Me tuve que encargar de ella

Tras la muerte de mis padres, mi hermana se queda sola.

La bronca que tuvimos mi padre y yo fue fenomenal, se oyeron los gritos hasta en la China y las dos bofetadas que me soltó en la cara hasta en Japón. ¡Qué follón, madre, qué follón!

Había llegado muy tarde la noche anterior, sin avisar que iba a retrasarme, bastante puesto de alcohol y porros. Cuando aparecí por casa, mis padres estaban levantados esperándome, querían una explicación coherente, no la mierda de siempre de "He perdido el autobús". Estaban más que hartos de mi comportamiento, de mis continuos desplantes, de mis malas contestaciones, de la falta de respeto…Eso decían ellos.

Conclusión, aquel día, a las 5 de la madrugada, se montó la de Dios es Cristo cuando la cólera de mis padres explotó ante mis contestaciones, mi pasotismo, mi falta de interés por todo, el pedo que llevaba… Y las dos bofetadas que le devolví a mi padre.

Había sido un año difícil, yo andaba "todo rallao", odiaba al mundo y el mundo parecía odiarme a mí. Excepto mis amigos, pocos, el resto eran una mierda, incluidos mis padres y mi hermana Ana. Mención aparte merecía mi hermana Martita, la pequeña de todos y mi ojito derecho. Llevo tatuado su nombre en letras chinas en el hombro izquierdo, lo que me supuso estar castigado seis meses sin paga.

Bueno, la famosa bronca me costó cara, me mandaron a un internado de curas en Gabachilandia, o sea Francia, en Normandía, más chungo que la leche, sin posibilidad de volver por mi casa en la puta vida. Siempre me había dicho mi madre, una buenaza donde las haya:

-Si algún día le pones la mano encima a tu padre, sales de esta casa disparado -

Pues, lo dicho, ni se lo pensaron, teniendo que estar, encima, bajo la "tutela" de una hermana de mi madre que vivía en Paris. ¡Como odiaba a mi familia! No había tenido el apoyo de nadie, ni siquiera de Ana, ante tamaña injusticia. ¡Claro, como ella era mayor de edad! ¡Je! Era una niñata mimada y consentida, no daba ni golpe, me puteaba todo lo que podía, pero le permitían todo.

-¡Es la mayor!- Decía mi padre cada vez que yo protestaba, -Ya tiene 18 años y tu 15, cuando tengas su edad hablaremos.

¡Putos 18 años de mierda! Cuando yo los cumpliera se iban a enterar, se los iba a meter por donde les cupieran.

Pasaron unos años, tuve que cambiar el fútbol, mi única válvula de escape en este mundo asqueroso, por el rugby, obligatorio en aquel internado, deporte en el que encontré el desahogo físico que necesitaba para soltar toda mi rabia, pero también el sentido del trabajo en equipo, el desarrollo personal… No me había pasado nada mejor en mi vida.

Terminé el "bac" con buenas notas y me fui a "l’ université de Caen". Me hice independiente, después de dos años en la facultad conseguí un trabajillo autónomo de asistencia técnica en informática de sistemas con el que me mantenía bastante bien. Compartía piso con otros tres estudiantes, a mi casa en España no volví nunca y a mi tía Laura, la que vivía en Paris, sólo la vi unas cuantas veces. Al principio, cuando no estaba en el colegio, me las ingeniaba para ir a casa de algún compañero, luego, ir de camping si podía o quedarme en el propio internado ayudando.

Sé que mi tía murió de cáncer, me escribió su marido, Monsieur Prodault, al que mandé mis condolencias pero no fui al funeral, no fuera que mis padres aparecieran por allí. Me di cuenta de que estaba solo en un país extranjero sin apoyo de ningún tipo. Me hizo espabilar aprendiendo a buscarme la vida.

Un buen día me llegó un correo de mi añorada hermana Martita. No habíamos tenido excesivo contacto al principio, era muy pequeña pero, últimamente, nos escribíamos por correo electrónico. Así me enteré de la tragedia que cambió su vida.

Mi hermana Ana, llevando un día a mis padres en coche, se había pegado la gran bofetada. Por lo visto, había invadido el carril contrario en una autovía llevándose por delante la mediana, yendo a parar debajo de un camión. Despiste o exceso de velocidad, la cuestión es que aquel fue su último recorrido.

Creía que no me produciría una gran pena pero reconozco que me afectó mucho más de lo que hubiera imaginado, me había quedado huérfano de repente, empecé a recordar los buenos momentos de mi niñez con mis padres, mis hermanas… Se me hizo un nudo en la garganta, hasta Ana me pareció una chica estupenda.

El caso era que Martita se había quedado sola con 14 años, yo era su único pariente, teniendo que hacerme cargo de ella o iría a alguna casa de acogida. Era un tema peliagudo pues suponía que ella viniera a Caen o que yo volviera a España. En el primer caso, mi hermana no sabía nada de francés lo que le supondría un auténtico problema para seguir estudiando, en el segundo, yo no había terminado la universidad, me quedaba sólo este año y a saber cómo andaba el tema de convalidaciones para poder hacerlo en mi país de origen. Aparte, demostrar que tenía ingresos suficientes para hacerme cargo de ella.

Tenía que decidirme rápido pero, tras pensarlo detenidamente, opté por enviar a mi hermana pequeña a un internado hasta que acabara el curso, luego, ya veríamos. Hablé con mis profesores para advertirles que iba a faltar a clase durante una temporada y con un compañero para que me sustituyera en mi trabajo.

