Me regalaron 10 orgasmos ¿debo repetir? (3 y fin)
Una pregunta atormenta ahora a Cristina. ¿Debe volver a traicionar a su novio y tratar de repetir la mejor experiencia sexual de su vida? Escucha su historia y aconséjala, lo necesita. Esta es la parte 3 de 3. En el capítulo anterior Cristina se lo estaba montando con Pepe y su suegro. Mientras le lamía los huevos a Pepe, este hizo algo que la sorprendió...
Debeis leer los dos capítulos anteriores para entender la historia.
En el capítulo anterior me lo lo estaba montando con Pepe y su suegro. Mientras le lamía los huevos a Pepe, este hizo algo que me sorprendió.
Lentamente Pepe hizo avanzar su culo sobre mi cara, algo que no se me había pasado por la cabeza en mi vida. Primero mi boca quedó lamiendo ese espacio entre las piernas que tienen los machos entre los huevos y el ano, pero no se paró ahí. Nunca me había ni siquiera planteado que mi boca pudiese llegar al ano de un hombre, por supuesto nunca lo había deseado, pero en aquella situación mi ansia de satisfacer a aquel macho me impedía decir que no.
Cuando mi boca llegó a aquel agujero negro y peludo traté de evitar el centro, lamiendo solo los bordes, pero poco a poco empecé a disfrutar aquella parte del cuerpo de Pepe. Oír los suspiros de aquel macho a medida que lamía su ano me animaban a continuar, y pronto mi lengua disfrutaba de nuevo como una posesa lamiendo aquel negro agujero de cabo a rabo, tratando incluso de introducirse en su interior. Don Antonio, que seguía atendiendo mi conejo con su experto rabo, comentaba jocosamente la nueva situación con su yerno.
- Además es una lameculos por naturaleza, oye como disfruta con su lenguita, te va a dejar el culito bien limpio. Dentro de nada me va a limpiar el mío, ya verás, lo va a dejar reluciente.
Le hablaba bajito, como si le hablara al oído, de lo que deduje que ambos machos tenían que estar casi abrazos el uno al otro, al haberse movido Pepe hacia delante para ofrecerme su ano. Imaginar aquella escena aumento mi excitación, me encantaba la confianza entre aquellos machos, me encantaba la sensación de tener dos cuerpos de macho para mi que parecían uno solo. Lamentablemente no podía verlo, tenía a Pepe sentado en mi cara.
- ¡Eh!, ¡Eh! -dijo Pepe de pronto a su suegro notando que este aceleraba-, de correrse nada todavía, que usted ya no tiene edad para volverse a empalmar, y aún no le hemos dado a esta jovencita todo lo que ella estaba buscando.
El suegro demostró acceder a la petición sacándola de golpe y separándose del yerno y de mi, quedando de rodillas entre mis piernas.
- Ya faltaba poco -fue lo que pudo decir.
Imaginé su polla bien tiesa, mojada por mis fluidos vaginales, brillante, palpitando. Y no pude reprimir unas ganas locas de chuparla. Pepe se levantó de mi cara, quedando también de rodillas, y viéndome libre me incorporé y me lance a mamársela de nuevo a Don Antonio. Este sonrió cuando vio con que determinación me levantaba, me colocaba a cuatro patas, y me metía su polla en la boca. Me agarró la cabeza y me la hizo tragar entera. Nuevamente tuve que aguantar varios segundo con mis vías respiratorias taponadas por polla, y lo disfruté como antes, sobre todo teniendo en cuenta que, antes de que Don Antonio la sacase, sentí como una barra dura, gruesa y larga se me enterraba en la vagina, llegándome a mitad del vientre con la primera embestida. Apreté más mi frente contra la barriga de Don Antonio, de nuevo tratado que las dos pollas casi se encontrasen en mi interior. Traté de que el suegro me follase la boca como había hecho antes el yerno, a fuertes embestidas acompasadas con las del otro macho, pero Don Antonio no colaboró.
