Me llamo Jacob VIII
De soles, madres, dignidad y voces suaves.
Taio Cruz cantaba que si se enamoraba de él al final le iba a romper el corazón sin embargo sus gestos le decían lo contrario. Tumbado en la cama, sin ropa, desnudo tal y como había había venido al mundo, Pitt observaba divertido como Maikel bailaba, o más bien hacía el ganso, al son de la música que salía de su reproductor moviendo un dedo en señal de negación.
No sabía si reírse o dejarse seducir. Optó por lo segundo. Poniéndose de rodillas sobre el colchón hizo a su vez una señal para atraer a su chico hacia él. Cuando lo tuvo al alcance le cogió por la cinturilla del pantalón del pijama bajándole la prenda con lentitud pero decisión. Una mano se deslizó dentro de la tela perdiéndose en el interior de su ropa interior. La palma se ciñó entorno a la erección del veinteañero que suspiró perdiéndose en los ojos excitados de su joven amante.
Empujó el cuerpo del muchacho para que quedase en posición horizontal sobre el lecho. Él se deslizó por encima del mismo, atrapándolo entre sus brazos y sus piernas. Se inclinó hacía su rostro capturándole la boca con sus labios. Las manos de Peter se perdieron entre mechones oscuros para ir luego descendiendo a través de su cuello, de su espalda. Acariciando levemente con la yema de los dedos.
Maikel sólo podía pensar en dos únicas cosas; en que era auténticamente delicioso lo que le hacía sentir y en que jamás hubiera pensado que un chico que apenas estaba saliendo de la adolescencia le tuviera rendido a sus pies. Peter era increíble...
- Guíame... - le pidió. - Dime qué te gusta, qué debo hacer para darte lo que más deseas... - El sonrojo en sus mejillas le hizo intuir que pocas veces le habían dicho tan abiertamente que era el protagonista de una situación. Que cada gesto, cada palabra, cada petición suya sería tenida en cuenta, respetada y puesta en práctica. Una tercera idea surcó la mente del holandés; quién hubiera tratado a Peter como un mero actor secundario era sencillamente gilipollas. Y además estaba ciego.
- ¿Me... me harías... - le pareció adorable verle tragar saliva nervioso.
- ¿Quieres notar el calor de mi boca entre tus piernas? - el otro asintió.
- ¿No te importa?
- ¿Importarme? Creo que no debe haber muchas cosas más placenteras que esa... Te haré tocar el cielo, mi niño. Lo prometo. - Maikel recorrió el camino hacia el sur con la punta de la lengua, regando la pálida y pecosa piel de saliva ardiente. Trazó círculos entorno a sus pezones, jugó en su ombligo. Acarició los costados para luego adentrarse entre sus muslos y separarlos con un suave y casi imperceptible gesto. Aspiró profundamente el olor que emanaba de su sexo. Una pícara sonrisa se dibujó en sus labios al comprobar que su falo se erguía inhiesto y duro, presto a recibirlo. Un dedo se deslizó por la longitud del mismo para posteriormente verter una bocana de su aliento sobre la sensible cabeza. No estaba circuncidado lo que sabía que le otorgaba una especial sensibilidad a ciertos gestos como adentrarse con la lengua en la sensible piel del glande. Y a eso se dedicó. Un estrepitoso gemido le hizo saber que no se equivocaban.
- ¡¡¡Maiiiiiiiiiiiikkkkkkkkkkk... - el sonido de su nombre pronunciado con aquel tono tan cargado de erotismo endureció su propia erección. Siguió con su trabajo añadiendo a la felación el suave jugueteo de sus manos sobre los testículos y las incursiones atrevidas hacia ese oscuro y atrayente esfínter.
- Eres lo más bonito del mundo, corazón. - Murmuró mientras paraba unos instantes para recuperar el aliento. - Lo más hermoso. - Se sorprendió cuando vio una lágrima deslizándose por la mejilla del otro. Dejó lo que estaba haciendo para cogerle el rostro con las manos. - ¿Qué sucede? ¿Porqué lloras...
- Por... porque... porque...
- Dime...
