Me hicieron creer que era afeminado. (50) FINAL

La casa que heredé estaba en la costa asturiana, era un paraje digno de disfrutarlo y eso hicimos, después de restaurarla hicimos un lugar donde pasábamos grandes temporadas, los negocios y la vida transcurría plácidamente y no faltaba el aliciente de nuevas aventuras.

A los pocos días tuvimos la visita del pasante del Notario, yo estaba en el taller con mis nuevos proyectos cuando Elena se deslizó por los pocos escalones que llevaban al taller sentada en la barandilla, en el rostro le notaba una expresión de felicidad, no acertaba a contestar cuando le pregunté de qué se trataba la visita pues nada más verlo se puso muy nerviosa, el chico sabía lo que hacía, sobre todo respecto a las damas, estaba acostumbrado a “lidiar” con ellas por lo que trajo consigo dos ramos de flores.

A las tres mujeres no se les pasó por alto de que uno era más grande que el otro y se creó un momento de suspenso hasta que decidido le entregó al más grande con dos docenas de rosas rojas a Bea, el otro también muy bonito era de aspecto más juvenil y se lo entregó a Elena, entonces se dio cuenta de que habría sido más “galante” si hubiera traído otro para Rosa también y se le notó la expresión de arrepentimiento al quedar frente a mi mujer pero ella ya lo había interpretado y muy bien por cierto tranquilizándolo al quitar importancia al tema.

  • No se preocupe joven, aunque me encantan la flores, les tengo un poco de alergia.

El joven suspiró aliviado al verse descargado del compromiso y acompañado por Rosa vinieron a mí que les esperaba en el despacho.  Las chicas en la tienda se enseñaban los respectivos ramos de flores y hacían cábalas del significado de los dos.  Elena ya había salido con él y según lo que nos había contado se lo había pasado de maravilla por lo cual Bea aspiraba a ser la siguiente aunque no estaba del todo confiada pues Elena era una chiquilla adorable pese a que Bea tenía el atractivo de la edad y la experiencia.

En el despacho el oficial del notario nos entregó un sobre grande con una serie de llaves de las posesiones que acabábamos de heredar, perfectamente señalizadas una por una de donde correspondían, junto a una lista explicativa, una vez formalizada la entrega nos preguntó como si no tuviera importancia si estábamos complacidos con el “trato” del Sr. Notario y su esposa / secretaria.  Rosa me miró disimuladamente pues la pregunta no disimulaba la segunda intención por lo que dedujimos que el joven conocía las “cualidades” de la secretaria de su jefe.

Al salir del despacho las dos dependientas esperaban con los  sendos ramos en los brazos, no se habían ocupado siguiera en buscar unos búcaros para ponerlos en agua. Las dos no disimulaban sus pícaras sonrisas que sobrepasaban a la del agradecimiento.  Bea no quiso dejar pasar la ocasión, se adelantó y como muestra de agradecimiento le estampó un beso que hubiera tumbado a un boxeador de peso pesado, cuando Elena quiso reaccionar, Bea ya se colgaba del brazo del chico y  agradecía la invitación a cenar con él que acababa de ofrecerle.

Elena no se quedó atrás y también lo besó aunque reconocía que ya había gozado de la compañía del muchacho y ahora era justo que lo disfrutara Bea.  cuando desapareció de la tienda las dos se abrazaron y como dos quinceañeras se marcharon a la otra tienda para elegir la ropa que se iba a poner, sobre todo la lencería, a la experiencia de Bea ahora se unía la picardía de Elena que ya conocía los “gustos” del galán.

Cuando nosotros llegamos a casa la niña ya estaba durmiendo, la chica que la cuidaba nos esperaba para darnos el resumen del día, era una chica de mediana edad, estaba casada pero no había tenido hijos, según le explicó a mi mujer confidencialmente su marido tenía los espermatozoides un poco vagos, el caso era que cuidaba a nuestra hija como si fuera propia pues tenía unas ganas locas de ser madre.

Después de cenar extendimos las llaves en la mesa grande y como si fuera un mapa colocamos en su sitio a cada llavero para situarnos, había de todas clases, de locales comerciales, pisos y otras que nos llamaron poderosamente la atención, eran de una casa en un pueblo de Asturias, nos extrañó porque era en la misma orilla del mar, nosotros no estábamos acostumbrados, sobre todo yo que había salido de mi pueblo minero y ahora en Madrid no había visto más agua que la del Manzanares.

