Me pone que mi hijo me meta mano (4)

Cuarta -y última- entrega de la carta en la que una madre relata cómo le excita que su hijo le meta mano, la sobe y se la folle a placer, con el morbo añadido de que casi siempre suelen hacerlo cuando su esposo está delante, a escondidas de él.

A la mañana siguiente, madrugamos e hicimos unos cuantos kilómetros de senderismo. En varias ocasiones mi hijo se hacía el rezagado para, aprovechando que yo le esperaba siempre, sobarme un rato el culo cuando caminábamos a distancia de mis padres y de mi esposo que iban delante; a mí aquella situación me ponía caliente como una moto: mi hijo me sobaba a placer a escasos 50 metros de su padre y de sus abuelos y, además, el muy golfo aprovechaba la más mínima curva del sendero para, si no nos veían, atraerme hacia él y besarme con locura; yo me dejaba hacer todo lo que mi hijo quería de mí porque en ese momento me encontraba fuera de mí, era una hembra caliente y hambrienta de placer pero también era consciente de que no podíamos llegar a más. Por la tarde, nada más comer, nos acostamos la siesta y a mí, la emoción de lo prohibido no me dejaba dormir, así que en cuando oí a mi marido roncar, bajé a la cocina con intención de beber algo fresco.

Como tenía que pasar por delante de la habitación en la que estaba acostado mi hijo y éste tenía la puerta entreabierta, estuve tentada de entrar y acostarrme con él en su misma cama, sin embargo no me atreví a tanto; lo que sí hice fue pararme frente a su puerta y con un suave: -Shhhhh - le hice girarse puesto que tampoco dormía, con el dedo índice hacia abajo le hice señas de que bajaba a la cocina y al poco tiempo bajó él también.

La escena fue similar a la del día anterior, me apoyé de nuevo contra la repisa de la cocina, con las braguitas en la mano, y cuando mi hijo llegó hasta mí y me la enchufó sin más miramientos, le pasé los brazos por el cuello amorrándome a su boca en un beso frenético lleno de lujuria y del que sólo me separé para susurrarle:

-Fóllame fuerte, cariño, que esto es el colmo del puterío… en casa de los abuelos… papá en la cama y yo follando en la cocina con tu polla dentro, qué puta soy ¿verdad?

-Sí, mamá… eres una puta, eres mi madre, mi amante y mi puta.

-Sí, cielito soy tu madre, soy tu puta y soy tu amante, pero madre, puta y amante sólo para tí, cariño, sólo para tí... y no podemos hacer ruido, porque el abuelo tiene el sueño más ligero que papá… ¿comprendes mi amor? solo faltaría que él también tuviese sed, viniera a la cocina y nos pillara enganchados... aunque no me importaría... fóllame, hijo… fóllame, que mi chochito se derrite contigo, mi amor... que me corro otra vez para tí...

Mi hijo no quiso esta vez correrse dentro de mí, sino que, sin decirme nada, sacó su hermosa polla del interior de mi conejito, la colocó sobre mis manos y se corrió en ellas, y como yo tenía sujetas las braguitas con una de las manos, parte de la corida de mi hijo cayó sobre mis bragas, lo cual me calentó todavía más porque, después de limpiar la polla de mi semental con ellas, volví a ponérmelas y subí a acostarme al lado de mi marido; me enloquecía de morbo acostarme al lado de mi esposo, después de haber follado con mi hijo y con la leche de él empapando mis braguitas, ya he dicho que soy muy morbosa y aquello me calentó tanto que creí volverme loca de goce.

Otro día, mi amiga R.O. nos invitó a la boda de su hija… (R.: te agradezco esta invitación porque significó un paso más en nuestro avance en búsqueda del límite del placer prohibido) la ceremonia fue por la tarde y después del banquete nocturno, retiramos varias mesas haciendo un círculo entre ellas y nos pusimos todos a bailar, yo bailé con mi esposo, con el novio, con el padrino, con varios invitados… pero me faltaba el macho principal de la fiesta: aún no había bailado con mi semental.