- Porque te quiero... - Peter buscó de nuevo su boca y con los brazos atrajo el cuerpo del moreno contra el suyo. Con un movimiento atrapó la cintura de Maikel con sus piernas situándose de tal manera que la cabeza del pene del otro se situó en la posición adecuada para que con un empujón se adentrase en él. - Por favor... hazlo... déjame sentirte en mi interior, por favor. - Y cuando lo hizo se notó tan increíblemente completo que profundizó en el duelo de lenguas intentando reproducir las profundas penetraciones de su chico con la boca.
Las manos se extraviaban en cada centímetro de anatomía. Tan pronto hacían incursiones en la espalda, como se adueñaban de sus caderas, sostenían piernas o acariciaban. Para Pitt todo aquello a parte del mejor polvo que había echado nunca, incluso con el propio Maikel, era la confirmación de que pese a su negativa a irse, marchar a Seattle había sido lo que mejor le pudo suceder. Y que, efectivamente, como decía su abuela, el destino puede esperarte en cualquier esquina.
Cuando abrió los ojos al sentir aquella enérgica penetración gritó el nombre del chico de tal forma que estaba completamente seguro de que debían haberle oído hasta en el otro extremo del universo. Y el universo era lo que veía en aquellos e impactantes ojos negros. Tan profundos como el más oscuro cosmos.
Y Maikel se derramó en él. Mientras recibía entre sus brazos el cuerpo exánime del chiquillo que era quien, cambiando de posiciones, se encontraba en esos momentos encima suyo. Respondió con una sonrisa a la suya.
Peter solo podía pensar una estupidez y es que siguiendo con los símiles espaciales desde su trasero caía hacia las sábanas su propia alegoría de la vía láctea.
Una hora después el de 22 años prorrumpía en estrepitosas carcajadas al oír de boca del muchacho aquel pensamiento. Y cuando consiguió calmarse, mientras de nuevo le acunaba en su regazo, le susurró al oído que él era la estrella, el sol, de su existencia.
Fuera el viento acariciaba las ramas y las hacía bailar mientras el anochecer arropaba la ciudad. Dentro amanecía, entre Peter y Maikel, simplemente amanecía.
Apenas 500 metros más allá se hacía de noche. Y una madre perdida no sabía que hacer para consolar.
Jacob había recibido altas dosis de quimioterapia y radioterapia para destruir en su práctica totalidad las células cancerígenas que le invadían y así dejar “espacio” para las nuevas y sanas que le donaría Peter.
Este había llegado temprano al centro sanitario acompañado de Maikel quien se mantenía en un discreto segundo plano aunque no podía ocultar que estaba pendiente del muchacho. Y ahí estuvo durante las tres horas que duró el proceso. Sentado a su lado, llevándole bebidas y comida o apretándole la mano cuando la enfermera introdujo en su brazo la aguja. Ya le había dicho la noche anterior que sentía algo más que un ligero respeto por los objetos punzantes. Maikel pudo comprobar que les tenía pavor y que tuvo que recurrir a todo su valor, ese que a veces había dicho que no tenía, para permanecer quieto en el asiento. Para relajar el ambiente conectó el tablet que se había traído en el que vieron una película compartiendo los cascos para no molestar a las otras dos personas que estaban donando sangre también.
Poco después el aburrimiento hizo que entablaran conversación con el vecino de asiento. Pronto se les unieron el tercer donante y su mujer. Peter y Maikel escucharon y participaron con entusiasmo en la charla compartiendo experiencia y vivencias.
Pasado el tiempo salieron de allí más convencidos de lo que habían entrado. Gestos como el que había tenido Peter eran necesarios y merecían ser reconocidos. No era cosa baladí estar dispuesto a ni tan siquiera parpadear ante la idea no ya de salvar la vida de alguien cercano sino incluso la de un desconocido. Se encaminaban hacia la salida cuando se encontraron con Cesc y Alex esperándoles.
- Peter... sé que te lo hemos dicho tantas veces que ya puede sonar gastado pero no sabes lo que significa... - el muchacho alargó una mano para detener con ese gesto al hermano mayor de Jacob.
- No... desde que todo esto comenzó he descubierto que sois un espejo en el que reflejarse. Quizá envidie la familia que formáis pero creo que algo como lo que tenéis merece ser protegido y cuidado. Es un honor ayudaros...
