¿Me prestas a tu mujer? (Candela, capítulo I)
Lucía le pide a su mejor amigo que le permita urdir un plan cuyo objetivo es llevarse a su mujer a la cama con su marido. Todo lo que pasa después, empieza a no tener ni pies ni cabeza. Hasta que los tiene...
-¡¿Cómo que si te presto a Candela?! ¡¿Pero tú te estás oyendo?!
No salía de mi asombro. Lucía, mi amiga Lucía de siempre, estaba contándome que, como su vida sexual con Nacho era una verdadera mierda, había llegado a la conclusión de que, meter a mi mujer en su cama, sería la solución a sus problemas de pareja.
-Lucía, ¿Y qué te contesto yo a eso? A mí no me importa que os la cameléis y hagáis con ella lo que os de la gana, es algo que no depende de mí. Si sois capaces y ella se apunta, toda vuestra. Lo que no entiendo es por qué me lo dices a mí y no hablas con ella directamente. ¿Es que tienes miedo de que te diga que no? Porque eso es seguramente lo que diría. ¿Qué pinto yo en esto?
-Que tienes que saber lo que va a pasar… Que no sería justo que, por lo que fuera, terminara pasando y yo le fallara así a mi mejor amigo, ocultándole que era algo premeditado. Sé que es casi imposible, José, pero quiero saber si me das la opción de intentarlo…
-Imagino que eres consciente de que has planeado algo que supone que Candela se salte muchos de sus principios, ¿No? Y, supongo, también habrás imaginado que si tu plan triunfa y, al final, se acuesta con vosotros a mis espaldas, le vas a hacer una grieta a nuestra relación.
-¡No! Porque, si tu sabes que va a pasar, no puedes considerarlo como unos cuernos.
-¡Pero es que Candela no sabrá que lo sé! Con lo que estará traicionando mi confianza… ¡Y encima con vosotros!
-¿Y el polvazo que te pienso echar en cuánto tengamos ocasión no te parece una buena compensación por el daño que podría causarte? Aparte, no me digas que no es también una poderosa razón para ayudar a tu mejor amiga y para que, todos, guardemos el secreto…
Esa era Lucía y esa era la razón de que nuestra amistad fuera tan especial.
Nos conocemos desde antes incluso de tener conocimiento. Vecinos desde que nacimos, si nuestros padres salían nos dejaban a uno en casa de la otra o viceversa. Hemos dormido en la misma cuna. Conforme fuimos creciendo forjamos nuestras personalidades entre los dos porque éramos inseparables. Yo tengo mucho de Lucía en mi forma de ser y ella tiene mucho de mí. Y, en cuanto al sexo, con todo lo que os he contado ya os podréis imaginar cómo lo descubrimos y lo bien que nos compenetramos…
¿Qué por qué no terminamos juntos? Pues porque llegó un día en el que supimos darnos cuenta de que nos estábamos perdiendo el resto del mundo y comprendimos que teníamos que conocerlo. Jamás nos casaríamos pero siempre estaríamos uno en la vida del otro. A pesar de que nuestro sexo era, y es, cojonudo, nuestra actual amistad se basa en principios muchos más morales, típicos y tópicos, pero no por ello menos reales o valiosos.
Y, de vez en cuando, y por razones más que justificadas, le damos un repaso a los lazos sexuales que, también, sirven de sujeción de nuestra amistad.
-Eres muy mala…
-Lo sé, y sé que te encanta.
¿Y a quién no? Es que no os podéis hacer una idea de lo buena que está la cabrona. Y, que un pivonazo como ella te diga esas cosas, pues tiene los efectos que tiene... ¡Qué me encanta cuando me las dice… porque sé que las cumple!
Desde que dejamos de salir nos hemos acostado un par de veces, nunca desde que estoy con Candela, y os puedo asegurar que han sido los dos mejores polvos de mi vida. Imagino que, por eso de ser lo prohibido, el sexo con ella es mejor que cuando estábamos juntos y además, y aunque esté feo decirlo, con ella puedo hacer más cosas de las que hago con mi mujer.
