Me hicieron creer que era afeminado. (49)

Fuimos al pueblo a conocer al bebé de mi prima Cris o sea a mi otro hijo, toda la familia estaba encantada por los dos nacimientos y lo demostraron cada una a su manera, de vuelta a Madrid el Notario nos dio una noticia fabulosa y de paso conocimos a una pareja especial.

El joven Abogado fue breve pero claro, no dejaba duda y menos siendo un Notario, cuando se marchó todos nos quedamos mirando, iba impecablemente vestido y daba muy buena impresión, cuando observé a las chicas en ellas encontré diferentes expresiones, Rosa estaba preocupada como yo, no sospechaba qué podría motivar aquella visita y menos de un Notario, si fuera del Juzgado o de la policía me hubiera sorprendido menos aunque no tenía nada que ocultar, para las otras dos mujeres la impresión fue variada, a Bea le había gustado la visita pero por motivos diferentes, al salir se le escapó un suspiro y Elena corrió hasta la puerta viendo que desapareció en el interior de un coche, luego las oí cuchichear y fue Rosa la que aclaró mis dudas.

  • ¿Qué… chicas, os ha gustado el mozo, verdad?
  • Jajaja, síííí, estábamos comentándolo, a Elena le ha encantado, ya se veía cogida de su brazo y yo me imaginaba debajo de él llena de su polla.
  • ¡Qué imaginación tenéis, ni siquiera me he fijado en él!
  • Lógico, tampoco nos fijamos como tú cuando entra una buena hembra, jajaja.

Tuve que reconocer que tenían razón, Rosa sonreía condescendiente y guardó la tarjeta que me dio el joven Abogado.

Lo cierto fue que una vez marchado ya no le dimos más importancia a la visita y menos cuando mi mujer me recordó que debíamos ir a visitar a mi familia, mi sobrina Cris había parido ya y nosotros también debíamos presentar a la pequeña Lucía.

Fuimos un fin de semana y en el pueblo nos esperaba toda la familia, mi madre con el revoltoso Carlitos que crecía y Julia con su nieto en brazos, a su lado mi prima Cris, estaba muy bonita recién parida, se había maquillado para la ocasión y vestía una falda holgada y una camisa también ancha, apenas podía ocultar las tetas llenas de leche que manchaban un poco la ropa, a su lado también esperaba mi prima menor Alicia, estaba bellísima, estaba en la edad justa para florecer como una rosa y lo sabía, había aprendido a sacar partido de toda su belleza y se veía espectacular.

Después de los besos de rigor nos sentamos en el salón alrededor de una mesita baja que pronto se llenó de pasteles y café, las nuevas mamás se sentaron juntas y a su lado las abuelas admirando a sus nietos recién nacidos, a mi costado quedó Alicia que se ocupaba de mí, me puso al día de los chismes que corrían por el pueblo y yo le conté las últimas novedades de mi negocio, me contuve de no contarle las últimas experiencias con el director y familia por respeto a los presentes, (aunque ninguna se hubiera escandalizado) .  Alicia embobada se apretó a mi brazo oyéndome hablar, realmente no sabía si era por eso o para demostrarme que le habían crecido las tetas tanto que había sobrepasado holgadamente a las de Teresa, mi madre.

Me di por enterado y en un momento que me incliné, pasé la mano por debajo del brazo, apreté la teta que oprimía mi costado y pellizqué el pezón, ella no hizo mención de apartarse y me sostuvo la mirada con los ojos entornados, me insinuó que estaba deseando follar conmigo, la verdad es que por una cosa u otra ya hacía demasiado tiempo que no estábamos un buen rato solos.

Las mujeres pronto tocaron el tema de “madres” cada una contaba anécdotas de su época de crianza y daban consejos a las primerizas, enseguida sacaron parecido a las criaturas y no tardaron en mirarme a mí, realmente las dos tenían muchos rasgos que me pertenecían, no en vano era el padre de las dos.

La conversación era amena, llena de risas y felicidad, al poco Rosa miró el reloj, la pequeña Lucía se estaba poniendo un poco llorona y el bebé Hugo no tardó en hacerle los coros, las abuelas adivinaron la causa, los niños estaban pidiendo su ración de teta.

Las dos madres al unísono, prepararon a las criaturas y sacaron sus pechos rellenos de leche, me sorprendió al ver los pezones de Cris, sabía que tenía las tetas como su madre, separadas y en punta pero ahora llenas de leche tenía unas areolas inmensas y más que separadas se le juntaban casi de tan gordas.

Rosa la imitó y sacó su “restaurante infantil”, lo dejó pesadamente al alcance de la niña que por instinto abría la boquita buscando el grueso pezón que ya goteaba, éste no tardó nada en desaparecer en su boca y sus mejillas demostraban que succionaba ávidamente.

