Me llamo Jacob (IV)

Si tiendo la mano no la golpes. O de como se puede hacer el imbécil siendo un imbécil. Aviso a navegantes; sin sexo.

La operación salió bien. El líquido que inundaba el pericardio y presionaba el corazón fue eliminado permitiendo que el cansancio se redujese notablemente. Pero seguía ahí postrado. El doctor Perry se encontraba frente al muchacho con los brazos apoyados en la parte baja de la cama mirándolo fijamente.

  • Vamos a tomárnoslo con seriedad y sin dudas. Vamos a probar todos los tratamientos posibles hasta dar con el adecuado y vamos a salvarte. Pero Jac tienes que colaborar. Tienes que creer que te vas a curar.
  • ¿Cuál es el tanto por ciento que tengo a mi favor?
  • Un 20%... - el hombre no dudó, ante aquel muchacho no valían las medias tintas.
  • Un 20% no es nada... y, sinceramente...
  • Un 20% es algo, nada es un 0%. Eso si que sería para rendirse y no apretar las uñas pero no tienes un 0% en tu contra, tienes un 20% a tu favor y es algo. No te voy a permitir rendirte... ¿lo entiendes? - Jacob frunció el ceño.
  • ¿Por donde empezaremos?
  • Quimio... vamos a intentar preservar tu cerebro y médula espinal mediante un proceso que se llama quimioterapia intratecal combinada con medicamentos inyectados en vena. Vamos a atacar con todo lo que tenemos, a ti te toca aguantar todo lo que vendrá... - El hombre guardó silencio unos instantes. - pero no vas a estar solo. Ahí fuera tienes una familia increíble y un tropel de amigos dispuestos a acompañarte en cada paso del proceso. Por mi parte tampoco voy a dejarte de lado.
  • Lo voy a pasar mal, ¿verdad?
  • Mucho... pero al final vencerás.
  • Asegúremelo... prometamé que después de todo saldré con vida. Atrévase a hacerlo. - Jacob miró al médico con rabia. Retándolo. Este le devolvió la mirada.
  • No conseguirás enfadarme. Ni lograrás que me de por vencido. Y no voy a permitir que tu lo hagas. - Se separó de la cama dirigiéndose a la puerta. Antes de salir volvió a mirarle. - Empezaremos mañana y no hay nada más que hablar...
  • Es mi cuerpo, mi decisión. Creo que puedo opinar sobre...
  • No hay nada más que hablar. - Y con estas últimas palabras cerró la puerta tras él.

Natalie escuchaba una y otra vez una de las canciones favoritas de su chico. ¿Tortura? Quizá. Sus padres habían insistido en que volviera a la escuela pero su mente estaba muy lejos de las aulas. Su mente y su cuerpo. Hacía años que Jacob se la cantó cuando después de un mes y medio volvió de sus vacaciones de verano en la costa este. Le dijo que la canción la compuso un cantante español llamado Pablo, no recordaba el apellido, y se titulaba Te he echado de menos

...

  • ¿Entiendes lo que dice? - la voz llegó por su espalda. Ella levantó la vista de las gradas en las que estaba sentada y se volvió. Peter le caía bien. Siempre lo había hecho. Inteligente, sencillo, amigo de sus amigos. Con ideas propias. No uno más de los muchos clones que pululaban por el centro. Casi siempre eclipsado por el imbécil de Frank. Cuando les veía juntos se preguntaba qué vería el castaño en el fortachón luchador. Aquella filiación le hacía pensar que quizá había algo más en el rubio de lo que los demás podían ver. Había que darle crédito al cerebro de Falls. En respuesta a su pregunta dijo que sí. - ¿Cómo está Jacob? - volvió a preguntar él.
  • Mal... - fue su corta respuesta.
  • ¿Y tu?
  • Mal... - Pit asintió.
  • ¿Qué dice la canción?
  • ¿Tu no estudias español? - le vio sonreír.
  • Sí pero los resultados dejan mucho que desear. ¿Me la traduces? La melodía es bonita... supongo que la letra también lo será. - retirando un mechón pelirrojo de su rostro sus labios se curvaron suavemente y empezó a hacerlo en voz baja.

La miraba embobado. Escuchando cada palabra pensando que daría lo que fuera por susurrarle tan hermosa canción al oído de Frank. Se mordió el labio inferior intentando contener un suspiro. Los ojos de ella le miraron tras aquellas espesas pestañas.

