Me llamo Jacob (I)
Continuamos con la familia Baranz Del Puig. Con Cesc, Alex, Jacob y Olivia. Pero esta vez el prota es el de en medio... Lo subí a Grandes Series pero creo que puede ir mejor aquí. Ya les conocéis.
Natalie es pelirroja, tiene la piel blanca llena de pecas y los ojos color avellana con reflejos dorados que se intensificaban cuando se ríe. Caminaba por los pasillos del instituto como si el mundo no fuera con ella. Dejando a su paso un sutil aroma a frutas del bosque. Ya se recogiese el cabello en una cola de caballo, se lo dejase suelto, se pusiera una cinta siempre estaba impecable. A veces mirarla hacia sentir a los demás que simplemente estaban muy lejos de la perfección que ella proyectaba. Me encantaba saber que detrás de toda aquella imagen no todo era tan perfecto. Que realmente lo que había era una jovencita normal que leía comic en la soledad de su habitación, que gustaba de Stephen King y que comía palomitas con voracidad mientras nos sentábamos a ver alguna peli de superhéroes en mi cama. Con la puerta abierta porque Cesc, mi hermano mayor, no se fiaba de no volverme a pillar como nos pilló a primeros de años. Ella en sostén y yo deshaciéndome de los vaqueros...
La conversación que vino después cuando mi Jean Grey particular volvió a su casa fue incómoda pero no pude evitar dejar de constatar lo irónico de la situación. Al fin y al cabo el acceso a internet era sencillo y yo ya no tenía los 11 años de cuando comencé a vivir con él tras el fallecimiento de nuestros padres. Y al fin y al cabo cierto rumores sobre él no me quedaron más remedio que confirmarlos. Todo un momento verle en pelotas siendo follado por otro tipo igual de desnudo que él.
En su cara me eché a reír lo que le dejó fuera de juego. Y entonces supo que lo sabía y aún así no se amilanó. Esa es una de las muchas cosas que me gustan de él. Se ha convertido en un buen padre que no se deja avasallar por nada. Y sí, me dijo que al margen de a qué se dedicara profesionalmente él siempre hacia uso del sentido común (¡¡¡mamá desde allá arriba debes sentirte orgullosa!!!). A él no le preocupaba que me acostase con Natalie sino que por cómo había visto que se estaba desarrollando todo entre ella y yo los medios para que ocurriera algo que nadie quería hoy por hoy no los estábamos teniendo en cuenta. Y entonces me habló de preservativos, DIUS, anticonceptivos, pastillas del día después, enfermedades venéreas y embarazos nos deseados. Y yo salí con dolor de cabeza.
Esa tarde con Blur y su Woo Hoo atronando en mi habitación me dispuse a acabar de dar forma a la tira gráfica que publicaba en el periódico del instituto. Pero me era imposible concentrarme. Natalie estaba enfadada conmigo, había hecho pedazos la mierda de trabajo que el gilipollas de Frank había presentado en la clase de historia y que nos había abocado a tener que redactar uno nuevo sino queríamos vernos en problemas. Siempre he preferido currar solo. Si te equivocas el perjudicado eres tu y no los demás. Que el profesor agrupara aleatoriamente a la gente solo sirvió para que nos tocara en gracia ese imbécil homófobo que tendría bien merecido que le petaran el culo dejándoselo como a la bandera de Japón. Lo que no acababa de entender es porqué estaba mi pelirroja mosqueada conmigo. ¿Yo qué carajo tenía que ver en todo aquello? Ni que mis ruegos hubieran podido convencer al profe de que no nos lo encasquetara. Ella sabía que por mucha estima que me tuviera el cuerpo docente estaba lejos de poder hacer que el Sr. Emmerys cambiase de decisión. Eso que yo supiera no lo había conseguido nadie.
Lo que me dejó desconcertado de la respuesta que me dio Nat fue que si yo quería pensar que estaba molesta por eso es que o era un mentiroso de mierda o memo profundo. Eso si que no lo tenía previsto. ¿Qué me estaba perdiendo?
