Me llenó el coño en un elevador

Lluvia, un apagón y una concha llena de lechita

Solo quiero llegar; la lluvia era intensa, la ropa mojada no ayudaba mucho a mi humor y el simple hecho de haber olvidado la sombrilla no hacían más que empeorar la situación; quería deshacerme de la ropa y tomar un poco de calor.

Me doy cuenta de que el elevador se encuentra en el último — ¡No puede ser! —me digo; no hay más opción que esperar a que llegue.

—Buenas noches —escucho que alguien me dice, pero paso del saludo, mi humor no está para ser "educados". Veo como el elevador va bajando; cuando decide abrir sus puertas yo solo me limito a entrar y presionar mi piso, me recargo y decido quitarme las zapatillas —Malditas cosas —les digo como si fuera su culpa ser una hermosa máquina de tortura.

—No te preocupes ¡He! No me incomoda — es cuando noto que no estoy sola en el elevador como pensé, volteo buscando la voz y me doy cuenta de que es el vecino con el que he peleado en tantas ocasiones por sus fiestas.

—No te preocupes, no me interesaba —le digo con un humor que está empeorando a cada segundo.

—Pero que educada eres, no esperaba menos de ti —me dice con su típico tono de sorna. Yo me limito a revirar los ojos, decido quedarme recargada y la sensación de una superficie plana es tan liberadora que solo puedo sacar un suspiro de placer.

—No pensé que conocieras ese sonido — de qué demonios me está hablando.

— ¿Mandé? —le digo.

—Como eres tan frígida, supuse que no sabías que era el placer—me dice.

—No te importa mi vida —ve a cogerte a una de tus conquistas que chillan peor que gatas —le digo recordando innumerables noches sin poder dormir.

—¿Celosa? —me dice sonriendo de lado.

—Ja, ja, ja —mi risa sale desde el centro de mi ser; me doblo por tanto reírme y hasta una lágrima se escapa, todo empeora al ver su cara de desagrado; término en el piso del elevador después del ataque de risa que me ha provocado.

—Gatita no sabes ¿Quién soy? —me dice, como si todos los conociéramos.

—Mm, déjame pensar —le respondo mientras me pongo de pie.

—¡Ya sé! —le digo dando brinquitos.

—El vecino que no me deja dormir y coge como conejo —al momento de terminar la oración me tiene acorralada contra la pared.

De repente el elevador da un tirón que hace que caiga tomando lo único que tengo a mi alcance, cierro los ojos pensando lo peor; cuando los abro todo está a oscuras y se prenden unas luces rojas anunciando que son las de emergencias.

No pasa mucho al darme cuenta de que no estoy en el piso sino sobre algo suave y unas manos en mi cintura me están sosteniendo.

—¿Me podrías soltar? —le digo tratando de levantarme.

—¿En serio no sabes quién soy? —me dice con cierto tono de enojo.

— ¿Es una broma? ¿Verdad?, no ves que esta caja de metal se detuvo y a ti te interesa que yo sepa quien eres —le digo mientras sigo intentando zafarme.

—Solo es un apagón, relájate — me dice restándole importancia al asunto.

—Como tú no estás mojado, a ti que te interesa—le digo haciendo obvia mi situación.

—Yo podría quitarte el frío, gatita —me dice sonriendo.

— ¡Déjame de decir “gatita”! —le chillo en la cara.

—Mira putita, ni tú ni nadie me viene a gritar — me responde dándome vuelta dejándome en el piso y él sobre mí.

—¿Sabes que pienso que te hace falta? — me sigue sosteniendo las manos en alto para que deje de luchar.

—Necesitas que esto desaparezca o tomaras un resfriado —dice mientras va abriendo mi gabardina, se detiene al observar mi blusa que por la lluvia transparenta mi brasier de encaje.

— ¡SUÉLTAME! —no dejo de gritar, mientras empiezo a patalear para liberarme de su agarre; su mano va bajando hasta llegar al filo de mi falda y es cuando noto algo que me paraliza.

—¿Qué pasó gatita? ¿Por qué tan quieta? —me dice burlándose.

Siento el frío metal que va cortando toda la tela que se encuentra en su paso.

— ¿Te comieron la lengua los ratones?, gatita —me dice mientras siento como su lengua recorre mi oído y la excitación da un tirón a mí entrepierna.

— ¡No te muevas! —es lo único que mi cerebro llega a razonar, mi cuerpo pide más.