-Ya sabes que es paraíta… Te va a costar convencerla -Se me tiró encima con una sonrisa de oreja a oreja conforme leyó mi aprobación entre líneas y me dio un abrazo y un besazo apretado en la mejilla-. ¿Has pensado ya en cómo vas a intentarlo?
-De momento tengo claro que, al principio, tenemos que estar las dos solas. Aún me falta perfilar cómo incluir a Nacho.
-Y, ya puestos, ¿Por qué no los cuatro y nos evitamos problemas?
-Ya te lo he dicho antes, tengo que arreglar mi vida sexual con Nacho. Si tú vienes es capaz de pensarse que lo que pretendía en realidad era follar contigo. Si solo está Candela, Nacho podrá pensar que soy bisexual pero no le dará la más mínima importancia. La fantasía del trío con Candela le pone tanto que no se parará a pensar en otra cosa.
-¿Y por qué Candela? ¿Es que no vale cualquier otra tía?
-No. Nacho no es de tríos pero, con tu mujer, haría una excepción. No lo haría con una desconocida y, de las conocidas, solo lo haría con ella.
No había conocido nunca a nadie con unas orejeras tan enormes como las que Nacho llevaba puestas. Era extremadamente tradicional y moralmente estricto en cuanto al sexo se refiere. Y eso no es normal en un hombre. La diferencia de planteamientos entre él y Lucía era la razón por la que estaban atravesando aquella crisis. Mi amiga había podido soportar la situación durante un tiempo creyendo que podría cambiarle pero, cuando se vio diez años después en las mismas lindes sexuales que cuando empezaron a salir, fue cuando le entró el agobio.
-¿Por qué te casarías con él…?
-Porque fui tan tonta que creí que sus otras cosas buenas solaparían las carencias de la relación… Y porque le quiero aún siendo como es…
-¿Y ahora qué?
-Pues… Conforme lo tenga todo atado pondré en marcha mi plan y rezaré por que funcione.
-Ni que decir tiene que quiero todos los detalles de lo que pase…
-Si Candela no te cuenta nada no te preocupes, ya te pondré yo al día.
Terminamos de echar el café volviendo sobre nuestros pasos en el tema de Candela y hablando también de otros asuntos triviales. Nos despedimos y quedamos en mantenernos informados constantemente de cómo se fueran desarrollando las cosas.
Al cabo de unos días Candela me contó que había quedado con Lucía para echar un café porque estaba pasando una mala racha.
-¿Y por qué te llama a ti en vez de a mí?
Hice el paripé preguntándole a Lucía por el whatsapp por qué no podía ir yo para que mi mujer no notara nada extraño, estamos hablando de que mi mejor amiga llamaba a mi esposa antes que a mí, y conseguí que mi mujer se tragara el anzuelo y Lucía me confirmó que la cita sería a primera hora de la tarde del sábado siguiente, en casa de Lucía.
Aquella fue una de las tardes más extrañas de mi vida. Después de comer, Candela se acicaló un poco y, tras darnos los tradicionales cariños, se marchó a la cita con nuestra amiga.
-Ya va para allá…
-Ok. Ya lo tengo todo listo, voy a ponerme a hacer el café. ¿Cómo piensas pasar la tarde? No te recomiendo que te la lleves entera comiéndote la cabeza, es un sufrimiento inútil.
- Pienso pasarla viendo porno en internet y fantaseando con vosotras dos. Conforme ha salido por la puerta me he quitado la ropa y he encendido el ordenador…
-José, tío… De verás que no sabes lo rara y difícil que es para mí esta situación… Te quiero muchísimo... Mil millones de gracias…
-Si te puede servir de ayuda, no te sientas culpable. Ya tendremos oportunidad de arrepentirnos de otras cosas… Si ocurren…
-Te mantendré informado. Muacks!!
