Me violan en un casting y me convierto en su puta
Una actriz en paro va a un casting muy especial
Me cuesta respirar, me siento mareada y no comprendo muy bien qué pasa.
Intento moverme pero me siento lánguida, como si mis extremidades hubieran dejado de obedecer.
Abro y cierro los dedos. Los parpados apenas puedo moverlos y siento calor, mucho calor.
Doy un tirón a mi mano y es entonces cuando comprendo que estoy atada. Algo impide que mueva las muñecas. Tengo los brazos extendidos y las piernas separadas. Hago lo mismo con los tobillos y vuelvo a sentir la misma presión.
Mi garganta está seca y mi boca oprimida, aprieto los dientes y noto algo en el interior que no me deja cerrar los labios.
¿Qué me está ocurriendo?
Siento algo recorriendo mi pecho, parece una lengua o dos, porque el estímulo es simultáneo, ocurre en mis dos pezones.
Gimo contra aquello que me impide hablar e intento separar los párpados con mucho esfuerzo.
Soy actriz, había venido a un casting de una peli que anunciaban en el periódico. Daba el perfil y llevaba muchos meses yendo a castings para que siempre me dijeran que ya me llamarían o que no daba el perfil.
Tengo treinta años, soy morena, piel oscura, mido metro setenta y tengo bastantes curvas. Tal y como se pedía.
Cuando llegué al estudio había un hombre con una cámara. Debía rondar los cincuenta. Se presentó como el director de casting y me comentó que en el papel había desnudos, que si me importaba. A estas alturas lo único que quería era un papel para poder pagar la factura a fin de mes, total, enseñaba las tetas cada verano en la playa.
Como es lógico le dije que no me importaba y entonces me hizo firmar un montón de papeleo antes de comenzar con el casting por el tema de los derechos de imagen. Había tanta letra, era tan pequeña y yo tenía tanta hambre de pantalla que firmé sin leer.
Él sonrió y me ofreció un vaso de agua, venía muy acalorada y en Sevilla, en pleno agosto, una se derrite.
Lo engullí sedienta, él me pasó el guion y me dijo que me daba unos quince minutos para que me lo aprendiera que, de mientras, iba a hacer una llamada.
Recuerdo sentir mucha más calor que antes, aunque me puse a leer la primera página como una loca para dar la entonación y el ritmo adecuados. Las letras bailoteaban en mi cabeza, se volvieron borrosas y eso es lo último que recuerdo.
Consigo abrir los ojos y veo dos cabezas masculinas sorbiendo mis tetas. Tengo los pezones erectos y muchísima necesidad de que no se detengan. Aúllo con el coño palpitándome de deseo. ¿Estaba dormida? ¿Era un sueño?
Estoy desnuda, en una cama con cuatro postes, atada y con algo en la boca que no me deja cerrarla. Giro el cuello y noto la baba cayendo por un costado, lo que me han puesto me obliga a tener los labios separados.
Veo gente, ¡hay gente! Mujeres y hombres que me contemplan con copas en la mano. Sonríen lascivos, me contemplan sin que yo pueda oponerme. Intento gritar y solo sale un sonido pastoso.
—Al parecer nuestra estrella invitada ha despertado —dice una voz que reconozco como la del director de casting.
La busco entre la gente y lo encuentro cámara en mano, grabando lo que me están haciendo sin mi consentimiento. Vuelvo a intentar chillar y no logro nada. Uno de los hombres me retuerce el pezón derecho y yo empujo por instinto las caderas hacia arriba.
—Mirad que puta es. Lo supe en cuanto cruzó la puerta con ese vestido de tirantes marcando pezones, una zorra de primera. Ni siquiera quiso leer lo que firmaba y ahora es toda nuestra. —¿Cómo? ¿Qué? ¿A qué se refería?
Una figura emergió desnuda en el horizonte. Era un hombre obeso, desnudo y con cara de salido. Me agité violentamente, no quería que me tocara. Uno de los que me estaba comiendo las tetas me mordió el pezón en mi requiebro. Aullé de dolor.
El obeso hizo que el colchón se hundiera bajo su peso. Sin poder evitarlo lo miré y él me mostró una lengua ancha y larga que emitía gestos obscenos.
Mi coño se apretó al imaginarla en él. Ese hombre me repugnaba y aun así mi cuerpo sentía deseo, ¿por qué? Su calva bajó para posicionarse entre mis pliegues, metió las manos bajo mi culo y lo empujó para que mi sexo le fuera ofrecido.
Escuché la lamida, honda, profunda y noté mis jugos siendo sorbidos por él. Tuve ganas de llorar. Me estaba comiendo el coño un hombre que no deseaba, mientras otros dos hacían que mis pezones cada vez estuvieran más rígidos.
—Mirad cómo le gusta, ¿veis como las actrices son todas unas putas? Está chorreando, la baba le cae de deseo y quiere más, ¿algún voluntario para llenarle la boca? —¡Nooooo! Pensé.
Un cuarto hombre no tardó en acercarse, su pene era del tamaño de un vaso de tubo, con unas pelotas grandes y pesadas. No iba a entrarme, era imposible.
Se posicionó sobre mi cara y fue empujando su polla por el círculo que abría mis labios hasta alcanzar mi campanilla. Me atraganté de inmediato, me dio una arcada profunda, pero el sostuvo mi cara con las pelotas golpeándome la frente.
—Respira —murmuró con todo su miembro abriéndose paso para llegar a mi esófago.
El obeso comenzó a follarme con la lengua mientras friccionaba el clítoris con los dedos.
Mis cuerdas vocales intentaron gritar del gusto, pero estaban taponadas, por lo que tragué polla arrancándole al tipo de mi boca un gruñido.