Cogí el tren a Paris y de allí a España en avión. Me produjo una extraña nostalgia pisar mi país después de nueve años, también sentía una cierta desazón, iba a ver a mi hermana tras tanto tiempo. Había visto alguna foto suya colgada en la red, de hecho tenía una de salvapantallas en mi portátil, pero no era lo mismo. A pesar del tremendo cariño que siempre tuve por ella, ahora era una auténtica desconocida, en plena adolescencia y, encima, habiéndose quedado sola… ¿Cómo me recibiría?

En el aeropuerto me encontré con una muñequita preciosa ¡Jesús, que mona era! Su pelo rubito, un poco más claro que el mío, sus ojos de color aguamarina, rojos de tanto llorar, una carita preciosa en un cuerpo delicado aun por desarrollar.

Se me tiró encima al verme llegar, el padre de una amiga con la que estaba estos días la acercó a recogerme, fue un detalle. En fin, me dio un abrazo enorme poniéndose a llorar. ¡Cuanta congoja! Me separé de ella para verla bien, parecía tan indefensa... Tenía un nudo en la garganta, se me estaban humedeciendo los ojos, volví a abrazarla con todo el cariño del que fui capaz.

Nos llevaron a casa de nuestros padres, bueno, ahora era nuestra, allí nos instalamos, aunque era un poco grande para los dos solos. Problemas de dinero no íbamos a tener, aparte de los seguros de vida, Marta tendría dos pensiones de orfandad, una de la Seguridad Social hasta que cumpliera 26 años, y otra de la empresa donde trabajaba mi padre. Yo tendría los mismos derechos durante un par de años.

Me quedé con el cuarto de mis padres, el mío anterior era un despachito, a mi no me suponía tanta pena como a Marta. Tras darme una ducha para relajarme del viaje, propuse a mi hermana salir a comer. La llevé a una pizzería decente para charlar, contarnos nuestras vidas y, sobre todo, ponernos de acuerdo en como se iban a desarrollar las cosas a partir de entonces.

Marta me tenía embobado, aunque había pasado este tiempo casi siempre llorando, según me dijeron los padres de su amiga, desde que estaba conmigo se la veía más entonada. Me hizo una particular ilusión causar este efecto en ella.

Sopesando pros y contras nos pusimos de acuerdo. En principio, los padres de su amiga se avinieron a quedarse con mi hermana hasta terminar el curso, así no tendría que cambiar de colegio, las vacaciones las pasaría conmigo en Francia, si yo no podía moverme o en España si me podía trasladar.

Tuve que hacer un montón de papeles para dejar encauzada la cuestión de la herencia, declaraciones de la renta, tutela legal de mi hermana, etc… Una pasta en abogados y, para finalizar, ocuparme de dejar la casa cerrada hasta que pudiera volver.

Durante los siguientes meses volví a Caen a terminar la carrera, poner en orden mis cosas e intentar volver a España para cuidar mejor de mi hermana, no la podía dejar en casa de su amiga eternamente. Lo conseguí con más facilidad de lo esperado. Al finalizar mis estudios, gracias a mi buen curriculum, conseguí trabajo en una multinacional francesa de telecomunicaciones con oficinas en España. Tendría un sueldo muy decente desde el primer año con muy buenas posibilidades de promoción. Debería incorporarme en septiembre, así que aproveché el mes de Julio para poner en orden mis asuntos y disfrutar de unas vacaciones en agosto.

Volví por última vez a mi país con la alegría de reencontrarme con Marta. Nuestro contacto durante este tiempo había sido más continuo que otras veces y, así, habíamos hecho planes para pasar las vacaciones juntos haciendo lo que ella quisiera. Se le ocurrió la idea de ir recorriendo la Costa Brava de camping y, aunque le advertí que no lo iba a pasar muy bien yendo sola conmigo, cogimos el coche rumbo a Rosas

Fue un viaje largo de más de 700 km que hicimos de un tirón. Los campings, había varios, estaban llenos pero encontramos sitio en uno que estaba pegado a un hipermercado un poco separado de la playa. Sin embargo, tenía unas instalaciones buenísimas, con aseos, duchas, etc. gratuitos. Instalamos la tienda, era grande, con dos habitaciones separadas, con la idea de estar sólo unos días, continuando hacia Ampuriabrava, L’Escala, L’Estartit, Palamós…etc.

Al cabo de un par de días, decidimos que no nos apetecía movernos de allí, así que empezamos a echar en falta algunas cosas que fuimos a comprar al híper, un par de sillas y una mesita de plástico, una nevera… de esta forma, cuando volvíamos de la playa nos podíamos sentar a charlar y tomar alguna copa sin tener que estar en el suelo.

En un camping, enseguida te haces amigos, sobre todo de la gente que te rodea en las parcelas de al lado. Todos tenían la imagen de que éramos pareja, me veían como un infanticida por tener una novia tan jovencita.

Marta acababa de cumplir 15 años, estudiaba 3º de ESO, en fin, que todavía era una cría y se comportaba como tal. Sin embargo, su cuerpo había madurado bastante desde la muerte de nuestros padres. No estaba totalmente formada pero ya se veía lo guapa que era y lo que podía llegar a ser.

Yo la animaba a hacerse amigos de su edad e intentara hacer una pandilla con la gente del camping, sin embargo, aduciendo que no estaba preparada todavía, venía conmigo a todas partes, teniéndola siempre pegada como un perrito faldero, lo que me impedía desenvolverme a mi mismo, ir a discotecas o, simplemente, intentar enrollarme con alguna chica.

