Me voy a USA y... Cap 1: La Hermandad

Miré de reojo al resto de mis compañeros que estaban chupándosela a sus hermanos mayores. La polla de mi hermano mayor era bonita, bastante grande y con algo de precum en la punta. Pasé mi lengua con cuidado, con la vergüenza de no saber cómo hacerlo. No era la primera vez que chupaba una polla, pero siempre lo había hecho por morbo, no con esta rara obligación.

Lo había conseguido, era el rey del mundo. Después de estudiar día y noche, de cuatro entrevistas y más papeleo que para adoptar a un bebé ucraniano, tenía la beca. Iba a estudiar a una universidad americana, de esas que tienen un campus con césped para jugar al poker, de las de hermandades y fiestas llenas de alcohol y sexo.

Me dieron una lista de diferentes campus que me admitían. Eran casi un centenar, por lo que fui filtrando hasta quedarme entre dos. Una de California y otra en Nueva York. Me decanté por la de California, por dos razones sencillas: el buen tiempo y era solo para hombres. Mi intención era la de follar mucho, así que quería tener un mercado más amplio.

Cuando llegé al Campus supe que había llegado a mi futuro hogar. Me recibieron al bajar del taxi un grupo de chicos corriendo. Iban solo con unos minúsculos pantalones cortos que les marcaban toda su anatomía. Seguí arrastrando mi pesada maleta, deseando llegar a mi habitación para bajar mi calentura.

El campus era una especie de cuadrado imperfecto: al norte la facultad de ciencias, al sur la de letras, al este la residencia y al oeste comedor, tiendas y sitios de ocio. La facultad era de estilo gótico, con el jardín central lleno de estatuas de gárgolas y personajes célebres. Daba la impresión de pasar por un bosque, lo cual agradecí por la sombra de los árboles para aliviar el sofoco que sentía por las quince horas de avión y el trayecto con la maleta y una mochila abarrotada.

Cuando llegué a la entrada de la residencia maldije con todas mis fuerzas a Marck Huffman-Meyer el arquitecto que diseño toda la universidad. Había un mínimo de cinco escalones para entrar al edificio.

En la recepción de la residencia había un chico muy amable, de esos que no dejan de hablar y hablar sin parar. Me dijo que había una reunión para los novatos en la que me explicarían cómo funcionaban las cosas. Volví a agarrar mi maldita maleta y subí dos plantas de escaleras hasta mi maldita habitación.

Al abrir la puerta me sentí más que nunca agradecido a las autoridades que me habían pagado la beca. Tenía una habitación individual, con baño propio, con una cama bastante amplia y un escritorio en el trabajar. Desempaqué algunas cosas y fui directo a la ducha para quitarme el olor a sudor recocido del avión.

Me desnudé mientras empezaba a caer el agua caliente. Era una ducha con un grifo en la parte superior, de forma que el agua bajaba por mi cuerpo de la cabeza a los pies. Me enjaboné poco a poco, entreteniéndome en repasar mi cuerpo. A mi polla le sentó mal que la ignorara y se levantó pidiéndome guerra. La descapuché y me masturbé con fuerza, liberando la tensión acumulada del viaje y una buena lefada en la mampara.

Tras secarme un poco me anudé la toalla a la cintura y me acosté en la cama. Traté de no quedarme dormido, pero me pudo Morfeo. Unos golpes en la puerta me sacaron de mi sueño, fui a abrir atándome la toalla en mi cintura. Eran dos chicos, uno de ojos azules y otro más alto con los ojos marrones. Me dijeron que era la reunión de los novatos y que me fuera con ellos.

-Españolito, Venga, vístete que te vienes con nosotros- Me dijo el más alto con un tono autoritario.

Supuse que tendría que pasar alguna novatada, por lo que fui participativo. Busqué en la maleta unos boxers, una camiseta y un vaquero. Ambos me miraban desde la puerta, disfrutando de las vistas de mi culo incomodándome.

  • No te molestes en vestirte, te la quitaremos pronto- Dijo entre risas el más bajito.

El alto le golpeó y mandó callar. Hay supe que las novatadas eran de las duras. En España se limitaban a algunos huevazos y beber cerveza. Me acompañaron hasta el sótano de la residencia. Nos pusieron a los novatos juntos en una tarima algo elevada y el resto se sentaron en sillas a nuestro alrededor.

De repente se apagaron los luces y aparecieron dos chicos por el pasillo que formaban las sillas en dirección al escenario. Ambos iban desnudos, tapados con una capa de roja, estilo Reyes Magos. Mis ojos se iban de una polla a la otra, en especial a la del afroamericano.

Nos dieron la bienvenida con un discurso raro, hablándonos de los valores de la universidad y que nos haríamos hombres de provecho. Ese discurso habría sido igual por parte de un rector o alguna autoridad. Sin embargo, se iban alternando los dos chicos desnudos.

Tras el discurso y un fuerte aplauso, tocó el turno de dirigirse a nosotros. Nos dijeron que podíamos elegir entre entrar en la hermandad o irnos para no volver nunca. Nadie se movió. Confieso que quise irme, pero no quería ser el único.

-Bien, ahora os elegirán vuestros hermanos mayores. En esta semana antes de clase os enseñaran y decidirán vuestro papel como hombres o putas. Os queda una última elección, desnudaos o iros.-

Ahora sí que se fueron algunos chicos, pero no me fui. Había cruzado medio mundo para vivir una aventura y esta era mi aventura. Me desnudé con calma, intentando no mirar mucho a mi alrededor. Quería pensar que nos dejarían al menos la ropa interior, pero no hubo suerte.