  • ¿Por quién sufres, Pit?
  • Yo no...
  • Reconozco a un igual cuando lo veo. - su esbelta figura se puso en pie. Le tendió la mano. - ¿Me acompañas a ver a mi moribunda pareja? - le vio tragar saliva.
  • No tienes que pedirlo... - le cogió los dedos y unidos de esa manera se encaminaron hacia la salida.

Unos metros más allá un rubio de rizos ensortijados les vio alejarse confundido. ¿Ella y él? ¿Qué hacían juntos?

Frunció más el ceño cuando se dio cuenta de que había estado delineando la figura sugerente de su compañero durante los casi diez minutos que les había visto hablar. Se pasó una mano por el pelo furioso. Furioso y excitado.

Apreciaba, quería, mucho a Pit pero amaba a Jac así que nada de lo que estaba sucediendo últimamente tenía sentido. Nada. Mucho menos que ella y él se alejaran de allí cogidos de la mano.

  • ¡Mierda! - bufó pegándole una patada al suelo. - ¡¡¡Mierda, mierda, mierda!!!

Peter tragó saliva cuando vio a su compañero postrado. Natalie le había dicho que ayer recibió su tercera sesión de quimio. Había oído hablar de los efectos secundarios de la misma y de que estos eran mejores o peores en función de la agresividad del tratamiento. Viendo lo que estaba viendo este debía ser brutal. Ayudó a la muchacha a sujetar a Jacob mientras este se encontraba inclinado sobre el inodoro vomitando. Ella le hablaba con suavidad y, por alguna razón, no pudo más que sentir cierto disgusto. Cualquiera envidiaría nada así pero el caso es que él lo hacía. Poder estar junto a la persona amada sin ambages, sin miedo a ser juzgado. Apoyarla cuando le necesitase, reír con ella, llorar con ella. Ir y venir. Miró hacia la pared haciendo un esfuerzo por retomar el control de sí mismo. Regañándose;

nunca tendrás eso con Frank. Nunca.

El amor era una mierda. Dolía y hacía sufrir.

Ahí estaban Nat y Jac como muestra. Pudiendo ser felices pero teniendo que luchar contra algo tan grande como la propia muerte.

El amor era una mierda. Y la vida una putada.

Aspirando fuertemente se incorporó y salió de la habitación en busca de un poco de agua fresca que ofrecer a Jac cuando se le sosegara el estómago. Antes de dirigirse al puesto de enfermería para asegurarse de que el agua embotellada era recomendable dársela a su compañero se apoyó exhausto en la pared del pasillo. Inclinó levemente el cuerpo, agachó la cabeza y colocó las manos en sendas rodillas. Suspiró.

Nunca hubiera imaginado que sentiría tanta empatía por Jacob. Pero verle tan débil, tan necesitado de apoyo y fuerza le hizo darse cuenta de que él no tenía la culpa de que Frank se hubiera encandilado con él. No podía culparlo de nada porque no era responsable de los sentimientos del otro. Verle mirar a Natalie con aquellos ojos enamorados le confirmó que no debía tener miedo de que Jac claudicase a una posible declaración de amor del rubio.

Le temblaban las manos. Había acompañado a la chica no sabía muy bien porqué. Quizá porque la veía como él una víctima de una situación que ninguno de los dos había buscado. Quizá porque no estaba en su naturaleza dar la espalda a quien pudiera estar pasando por un mal momento. Su padre solía decir de él, cuando se dignaba a mirarle y hablarle, que era un abogado de pleitos pobres... lo mismo era eso. Le iban las causas perdidas y las situaciones comprometidas.

La joven que estaba tras el mostrador le sonrió suavemente cuando se acercó a ella y le preguntó si sería malo darle agua envasada. Le respondió que en absoluto pero que mejor le mojase los labios con una gasa para que fuera recibiendo el líquido poco a poco procurando que su dolorido estómago no se viera sometido a un esfuerzo excesivo. Peter asintió y se dirigió después de dar las gracias hacia la máquina expendedora. Estaba metiendo el dinero cuando vio salir del ascensor a varias amigos de Jac... con ellos venía Frank. Vio como se percataba de su presencia y se detenía indeciso. Uno de los recién llegados se giró al notarlo y le habló;

