Me tragué ese manduco

Eduardo es ese macho que todos quisiéramos tener en medio de nuestras piernas y boca.

Desde chico siempre tuve una "debilidad": mirarle los paquetes delanteros a todo hombre que pasara en frente mío. He visto todo tipo de vergas marcadas en los pantalones, pero ojalá las hubiera visto en vivo y a todo color.

Eduardo es un tipo de 1.65 mts., cuerpo musculoso (me arrebatan los tipos así), mirada pícara y una chispa que vuelve loco a cualquiera. Desde que empezó a trabajar aquí, el tipo le gustaba mucho conversar conmigo, ya que le inspiraba mucha confianza; hablábamos de todo tipo de temas, pero siempre terminabamos hablando de sexo, y claro, nunca perdía la oportunidad de observarle el paquete delantero.

Me llamaba mucho la atención el bulto que se le marcaba y tenía la curiosidad de investigar lo que se escondía por dentro. Un día me contaba que tenía problemas al tener relaciones con la esposa, ya que consideraba que tenía el pene muy largo y le hacía daño a ella, razón por la cual demoraban días sin tener sexo. Esta noticia me puso a millón, tanto que comencé a buscar la manera de ver ese monumento.

Ese día yo me encontraba solo en la oficina, estaba terminando unos informes y el quedó por el área haciendo su trabajo también. Entró a mi oficina y seguimos con el tema, le pedí que se fuera al baño, se masturbara un poco para que lograra una erección y se lo midiera con la regla que yo le presté para ver que tan grande lo tenía.

Eduardo fue, al rato regresó diciéndome que medía 18 cms y que también era muy gruesa. Ya no aguanté más y desde ese día comencé mi más tenaz persecución para tener ese manduco para mi en mi boca y culo.

Le inventé muchas excusas, pensando que el no iba a estar interesado, pero cuál fue mi sorpresa??? Eduardo correspondió a mi pedido y me enseñó un día a solas ese monumento de carne, venas y líquido preseminal; estaba "dormido", pero tienen que haberlo visto, es la verga más grande y gruesa que he visto en mi vida. Le pedí que se lo parara, lo hizo, y la verga le llegó hasta más arriba del ombligo.

Ese día solo llegamos hasta ahí.......

Siguieron las conversaciones de sexo y hace poco sucedió lo deseable y esperado, quedamos solos en uno de los salones de las oficinas, se sacó un poco ese vergón, le pregunté si le gustaría que se lo mamara, accedió y comencé a quitarle poco a poco el pantalón. En medio del bóxer que llevaba, sentí un tuco ya parado y mojado, lo saqué a la "luz" y comencé a acariciarlo, lo sobé bastante con la mano y quería morirme con la sensación que me provocaba ese líquido que le salía por la punta de la verga. Estaba sabroso, primera vez que sentía el sabor a precum de otro hombre, esa sensación me puso a millón, pero no quería ir tan rápido, quería disfrutar lentamente del placer que me daba Eduardo.

Al rato me llevé poco a poco su pinga a la boca y tuve que abrir bastante los labios para darle cabida a ese falo enorme en mi agujero bucal. ¡¡¡Qué delicia!!! Por casi me vengo en leche de tan solo sentir ese pingón en mi boca. Comencé un sube y baja bien sabroso, Eduardo se quejaba y eso me ponía más arrecho, me agarraba por el cabello y el mismo dirigía la acción; acción que cada vez se ponía más candente. Estuvimos así bastante tiempo (el tipo aguanta bastante) cuando de repente sentí que su respiración se aceleraba más, sus quejidos aumentaron y las venas de su verga se llenaron de líquido, era el anuncio de un chorro de leche que se avecinaba pronto..........

Sentí muchos chorros de leche muy rica, quice tragármela toda, pero la presión y la cantidad que le salió me impidió lograr mi meta. Eduardo quedó exhausto de placer, tanto, que me pidió pajearme en frente de el para venirme ante sus ojos, lo hice con mucho gusto y también boté un chorrón de leche que vino a caer en su vientre; los dos quedamos cansados, nos limpiamos, nos vestimos y salimos "como si nada".

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