Al no tener más datos decidimos ir a verla un fin de semana y hacernos una idea de adonde estaba y en qué estado.  Decidimos que sería una buena ocasión para invitar también a nuestras compañeras y de paso estrechar “vínculos” si eso fuera todavía más posible.

Al lunes siguiente la expectativa en la tienda era total, Bea y su pareja había alargado la cena a todo el fin de semana, se lo anunció por teléfono a Elena el domingo por la mañana pero lo que también le dijo que el citado joven le había insinuado que llamara a su compañera y amiga Elena para que acudiera a su casa con ellos dos, a Bea en principio le pareció extraño pero habiendo pasado la noche tan fantástica no dudó que entre las dos podía elevar el nivel con el chico, algo que, por supuesto, a Elena le pareció ideal, a la chiquilla le faltó tiempo para llamarnos y contarnos el plan.

La entrada fue triunfal, llegaron las dos juntas pues venían directamente de casa del pasante, las había dejado con su coche en la esquina de la calle y por supuesto venían con la misma ropa que se marcharon (aunque bastante más arrugada). Se miraron y de momento explotaron en una verborrea para explicarnos lo que habían pasado en casa del joven, cada una contaba lo que había hecho y sentido y se superponían una a la otra a la vez que se reafirmaban en todo.

Al final Rosa y yo resumimos que habían follado los tres de todas las formas, unas veces, cariñosas y tiernas y otras en plan salvaje, no había quedado postura ni agujero que probar y aunque agotadas por lo poco que habían dormido se complacían que habían conseguido agotar al chico (en su fantasía) y que ellas todavía con ganas de más habían seguido dándose placer hasta caer rendidas, no podían calcular los orgasmos que había “disfrutado”, los tuvieron de todas formas, Elena descubrió sin querer lo que el chico bautizó como “squirt” (muy enterado él) pero para ellas fue una gozada liberar todos sus sentidos sin reprimirse.

El fin de semana elegido fuimos en mi coche, los cuatro y la niña por supuesto también pues era el juguete de todos y además se portaba como una mujercita, cuando llegamos nos sorprendió porque esperábamos una de esas playas que se ven en los folletos de turismo con arenas doradas y palmeras meciéndose al viento, en su lugar vimos la otra cara de la costa, unos grandes acantilados verticales al mar y de trecho en trecho alguna cala con arena con difícil acceso.

Preguntamos en el bar de una aldea cercana donde almorzamos de maravilla y la dueña muy amable nos explicó por donde debíamos ir y de paso nos avisó sobre lo que nos íbamos a encontrar pues la idea que tuvo de nosotros le dio a entender que no sabíamos nada de nada, también se ofreció a que su hija nos acompañara para que no nos perdiéramos.

Una vez ya advertidos el paisaje era impresionante, tuvimos la “suerte” de tener un día de sol radiante que realzaba los colores diferentes del verdor de la hierba y el gris de la roca, la casa nos sorprendió vivamente, más que una casa era casi una mansión aunque se notaba que necesitaba una reforma importante, sobre todo para adecuarla a nuestros gustos.

Lo cierto es que entramos y recorrimos todas las estancias y nos dimos una idea de lo que podíamos reformar, en cuanto a lo económico no nos preocupaba mucho pues las tiendas y las colecciones no iban mal y en todo caso podíamos vender alguna propiedad de las que no sabíamos ni donde estaban.

Cuando volvimos después de dar unos paseos por el lugar y comer en Mieres volvimos a pasar por el bar donde nos informaron y la dueña nos ofreció unas habitaciones para pasar la noche, no era un hotel en realidad pero las mantenía por si en invierno, con el mal tiempo, las necesitara alguien, aceptamos enseguida pues estábamos muy cansados de andar por las rocas y la señora encargó a su hija que nos acompañara, ésta el verme me reconoció enseguida y se lo dijo a su madre, la mujer sin saber exactamente a qué se refería al no estar puesta con la moda todavía se desvivió más para acomodarnos.

Las habitaciones no eran las acostumbradas a las de un hotel pero tenían el encanto de familiaridad que le imprimían estar en la buhardilla con lo que era una novedad para nosotros, sólo habían dos y otro cuarto que utilizaban para almacén, las nuestras estaban contiguas y las ventanas que llegaban al suelo ofrecían una vista privilegiada de toda la campiña hasta el mar al fondo.