La tarde no se desarrolló, para nada, tan tranquila como había imaginado. No hubo porno suficiente en la red como para hacerme olvidar lo que podía estar pasando en casa de Lucía. Si Candela se liaba con ellos a mis espaldas, por mucho que yo lo supiera y por muy buen polvo que echara luego con mi amiga para desquitarme, estaba seguro que eso iba a provocar una grieta en nuestra relación, una grieta que no sabía cómo reparar ni cómo podría llegar a ser de grande. Me pasé la tarde imaginando de mil maneras distintas cómo podría ser la conversación que tendríamos esa noche y, en una de ellas, introduje la variable “se nota en la cara”. Entonces me paré a pensar en si sería capaz de notárselo en caso de que pasara algo y, por ahí, logré empezar a calmarme. Estaba machacándome sin razón. Aunque estuviera muy bien que preparara mis palabras, hacerlo no tenía que significar que Candela me hubiera engañado. Era algo que no sabía y que no tenía que preocuparme más de la cuenta porque, tan solo con verle la cara, sabría qué pasó.
-Antes de que tengas oportunidad de escribirme nada… ¡¡El próximo guasap te lo vuelvo a mandar yo!! No quiero que me adelantes una noticia que me gustaría ver en la cara de Candela…
Mi mujer regresó alrededor de las nueve y, en los primeros compases, fui incapaz de verle algo diferente en la cara ni en la forma de comportarse. Incluso me contó cómo había ido la tarde con Lucía y qué era lo que le pasaba. Parecía estar tan normal como siempre. Sin embargo, después de cenar y mientras teníamos la tele puesta de fondo y charlábamos, sí que comencé a observar conductas sospechosas.
Tenía ganas de discutir…
Tuvimos tres conatos de bronca sin venir a cuento que tuve que sofocar antes de perder los papeles. Era mucha la presión que sentía en esos momentos y, lo último que me convenía, era mostrarme inestable o meter la pata. Cosa que, inevitablemente, sucedería si no me controlaba. Finalmente, cuando la cosa volvió a sus cauces habituales y ya habíamos firmado la paz, cogió el móvil y empezó a hablar con alguno de sus contactos.
-¿Te importa que mañana me vaya a echar un café con Mercedes?
-Para nada, ¿Estás hablando con ella? ¿Qué se cuenta? Dale recuerdos.
Me contó un par de cosas y volvió a quedarse inmersa en la conversación que tenía por el móvil. Sí que estaba rara…
Yo seguía dándole vueltas a la cabeza y, entre el runrún, se me vino a la mente una idea horrible. Conocía muy bien nuestras discusiones sin venir a cuento pero, ahora, tomaban otro cariz. ¿Y si, en cada bronca espontanea, se escondía un comportamiento impropio de mi mujer? ¿Me los habría colocado tantas veces como broncas habíamos tenido? De ser así es evidente que Candela llevaba mucho tiempo mintiéndome. Pero no podía condenarla. Al fin y al cabo solo estaba teorizando, solo era una suposición sobre la que indagar.
De ser ciertas mis sospechas, evidentemente Candela no tendría la menor intención de contarme la verdad pero, digo yo, se la contaría a alguien. A Mercedes, seguramente. Era su mejor amiga como Lucía lo era la mía. Si había alguien que pudiera resolver mis inquietudes, esa era Mercedes. Tenía que encontrar el modo de sonsacarle…
-Está rara… Ha quedado mañana con Mercedes y tengo la impresión de que es para contarle lo que sea que haya pasado hoy en tu casa y que ya puedes contarme…
A los pocos segundos, mi teléfono vibraba con la respuesta de Lucía.
-Entonces irá para largo. El rato que ella pase con Mercedes lo pasaremos tú y yo follando. Ya sabes lo que ha pasado…
-¿Con quién hablas?
-Es Lucía, disculpándose de nuevo por no haberme dejado ir al café con vosotras.
Vi el miedo en sus ojos. Por primera vez me encontraba ante un signo evidente de que me estaba ocultando la verdad. Debía estar aterrorizada ante la posibilidad de que Lucía me contara algo y, de inmediato, quiso que dejara de prestarle atención al teléfono y, para conseguirlo, se me puso melosa, sobona y caliente de más. Me desnudó en el sofá, se desnudó ella también y, a cuatro patas y con el culo en pompa hacia la ventana, empezó a hacerme una mamada.
-¿Estás puta esta noche? –aquella postura me embrutecía hasta el habla.
-Contigo siempre soy puta mi amor.
