Me masturbó con las fotos de Elena
Es cierto que este cuento va sobre autosatisfacción por parte mía, o sea una paja, pero creo que las imágenes mentales que me hice de Elena, y que obviamente describiré al detalle, podrían interesar a hombres y mujeres.
En mi vida, una de las cosas de las que me enorgullezco es la fortaleza de mi relación con Elena. Por supuesto esta no ha estado exenta de problemas y diferencias. Este relato está ambientado en una crisis que vivimos al cumplir el primer año de relación.
Es cierto que este cuento va sobre autosatisfacción por parte mía, o sea una paja, pero creo que las imágenes mentales que me hice de Elena, y que obviamente describiré al detalle, podrían interesar a hombres y mujeres. Mi chica me dio su aprobación al terminar de leer este escrito y luego pasó a hacerme una mamada.
En los días finales a esa crisis, después de varias charlas, me animé a tentar el tema sexual. Habíamos pasado casi 3 semanas sin sexo, todo un record para nosotros.
- Extraño tu cuerpo, cariño – comenté vía chat – hace mucho que no te poseo. Realmente extraño estar dentro de ti.
- También yo, amor – respondió Elena – Extraño tus embestidas y sentirme llena de ti. ¿Quieres que te cuente algo?
- Por supuesto – respondí de inmediato y, sin darme cuenta, también en voz alta.
- Ayer me toqué. Fue muy rico. No me metí los dedos. Alcancé el orgasmo frotándome el clítoris. Usé la almohada.
Claro, cómo no. La almohada, el instrumento favorito de Elena para tocarse. La he visto hacerlo, es una vista deliciosa, excitante y que lleva mi lujuria a puntos incontrolables. Es una vista mejor que la del ocaso en el mar. Se monta sobre ella, se mueve de adentro hacia afuera, primero lento y, en algunas ocasiones, como una posesa, tanto que podría decirse que está ultrajándola. La he visto disfrutar del roce con la tela y la he visto caer rendida sobre la cama al terminar.
- No sabes cómo acabo de imaginarte, mi amor – dije.
- Uy. Mi chico se ha excitado. Pues quiero que lo hagas más…
Elena se preparaba para hacer volar mi mente.
- Cuando estaba sobre la almohada, la montaba como una loca, no quería que sea nada más. En ese instante no hubiera cambiado esa fricción por nada. pero… si hubiera querido que tu verga me folle el culo. MI conchita mojaba la cubierta blanca. Sentía que me escarapelaba toda. En un punto, me abrí las nalgas, me incliné y se hizo más rico. Sacudí mis nalgas porque tenía la ilusión que estabas detrás de mí y quería provocarte con ese movimiento. Quería que me llenaras el culo de verga. Y no pude quitarme ese antojo, mi amor, aún lo tengo. Ni siquiera cuando llevé mi índice a mi hoyito fue suficiente. Me gustó, sí, pero te quería a ti, tus embestidas y al placer que solo tú sabes darme. Me acaricié la entrada del culo con el dedo. Pero quería el grosor de tu pene. Quería sentirme invadida. ¿Te la puse dura, cariño?
Su pregunta era una invitación a seguir el juego. ¿Y cómo no hacerlo? Sí, la tenía dura. Bien dura.
- Entonces te confieso que yo también me masturbé. Ayer.
- ¿Ah sí? Bueno, cuéntame.
- ¿Recuerdas las imágenes que me mandaste hace un tiempo? Esas donde sales en la tina bebiendo una copa de champagne.
- Claro. Ja, cómo olvidarlas.
- Bien, te lo escribí con detalle cómo lo hice. Revisa tu correo.
Ya me había imaginado que Elena se iba a morir de la curiosidad y mejor encenderle el morbo con algo detallado. Aquí está el texto que le pasé:
Descargué tus fotos. Me encantan esas cuatro. Se te ven tan feliz y relajada. Sola, en una tina, con el agua y la espuma recorriendo tu cuerpo, penetrando tus poros. Tomó mi pene. Está flácido, me lo voy pelando, busco su rigidez.
Sonríes genial, sonríes de maravilla y de una forma en la que me enamora.
Tan solo vestía un polo, la trusa y el pantalón estaban en el suelo. Muevo suavemente de arriba abajo mi polla. Empiezan las primeras cosquillas de la excitación. El glande empieza a engordar. Me la miro por un rato y visualizo tu lengua cerca. Algunas gotas de líquido pre seminal han emanado.
