con el que disfrutaba de un sexo fuera de la ley. Su mano bajó a la entrepierna y comenzó a acariciarse.