Me violaron en las fiestas del pueblo

Violación en grupo

Me miré en el espejo y no estaba convencida del todo.

—No te mires más Ana, estás perfecta.

—No sé, es que con este top sin espalda no puedo llevar sujetador y los pezones se me marcan… —anuncié pasándome los dedos por encima.

—¿Y qué? Todo el mundo tiene pezones, además es de noche, nadie se fijará en eso. Y esa falda con vuelo te sienta de maravilla, se nota que este verano te has tumbado al sol —dijo Alba sonriente.

Alba era compañera mía de universidad, nos habíamos conocido el primer día de clase y nos hicimos muy amigas.

Me llamo Ana, tengo dieciocho años y todavía soy virgen.

Alba se cachondea de mí, porque dice que no sabe a qué espero, pero yo siempre quise hacer como mis padres y entregar mi virginidad a alguien que la valorara.

Tengo el pelo castaño, los ojos miel y, según mi amiga, un físico envidiable.

—¿Y estás segura que tenemos que ir de blanco?

—Es una fiesta Holi, todos van de blanco para llenarse de polvos de colores… ¿Dispuesta a divertirte y pillar un buen pedo? —No era muy de beber y Alba lo sabía—. Venga mujer, no pongas esa cara. No fumas, no bebes y no follas, ¿para qué vives gilipollas? —sonreí.

—Solo tomaré una copa.

—Lo que tú digas…

Ambas cogimos nuestras mochilas, llenas de paquetitos de polvos de colores, la cartera y el móvil. También llevábamos gafas de sol, para que el polvo no nos cayera en los ojos.

Alba era un poco más bajita que yo, rubia y muy desinhibida. Llevábamos una semana en su pueblo, sus padres no estaban, y era la primera vez que los míos me dejaban ir de viaje con una amiga.

Llegamos a la plaza del pueblo, entre risas y cánticos.

Alba se empeñó en comprar un litro de sangría don Simón y jugar a un juego que me hizo beber más de lo que esperaba. Como ella decía, por una noche tampoco pasaba nada, quería dejar atrás, un poco, a la Ana encorsetada,

La fiesta había comenzado, el ambiente era increíble, un dj con un grupo de animación se encargaban de que la música no parara incitando a la gente a bailar y lanzar polvos de colores.

Nada más llegar tan blancas e inmaculadas nos convertimos en la diana perfecta.

Alguien descargó sobre nosotras una bolsa azul y otra violeta.

—¡Pareces Pitufina! Tan bajita, rubia y azul —exclamé divertida mirando a mi amiga.

—Muy graciosa —prorrumpió lanzándome una bolsa de color rosa…

Pasamos una hora y media bailando bebiendo y divirtiéndonos sin parar.

El alcohol nos estaba pasando factura, pues un grupo de chicos del pueblo vecino no habían parado de invitarnos a copas. En esa plaza no cabía un alfiler y a mí me había entrado la risa floja. Uno de los chicos me subió en sus hombros y otro a Alba cuando iban a lanzar un cañonazo de pintura.

—A que no tienes ovarios de levantarte la camiseta y que te pulvericen las tetas —me increpó mi amiga.

—Qué va, qué vergüenza.

—Eres una puta mojigata, ¿qué piensas que te va a pasar, que te las van a robar? ¡Si aquí nadie te conoce? ¡Venga enséñales las tetas que yo también lo hago! —Envalentonada por el alcohol y las palabras de mi amiga, cuando anunciaron el cañonazo y ambas nos la levantamos dejándonos llenar el polvo de colores y con los brazos en todo lo alto.

Los chicos vitoreaban nuestra hazaña y los del escenario les pedían a los chicos que nos subieran…

Así fue como terminamos allí arriba, dando saltos con las tetas al aire y la proposición por parte de los de animación que nos lanzáramos como estrellas de rock sobre el público.

Estaba eufórica, mis pezones super animados y en lugar de negarme en mi cabeza volvió a resonar un… «¿y por qué no? ¡Es una tontería!». Miré a Alba de reojo y ambas sonreímos aceptando.

Nos pusimos de espaldas al público y nos lanzamos con un grito.

Nos pasearon en volandas, manoseando nuestros cuerpos, mientras más polvo era disparado para llenarnos enteras. Alguien me tocó el culo, otro me pellizcó un pezón y noté un fuerte tirón que me dejaba sin bragas y exhibía mi sexo.

Me estaba poniendo nerviosa, Alba estaba en una punta de la plaza y yo en otra. Mi mirada se nublaba y cuando me di cuenta un grupo de chicos se me llevaba con una mano tapando mi boca. Intenté gritar, poner a alguien en sobre aviso pero no podía, por lo menos eran cinco y yo solo una.

Terminamos en un descampado.

—Joder, que buena está y qué puta es, habéis visto cómo enseñaba las tetas —dijo uno.

—Y va sin bragas —apuntó otro.

—Hoy sí que lo vamos a pasar bien.

—¡Soltadme! —grité cuando me bajaron al suelo intenté ponerme a correr, pero uno de ellos enroscó mi pelo en su muñeca.

—Tú te quedas aquí, preciosa, ahora va a comenzar la verdadera fiesta, ¿verdad que sí chicos? —Uno, que era pelirrojo y algo rellenito me arrancó de cuajo la camiseta.

—Así se hace Zanahorio —lo felicitó el que me retenía y el pelirrojo se puso a comerme las tetas.

