Me llamo Carol

Me llamo Carol, soy una chica normal de 21 años que trabaja en una multinacional, morena con grandes pechos y simpatía arrolladora. Siempre he sido una persona vergonzosa por lo que siempre me ha costado ligar, pero cuando lo hago follo como ninguna.

Me llamo Carol, soy una chica normal de 21 años que trabaja en una multinacional, morena con grandes pechos y simpatía arrolladora. Siempre he sido una persona vergonzosa por lo que siempre me ha costado ligar, pero cuando lo hago follo como ninguna.

Era un lunes a primera hora, yo iba medio dormida aunque en cuanto lo vi, desperté. Mi compañero nuevo. Un morenazo alto con barba y con un tatuaje en el cuello que con solo observarlo hizo que se me dispararán las pulsaciones. En lo único que pensaba era en besarle el cuello y desnudarlo poco a poco… comencé a humedecerme y a mirarlo tan embobada que no me di cuenta cuando se giró y me vio. Empecé a ponerme nerviosa, se acerco a mí, mirándome fijamente de arriba-abajo con sus ojos color miel y me preguntó: “la oficina A2?”. Contesté como pude, se fue y no dijo ni un “ gracias” .

Aunque eso me molesto, mi cuerpo decidió actuar de diferente forma excitándose mucho más. Estaba tan encendida que tuve que ir al baño a “refrescarme” pero no sin mi pequeño

vibrador

que siempre llevo en el bolso conmigo.

Al volver de comer me encontré un post-it en la pantalla de mi ordenador y una caja al lado, en él solo señalaba: “ te espero a las 21:00 en la puerta de la oficina. Ponte esto ” no llevaba firma ni especificaba nada más. Abrí la caja y dentro me encontré un tanga vibrador , si, uno de esos que puedes utilizar a distancia, sonreí y pensé ¿Y si es él? No, era imposible, ese tío no se fijaría en mi en la vida yo solo era una niña de 21 años y el debía rozar los 30. Aún así no perdí la esperanza.

A las 21:00 bajé y vi a mis compañeros del turno de noche. Mientras esperaba noté de repente un cosquilleo fuerte debajo del vientre y no, no era el móvil precisamente ¡era el tanga vibrador! miré a todas las personas que estaban ahí, pero nadie parecía ser el autor del placer que estaba sintiendo. Entonces empecé a sentir que el ritmo de la vibración iba cambiando y yo cada vez respiraba más rápido, el corazón me iba a mil, no podía estar más húmeda y no sabía cuánto iba a aguantar, tenía que irme de allí, lo sabía, pero suponía que a mi admirador no le iba a hacer mucha gracia. Intenté concentrarme pero los nervios, el miedo de que me pillaran y el placer se estaban juntando de una forma rápida y a la vez fabulosa, tenía que pensar algo rápido o me correría allí mismo. Cuando de repente la vibración paro y note un susurro en mi oído:

  • Por ahora ya está bien, no te gires, ves a los baños y ni se te ocurra tocarte, tu placer es mío.

Esa voz, era él, tenía que ser él. Obedecí como la perra excitada que me sentía en ese momento. Encendí la luz del baño, entré y me quedé esperándolo, lo necesitaba ya dentro de mí. A los minutos entró con su camisa azul, un gran bulto en los pantalones vaqueros oscuros y esa mirada desafiante que me ponía tan cachonda. Cerró la puerta con pestillo, se acerco a mí y me dijo:

-Lo que has sentido no tiene comparación a lo que vas a sentir ahora, desnúdate.

Mi cabeza solo hacía que decirme que no obedeciera, no lo conocía de nada, pero claramente mi cuerpo opinaba lo contrario. Me desnudé rápidamente, mientras él empezó a quitarse la camisa muy despacio. Se desabrochó el pantalón y cogió el cinturón para atarme las muñecas, ahora si estaba sometida completamente a él. Empezó a darme pequeños besos en el cuello, mientras me masajeaba los pezones. Comencé a gemir y a sentir palpitaciones en partes que no había sentido nunca, estaba mareada del placer. Me recorrió todo el cuerpo a base de besos y mordiscos, hasta que llegó a mi clítoris y comenzó a lamerlo despacio mientras iba subiendo la intensidad. No pude evitar cerrar los ojos y perderme en esa sublime sensación...

  • Ábrelos, ni se te ocurra correrte ahora Carolina. Mírame quiero leer el placer en tus ojos.

Yo obedecí . Él sabía mi nombre y yo no sabía nada de él pero mi cuerpo solo quería que no parara así que intente concentrarme para cumplir sus deseos y parecía que lo conseguía. Él siguió acariciándome por las ingles e introduciendo sus dedos dentro de mí, moviéndolos en círculos mientras con la palma me frotaba el clítoris consiguiendo que mi cuerpo se arqueara buscando mas placer. Aumentaba el ritmo de la penetración de sus dedos mientras mis paredes se contraían y yo no paraba de gemir.

De repente paro, me desató las manos y me las puso en su miembro. Estaba tan excitada que agarre su erección pasando un dedo por la gota de excitación que tenía en la punta y no dude en llevármela a la lengua y chuparla. Lo miré y estaba tan excitado que comencé a masturbarle mientras él cogía la bala del tanga y la colocaba en mi clítoris, a los minutos sabía que no tardaría en correrme pero en ese momento apago la bala y me sonrío:

-Estas muy mojadita, date la vuelta.

Lo hice, como todo lo que me pedía, me di la vuelta y oí como cogía un preservativo y se lo ponía.

  • A partir de ahora eres mía.

Me agarró de las nalgas, me restregó contra su sexo, tan caliente, tan húmedo… no dio tiempo a que mi vagina se abriera para él, me cogió de la cintura y me penetro bruscamente, una sola vez y paro. La saco y lo volvió hacer, haciéndome chillar de placer mientras me tapaba la boca con su mano. Y volvía, una y otra vez, despacio, hasta el fondo.

  • Más rápido, por favor - le suplicaba - voy a explotar.

Él fue aumentando el ritmo, clavándomela más, mientras me susurraba al oído:

  • Me encantas... córrete para mi, Carolina.

Noté como venía el orgasmo, como mi cuerpo mareado convulsionaba de placer como nunca antes lo había hecho y al fin, me dejé caer. Sonrío de satisfacción y aprecié como su pene comenzaba a contraerse.

  • Joder, voy a correrme- me decía gruñendo y penetrándome fuertemente.

Gimió, su cuerpo se arqueó y se dejo llevar. Su pene palpitante expulso los últimos restos. Nos relajamos unos minutos, se quitó el condón y se fue diciéndome:

-Vístete y recuerda, eres mía.

Le miré el tatuaje del cuello y solo pude contestar:

-Solo tuya.