Hugo tardó un poco más en animarse, Cris le acercaba la teta pero el niño no se cogía, entonces Julia le enseñó a mi prima cómo motivarlo, cogió la teta y la apretó provocando que saliera dos chorritos de leche dispersos que cayeron en la boca del pequeño, el olor o el sabor provocaron que se lanzara a chupar también.

Julia a la vez que amasaba la teta de Cris me miraba mordiéndose el labio, al mismo tiempo separaba las piernas demostrando que no llevaba bragas, fue un momento en que su hija Alicia me miraba pegada a mí, al final de las medias que aprisionaban los muslos de Julia vi la raja vertical que parecía sonreírme, separó las piernas lo suficiente para que asomaran los labios menores rosados y húmedos, el resultado no se hizo esperar pero no fue ella la beneficiada sino su hija pequeña, pronto notó en su brazo el calor y el movimiento que se apreciaba debajo de mi pantalón y no tardó nada en atrapar mi polla sin dejar de mirarme.

Su madre quedó desilusionada porque sabía que el premio lo merecía ella pero Alicia creyó que era su teta caliente la que había provocado mi reacción y se adjudicó el tanto.

Desde hacía algún tiempo que mi prima me habían contado cosas, seguramente exageraban tanto su madre como su hermana, dijeron que era bastante promiscua, aunque yo sospechaba que eran rumores que corrían por el pueblo pero cuando me dijo que la acompañara a su habitación para darle alguna idea sobre que ponerse para una fiesta que tenía pronto ya empecé a creer a mi familia.

Nada más entrar en la habitación Alicia cerró y me abrazó empotrándome contra la pared, me cogió desprevenido, porque yo sospechaba que buscaba algún morreo y magreo como mucho pero viendo el cariz que tomaba aquello decidí tomar la iniciática, le di la vuelta y fui yo quien la apoyó contra la puerta de la habitación, Alicia de un salto me rodeó la cintura con sus piernas y cruzó los tobillos detrás de mí, se sujetó sin manos y se quitó la ropa en un momento, pude ver que mi prima Cris tenía razón, le habían crecido las tetas redondas como las de Teresa pero con bastante más talla que ella y ahora las clavaba en mi pecho, los pezones me arañaban pero ella quería notar piel contra piel y tiró de mi camisa hacia arriba sin siquiera desabotonar, quedamos pegados, notaba su sexo contra el mío solamente separado por mis pantalones.

Me besó fuerte y largo levantando el culo en vilo para que yo soltara mi pantalón y cayera al suelo, cuando oyó la hebilla de mi cinturón sonar al caer se dejó resbalar y suavemente se metió la polla ella sola, no dejó de mirarme a los ojos mientras los centímetros iban desapareciendo en su coño, parecía que los iba contando y cuando le pareció se dejó caer de golpe, el gemido que le salió se unió al suspiro que di yo al notar que hacía tope en su matriz.

En un momento recordé las incontables veces que había follado a mi prima, desde la primera cuando la desvirgué hasta ahora, el coño seguía tan suave como siempre pero ahora estaba más dilatado, siempre lo había tenido estrecho pero a fuerza de follar con muchos lo había amoldado a mi tamaño.

Mientras me besaba con ardor hizo una demostración de las habilidades que había aprendido, además de frotar sus tetas sobre mí masajeaba la polla con sus músculos vaginales haciendo inútil moverse ni saltar, era mucho más efectivo que cabalgarme.

Yo también le demostré que tenía mis trucos y que no había perdido el tiempo desde que me fui a Madrid, de todas las mujeres que había follado había aprendido algo, nunca fui selectivo, a todas les encontré cosas buenas o mejores y sin casi quererlo me había convertido en un buen follador.

Nunca me lo creí aunque había oído rumores pero las mujeres me lo demostraban cada follada, no quería presumir pero estaba convencido de que pocas se habían quedado decepcionadas, ahora parecía que era un reto, Alicia quería recuperar el tiempo perdido a la vez que demostraba que mis instrucciones no habían caído en saco roto, se había convertido en una tigresa del coño, ya no dudaba de mi tía cuando me lo dijo, los chicos le tenían miedo, pocos seguían su ritmo y eso le hacía seguir probando.

La batalla quedó en empate, los dos nos empleamos a fondo de pie sin bajar el ritmo ni un momento, nos corrimos los dos al mismo tiempo, de su coño manaba espuma blanca como mantequilla, a ella se unió mi leche que parecía que era nata montada.

Alicia no se separó de mi al tocar suelo, se deslizó por mi cuerpo hasta arrodillarse frente a mí y la miré a los ojos, de paso vi mi polla, seguía dura aunque se notaba el esfuerzo pero no la reconocí, estaba completamente blanca desde el pubis hasta el glande.

