¿Me lo estás diciendo en serio?

Nervios, excitación, deseo, incertidumbre... cómo vivirías tu primer trio?

-    ¿Me lo estás diciendo en serio?

-    Totalmente.  No se me ocurre nadie mejor que tú para hacerlo. Te va a gustar. Estoy seguro.

-    Pero… no sé, no la conozco de nada, tendría que conocerla antes

-    Bueno, pues quedamos un día, cenamos, follamos, y luego te quedas a dormir. Os vais a llevar bien. Las dos sois muy golfas y muy morbosillas.

No me lo podía creer, iba en serio de verdad. Ya me lo había comentado antes pero me lo tomé a coña, las típicas cosas que se dicen pero luego nunca se hacen. Pero no, allí estabamos los dos, tomando café en la cafetería de la facultad, mientras él, mi ex-profesor, mi antiguo amante, y una de las personas que mejor me conoce en el mundo, me estaba proponiendo hacer un trío con él y su nueva novia.

Era una locura. El tipo de locura que me moría por probar. Podía ser arriesgado sí, pero, ¿qué podía perder? Si algo no me gustaba podría pararlo en cualquier momento, y si no lo intentaba nunca lo sabría. Muchas cosas apuntaban a que no era buena idea, pero el morbo y la curiosidad pudieron más. Entre risas y miradas alrededor, porque me daba la impresión de que las mesas de al lado debían estar flipando, dejamos fijado un sábado dos semanas después para el gran acontecimiento.

Mientras más se acercaba el día más convencida estaba de que iba a salir bien. Me apetecía mucho hacerlo, y estaba segura de que ella y yo encajaríamos . Despues de todo teníamos cosas en común, y si estaba con él tenía que tener una actitud parecida a la mía.  Había visto algunas fotos suyas en facebook, era una mujer bastante normal. Morena, alta, delgada, cuarenta y tantos. No era una belleza, pero tampoco era fea. Y aunque el físico tiene parte de importancia en estos casos, para mi nunca ha sido una prioridad.

Cada vez estaba más nerviosa, impaciente y excitada. Me imaginaba distinas escenas y situaciones continuamente, por las noches, mientras comía, cuando iba en el coche. Nos veía a los tres desnudos y sudorosos en su cama, esa cama que tan bien había conocido en otro tiempo.  ¿Seguiría teniendo allí mi cepillo de dientes?.

Se acercaba el día y él y yo no dejábamos de mandarnos wassaps ultimando los detalles y comentando lo cachondos que estábamos. Me dijo que tenía que vestirme muy sexy, así que busqué en el armario mi vestuario más indecente y me decidí por un vestido negro  de lycra que casi no me tapaba el culo. Me hice una foto y se la mandé: “A ver qué te parece el modelito que me voy a poner”. Me contestó bastante gráficamente lo mucho que le gustaba.  Y me dijo algo que me hizo sonreir. “Ven con el coñito pelón, porfi ”. Él era la única persona en el mundo a la que se le ocurriría decir algo así.

Y llegó el día, no me lo podía creer, estaba como en una nube, como si en vez de hacerlo yo fuera a ver una película. Como  supongo que debe ver una novia el día de su boda, pero en versión porno. Por la mañana fui a comer con mi madre y con mi hermana. Estar comiendo con ellas en plan hija formal me hacía ser todavía más consciente de lo que iba a hacer después. Además yo siempre he sido la responsable y prudente de la familia, y mi hermana la rebelde impulsiva. Si supieran cómo era en realidad, y lo que iba a hacer en apenas unas horas, les daría un patatús.

Volví a casa, descansé un poco, aunque estaba tan nerviosa  que fue complicado, y empecé a arreglarme.

A veces, cuando tienes muchas ganas de que algo llegue, disfrutas tanto de la espera como del momento en sí .

Yo estaba disfrutando la espera. Me duché, me lavé el pelo y me puse mascarilla. Me depilé las cejas y repasé el resto del cuerpo, teniendo en cuenta la petición del interesado, pero me hago la depilacion láser desde hace unos años así que esa parte de los preparativos fue bastante rápida. Me eché crema hidrantante por todo el cuerpo y me sequé el pelo con especial cuidado para que me quedara justo como yo quería. Esa noche tenía que estar espectacular. Sé que no está bien que lo diga, pero quería estar más guapa que su novia. Lo sé, es un sentimiento básico, primitivo y estúpido, pero soy humana, a veces me pasan esas cosas.  Tenía ganas de hacerlo con ella, muchas ganas. Pero a quien quería impresionar era a él.

