Me miraba de manera traviesa
Trío que surge en ambiente laboral.
Era tarde, ya habíamos cerrado el restaurante. Estábamos solos el encargado y yo. Mientras él hacía cuentas en el despacho, yo limpiaba la zona de cocina y horno. Intentaba dejarlo todo bien limpio para cumplir al máximo con las normas de higiene.
Al terminar, fui hacia el vestuario femenino, pasando por delante del despacho. Debido al cansancio y a mi naturaleza despistada, dejé la puerta entreabierta, y me dispuse a quitarme el polo del uniforme. Oí unos pasos, que se silenciaron delante de la puerta. Instintivamente me giré y vi al encargado mirándome fijamente, con el rostro encendido. Yo llevaba el sujetador y los jeans. No hubo palabras, fueron unos segundos sin decirnos nada, un momento de lo más tenso. Lo miré a los ojos, él me devolvió la mirada… y acto seguido agachó la cabeza y me pidió disculpas, pero volvió a mirarme, en lugar de irse rápidamente. Siempre me había atraído ese encargado, lo veía tan… tímido, atractivo, tan… niño bueno con un toque de picardía en el brillo de los ojos. Y, sin pensarlo siquiera, me desabroché el sujetador, dejándolo caer. Él abrió la puerta de golpe, estampándola en la pared, instante en el que me percaté de su enorme erección y de sus ojos de fuego.
Sucedió todo muy rápido, apenas me di cuenta. Se acercó a mí y me lamió el cuello, mientras sus manos agarraban mi nuca. Acto seguido nos fundimos en un profundo y apasionado beso, entrelazando nuestras lenguas. Noté la humedad en mi ropa interior, el efecto sorpresa mezclado con el olor a mozzarella estaba causando estragos. Bajó a mis senos, que apresó un poco con su mano y lamió con vehemencia, mientras me sujetaba por la cintura, como si me fuese a escapar. Pero yo no quería huir… jamás habría imaginado tal pasión escondida bajo su timidez, se me nublaba la vista… Se deshizo del polo, también del uniforme, dejando al descubierto su hermoso torso. Intentaba acariciarlo, lamerlo, morderle, pero no me dejaba ni un momento de paz… era más fuerte que yo y estaba llevando las riendas. El botón de mi pantalón saltó ante el tirón que le dio para abrirlo. Me giró y se agachó para bajármelo hasta los pies, mientras admiraba mi culo bien de cerca, pasando su lengua por el borde de mi ropa interior.
Apartó un banco de madera de la pared, largo, donde solíamos sentarnos para cambiarnos. Me tumbó frente a él de forma casi violenta, y me sacó raudo la única prenda que me quedaba. Abrió mis piernas y observó mi coño por unos instantes, embelesado. Me ruboricé y aparté la cara, sin saber muy bien qué hacer. De repente, se inclinó hacia mí, abriendo al máximo mis piernas, y comenzó a pasar la punta de su lengua por mis labios más íntimos. Creí morir en el instante en que su lengua recorrió de lleno mi clítoris, desde la vagina hasta el extremo último, de manera intensa. Noté que sonreía para sí al notar que la humedad se escapaba de mi interior desde hacía rato. Me miró, me sonrojé, sus ojos estaban hechos de fuego. Y comenzó así un cunnilingus que parecía no tener fin, incesante, intenso, a través del cual realizaba dibujos a su antojo sobre mi piel más rosada. No podía resistir más, la sensación era demasiado intensa… me retorcí tratando de huir, entre gemidos, pero agarró mis caderas con fuerza y siguió y siguió… el calor creció dentro de mí de forma desmesurada y estallé entre gritos.
Jadeante, lo miré sintiéndome culpable… a la vez que agradecida. De repente, se oyó un ruido, como si alguien estuviese abriendo la puerta de la calle. Me asusté e intenté cubrirme, por instinto.
- Tranquila… es mi chica, tiene copia de seguridad de la llave .
- ¿Tu… tu chica? – pregunté, queriendo desaparecer bajo la tierra.
Traté de levantarme de un salto para vestirme, pero él me lo impidió. Me sujetó sobre el banco, poniendo su fuerte mano sobre mi vientre, se mojó los dedos de la otra mano y me los introdujo lentamente, a la vez que rozaba mi clítoris con el pulgar. Una vez introducidos, movió las yemas hacia arriba, lo cual me produjo tal placer que no pude contener un grito agudo, seguido de un jadeo. Fue entonces cuando apareció ella, en el umbral de la puerta, apoyándose y mirando divertida. Era alta, elegante, hermosa… mayor que yo.
- Vaya, así que por eso tardabas… estaba harta de esperar en el coche y decidí entrar.
- Sí, ha surgido así, de repente. ¿Qué te parece?