Decide soltarme las manos, pero las dejo donde están; lo observó más a detalle: tiene una pequeña barba, el gimnasio ha valido la pena, esa tinta que va mostrando en su piel, te dan por completo la idea de que él no se anda con juegos.

— ¿Vamos a jugar? ¿Te parece gatita? —me dice enseñando por fin la navaja que ya ha cortado un lateral de mi falda; decido no contestar por miedo a dar una respuesta errónea. Sin pensarlo me da una bofetada que me hace ver estrellas, pero en vez de causarme dolor siento otro tirón en mi parte baja.

— ¡Te he preguntado algo! —me dice después de tremendo golpe. Solo asiento mientras veo como va cortando mi blusa y queda a su vista por completo mi brasier.

—¿Te gusta que te traten mal? ¿Verdad gatita? —me dice al momento que pasa la punta de la nava en el inicio de mis senos, el frío del metal hace que arquee la espalda.

— ¿A ver qué hay aquí debajo? —me dice mientras con un solo corte deja libres mis senos.

El frío hace que mis pezones se pongan duros no sé si es por el miedo o la excitación; la navaja sigue su recorrido hasta toparse con el botón de mi falda el cual decide hacerlo a un lado y seguir cortando todo a su paso.

Pronto la falda termina siendo un pedazo de tela en mi cintura; queda a su entera vista la tanga negra que solo es sostenida por unas finas tiras.

—¡Pero mira que tenemos aquí! —me dice.

—¿Quién diría que usaras esta ropa? —me susurra sin detener su recorrido.

Siento la calidez de su mano vagar por uno de mis muslos y es cuando me doy cuenta de que estoy helada gracias a la lluvia que me ha empapado toda; hace un recorrido lento disfrutando cada centímetro de mi piel, lo que me sorprende aún más es que busco su tacto.

—Hagamos un trato —me dice poniendo el frío metal en mis labios. —No volverás a gritar y yo dejo a un lado la navaja, aunque pensándolo sé que te gusta que esta te roce… ¿Trato? —me dice mientras va cortando las finas tinas de lo que queda de mi ropa interior. Yo solo asiento como respuesta, aunque no se a que le estoy dando razón; el frío de la navaja me está volviendo loca.

— ¡Qué buena putita! — me asegura antes de dejarla aun a la vista.

—Veamos que hay por aquí —me menciona mientras pasa sus dedos por mi coño mojado.

Empieza a quitar lo único que tapa esa zona, haciendo sentir cada fibra de la tela cuando decide retirarla de la forma más tortuosa posible.

Le gusta torturarme y él se ha dado cuenta de que ya me tiene en sus manos.

—Hagamos esto más interesante ¿Te parece? —me dice mientras toma de nuevo la navaja, inicia su recorrido y va bajando hasta encontrar mi concha, el frío hace que arquee la espalda y suelte un gemido.

Sus labios siguen el mismo camino que el metal, encontrando un punto donde no hay regreso, el cambio de temperatura hace que toda mi piel se erice y él sonríe orgulloso.

Toma su tiempo para disfrutar lo que ha encontrado, lo chupa, lo lame, le da golpes con su lengua y yo la verdad ya no puedo contener todo lo que le está pasando a mi cuerpo y mis gemidos suenan por el elevador. Siento como penetra un dedo en mi coño empapado haciendo un mete y saca que me está volviendo loca.

Toma su tiempo, repite todo, mi cuerpo no puede soportar esto, de un momento a otro sostengo su cabeza para que no se aparte de lo que está haciendo, mi cuerpo se arquea por completo y me vengo en su cara; Él chupa toda mi corrida como si fuera un manjar.

Me desplomo en el frío piso, dejando expuesta mi piel sudorosa, mis pezones erectos. Él mira su gran trabajo.

—Ven, puta —me dice y jala con rudeza mi cabello.

Hace que me levante; mis piernas aún tiemblan, pero puedo conseguir ponerme de rodillas, todo lo que en un momento del día se llamaba ropa ha caído al suelo dejándome desnuda frente de Él.

—Dime que serás una buena gatita —me dice mientras acerca sus labios a mi cara y me da un beso.

—Miau —le digo como respuesta después de recomponerme; Él sonríe contento.

—Ven — voy tomando la orilla de sus jeans con mis manos temblorosas, acerco mis labios y puedo notar que no soy la única que ha cedido, dejo besos regados en la tela que me separa de lo que tanto deseo; la impaciencia empieza hacer mella, me presiona, me jala, me incita a romper esa barrera. Tomó el mismo frío que ha causado estragos en mi cuerpo, al instante una verga chocaba contra mis labios.