La canción cambió y ahora empezó a sonar Manu Chao gritando que su piba le estaba dando Mala Vida. Irónico. Muy posiblemente la mía también. Sonreí suavemente. A Natalie le fascinaba eso de tener un novio extranjero y mucho más que le susurrase que a pesar de ser pelirroja y claramente norteamericana era mi gitana. Eso me hacía reír... tirar de topicazos, el no va más.
Levanté la vista del papel y los lápices al notar en mi cogote unos ojos que conocía perfectamente sin necesidad de mirarlos directamente.
Sus pupilas azules se clavaron divertidas en las mías. Me levanté de la silla, me acerqué hasta donde se encontraba. Le hice un ridícula reverencia, cogí su mano y saqué a mi hermana pequeña a bailar. La mocosa siempre entusiasmada con el francés de origen españoles. Al rato caímos sobre mi cama conmigo tarareando qué voy a hacer, je ne sais pais, qué voy a hacer, je ne sais plus, qué voy a hacer, je suis perdu
y ella
4 de la mañana, a la bin a la ban, a la bin a la bin bon ba, obladi oblada...
y al unísono
radio reloj, 5 de la mañana, no todo lo que es oro brilla, remedio chino e infalible...
Mi hermana, Olivia que con 14 años estaba desarrollando un muy buen gusto musical y una extraordinaria belleza. Aunque esto último no saldrá jamás de mi boca y negaré siquiera haberlo pensando.
Riéndonos a carcajadas nos pillaron los dos “adultos” de la casa que nos miraban con gesto de asombro y resignación. Era vox populi que no estábamos muy en nuestros cabales. Le pegué un coscorrón a la peque para que me dejara acabar el trabajo y ella aceptó con deportividad salir sin poner pegas mientras Alex pasaba un brazo por sus hombros y le preguntaba por su día en la escuela.
Cesc me miró desde la puerta y antes de irse él me dijo que en una hora estaría la cena. Asentí y me volví a concentrar en la tarea bajando el volumen de la música. Dos horas después tumbado de cualquier manera en el sofá de la sala de estar mi moreno hermano mayor revisaba con ojos crítico lo que había creado mientras apoyaba la cabeza en su regazo esperando expectante su veredicto. Ambos podíamos oír como Alex acababa de recoger la cocina y a Olivia hablando con alguna de sus amigas por skype.
Reprimí un bostezo al mismo tiempo que me restregaba una mano por los ojos. Suspiré. De nuevo, como venía sucediendo en las últimas semanas llegaba al final del día agotado. Cesc me pasó una mano por el cabello mirándome preocupado.
- ¿Estás bien, nene? - asentí con la cabeza. - ¿te apetece que te vaya a mañana recoger a la escuela y comamos tu y yo fuera?
- Me encuentro bien, Cesc... no hace falta que me vengas a rescatar del encierro estudiantil. - murmuré socarronamente,
- ¿Y si resulta que es lo que quiero hacer? - le miré sonriendo.
- Pero tendrá que ser una hamburguesa de esas que tienen tonelada y media de colesterol. ¿Nos podremos olvidar por unas horas de la comida sana?
- Hablas como si en esta casa no entrase “comida de fiesta” como dice Oli. - enarqué una ceja mirando al rey de las ensaladas, la carne a la plancha y batidos de frutas. Siendo sinceros era un muy buen cocinero pero a veces su manía por la comida sana rayaba la paranoia. Ese tipo de comida como él decía sí que entraba en casa, de la mano de Alex que era más permisivo y entendía que un alto en el camino nunca venía mal.
- ¿Aceptas?
- Mientras la hamburguesa te la comas tu y yo pueda pedir otra cosa... - Me eché a reír asintiendo. - Hecho, entonces. Mañana tu y yo tenemos una cita.
- No sé que interés puedes tener en comer con tu hermano adolescente.
