Me llevé una buena bofetada
Eché el mejor polvo de mi vida después de que la mujer de mi amigo me diera una buena y merecida bofetada.
Me llevé una buena bofetada
Ese fin de semana se casaban nuestros amigos Juancar y Sofía en La Coruña y habían invitado a toda nuestra pandilla. Juancar, Miguel, Ramón, Felipe y yo somos amigos desde la Universidad y cuando todos nos echamos novias, todas congeniaron muy bien y continuamos viajando todos juntos cuando empezamos a trabajar y aún cuando varios nos fuimos casando. El último que quedaba por casarse era Juancar y caería ese fin de semana de agosto.
Mi mujer y yo llegamos al hotel el viernes por la tarde y vimos que éramos los últimos en llegar. En cuanto pisamos la habitación ya estaban llamando a la puerta un par de mis amigos para ir a tomar una cerveza y ponernos al día. Me despedí de mi mujer y le dije que luego nos veíamos.
Después de estar juntos un par de cañas, uno de mis amigos Ramón y me dijo que si podía hacerme una consulta legal en la habitación puesto que soy abogado. Después de llamarle de todo por darme el coñazo con temas de trabajo acepté a cambio de por la noche las copas corrían a cargo de él.
Cuando llegamos a la habitación saludé a su mujer Ana. Ana, aunque era agradable, siempre había guardado muchas distancias conmigo desde que nos conocimos, y sé que es porque su marido siempre me había tenido como referencia en todas sus decisiones y a ella eso no le gustaba. Como abogado me ha ido la vida muy bien en Madrid hasta llevar mi propio bufete con bastante éxito dentro del mundo empresarial de la capital y siempre he sido uno de los mejores asesores de mis amigos en casi todo.
Ramón me preguntó por varias cuestiones legales con una reclamación que le había hecho Hacienda de bastante pasta a devolver de operaciones de años atrás. El caso es que era mucha pasta y Ramón y su mujer estaban muy preocupados. Revisé con ellos dos todo el papeleo y después de un rato empecé a tener claro la solución para los problemas de los dos. Se lo fui explicando poco a poco y ellos atendieron cómo escurrir el pago a Hacienda. Cuando estaba terminando, Ana se levantó y dijo que tenía que empezar a vestirse para la recepción de la noche o no le daría tiempo.
Se fue a rebuscar en la maleta, y allí en la misma habitación a mi espalda se puso a cambiarse mientras yo terminaba de explicar a Ramón las cifras. Lo que ella no se dio cuenta es que los armarios de la habitación tenían espejo y podía verla perfectamente como si la tuviera delante de mí mientras se cambiaba. Vi cómo primero buscaba el vestido que se pondría para la noche, un vestido ligero de gasa un poco transparente de color negro, y cómo a continuación estuvo eligiendo la ropa interior, eligió entre varios tangas de color de blanco y negro y se decidió por un conjunto de encaje negro con el tanga más estrecho que había visto hasta ahora.
De inmediato me excité con la situación pero intenté mantener la concentración mientras explicaba a mi amigo las cifras. Nunca me había sentido especialmente atraído por Ana quizás por esa distancia que ella siempre marcaba, no al menos tan excitado cómo siempre me encontraba alrededor de Sonia, la mujer de mi amigo Miguel, pero esa es otra historia. El caso es que cuando vi a Ana quedarse en pelotas detrás de mí con el sujetador blanco marcando perfectamente sus dos tetazas y las bragas culote que llevaba tapando un culo perfectamente redondo y firme sólo pensé en acabar follándola. En ese instante, ella giró su cabeza para decirnos algo y vio mis ojos pegados en su culo. Me miró expectante a través del espejo sin moverse, pero dijo lo que tenía que decir y volvió a mirar la ropa sin decir a su marido o a mí nada sobre el espejo. Supe cómo terminaría aquello.