Me avergoncé ante algunos de mis compañeros, los había bien armados, o incluso, con culos redondeados muy trabajados en el gimnasio. Yo no tenía ninguna cualidad tan destacable, estaba en la media. Los veteranos se subían al escenario por orden y se llevaban a uno de nosotros. Para elegir nos metían mano y pellizcaban pezones. Los primeros en ser elegidos eran los más atractivos, con buenos culos y pollas.

Uno de los veteranos se entretuvo conmigo, o mejor dicho, con mi culo. Me magreó un buen rato hasta bajarme. Tenía cara de ser un salido, un promiscuo de los que no se cansan en la cama. Nos obligaron a arrodillarnos en los sitios que ocupaban nuestros hermanos mayores. El escenario se fue vaciando y los veteranos que no tenían novato se fueron algo enfadados.

Los dos reyes se quedaron en el escenario, y entró en la sala un tercer chico totalmente desnudo. Cogió una silla y la llevó al centro del escenario. El afroamericano se sentó, mostrando su potente polla erecta. Después, el otro vestido de rey se sentó encima de este, clavándose la negra tranca en su culo. Para completar la operación, el chico desnudo empezó a chuparle la polla al penetrado.

Me quedé embobado mirando el espectáculo hasta que mi hermano mayor me cogió de los hombros para que me girara. Sin ninguna palabra entendí lo que tenía que hacer al ver su polla a escasos centímetros de mi cara.

Miré de reojo al resto de mis compañeros que estaban chupándosela a sus hermanos mayores. La polla de mi hermano mayor era bonita, bastante grande y con algo de precum en la punta. Pasé mi lengua con cuidado, con la vergüenza de no saber cómo hacerlo. No era la primera vez que chupaba una polla, pero siempre lo había hecho por morbo, no con esta rara obligación.

Poco a poco me fui relajando, disfrutando de la situación y de ese gustoso pene. Tenía una vena por su lado derecho que alimentaba su poderosa erección. Si introducía mucho su polla en mi garganta gemía más y más.

Me hermano mayor me agarró del pelo y empezó a bombear con mucha fuerza. Su cipote me golpeaba con fuerza en la garganta, de forma que con cada empujón no podía reprimir arcadas. Tenía una sensación de ahogamiento que me ponía muy cachondo, estaba tentado en aliviarme, pero no lo veía claro.

Su polla estaba más ancha que nunca y sus embestidas iban a más. La sacó de mi boca y me sonrió mientras se pajeaba a milímetros de mi cara. Acabó llenándome la cara de semen. Tuve la suerte de cerrar los ojos antes y de poder quitarme de los párpados los restos. Guardó su flácida polla en los pantalones con cara de satisfacción. Yo miraba a mi alrededor, algunos novatos seguían chupando y otros estábamos llenos de semen.

Lo que más me impresionaba eran los del escenario: estaban haciendo un trenecito. Me ensimismé mirándolos hasta que mi hermano mayor llamó mi atención. Me tiró una especie de collar con una correa.

-Ponte eso y coge tu ropa. Vamos a tu habitación--

Le hice caso y fui al escenario a por mi ropa sin perder de vista al trió principal. Dudé si tenía que vestirme, pero no lo hice. Volví donde estaba mi hermano mayor, me quitó mi ropa de las manos y me puse el collar. Él cogió la correa y me hizo seguirle a cuatro patas desnudo.

No era el único que salía así. Los novatos salíamos como perros atados a nuestros veteranos, desnudos y con la cara lefada. Volví a subir las mismas escaleras que por la mañana con las notables diferencias. Fuimos a mi habitación y mi hermano mayor abrió la puerta. Se sentó en mi cama y empezó a hablarme:

-Bien, eres un novato con cualidades. Ahora me toca ver tu potencial. En esta semana podrás dejarlo cuando quieras. Si aguantas serás un miembro de pleno derecho de la hermandad. Si demuestras tener potencial te nombraré como un hombre y serás uno de los mios. Si no vales lo suficiente, serás una putilla.-

Asentí desde el suelo. Empezaba a sentirme muy humillado por la situación. Me veía en un video porno de los de hermandades y ya no lo veía tan morboso.

-Bueno, quítate ese collar y ponte sobre la puerta-

Me levanté y le hice caso. Esperaba que me petara el culo y contra la puerta. Sin embargo, él tenía otros planes. Empezó a besarme en los hombros, acariciándome la espalda y mordiendo mi cuello. Después, comenzó a buscar mi boca.

-Tienes buen cuerpo, ahora necesito que sepas usarlo.- Metió un dedo en mi culo y se me escapó un gemido.

-De sumisa vales, ahora quiero ver si vales de macho.- Sacó el dedo invasor y se empezó a desnudar. Yo me giré y apoyé la espalda en la puerta, viendo su musculoso cuerpo y recobrando el aliento.

Volví a arrodillarme para comérsela, a diferencia de que no estaba tan dura como antes. Me gustaba como crecía poco a poco de tamaño y dejando en mi boca el sabor de su precum. La sacó de mi boca y se sentó en la orilla de la cama, invitándome a seguir con mi trabajo. ël no me marcaba el ritmo con la mano, sino que me dejaba mamar con tranquilidad. Así que bajé a sus testículos y los metí un a uno en mi boca. Empezó a gemir y me empujó con fuerza separándome de aquel manjar. Se levantó y me folló la boca hasta volver a correrse, esta vez me vi obligado a tragarme su corrida.

-Mañana vendré a seguir jugando, date una ducha y descansa. No te pongas nada de ropa.-

Salió dando un portazo. Se había ido desnudo, en una residencia llena de gente donde cualquiera lo podría ver. Cuando recuperé el aliento, me fui a la ducha y me corrí enseguida sobre la mampara. Estaba en la cima del morbo.