Me pasé por la piedra al novio de mi hijo

No fue fácil aceptar que mi hijo adolescente tuviera un novio, y me decidí a averigüar por mi cuenta qué era lo que tanto le gustaba de ese muchacho...

Me llamo Félix Barazarte, tengo 50 años, soy Psiquiatra Forense y trabajo como Comisionado en la Policía Científica de mi país, mi esposa murió de cáncer hace varios años, cuando Samuel, mi único hijo tenía 10 años, ahora ya tiene 19 y cursa el último año de bachillerato, ya quedó seleccionado para comenzar a estudiar Biología en la universidad este mismo año, hace 3 meses, ambos estábamos tomando y conversando, de repente así sin más comenzó a llorar amargamente, me preocupé mucho, no sabía que le pasaba, en ese momento me confesó que creía que era homosexual, yo a pesar de ser psiquiatra soy un poco machista en ese sentido, quizás por mi rudo trabajo rodeado de policías y delincuentes, pero ante el llanto y la desesperación de mi muchacho no pude menos que contenerlo, todavía albergaba la esperanza de que estuviera confundido por la edad como es tan común, pero me confesó que estaba muy enamorado de Juan Pablo, un amigo suyo, que tenía su misma edad y que estudiaba en el mismo curso que él, que desde hacía un tiempo tenían una especie de relación parecida a un noviazgo y que ambos necesitaban que sus familias lo supieran, pues no podían seguir escondiendo lo que sentían.

Esa noche lloré, me enfurecí y maldije como nunca antes lo había hecho, más allá de que él eligiera o no a un hombre era todo un camino difícil de recorrer en esta sociedad, además, era frustrar de alguna manera todo lo que tenía planeado para él, que se graduara, luego eligiera una buena mujer para casarse, me diera nietos, y yo podría morirme tranquilo, dejándolo hecho un hombre de familia, pero ahora no tenía ni idea de que pasaría, si este "amor" que me decía que lo embargaba sería cuestión de un rato, o tendría que terminar acostumbrándome a tener un yerno en lugar de una nuera, y olvidarme de los nietos, pensé tantas cosas que terminé quedándome dormido en mi estudio, sobre mi escritorio, los siguientes días fueron terribles, si bien no trataba mal a Samuel tampoco era igual, no sabía cómo llegarle, y eso lo tenía muy triste, yo en mi trabajo estaba hecho un incompetente, hasta las pruebas más evidentes se me pasaban por alto, los diagnósticos más certeros eran incomprensibles para mi, estaba demasiado conflictuado como para concentrarme en nada.

La semana siguiente durante la cena Samuel me preguntó si estaría de acuerdo en que Pablo cenara con nosotros al día siguiente, para que yo lo conociera, aunque no me sentía cómodo con aquello me parecía que era lo más razonable, le dije que iba a reservar en un restaurant para no tener que cocinar en la casa, ese día estuve tan nervioso como el día que le propuse matrimonio a mi esposa, me tardé años en elegir que iba a ponerme, hasta pensé en inventar que me sentía mal para no ir, pero Samuel me llamó y me dijo que ya estaban allá, así que no tuve más opción que llegar, allí estaban los dos en la mesa, como un par de amigos, seguro ninguno de los demás comensales se imaginaban que eran pareja, yo no me lo habría imaginado si no supiera que ese de allí era mi hijo, llegué a la mesa y ambos se levantaron, la tensión invadió el ambiente, la cara de ambos muchachos era poco menos que de terror, mi hijo me abrazó y casi tartamudeando me presentó a Pablo

  • Pa..pa..papá, él es, es.. él es Pablo, Juan Pablo
  • Mucho gusto señor, es un placer conocerlo- murmuró el muchacho mientras me estrechaba su mano temblorosa
  • Mucho gusto joven- Dije aún con un tono bastante serio

Creo que el par de veces en que habíamos coincidido nunca le presté atención, pero es un muchacho bastante atractivo, de una inocente belleza, casi infantil, lo suficientemente delicado, arreglado y amanerado como para presumir sus preferencias, pero no una loca pues, solo era un chico metrosexual como los que hay tantos ahora, luego de sentarnos y del interminable silencio al comtemplar la carta, la cosa se fue relajando, obviamente hablamos de cualquier cosa menos de lo que nos reunía en esa ocasión, Pablo también tenía 19 y había quedado seleccionado para estudiar Psicología, a pesar de su edad el muchacho es bastante culto, inteligente y maduro, ya para el final de la noche teníamos una interesante tertulia, y la tensión había desaparecido, no sé si para ese momento había aceptado al "novio" de mi hijo o si me caía tan bien que no me preocupaba por pensar en otras cosas.

