Me llamo Pepi
Primer encuentro. Descubro como mi hermana mayor se beneficia a mi hijo
Me llamo Pepi, tengo 49 años, casada y con dos hijos. Una niña y un niño. Nuestra hija aunque suene raro en estos momentos ya se emancipó, queda en casa mi hijo Daniel.
Me considero una mujer normal del sur de España, no estoy gorda, pero tampoco flaca. Tengo dos buenas tetas, caderas anchas y un culo que ha visto mejores días. Mi vida matrimonial, supongo que después de más de 30 años de casados, está como todos los matrimonios con más de 30 años de casados. Aburridos el uno del otro, manteniendo sexo una vez cada dos o tres semanas y poco más. Mi hijo tiene 16 años. Es un chico normal, más bien tímido, de pocos amigos, no es para nada un jovencito por el que una madre perdería los papeles. O eso pensaba yo.
Tengo una hermana mayor, tiene 55 años, se llama Ana, casada y con dos hijas, supongo que su vida debe ser igual que la mía, solemos contarnos pocas intimidades. Nos parecemos bastante, aunque ella está algo más gorda que yo, sus tetas son más grandes y más caídas y tiene algo de tripa.
Este verano pasado por motivo de esta dichosa crisis nos vimos obligado a pasar las vacaciones en casa de mis padres, ellos viven en un pequeño pueblo de la costa de Cádiz, tienen una casa solariega, grande, con un patio inmenso y suficientes habitaciones como para acoger a mi familia y la familia de mi hermana. Aunque la verdad es que no fuimos todos, ni mi marido, ni mi cuñado, ni mi hija, ni una sobrina fueron. Solo mi hermana, una de sus hijas y su novio, mi hijo y yo. En la casa de mis padres había suficientes habitaciones como para que cada uno ocupara una. El que mejor parado salió fue mi hijo, que se quedó con una habitación que había en el patio, estaba retirada de la casa, y allí nadie le molestaba.
Hacía calor y era normal que las mujeres estuviéramos con muy poca ropa, yo casi siempre llevaba solo un vestido y braga, lo mismo que mi hermana, a mi sobrina y al novio, era raro verlos, solo aparecían para dormir, y siempre bien entrada la mañana. Mi hijo tenía lo necesario en su cuarto, así que tampoco lo veíamos mucho aparecer por la casa.
Por lo menos esos primeros días, sirvió para que mi hermana y yo, volviéramos a retomar un poco nuestra relación, estábamos con nuestra madre y reíamos y charlábamos las tres. Almorzábamos temprano, y luego cada una nos íbamos a dormir un rato la siesta, ya que la calor era bastante insoportable. El dormitorio de mi hermana y el mío estaban en la planta de arriba, y los dos tenían ventanas al patio. Podía ver la puerta del cuarto de mi hijo desde mi ventanal.
Una tarde, mi hermana se había quedado a recoger la cocina, se había ofrecido ella misma, lo normal es que lo hiciera mi madre. Yo había subido a mi dormitorio, me había echado en la cama y me había quedado adormilada, cuando desperté había pasado más de una hora, me asomé a la ventana y vi como mi hermana Ana salía del cuarto de mi hijo. Me sorprendió, no es que mi hermana y su sobrino se llevaran mal, pero nunca le había visto un gesto así a mi hermana para con él. Tampoco le di más importancia. Al día siguiente mi hermana volvió a ofrecerse para recoger la cocina después de almorzar, me sorprendió que no quisiera que mi madre se quedara para ayudarla, dijo que nos fuéramos a descansar que ella se encargaba. Apenas había subido al dormitorio y estando cerca de la ventana, vi como mi hermana se dirigía al cuarto de mi hijo, entraba y cerraba la puerta. Aquello me parecía raro, pero en ningún momento pensé que algo raro pudiera pasar dentro, me eché en la cama y volví a quedarme dormida, más de una hora después y ya con un poco de curiosidad me asomé de nuevo y vi como mi hermana volvía a salir. Dos días seguidos y había estado más de una hora con mi hijo.
Había sido un jueves y un viernes, el sábado llegaron nuestros respectivos maridos y durante el fin de semana nada ocurrió, pero sin saber porque, no dejaba de darle vuelta en mi cabeza a que demonio haría mí hermana con mi hijo en su cuarto.