Alicia sin dejar de mirarme se la metió en la boca y succionó, la polla desapareció totalmente, me sorprendió con qué naturalidad se la tragó, ni un pestañeo ni una arcada, simplemente la engulló con los labios apretados, notaba cómo la lengua presionaba contra el paladar, le cogí la cabeza para ayudarla a presionar y al tocar su cuello noté el capullo más allá de su garganta, me estaba ordeñando sin manos, simplemente con la boca, con las manos detrás de ella como una niña buena en el colegio me miraba y yo admiraba debajo de sus boca aquellas tetas redondas con los pezones como timbres de puerta.

No pude resistir aquel castigo, me corrí sin dejar de mirarla y acariciar su pelo, ella se sacudió también, en el suelo vi como se había corrido simplemente al mamarme la polla, unos chorros se le habían escapado que me mojaron los pies.

Cuando se incorporó la ayudé rodeándola con mis brazos, me enseñó la lengua, estaba limpia y la besé, todavía sabía a semen.

Cuando salimos de su habitación nos habíamos aseado, los bebés habían cambiado de pecho y habían dejado el primero goteando, mi mujer me miró y sonrió, Julia estaba apenada, su hija le había arrebatado su mayor deseo, mi polla y volvió a separar las piernas para demostrármelo, el coño babeaba fluido pero en balde.

Ya en la cama Rosa me preguntó por mi “desaparición” , a ella no podía ni quería ocultarle nada y le conté la follada de pie con mi prima, le di todos los detalle y se excitó, mientras meneaba la polla lamentó que todavía no podía follar por los puntos pero insinuó que mi prima Cris no tenía ese problema porque le habían practicado la cesárea y el coño lo tenía intacto.

  • Si tienes ocasión fóllatela, no tienes idea como tiene las tetas, suaves, duras y llenas de leche, aunque no creo que tu tía te deje, ha estado removiéndose en la silla desde que te fuiste con Alicia.
  • Ya me di cuenta, me demostró que no llevaba bragas en mi honor, jajaja.
  • Ya lo vi, sus piernas parecían alas de mariposa, ¡Ah! y no dejes a tu madre desatendida, ya sabes lo que te quiere.
  • Mmm, mucho me pides y tú sin poder follar.
  • Por el coño no pero cerca tengo el culo esperándote.

Por supuesto lo llené de polla, no se me había ocurrido, siempre pensé que con una paja o una mamada me solucionaría pero sentía no poder satisfacerla a Rosa, aunque por el culo… sí.

De vuelta a Madrid tuvo que ser Rosa la que me recordó la cita con el Notario, acudimos los dos dejando a Lucía con Bea, Rosa se había sacado con una ventosa leche para ella y mis compañeras se encargarían de darle el biberón a su hora o si lloraba.

La Notaría estaba en un barrio céntrico y fuimos en taxi, en el despacho habían varios cubículos con secretarias atareadas, en las paredes librerías de madera noble repletas de legajos archivados con perfecta armonía, mientras esperaba me distraje leyendo revistas que habían amontonadas en una mesita, Rosa llamó mi atención y señaló a dos secretarias, iban vestidas con traje pantalón, una con el pantalón ceñido y la otra con una blusa que se ajustaba al cuerpo calcando una lencería preciosa, creí que era eso lo que me quería mostrar y le alabé el gusto pero lo que quería que viera era que estaban hablando entre ellas comentando sobre el chico que vino a la tienda y que estaba en ese momento en la fotocopiadora, las dos mostraban por signos que se lo follarían sin dudarlo, me hizo gracia y sonreí pero Rosa fue más allá y se acercó a él y le dijo.

  • Hola, ya estamos aquí, hemos venido como usted nos dijo a visitar al Notario.
  • ¡Ah, sí, ahora mismo les recibirá!
  • ¿Sabe una cosa?  Nos cayó muy bien la vez pasada, nos gustaría que viniera otro día pero esta vez de visita, le haremos un regalo y de paso le presentaremos a nuestras colaboradoras, son jóvenes y… no puedo negarlo, se quedaron impresionadas al verle, jajaja.
  • ¿Cuál, la jovencita o la más… mujer?
  • ¡Las dos!  Jajaja.  Sí que es observador…
  • Mmm, pues no dude que me pasaré y… si le soy sincero a mí también me gustaron… las dos, cada una por unas cosas.