Lo miro a los ojos mientras me voy acercando hasta metérmela en el fondo de mi garganta.

—Que rica se siente tu boquita— me dice en un ronco gemido.

Saco mi lengua y me decido a degustar como una paleta lo que tengo enfrente; cada centímetro que avanzó el agarre en mi cabello aumenta.

—No juegues, puta —me gruñe, sus pupilas están dilatadas y emanando lujuria.

Mi lengua va recorriendo centímetro sin dejarlo de ver a los ojos, me la meto en la boca y escucho como gruñe de satisfacción, cede un poco, pero sin soltar aún mi cabello; enrosco mi lengua, meto y saco con un ritmo que sé que es tortuoso.

Sin esperarlo me coge de la cabeza comenzado a follar mi boca; no puedo respirar, estoy llorando por el esfuerzo, por mis labios solo escurren las babas que siguen mojando esa verga que entra y sale.

A Él no le importa, aumenta su fuerza, su velocidad; siento como cada vez me hace falta aire estoy a punto de desmayarme. Escucho un rugido y sé que por fin me tocara mi ración de leche que tanto he esperado; siento como empieza a llenar mi estómago con su espesa leche es mucha tanta que está empezando a ahogarme, pero no puedo detenerme sigo mamando esa verga como una buena puta.

Mi lengua empieza a saborear ese rico semen que está llenando mi boca y mis intestinos.

—Tómatelo todo, puta — me dice mirándome a los ojos, con su frente brillosa.

Yo solo afirmo con la cabeza, mientras siento como va bajando por mi garganta, cuando he terminado le enseño mi lengua, me acaricia el cabello y yo solo busco más su toque.

—¡Por favor! —le digo en una súplica.

—¿¡Por favor que!? Puta— me dice con sorna, mientras me pega en la cara con su verga.

—Fóllame— le gimo sacando la lengua para tener contacto con su polla.

—¡Di que eres mía! —me contesta.

—¡Dilo! —me dice jalando uno de mis pezones.

—¡Por favor! —le vuelvo a decir, pero solo sigue sin hacer caso.

—¡Dilo! — me tira al piso del elevador dejando mi culito a su merced.

Sé inca y yo alzó más mi cola para quedar como una perrita abierta; toma mi inflamado y mojado botón y lo aprieta.

—¡Dilo! —me duele, pero mi coño dice otra cosa.

Mete tres dedos en mi mojada pucha, yo solo gimo por el placer, tomo mis nalgas y las abro más para que me los meta bien adentro. Mi cuerpo le hace saber que quiero que me parta en dos, ya que mi pucha se dedica a succionar sus dedos.

—¡Está bien! —le digo al borde de la locura.

—¡SOY TUYA! —con esa simple frase sonríe con arrogancia.

Saca sus dedos de mi coño ya empapado, suelto un gemido lastimero y empiezo a mover mi culito de un lado a otro como perra.

—Prueba —me dice, me ofrece lo que contiene sus dedos, abro la boca y saboreo con lujuria mi propio sabor, veo como le encanta mi gula, me esfuerzo por no dejar ni un solo rastro.

—Tócate para mi zorra— me dice.

Mi cara queda contra el sueño mientras con una mano empiezo a jalar los pezones y con la otra me masturbo. Siento como me recorre desde mi culito hasta mi mojado coño con la punta de su verga haciendo que desee que ya me deje bien abierta. De un momento a otro me la mete, lo que causa que grite de placer, su verga me parte en dos.

Me tomó de las caderas, comienza a cogerme a un ritmo que está haciendo que me venga, empiezo a mojar todo a mi alrededor siento como la saca casi por completo y me la mete en una sola embestida. No dejó de darme placer y Él sigue cogiéndome como a una perra necesitada de polla.

—Vente para mí, gatita — mete un dedo en mi culito haciendo que mis paredes se contraen a un punto que llega a ser doloroso, pero que nunca en mi vida había experimentado.

Mi espalda se arquea hasta chocar con su pecho, mis pezones se ponen duros como piedras y mi garganta sólo sabe gemir, mi coño succiona su verga.

Aumenta el ritmo y la profundidad de sus embestidas, suelta un gruñido que me hace notar cómo me está inundando el coño con su leche.

Todo ha sido demoledor: su frente brilla, mi pelo es un caos, el maquillaje hace mucho que se corrió, mi ropa dejó de serlo y ya no tengo más frío. Mi coño sigue succionando su polla y ordeñándola como si quisiera ser preñada.