Mientras me la comía no podía dejar de imaginarme a Nacho envainándola por detrás. En esa postura, viéndole la espalda y el culo, y con el martilleo de la infidelidad en mi cabeza, era imposible no hacerlo. De buena gana abriría la puerta de la calle si, con ello, supiera que iban a entrar mil hombres a follársela mientras me la mamaba. Estaba rabioso y excitado a la vez pero, curiosamente, suponer que venía de tener sexo a mis espaldas y que se estuviera entregando de aquella manera conmigo, me provocaba una especial excitación y, a la vez, daba alas a mi imaginación y mis fantasías, de alguna manera, parecían estar más cerca de la realidad que en ocasiones anteriores. Candela era una golfa aunque quisiera negarlo y, tal vez, esta experiencia sirviera para abrir puertas que ella no había querido abrir antes. Los polvos con remordimiento tienen esas cosas, que vuelven al pecador sumiso y obediente…
Antes de correrme le frené la boca. Estaba entusiasmada y yo no quería terminar tan pronto. La levanté, nos pusimos de pie, la cogí en peso y la penetré aprovechando lo fácil que me resulta mantenerla en el aire debido a que, en comparación, ella es pequeñita y yo soy grande. Tengo una esposa manejera…
Contra la pared del pasillo, contra la puerta de la calle, sobre la encimera de la cocina, en el lavabo… Fui recorriendo la casa a mi antojo y ella gozaba con el polvo en cualquier lugar, en cualquier postura. Así que abrí la puerta de la terraza, la puse de pie mirando al horizonte y apoyando sus manos en la barandilla, me situé detrás y seguimos follando a la luz de las estrellas y de las farolas de la calle.
-No silencies tus gemidos, grítaselos a los vecinos…
Era tentar demasiado a la suerte. En condiciones normales me habría resultado mucho más difícil incluso sacar a Candela a follar al balcón y, sin embargo, la muy hija de puta relajó la garganta y sus gemidos empezaron a ser sonoros.
-Buena zorra estás tú hecha –susurré con lascivia y Candela volvió a gemir al escucharme.
Si seguía así iba a hacer que me corriera, estaba demasiado puta como para poder aguantarme mucho tiempo más. Ralenticé el ritmo con el que la estaba empalando hasta detenerlo y evité clavarme antes de sacarla porque, de haberlo hecho, me habría corrido. Por el contrario jugueteé con los dedos sobre su clítoris mientras desenvainaba y, por último, le di la vuelta, la cogí de nuevo en peso y volví a penetrarla subiéndola y dejándola caer haciendo fuerza con los brazos.
Regresamos dentro de casa, cogí el móvil al pasar por el salón y nos fuimos al dormitorio. La tiré sobre la cama, saqué sus juguetes del cajón y empecé a grabarla.
Miraba al pequeño objetivo del móvil como si me mirara a mí. Sus ojos transmitían ardor y lujuria, pasión, sexo y vicio, desenfreno… Acompañaba aquella mirada adoptando poses muy sugerentes a la par que se masturbaba, se rozaba con el consolador o se metía las bolas chinas. Tenía sobre la cama a una auténtica perra desatada.
-Eres puro vicio… ¿Eres puro vicio? –Asintió follándome con la mirada-. Seguro que te sientes sola en esa cama… Un buen par de pollas te vendrían muy bien, ¿A que sí? –por la forma en que se mordió el labio supe de inmediato que diría que sí a cualquier cosa que le dijera-. Pídeme una…
-La tuya…
Me acerqué al filo de la cama para que, a cuatro patas, se la metiera de nuevo en la boca.
-Esta ya la tienes, falta otra… Cómetela como si fuera esa en la que estás pensando –cerró los ojos. Efectivamente estaba pensando en otra polla. En la de Nacho, seguramente-. Abre los ojos… Mira al móvil y dime de quién es esa otra polla…
-De Nacho –respondió sin dejar de mamármela.
-¿Te gustaría estar aquí, comiéndome la polla mientras Nacho te folla? –asintió metiéndosela entera en la boca, sacando aún más el culo, moviendo circularmente las caderas y gimiendo.
Le di la vuelta y la puse, en la misma posición, mirando al lado opuesto de la cama, al espejo del armario, me subí de rodillas en la cama, le abrí las piernas y la penetré. Luego empecé a cabalgarla lentamente mientras seguía grabando el excitante reflejo que me ofrecía el espejo.