Mientras su marido y amigo mío repasa de nuevo la operación en voz alta para que yo le siguiera la muy zorra se fue quitando el sujetador girándose para que pudiera verle sus tetas. Dios, qué tetas más impresionantes, eran bastante grandes, redondas y muy firmes, con dos pezones rosas bien marcados. Mientras ella me miraba, se bajó la braga y pudo observar su depilado coño mientras ella disimulaba una caricia. Yo ya ni sabía lo que me decía Ramón y hasta me dolían los ojos de mirar hacia la dirección del espejo. A continuación, se puso despacio el nuevo sujetador negro y aquel diminuto tanga, pero la muy zorra tuvo que doblarse hasta llegar al lado de la cama en el que tenía el vestido brindándome una visión perfecta de cómo se metía el hilo del tanga por su perfecto culo. Cuando se había puesto el vestido se sentó en la cama abierta de patas para que pudiera verle el coño y se dedicó a hacerse las uñas mientras su marido acababa.
En ese momento, llamaron a la puerta. Era uno de los familiares del novio que necesitaba que alguien le ayudar a llevar el coche de los novios hasta el parking del hotel desde la oficina de alquiler y Ramón propuso que yo me quedara explicándole todo a su mujer mientras él iba acompañaba a por el coche.
– “Claro Ramón, no hay problema, si ya casi no queda nada”. Le dije intentando que no se notara mi excitación.
Nada más cerrar la puerta tras de sí Ramón, me giré de frente hacia Ana. La zorra seguía abierta de patas pero ahora subió una de sus desnudas piernas y la apoyó en el filo de la cama. Dios, qué visión tan perfecta de su coño.
– “Vaya mirón qué tenemos aquí!. Qué, ¿te ha gustado el espectáculo?. No sabes cómo me has puesto cabrón.” Dijo mientras se acariciaba muy suavemente el coño por encima del tanga.
No me molesté en contestarla. La miré serio y mientras me abrí la bragueta y saqué la polla que tenía a explotar de los pantalones. Ella la miró y sonrió mientras me masturbaba lentamente para ella. Empezaba a entender que era hombre de pocas palabras y que no pensaba moverme hacia ella así es que se levantó, se acercó hasta mí, se abrió de piernas y se colocó de pie con el vestido levantado con una mano y la otra acariciando el coño por encima del tanga delante de mi cara. Podía oler su coño perfectamente, estaba muy excitada pero yo ni la toqué.
Movió su tanga a un lado y volví a ver ese coño tan perfecto que tenía la muy puta. Estaba depilado y los labios eran rosados y brillaban relucientes. A continuación, fue bajando poco a poco sus caderas, cogió mi polla con una mano mientras con la otra se abría el coño y colocaba la polla en su entrada. Su cara quedó frente a la mí y comprobé que estaba fuera de sí, tenía los ojos cerrados y la boca medio abierta disfrutando del momento. Fue bajando metiéndose la polla muy lentamente y noté cómo la polla iba abriendo camino cada centímetro de su coño, me encantaba el coño de esta zorra, era muy estrecho pero también flexible.
Cuando tuvo metida toda la polla, se quedó sentada y mientras se movía en pequeños círculos y vaivenes de delante atrás sin sacarse ni un milímetro de mi polla me dijo al oído:
– “Qué ganas tenía de follarte cabrón. Y encima me encuentro este pollón, tenías que ver la mierda de mi marido. Qué gusssstoooooooooooo”.
– “Vaya zorrita que eres. Meneándote cómo una puta de espaldas al amigo de tu marido mientras todavía estaba en la habitación y ahora en cuanto sale por la puerta te falta tiempo para follártelo. Fóllame.”
– “Aaaahhhhhh. Quéeeeeeee pollaa tan perfecta. ¿Sabes por qué siempre he sido tan seria contigo? Porque desde el primero momento en que te conocí supe quién mandaba sobre mi marido y al final sobre mí y eso me hacía odiarte pero después cambió hacia deseo insanooooooo. Síiiii.”