- No puede ser, putita -me dijo-. Si te follo bien ahora, me corro. Y tú todavía tienes cosas que hacer con esta polla.
En cualquier caso, sí la tuve en mi boca un buen rato, chupándola, lamiéndola, besándola, y sí me folló la garganta, pero suave y lento, evitando correrse. Justo lo contrario que su yerno, que me partía el conejo enterrándome su verga hasta lo más profundo, con embestidas fuertes y secas, clavando su dedos en mis caderas cada vez que su vientre se empotraba en mis nalgas.
- Tú tampoco te puedes correr -dijo su suegro burlón al observar su potencia en el mete saca-, tú tampoco eres ningún chaval, no vayas a pensar lo contrario.
- Es que este conejito está tan apretado, tan calentito, que resulta difícil contenerse -respondió Pepe aflojando la marcha-. Se lo llenaría de lechita caliente sin ningún problema.
- No hay prisa, no hay prisa, todo llegará -añadió el suegro-, ahora Cristinita se tiene que dar la vuelta y ponerse boca arriba, que este culo gordo -dijo dándose a si mismo un nalgada-, se va a sentar en su carita.
Pepe sacó su polla, y yo, obediente y sumisa, hice con mucho gusto lo que se me ordenaba, loca por volver a lamer un culo, ahora que le había cogido gusto a aquella actividad. Cuando apoyé la cabeza en la cama abrí bien las piernas ofreciendo mi chocho al yerno, para que de nuevo lo llenase con su tranca. Abrí además la boca, saqué la lengua y puse la mejor cara de puta ansiosa que pude, haciéndole saber así a aquel macho lo loca que estaba por saborear su ano. Don Antonio se sentó en mi cara sin contemplaciones, con todo el peso de su cuerpo, cual si de una silla se tratara, pero teniendo la precaución de separar bien sus nalgas con las manos al sentarse, para dejarme el ano justamente en mi boca.
- Que rico -dijo cuando sintió mi lengua húmeda en su agujero negro.
No podía respirar, y apenas podía mover la lengua, con aquel culo gordo en mi cara, pero disfruté enormemente de aquel momento, me excitaba ofrecer mi cara de asiento para aquel macho maduro que me había quitado el sentido, me excitaba hacer cualquier cosa que él desease hacer de mi.
Sólo estuvimos así unos segundos, pues él sabía que no podría respirar, y de nuevo antes de que acabasen sentí que llenaban mi vientre desde mi entrepierna, con un buen rabo. Luego Don Antonio se incorporó un poco, haciéndome sitio para que mi lengua recorriese aquella raja de arriba a abajo, disfrutando de su intenso sabor a macho. Pepe ahora me follaba con más calma, enterrándomela bien adentro, pero más despacio. Ahora se colocó en una posición en la que aumentaba mi placer. En vez de mantenerse erguido como Don Antonio, se recostó hacia delante, haciéndose a un lado para no tropezar con su suegro. Su pecho quedó apoyado en los muslos del otro, y su cara seguramente debería estar a la altura de las nalgas del culo que yo estaba chupando. De esta manera su pelvis masajeaba mi clítoris cada vez queme enterraba su polla, lo que me excitaba sobremanera. Tener el ano de Don Antonio también colaboraba, así que no tardé en alcanzar el octavo orgasmo, y revolverme de placer y gritar, en unos gritos sordos, acallados por las nalgas que tenía en mi cara.
Mi orgasmo pareció marcar el final de una etapa, así que Pepe la sacó y empezó a golpearla contra mi conejo.
- Hay que ver como sabe gozar esta putita, no he visto hembra igual -dijo entonces.
Don Antonio también se retiró y me propuso limpiársela bien limipita a su yerno. No lo hice esperar, aquellas pollas embadurnadas de jugos vaginales estaban resultando para mí un manjar de dioses. De nuevo a cuatro patas mamé bien aquella polla para dejarla reluciente.
Don Antonio se me acercó ahora por detrás, y me prepararé pata recibir de nuevo aquella tranca en mi vagina. Sin embargo, el viejo buscaba otra cosa. Puso la cebezota justo en mi ano y apretó. Yo me asusté.
