Me vengué de mi esposa infiel

Entre mis amigos y yo le enseñamos a mi mujer a no ponerme los cuernos.

María es una mujer de 33 años, cabello rubio oscuro, tez blanca, 1.65 metros de estatura, senos medianos y un culo bien formado con unas piernas delgadas y seductoras. Con esos atributos no estaba de más pensarse que algún día me sería infiel, rodeada de hombres atractivos en la oficina donde trabaja. Para mi mala fortuna comprobé que me engañó con un tipo de su trabajo pero ella no sabía que yo la había descubierto desde hace un tiempo y todo por unas fotos muy morbosas en su computadora que el tipo le tomó en el motel que frecuentaban. Por lo tanto no pensé en reclamarles, hacer un escándalo y divorciarme sino algo más divertido, una venganza muy morbosa.

Hablé unos días antes con René, un amigo que a menudo me comentaba lo afortunado que era yo al tener a María a mi lado, en el fondo yo sabía que él la desnudaba con la vista y sólo pensaba en cogérsela, en cierto modo me daba mucho morbo que mi esposa fuese tan deseada. Le pedí que él junto con tres de sus amigos Rafael, Mauricio y Paco le dieran una lección a María: Raptarla, violarla y traerme como trofeo sus sandalias llenas con el semen de todos ellos ya que soy un poco fetichista de los zapatos y los pies de mi mujer, a cambio de una buena suma en efectivo y del placer que les provocaría el follar a su entero gusto a mi mujer todos aceptaron sin pensarlo dos veces, pero no quisieron recibir dinero ya que era precisamente lo que les sobraba a esos niños ricos, todos de familias acomodadas. Cabe decir que le pedí a Rafael que se encargara de grabarlo todo, así yo podría observar todo desde mi casa puesto que su cámara estaba enlazada a mi computadora.

El día llegó y era un viernes por la noche y ella había ido a sacar efectivo de un cajero automático. Llevaba puesto un traje sastre color beige ya que es secretaria, pero el traje era muy sexy con una blusa blanca escotada y de mangas cortas, un saco no menos ajustado y una minifalda que apenas le cubría el trasero, para coronar todo llevaba en sus pies unas hermosas sandalias doradas de tiras de 11 centímetros de alto las cuales acentuaban sus nalgas ya de por sí muy atractivas. A mí se me hacía agua la boca de imaginar lo que pasaría esa noche. Rafael encendió la cámara quedándose en la camioneta y observé a María caminando muy sexy desde el cajero hasta su auto, entonces René dijo:

  • "Vamos chicos, ahora es cuando…"

  • "Tú llegas por el frente con el cuchillo y Paco y yo por los lados"- dijo, Mauricio.

Entonces bajaron corriendo discretamente de la camioneta, se ocultaron estratégicamente y René abordó a María:

  • "¡Quieta nena!, esto es un asalto, no grites ni hagas nada estúpido, sólo dame tu bolso y tus joyas"

  • "¡Por favor no me haga nada!, llévese todo pero no me haga daño" – murmuraba María.

Ella le entregó todo, bolso, anillos, aretes, pero René sólo la observaba de arriba a abajo con una mirada lujuriosa, lo que puso más nerviosa a María, en eso, de la nada salieron Mauricio y Paco quienes la tomaron de los brazos alzándola fuertemente de manera que sus pies quedaron volando, ella pataleaba y trataba de gritar pero con sus grandes manos ellos se lo impedían

  • "Tranquila nena"– decía René en tono burlón,

  • "Sí mi amor, la vamos a pasar muy bien con ese cuerpazo que tienes" – dijo Paco

  • "Esperen – dijo Mauricio, recuerden lo que nos dijo el cliente"- sujetó a María de las piernas y desabrochó las tiras de sus sandalias sacándoselas una por una y después se las puso en la nariz e inhaló profundamente como si se deleitara con el olor que de ellas emanaba - "Mmmmm, huelen a sudor de hembra sabrosa."

La subieron a la camioneta y rápidamente arrancaron para no ser vistos. Adentro René conducía, Rafael iba en el asiento del copiloto filmando toda la escena, mientras Paco y Mauricio manoseaban por todos lados a María pero sin desnudarla aún.

Rafael observaba de vez en cuando por el retrovisor y su pene comenzaba a lubricar y su corazón a agitarse por presenciar tal escena e imaginar lo que vendría.

Por fin llegaron a un departamento lujoso que pertenecía a los padres de René puesto que él era un hijo de un importante empresario y obviamente estaba acostumbrado a hacer su voluntad siempre. Bajaron a María tomando los cuatro cada quien una de sus extremidades de una manera humillante como si se tratara de llevar un cerdo al matadero, María estaba algo aturdida por algunos golpes que le propinaron en la camioneta para someterla un poco. La pusieron de pie y le obligaron a tragar un whisky bastante fuerte y como María no estaba acostumbrada al alcohol de inmediato se mareó y ya no podía hacer mucho por resistirse, René rompió su blusa y sus pechos quedaron expuestos bajo un lindo sostén de encaje negro, Paco hacía lo propio con la falda, René metía su nariz entre sus senos y se deleitaba en su textura y la suave fragancia de su perfume

  • "Rápido, quítenle la ropa y empecemos" – decía Paco, quien empezaba a desnudarse y a tocarse su miembro con lascivia.

  • "Sí, yo me llevo la ropa, me la quedaré como recuerdo" – dijo Mauricio.

  • "Déjenme ir por favor, no hagan esto" – rogaba María tímidamente en medio de lágrimas.