Quería que se callara así es que la besé con fuerza y mientras le comía la boca y ella me entregaba su lengua la saqué las tetas por encima del vestido y se las magreaba todo lo que quería. Cuando llegué a pellizcarle sus pezones, gimió alto y ahora sí empezó a botar sobre mi polla como una loca. Estaba tan encharcada que sus flujos corrían ya por mis huevos y caían hasta la moqueta del hotel. Me dediqué a comerle las tetas mientras follaba y pronto noté cómo empezaba a contraerse cada vez con más violencia y supe que le llegaría el orgasmo.
Volví a besarla para que no gritara fuerte mientras se corría y la zorra lo disfrutó de lo lindo. Ni aún así contuvo sus gemidos entre mi lengua y siguió follando con fuerza un par de minutos hasta que agotó su orgasmo y derrumbó su cabeza en mi hombro y siguió sentada con mi polla dura como una piedra dentro de ella.
– “Sigue Ana que me quiero correr dentro de tí.”
Ella obedeció y aunque parecía extasiada se contorneaba suavemente estrujando mi polla dentro de ella. No sé lo que follaría con mi amigo Ramón y pero era una experta increíble follando así sentada y en breve noté cómo me corría. Disfruté cada segundo del orgasmo y la inundé con toda mi leche. Ella debió notarlo y disfrutar porque mientras me corría me chupaba la oreja mientras me decía:
– “Córrete bien cariño. Córrete dentro de mí que no me pienso quitar tu leche de dentro en toda la noche. Quiero sentirte, vamooooooossss.”
Cuando terminé, descansé unos segundos con ella todavía encima mientras le acariciaba el culo hasta que me relajé, volví a la realidad y la levanté. La dejé tal cual estaba encima de la cama, la verdad es que estaba agotada, me abroché de nuevo el pantalón y me fui de la habitación hacia la mía para vestirme sin ni siquiera despedirme. Ufff, pensé, vaya polvo que me acaban de pegar.
La noche previa a la boda la pasamos cenando todos juntos y tomando unas copas. Durante toda la noche no me quité la mirada de Ana fija en mí y pude ver que el brillo de sus ojos no se había perdido desde la tarde. Qué mojada debía estar pensé. Pero me dediqué a estar con mis colegas mientras nuestras novias y mujeres se reían juntas. Cuando más notaba la mirada de Ana es cuando hablaba con su marido o le pasaba la mano por el hombro a Ramón cada buen chiste que hacía. Menuda zorra que tenía de mujer.
Al día siguiente, durante la ceremonia de la boda, en la misma iglesia y mientras escuchábamos la misa como testigos, noté vibrar el móvil dentro del bolsillo y cuando lo saqué leí el mensaje que me enviaba Ana:
– “Me tienes encharcada desde ayer. Sueño con comerme esa polla tan preciosa después en la fiesta.”
La miré y la sonreí de frente. La muy zorra estaba espectacular esa noche. Llevaba un vestido verde claro con toda la espalda al aire y sólo sujeto al cuello por un fino paño que marcaba sus pechos. Pero al lado de ella estaba Sonia aún más preciosa todavía. Sonia era la mujer de mi amigo Miguel y mi historia con ella se remontaba demasiado.
Conocí a Sonia hace ya muchos una noche en la que salimos todos los amigos menos Miguel que ese fin de semana había viajado a ver a sus padres. A través de Miguel, quedamos con ella y con sus amigas en un bar de Madrid porque ambos tenían muchas ganas de que el resto de amigos conociéramos a sus amigas y así pasar la noche de juerga todos juntos. Yo desde el primer momento congenié con Sonia y me pasé toda la noche pegado a ella mientras mis amigos intentaban ligar con la suyas.