-¿Así también vale? ¿Te gustaría estar comiéndote la polla de Nacho mientras que yo te follo?
No pude evitar darle aquel azote en el culo justo después de que me respondiera con aquella mirada con la que me miró. Volvió a morderse el labio y a gemir.
-Díselo –me vio referirme al móvil en el espejo-. Enséñale lo cachonda que estás y dile que te gustaría que estuviera aquí.
Apretó el culo contra mí sin dejar de mover las caderas. Miraba al reflejo del móvil, miraba al objetivo exhibiendo sin ningún tipo de pudor su deseo sexual. Era tan real…
-Nacho… Faltas tú… Tendrías que estar aquí follándome también. José quiere verlo… Quiere compartirme contigo…
Se llevó el segundo azote.
No me quedó otra que desbocarme. La forma de decir lo que dijo, en la que ni yo mismo era capaz de distinguir dónde terminaba la fantasía y dónde comenzaba la realidad, me puso cachondísimo. Detuve la grabación, tiré el móvil sobre la cama, la cogí por las caderas y comencé a galopar. Luego la tiré boca arriba sobre la cama haciendo el pollo, volví a clavársela y, follándomela a golpes de cadera, le escupí en el clítoris y se lo estimulé con la yema del dedo gordo, ejerciendo cierta presión según lo fuertes que fueran sus gemidos. Y, cuando empezó a correrse, solo tuve que perder el control para hacerlo yo también.
Nos quedamos tirados boca arriba en la cama durante unos minutos mientras recuperábamos el aliento. Y ese tiempo también me sirvió para volver a la realidad y ser consciente de qué había pasado y por qué había pasado. Imaginé que Candela estaría igual que yo, volviendo a la realidad, y decidí no hacer ningún comentario que pudiera resultar más peliagudo de lo necesario. Era mejor comportarse como si hubiéramos echado un súper polvazo de reconciliación después de la discusión tonta que habíamos tenido un poco antes del polvo.
Regresamos al salón con la excusa del cigarro de después y, en pocos minutos, nos habíamos vuelto a sumergir en la rutina de un sábado noche en casa y nos quedamos viendo la tele para entretenernos un rato antes de irnos a dormir.
El domingo amaneció como cualquier otro. Desayunamos, recogimos un poco la casa y nos fuimos a echar unas cervezas en el bar de un amigo. Me extrañó que no me dijera nada acerca del polvo que habíamos echado, mas aun si tenemos en cuenta que ocurrieron muchas cosas de las que se podría hablar porque no eran precisamente normales. Sin embargo no dijo ni esta boca es mía. Seguramente tenía demasiadas dudas en la cabeza como para arriesgarse a meter la pata sin darse cuenta. Por eso se le iluminó tanto la cara cuando vio en el reloj que llegaba la hora de irse con su amiga Mercedes.
-¿Qué vas a hacer tú?
-Me voy a casa. Tengo ganas de empezarme el libro que te dije.
Nos despedimos y cogimos caminos diferentes. Conforme nos perdimos de vista cogí el móvil y avisé a Lucía.
-Vente para casa. He mandado a Nacho a la nave con mi padre. Después del regalo que le hice ayer va a estar mucho tiempo haciendo todo lo que le diga…
Ya habíamos hablado esa misma mañana cuando bajé a por los churros para el desayuno y la había puesto al día sin contarle muchos detalles porque esos me los guardaba para cuando nos viéramos. Me moría por enseñarle el video y lo zorra que se había puesto Candela.
Me recibió cubierta por una bata de seda de amplio escote y raja lateral que, además, no llevaba atada con fuerza. Era muy fácil ver sus maravillosos pechos desnudos bajo la seda.
-¿Café?
Nos sentamos en la mesa del salón y comenzamos allí la charla. Empecé a contarle lo que había pasado desde que llegó a casa y, cuando llegó el momento, le di el móvil para que viera el video.