Va saliendo de mí y siento que su leche va escurriendo junto con mis jugos, llevo mi mano para que no se desperdicie y empiezo a comer con gula sin malgastar nada. Siento como toca cada parte de mí, mientras el placer aumenta gracias a las caricias que me está dando.

—Ven — me dice y le hago caso, me hace sentarme entre sus piernas.

—Abre, gatita —le da unos golpecitos a mis muslos, los cuales abro a su disposición.

Sus dedos entran y yo los recibo con un gemido, cuando los saca me muestra toda la leche que aún tengo en mi coño me la reparte en mis tetas, en mis pezones y por último hace que lamba sus dedos dejándolos brillantes, continua hasta que no hay más dentro de mí.

— ¡Arriba!, gatita —me dice cuando Él está de pie, dándome una mano para poder levantarme, sin dudar aceptó su ayuda; mis piernas se acostumbran y dejan de temblar como gelatina, pero la estabilidad no dura por mucho, ya que un movimiento nos trae a la realidad.

La luz ha regresado al edificio y con ello al elevador, este empieza a hacer su recorrido y es cuando caigo en cuenta que solo faltan un par de pisos para llegar hasta donde se ubica mi departamento.

—¿Cómo demonios saldré de aquí, así? —Es cuando todo vuelve a ser realidad, estoy desnuda en medio de un elevador, sin poder llegar a mi casa.

Él también va tomando seriedad al asunto y veo como frunce el ceño al darse cuenta de que su ropa ha quedado inservible.

—¿Por qué lo has cortado? —me dice molesto cuando me señala la vestimenta, yo solo me encojo de hombros mientras sigo buscando algo que me pueda ayudar a salir de aquí.

—¡Contéstame! ¿Por qué lo hiciste? —me gritó jalándome del brazo, quedando nuestros rostros muy cerca, yo solo observo como se relame los labios.

—¡Por lo mismo que tú lo has hecho con mi ropa! —le conteste igual de enojada, logro safarme de su agarre; tomo mi gabardina que por suerte no sufrió daños y es lo suficientemente larga para taparme el culo ayudándome a ocultar mi desnudes.

No falta mucho para que lleguemos a mi piso y sigo sin encontrar lo que era mi brasier.

— ¿Buscabas algo?, gatita —oigo que me dice, volteo y lo tiene en sus manos.

El timbre del ascensor es lo que me trae de nuevo al presente, lo único que quiero es llegar a mi departamento sin que nadie me vea así, aún sigo sin saber si fue un sueño o realidad, pero mi coño palpitante me dice que todo es verdad.

—¡Quédatelo!—le digo saliendo del elevador.

Como puedo busco en mi bolsa mis llaves para poder entrar, al momento que cierro mi puerta aviento todo lo que traía en las manos deslizándome por esta hasta terminar sentada en el piso.

—¿Cómo se animará a salir sin pantalones?— Fue lo primero que se me ocurrió pensar

—¿Saldrá con su enorme verga colgada?— me pregunto.

Agito mi cabeza para olvidar semejante pensamiento, pero al momento de levantarme mi concha me recuerda que todo paso, que me cogieron como la perrita sumisa que soy, que me partieron el coño y que me llenaron de semen.

Voy directamente a mi cuarto para relajarme en un merecido baño, olvidar todo y solo poder descansar del día que tuve hoy.

—

H

a sido un sueño —me repito a la mañana siguiente, ya que encuentro mis cosas en el lugar de siempre, así que decido tomar un baño, desayunar con tranquilidad y salir para el trabajo lo único que noto diferente es que es más temprano de lo común.

Tomo mis cosas y las meto a mi bolso, pongo música en mis audífonos y decido salir de mi casa con mi café en mano.

Avanzó para llegar al elevador cuando alguien tocó mi hombro.

—¿No se te olvida algo putita? —dice mi vecino que se encuentra sin ropa; en una mano un paraguas y en la otra su gruesa verga.

Solo se dedica a subir y bajar por el tronco de esa polla y yo me hipnotizó, sacando de nuevo mi lado sumiso.

—¿No quieres mojarte así como ayer? —yo solo palidezco y no puedo emitir sonido, ver su verga hace que mi coño empiece a escurrir.

—Aunque a mi polla le encanta como te mojas — me susurra, mientras me guiña un ojo y se mete a su departamento aun con su verga en la mano.

—Vete con cuidado, avísame cuando llegues —me dice antes de cerrar su puerta.