Al terminar la cena Samuel fue a pagar con la tarjeta de crédito, Pablo y yo nos quedamos en silencio, luego de un momento que pareció interminable el muchacho decidió romper el hielo.

  • Sabe señor Félix, me imagino que esta situación es muy difícil para usted, pero no crea que es fácil para nosotros, y menos para Samuel, yo hace tiempo que estoy claro con mis preferencias y he asumido todas las consecuencias que aceptarlas me ha traído, pero él no, podría decirse que aún está muy confundido y dar este paso me parece algo muy valiente de su parte, a veces la vida nos trae cosas que no esperábamos, y aunque sea tentador, la mejor solución no es enconderse y evitarlas, sino hacerles frente, cómo estamos tratando de hacerlo ahora..
  • Mira joven...
  • Déjeme terminar señor por favor, en fin lo que quiero decirle, no es que me acepte o que seamos los mejores amigos, solamente que acepte a Samuel y no le dé la espalda, usted es todo para él sabe, y yo sé cuanto duele perder a un padre, el mío me da por muerto desde el día en que le confesé mi orientación sexual, pero Samuel no podría soportarlo, usted es todo lo que él tiene desde que murió su señora
  • Joven, yo entiendo, cómo tu dices no es una situación fácil, pero es lo que es, y yo estoy dispuesto a aceptarlo, quizás aún queden actitudes de mi parte que le hagan pensar que me molesta, pero le pido me comprenda, yo en verdad no sé si mi hijo está confundido o no, pero si sé que esto es lo que él quiere ahora, y mi deber es respetarlo, y si contigo es que quiere estar también a ti tengo que respetarte
  • Muchas gracias señor, es usted un buen padre

En ese momento volvió Samuel, todos nos levantamos y fuimos hacia mi carro, íbamos a dejar a Pablo en su casa, llegué hasta el frente del edificio y todos nos bajamos, el muchacho se despidió de mi con un ahora más seguro apretón de manos y luego Samuel se dirigió con él hacia la puerta del edificio, yo supuse lo que iba a pasar a continuación pero nada me habría preparado para eso, se dijeron unas palabras, un ligero abrazo y luego un beso, en la boca claro, no fue más que un breve piquito, pero me dió una punzada en el estómago ver a mi hijo haciéndolo, me calmé y luego nos enrrumbamos hacia la casa sin hacer ningún comentario más sobre el asunto. Luego de esa cena todo estuvo más tranquilo, ya yo me estaba acostumbrando a la idea, y me dí a la difícil tarea de asumir la realidad, de ser sincero con mis familiares y mis amigos con respecto al tema, de ser parco ante sus caras de catástrofe y sus posibles burlas a mis espaldas, de acostumbrarme cada vez más a la presencia constante de Pablo en nuestra casa, de ser lo suficientemente abierto para permitirle quedarse a dormir la tercera vez que Samuel me lo pidió, y lo suficientemente rígido para asegurarme que durmiera en la habitación de huéspedes, así fue transcurriendo todo sin mayores sobresaltos y cada vez era más natural para mi aceptar que mi muchachote tenía un novio y no una novia, pero que aún seguía siendo mi hijo y seguía siendo el mismo de siempre.

No había pasado más de un mes, cuando las condiciones me obligaron a asumir el rol más incómodo de cualquier padre, el de orientar a mi hijo en cuestiones sexuales, si era con hombres, bueno que le iba a hacer, igual tenía que enseñarle a protegerse y cómo saber obtener y dar placer, para mi sorpresa fue Samuel el que dió el primer paso y un día cualquiera mientras preparábamos la cena, se aventuró a hacerme una consulta, me contó que a pesar de haber tenido varias noviecitas antes y de unos que otros escarceos sexuales, aún era vírgen, no había penetrado nada todavía, y que había intentado varias veces metérselo a Pablo, pero estaba muy cerrado y le dolía, pues también era vírgen, tengo que admitir que todo aquello me pertubó, pero sobreponiéndome comencé a darle los acostrumbados "tips" que había desarrollado a lo largo de mi vida para tener sexo anal, Samuel se soltó y se puso a preguntar de todo, y yo cada vez más tranquilo comencé a responder de la forma más pedagógica y paternal posible.

