Me llamo Jacob (VI)

Separaciones y... ¿finales?

Nota de autor; lamento la tardanza pero he andado algo ocupada con el trabajo y asuntos familiares. Además ha habido una parte que me ha costado un montón escribir. Espero estar a la altura de lo que esperáis. Deciros también que sois mi fuente de inspiración y que es una alegría leer vuestros comentarios así como saber que lo que creo gusta. Muchísimas gracias. Cuando sea famosa mi primer libro irá dedicado a vosotros.


Se quedó parado al pie del alféizar de la ventana sin saber muy bien qué hacer. Peter estaba frente a él mirándole con gesto escéptico como si él mismo no se creyera que le hubiera permitido pasar. Notó como los ojos de Frank se desviaban hacia los trozos del teléfono que había hecho trizas unas horas antes. El reproductor de su portátil empezó a dejar sonar una de sus canciones favoritas. La que ponía siempre cuando estaba melancólico y que sirvió para traicionar en esos momentos lo que sentía. Eric Clapton le cantaba a su hijo fallecido...

El rubio vio la sombra de unas huellas en el brazo derecho de su amigo, marcando el área por donde le había cogido con brusquedad. Buscó las mismas señales en el cuello y las encontró. La camiseta abierta del pijama del otro no podían ocultarlas. Un ligero rubor avergonzado tiñó sus mejillas al ver el fruto de su exceso de celo.

La ciega ira fue hasta ese momento el peor sentimiento que había experimentado en sus 17 años de vida. Luego, la misma acompañada de una profunda decepción consigo mismo. Avanzó un paso hacia él pero se detuvo cuando le vio retroceder el mismo avance que había hecho él.

  • No voy a hacerte daño... - susurró apenas sin percatarse de que había hablado.
  • Hasta hace una semana hubiera creído ciegamente en esas palabras. - Pit desvió el rostro atribulado sin saber muy bien cómo no mirarle para no dejar entrever con tanta claridad que no se sentía cómodo con la presencia de su ya no tan seguro mejor amigo y qué tampoco tenía claro porqué le había dejado pasar.
  • Lo lamento tanto, Pitt... yo, sé que mis palabras no son suficientes para reparar todo el daño que te hice pero desconozco qué hacer, cómo hacerlo... sólo sé que lo siento... y que me rompe el corazón lo que te hice y estar alejado de ti. Te echo tanto de menos.
  • ¿Porqué hablas de tus sentimientos cuando son los míos los que traicionaste? - ante aquella pregunta no supo qué responder. Lo único que le quedó fue agachar la cabeza e intentar buscar algo qué decir entre la trama de la moqueta. El trozo del botón con el auricular verde fue su salvación.
  • Siempre dijiste que odiabas tu teléfono. Es una forma un tanto brusca de buscar tener uno nuevo. - una tenue sonrisa se apenas esbozó en los labios del castaño.
  • Sí, ahora no me va a quedar más remedio...
  • ¿Tengo derecho a preguntar qué ha pasado?