Sonia es una rubia preciosa de cara, con ojos castaños, bastante alta y un cuerpo para mí gusto perfecto. Quizás un poco delgada, pero eso hace que sus pechos sean muy grandes para su torso lo cual los hace todavía más apetecibles, y un culo redondo perfecto con forma de manzana. Ese día vestía con vaqueros ajustados y una blusa ligera de gasa que hacía que se transparentara el sujetado a la luz de las discotecas. Como el ruido era muy fuerte, nos pegamos demasiado para hablar y llegó un momento de la noche en la que ya estábamos completamente pegados, pero había tanta gente y tanto ruido que ninguno de mis amigos o las suyas notó nada raro.
Me imagino que serían las copas y la situación pero estaba tan caliente que acabé por reconocérselo.
– “Es una pena que te conociera Miguel antes que yo porque la verdad es que me encantas.” Le solté.
– “Sí, tu a mí también, pero Miguel es un gran tío y le quiero.” Me contestó seca con la voz pero mientras su mano acariciaba mi cintura y espalda como palpando.
– “Sí, es un gran amigo, pero me tienes salido esta noche con tus pantalones y susurros”. Me arriesgué.
– “Yo también estoy a tope. Qué cabrón Miguel yéndose el fin de semana, con las ganas que tenía de que me follara hoy.”
Después de esto decidí arriesgarme y colé mi mano por debajo de su blusa hacia su cintura justo por encima de su vaquero. Podía sentir en mis dedos ya la calentura de su culo y coño. Suspiró otra vez en mi oído y ella también avanzó su mano y me la metió con destreza dentro de mis pantalones para llegar directamente a agarrar mi polla. Yo por mi parte ya tenía mi mano completamente dentro de su culo y pude meterle la yema del dedo corazón en su encharcado coñito. Ambos empezamos un mutuo magreo sin que nadie notara nada y nuestra excitación fue en aumento. Nos dimos la mano que ambos teníamos libre y noté que ella disfrutaba porque me agarraba la mano con muchísima fuerza cada vez que avanzaba dentro de su coñito.
Pero, de repente se acercó una amiga suya, miró con extrañeza nuestras manos entralazadas y subió pronto su mirada hacia nosotros cuando comprobó dónde estaban nuestras otras mano y le dijo a Sonia que ya se iban que si quedaba o que si se iba con ellas. Sonia me miró fijamente y comprendí. Nos soltamos y me despidió con un beso en la mejilla y me dijo al oído:
– “Me ha encantado pero es mejor así para todos cariño”. Y se fue.
Desde ese momento hasta ahora nunca más he vuelto a tener el más mínimo roce con Sonia pero nuestra compenetración siempre que hemos estado juntos ha sido más que evidente. Sonia se casó después de varios años con mi amigo Miguel y de hecho en la boda estaba ya embarazada de tres meses del que sería su primer hijo juntos. Sonia estaba preciosa con el pelo rubio suelto y muy bien peinado que le caía por los hombros, llevaba un vestido negro ligero para que se notara demasiado su pequeña barriga de embarazada y pude ver un sujetador negro de encaje con los increíbles pechos de embarazada que se le habían puestos. Cuando la miré supe que había pillado el mensaje y mirada entre Ana y yo y me puso cada de asesina.
La ceremonia acabó y después de la cena, nos dedicamos a bailar y tomar copas como en toda buena boda. Ya después de un par de copas, y en la que estábamos bailando todos con todas, me agarró Ana por la cintura para bailar un pasodoble y salí a la pista con ella. Nada más estar solos me dijo:
– “Cabrón, llevo toda la noche encharcada. Te espero en los baños en cinco minutos”.
Terminamos de bailar y la verdad es que me moría de ganas de que Ana me comiera bien la polla. A los cinco minutos me fui a los baños, la vi esperando en los lavabos del baño de paralíticos y entré empujando la puerta. Nada más llegar me sonrío, se pegó a mí, me sacó la polla de los pantalones y se agachó. Me dio varios lengüetazos por toda la polla para mojármela bien mientras decía para ella:
– “Joder, qué ganas tenía de tu polla”.