En su despacho el Notario nos sorprendió, era un hombre maduro pero no demasiado, un poco mayor que Rosa, cuando nos invitó a sentar quedó mirando a mi mujer de una forma intensa, ella se dio cuenta igual que yo y se sintió halagada, en la mesa de roble macizo había una lámpara verde típica de los despachos “importantes” y detrás de ella pude ver a una secretaria preciosa, era bastante joven y me deslumbraron sus ojos, eran verdes como esmeraldas y su boca sonreía constantemente pero la sorpresa fue total cuando el Notario constató nuestra identidad y se presentó y de paso nos presentó a la secretaria, se llamaba Alba y era… su mujer.

Una vez pasaron las presentaciones y unos comentarios intrascendentes sobre la moda y las leyes quedó serio y empezó a leer un pliego de papeles que le entregó Alba, en pocas palabras nos informó que Doña Francisca al no tener más que un sobrino lejano que apenas conocía me había dejado en herencia todas sus pertenencias.

Rosa miró incrédula, sabíamos que la mujer vivía bien pero no la considerábamos rica, poco a poco y según iba leyendo párrafo a párrafo los legalismos que apenas entendía nos dijo dejando los papeles en la mesa.

  • En resumen… no le voy a aburrir, doña Francisca le deja como heredero universal de sus bienes, de todo.
  • ¿De todo y eso que significa?
  • Pues que van a heredar varias casas, dinero en abundancia y dos fincas en el pueblo…
  • Si, ya sé que pueblo, el mío.
  • Pues eso, el tema es que son ustedes ricos, después de formalizar todo esto les daré la relación de bienes, una casa en la costa del Cantábrico y varias viviendas en León, y… dinero en metálico, claro.
  • Uf, ¡vaya sorpresa, se nota que Doña Francisca te quería mucho!
  • Sí, gracias a ella me dedico a la moda y te conocí a ti.  Se ha portado bien hasta el final.

Cuando salimos del despacho la secretaria se levantó y nos abrió la puerta, era alta con unas piernas largas y unas caderas como un ánfora romana, Rosa la miró y miró a su marido.

  • Señor Notario… estamos muy felices por la noticia que nos acaba de dar… estaba pensando… nos gustaría invitarles a cenar y a tomar algo después, a usted y a su señora también.
  • Bueno, no es usual pero si quiere que le diga la verdad nada más entrar me gustaron ustedes, aceptamos con gusto sobre todo a lo de “tomar algo después”

La actitud severa de Alba cambió y se puso sexi, se acercó a mí y me estrechó la mano, fui a saludarla cortésmente pero ella la llevó a su corazón reteniéndola unos segundos, los suficientes para notar las maravillas que escondía debajo de la ropa.

Pasaron dos semanas en que la rutina volvía a nuestras vidas, no obstante un día estando en el taller noté un revuelo en la tienda que me hizo asomarme, en el mostrador vi al pasante del Notario apoyado en el mostrador y  charlando animadamente con las chicas, a las dos se les caía la baba mirándolo y él se dejaba adular por las dos, miré a mi mujer y me sonrió, claramente se notaba que estaba tanteándolas para elegir con cual se quedaba, la ventaja la tenía claramente Bea, mujer más experimentada que sabía cómo seducir a un hombre.

Elena se notaba impotente por la avalancha que lanzaba su compañera, se mostraba sexi y le demostraba que sabía de lo que iba la cosa, sin embargo todo cambió cuando Elena quemó el último cartucho y se sentó frente a él, las pocas curvas que podía ofrecer las compensó con su sonrisa inocente pero pícara y sobre todo porque abrió las piernas lo suficiente para mostrarle al joven de que no usaba ropa interior o por lo menos se la había quitado.

Los ojos de muchacho cambiaron de dirección y se interesó  vivamente por Elena, los esfuerzos de Bea ya fueron infructuosos y aunque se deshizo en zalamerías no consiguió arrebatarle la cita que ya tenía asegurada Elena.

Antes de que nos dijera el motivo de su visita ya había quedado para ir a cenar con Elena, Bea no se dio por vencida y le arrancó la promesa de que otro día saldría con ella.

  • Hola, buenos días, venía personalmente para… notificarles que el Notario ya tiene preparados los documentos de la herencia.
  • Gracias pero se podía haber evitado el paseo y llamar por teléfono aunque por lo que he visto no hubiera podido ver… a las chicas, jajaja.
  • Jajaja.  Me ha pillado, en realidad mi mayor deseo era verlas y no se ofenda…
  • Claro, ya entiendo a mi me habría pasado igual.

Por la tarde después de cerrar pasó a por Elena, ésta se había vestido con sus mejores galas y nos había enseñado (a Bea también por supuesto ) la lencería que había elegido para la ocasión, a su compañera ya se le había pasado la decepción inicial y la maquilló para que no le faltara detalle alguno, cuando salió del brazo del mozo parecía totalmente distinta.