—¡Me la está mamando la muy puta! —exclamó eufórico comenzando a follarme sin que pudiera protestar. Aquel falo enorme, entraba y salía dándome ganas de vomitar.
Los ojos me lloraban y vi al director de casting haciendo planos cortos de la mamada. Me quería morir. Si alguien veía ese video sería el fin.
La polla bombeó y se clavó en mi garganta. Los de las tetas comenzaron a abofetearlas y el de mi coño dejó de lamerlo para introducir su miembro y comenzar a meterla. Su carne rebotaba sobre mi cuerpo. Regresaron las náuseas a la vez que un placer extremo. Mi cuerpo pedía más, no podía controlarlo, empujé las caderas descontrolada, mientras mis pezones eran pellizcados y mordidos.
Dos pollas extrañas fueron colocadas en mis manos ungidas en lubricante. Por inercia cerré las manos y ellos empezaron a masturbarse. Era una orquesta de placer la que sentía sobre mi cuerpo, elevándome cada vez más.
Al hombre que le practicaba la felación sacó su miembro y escupió en el interior de mi garganta varias veces. Sorbí su saliva sedienta. ¿Estaría enloqueciendo?
No solo él escupió, todos y cada uno de ellos lo hicieron y yo bebí enfebrecida con la cámara apuntando a mi garganta. El hombre que había albergado en ella se puso a masturbarse y descargó para que el objetivo lo captara y después me la encajó hasta el fondo.
Me corrí con el gesto, chillé mamando como la puta que me sentía y tragué deseosa de más. Cuando acabó la descarga vino la de los hombres a los que estaba masturbando. Uno de ellos me giró la cara para encajarla y darme el segundo biberón de leche.
Una vez vacío el tercer hombre se la sacudió sobre mi cara llenándola de semen. El líquido blanco gorgoteaba sobre mis párpados cuando los tipos que estaban en mis tetas se pusieron a descargar sobre ellas.
Volví a correrme, necesitaba más, quería más, alguien me desató los tobillos y yo enrollé como pude las piernas en mi último amante que había empezado a chupar mi cuerpo cubierto de lefa.
El bozal también me fue quitado y cuando su boca buscó la mía, lo besé con ansia, deseando devorarlo.
Mis manos fueron desatadas y mis dedos buscaron amasar aquella montaña de carne excitada.
Jadeé como una perra.
Oí la voz del director de casting en mi oreja.
—Di que eres nuestra puta, di que harás todo lo que queramos contigo, que estás dispuesta.
—Soy su puta —voceé—. Quiero que todos me follen, todos, se lo suplico, quiero todas las pollas y los coños en mi cuerpo. Los necesito. La cámara seguía grabando, no me importaba.
Mi amante hizo que cambiáramos de posición y me puse a montarlo con deseo de que me llenara el útero.
Toda aquella montaña de carne gruñía por mí. Mis tetas rebotaban y yo alzaba los brazos sintiéndome libre. Una mujer subió a la cama y me ofreció un coño de labios generosos. Lo mamé sin dejar de follar. Notando como me abrían el culo y me daban por detrás.
Gemí, loca de placer, follándome un coño con la cara, rebosante de semen y de pollas que me penetraban.
Mi querido obeso tenía mucho aguante, yo seguía montándolo cuando el que me estaba rompiendo el culo lo inundó de leche y la mujer me llenó la boca de flujo. No paró, ni siquiera cuando la corrida adquirió un sabor salado que me dio que pensar que se había meado.
Mi gordo tenía la boca abierta y saboreaba aquello que caía.
Cuando ella acabó volví a besarlo, saboreando placer y efluvios. Alguien me lamía el culo. Sentí mucho placer, tanto que tuve mi tercer orgasmo.
—Puta, quiero un sesenta y nueve —comentó el director. Yo me di la vuelta y me dispuse a engullir hasta los huevos de montaña de carne. Él lamió mi ano, mi coño y se lo comió mientras alguien volvía a llenarme el culo. Dolía y complacía a partes iguales.
Varias pollas fueron pasando por mi culo, en cuanto descargaban, mi amante adoraba el agujero y lo limpiaba para el siguiente.
No dejé de correrme, una y otra vez, su aguante era épico. La mandíbula me dolía y sin embargo no quería dejar de mamársela hasta que se corriera.
Alguien me dijo al oído que solo se correría si le comía el culo. No lo dudé. Le supliqué que se pusiera a cuatro patas y me dejara. Mientras otra de las mujeres se dispuso a comerme el coño mientras otro tío me empalaba.
Separé los orondos cachetes e introduje mi lengua en el agujero apretado. Se lo comí deseándolo, adorando aquel lugar oscuro y apretado mientras lo masturbaba con la mano libre.
El gruñía, estaba cerca lo intuía. Varios dedos se pusieron a acariciarme, golpearme, pellizcarme, mi cuerpo recibía corridas, escupitajos y yo nunca me había sentido más completa.
Me dejé ir sobre la boca femenina y no me contuve, esta vez fui yo quien se hizo pis y gocé al ver que ella tragaba y que quien me tomaba por atrás también me premiaba con su meado caliente.
El aire me faltaba de tanto placer y cuando oí un me corro, cambié corriendo de posición para beberme toda su leche.
La guardé en mi boca, densa, caliente y cuando culminó lo abracé para ofrecerle un beso que contenía su esencia.
Me dolía todo y me sentía feliz.
El director de casting dijo que era suficiente y aunque yo hubiera seguido toda la noche, no se me permitió.
Me dijo que ya me llamaría si el rodaje contaba con fondos suficientes y yo le rogué que en cuanto tuviera un casting me llamara que acudiría encantada.