Me llamo Jacob (X)

Presente, futuro y pasado. Y lazos que ni un conquistador militar podría deshacer.

NOTA DE AUTOR-A(:P); Siento muchísimo la tardanza en actualizar pero ya sabéis como es esto de las musas inspiradoras que se van de vacaciones cuando menos quieres que se tomen un descanso. Me ha costado un @#~ dar forma a este décimo capítulo y, de hecho, estoy convencida de que no va a estar a la altura que me gustaría pero no es malo, o eso espero, así que por no haceros esperar más e intentando que no me odiéis demasiado aquí lo tenéis. Sigue en pie mi promesa de hacer un capítulo de más de 10-15 minutos.


Un lugar escandalosamente público. Eso es lo que le prometió, así que eso buscó en su mente mientras recuperaba el aliento y sentía como Alex acababa de limpiarle la polla con la lengua para volverla a colocar al abrigo de sus calzoncillos y vaqueros. Jodido rubio... tenía un don especial para usar la boca. Solo pensar en una de sus felaciones le ponía a mil por hora. Aunque tan solo hiciera unos segundos que se la hubiera estado comiendo.

¿Escandalosamente público puede considerarse a los baños del aeropuerto al que habían ido a recoger a Sofía y el resto de su familia? Considerando el país en el que residían, las medidas de seguridad de un lugar como aquel y que eran dos hombres follando sí, lo era. Corriendo el evidente riesgo de que algún miembro de seguridad excesivamente celoso de su trabajo les pillara y, acabarán con sus esplendorosos cuerpos en alguna habitación de aislamiento esperando que alguien les leyera sus cargos por exhibicionismo.

Y lo que más morbo les daba era oír el rumor de pasos y voces entrando y saliendo del lugar. Cesc podía jurar que jamás había sentido tan duro ese trozo de carne que le hacia perder tan a menudo el sentido.

Nada más llegar al lugar y con una sonrisa en los labios cogió la mano de su pareja y tiró de él sin darle ninguna explicación de hacia donde se dirigían aunque bien sabía él que Alex lo podría estar sospechando. No es que fuera un sitio novedoso pero no por ello dejaba de estar cargado de morbo y erotismo.

Ahora era él quien se encontraba arrodillado ante su pareja con la lengua recorriendo cada centímetro de ese miembro que tan bien conocía y del que nunca se cansaba. Saboreándolo, llenándolo de saliva para lograr que se deslizase por boca sin el menor esfuerzo. Una mano ascendió por debajo de la camisa y pellizcó uno de los pezones. Otra realizó una incursión por el perineo y se atrevió a ir más allá probando que si lo deseaba Alex estaba preparado para acogerle dentro de él. Bien sabían todos sus fans, sus compañeros de profesión, sus ex y el propio rubio que él solía ser quien actuaba de pasivo. Pero no sería la primera ni la última vez que reclamaba hacerse dueño de ese estrecho canal. ¡¡¡Y cómo le gustaba hacerlo!!!

Se incorporó oyendo un ligero crujido en las articulaciones de sus piernas. Una sonrisa bailó en sus labios mientras un fugaz pensamiento acerca de que la edad se empezaba a notar cruzó su mente. Con un enérgico movimiento colocó a su novio con el pecho pegado a la pared del aseo. Metió dos dedos en la boca de él y con una orden seca le pidió que los mojara. El otro obedeció sin rechistar. Que Cesc cogiera las riendas y se convirtieran en una suerte de amo y “esclavo” era uno de los juegos eróticos que más excitaban al de Wyoming. Sobretodo por lo raro que era que se diera.