- Pitt... nos estás dando la vida intentando salvarlo... y queremos que sepas que nuestra casa es la tuya y que siempre que nos necesites estaremos por y para ti... Sabemos que el señor Van Der Vleu está contigo en tu casa pero nos gustaría que esta noche la pasaras con nosotros o, por lo menos, que vinieras a cenar. Mañana es el trasplante y no podremos trasnochar mucho pero creo que es lo mínimo que te podemos ofrecer... - Peter les miró en silencio un momento.
- ¿Maikel podría venir también? - los dos adultos le miraron algo extrañados. Pitt alargó la mano y cogió con ella la del holandés. - No es sólo el encargado por mi padre de velar porque vuelva a Seattle... es mi... pareja. Si está en Los Ángeles es por mi y no me gustaría que esta noche la pasara solo... - esta vez lo que se encontró fue la sonrisa cómplice de ambos.
- Será un placer teneros a los dos en casa... - Alex le guiñó un ojo a Maikel. - ¿Así qué no debíamos preocuparnos porque permitieses que hicieran daño a Pitt, no? - el joven moreno le devolvió el gesto entre risas.
Frank se concentró en el deporte, lo único que le permitía mantenerse a flote. La otra alternativa habría sido dejarse invadir por los pensamientos depresivos y las ideas descabelladas. Era una tortura saber que Jacob estaba a las puertas de la muerte pero más aún ser consciente de que apenas unos cientos de metros el chico por el que había empezado a sentir algo más que deseo se había evaporado de su vida como una nube de vaho. Verle salir y entrar acompañado de ese tío mayor, verle reír con él, verle besarle desde su cuarto le producía una sensación de ahogo que a duras penas conseguía reprimir.
Cuando toda aquella vorágine comenzó había creído intuir que Peter había suspirado por él desde hacía tiempo. Ahora le costaba creer que todos aquellos sentimientos que entrevió hubieran desaparecido en apenas un mes y poco. Los suyos por Jacob aún ardían como rescoldos mal apagados así que cómo era posible que lo que fuera que Pitt sentía por él ya no existiera. Cómo era posible que habiéndole demostrado que si le daba una oportunidad podrían llegar a donde quisieran siempre que lo hicieran juntos ya no quedase nada.
Su madre había hablado hacia semanas con él cuando le descubrió hecho un ovillo en su cama abrazado a la almohada e intentando en vano contener las lágrimas. Le acunó en su regazo como cuando no levantaba ni dos palmos del suelo y le digo algo que aunque doloroso no dejaba de ser cierto.
- Peter se ha pasado la vida suspirando por ti y jamás quisiste darte cuenta... no puedes pedirle que se mantenga en el mismo segundo plano para siempre... no cuando sabe que para ti aún no es lo primero. - le miró en silencio unos segundos. - No sé si recordarás algo que sucedió hace unos años cuando papá estuvo una temporada fuera... - Frank la miró confuso. Sí, recordaba esos días, su padre había estado de viaje por cosas de trabajo... o eso les dijeron a sus hijos. ¿No fue así? Ante la mirada inquisitorial en los ojos del chico ella continuó. - Tu padre me engañó con otra.... durante meses y, cuando lo descubrí, cuando confirmé que mis sospechas eran ciertas no pude mirarle ni a la cara así que opté por ponerle las maletas en la puerta. No me repugnaba tanto la idea de imaginármelo con otra mujer, en la cama con ella como preguntarme en qué momento había dejado de ocupar el primer lugar en el corazón de tu padre... quise creer que era todo culpa suya, que cumplía con todos los típicos tópicos que las mujeres despechadas usamos para atacar a los hombres que nos hieren... solo quieren sexo, solo buscan chicas más jóvenes...
Estuve enfadada mucho tiempo hasta que me di cuenta de una cosa... más que enfadada estaba dolida y decepcionada. Porque seguía amando a tu padre más que a mi misma pero de alguna manera quizá no había sabido hacérselo ver... comprendí que cuando una relación se rompe no tiene porque ser siempre culpa de uno de los dos, que a veces una ruptura es cosa de dos... Me dolía que la persona que me debía haber querido más que a nada hubiera buscado lo que fuera en otra persona que no era yo pero rebuscando en mi interior entendí que tu padre era culpable por no haberme dicho qué es lo que iba mal y yo responsable de no darme cuenta de que algo sucedía y haberme negado a ver que también estaba siendo causa directa de ese distanciamiento.