Durante los seis minutos y pico que dura, me entretuve en leerle la cara y en buscarle las tetas por el escote, tampoco es que ella hiciera mucho por ocultarlas, mientras lo comentábamos. Imagino que me estaría viendo mirarle el pecho con el rabillo del ojo, las mujeres tienen un don especial para hacerlo, pero yo no la vi apartar la mirada de la pantalla ni un momento desde que empezó hasta que terminó.
-¡Vaya! Pues sí que se lo pasó bien ayer… Tuvo el día completito…
Era el momento de que me contara qué había pasado por la tarde. Sabía que habían terminado follando pero no tenía ni idea de cómo había pasado, de qué había hecho Lucía para convencer a mi mujer de cometer una infidelidad con ella y con su marido.
-Lo nuestro también está grabado –mi cara debía ser un poema-. De principio a fin… Vamos a sentarnos en el sofá y lo vemos en la tele.
Aparecieron las dos en pantalla sentadas en el sofá en el que estábamos y, enseguida, busqué con la mirada el lugar desde el que el salón ofrecía ese encuadre. Tal y como suponía, en la esquina, pegada al techo, había una cámara de seguridad.
-¿También con sonido? –Lucía asintió.
Pasó los primeros minutos a cámara rápida mientras iba contándome de lo que hablaban. Habían empezado por temas intrascendentes y, poco a poco, había ido introduciendo en la charla la supuesta razón por el que la había llamado para quedar.
-Y le digo: ¿Tú qué opinas de que me monte un trío con Nacho? Te he llamado a ti porque no puedo hablar de esto con José. Él me diría inmediatamente que sí, que es una idea estupenda, y no sabría darme explicaciones o, al menos, no las que yo necesito. Ya sabes cómo son los hombres… Para esto necesitaba la opinión de otra mujer….
-Y se lo tragó…
-¿Tú que me habrías dicho?
-¡Que me parece una idea estupenda!
Nos echamos a reír. Lucía me conocía tan bien que podía cotillear con Candela sobre mí que sabía que, enseguida, la pondría de su parte. Evidentemente mi mujer se tragó la historia de mi amiga y, con el tema sexual puesto ya sobre la mesa, la conversación continuó desarrollándose con total complicidad.
-Atención a lo que pasa a partir de ahora…
Hasta ese momento la postura y argumentos de Candela en cuanto a los tríos, en sentido amplio, había sido más o menos la habitual, la que yo conocía. Me había sorprendido en un par de ocasiones diciendo algo desinhibido que no me esperaba de ella pero, por lo general, era la Candela de siempre. Sin embargo, después de que Lucía me avisara, vi como la Candela de la tele empezaba a parecerse cada vez menos a la que lleva seis años viviendo conmigo y se iba convirtiendo en otra totalmente desconocida.
Lo primero que hizo fue vulgarizar el lenguaje. Al principio, cuando tenía que nombrarlo, se refería con cierta vergüenza al sexo masculino como “la churrilla”. Ahora ya decía polla y coño sin ruborizarse. A continuación Candela empezó a mostrar una, para mí, desconocida curiosidad acerca del sexo en grupo.
-¿Y esas cosas por qué no las habla conmigo? –protesté.
-Porque eres su marido y no sabrá cómo preguntártelas. Le dará palo…
-Pues no debería
-No, no debería… Más aún cuando, para otras cosas, sí que no tiene vergüenza… Que no cualquier mujer es capaz de decirle a su marido a la cara que quiere comerse otra polla distinta a la suya.
-¿Me prestas a Nacho? -nos echamos a reír y seguimos viendo el video.
La conversación había entrado en los roles lésbicos de las mujeres que participan en un trío con un hombre y Candela seguía haciendo preguntas para satisfacer su curiosidad que Lucía le iba contestando con tantas explicaciones como fueran necesarias.
-¿Y tú estás dispuesta a montártelo con otra tía?
-Es que hay una diferencia muy sutil entre “otra tía” y “qué otra tía”. Está claro que no vale cualquiera como tampoco te lías con cualquier tío. Solo con los que te gustan… Es lo mismo.
-¿Pero es que te gustan las mujeres?