  • ¿Vas a follarme?
  • Hasta que te quedes sin voz... - fue su respuesta.
  • Vas a hacer que acabemos entre rejas...
  • Bueno ya sabes lo que se dice de los maricones y las prisiones. Me encantará verte agachar y recoger la pastilla de jabón. - Alex no pudo evitar reírse ante semejante respuesta.
  • Bueno espero que de suceder me follen con suavidad...
  • ¿Suavidad? No lo creo... te tomarán con desdén... sin preámbulos... al fin y al cabo nadie se puede resistir a este culito tan bonito que tienes... - Cesc había susurrado estas palabras mientras mordisqueaba el lóbulo de una de sus orejas e iniciaba una penetración digital sin la más mínima delicadeza. Sabía que al rubio le gustaba que a veces le trataran con rudeza. Pensaba que en un escenario como en el que se encontraban que ya de por sí estaba cargado de cierto erotismo tratarle de esa manera incentivaría la excitación del otro. Y no se había equivocado. Le conocía taaaaaaaaaaaaan bien. - ¿Quieres que te folle, rubito? ¿Lo quieres?
  • ¡Dios, por favoooor... - gimió quedamente.
  • No me voy a detener... atente a las consecuencias de haberme retado en el coche... sabes que una vez comienzo no hay nada que pueda distraerme de mi objetivo como no ha habido nada que apartase mis ojos de la carretera. - Cesc separó sus nalgas con un solo gesto, situó la cabeza de su miembro en la entrada del ano y se adentró en él sin demora ni compasión... Un grito apagado por unos labios fuertemente apretados se dejó oír entre las cuatro paredes del aseo. - ¿Te gusta, verdad? ¿Te gusta que te folle así? ¿Qué te puedan descubrir? Te excita esa posibilidad, ¿a que sí? - seguía susurrándole al oído al mismo tiempo que la punta de su lengua le recorría la sensible piel que rodeaba esa zona.
  • Ceeeesc... - fue lo único coherente que Alex pudo decir mientras el mismo movía las caderas para empalarse en la erección de su chico. La camisa blanca que llevaba desabrochada se pegaba a la piel de su espalda. Igualmente el pelo humedecido hacía lo propio en la frente.

La polla de Cesc es gruesa, grande aunque no excesivamente lo suficiente como para hacer que se sienta lleno de una forma que solo él puede conseguir. Tiene un tamaño idóneo para saborearla y es lo que más le gusta hacer. Por eso que sea habitual que se despida de él por las mañana con una felación. Es una buena manera de iniciar el día recibir la leche de la persona que ama en la boca... recibirla y degustarla. Si los seres humanos se pudieran quedar embarazados bebiendo semen a estas alturas sería padre de unas cuantas docenas de críos.

En momentos como estos y con su sabor aún en las papilas después del jueguecito del coche se siento arder por dentro. Sus continuas arremetidas contra su ano, la mano aferrada a su miembro o pellizcándole los pezones le hacen temblar. Mucho se temo que si el placer aumenta se va a ver cayendo en el suelo porque las rodillas no le sostendrán mucho tiempo más. Echa un brazo para atrás y atrapa la cintura de Cesc buscando algo con lo que sujetarse, él parece percatarse de su problema de debilidad porque sin mediar palabra le hace volverse de nuevo para situarse frente a él. Sus fuertes brazos le elevan del suelo no sin antes haberle quitado definitivamente los pantalones. Sus piernas le rodean, los brazos circunscriben su cuello. Y le vuelve a penetrar sin miramientos mientras que al mismo tiempo se apodera de sus labios.

No puede desearle más. No puede amarle más.

Su boca le buscan. Bucea en su interior, navega en su saliva. Le muerden hasta casi hacerle sangre... Sus uñas también se clavan. Y se corre.

  • ¡¡¡Ceeeeeeeeeeeesc... - murmura extasiado por lo bajo aún siendo capaz de recordar donde están. Y entonces le toca turno a él... nota su caliente esperma inundarle. Dejar su huella en él tanto dentro como fuera.

No hay momento más perfecto que ese.

Pocos segundos después le mira sonriendo, aún sostenido por sus brazos.

  • Pues no has conseguido que me quede sin voz... - la carcajada que brota del otro le baña el corazón haciéndole sentir un calor que solo Cesc, su Cesc, es capaz de conseguir.

Sí, es definitivo. No hay momento más perfecto que ese.

Frank ganó, como era previsible, el torneo interescolar de lucha. Todo gracias a que se había pasado los últimos meses refugiándose en el deporte para evadirse de su pésima realidad sentimental. Era un héroe entre sus compañeros y los profesores le palmeaban la espalda felicitándole. Todas esas loas se tradujeron en una permisividad hacia sus méritos académicos, los cuales habían sufrido un descenso debido a la ausencia de quien le había estado acompañando y ayudando desde que recordaba. Sin él a su lado no solo sufría su corazón sino también sus notas.