Nos costó mucho dolor, muchas peleas, muchas recriminaciones pero con el tiempo comprendimos que si estábamos pasando por todo eso es porque aún creíamos en nosotros, que si peleábamos, que si nos gritábamos, que si nos encarábamos es porque lo nuestro aún nos importaba lo suficiente como para estar luchando por ello. - La mujer volvió a guardar silencio. - No sé qué es lo que sientes tú por Peter pero sino va a ser lo primero en tu vida, si no estás dispuesto a que él sea lo más importante entonces déjale libre... no se merece sufrir y... bueno, tú tampoco. Sois muy jóvenes... sé que puede sonar injusto y muy probablemente no me creas pero pasará... mi amor, el dolor pasará. No te voy a pedir que no llores, ni que dejes de pensar en él porque todo eso sucederá con el tiempo... solo te voy a pedir una cosa. Cuando sientas que no puedes más ven a mi... suceda lo que suceda, pase lo que pasé siempre seré tu madre. Y mi amor por ti no va a cambiar jamás. - Frank se acurrucó más estrechamente contra ella. Lo cierto es que aquella situación era lo único bueno que había traído todo lo pasado en los últimos meses. Darse cuenta de que como siempre se decía las madres lo saben todo y que entre toda esa sabiduría estaba tomar conciencia de que ella, la mujer que le dio la vida, había sabido antes que él cómo era su hijo, cómo sentía y no había dejado de quererlo.
Aquellas palabras aliviaron un poco la desazón y aflojaron el nudo. Y poco a poco se dio cuenta de que era injusto reclamar nada a su amigo. Así que hizo lo único que consideró justo... quererle lo suficiente como para dejarle marchar.
Sin embargo, tomar conciencia de ello, llevarlo a cabo no significó que doliese menos. Y no sería la primera ni última vez que estando tumbado en el lona del gimnasio durante uno de los entrenamiento miró el techo del mismo y dio gracias al cielo por tener algo con lo que distraer a su destrozado corazón.
Una especie de quirófano completamente aislado y esterilizado. Jacob apenas consciente, profesionales pululando a su alrededor. Como fantasmas vestidos de blanco, con los rostros cubiertos por mascarillas, el cabello por redecillas y las manos aisladas por guantes de latex. En lo único que podía pensar el mediano de los Baranz era en el miedo que sentía y en que hacía tanto que no sentía el tacto de nadie que prácticamente había olvidado lo que era percibir el calor de otra piel. El cariño de un abrazo y el consuelo de unos labios. Ni pensar en la pasión de un cuerpo estrechado por otro. Echaba de menos tantas cosas... no creía tener fuerzas para llorar. De hecho pensaba que no le quedaban lágrimas pero ahí estaban los ojos verdes de la enfermera que le sonrieron cómplices, que extendió los dedos y atrapó con ellos la brillante lagrima que se deslizó por su mejilla. Y esas palabras... tantas veces escuchadas, tantas veces soñadas... y nunca como hoy tan próximas a ser reales.
- Todo saldrá bien.
Apenas sintió el pinchazo. Apenas el suave rumor de la máquina empezando a funcionar. Y la sangre de Peter comenzando a entrar en él.
Fuera, en una sala de espera, una familia escuchaba la suave voz de Aisha entonando para sí el comienzo de una estrofa que sonaba en los cascos de su i-phone;
If I could tell the world just one thing
it would be that we're all o.k.
And not to worry
cause worry is wasteful
And unless in times like these
I won't be made useless
I won’t be idled with dispair
I will gather myself around my faith
for light does the darkness most fear
Si pudiera decirle al mundo una sola cosa
sería que estamos todos bien
y que no se preocupe
porque hacerlo es una pérdida de tiempo
y al menos en momentos como estos
no quiero ser un estorbo
así que no me hundiré en mi dolor
y creeré en lo que me da fuerzas
en la luz que alumbra la oscuridad...
- Traducción muy libre del comienzo de la canción de Jewel , Hands