Cuando llegó el lunes, estaba impaciente porque llegara la hora de la siesta, me parecía todo raro, porque durante el tiempo que mi hermana estaba con su sobrino, no notaba ningún tipo de complicidad, actuaban los dos como siempre. Me las ingenie para entrar en el cuarto de mi hijo por la mañana cuando él no estaba y preparar la ventana para dejar un hueco por donde mirar, esperaba que no se diera cuenta y no lo tapara. Llegó el almuerzo y como los días anteriores, aunque ya se había convertido en una rutina, mi hermana se quedó sola recogiendo la cocina. Me quedé espiándola en el salón, no me había visto. Apenas diez minutos después la vi salir para el patio, se giró y estuvo a punto de verme, tanto sigilo me estaba sacando de quicio. Desapareció en el patio, esperé a que llegara a la puerta del dormitorio de mi hijo para aventurarme a entrar yo. Entró sin siquiera mirar para atrás, me acerqué despacio y casi sin respirar, cuando llegué a la ventana, asomé la cabeza por el hueco que había dejado y me encontré a mi hijo sentado en la cama, mi hermana debía seguir cerca de la puerta ya que aún no la veía.
Dani sin duda la miraba, tenía los brazos estirados y las manos apoyadas en la cama por detrás de su cuerpo, no llevaba camiseta, y no me había dado cuenta, hasta que no apartó un cojín que llevaba sobre su regazo, estaba desnudo, su pene quedó a mi vista, me quedé sin respiración, lo tenía duro, tieso, apuntando hacia arriba, era más grande de lo que hubiera imaginado, la verdad es que hacía mucho que no veía a mi hijo desnudo, ya no sabía cómo lo tenía. De pronto mi hermana apareció, se quedó justo delante de él y se agachó, estaba en cuclillas, no tardé en ver como se llevaba el cipote de mi hijo a la boca y comenzaba a hacerle una mamada. Creo que estuve a punto de dar un grito, no sé cómo me contuve, me retiré un momento de la ventana para recobrar la respiración. No sabía que hacer, estaba a punto de entrar y cantarle a mi hermana las cuarenta, pero un ruido en el interior me hizo volver a mirar. Mi hermana se había levantado y se estaba sacando el vestido por la cabeza, su cuerpo solo cubierto por la braga quedó ante mí, sus grandes tetas le colgaban, su tripa por encima de la braga, las estrías en sus gordas piernas, estaba a punto de entrar cuando me fijé en la cara de mi hijo, era de puro gozo, tenía su cipote en la mano, se pajeaba despacio mientras miraba embelesado a su tía. Esta contoneando su cuerpo se bajó la braga y se la tiró a la cara, ambos rieron y de pronto vi como mi hermana se subía a horcajadas sobre mi hijo y con la guía de su mano se incrustaba la polla en su gordo y negro coñazo, los dos soltaron un gemido de verdadero placer, creo que ese gemido me desarmó por completo. Tenía la visión de las piernas de mi hijo colgando casi de la cama, y el culazo y el coño negro y poblado de mi hermana y podía ver como la polla de mi hijo salía y entraba a un ritmo vertiginoso de su interior, mientras él se afanaba por morder, apretar y chupar las grande ubres que le colgaban a mi hermana delante de la cara, esta no paraba de gemir, verla así hizo que mi cuerpo temblara, sentí como mi interior se movía por completo y sentí una bocanada de calor que recorría mi bajo vientre. Me sorprendía la agilidad de mi hermana para botar sobre mi hijo, no se cansaba, botaba y botaba sin parar hundiéndose hasta los huevos la polla de mi hijo en su gordo sexo. Más de diez minutos, cambiaron de postura, mi hermana se tendió y mi hijo se colocó encima, le había cogido las piernas por los tobillos y se las tenía completamente levantada, de esa manera podía ver como la polla entraba hasta los huevos, no podía creer que mi hermana aguantara de esa guisa, verle la cara me estaba llevando a mi también a desear recibir lo que estaba recibiendo ella, aunque fuera mi hijo quien se lo estuviera brindando, podía ver el gozo de mi hijo, gemía, y chupaba los dedos de los pies de su tía, algo así nunca me lo habían hecho, y tenía que ser algo placentero por los gemidos que daba mi hermana, además de la rabia con la que le incrustaba la polla hasta los huevos. Mi hermana cerró los ojos y levantando la cabeza sentí como se corría, la cara de placer de mi hermana hizo que me corriera a la vez que ella, no me había dado cuenta pero tenía dos dedos en el interior de mi dilatada vagina, sentía la abundante pelambrera que tenía en la palma de mi mano y como me afanaba en meterme los dedos todo lo que podía a la vez que rozaba con ellos mi clítoris. Mi hijo no aminoró, la embestía con fuerza, le había soltado las piernas y casi tendido sobre ella, mordía literalmente sus tetas que ella misma le mantenía al alcance con sus manos, las piernas de mi hermana se habían doblado alrededor de la espalda de mi hijo, eso hacía que las embestidas de mi hijo fueran muy profundas, lo notaba por cómo se hundía la polla de mi hijo, y por la cara de placer de mi hermana. Y por los gemidos de mi hijo que parecía a punto de acabar. La corrida de mi hijo no se hizo esperar, unos segundos después veía como por los gritos que daba le estaba soltando toda la leche en su interior, ella intentaba apagar esos gritos con sus tetas, podía ver como incluso se las mordía con fuerza, la corrida de mi hijo tenía que ser bestial, porque incluso mi hermana no dejaba de pedirle más y más.
