Me toco pensando en mi hijita, no puedo evitarlo
Siempre me ha gustado masturbarme... ahora no puedo evitar hacerlo pensando en mi hija.
Pienso en mi preciosa hija cuando me masturbo y no puedo evitarlo
¡Hola! Me llamo Cristina, y la verdad, estoy muy nerviosa, y también algo excitada por hacer esto. Empiezo por contarles como soy: Tengo cuarenta y dos años, pero muy bien cuidados. No soy muy alta (1.63m), tengo el cabello rubio lacio, lo uso largo hasta los hombros desde hace mucho tiempo. Mi cara es bonita, creo; es ovalada, tengo los ojos claros, la nariz chiquita y recta, la boca no muy chica ni muy grande, los labios carnosos
Mi cuerpo (ese es mi orgullo) lo cuido mucho: paso unas dos horas diarias en el gimnasio, y eso aunado a mis virtudes naturales (mis pechos son grandes -90 cm-, mi cintura delgadita -63 cm- y mis nalgas redonditas, firmes 92cm-), debo confesar que no me faltan pretendientes, tanto hombres como mujeres, y aunque desde que me divorcié hace diez años prefiero la compañía femenina, lo que más me llena es la autosatisfacción.
De hecho he tenido pocas relaciones en los últimos años: una chavita muy linda que conocí en el gym hace como cinco años; y una muchachita que me ayudaba en la casa el año pasado; La verdad no se si sea lesbiana; lo que si se es que soy muy ardiente, que me gusta sentir mi cuerpo temblando presa de ese calorcito rico que surge de mi sexo; me gusta, ya tarde en la noche, cuando me aseguré de que mi hija se durmió; mirarme frente al espejo, como si me sedujera yo misma me gusta saberme hermosa, deslizar mis manos desde mi cabello, por mi rostro y mi cuello, jugar luego con mi escote y sentir mis pezones erectárse debajo de mi brassier y de mi blusa al roce de mis uñas ¡Suspiro! Mi mano sigue bajando hasta mi culito; me electriza sentirlo firme, rico; así entre caricias me voy desnudando, lentamente, observando en el espejo como se devela mi cuerpo y mi piel suave, blanca
Me doy cuenta entonces, cuando me miro a mi misma con solo mis pantis puestas, mi ropa de trabajo tirada por el piso, con el cabello suelto y desordenado, sola de pie frente al espejo de mi cuarto, de lo morboso de la situación me miro a los ojos entonces, mientras mis manos se deslizan al interior de mi ropa, para juguetear con mis vellitos y sentir la cálida humedad que me anega. Luego dirijo mi mano izquierda hasta mi vagina, mojando mis dedos con esos jugos ricos para oler y lamer esa delicia que brota de mi cuerpo, es saladita, cálida empiezo con mi otra mano a acariciarme; a frotar y separar mis labios, apretando mi clítoris al paso. El placer me domina, pierdo todo el control: tengo que tumbarme, en la cama o en el piso; me arranco la prenda empapada mientras pellizco mis pezones duros, abro mis piernas y contemplo mi panochita rosa, despego los pelitos húmedos que se pegan a sus bordes y mientras separo con una mano mis labios, con la otra froto mi clítoris en círculos; me tengo que morder los labios para no gritar como una loca y despertar con ello a mi hija luego me empiezo a penetrar con los dedos, cada vez más rápido, cada vez más profundo, necesito más para ese punto: levanto mi culito y sin dejar de frotar mi vulva introduzco un dedo de mi otra mano en mi anito, apretándolo como si quisiera comérmelo, hasta que estallo como poseída en un orgasmo delicioso.
Precisamente por mi hija es que me contengo, no solo de no exhibirme con alguna chica linda, sino también de gritar en las noches; aunque sin embargo, en los últimos días, han pasado cosas raras que me tienen un poquito preocupada.
Ella es muy parecida a mi cuando era más joven: tiene 22 años ahora. Es linda, tiene una cara preciosa e inocente; los ojos grandes, inquietos; su cuerpo es muy bonito, sus senos jóvenes firmes y grandes que destacan con esas blusitas de licra que usa; su cintura es delgadita, chiquitita; sus caderas no son muy prominentes, pero son lindas, redondas. Esto lo he notado desde que empezó su pubertad, y les juro que nunca, nunca me hubiera atrevido a verla con otros ojos Sin embargo .
Hace dos semanas estaba en Internet, y casi por accidente me topé con una página de relatos eróticos. Entré a ver que había ( la verdad, nunca he sido muy adepta al porno) y me topé con un relato acerca de una muchacha que tiene relaciones con su mami. No se si fue la manera en que estaba escrito lo había hecho la hija- como se había dado la situación la muchacha se excitó viendo a su mami masturbarse- pero mientras leía, sin darme cuenta cuándo o cómo, empecé a masturbarme; más aún, empecé a imaginarme a mi con mi hija, realizando todas las cosas que ahí contaba, suspiraba su nombre cada vez más fuerte mientras me frotaba el clítoris, hasta que tuve un orgasmo increíble, delicioso. La verdad después me sentí muy mal, muy culpable, tanto que no pude dormir esa noche.
La cosa es que los días que han seguido, no he podido dejar de pensar en eso; recuerdo cada palabra del cuento mientras admiro a mi niña: su colita paradita y rica como la de mami, sus pezoncitos que se marcan a través de su playera, sus piernas, blancas y firmes El otro día por ejemplo, cuando se estaba bañando, entré por cualquier cosa y me quedé pasmada con su imagen bajo la regadera, las líneas de su espalda, y el chorrito que se escurría por la línea de sus nalgas: sus senos brillantes grandes, deliciosos; los vellitos de su monte enredados en una masa de jabón y agua; empecé a tocarme por debajo de la bata, y hubiera terminado de no ser porque notó mi presencia.
Cada día me obsesiono más con la fantasía de tenerla. Ayer, cuando salió de bañarse, entré y recogí sus pantis del suelo, todavía estaban cálidas. Me encerré en mi cuarto, me quité la ropa y empecé a frotarme con ellas: las olía, las besaba imaginando la piel de sus nalgas y la humedad de su vagina; las llené de mis jugos soñando que era su boquita lamiéndome, finalmente me las puse enterrándolas en mi cuerpo con mis dedos fue delicioso.
La deseo, la quiero. Pero no me atrevo todavía a dar el paso decisivo, me da mucha vergüenza sentir eso por mi hija, pero no puedo evitarlo, y se que tarde o temprano, voy a terminar haciéndolo. Cuando suceda, tal vez les cuente. Mientras me conformo con seguirme tocando, como lo hago mientras termino de relatar esto, pensando en ella.