- Don Antonio, eso no creo que pueda ser, no lo podré resistir, me va reventar el culo -dije soltando momentáneamente la polla que tenía en la boca para protestar.
- Tu sigue chupando y olvídate, Cristinita, verás que sí se puede, es cuestión de tiempo, cuestión de lubricación y cuestión de confianza. Tú sigue a lo tuyo y déjame a mi. Es posible que te duela al principio, pero luego disfrutarás como la perra que eres, Cristinita.
Diciendo esto oí como se levantaba de la cama. Sin soltar la polla que tenía de nuevo en la boca, vi con el rabo del ojo como salía de la habitación.
- Tu tranquila putita, hoy vas a pasar una experiencia única con dos pollas -dijo Pepe tratando de tranquilizarme-, lo vas a pasar bien.
Un momento más tarde oí unos pies descalzos subiendo la escalera de madera, observe que Don Antonio traía algo en la mano que soltó en la mesa de noche, pero no pude adivinar que era. Unos segundos más tarde sentí algo frío en mi ano, que extendían con un dedo. Enseguida me llegó el olor a mantequilla, justo cuando sentí que el dedo gordo de Don Antonio se deslizaba en mi agujerito virgen.
De momento no dolía, la mantequilla hacía que el dedo entrase con extrema facilidad. Luego fueron dos dedos, y la cosa empezó a complicarse, pero aún era soportable. Cuando entró el tercer dedo, creí que no lo podría soportar, grité como pude con la polla en la boca, pero Pepe me agarró del pelo y me la enterró hasta la garganta.
- Tu sigue chupando, putita, pronto te acostumbrarás.
Pero no fue tan pronto, durante un buen rato me siguió doliendo, a medida que Don Antonio me fue dilatando mi esfínter con sus tres dedos. Finalmente, sacó sus dedos y oí como se los limpiaba con una servilleta. Sentí entonces como la polla gorda de Don Antonio tocaba a mi puerta, y sentí miedo a lo desconocido. Pero el deseo de entregarle a aquel macho mi culo virgen sobrepasaba al miedo. Empiné mi culo con ansia cuando sentí su cabezota entre mis nalgas, y chupé con más fuerza la polla de Pepe, me moría de ganas de sentirme ensartada desde ambos extremos, de que las pollas de estos machos, a los que todavía seguía muriéndome por satisfacer, quedasen lo más cerca posible la una de la otra en mis entrañas.
Don Antonio se dio cuentas de que mi culo estaba pidiendo polla a gritos, y comentó lo insaciable que era esta puta al tiempo que su polla, embadurnada en mantequilla, se deslizaba suavemente en mi ano, sin encontrar resistencia. No pude evitar un quejido de dolor, apagado por la polla que tenía en la boca, así que Don Antonio la saco un par de centímetros. Pero solo fue un momento, pronto empezó a meterla de nuevo, lentamente y con suavidad.
- Tendremos paciencia -me decía-, no tardarás en acostumbrarte y disfrutarla. Verás como dentro de poco te enterrarás tu solita la polla de Pepe, que es todavía más grande.
Ciertamente, cada vez disfrutaba más aquella barra que me abría las entrañas. Don Antonio inició un bombeo suave y lento, pero que cada vez penetraba más profundamente. Pronto sentí su barriga golpear mis nalgas. Yo ya levantaba el culo, animándolo a metérmela más adentro, y él fue aumentando progresivamente el ritmo. Yo chupaba como una loca la polla de Pepe, estimulada por la otra polla que se me clavaba cada vez más fuerte. Sentía ahora como Don Antonio agarraba mi cadera fuerte con sus manazas y me embestía con su polla con fuerza, enterrándomela hasta el alma en cada acometida. Logré finalmente acompasar la entrada de ambas pollas, y disfrutaba entonces como ambos machos se retiraban al tiempo para luego, de forma sincronizada, enterrar sus rabos en mi cuerpo con toda la fuerza de que eran capaces, lo que me hizo alcanzar una felicidad que creía imposible.