Se acaba de correr, pero ni siquiera se la había sacado, seguía moviéndose primero despacio y poco a poco acelerando sus embestidas. Volvieron a cambiar de postura, mi hermana se la mamó un momento, podía ver la cara de golfa de mi hermana, lo estaba gozando, se metía por completo la polla de mi hijo en la boca y succionaba, podía ver como movía los mofletes, y como intentaba casi en vano meterse la polla hasta los huevos, la cosa de mi hijo era más grande que la de su padre, estaba segura que yo tampoco hubiera podido meterme ese instrumento en la boca por completo. No me podía creer lo que estaba viendo. Mi hijo volvió a tenderse en la cama y mi hermana volvió a subirse a horcajadas sobre él, ahora tenía de cara a ella, podía ver como le bailaban las tetas y como la polla de mi hijo se perdía en su interior, podía ver la abundante mata de vellos de mi hermana y como a mi hijo le gustaba tirar de sus vellos y apretar la barriga y las grandes ubres que se movían sin parar delante de su cara. Podía ver la cara de felicidad de mi hermana, me estaba volviendo a excitar de solo ver como gozaba mi hermana. Gemían y reían, algo le dijo mi hermana y esta paró un momento encima de él, se movía en círculos sobre la polla de mi hijo, mientras lo miraba poniendo cara de verdadera golfa. Se levantó y se giró dándole la espalda, se volvió a meter la polla mientras mi hijo abría sus gordas nalgas, podía ver como la polla de mi hijo desaparecía y como a mi hijo le gustaba ver el agujero negro y estriado del culo de mi hermana, mi hermana paró y con su mano se sacó la polla, apuntó al agujero de su trasero y vi como poco a poco se iba sentando sobre él, en ese momento volví a correrme, yo misma sentía como apretaba mi esfínter, lo apretaba y aflojaba como si estuviera intentando tragarme yo misma ese badajo en mi interior, no dejó de bajar hasta que la polla de mi hijo desapareció por completo. Luego, subidas y bajadas con fuerza y rapidez, a la puta de mi hermana le gustaba que le dieran por el culo. Nunca lo hubiera imaginado. Mi hijo no tardó en correrse, y mi hermana no dejó de subir y bajar hasta que la polla de mi hijo se salió por si sola de su gordo trasero. Por un momento pude ver el dilatado ojete que se le había quedado, sin duda algo así debía dar placer y dolor de verdad. Mi hermana se giró y como si le fuera la vida en ello comenzó a mamar la polla de mi hijo mientras podía ver su gordo y pegajoso coño, y el ojete rojo de tanto abrirse, tenía las nalgas rojas y algunos cardenales en el interior de sus muslos, que sin duda debía habérselos hecho mi hijo con la fuerza con la que la embestía. La polla de mi hijo había perdido su dureza. Mi hermana parecía satisfecha. Se levantó de la cama no sin antes dejar que mi hijo volviera a exprimir literalmente sus dos grandes globos, bajo las risas de ambos. Se colocó la braga y antes de que se colocara el vestido salí disparada para mi cuarto, nada más tumbarme en la cama tuve que meterme dos dedos y sentir como me corría con espasmos inclusos imaginando la polla de mi hijo incrustada en mi trasero.