- ¿Interés? Ninguno en especial... ¿acaso tiene que haber un motivo excepto el de que me gusta pasar tiempo contigo?
- Ya... muy bien. No sé que tramas pero a mi favor pesa más una hamburguesa grasienta. - Y en ese momento sonó mi móvil con el nombre de mi chica brillando en la pantalla. Suspiré, no tenía ninguna gana. Vi como Cesc cogía el teléfono, mirándome con el ceño fruncido y descolgaba.
- Natalie? Jacob was very tired and he is already sleeping. You'll see him tomorrow at school ok? - sonrió suavemente y dos segundos después colgó. - Y ahora haz caso de la excusa y acuestaté. Te ves agotado.
- Gracias, Cesc. - Me dio un golpecito en el hombro y con un gesto me señaló hacia el piso superior. Volví a suspirar. Sí, esta era una de esas escasas veces en la que no iba a renegar de que mi hermano siguiera mandándome a dormir como cuando tenía 11 años.
A la mañana siguiente no me encuentro mucho mejor. Opto de nuevo por no decir nada. Pienso y quiero creer que es la época final de curso y que los muchos exámenes, trabajos y mierdas de esas me tienen consumidas las fuerzas. Ni hablar de que pueda haber más, aunque esa vocecilla con el tono de Jean, la amiga psicóloga de la familia, me viene a recordar de vez en cuando que llevo así de cansado desde mucho antes de que se llegasen estas fechas.
Mis ojos se posan en el semblante serio y enfadado de Natalie cuando Alex para el coche ante la escuela secundaria y Olivia y yo bajamos. Suspiro con pesadez y me vuelvo hacia la voz de la pareja de Cesc (mi real y verdadero tercer padre siendo completamente sinceros.).
- Jac, sea lo que sea vas a tenerle que hacer frente. Mejor ahora que después, ¿no?
- Lo sé, Alex. Gracias.
- No hay que darlas. Recuerda que tu hermano vendrá a recogerte a la hora de comer. - arrancó el coche y antes de alejarse volvió a hablarlos. - ¡Sed buenos! - Oli y yo nos echamos a reír.
Hora y media después Nat y yo nos adentrábamos en uno de los rincones menos conocidos de la institución para sellar la paz exhalando deseo por cada poro de nuestra piel. Una tregua a una batalla que seguía sin saber ni cómo ni porqué se había iniciado. Y que me cansaba hasta lo indecible intentar siquiera averiguarlo.
En esas estaba. Desabrochándole el sujetador. Besando sus senos. Deslizando mis manos por su piel. Surcando con mis dedos sus rincones más íntimos. Haciéndola estremecer. Y encendiéndome con sus gemidos. Con su forma de morderse el labio inferior y ver el fuego arder en sus ojos.
Mi musa, mi diosa del Olimpo se arrodilló ante mi para liberar el pequeño “monstruo” de personalidad propia de su encierro. Cuando surcó con su lengua toda la longitud de mi miembro el que gimió fui yo. Acaricié su precioso pelo, guiándola en el ritmo. Me sentía explotar, a mi cuerpo sudoroso le costaba respirar. Con un gesto le indiqué que se levantara. Le subí la falda hasta la cintura, retiré a un lado su ropa interior y me adentré en ella. Nat enroscó sus piernas a mi cintura mientras se sumergía de nuevo en mis labios para poder acallar los gemidos que brotaban de su garganta.
Entraba en su húmedo sexo una y otra vez. Me sentía mareado. Extasiado ante tanta sexualidad. Falto de aliento. Separo mis labios de los suyos en busca de oxígeno. Un zumbido inundó mis oídos y en la lejanía oí su voz.
- ¡¿Jac?!
Y la negrura más absoluta.
Cuando desperté el rostro de Alex fue lo primero que vi. Borroso pero lo vi. Y el sonido estridente de las sirenas. Noté como movía los labios pero no entendí nada. Todo seguía percibiéndolo extrañamente distorsionado.
¡¿Qué me sucedía?!