Nos repartimos sin problemas, nosotros y la niña ocupamos una y Bea y Elena la otra, la hija de la dueña se disculpó pues las dos eran de cama de matrimonio y no muy anchas por cierto, mis compañeras no vieron inconveniente en compartirla aunque la chica no dejaba de lamentarlo.

La dueña nos preparó una cena que más parecía un banquete, en el bar apenas había clientela, era muy sencillo, un mostrador y cuatro mesas de las cuales sólo dejó dos libres pues juntó las otras para nosotros, lo cierto era que los tres hombres que hablaban y bebían sidra en la otra no se fijaron en nosotros pese a que no era corriente que viniera gente forastera.

Pese a lo imprevisto de nuestra llegada la señora procuró y con mucho acierto prepararnos toda clase de manjares propios del lugar, incluso mandó a su hija a casa de una vecina que vendía carne a por unas costilla de ternera que nos asombraron por su tamaño y calidad.

Nos hicieron toda clase de demostraciones escanciando sidra y vino después, lo que contribuyó para que la cena se prolongara hasta tarde, ya se habían marchado los parroquianos cuando la dueña y su hija se sentaron con nosotros y, sacando una botella de orujo, terminamos la velada como si nos conociéramos de toda la vida.

Las mujeres subieron a la habitación y yo quedé rezagado tomando el último café invitado por la casa, la hija insistió en que probara otro orujo que destilaba “clandestinamente ” un anciano vecino, los chupitos se sucedieron y la chica en confianza me confesó que quería salir de la aldea y buscarse la vida en la ciudad pues el futuro en aquella “parroquia” era poco prometedor, no habían mozos casaderos y la perspectiva era cuidar vacas y poco más.

Las explicaciones que le hice sobre la gran ciudad la deslumbraron y aunque le juré que todo no era un campo de rosas, me aseguró que no tardaría en “volar” de allí, en previsión me preguntó sobre la ropa que debía llevar para no parecer pueblerina y le orienté para salir del paso hasta que se aclimatara adonde fuera.

La chica me arrollaba con infinidad de preguntas que yo trataba de adornar para no defraudarla y cuando ya bastante cargado decidí subir a la buhardilla ella se ofreció a acompañarme por si necesitaba alguna cosa, abrí la habitación y en la penumbra vi a Rosa y a la niña en una camita improvisada durmiendo plácidamente, de la habitación colindante se oía un murmullo apenas audible que supuse que serían las compañeras comentando sus cosas.

Al irme a despedir a la posadera me hizo señas para la otra habitación desocupada, la abrió y pese a que estaba completamente a oscuras entró con paso seguro, la seguí sin saber si tropezaría con algo pero cuando tropecé fue con la chica que estaba en medio de la habitación, mi primera reacción fue intentar no caerme ni que ella cayera pero al notar el tacto suave y tibio de su piel me di cuenta de que la muchacha había sido rápida y estaba en la oscuridad sin ropa.

Su aliento al igual que el mío despedía un tufo del aguardiente que al ser mutuo no advertimos, lo que si advertí fue la dureza de sus senos que fue lo primero que alcanzaron mis manos al notar el choque, me hicieron una impresión que por imprevista saboreé más todavía.

Ella, al notar mis manos directamente sobre sus tetas puso las suyas sobre las mías y las guió por todo su redondez hasta dejarlas sobre los pezones que ya estaban tan hinchados como sus propias tetas, la adolescente tenía unos pezones hinchados donde las areolas cubrían casi la mitad de la teta y sólo los coronaba el pezón exageradamente duro, imaginé que serían rosados ya que la chica era rubia y blanca de piel pero no me entretuve en adivinanzas pues sus labios se pegaron a los míos, sus manos dejaron de sujetar las mías y buscaron debajo del cinturón del pantalón.

Descubrí con gusto que en la soledad de la pequeña aldea la experiencia sexual de la joven era casi nula pues no atinaba a desabrochar los botones y menos aún tirar con eficacia de la cremallera, me vino bien pues al estar entretenida pude amasar sus tetas con toda tranquilidad antes de bajar por su espalda y posarlas sobre sus nalgas.