No voy a decir que me incomodara demasiado, Marta era una chica callada que poco a poco iba despertando del letargo producido por la tragedia. Antes era muy abierta, alegre y dicharachera, con un poco más de tiempo volvería a ser la misma. Me preocupaba no estar a la altura de sus expectativas, yo era bastante serio, con un sentido del humor que, generalmente, brillaba por su ausencia. No podía llevarla a discotecas, bares, etc por su edad, siendo nuestra vida el ir a la playa, venir tarde, comer en la cafetería del camping o cocinando nosotros con el infiernillo de gas, descansar en nuestra nueva mesita tomando unas cervezas, ella refrescos, ducharnos y prepararnos para dar una vuelta por el pueblo, cenar, pasear… y así todos los días.

No me aburría, pero no estaban siendo las vacaciones a todo trapo que me hubieran apetecido. La parte buena es que con Marta me encontraba muy a gusto, me salía la vena protectora y paternal, nueva para mi y, como he dicho, ella no me dejaba ni a sol ni a sombra.

Conforme iban pasando los días, cada vez tenía a Marta más encima, ahora se dedicaba a las tareas domésticas, recoger y airear los sacos de dormir, asear la tienda, hacerme la comida… Cosas que había estado haciendo yo hasta ahora.

-Deja, deja, Luis, que ya lo hago yo. Tu descansa –Me decía continuamente

-Pero Marta, estate quieta, yo estoy acostumbrado desde hace muchos años a hacerme las cosas solo –

-Sí, ya, por eso. Es hora de que alguien se preocupe por ti – Me dedicaba una sonrisa radiante y maravillosa. Sus ojos aguamarina brillaban pizpiretos.

Me daba por vencido, verla así de alegre era un bálsamo para los sentidos, algo entumecidos por otra parte. Pero me preocupaba, no se fijaba en chicos, apenas hablaba con nadie que no fuera yo

-Oye, ¿por qué no te buscas algunos amigos por aquí? He visto chicos de tu edad en el la piscina del camping, muchas veces van juntos a la playa o al pueblo. Seguro que te gustaría ir con otra gente

-¿Y dejarte solo? – me contestaba –He venido a pasar las vacaciones contigo, es lo que más me apetece y de lo que disfruto. No hemos estado juntos desde que éramos pequeños, hay que recuperar. Además ¿Qué dice tu tatuaje del hombro? ¿Marta, no? Pues eso, aquí está tu Martita para hacer honor al mismo.

Yo mismo me daba cuenta de que aquello no era plan. No podía aislarse y dedicarse continuamente a mí, tenía que hacer algo. Le presenté a chicas y chicos, ingleses, alemanes, italianos… el camping estaba lleno de extranjeros,… hasta españoles, pero nada, que no se movía de mi lado

En fin, que pasamos prácticamente un mes de sin separarnos para nada, en el fondo me resultó agradable. Tuvimos tiempo de hablar de todo, de contarle porqué no había vuelto a casa en diez años, de las diferencias con mi padre… Ahora las veía tan tontas… Verdaderas chorradas de adolescente, me parecía mentira que yo me hubiera comportado así; visto en perspectiva, había sido un completo idiota.

Tampoco quise ahondar demasiado en ese tema, me daba cuenta de que el culpable era yo y me escocía. Mi Martita, dando muestras de madurez, fue lo suficientemente inteligente como para no volver a sacar el asunto.

Llegó el momento de volver a Madrid, unos días antes de terminar el mes. Habíamos decidido vender la casa familiar y comprar otra para los dos que no trajera tantos recuerdos. Aunque el mercado inmobiliario no estaba nada bien, dada la situación del inmueble, en medio de la capital, no tuvimos mayor problema en venderla, tampoco pusimos un precio desorbitado. Decidimos comprar un chalecito pareado en las afueras, nos salía más económico, que además disponía de piscina y tenis comunitarios.

Durante un mes estuvimos de venta, compra, firma de escrituras, mudanza, matricular a Marta en su nuevo colegio, ahora no le venía bien el antiguo, e incorporarme a mi nuevo puesto de trabajo. En un par de meses las cosas parecían volver a la normalidad. Marta iba a clases por la mañana en el instituto del pueblo y a la hora de comer volvía. Yo trabajaba todo el día y solía llegar a casa hacia las ocho de la tarde o más.

Para entonces, ella había ido a sus actividades extraescolares y le sobraba tiempo para los deberes, la cuestión es que estuviera ocupada el mayor tiempo posible. Al oírme llegar, se levantaba como una bala para recibirme estampándome, literalmente, dos besazos en las mejillas abrazándome fortísimo, así todos los días. Todas estas muestras de cariño me turbaban un poco, no estaba acostumbrado. Además, tenía quince años y el hecho de que aplastara sus tetas en mi pecho me producía cierto cosquilleo nada sano.

Cierto día llamé a mi hermana por teléfono para comentarle que iría a ir con una amiga a cenar. Llevaba con esta chica unas cuantas citas a escondidas de Marta; no sé por qué me producía una gran desazón decirle que salía con mujeres. En este caso, como la chica en cuestión, Pilar, me gustaba mucho, había decidido presentársela a Martita para que me diera su ¿visto bueno? ¡Joder! (¡Nom de Dieu! En el pensamiento original) Ahora resultaba que le tenía más respeto a mi hermana que a mi padre.

Fuimos un viernes a la salida del trabajo a cenar a mi casa. Al llegar, no hizo falta que abriera la puerta, Marta se adelantó. ¡Cómo estaba! Se había puesto un vestido… no sé, un vestido precioso que le llegaba media pierna, bastante escotado con la espalda al aire, se había peinado y maquillado, llevaba pendientes y collar a juego, alguna pulsera… El conjunto era impresionante ¡Oh la putaine, qu’elle est jolie la minette!