Me miré desnuda en el espejo, de frente y de espaldas. Estaba bien, no soy una top model, pero tampoco me quejo. Me gustaría tener las tetas más grandes y las caderas menos anchas, pero en general creo que estoy compensada. ¿Le gustaría a ella?. Que yo no le gustara era una posibilidad que estaba ahí, y  me daba un poco de miedo.  Pero no, ¿porqué no iba a gustarle?. Iba a salir bien, seguro. Ella ya había hecho algo así antes, y si quería repetir sería porque le gustó. Intentaba convencerme de que no había nada en mi que pudiera “no gustarle”.  Suena un poco narcisista, sí, pero cada uno tiene sus métodos para prepararse para su primer trío. Para mí era mi primera vez y tenía mil dudas, pero hasta que no lo hiciera no podría resolverlas.

Mientras pensaba todo esto seguía con el ritual. Maquillaje suave, nunca me ha gustado maquillarme mucho. Acentuando los ojos, creo que son lo mejor de mi cara. Aunque el color no es muy original tengo una mirada muy expresiva.  Y el último paso, vestirme. Sujetador y tanga de encaje negro. Casi siempre suelo llevarla ropa interior negra. Me parece como más adulto, y contrasta con mi imagen de niña buena. Niña buena que está apunto de hacer su primer trío. Medias, vestido , rebeca y zapatos de tacón gris oscuro. Me puse unos pendientes negros, verdes y azules, para dar un poco de color al vestuarío, y una pulsera de cuero negro que él me regaló hace años por mi cumpleaños. Me miré al espejo, y me gustó lo que vi. Estaba atractiva. Con ese vestido tan corto y los tacones mis piernas se veían increiblemente largas. Llamaba la atención, y sabía que a él le iba a encantar. Habíamos quedado a las nueve, en un bar cerca de su casa, y era casi la hora. Me puse el abrigo y salí a la calle. Hacía frío pero apenas lo notaba. Estaba eufórica, me sentía sexy, y libre. Iba a hacer algo que realmente me apetecía, que no todo el mundo tiene la oportunidad de hacer, y con alguien en quien confiaba totalmente.

Lo mejor de esta vida es ser libre.

Le mandé un wassap: “Voy de camino”. “Vale, ya estamos aquí esperándote”, fue su respuesta. Mientras iba en el coche empecé a notar esas cosquillas en la barriga que siempre estaban asociadas a él. Las notaba cuando estaba en la facultad y subía las escaleras para llegar a su despacho. A medida que avanzaba el corazón me latía más fuerte y se me secaba la boca. Habían pasado más de ocho años desde entonces, y todavía conseguía ponerme nerviosa. Pero esta vez no era sólo por él, también era por ella. Tenía que caerle bien. Sé coquetear con tios, creo que no se me da mal, soy simpática, agradable y graciosa. Suelo caer bien a la gente, pero nunca he intentado conquistar a otra mujer. ¿Y si no le caía bien? Pero no, iba a salir bien. Seguro.

Llegúe. Me bajé del coche y anduve titubeando hasta el bar donde habíamos quedado. Intentaba mantener la cabeza alta y el paso firme, pero por dentro estaba temblando. Varios hombres me miraron, eso me dio un poco más de confianza e hizo que temblara un poco menos. Ellos estaban fuera, esperándome. Él me miraba con una sonrisa y ella con curiosidad. Yo también la examiné mientras me acercaba. Me imaginaba cómo sería sin ropa. También iba vestida bastante provocativa, menos mal. Le dije a él que si yo me vestía de guarrilla ella también tenía que hacerlo, y me habían hecho caso.

Él me saludó con un abrazo cariñoso y un beso rápido en los labios. Me gustó. Normalmente siempre nos saludabamos así, incluso en las épocas en las que no nos acostábamos juntos, pero esta vez, al estar su novia delante me preguntaba si no lo haría. Aunque era un poco absurdo cortarse por un besito cuando en un rato ibamos a estar los tres en la cama. Ella me dijo

-    “¡Hola, tenía ganas de conocerte!”-  y me dio dos besos. La mitad de los nervios se fueron.