Justo esa noche venía Pablo a cenar, Samuel se estaba bañando y me tocó a mi abrirle la puerta, apenas al verlo y sin querer queriendo comencé a ver a Pablo de otra manera, quizás por todas esas imágenes que revoloteaban en mi cabeza como producto de los relatos de mi hijo, total es que empecé a notar que el muchachito está muy bueno, alto pero no mucho, delgado pero no mucho, bastante atlético, cuerpo de nadador, cabello castaño un poco largo, ojitos verdes y labios rosados, es toda una lindura, tan femenino que puede poner a cien a cualquiera, seduce sólo moviendo ese pequeño pero perfecto culito al caminar, en algún nivel comenzaba a entender porqué le gustaba tanto a mi hijo, aunque en caso de que hipotéticamente me gustara, sería de una forma carnal, animal, visceral, no lo amaría, no querría más de él que apropiarme de ese tierno culo y destrozar ese virguito por completo, enseñarle a ese maricón lo que era un hombre de verdad, no el carajito inmaduro y confundido de mi hijo, al percatarme de todos los pensamientos que comenzaban a invadir mi cabeza decidí cortarlo, dejarlo sólo en la sala e irme a mi cuarto a darme un baño de agua fría, tonterías, sólo tonterías, concluí.

Esa noche después de comer nos pusimos a ver unas películas que había traído Pablo, una de ellas era Little Miss Sunshine, excelente en realidad, la discutimos por largo rato, hasta que ya era tarde para que Pablo se fuera a su casa, Samuel me lo comentó y yo accedí a que se quedara, asegurándome de que entendiera que iba a dormir en el cuarto de huéspedes, no vaya a ser que le diera por poner en práctica todos mis consejos sexuales en mi propia casa, hablamos un rato más mientras nos tomábamos una botella de vino y luego de asegurarme disimuladamente de que ambos muchachos estuviesen en sus respectivas habitaciones me fui a la mía, me despojé de las ropas, quedando sólo con mis interiores blancos tipo clásico y me tiré a la cama, no podía dormir, hice algo que tenía bastante tiempo sin hacer, puse una película porno en mi DVD, silencié el volumen del televisor y allí contemplándola me hice una tremenda paja, luego de acabar y de limpiarme, cómo es natural en mi, me dieron ganas de orinar, al abrir la puerta oí unos sonidos extraños, me quedé quieto y entonces vi en la oscuridad a Samuel pasando en dirección al cuarto de huéspedes, aún sin comprender la extraña curiosidad que sentía lo seguí sigilosamente, habían dejado la puerta un poco abierta y allí estaba Pablo de rodillas agasajando al pene de mi hijo con su rosada boquita, mientras este transportado de placer dirigía los movimientos de su cabeza con los dedos enredados en los castaños y lacios cabellos de su noviecito.

Me quedé observando un rato más, Pablito era todo un vicioso para mamarla, por lo visto le encantaba tener la boca bien llena de polla, se deleitaba chupándola, besándola, lamiéndola, succionándola, comencé a imaginar que el receptor de aquellos placeres no era mi hijo sino yo, que los gemidos de placer provenían de mi boca, que mis manos sujetaban esos lacios y fragantes cabellos, pero no, no era yo, claro que no lo era, porque yo lo haría tragársela aún más profundo, se la metería hasta provocarle arcadas, y cuando tratara de vomitar lo levantaría por sus cabellos, lo besaría pero no tiernamente, nada de eso, devoraría su fragante y dulce boca, lastimándolo, mordiendo sus suaves labios, chuparía lascivamente su cuello, impregnándome de su fragancia juvenil, embriagándome de su esencia, de su respiración acelerada, quizás un poco asustada, y luego lo tiraría boca abajo sobre la cama, le sujetaría las manos a la espalda, le hundiría la cabeza en el colchón, me montaría sobre él, le separaría las piernas y así sin más, yo... bueno yo... pues a mi no me... yo le haría... yo... justo en ese momento me vine copiosamente en mi mano, entonces me percaté de que me había estado pajeando todo ese tiempo, al abrir los ojos de nuevo los vi ahora sobre la cama, ambos jóvenes y esbeltos cuerpos sólo cubiertos por la luz de la luna, se besaban como si su vida dependiese de ello, y justo en el momento en que Samuel levantaba las piernas de Pablo para ponerlas en sus hombros, me sentí el padre más sucio del planeta por contemplar aquella escena y decidí volver a mi habitación, me tiré a la cama y presa de una confusión indescriptible de deseo, lujuria, rabia y culpa me quedé dormido.