  • No... ninguno... - Peter se agachó a coger los restos de su ataque de furia. - pero no veo qué te puede impedir que me sigas preguntando hasta que te lo cuente así que mejor lo hago y quizá así te largues más pronto. - Franklin sintió la gélida garra del miedo apoderándose de él. - Las cosas con Jac no van nada bien... - el otro enarcó una ceja. - la quimio no está resultando y han añadido sesiones de radioterapia pero le están destrozando y el recuento de leucocitos está bajo mínimos. Tanto es así que para salvaguardarle de cualquier infección le han trasladado a un área especial de aislamiento. No puede tener contacto con nadie y solo se le puede ver a través de una cristal. Apenas tiene fuerzas para hablar y se le ha comenzado a alimentar por vía intravenosa porque es incapaz de ingerir comida de manera normal. Tiene la boca llena de llagas y cualquier cosa que entre en contacto con las heridas le hace pasar un infierno. - el musculoso muchacho desconocía todo aquello...
  • ¿Se va a morir?
  • Lo está haciendo... - Peter se sentó en su cama. - el doctor que le está tratando ha hablado de un trasplante de células madre como única solución. Si eso falla no habrá más remedio que rendirse.
  • ¿Qué tiene eso que ver con tu móvil destripado?
  • Quiero hacerme las pruebas para ver si mis células pueden ser compatibles. Mañana se iniciará una campaña en la escuela, en el lugar de trabajo de los señores Baranz y Kent para ampliar más las posibilidades. Si nuestros compañeros quieren participar tendrán que hacerlo con la autorización de sus padres. Igualmente si yo quiero hacerlo necesito la autorización del mío... Y el mío no me la da... ni él ni mi madre quieren oír hablar del tema. De hecho mi abogado preferido ha puesto el grito en el cielo ante mi nueva cruzada. Estaba hablando con él y hacerlo ha tenido como consecuencia que ya no tenga forma de mandar wassap...
  • ¿Tu padre se niega?
  • Tanto que ahora mismo ha ordenado a alguien de su bufete que venga a por mi para depositarme en un avión privado rumbo a su regazo para recibir mi merecido. Dice que ya está bien de querer ser un héroe y que si lo que necesito es una dosis de realidad la voy a tener trabajando con él hasta que me conciencie de que tender la mano a ciertos asuntos es de estúpidos.
  • ¡¡¡Qué encantador!!!
  • Mucho... - Franklin le miró, avanzó unos titubeantes pasos y, al darse cuenta de que no se apartaba se sentó a su lado.
  • ¿Qué significa eso de que alguien viene para llevarte con él?
  • Significa lo que significa, Frank.
  • ¡¿Te vas?! - exclamó perdiendo el color del rostro. - Pero no puedes irte, estás a mitad de curso, estás metido en muchas actividades. No puede hacer que dejes colgado a todo el mundo... no puede hacer que yo... - Pitt se le quedó mirando con ojos inquisitoriales. - ¿Cuándo va a venir ese tío?
  • Convencí a mi padre de que si no había forma de hacerle cambiar de opinión viniese por la mañana.
  • ¿Vas a rendirte?
  • ¡¿Qué puedo hacer?! Tengo 17 años, no tengo ni voz ni voto... quiero ayudar a Jac pero no me atrevo a falsificar la firma de mi padre para algo tan importante porque quizá si algo sale mal y buscan responsables se la carguen sus tutores. Me moriría antes de joderles más la vida a Cesc y Alex.
  • Por favor, no lo hagas. No claudiques... por favor, no te vayas. Yo no...
  • Frank... - Peter agachó la cabeza. - no puedo hacer nada...
  • ¡Maldita sea, Pitt! ¡No lo entiendes! - gritó el rubio. Vio como su acompañante se encogía al escucharle gritar y se arrepintió de forma automática. - Peter, Pitt... no me tengas miedo. No volverá a suceder jamás... no volveré nunca a levantarte la mano. - miró de nuevo a la moqueta. - pero es que no lo entiendes...
  • ¿El qué...
  • Que no puedo vivir mi vida sin ti.