Al día siguiente vino radiante, se le notaba en la cara lo contenta que estaba y dedujimos que la noche había resultado provechosa, Rosa y Bea le asediaron a preguntas poniéndola colorada sin querer dar muchos detalles pero cuando me acerqué yo abrió su camisa y me enseñó los moratones que tenía en las tetas, alrededor de los solitarios pezones se notaban las señales de los labios del muchacho, la había cosido a lametazos y chupadas en las tetas y al oído me dijo que el clítoris le escocía todavía.

  • Jajaja, me alegro Elena pero eso no me lo debes enseñar a mí sólo, seguro que Rosa querrá verlo con sus ojos y Bea también, así si sale con él ya sabe a qué atenerse.

Elena hizo caso y se volvió hacia las mujeres con las tetas al aire, Bea se acercó para verla mejor y riéndose le dio otro mordisco al pezón que le salía morado.

Cuando fuimos a ver al Notario por la tarde dejamos a la niña con Bea, Rosa se vistió elegante pero no sé porqué también más sexi de lo normal, la miré de reojo y me sonrió aunque no me aclaró el tema.

Una vez en la Notaría no nos hicieron esperar, el mismo Notario salió a recibirnos, su aspecto era más jovial que el día anterior y nos invitó a sentarnos, no vimos a su secretaria porque según él estaba en el archivo, nos separaba la gran mesa de madera noble y él en su sillón con orejas nos explicó todo los legalismos de la herencia, yo estaba impaciente por saber en total qué había dejado y un poco antes de terminar entró su mujer-secretaria, venía con una bandeja con café y pastas y de un globo terráqueo (mueble-bar) precioso sacó dos botellas de licor.

El Notario le pidió una carpeta donde había más documentos para la firma y ella se los alargó, inclinada hacia él le mostraba que estaba todo correctamente redactado y de paso nos mostraba el par de tetas que colgaban retenidas por un mínimo sujetador.

Rosa cruzó una mirada conmigo y me descubrió mirando fijamente pero cuando realmente me sorprendí fue al fijarme que la chica que vestía unas mallas ceñidas y una blusa escotada, estaba apoyada en el canto de la mesa y no era simplemente un apoyo sino que con la esquina de madera se frotaba moviéndose y incrustando la madera entre la entrepierna.

Con los movimientos, la malla elástica y la dureza de la esquina se le marcaban los labios del coño perfectamente, cogí la mano de Rosa y la apreté, ella miró sin decir nada a aquel coño que posaba sobre la mesa, los labios asomaban medio abiertos y al momento una mancha de humedad apareció en el tejido elástico.

Rosa se movió en el sillón despasándose un botón de la camisa de seda, el Notario no movió el documento que tenía delante de los ojos pero levantó la vista mirando las dos bolas que marcaban las venas azules del pecho.

De momento bajó los papeles y resumió relatando una lista de propiedades que me pertenecían a partir de la firma.  La cosa fue rápida, firmé y él se levantó y me dio la mano felicitándome, esperaba que a Rosa también le saludara igual pero le estampó dos besos en la comisura de los labios, su mujer no se arredró y me besó a mí pero esta vez en un beso que fue más que un pico en la boca.

  • Esto hay que celebrarlo, estoy contento porque no surgieron problemas legales, propongo que lo celebremos con una cena, invito yo.
  • No, de ninguna manera, eso faltaba, debo invitar yo, ahora me lo puedo permitir y con ustedes más todavía, estamos muy agradecidos.
  • De “ustedes” nada, de tú, a partir de ahora de tú, eso sí, luego iremos a mi casa y tomaremos un par de copas.

Llamamos a Bea desde el despacho rogándole que fuera a mi casa con la niña, ya que nosotros acudiríamos cuando termináramos la cena.  Salimos los cuatro del despacho, las chicas nos miraban y cuchicheaban entre ellas, la mujer del Notario sabía lo buena que estaba y marcaba el terreno a las demás, Rosa también lucía todo lo que podía aunque era mayor que la secretaria.

El restaurante lo elegí yo, uno de los más elegantes de Madrid, por mí los hubiera llevado donde íbamos nosotros casi siempre, se comía bien y con menos etiqueta, resultó que nada más entrar los camareros reconocieron al Notario y nos colmaron de atenciones, Rosa se sentó junto a don Guillermo que a partir de ahora ya sería Guillermo a secas y Alba se sentó pegada a mí.  La cena trascurrió de lo más distendida, no hubo mención de la herencia nada más que para decirme que pasara otro día para recoger las llaves de la casas, una de ellas en Asturias.

Alba en pocas palabras nos confesó que debajo de la apariencia severa de Guillermo por su cargo eran una pareja que tenían costumbres bastante liberales y que en un círculo cerrado de amigos disfrutaban de reuniones más o menos “relajadas”, nos vio sorprendidos y para convencernos me cogió la cara con las manos y me estampó un beso en la boca, la sorpresa de Rosa no duró mucho pues Guillermo la puso la mano en una teta apretando ligeramente hasta salir leche y le dijo.