  • Buenos Días señor Félix, como amaneció?- Me dijo Pablo con su habitual amabilidad
  • Buenos días Pablo, seguro no mejor que tu...- Con mi tono más seco
  • Ah, ehh, pues que bueno, me permite un vaso de agua, es que ya me voy a vestir para irme a mi casa, tengo varias cosas que hacer- Dijo algo cortado por mi actitud
  • De ninguna manera Pablo, un muchacho joven y con tanta "actividad" como tu debe tomar un buen desayuno para comenzar el día, y recuperar energías, la comida va a estar lista pronto- Dije en un intento absurdo de prolongar su presencia en la casa, que por alguna razón me tenía tan molesto
  • Que amable señor pero en verdad...
  • Dije que vamos a comer dentro de poco y punto.. Ve a sentarte a la mesa por favor

Pablo no me llevó la contraria, se sentó a la mesa y me veía de reojo como una expresión algo sorprendida por mi forma de hablarle, en eso se despertó Samuel, estaba que brincaba de contento, me saludó efusivamente, tácitamente agradeciéndome por los consejos que le habían permitido esa noche estrenar el culito de su novio, con él fui más seco aún si eso es posible, él se extrañó y muy callado se sentó a comer, ambos lo hicieron, el ambiente estaba tenso de nuevo, por mi forma represiva de mirarlos, ya debían suponer que yo sabía lo que había pasado anoche, apenas terminamos Pablo tomó sus cosas y se fué, y en un arranque que aún no puedo comprender comencé a reclamarle a Samuel, sin saber muy bien qué me molestaba, que ya no me quedaban dudas de la homosexualidad de mi hijo, que se había atrevido a tomar mi casa como un hotel, o si en un nivel más profundo, él esa noche había podido disfrutar de algo que estaba vedado para mi, y sobre todo utilizando mis propios consejos para hacerlo. Le reclamé agresivamente por cualquier cosa, entre otras cosas le dije de una forma bastante explícita que mi casa no era un motel para que viniera aquí a cojerse a su novio maricón, que mucho hacía yo con aceptarlo, que si quería tirar que trabajara para que le pagara un hotel y miles de barbaridades más que dejaron a mi hijo en el peor de los estados, llorando se encerró en su habitación y no salió en todo el día.

La semana siguiente Pablo no se apareció por la casa ni llamó al teléfono residencial, Samuel pasaba casi todo el día en la calle, supongo que con él y yo me moría de la vergüenza por mi forma inmadura de manejar de situación, aunque no tenía mucho tiempo para reflexionar pues justo en ese momento teníamos montado un importantísimo caso de un asesino serial de indigentes y todo mi departamento estaba acuartelado con las investigaciones, luego de la captura y las evaluaciones nos dieron a varios de nosotros la semana libre como recompensa, ese fin de semana Samuel tenía su primer viaje de campo en la universidad, irían a una reserva forestal en otro estado del país como introducción a las clases de botánica, yo para tratar de rezarcirme le di suficiente dinero y lo fui a despedir cuando salieron en autobús desde la universidad, esa misma tarde en la casa, llegó Pablo a devolverme un libro que Samuel le había prestado, traté de ser más amable con él como disculpa por la forma en que me había comportado antes, lo invité a pasar y le busqué conversación, me agradeció por el libro, era de Introducción a la Neurofisiología me contó que tenía su primer parcial práctico sobre esta asignatura y estaba seguro de que iba a clavarlo, pues no se podía aprender todos esos términos médicos, le dije que era falta de confianza que no me pidiera ayuda, pues como buen Psiquiatra ese es mi pan de cada día, me ofrecí para ayudarlo a estudiar, no sé si sólo con el interés de recuperar su buena imagen de mi, o si de trasfondo habría alguna otra intención encubierta.