Vuelvo la mirada a tu foto. En ella sostienes una copa de champagne. Tu boca está abierta, es una gran sonrisa, gran felicidad. Tus pechos brillan. Tus pezones rozados se ven apetitosos. El agua resbala por ellos y puedo verte tan dispuesta en ese momento. Apretujarlos se me antoja. Llevármelos a la boca es un deseo punzante. Un collar plateado se coloca entre ambos senos. Es un bonito acompañamiento a esas deliciosas tetas. Mi verga ya está dura y te imagino colocándola entre ambas tetas y masturbándome así, sacando la lengua un poco para rozarla con mi glande.
En la foto, tu muslo emerge del agua. Me encantan tus piernas y tus pies. No soy fetichista, pero sin duda los tuyos son hermosos y cada vez que los he tenido no pierdo la oportunidad. Son suaves, tiernos, pequeños y blancos. Con tus muslos puedo recorrer, apretar, besar, morder con los labios, lamer, aferrarme a ellos firmemente cada vez que te como la concha y así ejercer presión en tu clítoris para luego hacer temblar mi cabeza y hacerte dar un respingo de placer.
Pasé a otra imagen. Estabas sumergida hasta el cuello. Te pasabas el cabello atrás de la oreja y tu mirada era tentadora. No sonreías, mirabas a la cámara a sabiendas que provocabas deseo, mi deseo. Esa foto me provoca meterme a la tina contigo. Sumergirnos en el agua y besarnos con pasión, entrelazar las lenguas, comernos las bocas, morderte el labio y tomarte de la cintura mientras con otra mano acaricio tus muslos. Esa foto me provoca hacerte mucho juego previo. Y también me provoca bañarte la cara con semen.
Cada jalada a mi verga es un placer. Es una cosquilla interior y deseo por ti. Lo que hago lo disfruto, pero no es tu ansiada y mojada vagina. Tampoco tu lengua traviesa. Acelero el movimiento y siento más intenso el placer. Me muero por cogerte. Enterrarte toda la polla y oírte gemir como puta.
Hay una imagen que no es tan sugerente, pero sí se presta para imaginar el inicio. En ella se te ve detrás de la puerta que cubre la tina y que es transparente. Tu mirada es de sorpresa y felicidad. Tu sonrisa puede verse a pesar de la leve distorsión que generan las puertas de los baños. Me visualizo siendo yo el que entra. Todo desnudo y tú me recibes así… sabiendo que nos divertiremos de lo más rico.
La foto final, eres tú bebiendo del champagne. Tu pezón izquierdo, grande y rosado adquiere más protagonismo. Se te ve tan vulnerable en esa foto. Tan provocadora. Bebes el champagne sabiendo lo que provocas y lo que quieres, sexo duro. Esa foto es similar a la primera, pero esta me provoca quitarte la copa, aventarla, ponerte de pie de un salto, voltearte, contemplarte toda mojada, con espuma, con la piel brillante. Me provoca inclinarte, abrirte las nalgas, darte una nalgada, una que se escuche con fuerza. Me provoca dejarte rojo el culo y oírte pedir más. Me provoca meterte la verga en un solo golpe y embestirte a lo loco. Porque sé que eso te gusta. Nos gusta a ambos. Esa fuerza que manejamos al follar y que a ambos nos lleva al cielo y sobre todo cuando siento las contracciones de tu vagina, aferrando mi polla y dándome el mejor placer que una mujer me haya dado y también la descarga de mi polla y que precisamente ocurre ahora al recordar y alucinarte así.
Eyaculo. Eyaculo y mi cara se tensa y hace las muecas propias del placer. El semen se dispara con fuerza y mancha considerablemente mi mano y su alrededor. Ha salido bastante. Este tiempo de crisis me hace extrañar tu concha, tu culo, tu boca, tu lujuria, a ti Elena. Estoy seguro que quisieras tragártelo. No desperdiciarías nada. Me he venido con tu imagen, se siente rico, mi cuerpo tiembla y el orgasmo me inunda. Pero es un consuelo por ahora. Al menos hasta que vuelva a sentirme en casa… tu vagina.
- ¿Qué te pareció, amor?
- Ay, Nathan. Ven a mi casa mañana. Reviéntame la concha, por favor.
Y por si se preguntan quién tomó las fotos fue la exnovia de Elena. Si saben que mi chica es bi, ¿no? Comenten y escríbannos si lo desean.