- Es muy guapa, y joven. Se ve que se lo está pasando bien, pero no quiere admitirlo.Creo que le doy miedo.
Movió los dedos dentro de mí y volví a gemir y a aullar, mientras mis ojos pedían explicaciones. Ella soltó su bolso y su abrigo, y empezó a desnudarse. Besó a su chico intensamente, mientras él mantenía sus dedos dentro de mí.
- Cariño, no la hagas sufrir más, fóllatela, yo me voy poniendo cómoda.
Se quitó el pantalón en un segundo y se sacó su enorme polla, roja, hinchada. Se untó un poco de saliva en el glande y la acercó a la entrada de mi vagina. Se inclinó más sobre mí, y la fue introduciendo poco a poco, con maestría. Tras el orgasmo, mis paredes se habían contraído, y aquello era una mezcla indescriptible de dolor y placer. Cuando por fin tocó fondo, inició un vaivén que fue acelerando en ritmo. Lo sentía golpear el cuello de mi útero y no podía dejar de chillar, mientras la miraba a ella, que se acercaba. Él me subió las piernas sobre sus hombros, se echó sobre ellas, y me la clavó tan profundo que casi perdí el sentido. Tras unas cuantas embestidas más, salió de mí y me pasó la polla por los labios. Instintivamente, saqué la lengua.
- Prueba tu coño, está muy rico.
- Espera, yo también quiero divertirme – añadió ella, que ya estaba totalmente desnuda.
Él me incorporó a medias, y ella se arrodilló en el suelo, ante mí, mirándome con ojos aviesos. Mientras ella empezaba a lamerme el clítoris, él me introdujo su hermosa polla en la boca, acariciándome la cara. No podía contener los gemidos, era incapaz de concentrarme en mi tarea, ya que ella era, si cabía, aún mejor que él en tales artes. Me lamía con ímpetu y yo así lo intentaba con su chico, tragándome su miembro a cada movimiento, pasando mis labios por su glande… mientras me apoyaba en el banco para no caerme ante tales sensaciones. Me atragantaba a cada embestida suya en mi boca, mientras ella se saciaba con mi coño, sin dejarme respirar ni reaccionar. Ella se irguió, sin apartar su mano de mi sexo, y fue entonces cuando sus labios se unieron, mientras él mantenía su polla dentro de mi boca, ahora sumido en un dulce vaivén. A su vez, frotaba su clítoris sin cesar, y ella se estremecía... transmitiéndome sus temblores a través de su mano. Estaba a punto de llegar de nuevo al orgasmo, debido a sus hábiles caricias... pero me dejaron a medias. Se miraron furtivamente justo antes de dejarse arrastrar por sus bajas pasiones, él se apartó de mí, se colocó tras ella, quien se apoyó levemente sobre el banco, y la obligó a soportar una fortísima embestida, hasta el fondo de su vientre. Ella aulló, con los ojos casi en blanco, y siguió aullando a cada empujón de él. Fue entonces cuando sentí el impulso de... alargar mi mano hacia su mojado coño... no sabía muy bien qué me estaba poseyendo, estaba muy excitada... mis dedos resbalaron por su vientre, bajando hasta sus labios... me paré un instante, notando la polla que entraba y salía con toda la fuerza del mundo. Me quedé embelesada por un instante... acto seguido, procedí a acariciarle el clítoris, tímidamente al principio, más rápido ante la mirada suplicante de ella. Pensé en cuando me acariciaba en privado... me mojé los dedos con saliva y me concentré en darle placer, mientras le lamía los pezones con afán. Ella perdió el control de su respiración y se corrió a los pocos segundos, mientras él todavía la penetraba.
- Muy bien, preciosa, sabía que tenías mucho que ofrecer - sentenció él, y yo enrojecí. Intenté levantarme, pero ella me puso la mano en el pecho y me empujó suavemente hacia el banco, de nuevo -. Joder, qué gusto, nena... quiero seguir follándote... distráela un poco, así no se nos va…
Ella se inclinó hacia mí, mientras él se la clavaba suavemente de espaldas, y retomó aquel maravilloso cunnilingus donde lo había dejado un rato antes. No podía respirar... la temperatura me subía por segundos... me sentía morir... de tanto placer. De nuevo a punto de correrme... bajo la lengua de ella, mientras él aumentaba de nuevo la intensidad de las embestidas, me dejó con la miel en los labios.
- Levántate y deja que se tumbe ella - ordenó él, sacando su miembro. Me erguí, tambaleante, cediéndole el sitio y sin saber muy bien qué hacer - Ponle el coño en la cara - No entendía... -. Pasa una pierna sobre ella y ponle tu coño en la cara. Vamos...