Entramos al bar y pedimos algo de beber mientras hacíamos la primera toma de contacto y decidíamos dónde ibamos a cenar.

Hablamos sobre cosas poco personales,  el tiempo, la semana santa que está cerca, mi próxima mudanza , él me preguntó por mi trabajo y nos pusimos a hablar de educación. Ella también era profesora, de secundaria. Empecé  a sentirme cómoda. En ese tema me veía segura, y había tenido el mejor maestro que se podía tener. Él me había enseñado casi todo lo que sé.

Y en esas estuvimos un rato, criticando la enseñanza tradicional, intercambiando experiencias y arreglando el mundo, hasta que, un poco más relajados, decidimos ir a cenar a un italiano que había allí cerca.

Aquello había empezado bien, aunque todavía era todo un poco formal, pero iba por buen camino. Cuando salimos, él nos cogió a las dos por la cintura. La miré a ella, y me sonrió. Supongo que la gente nos miraría, pero me daba igual. Me sentía bien.  Para cualquiera que nos hubiera visto podría parecer que él era un machote y nosotras las pobres idiotas que nos dejábamos embaucar, mucha gente es así de limitada, pero yo sabía que no era así. Yo estaba disfrutando de aquello tanto como él, y los tres íbamos a pasarlo bien esa noche.

La cena fue agradable, la conversación pasó a un plano más personal, sabía que en algún momento saldría el tema de la relación que habíamos tenido él y yo. Intenté explicarle a grandes rasgos cómo había sido sin meterme en muchos detalles, no quería que fuera muy evidente que había llegado a estar muy pillada por él. Y por supuesto obvié la parte en la que él intentó que salieramos juntos en serio y me dijo una y mil veces que me quería. Él me cogió la mano por debajo de la mesa. Igual que hizo la primera vez que quedamos fuera de la facultad, cuando yo aún alucinaba porque no podía creerme que de verdad estuviera interesado en mi. No aportó mucho a la conversación en esa parte, creo que quería dejar que ella y yo congeniaramos. Ella me contó también cómo se habían conocido, hacía unos meses, y cómo habían empezado a salir. Sentí una punzada de envidia. Pero yo era la que había elegido no estar sentada a ese lado de la mesa, la que no quería saltarse etapas, la que quería formar una familia, algo que él no estaba dispuesto a darme, porque ya tenía dos hijos mayores que yo.  Podría haber pasado por todo lo demás, pero por eso no.  Me gustan los niños y quiero tenerlos, quiero una familia con su padre, su madre y sus hijos, juntos o separados, pero que se lleven bien. Una familia como la que yo no he tenido.  Por eso no estábamos juntos.

También hablamos de viajes, y en algún momento de la conversación salió el tema de lo que iba a pasar esa noche. Creo que se me subieron los colores, porque soy bastante tímida para algunas cosas. Pero él me tranquilizó con sus tonterías y ella con su dulzura y simpatía.

Terminamos de cenar y decidimos ir a tomarnos una copa a un sitio que había allí cerca. Un bar de copas un poco peculiar al que él solía ir mucho. Es un sitio con baños mixtos en los que nadie suele entrar sólo. Yo una vez entré con  un tío y una chica que había conocido esa misma noche, ella y yo hicimos pis y él se lió un porro mientras decía lo cachondo que le estábamos poniendo. Lo sé, es muy subrrealista.

Bueno, el caso es que fuimos a ese sitio, y allí se empezó a hacer muy evidente la tensión sexual que llevábamos encima. Él se puso a decirnos las ganas que tenía de follarnos a las dos, y de vernos juntas.

-    ¿Os atreveís a daros un beso aquí, ahora?- Por supuesto, la idea había sido de él.

-    ¿Aquí?, ¡pero estamos rodeados de gente!- Dije entre risas. Aunque el vodka con lima estaba haciendo su efecto      desinhibidor.

-    ¿Y qué más te da la gente, conoces a alguien?

-    No… pero… bueno, no sé..- La miré a ella, con una mezcla de timidez, vergüenza y deseo. Y en su cara ví que ella sí lo haría.