  • Siempre me han gustado unas tetas como las tuyas y más si tienen leche, ¿me invitas Rosa?
  • Eeeh, claro Guille, no faltaba más, precisamente esta tarde no me las ha vaciado mi hija y están que revientan.

Rosa cogió una copa y acabó de abrir la camisa sacando una teta, apretó con dos dedos el pezón rugoso y llenó media copa con leche recién escanciada, Guillermo saboreó con deleite el líquido blanco como si fuera un somelier con el mejor vino, olió y la bebió a sorbos cortos.

  • Exquisita, de la mejor que he probado, aunque no de Alba porque no hemos tenido hijos pero me gustaría probarla directamente del pezón…
  • Eso se puede arreglar pero aquí y ahora no es muy prudente.
  • Claro, claro, lo comprendo, se apuntarían todos los demás comensales, jajaja.
  • Jajaja, eso quería decir, jajaja.  De todas formas podemos hacer una excepción discretamente.
  • Mmm.  Deliciosa…
  • ¿La leche o la teta?
  • No sabría decir cual más, jajaja.

Alba quiso demostrar que ella también quería participar y pronto tuve su mano por debajo del mantel sobre mi muslo, sus dedos largos y cuidados se movían avanzando hacia mi entrepierna y de momento quedaron justo a punto de tocarme la polla que ya estaba dura a lo largo de la pierna.

Parecía que me quería invitar a que fuera yo quien siguiera la ruta y mi mano no tardó en pasar sobre las mallas, el tejido elástico se amoldaba perfectamente al contorno de la mujer y no tardé en notar el calor de su entrepierna, pero cambié de rumbo y paseé los dedos por el vientre plano de la chica, me miró un poco decepcionada pero no me moví, le dejaba ahora su turno y ella lo entendió enseguida, sus dedos recobraron el movimiento y pronto rodearon mi polla que ya quemaba, la apretó con fuerza mirándome extrañada porque no esperaba un tamaño así con mi figura delicada.

No le dejé pensar demasiado y mi mano bajó directamente hacia su pubis, no me sorprendí al notar que estaba depilada porque ya lo supuse en la mesa del despacho y pasé un dedo entre los labios que inmediatamente se abrieron porque sin querer separó las piernas, lo que si me sorprendió fue encontrar entre los labios del coño abiertos un clítoris que semejaba un verdadero pene, el tenedor se le cayó de la mano al notar dos dedos atrapándolo.

Guillermo lo notó y más al ver que faltaban dos manos en la mesa, tuve mis dudas hasta que mi dedo corazón encontró entre los labios también súper desarrollados la entrada de la vagina, al dedo aventurero lo acompañaron dos más, ya no podía llegar más lejos y con los dos restantes retiré el verdadero prepucio que envolvía al mini pene.

La mujer arrugó el mantel entre sus largas uñas, su marido sonrió al comprender lo qué estaba pasando debajo de la mesa, no era la primera vez que pasaba, Rosa nos miraba a los tres extrañada pues no llegaba a comprender la reacción de la chica, no dudaba que mi mano estaba donde estaba pero un efecto tan fulminante no lo había visto nunca.

Alba cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás sobre el respaldo de la silla tapizada, cogida al canto de la mesa sacudida por unos estertores de la cabeza a los pies, se estaba corriendo como nunca había visto, mojó mi mano cuando todavía incrusté más mis dedos en su vagina y toqué el punto G, las mallas elásticas marcaron un círculo mojado que le llegó a las rodillas y las tetas saltaron sueltas debajo de la blusa pues se habían escapado del escueto sujetador que ya no merecía ese nombre.

Rosa miró a Guillermo, el severo Notario había cambiado de semblante, ahora miraba a mi mujer con los ojos entornados calibrando cómo se la iba a follar, Rosa no le dio mucho que pensar, bajó la mano a su bragueta y se encontró lo inesperado, ya se había sacado la polla que le llegaba al tablero de la mesa, él al sentirse descubierto se cubrió pero Rosa quiso enseñarnos su trofeo y con algo de dificultad sacó entre la cintura y la mesa el capullo de Guillermo, yo no pude aplaudir como hizo Alba al verlo pues tenía la mano ocupada en el coño de la chica pero Rosa si lo hizo con las dos manos rodeando la verga notarial.

El funcionario debía estar muy apurado ya pues se echó de espaldas separándose de la mesa y dejó su polla al cuidado de mi mujer, craso error, porque Rosa le aplicó una serie de movimientos rápidos a la vez que oprimía el meato que provocaron que una serie de ráfagas de semen cayeran sobre el mantel, Rosa cogió una servilleta y cubrió al volcán lácteo sujetando con una mano el capullo que seguía vomitando esperma.

