Me tienes que contar

Un matrimonio de muy buenos amigos con problemas sexuales arcaicos tuvieron confianza para que los ayudáramos y logramos resolverlos pero sacrificándonos

ME TIENES QUE CONTAR

No sé si es por caliente o por curiosa, o a lo mejor porque en este momento es en lo único que tengo para pensar, pero sé que a Horacio le complace oír mis historias, o recordarlas. En ese momento se me ocurrió que él me platicara de lo que hizo con Emi, en mi ausencia, cuando nos engañó de su llegada más tarde.

Horacio conducía, en vez de enfilar hacia nuestra casa, antes de tomar la dirección, le dije que fuéramos al aeropuerto.

“¿Para qué?” me preguntó.

“Para que me digas la verdad de lo que hiciste con Emi en esas tres horas que tardaron en llegar. ¡A ver, vamos al aeropuerto y de ahí me llamaste!”

“¡No fueron tres, solo dos horas, o menos, fue muy poco tiempo! Tenía el teléfono en la mano y de repente Emi se apareció y me arrebató el teléfono, me pidió te dijera que yo llegaba hasta el otro vuelo, que en realidad creo que no había otro muy próximo, pero te dije. Yo sentí que tú estabas sospechando algo, pero no te preocupaste por mi retraso, como que te convenía, y así lo dejé. Dijo que ella quería platicar conmigo.”

“De ahí fuimos con sus amigas, en el camino me pidió que me dejara que me presentara como su amante, y así lo hizo. Yo solo le pregunté, que si deveras quería que fuera yo su amante. ¿Te gustaría?”

“Después de la visita rápida me pidió fuéramos a algún barcito o lugar calmado para poder platicar. Ella escogió uno.”

“¡Llévame ahí!” Ahora yo le pedí a Horacio me llevara exactamente al mismo.

Fuimos, y efectivamente un olor muy fuerte a cigarro, pero no le pusimos atención. El mesero muy atento y nos ofreció una bebida, suave, que les gustaba a las damas.

“¡Está bien, nos trae una a cada uno!” le dije.

De una se volvieron, creo, hasta tres o cuatro rondas. En el local los dos nos comportamos muy lujuriosos, calientes compulsivos. Horacio me sobaba mis muslos y mi conchita, prácticamente frente al barman que, discretamente, nos estaba observando y gozando de que su famosa bebida estaba haciendo efecto.

Como el barman, o, probablemente el dueño, nos observaba y veía, Horacio le hizo plática. Yo pensé dejarlos en sus platicas aburridas. Fui al baño y me eternicé. Al regresar le pregunté a Horacio que cómo había estado la charla con ese señor.

“Me comentó haberme visto antes con una güera y ahora contigo, que las dos están muy ‘bien’, que me felicitaba.”

“¿Qué le contestaste?”

“¡Las dos están muy buenas! ¿tú cual crees que está mejor?”

“La güera ya ha estado aquí, pero se me hace que es lesbiana, ha venido con dos compañeras, las tres hablan francés, y, sin meterme en lo que no, ni ofender, ésta prieta está mucho mejor, ¡está requete buena! ¿Perdón, las conoces, o son ocasionales?” me preguntó, después de haber sido entrometido.

Pagamos y, por poquito, ahí, frente a la entrada del local, me levanté la falda y Horacio me manoseaba. Yo sentía sus dedos dentro de mí y cómo me besaba el pecho.

Para no seguir dando espectáculo, Horacio decidió fuéramos al motel, que claro él ya conocía.

Al entrar me dijo: “Si quieres te puedes cubrir la cara.”

“¿Para qué? Siento emoción que me reconozcan. ¿Emi se la tapó?”

“¡No, pero se lo propuse y la observé para ver su reacción! Creo que hasta se puso más excitada de la emoción de que la fueran a reconocer y solo le dije que a  lo mejor hasta le iban a enviar invitaciones.”

La habitación muy bonita y limpia. Cerramos la puerta y aún no llegábamos a la cama y éste me dijo que le encantaba mi trasero, precioso. Se me metió debajo de la falda y a mordiscos, o relamidas me comía. Me sentía en el cielo al sentir su lengua rozarme toda la superficie de mis nalgas y desde el lado interior de mis muslos.

Como él me había dejado boca abajo, empinada sobre la cama, al tener mis pompas a su alcance, primero si me mordió suavemente, se enderezó y

¡ZAS! Que me da una nalgada.

Me desvistió a jalones y yo a él. Tomé su pene y sus huevitos y los aproveché hasta llevarlo casi, casi a su orgasmo. ¡Que ricos huevos tiene, recuerdo me metía uno a la boca y al rato el otro, se los chupaba y jugaba con ellos dentro de mi boca, se los acariciaba con la lengua!

Él quedó boca arriba, yo con su pene bien adentro, platicábamos y jugueteábamos, le pregunté si los pechos de Emi le gustaban.