Aprovechando que Pepe me tenía sujeta agarrándome de mis dos tetas, levanté una mano del suelo y masajeé mi clítoris para, solo unos segundos más tarde, alcanzar un orgasmo largo, el noveno, que se acrecentaba cada vez que me enterraban aquellas dos pollas.
- Creo que esta chica hoy se ha corrido más veces que toda la relación con su novio -dijo Don Antonio.
No le faltaba razón, raramente había alcanzado un orgasmo con mi novio.
- Ah, ¿pero tiene novio? -preguntó Pepe asombrado.
- Uno maricón, -contestó el suegro riendo a carcajadas-, al que creo que hoy mismo lo van a mandar a tomar por el culo, una vez que se conoce a un macho de verdad ya no hay marcha atrás.
Tampoco le faltaba razón. No fue ese mismo día, pero la verdad es que estoy pensado seriamente en dejar a mi novio. Una vez algo más tranquila seguí lamiendo la cabezota de la polla de Pepe, mientras su suegro seguía bombeando polla en mi interior, pero entonces la sacó de golpe.
- Ahora tú Pepe -dijo-, si sigo me corro.
Mientras Pepe cambiaba de posición, oí como Don Antonio cortaba un pliego del rollo de servilletas. Me deje caer en la cama exhausta y me volteé a mirar que hacían aquellos machos. La servilleta estaba limpiando la polla de Don Antonio, y pronto fue lanzada al suelo. Entonces embadurnó uno de sus dedos en mantequilla de nuevo, mientras me dirigía una mirada lasciva.
- Vamos a lubricar de nuevo, esta polla es más gorda -dijo al tiempo que ponía su mano izquierda en las nalgas de Pepe y con la derecha extendía mantequilla sobre su polla.
Estuvo un buen rato jugando con la polla del yerno, acariciándola para que se pusiese bien tiesa, embadurnándola de mantequilla, y agitándola ante mis ojos.
- Ponte otra vez a cuatro patas, putita, que esta preciosidad se te va a clavar bien adentro.
Obediente ofrecí mi culo a aquella maravillosa tranca, sentí como Don Antonio esparcía también mantequilla en mi ano. Él mismo manipulo con la polla de Pepe y finalmente encontró mi agujerito que ya no era virgen. Pepe parecía disfrutar dejando que su suegro dirigiera la situación, colocó sus manos detrás de su nuca y dejó que empujasen su culo para que su polla se enterrase lentamente en el mío.
- Sí que está apretadita -dijo-, aquí se corre uno con par de embestidas.
Finalmente sentí la barriga de Pepe en mis nalgas, no había costado tanto como yo había imaginado, así que yo misma comencé el movimiento rítmico de mete y saca, primero lento y cada vez más rápido. Pepe se cansó de que dirigiesen su forma de follar, bajó los brazos, me enterró las uñas en mi cadera, y comenzó a metérmela de forma brutal, haciéndome gritar de placer cada vez que sus huevos golpeaban mis muslos y su polla llenaba mi agujero por completo. Pero pronto paró.
- Espera, espera -dijo-, o me corro.
Se dejó caer hacia atrás sentándose en sus tobillos, y me arrastró con él. Sin sacarla de mi culo consiguió extender ambas piernas, primero una y después la otra, y quedarse sentado en la cama, conmigo sentada encima de él y de su rabo.
- Sigue tu sola, Cristinita -me dijo.
Y obediente comencé a levantar mis caderas para luego dejarme caer sobre aquel instrumento y enterrarlo bien adentro de mis entrañas. Mi tetas saltaban al tiempo que movía mis posaderas. Pepe me agarró las tetas, y poco a poco fue deslizándose hacia atrás quedando boca arriba sobre la cama, y yo encima, también boca arriba.