Cuando al fin logró bajar la cremallera el pantalón suelto cayó al suelo y sólo quedó el bóxer como último bastión, una vez más demostró su inexperiencia y notando que mi polla resbalaba pierna abajo siguió su dureza hasta llegar al camal, allí encontró el capullo asomado y sin dudarlo lo atrapó y se lo llevó a la boca, tuvo sus dificultades para poder meterlo entre sus labios pero después de unas lamidas consiguió tragarlo, la prenda elástica cubría el resto y quizá ella aunque notaba la dureza escondida pareció que había logrado su propósito y se dedicó plenamente a mantenerlo entre los labios.

Al mismo tiempo mis manos recorría su cuerpo inclinado pasando el dedo desde su nuca hasta la raja de sus nalgas, ella se movía intentando tragar aquello y disfrutar de mis caricias que le ponían la piel de gallina en la espalda pero mis dedos avanzaban cada vez más y ya recorrían las nalgas separándolas y buscar su fuente de calor que cada vez estaba más cerca.

Imaginé (sin verlo) el cambio de color rodeando al agujero rugoso y cuando pasé rodeándolo lo noté pues cerró los dientes sobre mi frenillo, también advertí y fue una novedad para mí que no estaba depilada pero lo sentí mucho antes de llegar a los labios de la vulva, entre los cachetes del culo ya se notaban los rizos de aquel vello seguramente rubio como su cabellera pero bastante poblado y ensortijado.

En la oscuridad y el silencio los avances no se regían por el tiempo, sólo las sensaciones y al pasar el dedo entre los labios del coño apartando la melena la chica aspiró con fuerza y se llevó una sorpresa, lo noté por el gemido apagado y porque abrió ligeramente las piernas, el elástico había cedido un poco y le había obsequiado con un trozo del tronco que aprisionado pugnaba por salir.

Mi dedo medio se deslizó entre los labios menores bastante desarrollados hasta encontrar la entrada de la posiblemente virginal vagina, no me preocupé en comprobarlo pero dulcemente entró todo lo que pudo, la suavidad de los flujos que me resbalaban por la mano facilitaban la entrada.

La chica tosió posiblemente por tragar saliva y sacó la polla de la boca para poder aspirar bien, yo ya no pude aguantar más la incógnita y de un movimiento rápido me quité el bóxer y sin dejar que volviera a su tarea la cogí de las caderas y la apoyé en un mueble que ya pude intuir, era una cómoda con cajones y en las asas de uno de ellos se cogió con las dos manos.

Con un pie separé las piernas de la joven y sin preguntar apoyé la verga entre sus nalgas y empujé, el capullo lubricado de saliva y las nalgas de sus jugos lo guiaron hasta desenredar la maraña mojada de pelo rizado y separar los labios hasta encontrar el camino hacia el interior de la joven.

Arqueó las caderas facilitando la trayectoria, las tetas colgaban quietas esperando como péndulos y al entrar el capullo la chica suspiró, en realidad ya estaba preparada pues lo había calibrado con los labios, incluso el segundo empujón lo suponía por lo que habría probado pero el tercero fue toda una novedad.

Sintió que algo la llenaba hasta lo más profundo de su ser, le abrasaba las entrañas dilatando su coño virgen (según me contó luego, sólo hollado por el cuello de una botella de sidra) , la cabeza cayó casi desmayada entre sus brazos agarrotados a las asas del cajón, separó todo lo que pudo las piernas creyendo que mitigaría la sensación de plenitud y entonces notó cómo mis huevos se pegaban al pegajoso coño.

Fueron unos segundos que parecieron horas hasta que empecé a moverme, ella estaba entregada a lo que quisiera hacer y esperó, fui lentamente retrocediendo hasta casi sacar el capullo, se oía un gemido lastimero pero cuando empujé de golpe hasta el fondo el gemido fue de placer largo y placentero, a partir de entonces toda la pasividad que demostraba cambió, ya no tenía que moverme, ahora era ella la que aprovechaba su asidero para culear y meterse mi polla a su gusto y su gusto era hasta que le hundía el cuello del útero.

Los jadeos eran casi gritos, las tetas volteaban como campanas y en el suelo caían gotas de flujo y de saliva que no podía retener, no tardó en temblar su cuerpo, la espalda le sudaba cubriéndose de gotas y vi que se iba correr, busqué entre su muslos y descubrí el clítoris o mejor dicho me encontró él a mí, estaba tan desarrollado que me dio la impresión de que era mi polla de crío.

Apenas tocarlo su vientre se encogió, sus piernas se separaron todavía más y pude atrapar el clítoris con dos dedos, le hice una paja como yo me hacía de adolescente y al momento noté que me mojaba la mano, se estaba orinando sobre ella al mismo tiempo que se estremecía gritando palabras que yo no conocía.

