Me subastan y dominan en un club

Dominación

—Muy bien, caballeros y ahora la última subasta de la noche, Pantera Hambrienta está deseando devorar a alguno de nuestros socios ¿quién será el afortunado que acabe entre sus fauces? —La voz del presentador sonaba atronadora, un foco me iluminó dejándome, por un momento, fuera de juego. No podía ver nada de lo que sucedía delante de mí hasta que oí la primera puja. —Tres cientos mil. —Vaya, comenzamos fuerte —exclamó—, aunque la pieza lo vale, el amo Shadow ofrece trescientos mil—. ¿Amo Shadow? ¿Había dicho, amo Shadow?, intenté mirar entre la gente pero no veía de dónde procedía la voz. ¿Dónde estaba mi marido? Me prometió que era solo un juego para dar algo de morbo a nuestra relación. No iba a venderme por una noche de verdad a un multimillonario colgado, para q me dominará delante de todo el mundo—. Trescientos cincuenta mil —esa voz era femenina. —Bien, Mistress Pain, ¿caerá la pantera en vuestra tela de araña? —Cuatrocientos mil. —Uhhhh, parece que el amo Shadow no quiere perder la pieza —¿dónde demonios estaba Pedro? —Cuatrocientos cincuenta mil. —Vaya, parece que el amo Spider también quiere catar esta hermosa salvaje —Estaba sudando, cuando pillara a mi marido se iba a enterar—. Seiscientos mil. —Así me gusta, amo Shadows, nuestro maestro del dolor quiere domesticar a la fiera de pelo rojo y parece que lo va a lograr, aunque la causa lo vale. Un aplauso para el amo Pain, por favor. —¿Cómo? ¿Había terminado la subasta? Había ganado ese hombre, me sentía desfallecer cuando oí una profunda voz que decía. —Ochocientos mil —esa voz era la de mi marido. Respiré—. Esto sí que es una sorpresa, amo Black hace tiempo que no venía por aquí, ¿usted también desea domar a la pantera? —¿Cómo q amo Back? ¿Tiempo? ¿A qué se refería? Mi marido nunca había estado allí —. Novecientos mil. —Sí, señor, el amo Shadows contraataca, novecientos mil a la una, a las dos —no por favor, no. —Un millón de euros —la sangre abandonó mi rostro, ¿un millón? ¿Habían dicho un millón? —Bueno, bueno, menuda subasta, ¿alguien ofrece más de un millón de euros? —¿Había sido Pedro? No había oído muy bien la voz con el bullicio de la sala. ¿De dónde iba a sacar ese dineral?—. Un millón a la una, un millón a las dos, un millón a las tres. ¡ADJUDICADA POR UN MILLÓN DE EUROS! Amo, puede subir a recoger su premio. —La gente aplaudió enloquecida y abrieron paso a una figura oscura cubierta por una máscara blanca. ¿Era él? ¿Era Pedro? Intenté verlo, pero subió por las escaleras posteriores y el presentador ya me había cogido y llevado al centro del escenario. El amo se colocó tras de mí y desabrochó el corsé, dejándome desnuda con solo las medias y las cadenas colgando por mi cuerpo. Esto no debería estar ocurriendo. No es lo que había acordado con Pedro.

La llama de nuestro matrimonio estaba algo menguada, estaba embarazada y la líbido la tenía por los suelos Había ganado algo de peso y una talla más de sujetador que de por sí ya está grande Mi vientre ya no estaba tan plano sino algo curvado. Iba totalmente depilada y mis pezones se habían engrosado. Llevaba un tatuaje que cubría todo el lateral de mi espalda simulando una pantera negra, la chica me aseguró que me duraría entre tres semanas y un mes, era temporal; además, podía ir a repasarlo si me hacía falta. Podía oír la respiración contenida, todo el mundo estaba expectante para ver qué me tenían preparado. Yo tenía ganas de decir que era un error, q no debía estar allí, pero estaba tan atemorizada q no me salían las palabras.

-Vaya, parece que vamos a ver un juego interesante en directo, traed lo que pide el amo al escenario. —¿Qué amo? ¿Por qué no decían su nombre? Intenté ver algo, pero me fue imposible. Entonces, subieron una especie de mini escenario que emulaba una cama pero estaba hecho de madera con un suave colchón debajo—. Colocadla, por favor —era la voz del presentador. Un enmascarado me subió. Todos los ojos estaban puestos en mí .