En el rincón del restaurante que sabiamente nos habían reservado apenas había luz suficiente para distinguir desde el resto de las mesas, Alba quedó con los brazos colgando extenuada, los pezones se le marcaban perfectamente debajo de la tela fina, el sujetador se notaba plegado en el estómago sin función alguna, no tenía tirantes y resbaló con los movimientos pectorales.

Al “ resucitar” Alba se inclinó sobre mí, me retiré de la mesa imitando a su marido, en un santiamén metió la mano en mi pantalón y con escaso cuidado sacó la verga que discurría hacia la pierna, no llegó a ver la luz porque su boca la esperaba al acecho, Alba debió calcular mal porque sin más aspiró y empezó a toser con unas arcadas inesperadas, la campanilla de su paladar tuvo que replegarse al paso del capullo, mi mano supo esperar y al inclinarse sus tetas cayeron como racimos de uvas en ellas, por debajo de la blusa pude apreciar la suavidad de la piel y la aspereza de los pezones, debían ser a juego con el clítoris porque erectos como dátiles pedían ser estirados más allá de lo prudente.

A mi lado Rosa intentaba con bastante éxito revivir la polla de Guillermo, éste demostró que su corrida inicial no era habitual sino por la calentura de la mamada de leche a mi mujer, ahora me imitaba y entre la camisa abierta de Rosa ordeñaba sin miramiento las ubres que colgaban, aunque no lo dijo por suerte antes de salir de casa las había vaciado casi al completo guardándole su ración a la niña pero aun así Guillermo tuvo su parte.

El matrimonio demostró que eran duchos en tener compañía y nos amenizaron bastante la espera entre plato y plato, el maître tenía el suficiente oficio y discreción para saber el momento adecuado para acercarse a nuestra mesa aunque no pudo evitar aspirar con deleite el olor a sexo que envolvía a nuestro rincón.

A los postres las chicas habían reanudado las mamadas y nos tenían a punto de regar con leche caliente el “pijama” de helado servido, decidimos hacer un “impass” y continuar en otro lugar más apropiado.

Con la propina que dejé en la bandeja junto a la nota los empleados del comedor nos ofrecieron toda clase de reverencias que hicieron sentirme cohibido pero al ver las miradas que les dedicaban a las mujeres me subieron el ego a la altura de las lámparas.

No hizo falta preguntar, la siguiente parada fue en casa del Notario, estaba a las afueras, en una zona alta de la ciudad y desde la terraza se divisaban las luces de las avenidas y rascacielos, la cristalera que cubría toda una pared iluminó la escena, las mujeres ya no llevaban nada, miré el vientre de Rosa, se notaba un poco caído por su reciente parto, al contrario del de Alba que estaba hundido si cabe marcando los huesos de la pelvis, nos quitamos la ropa para estar a la altura de las féminas, a la claridad ámbar de las luces de la ciudad pude ver el tamaño de la polla del Notario, ya no me extrañó nada la rapidez que Rosa le aplicó cuando la descubrió.

Alba no pareció decepcionada con la mía, no la había disfrutado completa al estar sentado pero al verla la sopesó quedando complacida, claramente la de su marido era más larga y gruesa que la mía pero al no haberme corrido todavía a mí se me levantó inmediatamente mirando al techo ligeramente encorvada en arco.

Alba subió a la cama y arrodillada en la misma orilla me esperó, no falté a la cita y al ponerle el capullo en el coño agachó la cabeza hasta tocar la sábana, separó las rodillas y esperó… todavía estaba mojada de mis dedos y no tuve que empujar mucho, parecía que aspiraba ella misma, el capullo y el resto entró como cuesta abajo, tuve que forzar la polla para que apuntara más de la horizontal y el roce en el interior a los pliegues de la vagina provocaron el orgasmo inmediato, me pidió que repitiera, yo pretendía follarla tumbada boca abajo pero ella prefería la presión del capullo y tuve que complacerla.

La metí hasta los huevos de un empujón, arqueaba la espalda para sentir al máximo la penetración y cuando la tenía adentro respiraba hondo, busqué y encontré el clítoris apuntando como un dedo acusador hacia abajo, le hice una mini paja, era la primera vez que hacía una paja ajena y recordé a los que pensaban equivocadamente mi condición sexual, me reí de ellos irónicamente, en este momento le estaba haciendo una paja a una mujer de bandera y con cierta rebeldía saqué la polla y mojada como estaba sin avisar la metí en el culo sin dejar de pajearla.