Muy a gusto me hubiera corrido dentro de ella a la vez que se corría pero aguanté sólo hasta que recobró la “cordura”, luego bombeé una docena de veces más metiendo el pulgar en su culo, no rechistó y cuando ya mi polla reclamaba vaciarse la saqué y la dejé sobre sus nalgas, sin dejar de mover el dedo en su culo se volvió a correr y, con el movimiento, mi polla tumbada y acunada entre las dos blancas nalgas descargó todo lo que tenía, las primeras ráfagas le llegaron a la nuca y las siguientes fueron regando toda la espalda hasta llenar los hoyuelos de las caderas.

No hubo comentarios, ni agradecimientos por ninguna parte, ella pasó su mano por la espalda y recogió la leche que se escurría y la metió en la boca, oí como chasqueaba como si fuera un licor dulce, me puse los pantalones y con los calzoncillos en la mano salí hacia mi habitación, estuve pendiente de cuando salió ella pero tardó bastante, me pareció oír algún gemido más, posiblemente se masturbaba y no precisamente con los dedos.

A la mañana siguiente las chicas vinieron a nuestra habitación, entraron desnudas y abrazadas, no le dije nada a mi mujer cuando me miró, estaba claro que Bea y Elena habían encontrado un modo de pasar de compañeras a algo más, a contra luz entre sus piernas brillaban por los muslos y sin casi caber se metieron en nuestra cama.

  • Mmm, ¡aquí huele a sexo!
  • A mí no me miréis, he dormido de un tirón toda la noche, la niña no se ha despertado ni una sola vez.
  • Entonces… eres tú Carlos… ¡ah, ya imagino… la posadera… o mejor su hija!, ¿te has follado a la hija?
  • Pues…

No pude contestar porque en ese momento después de unos toques con los nudillos entró la hija de la posadera preguntando qué queríamos para desayunar, su expresión era como si le hubiera tocado la lotería y no pudiera decirlo a nadie, mis mujeres se volvieron hacia mí y me golpearon con las almohadas todas a la vez, la chica no entendía nada pero en los movimientos la sábana se cayó y nos vio todo desnudos, sus ojos recorrieron a cada uno de nosotros pero fue en mi polla donde se quedaron clavados hasta el punto de que se me empinó vertical.

Las risa inundaron la habitación y la chica salió sonrojada a preparar el desayuno que dejamos a su elección, luego de abonar la estancia le prometimos a su madre que volveríamos pues teníamos que reparar la casona, se alegró mucho pero no tanto como su hija.

A partir de entonces las cosas fueron rápidas, el Notario me recomendó a un arquitecto muy amigo suyo, él me haría el proyecto de la reforma según mis deseos y la decoradora, casualmente su mujer se haría cargo de orientarnos para que la casa estuviera acogedora.

Rosa y yo nos entrevistamos con la pareja y desde el primer momento nos cayeron muy bien, era un matrimonio muy profesional cada uno en su ramo, que se complementaban perfectamente, ayudados por las ideas que les dimos pronto nos presentaron un proyecto que nos encantó, a partir de aprobarlo empezaron la obras, de vez en cuando me llamaba para revisar y solucionar algunos puntos y me desplazaba a Mieres, por supuesto siempre me hospedaba en el bar de la aldea, cosa que no acababa de comprender el arquitecto.

La mujer con mucha discreción me hizo saber que comprendía a su hija y la “disculpaba”, incluso en una noche después de una sesión de chupitos de orujo me dio a entender que a ella no le vendría mal ponerse al día en “moda” también , esa noche en mi cama acudió la madre a mi buhardilla justo cuando su hija me estaba cabalgando, realmente el sorprendido fui yo pues parece ser que las dos habían hecho sus cuentas y la hija me había “recomendado” para que su madre tuviera también su ración de verga, eso sí, sin renunciar a la suya.

La madre demostró que pese a la idea que tenía su hija de ella, tenía muchas cosas que enseñarle y fui yo el “banco de pruebas” las dos, maestra y alumna me demostraron una vez más que el sexo no tiene patria ni edad, me follaron de todas la manera imaginables incluso alguna que yo no conocía, la hija quedó  sorprendida con la facilidad que el culo de su madre recibía mi polla que a ella le venía justo entrar en su coño, por otra parte compensaban y cumplimentaban sus cuidados respecto a mi ofreciéndome comidas extraordinarias y un trato exquisito del que el mismo arquitecto de asombró.