Se acercó dándome un abrazo y un beso en la boca. Me quedé pasmado. Se acercó a Pilar presentándose, dándole dos besos en las mejillas. Yo debía tener una cara de tonto impresionante, nunca me había besado en los labios, la de Pilar era de la que hace de tripas corazón y mi hermana ponía una sonrisa inocente en la que se vislumbraba un aire maquiavélico.

Entramos en casa, a mi ya se me habían puesto "les cuilles" de corbata, la actitud de Marta no presagiaba nada bueno… Nos sirvió un par de copas de vino como aperitivo junto con unos canapés, ejercía de perfecta anfitriona, pero… ¡Eso era! No se comportaba como mi hermana, era como una mujer de su casa con las amistades de su compañero

No me lo podía creer, seguro que eran imaginaciones mías. Cómo Marta no tenía a nadie… La verdad es que se estaba portando muy bien, agasajando a Pilar en todo momento, demasiado quizás, veía que la copa de mi amiga siempre estaba llena; lo malo era cuando yo intentaba algún acercamiento con ella, cuando le daba la mano o pretendía darle un beso. Entonces Marta hacía cualquier cosa por separarnos, Pilar se estaba dando cuenta.

No diré que fuera una noche memorable, tuve que llevar a mi amiga a su casa, se había cogido una borrachera considerable por culpa de mi hermana que le hizo beber continuamente. Encima, no le pareció bien que se quedara a dormir y no tuve narices de contradecirla.

-Tu hermana te tiene totalmente acaparado, estaba celosa de que yo estuviera ahí.- Me dijo Pilar con voz pastosa estando ya en el coche.

-Reconozco que no se ha portado de una forma muy normal- le contesté –Ella no es así, siempre es muy simpática con la gente.

-Pues eso, lo que te estoy diciendo, está celosa. Me parece que te va a costar llevar a otra chica a tu casa.

-¿Qué pasa, que no piensas volver?

-No Luis, no pienso volver. Eres un chico encantador, me gustas, pero no lo suficiente como para estar luchando con tu hermana. Si fuera otra chica, sería diferente, estaríamos en igualdad de condiciones, pero contra ella… Llevo todas las de perder y no me apetece pasarlo mal después.

Me dejó bastante hecho polvo, no me lo esperaba, esta chica me gustaba mucho. Clara que no era Marta, pero no pretendía que compitiera con ella

-Oye Pilar, tu no tienes que luchar con nadie, mi hermana es mi hermana, no tiene nada que ver. Date cuenta de que somos huérfanos y solo me tiene a mí, es normal que sienta algo de celos si alguien aparece en mi vida.

-Si Luis, ya lo sé, pero tú no te das cuenta de cómo te mira. Esa niña bebe los vientos por ti, nunca te dejará estar con otra chica, está enamorada de ti hasta las trancas.

-¡Pilar! ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¡Estás hablando de mi hermana! ¿Dices que está enamorada de mí?. ¿No ves que somos hermanos? –

-Hermanos o no, yo sé lo que he visto y no estoy dispuesta a pasar por esto. Lo siento mucho Luis, espero estar equivocada pero yo no puedo salir así contigo-

Habíamos llegado a su casa, me dio un beso cortito, me miró con cara de pena y se despidió. Mi cabeza era un torbellino, no podía o no quería asimilar lo que me había dicho Pilar, tenía que estar equivocada. ¡Además, me había dejado! Seguro que Martita me quería mucho, hasta es posible que tuviera algo de celos de mis amigas, pero enamorada… Eso era demasiado.

Volví a casa hecho un lío, estuve un buen rato aparcado en la calle sin atreverme a entrar. Al cabo de una hora, más o menos, decidí meter el coche en la rampa del garaje, todavía dándole vueltas al tarro, incapaz de concretar pensamientos coherentes sobre el tema.

Se abrió la puerta y salió Marta disparada a por mí. ¡Qué abrazo me dio!

-¡Cuánto has tardado! ¡Me tenías muy preocupada! ¡Podrías haber llamado! – Me dijo en tono lloroso

-Sólo he ido a llevar a Pilar a su casa, luego he estado aquí, pensando – le contesté

-¿Pensando en qué? – quiso saber

-Nada, cosas mías… –

Entramos en casa con ella agarrada a mi cintura y la cabeza en mi hombro. Enseguida me hizo sentar sirviéndome una copa de güisqui solo. Me animó a bebérmelo sirviéndome otro a continuación. Al terminar el tercero y empezar el cuarto tenía ya una tajada más que considerable.

Se sentó en una butaca en frente de mí, me miró con cara arrebolada, no se atrevía a decirme nada. Ante mi silencio, se lanzó, pero midiendo bien el terreno que pisaba.

-Pues a mí, esta Pilar me ha parecido una chica muy simpática – Me soltó con un tono un poco irónico.

-Si, es simpática y muy guapa, me gusta mucho, creo que nos vamos a enrollar en serio – Le dije para ver su reacción, estaba bastante bebido y un poco cabreado porque me había dejado apenas un rato antes, todo por culpa de Marta.

-¿Más en serio? No sé, es simpática ¿Pero guapa? A mi me parece muy poquita cosa, te mereces algo mejor

-¿Si? ¿Tu crees? ¿Y quien es mejor? ¿Tú, por ejemplo? –

No sé si se sintió pillada o qué pero se lanzó encima de mí, abrazándome y dándome besos.