-Veo que sigues sin seguirme… Imaginemos otras circunstancias diferentes a las actuales en las que, por el motivo que sea, terminas por tener sexo con José y con otra mujer y resulta que esa mujer soy yo, o es Mercedes o… Yo que sé… Alguien que te inspire confianza. Ahí está el quid de la cuestión. No tienen por qué gustarme las mujeres como norma general, pero sí que podría acostarme con una si esa mujer me transmite confianza y se dan las circunstancias oportunas.
Candela se quedó pensativa unos instantes.
-¿Y has pensado ya a qué mujer de confianza quieres meter en tu cama?... ¡¡Un momento!! ¡¡Sí que lo has pensado!! Me has llamado a mí… ¿quieres tener sexo conmigo? ¿Qué me acueste contigo y con Nacho?
-Te aviso que folla como Dios…
-Y yo te recuerdo que estoy casada y que no podría hacerle esto a José por mucho que quisiera.
-¿Solo porque estás casada? José no tendría por qué enterarse…
Vi en la tele cómo mi mujer se levantaba del sofá y se quedaba mirando seriamente a mi amiga. Tenía toda la pinta de que iba a irse pero, sin embargo, sabía que no había sido así, que al final había habido tema. Al menos eso era lo que me había dicho Lucía. La miré para ver si me lo explicaba y su sonrisa me bastó para entender que tenía que seguir viendo el video. Volví a prestarle atención a la pantalla y entonces, sin venir a cuento, vi como Candela comenzaba a desnudarse.
-A mí enséñame cómo va esto pero bien… ¿Te quitas la ropa?
-Quítamela tú…
Y, sin cortarse un pelo, se sentó a horcajadas sobre ella y empezó a desabrocharle la blusa.
-¡Coño! ¡Candela! ¿Tú desde cuándo eres así? –me pregunté en voz alta.
-Creo que lo sabe…
-¿El qué?
-Cuando se desnudó no supe qué pensar pero luego, conforme vi que no titubeaba al desnudarme supe que me había cazado –paró el video y retrocedió un poco-. Mira cómo le cambia la cara después de decirle lo de que no tendrías por qué enterarte. Yo no he sido capaz de interpretar qué pueden significar esos gestos pero supongo que tú sí puedes. Dime… ¿Lo sabe?
Era evidente que lo sabía. Candela me había escuchado hablar en los labios de Lucía y nos había descubierto.
-¡Puto condicional!
Se quedó pensativa unos segundos y, por fin, le vi en la cara darse cuenta de lo que había pasado. La frase “José no tendría por qué enterarse” tiene dos lecturas. En un modo coloquial, la frase está afirmando que el sujeto no va a saber algo pero, en su modo lingüístico, solo establece la posibilidad de que el sujeto no lo sepa, por lo que también deja hueco a la posibilidad de que sí que lo sepa. “No tendría por qué enterarse” se puede acompañar de un complemento circunstancial de tiempo como “nunca” o como “de momento”. Incluso se podría interpretar que yo no tendría por qué enterarme de lo que pasara, después de que ellas mantuviera la charla, porque podría haberme enterado antes de la mantuvieran.
-¿Tú también usas el condicional para no mentir mientras mientes? ¿Y por qué no nos hemos dado cuenta antes?
-Porque tú y yo no nos mentimos.
-¡Mierda! ¡Es verdad!
-Por eso me echó el polvo que me echó anoche… -volví a pensar en voz alta.
-Pues parece que ella también tiene un plan… ¿Terminamos de ver el video o ya no hace falta?
Candela tenía un plan, ¿Cuál? ¿Con qué intención? En esos momentos estaba en casa de Mercedes, o eso me había dicho, y, de repente, mi cabeza comenzó a llenarse de preguntas, dudas, suposiciones, teorías e, incluso, conspiraciones tan variopintas que sentí que iba a estallar. Necesitaba deshacerme de esa presión porque, con ella, me iba a resultar imposible pensar con claridad.
-Ponlo directamente cuando empezáis a follar.
-Ah! Entonces se queda por dónde va…
Y, conforme le dio al play, me desnudé, le desaté la bata y comencé a acariciarle el cuerpo con la firme intención de pegarnos el polvo que nos habíamos prometido. Me serviría para desfogar y, así, luego nos resultaría más fácil comenzar a tramar la nueva intriga con la que descubrir a qué estaba jugando mi mujer.