En un momento dado, dejaron el salón en semi-penumbraa y cambiaron la música por otra digamos… más placentera a la hora de bailar; esta era la ocasión que estaba esperando, así que busqué a mi hijo y lo vi bailando muy acaramelado con una jovencita minifaldera, cosa que me enceló, así que me acerqué a ella y le dije:

-¿Me prestas a mi hijo para que baile con él…? como mi marido se ha ido a beber con sus amigos...

Cuando nos pusimos a bailar, tuvimos que hacerlo muy apretados porque la pista era pequeña y estaba a tope, mi hijo empezó a sobarme el culo y cuando pasó su mano por encima de las cintas del liguero que aquél día me había puesto, acercó su boca a mi cuello y tras darme dos o tres besos rapidísimos, me susurró al oído:

-Mamá… no me digas que te has puesto liguero

-Si, mi vida… me los puse para ti… ¿te gustan…?

-Cuando te los vea te lo diré.

-¿Sabes, mi amor? –continué diciéndole al oído- he bailado con papá y él no se dio cuenta de que lo llevo ¿y sabes por qué?, porque sus manos no han bajado de mi cintura… en cambio las tuyas no suben de mis nalgas

-¿Y tú dónde prefieres las manos, en la cintura como te las pone papá o en el culo como te las pongo yo?

Me alcé sobre mis zapatos para darle un piquito y le respondí:

-A ti que te parece, bribón…?

-A mí me parece que mi padre es imbécil, tiene una mujer maciza en casa y no sabe aprovecharla

-Ya te aprovechas bastante tú, ¿no? –le respondí sonriendo desafiante-

Con la poca luz que había en la pista y como estábamos apretados nadie podía ver las manos de mi hijo que, una en cada una de mis nalgas, me sobaban a placer hasta que me empujó el culo contra su pubis, me restregó un poco contra él y me dijo:

-¿Estás caliente ahora, mamá?

-Como un horno

-¿Quieres que follemos aquí…?

-Me encantaría

-Pues caliéntame un poco mas, venga

-¿No te calentó bastante tu amiguita? -le pregunté celosa-

-Sabes que nadie me calienta como tú, mamá… y más hoy… con tus ligueros

-Me los puse para ti, mi amor… -le musité mimosa, y continué calentándolo- ¿y sabes otra cosita…? Me he puesto el tanga por encima… así cuando me lo quites no hará falta soltar las tiras del liguero

-Aprieta las tetas contra mí, mamá, y sigue hablándome

-Qué caliente me pones, hijo… mira… no sigas apretándome contra ti o me corro aquí mismo, cariño, vamos a terminar de bailar esta pieza, luego espera 5 minutos y sube al baño de arriba, que yo te estaré esperando en la puerta si veo que no hay peligro ¿vale, mi amor?

Subí al baño humedeciendo mi tanga, entré en eel baño de mujeres donde me quité el tanga y olí, me gusta el olor que suelta mi coñito cuando estoy cachonda, después de olerlo lo guardé en mi puño y me dispuse a esperar a mi hijo el cual no dejó transcurrir ni 2 minutos, ya que enseguida llegó y se metió conmigo dentro; en cuanto pasamos el cerrojo empezamos a besarnos como locos, y al momento mi hijo me giró de espaldas a él, me levantó la falda y se recreó un buen rato mirando, admirando y acariciando mis nalgas rodeadas por las cintas del liguero blanco que me había puesto; después de un rato de sobeteo, sacó la polla y jugó a meterla entre mis nalgas y las tiras del liguero y, por último, me la enchufó por detrás, haciendo ruido al entrar en mi coño, debido a lo empapado que estaba.