Fue como un brindis para aquellos que dudaban de mí, me habría gustado ver la cara de todos ellos al ver a la mujer que tenía ensartada en la polla como una aceituna.  Mis pensamientos “vengativos” se difuminaron cuando mi mano se llenó de líquido, Alba se corría silenciosamente, no quería que dejara de pajearla, su marido no debía hacérselo o en todo caso no tan bien como yo.

Miré a Rosa, acababa de mamarle la verga a Guillermo y su polla quería más, ella lo sabía pero no debía, su coño no estaba en condiciones todavía y menos para una follada salvaje como pretendía Guillermo, me miró y se volvió de culo tapando el coño, el notario miró y no dudó, su mujer no era muy aficionada al sexo anal y aquellas nalgas abiertas de Rosa prometían una experiencia única, escupió varias veces hasta secarse la boca y se acercó despacio.

Rosa era experta en dilatación, todavía tenía en mente los ejercicios del parto, (respira, expira, relájate…) la polla entró sin apenas notarlo, él quedó sorprendido y más cuando vio que mi polla también estaba dentro del culo de su mujer, esto le animó y empezó a moverse dentro del culo de Rosa, a ella no le pareció nada mal pues estaba deseando follar quizá por eso me miró lastimosamente al verme volver a meterla en el coño de Alba.

  • ¿Cómo te sientes cariño?
  • Muy bien pero me faltas tú.
  • Ya lo sé pero… todavía no ha pasado el tiempo previsto.
  • Sí pero… quizá…
  • ¿Quieres probar?
  • Sí, lo mejor es probar, contigo sé que irás con cuidado.
  • ¿Quieres que Guillermo salga?
  • No hace falta, prueba tú también.

Guillermo comprendió y fue muy amable, se tumbó en la cama y dejó a Rosa empalada sobre él, ella abrió las piernas al máximo, el coño estaba mojado pero rosado como siempre, Alba me ayudó y le dio unos lengüetazos que hicieron que manara espuma blanca y en una postura complicada de piernas entrelazadas me guió hasta el coño de Rosa, mi mujer confiaba en mí y miraba fijamente, al menor signo de dolor me lo diría pero aquella ocasión no quería dejarla escapar.

Fui entrando en Rosa, con cuidado escrutando a los ojos, ella los cerró dulcemente, era buena señal, miré a Guillermo cuando ya estaba por la mitad de la polla, el Notario me entendió, nos movimos al mismo ritmo, entrabamos y salíamos a la vez y poco a poco las pollas se perdían en Rosa, cuando desaparecieron totalmente suspiró sonriendo, no le había dolido, al revés estaba gozando como nunca llena de dos vergas que la llenaban completamente.

Alba empujaba los dos culos masculinos para compenetrar los movimientos y de paso se acercó a las mamas de mi mujer y chupó de ellas, la boca se le llenó de leche y la saboreó con deleite, me ofreció un beso con la boca llena y me la traspasó, Rosa descubrió el clítoris tan desarrollado y con la mano lo sacudió, debía ser el punto débil de Alba porque el orgasmo la alcanzó mamando de Rosa y la mordió sin querer, mi mujer se quejó y como compensación la llenó de besos.

Guillermo se envaró y en un momento noté, paralela a mí, cómo su polla se contraía, se estaba corriendo en el culo de Rosa y yo hice lo mismo en su coño, crucé los dedos para no preñarla, ella se encogió de hombros al notar mi leche en el coño, ya era tarde pero le gustó pues también se corrió aunque no pudo moverse mucho emparedada entre los dos.

Ya de madrugada volvimos a casa, en la habitación de invitados estaba Bea, a su lado la pequeña Lucía dormía plácidamente, nos acercamos a ellas, Rosa besó en la frente a nuestra hija y yo me acerqué a Bea, estaba liada con la ropa e intenté cubrirla bien para que descansara, debajo de la sábana arrugada vi el cuerpo desnudo de la joven, entre las piernas liadas con la sábana todavía llevaba un cerco de brillo, seguramente se había masturbado, me hizo ilusión si habría sido pensando en mí aunque también podría ser con el pasante del Notario… pero pasé la mano entre sus piernas y sin despertar las abrió, la besé en el pubis depilado y terminó de abrirlas, pasé la lengua de abajo a arriba del coño y suspiró abrazándose a la almohada.

Mi mujer me miraba sonriendo, dejó a la niña con Bea, estaba en buenas manos y nos fuimos a nuestra habitación.

  • ¿Tienes mucho sueño?, yo voy a ducharme.
  • Te acompaño, quizá quieras repetir la prueba del coño.
  • Como quieras pero esta vez no me correré adentro.
  • Vale, te puedes correr en mis tetas.
  • Muy bien, las debes tener vacías, jajaja.

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.