Me veo obligada a obedecer a la decana...

Mi jefa me pilla con mi alumno y me veo obligada a acatar sus órdenes.

Llegué a casa destrozada.

En la universidad, Pedro me esperaba para recibir su segunda lección tras las clases y no me pude negar.

Como era de esperar tenía la cámara retransmitiendo en directo, estaba apoyada contra la pared, desnuda  con la pierna enroscada en la cintura de mi joven alumno que no dejaba de empujar jadeante en mi coño.

—Está tan buena señorita Aroa —repetía inagotable.

Llamaron a la puerta y nos quedamos muy quietos.

—¿Sí? —Pregunté haciendo señal de silencio, el muchacho sonrió y bajó hasta mi coño para comérmelo desconcentrándome completamente.

—Soy yo señorita Aroa, la decana, necesito hablar con usted.

—Ahora no —emití un gritito agudo cuando Pedro mordió mis labios inferiores.

—¿Me está diciendo que no puedo pasar? —El sudor perlaba mi rostro, la decana era una mujer intransigente de la vieja escuela, si me pillaba de esa guisa mi puesto peligraba. Ella, junto a su marido dirigían aquella universidad, que era privada. Él ponía el dinero y la opinión, ella gestionaba.

—Estoy ocupada con un alumnoooo —Pedro acababa de meterme un montón de dedos en el coño.

Sin que pudiera evitarlo la puerta se abrió sin que lo esperara, ¿es que esa mujer no tenía límites.

En cuanto nos vió abrió los ojos desmesuradamente.

—¡¿Pero qué es esto señorita Aroa?! —Insté a Pedro a que saliera de entre mis piernas. Estaba roja como un tomate y el chico tenía toda la cara llena de mis jugos—. ¿Así son las reuniones con sus alumnos?

—¡No! —exclamé tratando de cubrirme a la par que ella no dejaba de recorrer mi cuerpo desnudo.

Tendría mi edad, llevaba su cabello caoba en un recogido muy apretado que le hacía un rictus de lo más severo.

Siempre vestía igual, falda lápiz negra por debajo de la rodilla, blusa blanca y zapatos de tacón negros. Paseaba con una fusta en la mano golpeándosela sin parar, lo que recordaba a las profesoras rígidas de las escuelas de antes.

Cerró la puerta, yo instaba a Pedro a que se vistiera.

—¡Quietos los dos! —Pedro trataba de cubrir su erección y yo mis pechos y sexo—. Si antes no les importaba estar desnudos ahora tampoco. Quítense ambos las manos del cuerpo. —Nos miramos el uno al otro sin entender—. ¡Ahora! —ordenó. Yo asentí y ambos nos quedamos muy rectos mirándola. Una risa sardónica elevó sus finos labios—. Así que a eso os dedicáis en las tutorías… Mi profesora a hacer de puta, que para eso cobra el dinero que yo le pago y tú a aprender a follar, ¿me equivoco? ¿O acaso la señorita Aroa abusa de ti? —Pedro temblaba como una hoja. La bruja de la decana pasó la fusta del pecho a la polla de Pedro para levantársela—. Piensa muy bien tu respuesta, estás becado, así que de ella depende que sigas manteniendo tu beca.

—¡Me amenazó con suspenderme! —soltó para mi horror.

—Eso no es cierto.

—Me trajo a su despacho diciendo que mis notas habían bajado y me obligó a tocarle las tetas, me enseñó su coño desnudo y me provocó hasta que ya no puede pensar. Y me dijo que si no venía cada día a satisfacerla me suspendería.

—¡Eso es mentira! —grité, ella vino a mí y me dio un fuerte golpe con la fusta en el pezón—. Ay, me quejé cubriéndolo con ambas manos.

—Baje las manos señorita Aroa, está muy mal lo que ha hecho con este alumno y merece ser castigada…

—Pero yo…—Descargó la fusta de nuevo esta vez sobre la otra teta. No podía evitar chillar, escocía demasiado.

—Ya te he dicho antes que no te muevas puta. Porque eso es lo que eres señorita Aroa una puta. Y tú —dijo señalando al chico—. Un mentiroso, no me creo nada de lo que has contado, así que si ambos queréis conservar lo que tenéis vais a tener que jugar conmigo cuando me apetezca y hoy es un gran día para comenzar vais a ser mis perritos y os voy a amaestrar.

—No, por favor —. No quería que mi jefa también me domara.

—No tienes opción perra puta, separa las piernas. —La desafié cerrándolas más—. He dicho que las separes —gruñó azotándome el vientre, automáticamente lo hice y ella se dedicó a pasar la fusta por mis pliegues—. Mira lo mojada que estás todo esto te pone, a partir de hoy serás mi perra puta, señorita Aroa. —Descargó la fusta en mi sexo y yo volví a cerrar los muslos. Chasqueó la lengua—. Muy mal veo que ambos necesitáis disciplina… Poneos a 4 patas y caminad por el piso. ¡Ya!