-No me dejes Luis, no me dejes – Me decía con lágrimas en los ojos – No soportaría estar sin ti, que te fueras con otra, eres lo único que tengo

-Bueno, bueno, venga, no llores…Si yo no te voy a dejar nunca, aunque vaya con otras chicas… Cuando seas más mayor y te enamores, serás tú la que quiera irse, ya verás –

Esperé un poco a que se calmara, dándole palmaditas y acariciándole la espalda. Ella me abrazaba más fuerte, estaba sentada de lado en mis rodillas teniendo la cabeza acurrucada en mi cuello.

Noté cómo lo besaba y me daba mordisquitos, yo intentaba hacerme el sueco. Empecé a pensar en lo que la quería, realmente tampoco podría estar con otra persona si me tenía que separar de ella. Éramos un paquete completo. ¿Y qué chica se avendría a estas condiciones? Pilar no, desde luego

Sin embargo, todo mi cariño hacia Marta no tenía ninguna connotación sexual, era mi hermana, era muy pequeña aunque ya parecía toda una mujercita… Al menos, eso creía yo porque sus besos en el cuello, su pecho en mi pecho, su culo en mi pubis me estaban produciendo un extraño cosquilleo de placer.

Me dejé hacer para ver hasta donde era capaz de llegar, estaba bebido y mis pensamientos no eran del todo racionales. Los hombres enamorados hacen auténticas locuras, las mujeres no lo sé, pero a lo mejor, también.

Sus besitos pasaron a ser mordiscos y chupones, pasaba del cuello a mi oreja, su aliento en mi oído me ponía la piel de gallina y, como no la rechazaba, se envalentonaba cada vez más.

Poco a poco fue cambiando de postura, de estar sentada de lado fue pasando a estar sentada a horcajadas. Así me podía manejar a sus anchas, me besaba en ambas orejas y tenía la gran habilidad de restregar su entrepierna sobre la mía.

Intentaba ser frío, dejarla hacer lo que quisiera pero no excitarme con ello, vana ilusión. Hermana o no, sus caricias, roces y besos hacían que mi miembro reaccionara en consecuencia.

Me parecía mentira pero me estaba poniendo como una moto… Casi sin querer queriendo, una de mis manos fue subiendo por su costado hasta llegar a su pecho. No me atrevía a acariciarlo, por el tipo de vestido no llevaba sujetador, tampoco le hacía mucha falta. Sus tetas eran medianillas y muy tiesas, típicas de adolescente, vamos, una locura de tetas.

Dejó una de sus manos que estaba acariciándome la espalda para ponerla sobre la mía. Mirándome con arrebato la colocó directamente sobre uno de sus senos, en ese momento me dedicó una sonrisa encantadora. Mi grado de excitación iba subiendo como la espuma, me tenía, casi, totalmente a su merced, me estaba produciendo un morbazo increíble y era incapaz de parar. Tampoco quería, ni pensaba en las consecuencias.

No se si Marta era virgen o no y, si me lo estaba planteando, es que tenía intención de llegar más allá de besos y caricias. También ella parecía dispuesta a todo. Con una habilidad que me asombró, estando encima de mí y con una sola mano, me soltó el cinturón, soltó el botón del pantalón, me bajó la cremallera y sacó mi cacharro por la bragueta del calzoncillo.

Se lo encajó entre sus labios vaginales por encima de las bragas, empezando un movimiento rítmico de suave vaivén. Se bajó los tirantes del vestido dejando sus tetas al descubierto, me llevó ambas manos a sus pechos y por primera vez me besó en la boca. Besos suaves, mordisquitos en los labios, besos con lengua… No tenía nada de práctica pero aprendía rápido. En poco tiempo se desenvolvía como pez en el agua, ya no me hacía daño cuando me mordía, no hacía una batalla de lenguas como si le fuera la vida en ello, no me chupaba la boca intentando sacar hasta mi último aliento

¿Y como estaba yo? Ya veía que la técnica, si es que era alguna técnica, de dejarla hacer, de ver si estaba enamorada, me había demostrado que Pilar tenía razón. Poco me importaban los motivos, me importaba el futuro de nuestra relación de hermanos o de pareja o en lo que coño acabara derivando esto. Desde luego, ya nada volvería a ser igual entre nosotros

Y todo esto lo pensaba mientras Marta se restregaba contra mi pene, me besaba la boca, el cuello, las orejas… yo le acariciaba y amasaba los pechos… ¡Hay que tener valor! Estaba desnuda de cintura para arriba, estaba preciosa… Mis pensamientos eran cada vez más locos mientras mis revoluciones subían de nivel.

Con un poco de esfuerzo le bajé la cremallera del vestido, la puse en pie y dejé que resbalara hasta el suelo. Quitándose los zapatos se echó, otra vez, encima de mí, desabrochándome los botones de la camisa. Con cierta impaciencia me bajó los pantalones y calzoncillos haciéndome levantar el culo del sofá.

Se quedó mirando mi polla como con devoción, yo estaba tumbado, solo con la camisa abierta y el resto desnudo. Ella se acostó a mi lado, solo con las bragas. Sin previo aviso se tiró, literalmente, a mi entrepierna; incorporándose se introdujo la polla en la boca. No le dio besitos ni la chupó a lo largo ni se entretuvo en el glande… Se la metió de un tirón. Solo hacía movimientos de mete saca con la cabeza, cosa que me hizo gracia. Se veía que no lo había hecho nunca pero que intentaba darme todo el placer posible.

Poco tiempo después decidí tomar la iniciativa. Le saqué mi miembro de la boca, la tumbé, le quité las bragas y me dediqué a acariciar y besar su cuerpo juvenil. Enseguida se le puso la cara completamente roja y veía que estaba a mi merced. Seguí acariciando muy suavemente mientras me acercaba a su centro de placer.