Ojos grises se quedaron prendados de ojos azules. Una boca entreabierta en medio de una palabra y de un silencio. Unos dedos nerviosos jugueteando con pedazos de tecnología. Y un cuerpo fornido y musculoso cerniéndose sobe el más delgado para naufragar en su oleaje.

  • No puedo vivir mi vida sin ti. - volvió a murmurar como si no se creyera lo que él mismo había dicho.

Le despertó el suave rumor de unos pasos sobre la tarima del suelo. El propietario de los mismos se detuvo en el umbral de la habitación como si estuviera indeciso así que el rubio alargó la mano hacia el interruptor de la lámpara de la mesilla y la encendió. Mirando hacia el lugar de donde procedía el ruido se encontró con él.

Jacob estaba apoyado en el marco mirando al suelo como si los dibujos de la madera fueran especialmente interesantes. Alex frunció el ceño al notar que tenía el cabello humedecido y se le pegaba a la frente. Se incorporó en el lecho al mismo tiempo que le hacía un gesto con la mano. En ese mismo instante el chiquillo se adentró presuroso para colarse bajo la ropa de cama. El de ojos azules le abrazó contra sí.

  • ¿Qué ha pasado? ¿Una pesadilla? - le vio asentir en silencio. - Se que ya tienes 12 años pero ¿quieres dormir esta noche aquí? - volvió a hacer el mismo gesto. - ¿Y quieres contarme de que iba el sueño?
  • Alex...
  • Dime... - añadió mientras ambos se tumbaban y volvía a reinar la oscuridad.
  • ¿No te vas a ir nunca, verdad? No te vas a ir como hicieron mis padres, ¿verdad?
  • No está en mi lista de tareas a hacer. Tengo pensado quedarme con vosotros hasta que el destino diga lo contrario. Si por mi fuera estaría aquí contigo, con tu hermana y con Cesc hasta que fuéramos viejecitos y estuviéramos arrugados como pasas.
  • Alex... - volvió a repetir el niño. - Quieres mucho a Cesc, ¿verdad?
  • ¿Sabes lo que es el amor, Jac?
  • Más o menos... es cuando piensas en otra persona todo el día... o algo así. Lo oí en la tele. ¿Tu piensas mucho en mi hermano?
  • Solo cada minuto de mi vida. - murmuró el rubio sonriendo y ligeramente sonrojado. Dio gracias al cielo porque el niño no le pudiera ver.
  • Alex...
  • Me vas a gastar el nombre, ¿sabes? - murmuró suavemente haciéndole cosquillas al mismo tiempo. Jacob se revolvió aguantándose la risa. - Cuéntame...
  • ¿Qué es lo que te gusta de Cesc? - se quedó pensativo un momento antes de saber cuál sería la respuesta más adecuada para un niño de 12 años.
  • Me gusta todo. Cómo sonríe cuando algo le divierte, lo concentrado que está siempre cuando se pone con una de sus traducciones y como se le arruga el ceño ante alguna palabra difícil. Cuando se pone a cocinar y se olvida del mundo que le rodea. Cuando os mira y veo cuanto os quiere. Cuando os regaña, cuando os abraza, cuando os ayuda con los deberes o cuando simplemente se sienta a leerle algún cuento a tu hermana...
  • ¿Y cuando te besa? - ahora fue a Alex el que le tocó reír.
  • ¿No crees que esa es una pregunta un tanto indiscreta?
  • No lo sé... - fue su susurrante respuesta. El de Wyoming sonrió.
  • Sí, cuando me besa me gusta más que nunca porque sé en ese momento que no solo él me gusta a mi sino que yo le gusto a él.
  • Cuando papá besaba a mamá o cuando ella le besaba a él solían mirarse y decirse cosas tontas como que se querían... ¿Sabes una cosa, Alex?
  • No, sino me lo dices, no...
  • Que no me importa que os beséis delante de mi... ni que os digáis que os queréis y a quien se atreva a meterse con vosotros estando delante de mi se lo haré pagar. Lo haré... tu solo tienes que prometerme una cosa...
  • ¿El qué... - el de ojos azules sentía como de repente la garganta se le cerraba en un vano intento de contener la emoción que pugnaba por escaparse de su cuerpo.
  • Que lo que me decías en el sueño nunca dejará de ser verdad como sucedía en él...
  • ¿Y qué decía?
  • Que me querrás a mi también para siempre... Y que aunque no seas mi padre ni Cesc tampoco vais a ser lo más parecido que voy a tener. Por favor, no dejes de quererme, por favor. - Alex tuvo que tragar aire antes de poder recuperar el control de la voz.
  • Eso no sucederá jamás... hay cosas imposibles en el mundo, Jacob y una de ellas es que yo deje de quererte tanto como te quiero. - Le estrechó con fuerza contra él. - Y ahora creo que va siendo hora de que ambos nos durmamos. Te prometo también que cuando despiertes estaré a tu lado... Duerme tranquilo, mi niño... yo velo tus sueños. - Sus labios se posaron en la infantil frente en el que Jacob sintió como el más dulce beso de buenas noches que hacía tiempo recibía. Y se sintió el niño más afortunado del planeta.

6 años después, volviendo del pasado, le miraba a través de esa mampara de cristal. La promesa seguía intacta. Le quería con toda la fuerza que una persona puede amar a lo más parecido a unos hijos que jamás se imaginó fuera a tener. Les quería porque Olivia se adueño de otro pedacito de su corazón..

Eran su familia y le destrozaba ser consciente de lo cerca que estaba de perder a aquel pequeño de 12 años, a este actual adolescente de 17. A este comienzo de hombre con tantas cosas que decir y del que desde el mismo día que conoció se sintió tan orgulloso.

Elevó el rostro hacia el techo e hizo algo que no solía realizar; rogó a quién pudiera estar escuchándole que no le apartaran de las personas que lo amaban.