Entonces comprendí la finalidad de toda aquella maniobra, cuando Don Antonio de arrodilló entre mis piernas. He de confesar que esta vez ya no tuve miedo, más bien tuve un ataque de euforia. Aquello parecía la culminación perfecta de aquel día maravilloso.
- Sí, si, si, Don Antonio -grité-, entiérreme también esa polla hasta lo más profundo.
- Joder, Pepe, nunca pensé que pudiese llegar a ser tan puta -dijo el suegro mientras hacía que la cabeza de su rabo acariciase mi raja de arriba a abajo-. Nunca pensé que llegase a tanto.
Abrí bien las piernas y miré a la cara a Don Antonio.
- Cállese ya, viejo, y fólleme como un macho.
Eso lo animó, colocó la cabeza en mi vagina, y empujo dejándose caer sobre nosotros dos con todo su peso. Aquello era como un regalo de los dioses, no podía existir felicidad mayor que aquella, emparedada entre aquellos dos machos, gozando de como ambas pollas taladraban mis agujeros. Pepe levantó sus largos brazos y colocó sus manos sobre la espalda y sobre el culo de su suegro, lo que nos colocaba a los tres fundidos en un solo abrazo. Sincronizaron luego sus ritmos, y cuando uno la sacaba el otro la metía, haciendo que yo no tuviese un segundo de descanso.
Don Antonio volvió a besarme en la boca como un poseso, sin perder el ritmo del bombeo, y Pepe no paraba de decirle lo puta, caliente, y guarra que yo era, y lo agradecido que estaba por invitarlo a gozar de mi. Así estuvimos como unos cinco minutos, hasta que no aguanté más y me corrí con desenfreno, por décima y última vez, entre grititos y jadeos, disfrutando como la puta hembra que soy al ser follada al mismo tiempo por aquellos dos machotes. Poco a poco nos fuimos relajando los tres. Ellos sacaron sus pollas, Pepe en primer lugar y luego Don Antonio. Este último tomo una servilleta y él mismo limpió la polla de su yerno porque, en sus propias palabras, aún tiene esta chica que hacer un poco de mamadera.
- Ponte aquí de pie conmigo, Pepe -dijo entonces levantándose de la cama-.
Agarró a su yerno por la cadera y lo apretó contra si, costado junto a costado, y un poco ladeados de manera que ambas pollas se juntaban en sus extremos. Me pidieron que me sentase frente a ellos en la cama, y agradecí a los dioses la oportunidad de entregarme a mamar aquellas dos pollas a la vez. Abrí mi boca cuanto pude y logré meter ambas cabezas en la boca, y chuparlas durante un momento. Comencé luego un ciclo de chupar una, chupar la otra, y mamar ambas cabeza a la vez. Cuando chupaba una, el otro macho se pajeaba. Casi siempre cada uno de ellos pajeaba su propia polla, pero en ocasiones agarraban las del otro y le daban un buen manoseo, bromeando sobre lo bien que se habían portado ambas, sobre todo la del suegro, que ya llevaba casi dos horas empalmada.
Así estuvimos un buen rato, yo chupa que te chupa, y ellos trabajando con la mano.
- Estoy cerca -dijo entonces Pepe soltando su polla para no correrse-. A ver si conseguimos corrernos juntos -dijo a su suegro-.
A partir de entonces me concentré solo en la de Don Antonio. Un rato se la mamaba yo, otro rato se la pajeaba su yerno, y otro rato se pajeaba el mismo. El yerno de vez en cuando volvía a trabajar en la suya, y la soltaba se nuevo cuando se acercaba el momento. Pronto Don Antonio estuvo también a punto de caramelo, se notaba por la energía que el mismo imprimía a la paja que se estaba haciendo. Pepe también se dio cuenta, apretó su polla en su mano y empezó a moverla rápido adelante y atrás. Yo abría la boca anhelante, me moría de ganas de saborear la leche de macho por primera vez en mi vida. Ambos suspiraban, respiraban rápida y profundamente, e imprimían cada vez más energía a la paja.