Cuando estábamos follando, entró alguien en el baño de caballeros, que estaba justo al lado, y como él también podía oírnos, mi hijo me dio la vuelta y siguió follándome, pero ahora uno frente al otro, nos besamos en la boca para no gemir y cuando me susurró que estaba a punto de correrse, me agaché frente a él, fijé mis ojos en los suyos, abrí mi boca y esperé con ella abierta a que mi hijito apuntara bien; a mi semental apenas le hicieron falta dos o tres saccudidas de su preciosa verga para venirse dentro de mi boca; recibí complacida toda su corrida y cuando terminó, mee levantó para besarme en la boca, momento pque aproveché para pasarle parte de su engrudo y le musité:

-Gracias, hijo… gracias por follarme tan bien y por calentar así a mamá

Pero quizá la situación más morbosa que hemos disfrutado hasta ahora, se dio el día en el que llegó a nuestra ciudad la vuelta ciclista a España. Ese día mi marido quiso ir a verla y mi hijo y yo le acompañamos. Como había mucha gente, estábamos pegados como sardinas y para evitar que la avalancha de gente nos separara, yo me agarré al brazo de mi esposo mientras mi hijo, a mi lado, se agarró a mi culo y aprovechó para empezar a sobármelo con el mayor descaro.

Miré para mi esposo y vi que tenía el cuello elevado, mirando hacia adelante, así que, mientras recibía en el culo las deliciosas caricias de mi hijo, llevé la mano que tenía suelta hasta su paquete y se lo acaricié por encima del pantalón, en ese momento, mi hijo llevó una mano hasta mi coño, el cual empezó a sobarme por encima de una falda ajustadita que llevaba, y tuve que morderme los labios para no gritar de placer.

La calentura que tenía con mi hijo metiéndome mano al lado de mi marido y rodedados de gente, sólo había una forma de calmármela, así que le dije a mi marido que estaba cansada de estar de pie y que quería sentarme en algún sitio, y cuando mi marido, como yo esperaba, me replicó que allí no había ningún sitio en el que pudiéramos sentarnos, le contesté:

-Pues vámonos a ese cine que hay ahí, sacamos dos entradas, nos metemos dentro y pasamos un buen rato sentados y descansando...

Mi marido me dijo que, para una vez que la vuelta a España terminaba en nuestra ciudad, él quería ver el final de la etapa, así que le pidió a mi hijo que me acompañara al cine para que yo pudiera sentarme; mi hijo puso una cara de tristeza y de regisnación que casi me convence hasta a mí, así que mi esposo le dijo:

-Házlo por mí, anda hijo, te debo un favor… ya sabes como son las mujeres...

Mi hijo y yo salimos de allí en dirección al cine, yo iba delante y él venía detrás de mí, sobándome el culo. Como había mucha gente y teníamos que abrirnos paso entre ella, íbamos muy despacito y allí, en medio de la gente, pasó sus manos por debajo de mis brazos y empezó a sobarme descaradamente las tetas; nos daba tanto morbo el hacerlo delante de todos que, tal y como estábamos, él sobándome las tetas y yo con el culo apretado contra su polla, giré la cara y nos dimos un beso largísimo en la boca, cruzándonos las lenguas y morreándonos un buen rato.

Cuando entramos en el cine, nos pusimos en la última fila, pero antes de sentarnos, me subí la falda hasta la cadera para dejar mis muslos y mi coño a disposición de mi hijo y cuando él empezó a acariciarme los muslos y a meterrme los dedos bajo la tira de mi braguita, levanté mi culito y le susurré:

-Quítame las braguitas, cariño, que las tengo pegadas… no he dejado de soltar caldos desde que empezaste a meterme mano...

Mi hijo me bajó las braguitas y empezó a meterme mano directamente en el chocho, luego se bajó la cremallera del pantalón, sacó su hermosa polla y yo me incliné sobre ella para chupársela. Empecé lamiéndole el glande y luego llevé mi lengua por toda la superficie de su asta, estaba durísima, cosa que me encantó, y me recreé chupándosela a placer.