Me entretuve un buen rato en sus piernas, besaba la parte interior de sus muslos, la piel se le erizaba… En el momento en que besé su tierno conejito, soltó un suspiro de placer, cuando abrí sus labios para introducir mi lengua, el suspiro fue un jadeo, al chupar y lamer su clítoris el jadeo fue un gritito que continuó de forma rítmica mientras iba entrando en un éxtasis, suponía, desconocido para ella.

Intenté hacer un 69 para poder disfrutar ambos a la vez, pero ella solo sujetaba mi cacharro sin hacer nada mientras se perdía en un mar de sensaciones.

No hablaba nada, solo suspiraba y gemía… La llegada de su primer orgasmo fue espectacular, movía la pelvis de forma descontrolada encima de mi cara y sus gritos subieron notablemente de volumen.

Una vez relajada me giré para tumbarme a su lado, muy juntos pues el sofá no era tan ancho como una cama. La acariciaba tiernamente mientras me miraba con devoción. Yo pensaba en si realmente era amor lo que ella sentía o, simplemente, afán de posesión.

Aunque yo estaba totalmente excitado y bastante alcoholizado, todavía tenía la cordura suficiente como para reprimir algo que consideraba irreparable, aparte de lo mucho que quería a mi hermana, nunca me la había planteado como pareja, eso se escapaba a mi entendimiento. Sin embargo, ella parecía decidida a llegar más allá

Se subió encima de mí, se restregó mi polla por sus labios vaginales otra vez e intentó metérsela dentro. En principio pareció que no iba a entrar ni de casualidad, cada vez que llegaba a introducirse el glande, se levantaba con un gesto de dolor. Por primera vez dije yo algo.

-Déjalo Marta, no tienes que hacer esto. Además, no has pensado en las consecuencias... No me has preguntado lo que yo quiero

-¿Qué no he pensado? ¿Qué nos sé lo que quieres?–

Puso cara de determinación y se dejó caer con todo su peso sobre mi nabo. Solo entró la mitad pero fue suficiente para llevarse por delante su doncellez. El dolor tenía que haber sido tremendo pero no dijo nada, solo su gesto lo reflejaba.

Me quedé alucinado, no me lo esperaba, como tampoco me esperaba el dolor de polla que me produjo, me había dejado el frenillo hecho polvo. Poco a poco, con movimientos suaves de mete saca, consiguió llegar hasta el fondo. Su cara era un poema, seguía con el gesto constreñido, hasta que paró. Se quedó quieta un buen rato, desde luego yo no pensaba moverme para nada.

No sé que esperaría de su primera relación, seguro que no se estaban cumpliendo sus expectativas, pero por lo menos había tenido un orgasmo muy placentero con mi lengua… Gracias a su tesón, siguió con lo que, evidentemente, tenía planeado. Se movía muy despacito de delante a atrás, no se levantaba para nada. Al cabo de un tiempo, cuando parecía más serena, se inclinó sobre mi para darme un beso.

Intenté ser todo lo tierno que pude, le devolví los besos con suavidad, le mordí los lóbulos de las orejas, le besé el cuello… Sus movimientos aceleraban, supongo que empezaba a sentir algo que no fuera dolor. Un poco más tarde me cabalgaba con frenesí, se había descontrolado totalmente, volvían los jadeos y grititos rítmicos

Cansada de la postura se levantó de encima de mí, en ese momento un pequeño reguero de sangre manchó mi vello púbico. Me sentí también liberado, en ningún momento había dejado de sentir dolor en el frenillo, lo tenía desgarrado.

Se puso a cuatro patas y me incitó a volver a penetrarla. Poniéndome detrás de ella y con muchísimo cuidado le fui introduciendo mi pene. Me hacía bastante daño, cada vez me tiraba más… Por ella aguanté como pude, moviéndome muy poco, frotándole el clítoris con los dedos ensalivados.

En un ratito, dando grandes gemidos, se corrió como una burra, yo estaba muy lejos de llegar a lo mismo. Se echó boca abajo quedando yo encima de ella, respiraba agitadamente, intentaba volver la cabeza para besarme los labios. Estuvimos un rato así hasta que se relajó del todo, entonces bajé de su espalda y me puse a su lado, se volvió de frente a mí regalándonos suaves caricias y besos.

Mi calentura, debido al desgarro, había bajado muchos enteros pero procuraba que ella no lo notara. Me miraba con una cara de enamoramiento terrible, yo no sabía cómo corresponderla. Tampoco sabía qué íbamos a hacer a partir de entonces.

-Lo siento Luis, no quería obligarte a nada, no me di cuenta de que existen otras mujeres, de que tu necesitas salir y desahogarte. He sido muy egoísta, pero no he podido soportar verte con otra. Tú eres mío y de nadie más, no volveré a quedarme sola nunca.

-Pero Marta, tu no estás sola, me tienes a mi, soy tu hermano. Dentro de poco empezarás a salir con chicos, te enamorarás, te separarás de mi lado porque es ley de vida, ya te lo he dicho antes...

Ella intentaba asimilar lo que le decía

-Oye Luis ¿Tú me quieres? – Me preguntó de sopetón.

-Pues claro que te quiero- le contesté – Eres mi única familia y sabes que siempre te he tenido un cariño especial, ahora bien, estar así no es lo más ético ni normal, no debería ser yo tu primer amor.

-¿Y por qué no? No hay nadie que diga que no me pueda enamorar de ti. No puedo controlar mis sentimientos, aunque lo intente. Pueden censurarlo, pueden condenarlo, pueden encerrarme, pero no pueden evitarlo.

