Me puse a 4 patas a la maestra de derecho!

Cuando llegué, ella estaba colocando algo en el estante más alto del fichero, y como es un tanto bajita, se tenía que poner de puntillas.

ME PUSE A 4 PATAS A LA MAESTRA DE DERECHO!!

Sé que ante mi relato muchos pensarán   que soy un vulgar mentiroso,  pero  lo  que voy a contar es algo verídico que me sucedió hace unos  meses  y   que  aún hoy sigue sorprendiéndome.

Soy estudiante de derecho, este año estoy cursando el sexto semestre, para mi desgracia, es bastante difícil, así que cuando Lourdes, la profesora de Derecho del Trabajo, nos encargó una  tarea sobre las ETT'S, no dudé en subir a su cubículo para que me orientara.

Tal como es la costumbre en mi escuela, concerté cita, y me presenté el día señalado con todo el material. Cuando llegué, ella estaba colocando algo en el estante más alto del fichero, y como es un tanto bajita, se tenía que poner de puntillas.

Pude ver cómo se movían los músculos de sus piernas: un par de troncos preciosos, torneados y tersos como los de una niña que siempre muestra, pues le encanta usar minifaldas.

Me invitó a tomar asiento. Saqué mis apuntes y le empecé a explicar lo que pretendía hacer y de qué manera iba a enfocar el trabajo.

Ella, muy interesada, se levantó y se sentó a mi lado, sobre el pico de la mesa. Seguí explicándole lo que pensaba escribir, pero cada vez me resultaba más difícil no dirigir la vista hacia sus potentes piernotas que había cruzado, ya que desde el ángulo que la observaba podía notar el triángulo de su tanguita que cubría su rico sexo.

Empecé a ponerme nervioso, pero sobre todo, muy caliente, sin embargo, ella no parecía darle la menor importancia al hecho de que mi pito empezara a formar un bulto por debajo de mi pantalón; muy al contrario, sonreía con cierto aire de cachondez. Intenté concentrarme al máximo, pero sin querer tiré al suelo el código con la Legislación Social Básica.

Ella se agachó para recogerlo clavándome casi sus nalgas en la cara, entonces no pude más, estiré mi mano temblorosa y le acaricié los muslos para calmar un poco los ardores de mi verga que para entonces ya estaba babeando.

Aunque en muchas de mis noches puñeteras había fantaseado con una situación así, hasta el punto de lograr escurrir los caldos de mi pasión por todo el tronco de mi pene con sólo imaginarla enterrada en mi tranca, jamás imaginé que aquello pudiera tener algo de realidad.

—Eres muy descarado —dijo mientras ponía el libro sobre la mesa.

Pero para ese momento ya todo me daba igual, pues había apretando sus muslos y ella no protestó como lo hubiera hecho una vieja difícil, así que interpreté aquello como una clásica señal de que me estaba dando entrada y la agarré por la cintura y la tumbé sobre la mesa arrugando todos mis papeles.

Como un verdadero enfermo le abrí la blusa y empecé a manosearle los pechos con mis manos ávidas de pasión.

La muy facilota separó un poco las piernas y empujó el culo hacia adelante para embarrarse en mi palo y darle gusto a su pepita, mientras mis labios se deslizaban por su cuello como una serpiente.

Ella exhalaba unos gemidos de placer tan deliciosos que me calentaban cada vez más, y aunque el pito ya me dolía de ganas de metérselo, bajé mi lengua por su cuerpo hasta el ombliguito y empecé a mordisqueárselo, pues quería gozar su cuerpo un poco más antes del momento de cogérmela.

Siguió embarrándose frenética contra mis pelotas cuando metí la mano entre sus piernas; al llegar hasta su pepita pude comprobar que la muy golfa estaba chorreando y, de inmediato, introduje los dedos en su rajita mientras le mordisqueaba los pezones.

Le arranqué un grito por la mezcla de placer y dolor, lo que me hizo reaccionar de inmediato bajándole los calzones.