Nos pusimos cómodos en el estudio y ayudados por un modelo a escala real que tengo del Sistema Nervioso Central comenzamos a desarrollar los temas, primero la filogénesis y la organización, después los sectores, la anatomía de la disección y los nervios raquídeos y finalmente la actividad fisiológica, desde las pequeñas sinapsis hasta las grandes vías de inervación de la médula espinal, el tema era extenso y prepararlo todo para el parcial del lunes ameritaba tiempo, así que más o menos a las 7 de la noche le propuse que descansáramos, comiéramos algo y si quería podíamos quedarnos la noche estudiando para que él repasara por su cuenta o con sus compañeros al día siguiente, aceptó él fue al baño y yo cuajé una idea quizás no tan inocente como pareciera, sin más ni más fui a mi habitación y me puse un trajebaño, busqué una toalla y cuando salí él también lo hacía del baño, se quedó lelo viéndome en aquellas condiciones, fingiendo una naturalidad absoluta le dije que me había provocado darme un chapuzón en la piscina que fuera al cuarto de Samuel y buscara algo para ponerse y así me acompañaría, él sin decir una palabra siguió mis instrucciones, sino estaba estupefacto por lo menos sorprendido estaría por mi improvisación, fui a la cocina y preparé una bandeja con pan gallego, jamón serrano, queso manchego, aceitunas, trozos de melón, y por supuesto aceite de oliva y pimienta negra, a la vez que descorché una botella de vino tinto y me dirigí a la piscina, tuve que hacer un esfuerzo para no soltar todo lo que llevaba en las manos cuando vi a Pablito allí, que belleza de muchacho, con su inmaculada y blanca piel surcada por breves pecas castañas, recubriendo sus marcados pero aún juveniles músculos, la línea perfecta de su espalda que se continuaba en la parábola impoluta de sus nalgas y sus esbeltas piernas casi sin vello, ese trajebaño blanco tipo nadador que le quedaba precioso, potenciando cada uno de sus atributos, éste último comentario no lo pude desviar de mi lengua.

  • Pero que lindo que se te ve ese trajebañito- Arrepintiéndome junto después de la palabra final
  • Ahhh, ehhh, si, es que Samuel y yo tenemos tallas parecidas- Dijo aún más confundido por mi comentario
  • Si, es cierto, es cierto... mira aquí traje algo para comer, para tener fuerzas para la noche que nos viene, je je- Dije sin captar el doblesentido de mis palabras
  • Que bueno, ya lo estaba necesitando, tengo mucha hambre

Si bien yo me había mostrado algo lanzado el muchacho se notaba algo nervioso, no obstante no me había quitado la vista de encima desde que me vió salir de mi cuarto, y no lo culpo, para un jovencito con sus preferencias debe ser bastante atractivo un hombre maduro con mis características, cabello negro bastante canosos en las patillas, con un entrecana barba de candado perfectamente recortada alrededor de los labios gruesos y experimentados, pues sin alardear para mis 50 años conservo un cuerpo y un porte mucho más formado que el de varios jovencitos, soy del tipo alto y formido, con los músculos bien marcados por el gimnasio, las clases de defensa personal y la actividad del trabajo, piel morena bien ceñida a mi cuerpo y vientre algo prominente pero todavía duro como una tabla, bien peludo por todo el cuerpo y con los vellos recortados en el pecho y las axilas, piernas fuertes, nalgas gordas y muy duras y un paquete que es mi orgullo, mi principal atributo, aún en reposo forma un bulto digno de admirarse, un monumento a la virilidad, y mucho más en ese pequeño trajebaño negro tipo tanga, casi podía sentir la mirada de Pablito escaneándome y esa situación me ponía a millón, ya no pensaba a en Samuel, ni en que él fuera su novio, el deseo me estaba ganando la batalla y me sentía como un león macho que se agazapa y vigila al acecho a la indefensa y esbelta gacela Thompson que le va a servir de diversión y de bocadillo para una calurosa noche de la llanura africana.