-    Vale, nos morreamos si luego tus nos besas a las dos

Él esbozó una sonrisa de oreja a oreja, enseñando todos los dientes. Ya no me acordaba de cuanto me gustaba esa sonrisa.

-    ¿Crees que te voy a decir que no a eso?

La miré, solté una pequeña risita nerviosa, y lo hicimos. Mi primer beso con otra mujer.  Me gustó. Y me gustó aún más saber que él nos estaba mirando, y se estaba excitando, y que estabamos en un sitio lleno de gente, que probablemente algunos nos estarían mirando también, y se estarían escandalizando. Y más que se iban a escandalizar.

Me encanta escandalizar.

Fue lo suficientemente largo como para que fuera consciente de que a las dos nos había gustado aquello. Cuando nos separamos él me cogió por el cuello y me besó. Esta vez era un beso conocido, un sabor conocido, una lengua conocida que se movía dentro de mi boca, como queriendo devorarme. Me apretó contra él y noté su erección.

Después repitió el proceso con ella. No puedo decir que me gustara verlos, pero tampoco me resultó tan desagradable como me imaginaba que podía pasar en el peor de mis pensamientos. Era como si estuviera viendo besarse a dos amigos. Uno de mis miedos era no ser capaz de soportar los celos cuando los viera hacer algo así, pero él me dijo que si los tres disfrutábamos con los tres nadie tenía porqué sentirse mal, y al parecer tenía razón. No me sentía mal.

Pero tenía ganas de ir al baño. Es lo que me pasa siempre cuando bebo algo con alcohol, que desde luego no lo metabolizo porque lo elimino enseguida. Vamos, que tenía que hacer pis. Dije que tenía que ir al baño y ella dijo que venía conmigo. Él, curiosamente, me había metido mano en un montón de sitios pero nunca había entrado conmigo en ese baño.

Ella y yo nos dirigimos entre risas hasta el fondo del bar, esperamos la cola hablando de cosas intranscendentales y entramos. Lo hice mientras ella se retocaba en el espejo, y luego al revés. Cuando ibámos a salir, ella me dijo.

-    Espera. Estás segura de que quieres hacerlo, ¿verdad?

-    Ehhh… creo que sí.. ¿y tú?

-    Yo estoy muy segura.

Me empujó contra la pared y me dio el beso más increible que me han dado en mi vida. Puso mis manos en sus tetas, e incoscientemente empecé a magrearlas. Tenía muchísima curisiodad por hacer algo así, desde hacía mucho tiempo. Notaba sus pezones endurecerse al contacto con mis manos, y sus manos recorriendo el interior de mis muslos. Cuando pensé que iba a meter las manos por dentro de mis bragas, paró. Y volvió a formular la pregunta.

-    ¿Estás segura de que quieres hacerlo?

-    ¡¡Sí!!

Salimos y decidimos que era el momento de irnos los tres a casa. Por él camino, él iba metiendonos mano a las dos en las calles oscuras, y diciendonos guarradas al oido cuando pasábamos por una parte con más gente. Nos decía lo que nos iba a hacer y lo que quería que hicieramos nosotras. Yo a esas alturas ya ni siquiera me ruborizaba. Estaba demasiado cachonda para timideces.

Llegamos a su casa y subimos las escaleras mientras él seguía cogiendonos el culo y diciendo la suerte que tenía de tener a dos “putitas calentonas” sólo para él.

Nos sentamos en el sofá, delante de la terraza. Él tenía un ático increible con una terraza con vistas a la Giralda. Me encantaba esa terraza. Habiamos follado muchas veces con la Giralda de fondo, en verano incluso fuera, en la terraza, mirando la luna y las estrellas. Y esta vez parecía que el antiguo alminar árabe iba a ser testigo de algo más.

Él estaba sentado en medio de las dos, tenía las manos entre nuestras piernas y nos besaba alternativamente.

-    Ahora  vosotras, quiero ver cómo os dais cariño- Dijo con voz ronca

Yo estaba impaciente por repetir lo del baño, así que me avalancé sobre ella y nos besamos, al principio tímidamente, pero a los dos segundos nuestras manos siguieron a nuestros labios y comenzaron un baile frenético por el cuerpo de la otra. Era tan diferente. El ritmo, las texturas, las formas, el olor, incluso el sabor. Por un momento me olvidé de que él también estaba allí, de que hacía todo eso por él.