Tanto Pedro como yo obedecimos, qué remedio, la decana iba descargando su fusta sobre nuestros cuerpos, nalgas, muslos y espalda eran sus principales objetivos.

Nos tuvo así unos diez minutos, me dolían las rodillas.

—Muy bien, ahora Pedro vas a separarle el culo a la perra puta, ¿sabes qué es eso?

—Creo que sí. —Titubeó—Bien porque vas a comerle el culo mientras ella hace lo propio con mi coño. La decana se subió la falda mostrando un coño totalmente rasurado—. Cuando te lo diga deberás dejar de lamerle el ojete y follarla hasta llenar su culo de leche y cuando lo hayas llenado volverás a lamerlo hasta recuperar lo que has depositado. ¿Comprendes?

—Pero decana…

—No hay peros, u obedeces o te expulso. —El chico asintió. La decana se sentó en el suelo con las piernas abiertas—. Ven perrita, come tu comidita. —Solo podía pensar en la cantidad de semen que había inundado mi culo, tanto por la noche como en el metro, no me había lavado así que Pedro lo saborearía todo. Me daba bastante apuro pero no podía hacer nada al respecto.

Hundí mi boca con avaricia en el hinchado sexo de la decana que ya estaba más que listo y noté la lengua de Pedro entrar en mí con reticencia. Estaba un poco abochornada, pero en cuanto vi que tomaba confianza y que parecía no importarle los restos de semen seco de mi ano, me dediqué en cuerpo y alma en satisfacer a la decana.

Recorrí su sexo pasando la lengua de arriba abajo, penetrándola con ella mientas elevaba su pelvis para frotarse contra mi cara, llenándola de flujos. Busqué el clítoris, que era bastante grande y no succione, tragando con la abundante humedad que destilaba.

—Pedro deja de lamerle el culo y párteselo en dos. —La caliente lengua de mi alumno, quién había provocado mi calentura abandonó el ano para separar mis cachetes y follarme con rudeza. —Grité por la brutalidad utilizada, la decana reía a boca llena, agarrando mi cabeza y frotándose contra mí.

Sabía a sal y a deseo.

—Sigue lamiendo perra puta, eso es, traga mi flujo. ¿Te gusta? Sé que sí, eres una buena lamecoños , sigue hasta que me corra puedes follarme con los dedos para ayudarte.

Lo hice, le encajé tres de golpe mientras seguía chupando, lamiendo y sorbiendo.

Pedro aulló corriéndose en mi culo y lo siguiente que sentí fue su lengua de nuevo en mi culo.

Gimoteé del placer.

—Te gusta ¿eh perra puta? Sentir como tu alumno te come el culo y su propio semen te pone mucho, igual que comerme el coño, seguro que lo tienes anegado. —No se equivocaba, mi coño goteaba encharcando el suelo—Muy bien cuando hayas logrado que me corra te daré tu merecido.

Me volqué plenamente a ello y no me detuve hasta tener la mano enterrada en su coño, la estaba follando con ella metida hasta la muñeca y mis dientes mordiendo aquella firme protuberancia.

—Saca la mano y bebé —ordenó cuando la alcanzaron las primeras contracciones.

Preparé mi boca para recibirla escuchando como decía:

—Todo, traga todo lo que salga. —El flujo brotó, seguido de su corrida y…. ¡oh Dios eso era pis! Me tenía agarrada por la cabeza, así que tuve que tragar también la meada que me echó, sentía asco por lo que estaba haciendo y placer al mismo tiempo. ¿Eso era posible?

Cuando terminó agarró la fusta y se puso a atizarme, tetas, coño, vientre, muslos.

Largas marcas rojas cruzaban y calentaban mi piel.

Pedro seguía en mi culo hasta que la decana le ordenó que me metiera el puño en el coño.

No estaba habituada, así que reconozco que dolió, pese a lo mojada que estaba, pero eso no impidió mi excitación y que tras varias descargas violentas de la fusta en mi clítoris me corriera encharcando todo el suelo del despacho.

—Menuda perra puta estás hecha señorita Aroa, limpia el suelo con Pedro, lo quiero reluciente. Después ya os podéis marchar.

Le hice caso, qué remedio.

Miré el móvil pero no había señal de mi amo, solo el mensaje de la mañana, así que fui rumbo al metro a cumplir sus órdenes. Esperaba que esta vez sí me viera. Aunque no tuve tanta suerte como la primera.

El único indigente que encontré no era guapo, ni joven ni olía bien, y aun así tuve que comerle su polla rancia.

En el metro di con una panda de tres tíos que no tardaron en llevarme al baño de mi parada y follarme entre los tres por todos los orificios.

Y cuando llegué a casa derrotada y abrí la puerta deseando meterme bajo la ducha me encontré con mi amo de frente charlando tranquilamente con mi marido.

Continuará…