Sino fuera por la copa que había levantado el fin de semana anterior estaría en el ojo del huracán en sus casa, con su tutor del curso, con su entrenador y con el directo de la escuela secundaria. Aún así no las tenía todas consigo. De hecho la llamada del señor Omron le dejó claro que le iban a dar un ultimatum.

Cuando golpeó la puerta del despacho del hombre y este le hizo entrar tuvo que apretar los puños al ver sus padres sentados delante de la mesa, esperándole.

  • Toma asiento, Franklin. - le indicó su tutor. No tenía más opciones así que obedeció. - Frank, te he llamado y supongo que sabes porqué...
  • Mis notas... - el otro asintió.
  • ¿Hay alguna explicación para las repetidas llamadas de atención de los restantes docentes? - inquirió sin andarse con rodeos. Por toda respuesta obtuvo solo silencio y una mirada que nada decía.
  • Hijo... - intervino su padre. - sabes que puedes contarnos lo que sea, ¿verdad? - bien sabía Frank lo poco de cierto que había en esas palabras. Si hubieran venido de su madre las hubiera creído a pies juntillas. De él, no. No es que fuera un mal tipo, le quería... pero siendo de una determinada manera, de cierta forma. Tenía una imagen concebida de cómo debía ser su hijo y sería difícil hacerle ver que había ciertos aspectos que no encajaban en esa composición.
  • No sucede nada, papá. Quizá es que realmente no sea tan listo... que solo sea el típico deportista de secundaria compuesto de músculo y sin apenas cerebro.
  • Frank, no hables de esa forma. Antes tus notas eran sustancialmente mejores y no creo que hayas cambiado de la noche a la mañana.
  • O sí, señor Omron...
  • Escúchame, Franklin. No habrá beca deportiva que valga sino mejoras tus notas... podrás conseguir todos los éxitos deportivos que quieras, lo cual tiene mucho mérito pero sino los acompañas de un rendimiento académico adecuado...
  • Lo intentaré, señor... - Su padre se levantó del asiento que ocupaba, le miró fijamente antes de darse media vuelta y abrir la puerta.
  • Ni a tu madre ni a mi nos sirve que lo intentes. No tienes más que una opción, hacerlo. Y ya que no nos quieres contar qué sucede para que podamos brindarte la ayuda que necesitas para mi no hay excusa. Si fallas buscaremos medidas para enderezarte porque que te quede claro una cosa, Frank. No estoy dispuesto a mantener la vida contemplativa de nadie. - Su madre siguió los pasos de su marido dirigiendo una mirada de soslayo hacia su hijo. Un gesto que el rubio campeón de luchar supo interpretar. La confianza que le demostró hacia unos meses la estaba perdiendo... y le costaría un mundo recuperarla. Suspiró... todo iba rodando y cuesta abajo. Pero es que no le encontraba sentido a nada... ¿qué motivos podía haber para desear seguir adelante? El tutor carraspeó fijando sus ojos en él.
  • Frank... no les defraudes, no nos defraudes pero sobretodo no te defraudes. No eres solo un saco de músculos y el hecho de que ya no tengas el apoyo de Peter no significa que no puedas sacar las cosas adelante. No te infravalores.
  • ¿Qué tiene que ver Peter en todo esto?
  • Bueno... - el hombre guardó silencio unos instantes. - siendo sinceros solo he tenido que sumar dos y dos... antes erais un binomio ahora cantáis solos... pero tu voz desafina. - Frank torció el gesto. - Es muy probable que lo que os haya hecho separar vuestros caminos no tenga vuelta atrás y en ello no me voy a meter pero quizá va siendo hora que saques provecho de las muchas horas de estudio que invirtió en ti... También quizá sea el momento en que confíes algo más en ti mismo. - Volvió a mantener un rato de silencio. - Piensa una cosa... si consigues salir de aquí con posibilidades de buscarte un futuro... lo mismo también logres encontrar lo que sea que estás buscando. Piénsalo, Frank... realmente no tienes mucho que perder y, por contra, mucho que ganar. Y ahora vuelve a clase...

Cuando el muchacho salió del despacho se quedó quieto frente a la puerta. Oyó rumor de voces acercándose y las buscó con la mirada. Un grupo de sus compañeros de escuela riéndose. Sin aparentes preocupaciones, sin complejos, sólo preocupándose del aquí y del ahora. Cuando pasaron por su lado le sonrieron y una de ellas le saludó con un efusivo gesto. Una de las animadoras. Muy guapa, simpática y la chica ideal que su padre hubiera deseado para él.