Entonces me di cuenta de que no lo hacía por él, sino por mi.

Noté otras manos en mi cuerpo, en mis muslos. Me quitó las medias y me dejé hacer. Su mano subía por mis piernas, hasta que llegó a su destino. Estaba muy excitada. Estaba caliente y mojada. Muy mojada. Notaba sus dedos acariciandome por encima del  encaje del tanga y me preguntaba porqué no me lo quitaba de una vez.  Y de repente, metió un dedo por dentro, dio un tirón y me lo arrancó. Literalmente. Dí un respingo y le miré con cara de interrogación.

-    Mañana tendrás que ir sin bragas, y te acordarás de esta noche.

-    ¿De verdad crees que podría olvidarme de ésta noche?

Durante los dias anteriores había estado pensando en las ganas que tenía de volver a hacerlo con él, pero en ese momento le estaba viendo con los botones del pantalon a punto de estallar y me daba igual, la que me interesaba era ella. Quería hacerle cosas pero no me atrevía. Quería tocarla por todas partes, quería meter mi mano entre sus piernas y comerle las tetas, pero no sabía si ella querría llegar tan lejos.  Seguía besándola mientras él me besaba el cuello y metía un dedo dentro de mi sexo, y después dos. Los metía y los sacaba mientras me decía al oido

-    Eres increible, ¿como puedes parecer tan formal y  ser tan puta a la vez?

Y entonces lo dijo:

-

Hazle lo que yo te estoy haciendo a ti, métele los dedos , sé que lo estás deseando.

Y ya no aguanté más. Le quité las bragas y vi que ella se dejó sin ningún tipo de problema, y seguí besándola mientras mis dedos exploraban ese camino, desconocido y diferente, pero tan atrayente que ya no podía parar. Primero sólo la acaricié, estaba húmeda, tanto como yo. Deslicé un dedo por el pliege de su sexo, busqué su botoncito mágico y pasé el dedo por encima en círculos presionando con suavidad. Ella emitió un leve gemido y su lengua entró aún más adentro de mi garganta. Otro dedo se introdujo dentro de ella casi sin que me diera cuenta. Estaba muy mojada y resbalaba. Esa frase era aplicable a las dos. Mientras tanto ya nos habíamos quitado los vestidos y estabamos prácticamente desnudas excepto algunas prendas mal colocadas.  Él seguía detrás de mi, cogiendome las tetas con una mano, pellizcándome los pezones y diciéndonos  lo golfas que eramos y lo cachondo que le estabamos poniendo las dos. Su otra mano estaba entre mis piernas, tenía varios dedos dentro de mi sexo, no sé exactamente cuantos, y notaba su dedo pulgar presionando en mi culo.

Sabía lo que iba a hacer. Y él sabía que eso me volvía loca.

Empezó a introducirlo despacio…me estaba haciendo la pinza, o al menos así era como yo lo llamaba en mi cabeza.

-    Te gusta que te meta un dedo en el culo ¿eh golfilla?. ¿Te acuerdas de que las primeras veces que te lo hice no te gustaba?. Te has vuelto toda una puta.

Me volví hacia él.

-    Tú me has convertido en una puta

-    No.  Ya lo eras antes de que yo te conociera, pero no lo sabías. Yo solo he sacado lo que había ahí dentro.

Le besé, y ella se puso entre nosotros y le quitó los pantalones. Puse mi mano encima de sus boxers y acaricié su polla por encima de la tela. Podía recordar la forma perfectamente. Podría haberla reconocido entre cien. Le desnudamos del todo entre las dos y me puse yo también de rodillas. Quería volver a tenerla en la boca. Era muy ancha y casi no me cabía, pero aunque me doliera la boca de abrirla tanto me encantaba hacerlo. La miré a ella y ni siquiera hizo falta que habláramos. Nos  pusimos a lamer las dos a la vez mientras nos reíamos y le hacíamos a él comentarios sobre la suerte que tenía. Él nos acariciaba y cuando una de las dos la tenía en la boca nos empujaba la cabeza para que entrara más adentro.  A veces me daba un poco de fatiga cuando hacía eso, pero

me gustaba sentirme así de sometida.