Hice lo que me decía, dejando mi vagina totalmente abierta justo delante de su boca, a la altura justa para que su lengua me devolviese las caricias que me habían sido arrebatadas. Y así hizo, empezó a lamerme con toda la intensidad de que era capaz, mientras él alzaba sus piernas sobre los hombros y se la follaba justo a mis espaldas... un trío perfecto. Él me agarró por la cintura mientras se la clavaba con violencia, recibiendo yo las embestida en mi espalda, a la vez que ella me lamía con ímpetu y acariciaba mi interior con sus dedos... y me corrí escandalosamente, sin poder resistir apenas, siendo la vencida total y absoluta de aquella lucha de titanes. Me corrí… me corrí como jamás lo había hecho antes, me corrí por todas las mujeres del mundo… me corrí como sólo otra chica puede hacer que te corras.
- Sal de ahí - me dijo, mientras, a su vez, salía de ella - ¿La vas a dejar así? - me sonrojé, sudorosa y cansada -. Vamos, preciosa, quiero ver de lo que eres capaz.
Ella yacía tendida sobre el banco, exhausta, mirándome desde abajo. Me incliné para besarla, beso que fue recibido de buen grado, irguiéndose un poco para alcanzar mi boca. Sus labios eran dulces, suaves, tiernos... totalmente diferentes de lo que estaba acostumbrada. Nuestras lenguas iniciaron una danza sin fin, mientras las yemas de mis dedos acariciaban su jugoso sexo. Ella jadeaba bajo mis manos, a lo que yo respondía con movimientos más rápidos y rítmicos. Sentía aquel placer como mío propio... pero no pude dejar de lado a mi… a nuestro amante masculino, que nos observaba excitado de pie, acariciándose su enorme miembro, que me apuntaba directamente. No cesé en mis caricias, pero me alcé para acoger en mi boca su glande, seguido del resto de aquella deliciosa polla. Ambos gemían de placer y eso me hacía sentir poderosa, muy poderosa. Me volví a agachar hacia ella, decidida a probar el sabor de su hermoso coño, mientras acariciaba con mi mano el miembro viril. Esto sorprendió gratamente a la pareja, agradeciendo ambos mis actos con jadeos. Lamí aquellos labios, aquel clítoris hinchado, mientras ella se estremecía, acariciando sus propios pezones. Por un instante, quise darle placer sólo a ella, abandonándolo a él, abriendo con mis manos su secreto. Lamí... lamí con ansia, lamí con gusto, lamí con dulzura... y fue cuando noté que su polla me partía en dos desde detrás, ante lo que no pude contener un alarido. Él me agarraba las caderas, incluso los hombros cuando quería llegar más profundo, mientras yo me daba un festín... los papeles se habían invertido. Era un dolor tan placentero, o un placer tan doloroso...
Se corrió... ella se corrió ruidosamente bajo mi lengua... jamás pensé que llegaría a dar placer a una mujer... y fue entonces cuando él me levantó, sin salir de mí, y se sentó en el banco, acomodándome a mí sobre él, dándole aún la espalda. Supe entonces que debía cabalgarlo, pero de espaldas... era delicioso, llegaba a rincones insospechados de mí. Apoyé mis pies en el banco, a ambos lados de sus piernas, y comencé a subir y bajar con violencia.
- Niña... tranquila... qué yegua, joder... vas a hacer que se acabe ya el juego... no... puedo... aguantar...
Entró entonces ella en acción, acariciándome el clítoris, con intensidad... estaba tan excitada que tuve que parar y llegué al clímax en segundos... estando todavía él dentro de mí. Se estremeció al sentir mis contracciones sobre su miembro, jadeó... me levantó en brazos, me puso en pie, con una pierna alzada y apoyada sobre el banco, y me embistió de nuevo desde detrás, pero con más suavidad, lentamente, sacando su polla por completo y volviendo a entrar, rozando su glande. Ella se colocó frente a mí, acariciando mis pezones, lamiendo mi cuello. Yo no podía más... el encuentro estaba siendo demasiado intenso para mí.
- Nena... estoy a punto de caramelo - notaba su polla durísima y caliente dentro de mí; salió de golpe, respiró un instante y se la sacudió hábilmente, como sólo uno mismo sabe hacer. Instintivamente, ambas nos agachamos para pasar la punta de la lengua por su rojo glande. Pocos segundos después, gimió escandalosamente, bañándonos el pecho con su placentero y cálido líquido. Me alcé y ella se colocó detrás de mí, aprovechando el semen a modo de lubricante para juguetear con mis pezones, mientras él me besaba dulcemente, y la besaba a ella después.
- Menudo regalito de cumpleaños me has preparado, cariño... te quiero - se abrazaron y, mientras él le acariciaba el pelo, me miraba de manera traviesa...