Justamente en el mismo instante dos enormes chorros de leche salieron disparados de ambos rabos en dirección a mi boca, la abrí más para no dejar escapar ni una gota, y sentí aterrizar en mi lengua un líquido espeso, caliente y dulzón. La mayor parte del semen entró efectivamente en mi boca, pero fue inevitable que una parte considerable se esparciese por mi cara y por mi pelo, desperdiciando aquel líquido cuyo sabor estaba empezando a explorar. Lo encontré riquísimo, su sabor me volvió loca, imaginé que estaba disfrutando de la esencia prohibida de macho, que solo se permite probar a algunas elegidas.
Cuando ambos chorros de leche cesaron, cerré la boca. Saboreé bien aquel manjar y lo tragué. Me resultó aún más excitante el picor áspero que el semen ejercía en mi garganta. Abrí la boca y no pude contenerme.
- Bocato di cardinale -dije-, no recuerdo haber probado nunca nada tan delcioso.
Ambos rieron a carcajada limpia.
- Pero que reputa que es esta Cristinita, la adoro -dijo Pepe mirando hacia mi con una sonrisa de franca admiración.
- Y que lo digas -respondió su suegro-, tengo casi 80 años, y no recuerdo nunca haber echado un polvo tan largo, me ha dejado agotado.
Yo oía sus comentarios mamando aquellas pollas ahora en declive. Trataba de extraer las últimas gotas de aquel licor de hombre, mientras ambas se hacían más y más pequeñas.
- Vamos a la ducha -dijo entonces el suegro-, no nos podemos quedar así, especialmente Cristina.
Entramos los tres en la bañera y yo me situé en el centro, de manera que aquellos machos enjabonaron y acariciaron mi cuerpo de arriba a abajo. Yo hice lo propio con el de ambos, entre risas y fiestas. Tras secarnos bajamos los tres al piso de abajo en pelotas, pues teníamos la ropa abajo. Yo me dirigí enseguida a recoger mi ropa y me vestí, naturalmente sin bragas, pero Don Antonio se fue directamente a la nevera a abrir unas cervezas. Yo rechacé la invitación, ya había vuelto a la realidad y sabía que tenía que seguir con las encuestas, pero Pepe si aceptó una lata.
- Me tengo que ir -dije cuando aparecí ya vestida en la cocina.
Allí estaban los dos aún en pelotas conversando alegremente sobre lo agotados que los había dejado aquella hembra. La luz que entraba por la ventana creaba un efecto de contraluz espectacular, que realzaba la pelambrera que ambos tenían en el pecho y en la ingle. Sus pollas flácidas recortándose contra la luz era un espectáculo inenarrable. Comprendí entonces lo afortunada que había sido al encontrarme con aquella pareja de machos, tan liberales entre ellos y conmigo, y que me hubiesen permitido atender a sus deseos.
Me despidieron allí en la cocina, no estaban visibles para acompañarme a la puerta. Don Antonio me agarró por la cintura y juntó su boca a la mía, luego agarró a Pepe y lo acercó a nosotros. Pepe fue acercando su cara a la mía, pero el suegro no se retiró, así que al final acabamos los tres fundidos en un beso, las tres lenguas retorciéndose una alrededor de la otra. Yo me retiré lentamente pero ellos siguieron abrazados, ya no se besaban pero cada uno tenía la mano en el culo del otro mientras miraban hacia la puerta de la cocina y me decían adiós con la mano libre. No creo que mientras viva olvide lo realmente excitante que esa imagen me parece.
De esto hace una semana. Pepe me dio un correo electrónico seguro, pero aún no le he escrito. Estoy confundida. A veces pienso que debo olvidarlos y concentrarme en mi novio, pero otras pienso que sería de tontas no tratar de repetir una experiencia tan gratificante como aquella. Quizá tal como sucedió fue una experiencia perfecta, y si trato de repetirla solo estropearé el recuerdo. Amigos, no sé que hacer, aconsejadme. Escribidme por favor a cristina.en.tenerife@gmail.com.
Un saludo a tod@s.
Cristina.