Estoy enamorada desde siempre… me di cuenta este verano, no lo he buscado, pero tampoco quiero evitarlo. Sé que una cosa es estar enamorada y otra hacer el amor, eso sí sé que está prohibido. Pero nadie nos ve ¿Verdad? – Me dio un beso muy cariñoso en los labios – Y aunque todavía no lo sepas, también tú estás enamorado de mí, lo sé.

Volvía a alucinar, ¡Que flipada! ¡Yo enamorado! ¡Y de ella, nada menos! No podía decirle que estaba enamorado, no era cierto, pero no quería ser un cabrón con Marta. Es verdad que me había acostumbrado a ella, se me haría muy, muy difícil separarme… Era preciosa, era simpática, me quería con locura… todo esto me llevaba, inevitablemente a su prevista claudicación. Prevista por ella, porque yo…En fin, seguía sin verlo claro.

Me levanté del sofá y me la llevé al cuarto de baño, había que asearse un poco. Mientras ella se duchaba me dediqué a limpiar las manchas de sangre que habíamos dejado en el sillón. Con un poco de amoniaco y detergente quedó más que presentable.

Luego me fui a curar el frenillo, no estaba tan mal como parecía. Un poco de pomada de cortisona me dejó como nuevo. Casi.

Apareció vestida con una toalla alrededor del cuerpo y otra en la cabeza, verla así de fresca y lozana hizo que me empalmara inmediatamente. Si seguía así, no se me curaría la polla en la puta vida.

-Bueno Marta, ya que lo tienes todo pensado, ¿Qué vamos a hacer ahora? – le pregunté.

-Bien, lo primero, acabar lo que hemos empezado. Me has hecho un poco de daño, pero ya estoy mejor. Además, me parece que tu no te has corrido y eso, creo, tiene fácil solución –Dijo mirándome a los ojos, soltándose el nudo de la toalla. La delicadeza de sus líneas, de sus pechos, su cintura, su cara… Su figura me tenía encandilado.

Sin embargo, volví a cerrarle la toalla. Intenté que no se molestara, a una mujer no le gusta que la rechacen. Pero yo no podía hacer nada, todavía estaba muy escocido. La abracé de forma protectora, acurrucándola contra mí. Intentaba discurrir alguna salida a este problema, yo no me veía como pareja de ella.

Mi fin era seguir con mi hermana, cuidar de ella y no volver a separarnos. Si el medio era tener que pasar por el aro de su amor, lo haría, me acostaría con ella, tampoco era un sacrificio muy grande, pensándolo bien era un verdadero placer

Ya era muy tarde cuando me fui a a dormir; me llevé a Marta a mi cuarto, le pedí que durmiera conmigo, solo dormir. Se le iluminó la cara y subió las escaleras abrazada a mí. Me puse el pijama pero ella se quitó la toalla que la cubría dejándose sólo las bragas. Así se metió en la cama, se tumbó detrás de mi haciéndome de cuchara, me dio un beso en la nuca que me puso la piel de gallina y me dio las buenas noches.

No había pasado mucho rato cuando empezó a acariciarme suavemente la tripa, como si no fuera intencionado… Intenté hacerme el dormido pero fue peor. Enseguida, de forma, no sé cómo decirlo, como si fuera un descuido, metió la mano por la goma del pijama rascando con muchísima suavidad mi vello púbico.

No se cortó ni un pelo, con la misma calma, como si no fuera con ella, ya me estaba acariciando la polla y los huevos. Mi reacción fue la normal en estos casos, me empecé a empalmar, sólo esperaba que mi maltrecho frenillo aguantara o me vería obligado a decirle que parara. No creía que Marta se lo tomara muy bien, dos rechazos seguidos serían demasiado para ella.

Como todo era tan suave no me hacía nada de daño, me empezó a besar la nuca y me hizo estremecer entero, soy muy sensible ahí. Para tener 15 años lo estaba haciendo muy bien, demostraba tener mucho cuajo, más que yo. Tenía todo calculado, solo había esperado a que apareciera con otra chica para desencadenar toda esta situación.

¡Que lista era mi niña! Me giré hacia ella, en la oscuridad de la habitación apenas la distinguía, alargué una mano para encender la lamparita de la mesilla de noche. Nos miramos a los ojos, había auténtico amor en los suyos, jamás me habían mirado así.

No se si fue esta mirada, su mano en mi nabo o algún chispazo en algún lugar de mi cerebro pero la cuestión es que me rendí, incondicionalmente, supe definitivamente que nunca podría vivir sin ella, supe que la amaría siempre

La besé en los labios, mi lengua buscó la suya en su boca enredándose en un juego de pasión, de amor correspondido. Mis manos acariciaron sus pechos, sus areolas se inflamaron, sus pezones se endurecieron… Unas manos febriles intentaban bajarme el pijama, quitarme la camiseta… Yo mismo terminé esta tarea quedándome desnudo mientras ella se quitaba su ropa interior.

Volvimos a quedarnos de frente, volvimos a besarnos, volvimos a acariciarnos, volvimos a desatar el deseo. Su piel era tersa y suave, la recorría con la yema de los dedos mientras me abrazaba con frenesí. La separé un poco para poder admirar su cuerpo, estaba preciosa, su respiración agitada hacía subir y bajar su pecho… la estrechez de su cintura, la suavidad de sus caderas, la esbeltez de sus piernas

La verdad es que estaba ante una verdadera perla de la naturaleza, una belleza delicada que había que tratar con cuidado y cariño. No era explosiva, pero tenía ese algo de candidez, de sencillez, de carita de niña buena que podía volverme loco.