  • Frank, ¿no vienes?
  • Sí... en un segundo entro. - el otro asintió y se adelantaron dirigiéndose hacia la habitación. El rubio se situó al lado de su ¿amigo?, su ¿amante? Le cogió bruscamente del brazo y le arrastró no demasiado discretamente hacia el rellano de las escaleras. Separados de ojos y oídos indiscretos. Ya allí se lo quedó mirando. - ¡¿Se puede saber qué haces aquí?!
  • No sabía que tuviera que darte cuenta de lo que hago o dejo de hacer... - murmuró alterado Peter frotándose el brazo por la zona en la que había sido agarrado.
  • Jamás te había visto antes relacionándote con Natalie y Jacob y justo ahora...
  • Justo ahora es el momento en que un compañero está postrado en una cama muriéndose e independientemente de lo que tu sientas por él o lo que esté sucediendo entre tu y yo, situación que no tengo ni idea de cómo calificar, es un hecho que no soy un hijo de puta capaz de darle la espalda a dos personas que están sufriendo. Vi a Nat sola en la escuela, la noté triste y mi educación me hizo preguntarla cómo estaba. Lo demás vino rodado. No es una desconocida, compartimos clases y pasillos desde hace años. Que no me haya relacionado con ella tanto como con otros no significa que vaya a ignorar una situación dolorosa y que no vaya a tenderle la mano si pienso que quizá la necesite. - Le miró molesto e iba a darse media vuelta para salir de allí cuando de nuevo las férreas manos del otro le retuvieron.
  • Si vas a jugar a dos bandas te lo pondré fácil, Pit...
  • ¡Vete a la mierda! - exclamó. - ¿Te he preguntado yo qué cojones haces aquí cuando te has pasado dos años y medio denigrando al tipo del que dices estar enamorado?
  • Me dijiste que me declarase... - Peter tembló pero al mismo tiempo se echó a reír.
  • ¿Y lo vas a hacer ahora con los cinco machotes con los que has venido delante? ¿Delante de Natalie? Te recuerdo que es SU NOVIA y te puedo asegurar que en estos momentos si tengo que elegir un bando elijo el de ella... en toda esta mierda ni tu ni yo somos protagonistas de nada. Él es el que está luchando contra un imposible y ella quien ocupa el lugar que tu no tienes derecho a reclamar. Ella es SU NOVIA, es a ella a quien ama.
  • Muy bien... como tu dices elige bando... elígelos a ellos... - la voz de Frank sonó tomada. Como si le estuviese costando respirar. Se acercó de nuevo a él clavándole un dedo en el pecho sucesivamente. - pero si lo haces... si lo haces...
  • ¿Me estás amenazando? - Peter titubeó totalmente fuera de lugar. Lo que menos se esperaba fue el siguiente movimiento. La mano de su mejor amigo agarrándole por el cuello. Golpeando su cuerpo con su fuerza contra la pared. Un gemido de dolor escapó de sus labios, labios que se vieron de nuevo asaltados.
  • Tu bando soy yo... - le mordió con fuerza. Peter intentó zafarse del agarre pero la diferencia de músculos impedía cualquier avance. Los ojos se le humedecieron y consiguió balbucear.
  • Tenías razón... - le vio fruncir el ceño. - … me merezco algo mejor. - Una voz ajena a aquella confrontación irrumpió de repente.
  • ¿Se puede saber qué está sucediendo aquí? - Frank se volvió y Peter fijó la mirada en la puerta por la que ellos mismos habían entrado. Un tipo de mirada azul al que reconoció como el novio de Cesc, el hermano mayor de Jacob, estaba en el umbral. Se acercó a ellos fulminando con la vista al rubio de rizos quien automáticamente soltó el cuello del más delgado. - ¿Te encuentras bien? - le preguntó a Peter. Este sentía que sus piernas eran incapaces de sostenerle. El recién llegado pareció darse cuenta y pasándole un brazo por la cintura le ayudó a encontrar un apoyo. - Ven conmigo, salgamos de aquí. - mientras conseguía sacarle del rincón contra el que había sido acorralado se volvió hacía el otro fornido muchacho. - Sería preferible que no volvieras a cruzar tus pasos conmigo... y mejor aún, con los suyos tampoco. - antes de salir Frank le oyó volver a hablar. - ¡Ah, y ni se te ocurra pisar la habitación de mi hijo!

La puerta se cerró con un ruido sordo que en el silencio del rellano sonó como una bomba. O eso le pareció a Franklin quien se encontró de repente sentado en el frío suelo incapaz de hacer otra cosa que no fuera llorar.

Ahora sí.

Ahora lo había perdido todo.