Entre Paco y René acostaron a María en una cama con sábanas de seda, ataron sus manos a la cabecera, se sacaron las ropas ambos hasta quedar completamente desnudos y entonces, Paco empezó a gozarse en los pechos de María, pellizcando sus pezones, lamiéndolos y manoseándolos, René abrió le abrió las piernas y comenzó a darle sexo oral llenando de saliva los genitales de mi esposa y a meter sus dedos tanto en su vagina como en su ano. Rafael seguía filmando pero de su entrepierna se veía como se levantaba un bulto producto de su excitación, Mauricio sin embargo se sentó en un sofá con la tanga de mi mujer en la cara, y se masturbaba metiendo su pene dentro de las tiras de una de las sandalias de María, al parecer también era un fetichista empedernido como yo. Yo veía todo por mi computadora desnudo y pajeándome

  • "Abre la boca zorra, vamos a ver que tal la mamas" – dijo Paco

  • "Yo le voy a dar por el culo, apuesto que nunca se la han cogido por ahí" – dijo René

Pusieron a mi esposa en cuatro patas y Paco apretaba su nariz para forzarla a tragarle su polla húmeda y erecta, mientras que René abría con sus manos las nalgas de María para introducir su verga en su ano.

  • "Mmmmm, que rico es esto" – gemía Paco

  • "Aaagghhh" se quejaba María con la polla de Paco entrando y saliendo de su boca.

  • "Voy a sacarte la mierda del culo" – decía René

Mauricio por otro lado comenzó a calzarse las sandalias de María, no pudo reprimir su lado fetichista, se paseaba alrededor del trío para sentir lo que era estar literalmente en los zapatos de María. Paco y René lejos de incomodarse por las actitudes de Mauricio se calentaban más.

  • "¿Ves eso zorra?"- decía René, "¿Te gusta provocar a los hombres paseándote por ahí con tus tacones?, Mira como le quedan a mi amigo" – al mismo tiempo nalgueaba el culo de mi mujer.

  • "Pónganla en el piso, vamos a ver que tan sumisa es" – decía Mauricio – "Ahora vas a adorar mis pies enfundados en tus propias sandalias" – María apenas sacaba su lengua para lamer los dedos de Mauricio quien al mismo tiempo se masturbaba – "Eso es, ahora trágate el tacón" – y Mauricio la obligaba a mamar el tacón del zapato como si fuese su propia polla.

René y Paco continuaban manoseando las tetas y las nalgas de María, quien sollozaba con el tacón en la garganta. Después la pusieron boca arriba, Mauricio se acercó a ella y puso sus piernas sobre sus hombros y ensartó su polla en la delicada vagina de mi esposa

  • "Me toca cogérmela a mí, mi fantasía siempre fue follarme a una zorra como tú en tacones"

  • "Vas a tragar la mía ahora" – decía René quien obligaba a María a comerle la polla – René puso la mano de María en su verga y la obligaba a masturbarlo, ahora los tres se estaban gozando con mi linda esposa.

Todos tenían un gran dominio de la eyaculación, por lo que nadie se corrió hasta que llegara el momento perfecto, Mauricio se sacó las sandalias y obligaba a mi esposa a lamerlas por todos lados, - "Mmmmm, que linda te ves adorando tus propios zapatos" – decía Mauricio, así que después de cogerla por todos sus orificios hasta el cansancio se turnaron para eyacular dentro de los zapatos de mi esposa que ya de por sí estaban húmedos de sudor y saliva, los colocaron sobre el abdomen de María y simultáneamente los tres dispararon con gran fuerza los chorros de leche caliente que llevaban tanto tiempo reprimiendo acompañados con un gemido liberador "Aaahhhhhh…". María estaba exhausta, tirada en el piso desnuda, ultrajada y casi inconsciente, René dijo:

"Bien, está hecho, vamos a sacarla de aquí. Apaga la cámara Rafael y guarda la cinta

" Sí, a ver si con esto le quedan ganas de engañar al buen Diego, jajaja…" – decía Rafael.

Tomaron cada quien una extremidad de mi mujer y la subieron envuelta en una manta a la camioneta con rumbo desconocido. René me llamó por celular y me avisó que dejarían a María tirada en un parque cerca de nuestra casa para hacer suponer a las autoridades que se trataba de un "secuestro express" los cuales se han vuelto tan comunes en esta ciudad. Yo esperé pacientemente la llamada de las autoridades avisándome de que habían encontrado a mi pobre esposa, sin embargo, nunca recibí tal llamada ya que en la madrugada, mi esposa llegó hasta nuestra puerta por su propio pie, cayó en mis brazos y yo la cargué, la recosté en nuestra cama y sin decir nada sólo dejé que descansara mientras observaba su cuerpo ultrajado, su cara llena de lápiz labial corrido, sus ojos hinchados, su cabello alborotado, sus pechos llenos de mordidas y sus pezones enrojecidos, su vagina llena de viscosos fluidos de tres tipos diferentes, su ano irritado y húmedo, las plantas de sus pies sucias y lastimadas, sus dedos con marcas de dientes.

Al cabo de un rato, María despertó y yo la observaba por una rendija de la puerta, lo primero que vio al despertar fue la imagen perturbadora de sus sandalias sobre nuestra mesa de noche, estaban batidas con el semen de sus captores, a ella se le salieron las lágrimas y se llevó las manos al rostro, yo sabía que ella lo entendería todo y que jamás volvería a serme infiel.