Me volví la puta de un viejo
Me calientan los hombres mayores y es algo que descubrí desde que era una niña, me gusta que me manoseen y me traten como a su puta, la primera vez me sucedió a los dieciocho años y desde ese día me volví una amante a los viejos que me morbosean.
Inconscientemente siempre me pusieron calientes los hombres mayores.
Cuando tenía 17 adoraba jugar con mi padrastro, él me sentaba en sus piernas y me dejaba caer hacia atrás, pero siempre me sostenía de los brazos mientras yo reía. Siempre jugábamos así, cada vez que me dejaba caer la hebilla de su cinturón presionaba mi conchita de manera agradable me trasmitía un cosquilleo rico. En su momento no lo note, pero recordándolo bien, él me apegaba bastante a él para que me presionara más... en ese momento no lo sabía, pero como hubiera deseado que frotara sus dedos contra mis vagina.
Al cumplir 18 años fui manoseada por un señor bastante mayor, entre 60 o 70 años debía tener. Recuerdo que estaba en el almacén de una amiga de mi madre y ella debía salir urgente a pagar la factura de luz o se la cortarían, me pidió que me quedara un momento, total, mi madre llegaría por mí en unos minutos. Yo me quede esperándola junto a un amigo de la dueña que parecía estar interesado en comprar algo... yo estuve atenta a él, no fuese a ser que aprovechara la oportunidad y se robara algo. Y si se robó algo, mi inocencia.
Mientras miraba la ropa él se acercó a mí y hablamos vagamente, me contaba que era curandero, que hacia buenos masajes para destencionar músculos y brebajes para la fertilidad. Todo esto me causo gracia, no le creía realmente, pero aun así me animé a escucharlo, pues me lamentaba de haberlo juzgado mal, parecía ser un abuelo agradable y sin ninguna mala intención. Entre todo lo que dijo me comento que las mujeres como yo tendríamos dificultad para parir, yo en mi inocencia me angustié y le pregunté porque...
"Porque tiene la salida muy cerradita, tienes labios pequeños, niña" me dijo con serenidad, yo me toque la boca a lo que él sonrió. "Esos no, los de tu cosita" dijo haciendo que me sonrojara
"No son pequeños" le aseguré casi ofendida y sonrojándome más por lo dicho, creía tener un tamaño normal para mi edad
"Deja los palpo entonces salimos de dudas" yo me negué pero él continuo insistiendo con mucho interés, a pesar de verse mayor y cansado, la lujuria con la que empezó a mirarme me calentó, adoraba sentirme deseada a tal punto que deje que me rogara un poco más.
"Vale pues... pero aquí no se puede"
"Claro que sí, mira, vamos junto a ese exhibidor" le obedecí y fingí estar buscando entre las blusas de ofertas, mientras él metía su mano bajo mi falda y frotaba sus dedos contra mi concha.
El movimiento era lento, los palpaba cuidadosamente sobre mi panti, como si tratara de medirlos de puro tacto. Continuo frotando sin detenerse y a mí me estaba asqueando que lo hiciera y al mismo tiempo no quería que parara. Ese hombre tenía una cara de ganas increíble y eso me calentaba, ver ese deseo y esa ansiedad por tocarme me excita a demasiado.
"Que chiquita cosita tienes... cuántos años tienes mi niña?"
"...dieciocho..." respondí sin aliento pues los frotes eran tan insistentes que ya comenzaba a humedecerme
"Aun no te cogen rico"
"No..." y era cierto, era virgen aun
"Yo si te comería esa conchita... y esas tetas, que rico darte por atrás mi niña"
No le respondí, pero me moje más y sus dedos empezaron a patinar por mis fluidos, sentía tanto morbo por aquello que me empecé a frotar. Quería que me tocara más, que no parara hasta que estuviera totalmente empapada. Pensaba en lo vulgar que me estaba comportando frente a ese desconocido y que alguien podría verme, pero no me importo, estaba tan excitada que tuve que morderme el labio para no gemir.
“Niña, esta chochita está suplicando que se la coman” me decía presionando mi entrada y hacerme chillar con algo de sorpresa y dolor, aparté las caderas pero él siguió sin sacar su mano. “No tengas miedo, la vamos a pasar muy rico” estando apunto de apartar mi calzón y meterme sus dedos, quitó la mano de allí pues un cliente había llegado preguntando por la dueña. Mi coño quedo supurando y sensible, me pedía más atenciones y yo hubiera estado feliz de que ese viejo me las diera, pero mi madre llego junto a su amiga y tuve que irme con ella. Cuando llegue a casa me masturbe toda la noche imaginando que ese viejo verde me comía el coño y me metía su verga sin piedad.
Muchos años después lo volví a ver, pero ya estaba demasiado consumido por la edad, no sé si aún recuerda lo que me hizo, pero cuando me ve se chupa los dedos y mi coñito vuelve a supurar.