“¡Los tuyos son los mejores, modestitos, pero sabrosos y paraditos siempre!”

“¿Y los de Gloria?”

“¡También hermosos, grandecitos y paraditos, también para comérselos, pero los tuyos son mejores, más prácticos y me los puedo comer fácilmente!” Fue su respuesta diplomática, pero con mucho amor, me hace feliz mamándome y pasando el tiempo jugándomelos.

En eso me dijo “¡Ponte de lado, con una pierna estirada y sentada en mí!”

“¿Qué me vas a poner en pose para una foto?”

“¡Eso mismo me preguntó Emi! ¡Le contesté que como había cámaras, que yo quería saliera bonita! ¡¡¡¡Fue como repentinamente se dejó hacer todo!!!! Ya no buscó las cámaras, se puso en un 69, que al principio rechazó. Estando sus nalgas a mi disposición…”

¡ZAS! Y me dio a mí otra vez, virtualmente a Emi.

“¡No soy Emi, duele!” y me sobó mi pobre nalguita, que ya ha de haber estado como las de Emi, rojas carmesí. De ese momento en adelante me tendría que proteger de su instinto arraigado de nalguearme más.

“Emi cambió totalmente en ese momento. Se dejó que yo le hiciera lo que quisiera, lo tenía dentro, yo sentía bien caliente, me vacié en su interior afortunadamente a la vez en que los dos tuvimos orgasmos, ella pujó y gritó.

Al iniciar, como era de esperarse, no se dejaba ni tentar, la acariciaba con los dedos, que sí me permitía introducírselos bien adentro. Le acaricié el clítoris con la lengua, la primer nalgada la aflojó un poco, pero se dio cuenta de que yo no iba a aflojar, ¡Yo no le creía en sus estrecheces, ni las iba a considerar! No le quedó otra más que esperar. Sin cariño ni consideraciones, la abrí de piernas y me dejé ir, despacito, creía que la podría lastimar, pero ya todo adentro, la bombee de lo lindo. Ella estaba receptiva, se dejaba y me apretaba con su vagina y con sus piernas. Yo sentía que ella sentía y apretaba. Me cruzó sus piernas en la espalda y me jalaba. Al preguntarle si la lastimaba, no contestaba, solo hacía fuerza para metérselo más.

Le decía: “Pobrecita, te ha de estar lastimando” solo reía y me mordía los labios de mi boca. Le jalaba la cabeza hacia mí y ella se dejaba y me besaba. Mis manos se dedicaban a aprovechar el tener sus pechos junto, así que, con todo mi cariño, se los acaricié, ella reaccionaba muy bonito.

“¡Que rico, que rico, Schatzie déjalo un ratito dentro! ¡Me has dado algo que yo no conocía, que nunca había sentido! ¡Gracias, gracias!”

Me acarició el pene, mi vientre, mis huevos me los jugó y hasta mi pecho me lo acarició. Ya estábamos más descansados y teníamos que regresar, nos vestimos mientras ella se ponía las prendas que yo le había regalado, modelando, pero buscaba y buscaba las camaritas. Todavía no se bajaba la falda y

¡¡¡¡ZAS!!!! Y le di a ella”.

Al estar platicando, nuevamente me dio otra nalgada más, bien fuerte, que me dolió, me pescó distraída, a pesar de que yo ya evitaba exponerme y darle otra oportunidad para que descargara nuevamente sus instintos contra mis pobrecitas pompas, ya rojas.

“¡Me dolió, no soy Emi!” Le reclamé, pero después de reírnos ya salimos. En el camino me preguntó si había visto las camaritas.

“Ni me acordé de ellas, ¿pero que irán a hacer con nuestras fotos?”

“Lo menos será publicarlas en el fb.”

“¡Ay, no! ¡En la oficina las van a ver!”

“Les dices que no eran tuyas, las ves y dices que están muy bonitas, ¡y ya!”

“También las de Emi, que han de estar también muy buenas. Lo malo es de que yo salgo en las dos películas. Me van a identificar como tu marido y luego tendré que esconderme. ¿O me dejarás que les cumpla a las clientas?”

Llegamos a nuestra casita, él me abrazó con mucho cariño y yo solo le dije “¡Bonito día y bonita aventura, no la olvidaremos! ¿No crees, mi cielo?”

“¡Así es, y ya no pienses en las cámaras, no había ninguna!” me dijo.

Lo apreté más y le dije “¡Me hiciste ponerme en tensión, me excitó la posibilidad de las fotos, aunque me enojó mucho!” Lo había hecho me platicara con todos, o casi todos los detalles de lo que había hecho con otra mujer hermosa y difícil.

“Al mencionarte lo de las cámaras me di cuenta, ¡Lo sentí claramente, desde ese momento me apretaste y te alocaste, sentí muy rico de todas maneras!” me dijo. “¡ERES UN ÁNGEL! ¡HERMOSA, AMOROSA Y BUENA!”