—Ponte a cuatro patas, Pantera, te van a follar y a someter como el animal hermoso que eres, no tengas miedo, te ha tocado un buen amo. —Mierda, no podía hablar, sino le habría preguntado a aquel hombre. Me puse de perfil al público como me había dicho el amo, este me colocó algo frío en los tobillos y muy rígido, los ató a eso; cuando miré, me encontré con una barra espaciadora. De la parte delantera de la tarima salieron dos cadenas con muñequeras a las cuales también me ató, no podía moverme, estaba totalmente a su merced. —Lo estás haciendo muy bien muchacha, ahora te pondré esto en el abdomen —era un especie de cilindro de madera curvado por arriba y forrado de suave cuero—, es para que no tengas que esforzarte en mantenerte en pie, esto te ayudará, mete barriguita para que pueda ponerlo. —Hice lo que me pidió, era muy suave y cómodo—. Buena chica, dijo acariciándome la espalda, eres muy hermosa, tal vez, cuando seas miembro del club quieras jugar conmigo alguna vez —un escalofrío recorrió mi espalda frente a esas palabras, mis pechos colgaban y estaban tensos y constreñidos por las argollas. —¡Traed la máquina! —¿Máquina? ¿Qué máquina?—. A petición del ganador, nuestra Pantera va a tener una sesión de penetrador. —Todos vitorearon y aplaudieron enloquecidos—. Estás de enhorabuena Pantera, tu amo desea que tengas el máximo de orgasmos posibles con nuestro fantástico penetrador y vamos a contarlos entre todos. —¿Cómo? Me iba a follar una máquina, ¿cómo era eso posible? —Tu amo está loco, muchacha —volvía a ser la voz del hombre que me había colocado—, si hubieras caído en mis manos te hubiera follado toda la noche y no te hubiera dejado a merced de una máquina, menudo desperdicio de dinero.

—Quítale las cadenas de los pezones y conéctale los succionadores —ordenó el presentador. Me moría de la vergüenza y sin embargo también de la excitación. Elnayudante desenroscó las piedras que aprisionaban mis pezones, liberándolos; la sangre fluyó de golpe en ellos arrancándome un gemido.

-Uuuuuhhhh, fijaos cómo ronronea la pantera, parece que le gusta el dolor. No te preocupes, fiera, esta noche también vas a sentirlo. —Me colocaron una especie de sacaleches en los pechos que estaban conectados a una máquina de vacío.

—Esto te va a gustar, nena, si te gusta que te aprieten los pezones con abrazaderas, este es el paso dos. Tienes unas tetas magníficas para correrse en ellas, me está encantando prepararte. —Colocó mis pechos en aquellos receptáculos y activó un botón que los succionó, gemí de nuevo y todos aplaudieron. —Muy bien, Pantera, muy bien, tal vez esta noche podamos beber tu leche, ¿qué pensáis? —la gente reía y gritaba animando al presentador. ¿Dónde estaría mi marido?—. Ayudante, ahora toca el micrófono con los perforadores, ponle lubricante en el ano y en la vagina, iremos cambiando el tamaño a medida que se vaya corriendo, comienza con el tamaño mediano y muéstrale a la pantera el aparato.

El ayudanteme mostró un artefacto hecho de madera con dos brazos, uno tenía un micrófono vibrador, estimulador de clítoris, con un pene de látex de unos dieciocho o veinte centímetros; en el segundo brazo había otro dildo de cristal transparente un poco más grueso y de la misma dimensión, intuía que era para el ano.

—Tranquila, muchacha —me dijo el amo—, te gustará, a todas les gusta.—Después, se puso detrás de mí, noté el frío lubricante cayendo por mi ano y mi vagina. El ayudante colocó el micro en mi clítoris y las puntas de los consoladores en mis dos entradas—. Muy bien ¿estamos todos listos? —Todo el mundo gritó—. Pues, que comience el espectáculo. Amo, por favor, le dejo los mandos a usted.

Pusieron música de tambores como si se tratara de un sacrificio en una isla aborigen, lo primero que noté fue un ligero zumbido y después, todo se precipitó. El micro comenzó a vibrar sobre mi clítoris, a la vez que los dildos comenzaron a penetrarme, podía sentir mi carne abriéndose lentamente, no era doloroso, el ritmo era suave para que me habituara a ellos; pero con la vibración, mi clítoris se estimulaba a marchas forzadas y pedía más. Sentí un tirón en los pechos, la máquina succionadora había comenzado a funcionar, era como si dos bocas me estuvieran ordeñando. Me sentía sobrecogida por la situación, esto no era lo que yo había deseado, yo quería volver a tener apetito sexual con mi marido, no ser ofrecida en una fiesta de Bdsm para que me dominaran. En mi interior había un montón de cachivaches electrónicos poseyéndome. Aunque no lo quisiera, esos artefactos estaban diseñados para producir orgasmos, así que, involuntariamente, me estaba excitando. Notaba cómo mi cuerpo se estiraba intentando alcanzar el placer. Mi sexo pedía más, mis caderas se elevaban buscando que los envites fueran más duros y profundos.

