Me inició mi tio

Tío, sobrino y una iniciación al placer inmejorable!

ME INICIO MI TIO

Cuando tenía 18 años, iba todos los viernes a dormir a la casa de mi abuela. Siempre me hacía la comida que más me gustaba, me  dejaba ver la tele hasta tarde y me contaba las travesuras que hacía cuando era chica. Era toda una abuela!

Con mi abuela vivía mi tío Horacio. Yo lo quería mucho, conmigo era muy bueno. Mi papá mucho no lo quería. Decía: “Nunca se le conoció novia”; “Anda todo el día con esos vagos!” y cosas por el estilo. El tío igualmente casi nunca estaba en la casa. Siempre salía de noche y cuando yo me despertaba, recién llegaba y se ponía a dormir él. Pero cuando se quedaba, alquilaba las películas que a mí me gustaban y nos quedábamos hasta tarde mirándolas. Era muy cariñoso conmigo, nos sentábamos en el sillón y me abrazaba, a veces me hacía cosquillas, hasta dejarme tirado en el piso de la risa. Lo quería mucho. Yo dormía en su habitación. Estaba pintada de blanco, grande. En un costado, al lado de la ventana, tenía una computadora con su mesa. Siempre me dejaba jugar con los jueguitos y a veces me enseñaba algo. Tenía una cama que debajo tenía otra, se levantaba y quedaba en el mismo nivel de la otra (no recuerdo como se llaman).

Esa noche, como el tío había salido, me dejó dormir en su cama. Me gustaba el olor de su almohada, tenía su perfume. Me dormí tarde, mirando una película de trasnoche en la tele y con una copita de licor que hacía la abuela y le había robado del aparador cuando se había ido a dormir.

A la mañana siguiente, sentí que abrían la puerta. Era mi tío Horacio. Traía una toalla anudada a la cintura y la ropa en una mano. Era joven, tenía 25 años, pero para mí era todo un hombre mayor. Era alto, con ojos verdes como los míos, algo de pelo en el pecho y tenía muy lindo físico. Siempre se lo admiraba.

-         No te quise despertar, seguí durmiendo – Me dijo.

-         No tío, ya me levanto, no te preocupes... Y la abuela?

-         Viene dentro de un rato, se fue a hacer las compras.

Yo, como todas las mañanas, me despertaba con una erección de burro y en ese momento, trataba de que se me bajara por todos los medios. Pero tal vez por los nervios, no lo lograba. Además desde muy chico, siempre tuve la maldita costumbre de quitarme toda la ropa cuando estoy dormido... Así que me encontraba en pelotas y con una erección... Como explicarle a mi tío?

Se dio cuenta que estaba nervioso y que estaba buscando algo en la cama y me preguntó:

-         Que estas buscando?

-         Nada, nada, ya me levanto.

-         Estás escondiendo algo? – Me preguntó.

Entonces no me quedó otra y le tuve que decir...

-         Lo que pasa, es que dormido, me saqué el calzoncillo y ahora no lo encuentro.

-         Bueno, no hay problema, salís de la cama, levantamos las sábanas y lo buscamos.

-         Es que... No puedo salir de la cama...

-         Por?

-         Porque me pasa algo... – Me puse todo colorado y mi tío se largó a reír.

-         No seas tonto, soy tu tío, de que me voy a asustar?

-         Es que me da vergüenza – Le dije.

-         A ver? Vamos, levantate que no pasa nada!

-         No, me da vergüenza!

Empezamos a tironear con las sábanas y por supuesto, mi tío ganó. Yo me tapé inmediatamente con las manos, pero igualmente algo se veía. Mi tío se volvió a reír. A mí me daba bronca de que se riera de mi situación. Me dijo:

-         Sacá las manos! – Con una carcajada.

-         No quiero – Le dije.

Dejó la ropa a un costado y me empezó a hacer cosquillas como de costumbre. Yo trataba de taparme, él con una mano me hacía las cosquillas y con la otra, trataba de sacarme las manos. Obviamente, volvió a ganar. Me miró y su sonrisa se evaporó.

-         Por tu edad, tenés una buena verga – Me dijo.

Yo estaba orgulloso, mis catorce centímetros (medidos a regla), le parecían buenos a mi tío.

-         Nunca te la tocás? –

-         No sé, de vez en cuando – Ahora había perdido toda mi vergüenza.

-         Te bajás el prepucio?

-         Que es eso?

-         Es la pielcita que te recubre la cabeza – Me enseñó.

-         No, nunca lo hice.

-         Dejame a mí.- Me dijo.

Con su mano, tomó delicadamente mi verga y tiró para atrás el prepucio despacio.

-         Ayyy! Me duele! – Le dije.

Ensalivó uno de sus dedos y lo pasó por mi cabeza, me calmó algo el dolor y también me gustó. Siguió tirando con mucho cuidado. Mi cabeza estaba hinchada.

-         Me podés poner mas saliva, me duele mucho.

-         Te voy a hacer algo mejor – Me contestó.

Se agachó y se metió toda la cabeza en la boca y con la lengua trataba de terminar de bajarla. Me gustó mucho y lo dejé hacer, total era mi tío.