Pero desde Peter no había comparación.

Desde Peter no había nada. Ni tan siquiera Jacob.

El grupo se alejó armando algarabía, dándose empujones y riendo. Uno de los componentes desvió la mirada para fijarla en el fornido luchador campeón de la escuela. Se lamió sus oscuros labios. Los ojos le brillaron interesados mientras recorría la anatomía del otro. Una sonrisa depredadora cruzó fugazmente su rostro.

Un pensamiento lo hizo a la misma velocidad;

buen culo

...

Su nombre en boca de la chica que iba unos pasos adelante le sacaron de su momentáneo ensimismamiento.

  • ¡¡Liam!!- y les alcanzó en apenas dos rápidas zancadas. No en vano era miembro del equipo de atletismo. No en vano debido a lo mismo había escuchado ciertos e interesantes rumores acerca del ídolo del mes. Interesantes y, porqué no decirlo, sugerentes.

Hacía tiempo que no la llamaba Oli tan a menudo. Tan adaptados estaban a la vida en los Estados Unidos que era inevitable que adoptase el apodo por el que todos la conocían en la escuela, Liv . Eso no significaba que no recordase los días en los que vivía en Madrid y las cosas eran más sencillas. Cuando sus mayores preocupaciones eran perderse sus dibujos animados favoritos o colarse a hurtadillas en el despacho de papá para “robarle” unos de esos increíbles caramelos de cereza que le estaban vetados. Vetados porque sino habría sido capaz de comerse dos kilos ella sola de una sentada. Ya tuvieron que volar a urgencias en una ocasión por una indigestión de esos dulces. Frente a ellos no tenía control.

Entonces era Oli para todas sus amigas, para sus padres, para Cesc y para el pesado de Jacob. Que le hacía la vida imposible escondiéndola sus muñecas, riéndose de sus intentos de relatos, tan ñoños e infantiles; ¿qué quería si entonces apenas tenía 7 años y no hacía mucho que había aprendido a escribir y leer?

Pocas veces contaba nada de aquel día. Pero lo tenía grabado en su mente como si de una película en blue-ray rip se tratase. Con una nitidez que era prácticamente como si lo estuviera viendo o reviviendo en esos momentos. El miedo, el dolor, la sensación de no saber qué estaba pasando, ni saber muy bien qué hacer salvo agarrar firmemente la mano de su hermano. Y el pánico apoderándose de ella cuando les hicieron separarse. Desde entonces era incapaz de estar mucho tiempo separada o sin saber algo de él.

Y esos eternos meses en los que, de nuevo, bordeó la muerte tuvieron atenazados su corazón. Como una férrea garra de hierro. Otra vez todo aquello, el miedo, el dolor. Aunque ahora sabía qué era lo que estaba sucediendo. Y también supo que en esta ocasión no permitiría que volviera a suceder. Por ello a la más mínima oportunidad agarraba la mano de Jacob.

Nadie lo sabía. Jamás lo diría en voz alta. Hasta el instante en que mientras se secaba las lágrimas oyendo a su médico decirles que se estaba curando, Jacob tiró de aquellos delicados dedos que se aferraban a los suyos para acercar a su pequeñita como solía llamarla cuando, notaba que necesitaba consolarla y ser su apoyo, a él y susurrarle; gracias por ser mi ancla. Gracias por no soltarme.

Liv ocultó su rostro en el cuello de su hermano y tan solo pudo repetir con apenas un murmullo aquellas palabras que ya dijera los primeros días de la pesadilla:

  • Por siempre y para siempre.

Liv y Jac sabían que era complicado para los demás entender el lazo especial que les unía. Que iba más allá del fuerte amor fraternal. La fragilidad de la vida, el ser conscientes desde tan niños de que todo podía evaporarse en apenas unos segundos. Y el darse cuenta de que nunca había que postergar decir te quiero, te necesito, eres importante en mi vida ... porque las palabras no dichas jamás serán escuchadas.

Eran manos unidas, dedos entrelazados. Y un nudo que ni la espada de Alejandro Magno hubiera sido capaz de cortar.

Una de esas cosas que ni tan siquiera la muerte es capaz de destruir.