—Mirad, parece que la Pantera se está convirtiendo en una dulce Gatita que ronronea bajo la máquina y pide más; amo, dale más duro. —El presentador se me antojaba como un martillo percutor para mi cerebro, pero parece que el amo fantasma le hizo caso y la máquina comenzó a moverse más rápido y duro, introduciéndose hasta el fondo en mis dos agujeros. Aumentó también la frecuencia del micrófono y los succionadores de mis pechos empezaron una especie de vaivén: cinco segundos de succión por dos de relajación. Todo ello estaba haciendo que necesitara correrme, sentía el sudor lamiendo la curva de mi espalda, mis pezones tiesos como nunca, mis agujeros anhelaban cada acometida y mi clítoris parecía la cuerda de una guitarra. Me agitaba, agarraba la cadena que sujetaba mis muñecas y clavaba los tobillos en la barra separadora. Mi respiración era agitada, mis caderas seguían moviéndose solas, podía oír cómo la gente me animaba a correrme. —Hazlo. —Sigue. —Ya lo tienes. —Córrete. —Muéstranoslo. Aguanté hasta que no pude más y, entonces, sentí cómo llegaba el orgasmo, arrollándolo todo a su paso y grité, grité y grité hasta quedarme sin aire en los pulmones. Entonces, las máquinas se detuvieron. Noté cómo mis flujos lo empapaban todo, estaba claro que me había asolado un orgasmo brutal. La sala estaba totalmente en silencio. Y luego, comenzaron los aplausos, como una lluvia que comienza suave y acaba siendo atronadora. —Bravo. —Fantástica. —Sublime. —Otra, otra, otra…. —las voces se unieron en un coro. —Vaya, parece que os ha gustado la corrida de la pantera ¿queréis más? —Sííííí —exclamaron las voces. —Ayudante cambia los calibres y muéstraselos antes. El amo vino a mí de nuevo, me sentía saciada y desmadejada, pero, al parecer, solo había comenzado. Me mostró los nuevos consoladores unos cinco centímetros más largos y con un diámetro más ancho.

—Lo estás haciendo muy bien, los tienes a todos enloquecidos —acarició mi rostro—, vamos a por el siguiente orgasmo, muchacha. Oí cómo los colocaba, volvía a ponerme lubricante y comenzábamos de nuevo. Así estuvimos hasta que logré alcanzar cinco orgasmos, mis agujeros se agrandaban, estaba fuera de control, solo era capaz de pedir más, de exigirlo mientras el público enloquecía.

Tuve cinco largos orgasmos que me dejaron totalmente saciada y dilatada. Tras cada orgasmo los dildos aumentaban de tamaño y grosor. En el quinto, ya no podía más, me sentía desfallecer, mis miembros estaban totalmente laxos.

Los últimos que me habían puesto eran de cristal y tenían un agujero central por donde poder contemplar mi interior.

-Esta pantera necesita leche. ¿voluntarios para llenarla?

Apenas tenía fuerzas para hablar. Se formó una fila de hombres detràs de mí, muchos al borde del orgasmo, dispuestos a colmarme mientras la máquina se activaba de nuevo y yo aullaba de necesidad.

Las corridas se fueron sucediendo, llenando mi ano y coño expuestos. Con tanta estimulación mis tetas habían empezado. A dar leche y los succionadores se estaban llenando.

El amo que había ganado la subasta se puso frente a mí, que jadeaba como una posesa. Me metió la polla en la boca y yo mamé, entusiasmada por todo lo que sentía.

Me corrí de nuevo, mis agujeros se tensaron llenos de fluidos y sorbí tan fuerte que el amor descargó en mi garganta. Tragué con desesperación y no paré hasta dejarlo reluciente.

Entonces le pidió al presentador que desconectara los sacaleches y le diera de beber el contenido.

El amo tomó el fruto de mis pechos, mientras las descargas seguían. No pararon hasta que cada uno de los hombres depositaron su simiente en mí.

Al terminar me sacaron los dilatadores y el amo me tomó en brazos. Todos aplaudieron cuando me bajó del escenario.

-¿Y mi marido? -le pregunté exhausta.

-Tu marido ya no existe, te ha vendido y a partir de ahora eres mía para que haga lo que quiera contigo, vas a ser muy deseada en este club, te lo garantizo.