Nunca lo había visto desnudo. Pero me di cuenta que en la toalla estaba levantándose una tienda de campaña. Me animé y estiré la mano. Me dijo:

-         Querés ver la mía?

-         Si me gustaría.

Se abrió la toalla y me mostró su mástil, era largo y gordo, por lo menos de 19 o 20 cm. y sus bolas eran mucho mas grandes que las mías. Me sonrió. Se la agarré con una mano.

-         Tratá de bajarme el prepucio – Me dijo.

Así lo hice, bajó sin ningún problema. De su punta salían gotitas de líquido.

-         No ves, vos también tenés que lograr que la tuya se baje así... Querés probarla?

-         Bueno – Le dije.

Se levantó y me mostró todo su tamaño. Yo abrí la boca y la recibí. Olía a jabón, tenía un gusto rico. Me gustaba. La empecé a meter y sacar de mi boca. Cada vez metía más. Cuando mi tío se detuvo y me preguntó:

-         Nunca se la metiste a nadie?

-         No, nunca – Le contesté.

-         Me la querés meter en el culo?

La idea me gustaba, después de dudarlo un momento le dije:

-         Si, pero no se como!

-         Dejame a mí – Acostate.

Mi tío se ensalivó la mano y se la pasó por la raya del culo. Acto seguido, se subió a la cama, me agarró la verga y se empezó a sentar lentamente sobre mi pija.  A mí me encantó la sensación de estar metiéndome dentro de él. Era un lugar caliente, que me cubría todo el miembro. Cuando estuvo totalmente sentado arriba mío, yo pensé que se iba a quedar así, era linda la sensación, pero empezó a subir y bajar, mientras con una mano, agarró una mía e hizo que lo masturbara. Tenía una cara hermosa, de placer y gozo, nunca me la voy a olvidar...

El tío en un momento dado paró. Se sentó sobre mi verga y me dijo:

-         Querés que te la meta?

-         No sé, sos muy grandote!

-         Viste lo fácil que me entró a mí?

-         Si – le contesté.

-         Bueno, entonces a vos también!

-         Te parece?

-         Por lo menos, podemos probar, no te parece?

Se levantó y me hizo dar vuelta. Se ensalivó un dedo y me lo empezó a meter despacio en el culo. A mí me dolió mucho, pero también, le quería dar el mismo placer que momentos antes me había dado.

-         Relajate – me dijo – La cuestión es que te relajes bien para poder disfrutar.

Me relajé lo más posible. El tío viendo que estaba colaborando me metió otro dedo. También me dolió, pero no tanto. Entonces me metió un tercero y cuando lo acepté bien, los empezó a mover adentro. Los sacó y me dijo:

-         Ahora,  preparate para lo mejor!

Colocó una almohada bajo mi vientre para que levante bien el culo, me abrió las piernas y me puso su cabeza en la entrada. Empezó a empujar, pero no entraba. Se ensalivó bien la verga y mi culo. Intentó de nuevo. La empezó a meter despacio. Me ardía mucho. Las lágrimas comenzaron a caer por mi cara y terminaban en el colchón. Siguió metiendo despacio, el ardor se me hizo más fuerte y grité. Se paró en ese momento:

-         Si querés la saco – Me dijo.

-         No, seguí!

Esperó a que me acostumbrara. El dolor fue desapareciendo. Me la metió hasta el final y ahí se detuvo por un rato. Mi culo se acostumbró a su tamaño. Se empezó a mover y yo con mi inexperiencia, traté de ayudarlo. Después de varios intentos fallidos, logramos conseguir un ritmo. Noté que empezaba a moverse mucho más rápido. Su sudor me caía por la espalda. Su respiración se hizo más fuerte. Respiró profundo y sentí como mi culo se llenaba de su esperma...

En eso sentimos como que algo se caía. Mi tío se había olvidado de cerrar la puerta. Mi abuela había dejado caer su bolsa de las compras. Estaba pálida mirando, parada en la puerta. Mi tío trató de decir algo, pero mi abuela le empezó a gritar: “Degenerado, Degenerado”... Se acercó y le empezó a pegar... Yo no entendía nada...

Mis padres decidieron enviarme a un psicólogo. Con él aprendí que mi tío estaba enfermo y que yo no había tenido la culpa de nada.

No fui por un largo tiempo a la casa de mi abuela. Al tiempo me enteré que mi tío se había ido a España...

Ahora tengo 20 años. En todos estos años no supe nada más de mi tío. Estudio, tengo novia y varios amigos... Lo que se diría una vida normal...

Hace dos semanas fue mi cumpleaños y recibí una extraña carta que vino desde España. Cuando la abrí, era de mi tío, en ella me contaba que lo habían obligado a irse, por todo lo que había pasado. Como pronto va a ser verano y tengo casi tres meses de vacaciones, en su carta me dice que si quiero, como regalo y para saldar la deuda que él dice que tiene conmigo, me invita a pasar el tiempo que quiera en esas tierras lejanas...

Todavía no sé qué contestarle, me encantaría conocer, pero no sé si debería ir... En mis más personales fantasías eróticas, siempre me viene a la memoria lo que pasó esa mañana con  mi tío... y tengo miedo que cuando lo vea tenga ganas de repetirlo...

NICK: CHENY

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