Y se la metió en la boca para chuparme como si fuera lo último que hacía. Estaba tan excitada que mientras estaba de cuclillas comiéndole la polla se levantó el vestido con una mano, se la metió dentro de las bragas y comenzó a meterse dedo. La puerta del baño hizo un pequeño ruido y miré hacia ella para descubrir que no la había cerrado del todo y que Sonia estaba delante de la puerta con una cara de mala leche que nunca le había visto. Ana también la oyó y nada más verla se sacó la polla, se levantó y con cara pálida se quedó mirando a Sonia.
Sonia se dirigió hacia nosotros y cuando estuvo frente a mí me soltó una bofetada en plena cara con todas sus ganas.
– “Hijo de puta”. Dijo.
Ana no esperó más y salió todo lo rápido que pudo del servicio dejándome allí con la polla fuera y Sonia delante de mala leche. Esta gilipollas además de joderme un polvo con Ana encima me soltaba un ostia. Me cabreó tanto que no lo dudé y se la devolví. Le pegué con toda la fuerza de mi mano en su preciosa cara. La bofetada sonó seca. Ella volvió a mirarme con toda la cara enrojecida por mi mano, se dirigió hacia la puerta sin mirarme y pensé que iba a salir a contarle a todo el mundo primero mi sesión con Ana y luego que la había pegado.
Pero no. De espaldas a mí echó el cerrojo a la puerta del baño, se levantó el vestido para llegar hasta su tanga y con los dos pulgares lo bajó hasta las rodillas. A continuación, apoyó sus manos en la puerta y echó para atrás su culo con el vestido por las caderas. Dios, estaba gloriosa con el culo en pompa, su coñito perfectamente marcado entre las piernas y su pequña barriga de embarazada asomando por delante. Empecé a entender lo que quería.
Me acerqué hasta ella y me puse justo detrás de su culo con mi polla aún flácida por todos los acontecimientos. Rodeé su cintura con mi brazo y le sobé el coño con toda mi mano para descubrir lo mojada que estaba. Mientras le metía mano mi polla se recuperó y se la puse en la entrada del coño sin más. Ella entonces habló:
– “Fóllame ya cabrón que llevo esperando años a la polla que te toqué aquel día. Vamos fóllame ya. Capullo, mira que follarte a la zorra de Ana cuando llevo esperando que me partas años. Vamos por favor ya!”.
Se la metí de golpe y me la follé con toda la fuerza que tenía. No tuve compasión por estar embarazada o porque estuviera allí de pié casi sin apoyo, me daba igual, sólo pensaba en follarle cuánto más fuerte mejor. Me encantaba su culo, era perfecto y le daba palmadas cada vez más fuerte según iba sintiendo que nuestro orgasmo estaba cerca.
– “Todos estos años al lado de una puta como tú y yo sin saberlo. Embarazada y follando en un baño con el amigo de tu marido!!!!”.
Fue lo que necesitábamos para llegar a un orgasmo apoteósico. Ella se corrió en silencio para que no la oyeran pero entre violentos movimientos con mi polla brotando leche dentro de coño de embarazada. Cuando terminamos se incorporó, y todavía de espaladas a mí y con mi polla dentro pegó su espalda a mi pecho y giró su cabeza para besarme con toda la pasión que había acumulado desde hace años. Yo aprovechaba para acariciarle el coño por delante y magrearle las tetas tan preciosas que se le habían puesto.
Cuando nos relajamos, ambos nos recompusimos, peinamos ligeramente y tras darnos un largo beso salimos del baño tranquilamente como los dos amigos que habíamos sido siempre. Cuando llegamos a la altura del resto de nuestros amigos y marido y mujer, seguimos hablando los dos como si tal cosa mientras Ana no nos perdía de vista con cara de no saber qué había pasado.
Sonia me dijo:
– “A partir de ahora fóllame cuando quieras cariño, pero por favor no lo hagas más con la zorra de Ana. Haré lo que me pidas y cuando quieras”.
– “No, a partir de ahora te follaré cada vez que quiera, pero pienso seguir jodiéndome a Ana porque perdiste tu oportunidad aquel día en la discoteca zorra.”.