Una vez terminada la obra la decoradora acudió a la tienda con una serie de planos y fotografías que nos ilustró sobre sus ideas, llegó por la tarde y estuvo con nosotros hasta bastante tarde, Rosa tenía sus ideas claras y lógicamente las quería adoptar, a mí todo me parecía bien pero entre las dos se entabló un cambio de opiniones que no se solucionaban, me di cuenta de que era ya muy tarde y me supo mal decirle que volviera otro día o que se hospedara en un hotel y la invité a casa para que siguieran debatiendo.

Ya casi de madrugada las dos quedaron de acuerdo por fin, yo ya me había acostado pues debía madrugar y cuando noté que entraba Rosa en la cama le pregunté entre sueños…

  • ¿Qué, ya lo tenéis claro todo?

Susurrando me contestó que sí, que ya estaba decidido todo pero lo que me extraño fue que la voz de confirmación vino de mi espalda y no del frente, no le di importancia hasta que una mano se posó sobre la polla flácida, por mucho que la acariciaba seguía en “stand by” hasta que Rosa me dio un beso de los que solía dar cuando quería follar.

Lo curioso que a la vez que me metía la lengua hasta la campanilla noté que mi polla era absorbida de golpe como si fuera un espagueti, alargué las manos y en una reconocí la teta de Rosa pero en la otra una teta más pequeña pero muy dura y en punta que apenas llenaba mi mano.

Rosa me contó al oído, mientras la decoradora me mamaba la polla hasta ponérmela como un burro, que estaba enterada de la noche que pasamos con el Notario y su mujer, ésta en “petit comité” le recomendó que viniera sola para que su marido no interfiriera, pues entre Rosa y yo quedaría más satisfecha.

A mí me elevó el ego y no solo el ego porque, en un instante, mi polla creció poderosamente dentro de la boca de la decoradora, hasta el punto que le hizo dar unas arcadas que respondió ávidamente con una serie de lamidas por todo la largo y ancho de mi verga que fue el anticipo antes de sentarse y penetrarse sin lubricar ni dilatar su coño, Rosa se echó a un lado dejando sus piernas abiertas que rápidamente cubrió con su melena larga y morena.

Por los gestos que hacía mi mujer demostraba que le estaba comiendo el coño de una manera extraordinaria, cuando levantó la cara de entre los muslos de Rosa parecía que había comido una tarta de nata.  Estaba claro que Rosa también estaba complacida con las habilidades de la decoradora, ésta sonrió satisfecha por su buen hacer pero Rosa le sugirió que quería corresponderle y se tumbó boca arriba en X, la chica captó la indirecta y se prestó a recibir el mismo trato y a la vez que volvía a enterrar su boca en el coño de Rosa dejaba caer el suyo en la de mi mujer.

Rosa le ofreció toda clase de piruetas linguales recorriendo sus rincones más sensibles hasta que ésta estuvo a punto de correrse, yo aprovechaba para mordisquear aquellos pezones que parecían de trufa.  Cuando ya estaba a punto y se agarraba a la sábana para poder controlar el orgasmo que le recorría de la cabeza a los pies mi mujer me cogió la polla y la puso otra vez a cien.

La señal fue clara y en plena explosión orgásmica apoyé la verga entre las nalgas de la decoradora, se oyó un murmullo entre las piernas que Rosa había cerrado lo suficiente para no dejar salir su cabeza y al momento me dejé caer, suave pero sin retorno, la polla acertó de pleno al agujero que palpitaba, era perfecto, apenas arrugado y claramente oscuro, el glande se aplastó y deformó de una forma espantosa pero al fin ganó la partida y entró glorioso, al pasar el anillo, las manos de la chica primero aflojaron la sábana pero al segundo y definitivo empujón volvieron a apretar hasta marcarse las largas uñas en las palmas de su mano.

Ya había pasado lo peor y por eso se abrazó a los muslos de Rosa y le dedicó unas lamidas desde el pubis hasta la rabadilla, quiso meter su lengua en el culo de Rosa que aunque la ayudó, lógicamente sólo quedó en el intento pero disfrutó de la corrida de mi mujer que empapó su boca y todo el rostro.