-    Quiero veros a vosotras, quiero ver cómo os comeis el coñito la una a la otra. Quiero ver cómo haceis que la otra se corra.

No me hizo falta que me lo dijera dos veces, tenía unas ganas increibles de hacerlo. Pero no tenía prisa, iba a hacerlo despacio. Cogí sus pezones entre mis dedos y rodeé uno con los labios. Empecé a succionar y a lamer como si hubiera hecho eso durante toda mi vida. Mi lengua se movía alrededor de sus pezones y pasaba de uno a otro mientras mis dedos entraban y salían de su sexo húmedo y caliente. Se notaba el calor dentro.

Ella se tumbó en el suelo y abrió las piernas. Bajé de sus tetas a su ombligo y seguí el camino. No me podía creer que fuera a hacer eso. Les miré a los dos. Vi sus caras de deseo, y me hundí entre sus piernas. Pasé mi lengua por su sexo, sabía salado y dulce a la vez. Sé que es ilógico, pero fue lo que me pareció. Lamía siguiendo mi intuición y pensando en lo que a mi me gustaba que me hicieran.  Yo estaba a cuatro patas inclinada hacia ella, y noté que él hacía conmigo lo mismo que yo le estaba haciendo a su novia. Estaba detrás de mi chupandome en esa pose de perros en celo que me pone muy caliente por la implicación animal que conlleva. Su lengua jugaba con mi culo y bajaba, y me metía los dedos a la vez.

Después los dedos cambiaron por algo más gordo y  más caliente. La pasaba por mi sexo sin meterla, como una especie de caricia, yo echaba el culo hacia atrás, impaciente por volver a tenerle dentro de mi. Me estaba encantando y a la vez me estaba volviendo loca.

-    Quieres que te folle ¿no?. Pues toma.

Y  entonces me la clavó. Sin contemplaciones, a lo bestia. Me gustaba que me follara así y era evidente que estaba lo sufiecientemente cachonda como para que pudiera hacerlo. Me daba tan fuerte que  me hacía perder el equilibrio. Los gemidos de los tres también eran cada vez más fuertes. Noté como ella se retorcía debajo de mi y me di cuenta de que se estaba corriendo. Él me decía:

-    Sí, sigue, lo estás haciendo, estás haciendo que se corra. ¡Dios, que guarra eres y como me gustas!

Entonces ella soltó un suspiro y se quedó quieta. Levanté la vista. Él le dijo:

-    Cariño, ahora te toca a ti hacerla pasarlo bien.

Y me la sacó, cosa que no me gustó mucho pero no me dio tiempo a pensar cuando ella se colocó entre mis piernas y se puso a repetir el proceso mientras él se la follaba. Notaba a través de ella las embestidas de él. Yo ya estaba muy excitada así que no me iba a hacer falta mucho para correrme.  Noté que paraban las embestidas, y de repente él me metió su polla en la boca.

-    Quiero que te corras con mi polla en la boca, pero te tienes que dar prisa porque si no me voy a ir yo antes que tu. Tienes que tragartelo todo como una niña buena.

Escuchar cómo me ordenaba que me tragara toda su leche y sentir su rabo, caliente y enorme, empujando contra mis labios, hizo que se desencadenara mi orgasmo.  No podía gemir con su polla en mi boca, no me dejaba espacio para que hiciera ningún movimiento, pero él se dio cuenta de lo que estaba pasando y y me la metió todavía más adentro.  Noté los espasmos en su sexo que anunciaban que él también estaba llegando al final.  Entonces el líquido caliente y espeso  salió disparado dentro de mi boca.

-    Espera, no te lo tragues todavía – Me dijo casi sin poder hablar  -  He cambiado de opinión. Teneis que compartirlo. Pásale un poco.

Yo la miré divertida y la besé, pasándole parte de mi premio. Sé que suena a guarrada, pero en ese momento me pareció una idea estupenda.  Nos lo tragamos las dos y abrimos la boca riéndonos en plan peli porno, para que él viera lo buenas que habíamos sido.

-    Sois increibles. Os quiero a las dos. Esto va a haber que repetirlo..

-    ¡¡Pues claro que sí!!- contestamos las dos a la vez.

Y los tres, desnudos, nos fuimos a la cama y nos dormimos  abrazados, mientras la Giralda, de fondo, nos miraba envidiosa desde la ventana.