Después de llevar un rato así, mi calentura llegó a unos límites que sólo podía calmármelos una buena follada, así que me levanté, me bajé la falda y agarrando a mi hijo de la mano le dije que me siguiera. Nos fuimos al baño de señoras y nada más entrar en él, me arrodillé en el suelo delante de mi hijo y de nuevo volví a chupar su hermosísima polla mientras le susurraba:

-Qué caliente estoy, hijo…, tengo el coñito ardiendo desde que empezaste a meterme mano...

-¿Te gustaba que te metiera mano delante de toda la gente, eh, tia buena?

-Muchísimo, mi vida, si sigues un minuto más sobándome el coño, me corro allí mismo, agarrada a papá...

Mi hijo me levantó y me apoyó sobre el water, en esa posición me la metió y estuvo un buen rato atizándome fuerte y dándome azotes en las nalgas, en ese momento me sentí tan caliente y tan puta de mi hijo que tuve que decírselo.

-Qué puta me siento follando con mi hijo dentro de un water... taládrame de una vez el coño, mi vida, que me corro... me corro... así... así...

Nada más decirle esto, me dio la vuelta y puso sus manos en mis hombros, invitándome a agacharme, cosa que hice, abrí la boca apra mi hijo y agarré su polla sacudiéndola y apuntando con ella a mi boca, cuando le apreté ligeramente los huevos con la otra mano, mi hijo se vino en una corrida fabulosa que yo me tragué en su totalidad, diciéndole:

-Si, cariño, dámela toda en mi boca, en mi boquita... en la boquita de tu puta, mi amor...

      • o o O o o - - -

A partir de ese día, mi hijo y yo empezamos a hacer muchas locuras, a veces creo que demasiadas; ya no me conozco a mí misma, mi vida sexual está adquiriendo unos derroteros de vicio que hacen que cada día que pasa me vuelva más loca e irresponsable y, paulatinamente han ido cambiando todos los aspectos en los que yo había cimentado mi vida:

  • Renuncié al rol de esposa fiel, para cambiarlo por el de puta
  • Abandoné la imagen de cuarentona más o menos guapa, para encontrarme con la de una hembra deseable

  • Dejé de ser la madre de mi hijo para convertirme en su amante y

  • El miedo a ser descubiertos que al principio teníamos mi hijo y yo, lo hemos cambiado por el morbo que nos da el riesgo de saber que muy cerca de donde yo me abandono en sus brazos, hay alguien que nos puede descubrir.

Y esto último es algo superior a nuestras fuerzas, porque a mí me pone muchísimo, que mi hijo me acaricie y me meta mano con la suave torpeza que lo hace y que luego me folle con una maestría que ni su padre tiene, pero lo que me vuelve loca de calentura, de morbo, de vicio, y de locura incontrolada, es que lo haga cuando mi marido está cerca.

No sé como calificar estas situaciones, pero son, sin duda, lo más gratificante que puede vivir una madre, sobre todo si esa madre es tan puta como yo.

Los polvos que me echa mi hijo, son rapidísimos porque las condiciones en las que lo hacemos no nos permiten recrearnos mucho, pero aún así, disfrutamos más con ellos que cuando nos quedamos solos en casa, nos metemos en su habitación y jodemos a mansalva. En estas ocasiones también disfruto, para qué voy a negarlo, pero tanto a mi hijo como a mí nos va el riesgo de esta relación prohibida y cuando me mete mano y me folla en situaciones de peligro, él se excita al máximo y yo me pongo completamente salida.

Soy morbosa, lo reconozco,

muy morbosa

, y quiero suponer que quien se haya aventurado a leer esta carta también lo sea; a todos los que lo hayan hecho, espero que sepan comprender, no sólo mi sintaxis y mi ortografía, sino también mi vida, y sobre ésta, espero también que (a la hora de juzgarla) no sean demasiado severos conmigo.

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C.F.

Alcalá de Henares (Madrid), noviembre de 2.009)