La noche fue larga y satisfactoria, la chica confesó que habían “cenado” alguna vez en casa del Notario pero que no había sido nada parecido, insinuó que entre la secretaria y la decoradora se habían entendido mejor sin sus maridos.  A la mañana siguiente prometió que no le comentaría nada a su marido para acaparar ella sola toda nuestra compañía y nos prometió volver otro día para “concretar” nuevos detalles.

La casa quedó como yo quería, la fachada que daba al mar fue ocupada por un cristal blindado desde el suelo al techo y de pared a pared, era como estar frente al mar y aquel mar ofrecía toda clase de espectáculo, desde tranquilas aguas en días soleados hasta galernas que estrellaban las olas que salían disparadas como geiser o como los llaman aquí, bufones, es todo un espectáculo sentir como retumba el suelo ante el envite del agua para al momento ver subir una columna de espuma hasta el cielo.

Ahora arrebujado en mi bata de seda sentado en mi sillón favorito, mirando al mar recordando mi vida, desde mi infancia y sobre todo mi adolescencia en el pueblo minero con las dificultades que tuve por mis maneras de moverme y mis gustos a excepción de mi adorada y comprensiva familia, he repasado mis recuerdos y hago un resumen y mirando hacia atrás estoy contento con lo vivido y conseguido, mi situación es lo que había soñado y deseado, soy una persona querida por mis afectos, admirada por muchos y agradecida con todos.

Detrás de mi está Rosa en la cama inmensa, debajo de un lío de sábanas se ven tres piernas y media, sonreí al ver que es difícil adivinar de quien son porque no están en la posición normal y lógica, al lado de la de Rosa está invertida otra pierna que se cruza con ella y un muslo aparte se apoya con la otra de mi mujer que aparece un poco más separada.

En la habitación de al lado está mi hijo Carlitos y mi hija, los dos parecen angelitos “sólo cuando duermen”,(nadie diría que no son hermanos) se llevan de maravilla y se quieren con locura, Carlitos ya ejerce de hermano mayor y cuida de la pequeña tratando de enseñarle lo que él aprendió no hace mucho.

Desde que nos trasladamos a la casa nueva mi madre se vino con nosotros además de traer a Carlitos pasa largas temporadas en casa, en Madrid las tiendas cada vez han cogido más fama y por consiguiente más ingresos, Rosa eligió a otra chica para que la sustituyera y fue todo un acierto, es muy parecida a ella, sabe coser y resuelve cualquier problema que se presentan para ajustar los vestidos a las clientas, Bea por su parte se maneja muy bien con la parte de ”pret a porter” y moda joven además de otras secciones, también eligió a otra ayudante, jovencita pero con mucho talento y además muy linda.

Me da la impresión de que junto a Elena le están enseñando todo lo que ellas saben, que no es poco, no me extrañaría que también la inicien en las delicias de sus tetas y coños.  Al poco tiempo de entrar ya Elena me dijo que no tardarían en darme una sorpresa señalando a la chica, insinuó que estaban preparando un “bautismo” en el que yo sería el “maestro de ceremonia”.

En cambio a la joven que contrató Rosa no hay que enseñarle nada, ella sola se encarga de mostrar mucho de lo que cubre su vestido, a Rosa y a mí no nos extrañará que un día debamos hacer una gran fiesta en la casa nueva, esperaremos a que mi madre se lleve al pueblo unos días a los niños.

Anoche fue una velada de celebración, mi madre cumplía años y Rosa quiso obsequiarla, salió la conversación con el tema de que se sentía sola y sin ilusiones, echaba a faltar mi presencia y visitas al pueblo, mi mujer comprendió que añoraba las noches follando hasta la mañana y entre los dos le agasajamos con una noche de sexo, le ofrecimos todas la variantes, mi madre quedó tan satisfecha que todavía está sobre Rosa, no tiene fuerzas ni para moverse, entre los pliegues de las sábanas aparecen una teta o dos, no me importa de quien son pero me encanta verlas.

Yo he madrugado, me desperté al amanecer al oír las olas saltar por el acantilado y me duché, el espectáculo es estremecedor pero la visión que tengo de la cama me está provocando una erección que me plantea volver con ellas, se merecen un dulce despertar antes que los niños empiecen a corretear y aparezcan por la habitación.

Sí, me he decidido, vuelvo a la cama, no sé por adonde empezar, no tengo preferencias, cualquier coño me apetece igual… o culo, no tengo manías, en fin… vamos allá.

Final.

Espero que les haya gustado.

Si es así, valoren y comenten.

Gracias.