Ambos nos metimos a la cálida agua de la piscina que nos arropaba del frío que ya empezaba a arreciar, uno a cada lado de la alberca, le dije que si acercara si es que quería comer algo, se metió debajo del agua y vino nadando, se colocó casi dos metros a uno de mis lados, lo suficiente para alcanzar la bandeja con algo de esfuerzo, en uno de estos intentos con su brazo extendido lo hale hacia mi suave pero firmemente, lo suficiente para que sintiera el calor de mi cuerpo, el muchacho tenía cara de terror, creo que más por lo que él sentía que por comprender mis intenciones, entonces lo solté y le dije que yo no mordía, casualmente haciendo referencia al ejemplo del león y él sonrió y se quedó más cerca de mi, así comenzamos a comer, cada mordisco que le daba a un trozo de melón con esos labios jugosos y delicados eran un idilio para mi, que inconscientemente comencé a comer de la forma más sexy que podía, humedeciendo mis labios a cada momento y chupándome la punta de los dedos, él seguí algo cortado y viéndome de reojo, así sin pensarlo tomé un bocadillo de manchego y aceitunas y tomándolo desprevenido lo llevé a su boca para que lo probara, diciéndole lo bueno que estaba, no tuvo tiempo de reaccionar y no pudo hacer otra cosa que comérselo, dándome la oportunidad y tener una diminuta parte de mis dedos en contacto con sus labios por cuestión de segundos, aquello me hizo temblar de pies a cabeza y seguramente a él también, que se mostraba más perturbado después de ese contacto.

  • Estaba rico verdad?
  • Si, mucho, muy buen queso, ehh, muy bueno- Dijo el muchacho sólo para responder algo
  • Es cierto, me gustan las cosas suaves, ligeras y cremosas, que se dejan comer sin mucho problema, que sólo se dejan derretir en la boca- Acoté mirándolo cómo si a él me refiriese
  • Por lo menos el melón, es una fruta deliciosa, tan fresca, jugosa y dulce, pero cuando la juntas con un serrano como este, maduro, añejado, de sabor fuerte y experimentado, resulta un bocadillo delicioso, una experiencia magnífica- Dije a la vez que enrollaba un bastoncillo de melón en una tira de jamón serrano y con la mayor naturalidad lo llevaba a la boca de Pablito que no se atrevía a rechazar mi ofrecimiento, aún cuando no le cabía todo en la boca yo me encargué de que entrara y no dejara ni un sólo centímetro afuera
  • Ehhh, si, bueno, muy rico todo, pero creo que debemos seguir estudiando, en verdad no me quedó claro eso de la vista interna del bulbo raquí...

Justo cuando hizo el además de sostenerse del borde de la piscina para salirse lo tomé de la mano y firmemente lo acerqué hacia mi, quedando muy cerca y sosteniéndolo por su cintura

  • Pero quédate tranquilo Pablito, acaso te molesta compartir un rato con tu suegro, que tan amable ha sido contigo- Dije alternando mi mirada entre sus preciosos ojos y esos labios que me tenían loco
  • No, por supuesto que no señor Félix, es que en verdad me estoy sintiendo un poco incómodo con todo esto- Dijo sin mirarme a los ojos
  • Incómodo?, porqué Pablito?, acaso te molesta estar solo con un hombre en una piscina, hablándole así cerquita, hay un problema con eso?
  • No me parece que esto esté bien, por favor déjeme ir
  • Sabes, a mi me parece que tú dices una cosa pero quieres otra, en realidad no quieres que te suelte, de hecho, quieres sentir mis manos rudas y grandes por tu espalda, creo que te es imposible negarte a un hombre maduro y bien varonil, un hombre que no está confundido, un hombre que sabe exactamente lo que quiere, un hombre que no tiene que pedir consejos para hacerse cargo de ese lindo culito que te gastas, un hombre que sabe exactamente como hacértelo bien, cómo llegarte adonde te gusta, es o no cierto yerno?, vamos sé sincero, no me gustan los niños que mienten...
  • Ehhh, señor Félix, yo... yo...

Continuará....


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