—Me encanta que las tenga grandes. ¡Mira que pezones!

—¡Por favor, soltadme! —pataleé.

—Contra más te opongas, puta, mejor lo vamos a pasar. Ayudadme a tumbarla y agarradle los brazos, quiero hacer los honores que yo fue quien la vio primero.

El que hablaba debía rondar los treinta y parecía el jefecillo del grupo.

—No, no, soy virgen, os lo ruego.

Soltó una carcajada.

—Eso solo mejora las cosas, porque vas con precinto de garantía y podemos follarte a pelo.

Se bajó los pantalones, estaba excitado. Intenté gritar socorro y me llevé una bofetada.

—Vuelve a hacerlo y te matamos —dijo el que me sujetaba el brazo derecho escupiéndome en la cara.

El jefe se me separó las piernas y se puso a masturbarme.

—No me gustan los coños secos. —Gemí, porque aunque no lo quisiera mi cuerpo reaccionaba. Él rio y me metió un dedo que empezaba a humedecerse—. Así que te gusta… Chicos la puta se moja voy a comerle el coño un rato.

Hundió su boca en mí y se puso a rebañarme, El pelirrojo se arrodilló y empezó a chupar una teta y un rubio corpulento la otra, chupaban, mordían tiraban mientras el placer se adueñaba de mí.

Mis caderas se movían, mi aliento se entrecortaba y aunque no quería que me violaran mi coño tenía vida propia.

—¡Está empapada! —certificó el jefe con mis fluidos bañando su cara. Puso la punta de su polla y me miró soberbio—. Va a doler pero te va a gustar.

Y sin otra advertencia se hundió con todas sus fuerzas. El placer que había sentido se borró de un plumazo. Un dolor ardiente me encogió las entrañas. Intentaba patearlo que saliera, pero no podía, sujetaba mis rodillas mientras me taladraba.

—Joder, qué puto coño más apretado. —Las embestidas eran rápidas y profundas—. No voy a aguantar, está demasiado rica.

Emitió un alarido sordo y se corrió dentro.

—Ahora yo por el culo, quiero estrenarle ese agujero —anunció el pelirrojo.

—Claro que sí Zanahorio, chicos dadle la vuelta.

Mordí el polvo y me sentí un pollo asado dando vueltas, hicieron que me encogiera y el jefe se sentó encima de mí, mientras otros dos me abrían las piernas.

—Voy a lubricarme con su coño. Julián cómele el culo y dilátamela un poco. —Pidió el pelirrojo.

—Será un honor.

La lengua se puso a hurgar en mi ano, haciendo que sintiera arcadas, el jefecillo se puso a golpearme una nalga con fuerza como si fuera una yegua y noté otro miembro más ancho tomando mi coño encharcado.

—Tenías razón Antonio, esta puta tiene un coño muy apretado, pero yo se lo voy a ensanchar.

A la lengua del culo se le unió un dedo.

Grité, pero les daba igual, otro de ellos pasó una mano por mi clítoris y se puso a frotar.

Me puse a jadear como un animal en celo.

—Madre mía, le gusta, está chorreando y el coño se le contrae.

—No dejéis que se corra —advirtió el jefe.

Alguien se puso a pellizcarme los pezones y al primer dedo del culo se le unió otro. Me ardía el culo, por los golpes y las penetraciones.

—Quita los dedos que se los voy a petar.

Los quitaron y fueron sustituidos por la polla del pelirrojo que me partió en dos.

—Hostia puta es una maravilla —aulló empotrándome contra el suelo.

Los ojos me ardían, dolor y placer, lo sentía todo. Aunque el dolor ganaba terreno.

El Zanahorio siguió dándome por culo hasta que dio un alarido y se corrió en mi culo.

—¿Hacemos una doble?

—Sí que ahora está dilatada.

Me levantaron y ensartaron mi ojete en la polla del más alto que estaba estirado y el que quedaba me la metió por el coño, para rellenarme. El jefe y el pelirrojo me sujetaron los brazos y el rubio apretó mis fosas nasales para meterme su polla en mi boca.

—Si se la muerdes, te matamos.

Dolía, quería vomitar, me daban arcadas, pero a ellos no les importó, me ahogaba, nunca había hecho una mamada, y aquella polla, aunque no fuera excesivamente grande me llegaba al fondo de la garganta.

No se detuvieron en ningún momento hasta que no hubieron descargado en todos mis orificios, cuando el semen inundó mi garganta pensé que no lo iba a resistir. Pero fue levantarse y el jefe, que ya estaba recuperado me metió la suya para seguir follándome la boca y obligarme a que también tragara su leche.

La garganta me ardía y alguien me estaba azotando el coño.

Volví a tragar la segunda corrida y a esa le sucedió la del pelirrojo. Todos pasaron por mi boca y yo tragué y tragué dejándome hacer todo lo que se les ocurrió.

Cuando estaba cerca del orgasmo me lo negaban, una y otra vez hasta que llegó un punto que deseaba que me follaran. Terminaron y supliqué, supliqué que me dejaran correrme.

—Está bien, —aceptó el jefe—, lo mereces por buena puta.

Separaron mis piernas me excitaron llevándome al límite y cuando iba a estallar empezaron a mear sobre mi clítoris con fuerza, regalándome el mayor orgasmo de mi vida.

Espero que os haya gustado y podéis mandarme vuestros comentarios.

Miau.