Una vez que la tuve con las verijas al aire, bajé la boca buscando su clítoris y se lo lamí, quería oírla grita de placer y lo logré al resbalar la lengua por toda la extensión de su babeante rajadita.

Luego, entre espasmos y gemidos, escupió un abundante orgasmo en mi cara.

Cuando acabó de vaciarse me empujó con las piernas, se levantó y me obligo a sentarme en la silla; se arrodilló como la más humilde de las esclavas y empezó a mamarme la verga, mientras yo acariciaba su pelo y le pellizcaba los pezones.

Con su lengüita recorriendo mis pelotas, el tronco y la chorreante punta, el pito ya se me había puesto como la columna de un templo, y sin poder aguantar más, quise penetrarla, pero en el último momento la muy desgraciada me detuvo.

— ¡El condón! —gritó—. ¡Nos hace falta un condón! ¿Traes?

Muy tarde me di cuenta de que no llevaba preservativos. "¡Qué pendejo! —pensé sin soltarla, sin dejarla de besar y mucho menos de manosear—. ¡La tengo lista como siempre soñé y no traigo ni un puto globo, pero me la tengo que coger!"

Así que, sin pensarlo ni un momento y tratando de no darle tiempo a reaccionar, afiné la puntería de mi fortachón amigo el pelón y traté de ensartármela de una sola estocada, pero la muy cabrona se anticipó a mi pensamiento y no se dejó.

—Déjate, mamacita, te va a gustar.

—No, sin condón, no, espérate.

—¿Que te haces pendeja? Si estás igual de caliente que yo. ;

—El pendejo eres tú porque yo estoy más caliente, pero no me gusta sin protección.

—No; seas mamona, no te voy a pegar- nada y lo sabes, nada más tantito.

—¡Aaah! ¡Nooo.. no es sólo eso, es que tampoco me quiero' embarazar!

Supe entonces que tenía que hacerla bramar, claro, como la muy piruja ya se había vaciado, aun podía poner resistencia, pero el forcejeo sólo logró calentarme más y ya me faltaba poco para venirme, y ni modo que lo iba a hacer en seco; así que la puse a cuatro patas, me ensalivé los dedos y se los metí en el culo.

Ella gimió de dolor, pero no me dijo que parara.

Sin duda, no era la primera vez que le hacían algo así, pues lo estaba disfrutando tanto que empezó a mover las nalgas en un delicioso vaivén ayudándome a penetrarla más a fondo mientras mi otra mano alcanzaba sus chichotas; poco a poco se fue confiando y aceleró un poco más el movimiento, entonces empecé a deslizar la mano por todo su cuerpo, hasta que la posé justo en sus nalgas, la mantuve ahí escasos segundos y cuando menos lo imaginó, tomé mi verga, saqué los dedos y de un sólo golpe se la clavé en el culo.

Me agarré de sus caderas y empujé lo más que pude, pues quería que la sintiera bien adentro, pero sobretodo, que no se pudiera zafar; sin embargo, ella ya no protestó, al contrario, empezó a moverse muy sabroso y a aullar como una gata en celo, mientras mi verga percibía claramente los espasmos de su culito.

Cuando noté que se acercaba apresuradamente el placer final, la agarré con fuerza de los pechos aplastando su espalda contra mi estómago y ella volvió a gritar y a zarandearse de gusto mientras chorreaba su orgasmo; eso me excitó como un animal y me vacié al instante.

Durante unos segundos ambos respiramos jadeantes en el suelo por el placer recibido, pero de repente nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho y no pudimos ni mirarnos a la cara.

Nos vestimos en silencio, recogí todas mis cosas y me fui avergonzado sin decir palabra.

Pocos días después presente el trabajo sobre el ETT´S y al recibirlo calificado venia con la siguiente aclaración:

Tu trabajo tiene algunos problemas, sin embargo tanto tu enfoque como la forma de preparar el trabajo son excelentes. Calificación final: 8.

Atte. Lourdes.