Mis manos volaban por su cuerpo, mis besos fueron recorriendo cada parte de su anatomía, chupé tiernamente sus pezones, lamí su ombligo, acaricié sus caderas y muslos… Metí mi cabeza entre sus piernas, frente a ella, levanté su culo y por primera vez le di un beso en su tierno agujerito. Lamí con ganas, fui subiendo hacia sus labios vaginales, sentí su humedad, su suave sabor salobre tremendamente excitante

Al hurgarle la entrada de su recién estrenado coñito jadeó con más intensidad, dirigí mis labios a su clítoris mientras introducía un dedo en su vagina… No tuve que estar mucho tiempo así, empezó a gemir más fuerte, a agarrarme la cabeza empujándola contra ella, a mover las caderas hasta que se corrió.

Fue un orgasmo largo, fuerte, arqueó muchísimo la espalda… se relajó de golpe intentando controlar la respiración. Subí a su rostro a besarla, a acariciarla, probó su propio sabor… Con disimulo cogí un preservativo de la mesilla, me lo puse con más disimulo aún mientras intercambiábamos saliva y, con muchísima delicadeza, poniéndome encima suyo, ayudándome con una mano, la fui penetrando poco a poco.

Tenía la cara arrebolada, boqueaba como un pez, los ojos como platos pero, no solo aguantaba sino que, con los talones, hacía fuerza para acelerar la penetración. Con el condón puesto no sentía nada en el frenillo, por ese lado no había problema, La introduje completamente, paré un momento y volví a besarla

Ella misma empezó a mover las caderas, para ser primeriza demostraba tener mucha maña… Me sincronicé con ella… nos mirábamos con pasión… Fuimos recorriendo toda la cama cambiando de posturas, su aspecto algo frágil era mera fachada, se movía como una leona, me dominaba, hacíamos lo que quería

Paraba, aceleraba… Tuvo un orgasmo pero no desfalleció. Paró un ratito con mi pene dentro hasta tranquilizarse, cuando lo estuvo, volvió a marcar el ritmo, me tenía totalmente a su capricho… ¡Cómo me había embaucado! Coincidimos en un orgasmo bestial, clavándole mi poya hasta el fondo, agarrado a sus tetas mordiendo su cuello.

Ella no fue menos, me clavó las uñas en la espalda, me mordió el hombro hasta dejarme marcado, cruzó fortísimo las piernas detrás de mí soltando un gemido tremendo… Su vagina palpitaba mientras yo me vaciaba golpe a golpe. Permanecí encima de ella hasta que, por precaución, tuve que sacarle la polla para no dejar el preservativo dentro.

No sé porqué le pregunté lo mismo que los hombres preguntamos siempre

-¿Has llegado? ¿Te ha gustado?- Es para que te regalen oídos

-No imaginé que sería así – me contestó con voz cansada – Ha sido lo mejor de mi vida con el mejor hombre posible, no puedo pedir nada más. –

Me acarició la cara con ternura, me daba la sensación de que, a pesar de los diez años que le llevaba, tenía más tablas que yo. Eso significaba que tenía un carácter fuerte…Habría que tener cuidado

Dormimos aquella noche abrazados, despertando de vez en cuando para mirar al otro… A la mañana siguiente, Marta se desperezaba a mi lado con cara satisfecha. Me miró con muchísimo cariño, me besó en los labios y se levantó de la cama. Seguía desnuda, su cuerpo de ninfa era divino… Ahora parecía que se movía con más aplomo, se había hecho mujer… Mi mujer.

¡Joder! ¡Mi mujer! Intentando hacerme a la idea fui al baño detrás de ella, estaba en la ducha y me metí, el agua cayó sobre nuestros cuerpos limpiándonos y purificándonos, nos besamos con amor y ternura. Ya en la cocina preparando el desayuno Marta era otra persona, había madurado de la noche a la mañana.

Bueno, esto es un poco exagerado, pero se movía haciéndome el café con más soltura, más dueña de su casa, más posesiva… Y solo tiene 15 años, pensé.

Así fue pasando otro año, yo estaba muy bien en mi empresa, viajaba a menudo a Francia, tenía muy buen sueldo y nos podíamos permitir pequeños caprichos. Marta, habiéndose graduado en ESO estaba planteándose si seguir con el bachiller, hacer algo de Formación Profesional o dedicarse a nosotros en exclusiva.

-Estoy pensando en que tengamos un niño Luis. ¿Qué te parece? – Me dijo un día a principios de verano.

Casi se me caen los pantalones del susto

-Vas a cumplir 16 años enseguida. ¿No te parece un poco pronto? Además, serías la única de tus compañeras con un crío… -

-¿Y qué? Yo ya no voy con nadie de mis antiguas amigas y las compañeras del instituto, son unas crías. Me apetece tener un niño contigo, sería la prueba más bonita de lo que nos queremos –

¿Y yo qué le digo? ¿No se daba cuenta de que era una barbaridad?. Conseguí llegar a un acuerdo, estudiaría bachiller y selectividad. Luego podría estudiar en la universidad o tener un hijo, lo que quisiera.

Y cumplió lo acordado, terminó bachiller y selectividad con notable. Con notable y siete meses de embarazo, manda huevos. ¡Cómo lo tenía de pensado! Pero no me quejo, vivimos enamorados, hacemos lo que ella quiere, como en todas las parejas, no ha cumplido 18 años y ya es toda una señora de su casa, me tiene siempre hecho un pincel, contrata o no a las asistentas que nos ayudan

Y lo más importante es que ella tenía razón, estoy enamorado de Marta hasta las cejas, lo supo antes que yo, o fue lo suficientemente lista para provocarlo.