  • Por favor... si existes, por favor... no te lo lleves de mi lado. - Apoyando la frente en ese frío cristal nada pudo contener las lágrimas que inundaron sus ojos. Ni el llanto amargo que brotó de su garganta. A su lado unos brazos fuertes y varoniles le atrajeron para permitirle apoyar la cabeza en su hombro y buscar un consuelo que estaba lejos de sentir. - Por favor, no nos lo arrebates.
  • Te lo rogamos... por favor... no nos destroces la vida... - Cesc... incapaz, él también, de contener el río de lágrimas que de nuevo tomaban posesión.

Aquel dolor era insoportable.

Frank deslizaba las manos por esa piel pálida moteada de pequeñas pecas. Surcaba el vientre sugerente, los pectorales suavemente marcados. Los incipientes músculos de sus brazos, los muslos atrayentes. La espalda, el cuello, los dedos, los párpados, las mejillas, el lóbulo de las orejas, la piel de su cuello. El cabello lacio y exquisitamente suave. Y esos labios ya sonrojados por tantos besos.

Peter no podía ni tan siquiera moverse recorrido como estaba de constantes escalofríos. Con las piernas convertidas en dos temblorosas extremidades. Su mente gritando por más, sus cuerdas vocales traduciendo aquellos en jadeos...

Las manos cerradas en puños que se aferraban, casi arrancaban las sábanas. Tanto placer en tan corto espacio de tiempo. Loco de placer, loco de lujuria... loco... de amor. Y en un rinconcito de su ser... de miedo.

A perder todo lo que le había dado fuerzas para levantarse cada día. A no volver a ver a lo que le daba un sentido total a aquella existencia solitaria y, tan a menudo, gris.

  • Hazme tuyo... Frank... hazlo. - rogó.

Le sorprendió la suavidad con que le preparó. La dedicación de esa lengua y esos dígitos suyos adentrándose en él para abrir un camino libre de cualquier sufrimiento. Esta noche no habría ningún tipo de dolor. Y aunque al día siguiente sus caminos se separasen y dos corazones quedasen reducidos a meras cenizas, esta noche tanto uno como otro sabía que en el mundo solo existían ellos. Ellos en aquella habitación, en esa cama... con los cuerpos entrelazados. Con movimientos que buscaban encontrarse y se extasiaban al lograrlo.

Y cuando por fin abrió sus piernas, cuando por fin situó la cabeza de su pene y presionó las uñas de Peter se clavaron en aquella poderosa espalda que tantos años había contemplado y que llegó a protagonizar innumerables sueños nocturnos.

  • Te quiero... - el aleteó de aquellas palabras llegó en vuelo sugerente hasta su cerebro. - sé que tu no... - Frank acalló lo siguiente sumergiendo la lengua hasta la garganta del otro. Agarrando con su mano derecha la cadera de su amante para profundizar más las penetraciones. Pegó su cuerpo al del otro para atrapar la erección de su castaño amigo con su propio vientre y hacer que la fricción le hiciera bordear peligrosamente el camino del éxtasis.
  • Déjate llevar... no pienses.

Esos ojos brillantes de calor, esas perlas de sudor resbalando desde la sien hasta la barbilla. Húmedo, excitado.

Atrapó su cintura entre sus exquisitos brazos, le levantó para, al mismo tiempo que él se apoyaba sobre sus pantorrillas, pegarle al suyo. Se escondió en su cuello y mientras le hacía suyo de esa manera recorriendo con la lengua todo lo que le alcanzaba le tocó el turno de abrirse.

  • No sabes nada... no lo sabes... - Sus ojos se fijaron en los suyos. Pupilas abiertas y anhelantes. - no puedo vivir mi vida sin ti... porque mi vida eres tu. - Aquellos ojos pardos se cerraron a él al escuchar aquellas palabras sabiendo que por mucha verdad que hubiera en ella nunca sería suficiente. Era algo que Frank quería creer, que tal vez sintiese pero que no era del todo cierto. Y sabía que al día siguiente cuando el hombre que enviaba su padre llegase para llevárselo con él aquel principio de relación tortuosa finalizaría antes incluso de comenzar.

Las acometidas continuaron tan profundamente que le notaba en cada fibra de su ser. En cada célula. Y cuando de nuevo Frank gritó su nombre mientras se venía una lágrima surcó su mejilla amparada en la humedad de los besos y el sudor.

Peter lo supo. No había vuelta atrás... y es que a veces el amor no es suficiente. Bien lo decía Lucie Silvas en otra de sus depresivas canciones favoritas; el quererle no lo es todo. ..